En las profundidades:
—¡¿QUÉ...?! ¡¿QUÉ DEMONIOS...?!—balbuceaba Heimdall—. ÉL... ÉL SÓLO, EN MENOS DE UN PARPADEO, ¡¿LE CORTÓ LOS DEDOS A SAMIRAH?!
Percy apuntó su espada en contra de su oponente.
—Ahora que terminamos de medir fuerzas, creo que podemos empezar con los golpes de verdad.
Sam se miró la mano herida, de cuyos dedos amputados salían chorros y chorros de sangre.
"Es mucho más veloz de lo que creí"—pensó—. "No puedo permitir que entre en rango de ataque, o todo terminará antes de que pueda reaccionar..."
—Muy bien, ¿continuamos?—preguntó el hijo de Poseidón, sacando a la valquiria de sus pensamientos.
Cargando a toda velocidad, Percy volvió a adelantarse en un ataque frontal, lanzando una estocada directamente al pecho de su oponente.
Sam balanceó su lanza e interceptó el golpe, desviando el ataque hacia un lado. No obstante, su rival demostró estar preparado para ello, y corrigiendo la trayectoria de su arma trazó un arco ascendente.
Sam ladeó la cabeza y retrocedió tan rápido como pudo con un desesperado salto, salvándose de una muerte segura, pero ganando a cambio un desagradable corte en la mejilla derecha.
Antes de tan siquiera poder recomponerse del todo, la valquiria notó como chorros de agua a presión salían desde el río que corría por el perímetro del estadio, dirigiéndose hacia ella como si de proyectiles se tratasen.
—¡PERCY ESTÁ UTILIZANDO EL AGUA PARA ATACAR DESDE LA DISTANCIA!—gritó Heimdall—. ¡NO LE DA A SU OPONENTE NI UN SÓLO SEGUNDO DE DESCANSO!
Samirah apretó los dientes y afianzó el agarre sobre su arma. Haciéndola girar a toa velocidad, y moviéndola de un lado a otro con suma precisión, la hija de Loki se las arregló para bloquear y destruir los ataques que llovían sobre ella desde nueve ángulos distintos.
Lamentablemente, esa había sido sólo una distracción.
Para cuando la valquiria se quizo dar cuenta, Percy ya estaba sobre ella con su espada en mano.
Sam volvió a retroceder con un salto, tomando una distancia prudencial de su oponente. La sangre caía a chorros sobre el campo de batalla, y una gran herida apareció en el lado izquierdo del cuello de la joven.
Por la cantidad de sangre, era obvio que el ataque no había alcanzado la yugular, pero cerca estuvo.
—Tienes buenos reflejos—reconoció Percy—. Si te hubieses tardado un pequeño instante más en retroceder no la hubieses contado.
Los einherjar del Valhalla se removieron en sus asientos.
—Ese chico... es demasiado rápido...
—EH...—balbuceó Heimdall—. ¡ESTÁ SIENDO SUPERADA! ¡CADA UNO DE ESOS GOLPES LA ESTÁ DESTROZANDO!
En las profundidades de la tierra, atado con cadenas y siendo carcomido por veneno, Loki soltó una carcajada, mientras admiraba el espectáculo a travez de una manifestación suya, oculta entre los espectadores del coliseo.
—Vaya, vaya...—sonrió—. Así que hasta aquí es que llegó mi pequeña desgracia...
En otro sector de las gradas, Odín frunció el ceño, con su único ojo reflejando preocupación.
De regreso en el campo de batalla, Percy volvió a ponerse en guardia.
—Sam... realmente no quiero hacer esto—dijo—. Y obviamente tú tampoco lo deseas. No tiene sentido que sigamos luchando, así que acabemos con esto y ríndete por las buenas.
La valquiria se tocó la herida en el cuello y soltó un gruñido que estaba a medio camino entre la voz humana y el rugido de un animal.
—Tienes razón en una cosa—reconoció—. No quiero hacer esto.
Blandió su lanza, plantándola con firmeza en el suelo, y le sostuvo la mirada a su rival.
—Pero incluso si me he retirado del cuerpo de valquirias, mi lealtad está con Odín—aseguró—. Si el padre de todo me ha pedido que gane este torneo... ¡Entonces no dudes ni por un segundo de que ganaré!
Una sonrisa se dibujó en los labios de Percy.
—Lealtad, ¿eh?—murmuró—. Sí... también sé una o dos cosas sobre eso...
—¡OHHH! SAMIRAH NO PIERDE SU ESPÍRITU DE LUCHA—anunció Heimdall—. ¿PERO ACASO SERÁ ESO SUFICIENTE PARA SALIR DE ESTA SITUACIÓN DESFAVORABLE?
La valquiria respondió tomando su arma a dos manos y adoptando una posición extraña, con las piernas flexionadas y apuntando hacia un costado, como si se dispusiese a balancear un gran martillo de guerra, en lugar de una ligera lanza.
—¡¿HUH?! ESA POSTURA EXCESIVAMENTE AMPLIA... PARECE SER UNA JUGADA IMPRUDENTE Y DESESPERADA.
Percy frunció el ceño, esa pose era una clara invitación a atacar. Sam estaba esperando un embate frontal, y en cuanto entrase en rango, balancearía su arma en un golpe en extremo potente.
No obstante, la masa de su lanza de luz no era suficiente como para que la amenaza fuese algo serio. Era más probable que se rompiese en pedazos nada más hacer contacto con la Anaklusmos.
Aún así, el hijo de Poseidón desconfiaba.
—Muy bien... aquí voy.
A una velocidad vertiginosa, Percy atravesó el campo de batalla de lado a lado, balanceando su espada en un poderoso mandoble descendente.
Samirah lo miró a los ojos en todo momento, esperando el segundo exacto para atacar.
"SKJALDMÖ"
Mejor conocidas como Doncellas Escuderas.
Mujeres vírgenes que abandonaban la vida civil para pelear codo a codo con los guerreros nórdicos.
Aprendían el arte del combate directamente en el campo de batalla, y es gracias a ellas que las valquirias se han ganado su imagen como una especie de versión escandinava de las amazonas.
En la actualidad, la figura de las skjaldmö y las valkyrja se ha vuelto una sola.
Y aunque es cierto que los antiguos pueblos nórdicos las mujeres ya poseían más derechos e importancia que en casi cualquier otro lugar en aquella época, eran estas doncellas escuderas quienes poseían los mayores privilegios.
La razón es muy sencilla.
Si un hombre se atrevía a faltarles al respeto, eran perfectamente capaces de partirlo en dos.
Samirah lanzó su golpe, y el arma en sus manos refulgió con un cegador destello.
Percy lo notó de inmediato, no había sido atacado por una lanza. La servidora de Odín había balanceado un hacha con todas sus fuerzas, arrancando la Anaklusmos de sus manos con un golpe seco.
El hijo de Poseidón retrocedió, aturdido y desconcertado.
—¿Qué...?
Entonces, un gran chorro de sangre brotó de su abdomen. Había sido cortado en una perfecta linea recta a la altura del obligo, su armadura había resultado completamente inútil.
El chico se encorvó y vomitó otro chorro de sangre, mostrando el daño interno que había sufrido su cuerpo.
Los semidioses grecorromanos quedaron helados en sus sitios, incapaces de creer lo que veían.
—¡¡HA PERDIDO SU ARMA!! CON UN PODEROSO GOLPE... ¡SAMIRAH HA DEJADO DESARMADO A SU OPONENTE!
—Cambiaste de arma...—murmuró Percy—. Hiciste desaparecer tu lanza de luz... aprovechando el destello que crea el invocar un objeto para camuflar su escape... y trajiste un hacha... cuyo peso era demasiado como para bloquearlo con mi espada...
Sam lo miró a los ojos, sosteniendo su confiable hacha de Acero de Hueso a dos manos.
—Y tú... evitaste un golpe mortal al dar un paso hacia atrás—le reconoció—. Eres un guerrero digno del Valhalla, pero hasta aquí llegamos. Tu cuerpo y tus ambiciones... los aplastaré al mismo tiempo.
Percy comenzó a jadear, sintiendo cómo perdía contacto con la realidad. Le pesaban las extremidades, se estaba poniendo pálido y lo cubría una capa de sudor frío.
—Me tomaste por sorpresa... lo reconozco...—admitió—. La fuerza a veces debe ceder ante la inteligencia, es verdad.
El viento comenzó a soplar con fuerza, y el agua alrededor del campo de batalla comenzó a correr a toda velocidad.
—Hija de Loki... ya caí en tu engaño—levantó la mirada—. Ahora... es momento de que te sumerjas en los mares.
Los vientos huracanados azotaron las gradas, obligando a los espectadores a cubrirse con los brazos.
Sam se puso en guardia, mientras flexionaba las piernas para no ser mandada a volar.
—¡¿QUÉ?! ¡UNA TORMENTA SE ESTÁ LEVANTANDO ALREDEDOR DE PERCY! ESTO... ESTO ES...
El hijo de Poseidón extendió ambos brazos, como si estuviese tratando de sostener un gran peso con ellos.
—Samirah del León... lo siento, de verdad, pero no voy a perder—aseguró—. La verdad es que... ni siquiera he comenzado a luchar como es debido.
Los sueños siempre habían acompañado a Percy como una constante siniestra en su vida.
Incluso cuando no estaban relacionados con sus misiones o enemigos, era común el tener pesadillas, tanto para él como para todos los semidioses grecorromanos.
No obstante, el hijo de Poseidón creía haber alcanzado una suerte de paz una vez comenzó su vida en la Nueva Roma, lejos de los monstruos y rodeado de otros mestizos mientras se dedicaba a nada más que estudiar y avanzar en su proyecto de vida.
Como era costumbre, estaba equivocado.
Tres meses antes del inicio del torneo, Percy se encontró a sí mismo ante el palacio de su padre en el fondo del océano. Tan sólo era un sueño, pero el chico había tenido las suficientes pesadillas como para diferenciar cuándo todo se trataba de un invento de su subconsciente o de un evento real que sucedía en el mundo.
—¿Padre?—preguntó, un tanto inseguro.
La imponente figura del rey de los mares, vestido con su usual ropa de pescador playero, se hizo presente ante él.
—Hola de nuevo, Percy—saludó con cierta tristeza en su tono—. Ha pasado mucho tiempo.
El semidiós se revolvió incómodo.
—¿Qué es lo que sucede?—cuestionó—. No es por ser maleducado, pero... no me contactarías si no estuviese sucediendo algo grave.
La mirada de Poseidón se ensombreció.
—No te equivocas—asintió—. Lamento tener que pedirte esto, pero necesito que participes en una misión en mi nombre dentro de poco tiempo.
—¿Una misión?
—Así es, y mucho me temo que, de entre todos los semidioses, eres el más indicado para llevarla a cabo. Al menos desde mi punto de vista.
Percy sintió un vació en su estómago. Después de años de relativa paz, de haber construido algo realmente importante con su vida, nuevamente se veía a sí mismo en riesgo, quizá todo el mundo lo estaba.
—¿De qué se trata?
Poseidón suspiró apesadumbrado.
—Lamento no poder darte más detalles, todo será revelado a su debido tiempo, si es que decides aceptar.
El chico hizo una mueca.
—Y de hacerlo... ¿qué riesgos implicaría?
—Para comenzar, no puedes contarle de esto a nadie.
—¿Ni siquiera a Annabeth?
—Especialmente a Annabeth.
Percy tragó para deshacer el nudo que se le formó en la garganta.
—¿Tan peligrosa es esa misión?
Poseidón apretó los puños alrededor de su tridente con tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos. No era por ira, sino por frustración.
—No puedo decir nada más—se disculpó.
Percy se miró las manos y luego alzó la vista.
—Padre... ¿hay vidas en riesgo? Si de verdad no intervengo... ¿morirá alguien?
El dios de los mares asintió silenciosamente con la cabeza.
El semidiós suspiró.
—Muy bien, estaré listo en cuanto me des la señal.
Poseidón lo miró agradecido. Sus ojos verdes refulgieron con un destello celestial, y la luz se tragó al semidiós.
Percy despertó con un sobresalto.
Estaba en su cama, dentro de su hogar en Nueva Roma. El reloj marcaba que eran las 12:00 am. A su lado, sin dar señales de haber notado lo ocurrido, Annabeth Chase dormía plácidamente.
El joven se quedó mirando a su pareja por algunos minutos, acariciando su cabello rubio mientras le miraba descansar.
—Lo lamento mucho, listilla...—murmuró—. Sé que prometí mantenerme alejado de los problemas... pero sabes mejor que nadie que son ellos los que me buscan.
Le besó suavemente la frente antes de volver a acostarse, incapaz de conciliar el sueño, pensando con una profunda preocupación sobre qué era aquello que tenía tan disgustado a su padre.
De regreso en el presente, el último héroe del Olimpo había invocado un temporal que estaba sacudiendo el estadio hasta sus cimientos.
—¡¿Qué...?!—gruñía Sam, mientras luchaba por mantenerse firme en su sitio.
—¡¡AAH!!—chilló Heimdall, mientras salía despedido de espaldas fuera de la arena y caía entre las gradas.
—¡¿Qué está sucediendo?!—exigían saber los einherjar.
—¡La tormenta se está fortaleciendo!—añadieron las valquirias.
En su trono, Poseidón sonrió triunfalmente.
—Aquí viene...—sonrió—. Las reglas del torneo impiden que Percy arrolle a su oponente con poder puro. Así que, en su lugar, se está poniendo bastante creativo.
Rodeando el campo de batalla, alzándose decenas de metros sobre el suelo, un enorme embudo de agua corría a toda velocidad, convirtiéndose en un muro que había separado a los luchadores del resto del estadio.
Sam abrió los ojos de par en par.
—¡¿QUÉ... QUÉ DEMONIOS ES ESTO?!—cuestionó Heimdall.
—Esto es...—murmuró la valquiria.
Percy sonrió, tocando la corriente de agua con su mano izquierda.
En cuanto hizo contacto con el líquido, su herida comenzó a cicatrizar y sanar hasta ser casi imperceptible. Un subidón de energía llenó su cuerpo, se le aclaró la vista, se aguzaron sus sentidos y recuperó las fuerzas. Aún había sangre inundando su sistema, y los daños internos más graves no se habían reparado por completo, pero era más que suficiente para continuar en la batalla.
—Y ahora...
Un destello dorado iluminó el agua, luego otro, y otro más. Samirah entendió de inmediato lo que sucedía, Percy estaba invocando cada una de las armas que había llegado a usar a lo largo de su vida, y estaba dejando que fuesen llevadas por la corriente, creando un muró de filos que destrozaría a cualquiera que cayese en sus aguas como si de una licuadora se tratase.
—Estás loco...—murmuró Sam.
—Bueno... quizás un poco.
Percy se abalanzó sobre la valquiria, al tiempo que del embudo de agua salía disparada a toda velocidad una jabalina, la cual había sido forjada por Tyson, el cíclope, años atrás.
El semidiós atrapó el arma en pleno vuelo y accionó uno de los tres botones que ésta poseía. Al arrojarla nuevamente, el proyectil explotó al impacto, soltando un alambre de cuchillas que voló en todas direcciones. Samirah esquivó el ataque saltando hacia atrás en el momento preciso, pero ese era sólo el comienzo de la arremetida.
Un tridente salió disparado desde el interior de la vorágine, y hubiese empalado a Sam si esta no hubiese retrocedido una vez más a la desesperada.
Múltiples armas más comenzaron a caer a su alrededor: otros dos tridentes, algunas espadas, un par de jabalinas, una que otra flecha, un arpón submarino y demás artefactos letales que llovían sobre la servidora de Odín desde todas direcciones.
Con un movimiento de su hacha, la valquiria consiguió desviar un cuerno de Minotauro que iba directamente hacia su craneo, pero el espacio de maniobra se le estaba terminando.
—¡¿QUÉ ESTÁ SUCEDIENDO?! TODAS ESAS ARMAS ESTÁN SIENDO DISPARADAS UNA TRAS OTRA.
Una serie de bombas de fuego griego se precipitaron sobre Samirah, a lo que esta respondió extendiendo su Capa de Cisne, una pieza de equipamiento la cual poseían todas las valquirias al servicio de Odín.
Normalmente, Samirah guardaba ese velo oculto en la forma de su hijab, no obstante, a sabiendas de que podía llegar a necesitarlo a mitad del combate, había optado por guardarlo por separado.
Usualmente, dicho objeto mágico era usado para camuflar a una valquiria cuando se encontrase en territorio enemigo, no obstante, como pieza de tela de tamaño aceptable, siempre hay otros usos que se le pueden dar.
Con un movimiento, la hija de Loki atrapó las bombas al vuelo, lanzándolas hacia un lado antes de que impactasen con ella o el suelo. Como consecuencia, los explosivos divinos estallaron al chocar nuevamente con la rugiente pared líquida, convirtiendo el torrente en un muro de llamas verdes que ardía a pesar de estar conformado por agua.
Sam sonrió satisfecha por un segundo, antes de caer en cuenta de que algo no iba bien. Una cuerda se envolvió alrededor de su cuello... no, un cable con garfio.
Era la misma herramienta que Percy había usado cuando se enfrentó a la Cerda de Clazmonia durante la Batalla de Manhattan, y ahora la estaba usando para aferrarse a su oponente.
El hijo de Poseidón tiró con todas sus fuerzas, arrastrando a Samirah hasta donde él.
La valquiria alcanzó a girarse sobre sí misma en el aire y sujetó su hacha dispuesta a aprovechar el impulso a su favor, pero fue muy lenta.
La espada de Percy atravesó su cuerpo de lado a lado justo por debajo del pecho.
Los espectadores ahogaron un gritó de terror, Samirah abrió los ojos como platos y se quedó helada, mientras Percy extraía su hoja de entre su carne y la obligaba a retroceder.
Ambos oponentes se miraron a los ojos, Percy respiraba con dificultad y el cansancio era notorio en su mirada, el mantener una pared de agua de aquellas proporciones, estando lejos del mar y herido, era sumamente desgastante.
Con un bramido, la concentración del semidiós se rompió, y toda el agua cayó de golpe al suelo, volviendo a ser un río que corría alrededor de la arena, aunque ahora encendido en llamas.
Samirah, por su lado, no se encontraba mucho mejor, estaba agotada y había sido gravemente herida. Y aún así, ninguno de los dos se daba por vencido.
—N-no...—murmuró ella—. Aún no... hemos terminado.
Percy asintió con la cabeza.
—En eso... estamos de acuerdo...
La valquiria trató de atacar balanceando su hacha, pero fue detenida en seco cuando un nuevo embudo de agua surgió a su alrededor, ahora mucho más pequeño que el anterior.
Sus extremidades fueron atrapadas por la corriente, y lo siguiente de lo que fue consciente era de que se encontraba suspendida en el agua, girando a toda velocidad, incapaz de moverse o luchar.
Percy sonrió débilmente.
—Creo... que te atrapé...
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