El último momento:
Clarisse respiraba agitadamente, con su piel echando humo y su cuerpo rodeado por una brillante aura de fuego rojo carmesí.
—¿Qué es eso...?—murmuraba el público.
—Es aterrador...
Percy soltó una carcajada.
—¡Allí está!—anunció—. Finalmente esa bruta va a mostrar de lo que es realmente capaz.
Luguselva retrocedió levemente.
—No comprendo...—murmuró—. Jamás había visto algo como eso.
Apolo frunció el ceño, mientras gotas de sudor nervioso bajaban por su rostro.
—Cuando un hijo de la guerra posee una gran ira y su corazón está lleno de violencia, el dios vengador le concede al guerrero un estado simplemente invencible. Fuerza, velocidad y reflejos aumentados, una energía virtualmente ilimitada, invulnerabilidad a todo daño y regeneración. Es aún mejor que la Maldición de Aquiles en algunas situaciones.
Este poder es conocido como...
"LA BENDICIÓN DE ARES"
Meg alzó sus espadas en alto, con los ojos muy abiertos.
—Su presencia... se volvió más aplastante.
Clarisse le dedicó una mirada llena de ira asesina.
—Aquí vamos, gamberra...—rugió, poniéndose en guardia—. Pero no temas, yo no soy Aquiles, no arrastraré tu cuerpo sin vida alrededor de la ciudad de los dioses. ¡Puedes morir sin preocupaciones!
La hija de Deméter apuntó sus armas gemelas y estalló en carcajadas.
—Me parece que estás demasiado confiada—sonrió desafiante—. Permíteme enseñarte algo de humildad.
En ese momento, las dos guerreras frente a frente alcanzaron su apogeo. Todos en ese lugar sabían instintivamente que el final estaba cerca.
—No me había divertido así en años, gamberra—reveló Clarisse.
—¿Sabes qué? Pienso exactamente lo mismo, lerda—respondió Meg—. Gracias a ti, he recuperado la fuerza que algún día poseí.
La sonrisa de la hija de Ares se ensanchó.
—Me alegro, pero... ¡¡Todo terminará ahora!!
El suelo tembló y se partió en pedazos, los vientos y las llamas rugieron cuando la asesina del drakon cargó frontalmente a toda velocidad.
"¡¡¿Se volvió incluso más rápida?!!"—se horrorizó Meg.
La lanza de Clarisse empezó a disparar rayos en todas direcciones mientras una lluvia de estocadas caía sobre Meg.
La hija de Deméter retrocedió con un salto y balanceó sus espadas tan rápido como pudo, luchando con todas sus fuerzas por desviar los golpes lejos de su cuerpo. No obstante, era una tarea simplemente imposible.
Meg aterrizó nuevamente, habiendo tomando distancia. Múltiples heridas sangrantes se habían abierto en todo su cuerpo, hombros, piernas, brazos y tronco.
"¡¿Qué tan rápido puede atacar?!"—se preguntaba, mientras sentía como sus sistemas eran sacudidos por la electricidad—. "¡Incluso con mis dos espadas no puedo detener todos los golpes! Siempre que creo acercarme a la victoria, ese monstruo triplica su potencia de fuego..."
—¡Jamás le quites los ojos de encima a tu oponente a mitad de la batalla!—le reprendió Clarisse, quien se alzaba sobre ella sosteniendo su lanza a dos manos por sobre la cabeza. Sus ojos relucían con una furia animal—. ¿Vas a morir tan fácilmente?
"Demonios..."
La hija de Ares trazó un arco descendente con todas sus fuerzas.
Meg, desesperadamente, cruzó sus espadas por sobre su cabeza y flexionó las piernas para recibir el golpe.
Sus pies se hundieron en la tierra, la cual estalló en pedazos. Clarisse siguió aplicando más y más presión, obliterando rápidamente a su oponente.
—Esto es malo...—murmuró Apolo—. Desde esa posición no hay forma en que Meg...
—Lester, cierra la boca—lo interrumpió Luguselva.
En el campo de batalla, la hija de Deméter se las arregló para dar un veloz salto hacia la derecha, usando sus cimitarras para desviar la fuerza del ataque enemigo hacia abajo, lejos de su cuerpo.
"Apenas y pude esquivarlo..."—pensó—. "Esta imbécil... ¿no será alguna clase de demonio?"
En las gradas, Ares se inclinó en su trono, intrigado.
—Vaya vaya...—murmuró—. Conseguiste desviar el golpe de Clarisse. Y al mismo tiempo... te colocaste en una posición ventajosa, pequeña rata.
Efectivamente, Meg estaba lista para lanzar un ataque final, sosteniendo sus espadas con todas sus fuerzas, aprovechando la guardia abierta que en la que Clarisse había quedado tras su último golpe.
—Finalmente te tengo...
Meg hizo su movimiento, sus hojas gemelas silbaron en el aire y su golpe conectó.
—¡¿Qu-qué...?!
La joven retrocedió dando traspiés, mientras sentía como la fuerza de retroceso había estado a punto de dislocarle los brazos.
Clarisse se rió levemente, mientras las llamas rojizas crepitaban a su alrededor.
—Ese fue un ataque descuidado—reprendió—. Es obvio que aún tienes muchas cosas que aprender...
La guerrera lanzó una estocada frontal, golpeando con fuerza en el lado derecho de Meg, quién sólo pudo doblarse de dolor antes de salir despedida de espaldas a toda velocidad.
Clarisse se reincorporó.
—Oye, estaba tratando de empalarte—reveló—. Eres bastante buena esquivando...
Meg aterrizó de pie, manteniendo siempre sus espadas en alto. No obstante, sangraba desde múltiples puntos, sudaba a mares y respiraba con dificultad llena de dolor. Trozos de carne y hueso manchaban el campo de batalla, y sus costillas eran visibles a través de la gran herida causada por el último ataque de su oponente.
—Allí está—sonrió Percy—. Esa es la verdadera fuerza de la Asesina del Drakon.
Ares rió por lo bajo.
—Esto va mucho más allá de lo que imaginé. Esta violencia... ningún otro de mis hijos había mostrado tanto amor por la guerra. Esa es la verdadera esencia de Clarisse La Rue, el verdadero poder de mi hija.
En la entrada del campo de batalla, las siete Melíades se removieron inquietas.
—Le puedo ver los huesos...
—También está sangrando mucho...
—Con una herida como esa, ni siquiera la Gran Meg tiene alguna posibilidad...
La hija de Deméter le sostuvo la mirada a su oponente, apretando los dientes por el dolor y gruñendo.
Clarisse se alzó imponente, con las llamas bailando sobre su cuerpo.
—Gamberra—dijo—. Eres joven y tienes mucho potencial, pero este es el fin del camino. No puedes ganar, ahórrate el sufrimiento y ríndete.
Meg bajó la mirada y afianzó el agarre sobre sus armas.
—¿Qué me rinda...?—repitió—. ¿Qué no puedo ganar...? ¡¿Acaso estás bromeando?!
El suelo comenzó a temblar salvajemente y múltiples tallos surgieron de entre la tierra.
—Tú eres la guerrera más fuerte de entre nosotras dos, sí... ¡Pero eso no significa nada! Si realmente no existe una posibilidad de ganar... ¡Entonces plantaré la semilla de una y la haré crecer!
—Meg...—murmuró Apolo—. Tú todavía quieres continuar...
Clarisse sonrió, como si esa fuese la respuesta que esperaba.
—¡Así se habla!—se carcajeó—. Está bien, acabemos con esto antes de que le dé un infarto a Chris... ¡¡Voy a enviarte al Infierno!!
Cerró los ojos, respiró profundamente y, para sorpresa de todos, comenzó a rezar:
—Ares más que poderoso, abrumadora carga del carro de guerra, el de áureo yelmo, de intrépido corazón, portador de escudo, salvador de ciudades, revestido de bronce, brazo poderoso, infatigable, ardida lanza, valladar del Olimpo, padre de la Victoria , que concluye con bien la guerra, auxiliador de la Justicia, dictador para tus adversarios, guía de los varones más justos. Poseedor del cetro de la hombría, haces girar tu esfera de ígneo resplandor entre los prodigios de los siete caminos del éter, donde los potros flamígeros te conducen por siempre más allá de la tercera órbita...
—¿Eh...?—murmuraban los espectadores.
—Esto es...
—¡Que pueda yo rechazar de mi cabeza la amarga cobardía, doblegar en mi interior la pasión que engaña el alma y contener la penetrante fuerza del bélico ardor, que me instiga a caminar por la batalla glacial! Concédeme en cambio, bienaventurado, el valor para permanecer dentro de las normas inviolables de la paz, huyendo del fragor de los enemigos y de violentos destinos de muerte.
El himno entonado por la guerrera resonaba en ese tranquilo lugar. Una vez hubo terminado con su canto para McCaffrey, la hija de Ares se puso en guardia, alzó su lanza y la apuntó, preparándose para ser la última en pie de esa batalla.
Las llamas carmesíes crepitaban sobre su cuerpo, la punta de Maimer echaba chispas y la tensión en el ambiente llegaba a su punto máximo.
Por su parte, Meg cambió lentamente su postura. Las plantas en el suelo crecieron hasta cubrir todo el estadio con una suave alfombra de hierba verde.
Sabiendo que era completamente imposible vencer a su oponente en fuerza, apostó todo al control del campo de juego, adaptándolo a su favor.
Deméter miró a su hija en la arena y respiró profundamente.
—¿También lo sienten?—preguntó.
Poseidón asintió con la cabeza.
—Alguien está a punto de morir, no hace falta ser un dios del Inframundo para saberlo.
Meg apuntó sus espadas, mientras sentía las plantas bajo sus pies, conectaba con sus emociones y leía sus pensamientos.
—Tengo que ganar...—decía, casi en trance—. ¡Tengo que ganar a como dé lugar!
El público se removió inquieto.
—¿Qué está planeando?—preguntó Apolo—. Esa postura es de carrera, no para pelear.
Luguselva frunció el ceño.
—Retoño...
Percy se cruzó de brazos.
—Por experiencia, puedo decir que Meg tiene un plan.
Chris se inclinó sobre su asiento.
—Clarisse... no bajes la guardia por favor—pidió—. Pase lo que pase, no puedes perder.
La propia hija de Ares sintió cómo sus instintos entraban en alerta máxima con sólo mirar a su oponente.
—Gamberra... ¿qué es lo que intentas lograr?
"Sea lo que sea... estamos luchando por la supremacía"—pensó—. "¡¡Y no permitiré que nadie más que yo se quede con ese puesto!!"
Una suave corriente de viento sopló por el campo de batalla. Y con el leve movimiento de la hierba en el suelo fue que comenzó el choque final.
Meg comenzó a moverse un segundo antes que Clarisse, corriendo a toda velocidad, tan rápido como sus piernas se lo permitían. Habiendo adoptado una postura más bien aerodinámica, no muy favorable para la batalla.
"¡Es rápida!"—reconoció Clarisse, mientras apuntaba su lanza—. "Además, es un objetivo muy pequeño... sin embargo eso no es un problema".
La hija de Ares lanzó su golpe, una estocada final con todas sus fuerzas, la cual hizo zumbar el aire y cubrió el cielo de electricidad.
"¡Ahora!"—pensó Meg, mientras observaba en cámara lenta cómo era embestida por su oponente.
El arma de Clarisse atravesó el campo de batalla, creando un enorme cráter en donde segundos antes había estado Meg McCaffrey.
Pero la hija de Deméter no estaba por ninguna parte.
"¡Una trampa!"—comprendió Clarisse, demasiado tarde.
Justo tras su espalda, la descendiente de Plemnneo hizo acto de aparición, habiéndose teletransportado literalmente desde una planta hacia otra.
"Veamos si tu invulnerabilidad te salva de esto..."—pensó ella, mientras alzaba sus armas para el golpe de gracia—. "¡¡Este es mi último ataque!!"
"¡¡¡LA VICTORIA ES MÍA!!!"
Clarisse se giró sobre sí misma a toda velocidad, con un simple movimiento de muñeca corrigió la trayectoria de su arma y se posicionó perfectamente para recibir a Meg con una inevitable estocada.
"¿Qué...?"—pensó la hija de Deméter a toda velocidad—. "¡¿Recuperó la lanza...?!"
En ese momento, en las mentes de ambas oponentes, el final de la batalla podía verse con claridad.
Seguras de su victoria, ambas rugieron a todo pulmón mientras balanceaban todo su peso en un golpe final.
—¡¡Clarisse!!—gritó Chris.
—¡¡Meg!!—chilló Apolo.
Mientras la punta de Maimer se aproximaba a su objetivo, la mente de Meg se quedó en blanco por un instante, permitiendo que sus sobrenaturales instintos de semidiós tomasen el mando.
Trazando un doble arco con sus espadas, interceptó el movimiento de la lanza de su rival, y haciendo acopio de todas sus fuerzas partió el arma en pedazos.
"No..."—pensó Clarisse—. "No otra vez..."
Ares abrió mucho los ojos.
—No estaba atacando a Clarisse... estaba buscando atacar directamente a la lanza eléctrica para destruirla...
Las dos guerreras rugieron hasta destrozarse las gargantas mientras se lanzaban de frente en un golpe final, Meg con sus cimitarras gemelas y Clarisse confiado sólo en la fuerza de sus puños.
Las espadas de Meg se partieron en mil pedazos al contacto con el impenetrable cuerpo de Clarisse, mientras que en el costado izquierdo su cuerpo se abría una nueva herida sangrante.
—Por poco y no me di cuenta...—sonrió Clarisse—. Ese fue un muy buen truco, pero... aquí se termina todo.
Meg cayó de rodillas a cause del dolor y agotamiento.
—Sí... eso creo.
Algo estalló en el interior de Clarisse, revolviendo, perforando y aplastando sus órganos internos. Una bomba, o, mejor dicho, una semilla.
Todo el estadio guardó silencio mientras veía cómo la sangre salía a chorros del cuerpo de la guerrera, prueba de los inconmensurables daños internos que había recibido.
Meg la miró tristemente.
—Lo siento mucho...
Clarisse cayó al suelo, sin fuerzas y sangrando a mares.
—Una semilla...—recordó—. La introdujiste en mi cuerpo mientras gritábamos en el choque final... y como no pudiste cortarme desde fuera, me destrozaste por dentro...
Soltó una agónica risa.
—Creo que hasta aquí llegué, eh...
Los campistas griegos miraban todo con absoluta incredulidad.
—N-no puedo creerlo...
—Clarisse fue...
Meg se llevó una mano a la más grande de sus heridas.
—Clarisse...
—Oye—interrumpió la hija de Ares, mientras vomitaba un chorro de sangre—. Eres muy fuerte, gamberra. Un día de estos... concédeme la revancha.
Finalmente, cerró los ojos y se quedó inmóvil.
—¡¡Clarisse!!—gritó Chris.
Ares suspiró frustrado, pero eso no le impidió sonreír con orgullo.
—Esa es mi hija—anunció—. ¡Esa es una auténtica hija del dios de la guerra!
—¡¡LA GRAN BATALLA PARA CORONAR AL HÉROE MÁS GRANDE DE LA HISTORIA CONTINÚA!!—anunció Heimdall—. ¡¡EL TERCER COMBATE DE LA PRIMERA RONDA TIENE COMO GANADORA A LA REPRESENTANTE DE APOLO!!
¡¡MEG MCCAFFREY!!
—¡¡Ganó!!—celebró el dios del sol—. ¡¡Ella realmente ganó!!
Luguselva sonrió por lo bajo.
—Así fue, Lester. Mi retoño realmente ganó...
Chris agachó la mirada.
—Cuanto lo siento, Clarisse... tenías tanto que dar en este torneo...
—Oye—le llamó Percy—. Clarisse será una cabeza dura, pero sabe lo que hace. Después de esto, no creo que haga falta ningún don de los dioses para que todos reconozcan el verdadero valor de los hijos de Ares.
Una sonrisa torcida se dibujó en su rostro.
—Que gran idiota... su cuerpo muerto sigue sonriendo...
Y así, el tercer combate llegó a su fin con la victoria de Meg McCaffrey y la muerte de Clarisse La Rue.
Pero la historia debe de continuar...
LA ASESINA DEL DRAKON HA CAÍDO, PERO UNA NUEVA PUERTA SE ABRE
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