El dolor de la pérdida:
Quise dejar de pensar en él.
Enterré su recuerdo y lo di por muerto, traté de huir para dejar atrás el dolor de lo que había perdido.
Pero cuando menos me lo esperaba, la figura de ese chico volvía a aparecer ante mí, habiéndose abierto paso envuelto en relámpagos a través de los complejos sistemas de poder de Roma.
Era la figura del hermano que nunca dejé de buscar desde el fondo de mi corazón.
Y por eso lamento tanto que tus sueños y tu corazón fueran demasiado pesados para mí.
El estallido de gas sacudió el campo de batalla, haciendo que los espectadores saltasen de sus asientos en busca de refugio mientras se retorcían presas de la tos y las nauseas.
—¡¿UNA EXPLOSIÓN?!—exclamó Heimdall, mientras observaba a la hija de Zeus cernirse imponente sobre su oponente.
Thalia sonrió de oreja a oreja mientras apuntaba su lanza.
—No es más que una pequeña flecha pestilente, pero es suficiente como para ser considerada antideportiva. ¿Últimas palabras?
Disparó su estocada, veloz como un rayo.
Los ojos anómalos de Alex se posaron sobre el filo de bronce que se precipitaba hacia ella con la potencia de un cañón. Más escombros volaron en todas direcciones mientras la hija de Loki esquivaba el mortal ataque con un desesperado salto lateral.
Una nube de tierra y polvo se formó frente a la cazadora de Artemisa, mientras que la einherji luchaba por que sus pies dejasen de resbalar hacia el acantilado.
Thalia le dedicó una sonrisa torcida, con la mirada algo desenfocada y el rostro perlado de sudor.
—Parece que ni con todo esto he podido acabar contigo—murmuró—. Sin embargo, no importa cuan monstruosa sea tu fuerza, sigues siendo, al menos hasta cierto punto, un ser humano. Si sigo haciendo mella en ti poco a poco, tarde o temprano tomaré tu vida.
En una de las habitaciones de espera, Walt Stone se inclinó intrigado hacia la pantalla que le mostraba el intercambio de ataques.
—No tiene reparos a la hora de usar artimañas—comentó.
—Sí...—sonrió Sadie a su lado—. Pero al mismo tiempo que desviaba el garrote de Alex, saltó hasta su punto ciego e intentó terminar esto con una estocada. Pensar todo eso en un momento y llevarlo a cabo no es algo que una persona corriente pueda hacer.
Thor se cruzó de brazos, contemplando el escenario desde su privilegiado palco.
—Bueno, al parecer incluso la hija de Loki puede ser tomada por sorpresa.
Sif frunció levemente el ceño, pero no respondió a las críticas de su marido.
Percy hizo una mueca.
—Aunque ella misma lo dijo—murmuró—. Esas flechas podrían considerarse antideportivas. Espero que no se meta en problemas por ello.
—No lo hará—respondió Meg, con los ojos fijos en el campo de batalla—. Esto es, a final de cuentas, un todo o nada.
Inconscientemente, el público se volvió hacia el gran palco en donde los organizadores de aquel torneo observaban el ir y venir de las batallas, preguntando con sus miradas si aquello que la cazadora había hecho estaba permitido.
Odín se encogió de hombros.
—A mí me parece maravilloso que uno saque a relucir sus mejores trucos.
Zeus y Horus guardaron silencio, sin pronunciarse ni a favor ni en contra de aquel equipamiento.
Artemisa, ante el asentimiento positivo de Odín, devolvió su atención a la arena.
—Sabia decisión—dijo—. Después de todo, en el campo de batalla la astucia es también una forma de fuerza. Atenea, sin lugar a dudas, estará de acuerdo con mi valoración.
Hera asintió lentamente, pero se le notaba menos convencida.
"Sea, entonces"—pensó—. "Sigue usando tus artimañas hasta el final, Thalia Grace".
La hija de Zeus miró a su oponente desde arriba, con su figura luminosa resaltando entre la oscuridad de la noche.
—No me guardes rencor por esto—le pidió a Alex—. Esto es lo único que puedo hacer frente a ti. Ambas seremos semidiosas, ambas poseeremos la bendición de algún dios que mejore nuestros poderes, pero mis capacidades físicas como cazadora no se comparan a tu cuerpo eterno de einherji.
La joven soltó una amarga risa. Su único gran poder como hija de Zeus, el dios padre del cosmos, era controlar los rayos y la electricidad, e incluso entonces eso le consumía en gran medida. Pensó en que, quizá, si no fuese por su estúpido miedo a las alturas, podría haber desarrollado potestad sobre los vientos. Pero ya era muy tarde como para lamentarse por ello.
Alex le estudiaba con cierta curiosidad. Sus orbes dicromáticos parecían refulgir con un empuje no del todo humano.
—Ya veo... Eres bastante buena, lo reconozco.
—¿Eh?
—Aunque no me guste, sigo siendo la hija de Loki—explicó—. Yo lo veo con claridad, el engaño y la mentira. No son atributos muy respetados entre los guerreros, pero es obvio que desde hace tiempo no eres una guerrera, sino una cazadora. Las trampas y el aprovechamiento del entorno son parte vital de tu ocupación. Dicho de otro modo, no luchas conmigo como si enfrentases a otro humano. Intentas cazarme como a un animal salvaje.
Se le escapó una carcajada.
—Y, déjame decirte, Thalia Grace, que como alguien que pasa gran parte de su tiempo sin ser un humano, puedo decir que ese quizá sea el enfoque adecuado. Lo juro, chica, me gusta tu estilo.
Thalia le escuchó en silencio, sorprendida por la repentina valoración a la que le sometía su oponente. No comprendía del todo a lo que se refería, pero al mismo tiempo, sus palabras le hacían sentido.
Pensó en lo que le había dicho instantes atrás: "sigues siendo, al menos hasta cierto punto, un ser humano", ¿se había equivocado acaso? Habría que descubrirlo.
—Una cazadora, no una guerrera...—murmuró—. Sí... es la segunda vez en que pienso en ello a tiempo reciente.
Me parece tan cruel...
Perdemos a alguien, y cuando por fin lo recuperamos, volvemos a perderlo.
Thalia gritó, chilló y rompió cosas durante horas tras recibir una carta enviada por la pretor Reyna Ramirez-Arellano desde el Campamento Júpiter.
Jason Grace, ex-pretor de la Duodecima Legión Fulminata, su hermano menor, había muerto en combate.
No culpaba a los dioses, aunque sentía que debería. No culpaba a Apolo, quien había estado durante aquel terrible suceso. Ni siquiera podía culparse a sí misma.
Jason tomó sus propias decisiones. Recibió una profecía que auguraba muerte ya fuese para él mismo o para su antigua compañera, Piper McLean, de seguir investigando las profundidades del Laberinto en Llamas, y tomó la decisión de ser él quien cargase con las cadenas de Thanatos.
Era un héroe, un estúpidamente noble héroe.
Los primeros días fueron, paradójicamente, los más sencillos.
Pocas horas después de la funesta noticia, Thalia partió junto a su diosa hacia el Campamento Júpiter para ayudar a salvar al último bastión de Roma de la total aniquilación. Luego, fueron días de reconstrucción y algo de alegría, pues la propia Reyna ahora se unía a Thalia en su eterna cacería.
Los días parecían sonreírle, a pesar de sus infructuosos intentos por atrapar a la Zorra Teumesia. No obstante, eran las noches donde le invadía la culpa.
Pensaba, una y otra vez, en Jason.
Había sufrido, había llorado y había huido de su hogar en Los Ángeles cuando lo perdió por primera vez, cuando lo creyó muerto por primera vez.
Jamás habló sobre su hermano con nadie, ni con Quirón, ni con Annabeth, ni siquiera con Luke.
Y entonces, un día de crudo invierno, mientras buscaba incansablemente por cualquier pista que le pudiese llevar al paradero de su amigo desaparecido, Perseus Jackson, encontró otra cosa que creía irremediablemente perdida.
Jason estaba vivo. Había sido criado por la diosa loba Lupa, entrenado por las legiones de Roma y subido en estatus hasta convertirse en pretor.
Eso no lo descubrió de inmediato, pero el simple hecho de verle una vez más la llenaba de alegría.
No obstante, aquello por lo que en algún momento fuese la causa de que huyese de su hogar, ahora sólo era una muy feliz anécdota, hasta cierto punto pasajera.
Ya había encontrado una nueva familia. Tenía hermanas con las cazadoras y una madre en Artemisa, no necesitaba de un hermano menor en su vida. Se alegraba de tenerlo, pero no lo necesitaba.
Y ahora que se había ido otra vez, esta vez para siempre, se lamentaba profundamente de no haber aprovechado el corto periodo de poco más de un año que tuvieron para estar juntos.
Jason era quizá la única persona en todo el mundo que podría haberse identificado por completo con los problemas de Thalia, y aún si no, era su hermano por padre y madre. Aquel joven general de roma había sido el mismo bebé que en su día trató de comerse una engrapadora.
Y ahora estaba muerto.
Y Thalia pensó en que no aprovechó el regalo que el cielo le había hecho, se lamentó de no haber pasado más tiempo con su hermano y se lamentó de todo lo que ya no podría hacer con él.
Pensó en el viejo Halcyon Green, aquél hijo de Apolo que conoció en compañía de Luke. Repasó los versos de su profecía, que en su momento le habían hecho enfurecer, pero que con el tiempo se habían esclarecido:
"Años de soledad. Te mantendrás firme e inmóvil, viva, pero dormida. Cambiarás una vez, y volverás a cambiar. Tu camino será triste y solitario. Pero algún día te reunirás con tu familia".
Ahora también tenía sentido el miedo que aquel anciano había sentido hacia con Luke, hacia su atroz destino, pero eso ya no importaba, eso ya no podía cambiarse.
Thalia, por su lado, se reunió con su familia, pero no supo apreciarlo y la perdió otra vez.
Y luego, siete años después, los dioses le ofrecían el todo a cambio de esencialmente nada.
Pensó en la última voluntad de Jason, en su deseo de que se construyesen templos para todos los dioses menores, en luchar por que cada divinidad fuese reconocida como era debido.
Y volvió a maldecirse a sí misma, recordando cómo había sido tentada por la promesa de ilimitado poder que Luke y los suyos le habían hecho en su día bajo la infinita carga de Atlas.
¿Jason habría compartido sus dudas en esa misma situación?
Lo dudaba, y eso también dolía.
Sus sueños y corazón eran tan pesados...
Ni yo misma comprendo por qué comenzaron a brotar lágrimas de mis ojos. Celos tal vez, o puede que envidia, o podría ser gratitud, incluso podría haber sido todo a la vez.
—Oh, Hades...—maldijo Thalia—. Todo esto es culpa del idiota de mi hermano. Incluso terminé parándome en un lugar tan estrafalario como este antes de que pudiera darme cuenta.
Una sonrisa nostálgica se ensanchó en su rostro, mientras sus ojos humedecidos comenzaban a crepitar por la electricidad que recorría su cuerpo.
—Me da igual quién sea el más fuerte, pero el sueño que Jason se propuso todavía no ha muerto.
Un trueno resonó a la distancia, la presión disminuyó a tal velocidad que los oídos de los espectadores se taponaron y el cielo se oscureció por las nubes de tormenta.
Thalia apuntó su lanza, sintiendo cómo su ser se llenaba de determinación.
—Yo, Thalia Grace, lugarteniente de Artemisa, haré que ese sueño se haga realidad por cualquier medio necesario—exclamó—. Mi vida, mi orgullo... renunciaré a todo con tal de conseguirlo.
Hera sintió que un sollozo se formaba en su pecho, pero luchó por mantener la compostura mientras por su mente corrían las imágenes de la muerte de su favorito, de su único y mayor campeón.
—Grace...
—Observe con atención, Hera—pidió Artemisa—. Ella no lucha por mi bien o el favor de ningún dios.
La reina del Olimpo fijó sus ojos en la tan odiada por ella hija de Zeus, y, finalmente, se libró de la ira que albergaba hacia su persona y se permitió admirar la determinación de aquella cazadora en vengar el nombre de su hermano.
Alex estudió a su oponente durante un largo minuto de total silencio.
—Ya veo... no pelearás más de lo que debes—murmuró—. No tienes que preocuparte...
Alzó su garrote, permitiendo que los hilos dorados del mismo iluminasen el cielo a su alrededor.
—Tan sólo dame un poco más de tiempo y acabaré con todo esto, ¿sí?
Thalia abrió los ojos de par en par, y en cuanto sus instintos lo dictaron, lanzó un feroz ataque con todas sus fuerzas.
"¡¡Ahora!!"
Alex retrocedió con un salto a tiempo para evitar ser ensartada, pero ese nunca había sido el objetivo de la cazadora.
—¡¿HA REVENTADO LAS ROCAS?!—gritó Heimdall.
El suelo se partió en mil pedazos y los escombros volaron contra Alex convertidos en una andanada de proyectiles, lo que obligó a la einherji a esquivar velozmente, poniendo toda su concentración en ello.
Finalmente, la tormenta de ataques se detuvo, y Alex se quedó sola en la oscuridad.
"No está"—pensó—. "Se aprovechó de mi distracción y desapareció"
A su espalda, aún en el aire, la hija de Zeus giraba sobre sí misma, con la vista fija en su presa como si de un halcón se tratase.
"Me he asegurado de que el ángulo de la luna es el adecuado"—repasó en su mente—. "No debería poder averiguar dónde estoy por mi sombra".
En las gradas, Percy sonrió admirado.
—Increíble—reconoció—. Se posicionó en un punto ciego.
Thalia alzó su lanza por sobre su cabeza a dos manos y apretó los dientes mientras su mirada se tornaba en una tormenta eléctrica.
"¡¡Allá voy, hermanito!!"
Alex sintió que el vello de su nuca se erizaba, abrió los ojos de par en par, y un rayo partió el cielo al tiempo que Thalia lanzaba su más feroz golpe.
El suelo se destruyó bajo el poder de la cazadora, escombros y rocas volaron por los aires, y nubes de humo y polvo cubrieron el campo.
Luego, un ave negra, un cuervo, salió de entre el caos, batiendo sus alas con gran ímpetu. Giró sobre sí misma en el cielo y en un parpadeo adoptó nuevamente su forma original.
Alex fierro trazó un arco ascendente con su garrote. El estadio guardó silencio y Thalia observó aturdida como un nuevo corte comenzaba a sangrar a chorros desde su hombro izquierdo.
—Eso no me lo esperaba—admitió Sadie.
Sif sonrió satisfecha.
—Vaya, ya iba siendo hora...
Alex hizo girar el garrote a su alrededor, mientras que Thalia le miraba perpleja, llevándose la mano derecha a la herida y respirando con dificultad.
—¿Eres... una trasformista?
Los ojos de la hija de Loki encerraban una perturbadora profundidad, como una máscara sobre otra máscara que hacía imposible leer a su portadora.
—¿Recién te das cuenta de ello? Te estabas tardando, hija de Zeus—rió—. Para este punto ya no debería ser una sorpresa. Mi forma de luchar es muy simple, en realidad. ¿Algo no funciona? Entonces conviértete en algo que sí lo haga. ¿No puedes atravesar un obstáculo? Conviértete en algo que sí pueda. ¿No sabes qué hacer? Conviértete en algo que sí lo sepa.
Bajó su garrote y le dedicó a Thalia una mirada tal que hizo que la lugarteniente de la misma Artemisa sintiese su cuerpo estremecer.
—Y a partir de ahora, Thalia Grace, me convertiré en algo que pueda, sepa y vaya a destruirte.
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