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El comienzo del fin:


—Mocoso bastardo...—gruñía Ares, blandiendo su espada—. ¡¿Qué Hades crees que estás haciendo aquí?! ¡¡Debería fulminarte en este instante!!

Luke pasó del dios de la guerra, centrando toda su atención sobre su padre.

—Ha pasado mucho tiempo.

Ares echaba fuego por los ojos.

—¡¡No me ignores, gusano!!

La deidad balanceó su espada, únicamente abanicando el aire. Luke había desaparecido en menos de un parpadeo, reapareciendo a espaldas del dios.

—No te pongas en ridículo, Ares. No estoy aquí por ti—el joven miró a Hermes directamente a los ojos—. Simplemente quería despedirme... en caso de no lograrlo allá afuera.

Una leve sonrisa tiró de los labios del dios mensajero.

—Pero no tienes pensado perder, ¿no es así?

Luke asintió con la cabeza.

—No voy a perder—prometió—. Pero... necesitaba hacer esto.

Hermes se movió en su sitio sin saber muy bien qué decir o qué hacer con las manos.

—Buena suerte—terminó decidiendo.

—"Suerte"—repitió el semidiós—. Yo en tu lugar no me la desearía, padre. Cuando gane este torneo, los dioses tendrán que pagar por sus pecados. Tú podrás conservar tu vida y tu libertad. Es mucho más de lo que los demás Olímpicos podrán decir.

—Luke...

—Nos vemos, Hermes.

El semidiós desapareció sin rastro alguno tras de sí, esfumado en el viento, dejando nada más que un agudo dolor en el corazón de su padre.







El campo de batalla había concluido su restauración, antorchas ardían y el sol brillaba con aquella intensidad tan cruda del desierto. En el centro del escenario, Heimdall se alzaba orgulloso, rebosante de emoción, con todos los ojos en los cielos fijos sobre su figura.

—CON LA FINALIZACIÓN DE LA DÉCIMO-QUINTA BATALLA, LA PRIMERA RONDA DE ESTA COMPETICIÓN HA LLEGADO A SU FIN. PERO AÚN NOS ESPERA MUCHA VIOLENCIA, A MEDIDA QUE ENTRAMOS A LA SEGUNDA MITAD DE ESTE FESTÍN DE HÉROES. Y EN LA DÉCIMO-SEXTA BATALLA... ¡¡TENEMOS OTRO ENCUENTRO ABSOLUTAMENTE SALVAJE!!

Los reflectores se encendieron, señalando con su luz uno de los extremos del escenario.

—PRIMERO, EL ÚLTIMO DE LOS GRIEGOS EN COMBATIR EN ESTE GRAN TORNEO. ¡¡ES ÉL!!

Pasaron los segundos.

Nadie apareció de entre la oscuridad del túnel.

Silencio.

"¿Huh?"—se preguntó el dios—. "¿Acaso no está?"

Entonces comenzó. Un griterío se encendió en las gradas conforme a decenas de bramidos de indignación, insultos, miradas de incredulidad y terror sembraban el pánico a través de los espectadores del panteón heleno.

Annabeth abrió los ojos de par en par, sintiendo una desagradable opresión en su pecho conforme una solitaria lagrima se deslizaba por su rostro.

—No... No puede ser él...

Percy se dio media vuelta y se echó a correr a través de los pasillos del anfiteatro, con un objetivo muy claro en mente. En la cima del palco de los dioses, la silueta de un chico proyectaba su sombra por sobre el escenario: cabello rubio, ojos azules y una desagradable cicatriz que surcaba su rostro.

—No creí que volvería a ver a ese tipo...—murmuraban los campistas griegos.

—Ese sujeto... fue un antes y un después en nuestra historia...

—¿Acaso no era él el mejor espadachín de los últimos trescientos años?

—¡¡Silencio todos!! ¡¡Cierren la puta boca!!—bramó Thalia, con los ojos echando chispas a causa de su desenfrenada ira—. No puedo creerlo... ¡¡No puedo creer que ese bastardo se atreviese a mostrar la cara!!

Mientras el público del resto de facciones se removía incómodo y confuso, una ronda de abucheos y maldiciones en griego antiguo hicieron eco a través de los cielos. El último de los representantes de Grecia descendía con gran ceremonia al campo de batalla, deslizándose grácilmente a través del aire con la ayuda de un par de zapatillas aladas. Evadía el contacto visual al completo, pero buscaba con sus ojos desesperadamente a través de las gradas, intentando hacer contacto con dos personas en particular.

—¡¿Qué Hades estás haciendo?!—se quejaban las cazadoras de Artemisa.

—¡¡No eres bienvenido aquí!!

Los campistas se veían en conflicto. Reconocían a Luke como un héroe que, al final, había hecho lo correcto. Después de todo, sus motivos para hacer lo que hizo tenían sentido, pero todo el rencor y el daño causado por aquel chico no se habían ido sin más, a pesar de los años que pasasen, los amigos muertos no volverían, el trauma de la guerra no desaparecería.

¿Se había sacrificado Luke porque era lo correcto, o como venganza tras ser usado por Cronos? Su muerte había sido conveniente, había evitado lidiar con las consecuencias de sus actos, al menos en vida. ¿Realmente se arrepentía de sus errores? ¿O simplemente atribuyó el mal de sus métodos a la influencia del titán retorcido?

Los campistas se unieron a las cazadoras en los insultos. Otros guardaban silencio. Muchos de los allí reunidos habían luchado a su lado al servicio de Cronos, unos por devoción, otros por extorsión. Para muchos fue un buen líder que los llevó por el mal camino, para otros un monstruo que los alejó de sus hogares con falsas promesas y los llevó a una guerra cuando no eran más que niños.

¿Cuántos habían muerto en la batalla de Manhattan? Un puñado de los semidioses del Campamento Mestizo, y decenas de mestizos leales a Cronos. Aquella guerra se había cobrado la vida de casi todos los hijos de Hécate, descabezado a los descendientes de Némesis y dado el pistoletazo de salida para el resurgir de Gaia.

—¡¿De dónde Hades saliste?!

—¡Vuelve al inframundo ahora mismo, o te enviaré yo mismo!

—¡¿Ahora callas?! ¡¿Después de toda la palabrería vacía en tu vida?!

—¡¿En qué estabas pensando al venir aquí?!

—¡Tuve un mal presentimiento desde que terminó la ronda anterior!

Cuando el hijo maldito de Hermes puso los pies sobre la tierra, el griterío y los abucheos eran tan ensordecedores que Heimdall se había visto incapaz de presentarle como era debido.

Luke aguardó en silencio, esperando con paciencia a que los ánimos se calmasen. Sentía todas aquellas miradas sobre él, perforando su alma, irradiando odio. El resto de espectadores se veían confundidos, incapaces de comprender a qué se debía tanto alboroto. Luke decidió esclarecer las cosas para ellos:

—¡Mi nombre es Luke Castellan, hijo de Hermes!—gritó para hacerse oír por sobre el tumulto—. ¡Algunos me conocen, otros no! ¡Hace nueve años, cuando el titán Cronos intentó alzarse y destruir el Olimpo, yo fui su mano derecha!

Los espectadores guardaban silencio. Egipcios, romanos y einherjar lentamente comenzaban a comprender la gravedad de la situación para los griegos, comprendían aquel terrible odio que los consumía, comprendían el rencor de sus miradas.

—Al final me sacrifiqué para derrotar al titán—continuó Luke—. Pero sé perfectamente que eso no cambia nada. El daño que causé sigue allí. Por eso deben saber que no estoy aquí para redimirme ante sus ojos. Vine para luchar en este torneo como un participante más, y... para aclarar las cosas con algunas personas.

Buscó con la mirada entre el público hasta dar con el primero de sus objetivos. Thalia arrugó el ceño y rehuyó de su mirada, con negras nubes de tormenta formándose sobre su cabeza.

—Pero ustedes no están aquí para escuchar mis motivaciones—supuso el hijo de Hermes—. Están aquí para ver cómo luchamos a muerte por el mero entretenimiento de sus dioses. Pues bien, aquí estoy.

El chico alzó su brazo derecho. Un destello iluminó el escenario por breves instantes antes de que en su mano apareciese Backbiter, aquella perversa hoja de bronce celestial y acero templado capaz de dañar a dioses y humanos por igual.

Annabeth se inclinó sobre sí misma para vomitar. No se sentía bien. Deseaba estar en cualquier lugar menos allí. El mundo entero le daba vueltas.







Carter Kane atravesaba el túnel que le llevaría hasta la arena del anfiteatro sumido en sus pensamientos. Introduciendo su mano en la Duat, convocó su vieja espada curva, balanceándola distraídamente de un lado a otro, volviendo a acostumbrarse a su peso.

—Ha pasado algún tiempo desde que utilicé mi Khopesh...—murmuró para sí mismo.

—Carter—llamó una voz a sus espaldas—. Espera un momento.

El joven faraón se volvió hacia su interlocutor, alzando una ceja en señal de sorpresa.

—Ah, eres tú—sonrió—. Me alegro de verte, Percy.

El hijo de Poseidón le devolvió el gesto, pero era notorio en su mirada que algo le inquietaba profundamente.

—¿Qué sucede?—quizo saber el mago.

Percy agachó la cabeza, tratando de encontrar las palabras correctas para explicarse.

—Tu oponente, Carter... no debes subestimarlo. Luke es un espadachín tan o más capaz que yo. No puedes bajar la guardia ni por un segundo. Es un enemigo poderoso, astuto y escurridizo. Como una cucaracha, parece imposible de matar. No dudes en usar toda tu fuerza si es necesario, pero ese hombre no puede pasar a la siguiente ronda, sin importar qué, ¿lo entiendes?

—Percy...

—Sólo hazme ese favor, ¿quieres? Ten cuidado y no te dejes engañar, ¿de acuerdo?

El faraón sonrió levemente.

—Puedes contar conmigo—prometió—. No sé exactamente lo que ese sujeto haya hecho, pero confío en ti, la Casa de la Vida se hará cargo de él.

—Te lo agradesco—sonrió Percy, un tanto más aliviado—. Buena suerte, faraón pollo-gigante.

Carter se dio la vuelta para adentrarse en el campo de batalla.

—Tú asegúrate de seguir ganando, loco tipo pescado. Estoy interesado en hacerte morder el polvo en la final.







Heimdall respiró profundamente, finalmente habiendo conseguido tranquilizar al público tras un largo tiempo. Se llevó el micrófono a la boca y tosió para aclararse la garganta, listo para terminar con aquella primera ronda de una vez por todas:

—AHORA, HABRÁ QUE DAR SALIDA AL ÚLTIMO PARTICIPANTE DE LOS EGIPCIOS. ¡¡VINIENDO DESDE EL NOMO PRIMERO ESTÁ ESTE HOMBRE!!

Los magos del Per Ankh abrieron los ojos de par en par, comprendiendo de inmediato de quién se trataba. Sin perder el tiempo, cada uno de los egipcios agachó la cabeza y cayó de rodillas para dar entrada a su gobernante.

—Esos sujetos están actuando extraño—comentó un einherjar.

—¿Quién en el Helheim se supone que es este tipo?

—¡LA SENDA DE ESTE HOMBRE ES LA SENDA DE LOS DIOSES! ¡¡LA PALABRA DE ESTE HOMBRE ES LA LEY DE TODO EGIPTO!!—exclamó Heimdall—. ¡¡SETH, EL DIOS DEL MAL, SE INCLINA ANTE ÉL!! ¡¡APOPHIS, LA ENCARNACIÓN DEL CAOS, DESAPARECE BAJO SU SOMBRA!!

Finalmente emergió de entre las sombras el último participante de aquel torneo que había reunido a los cielos, que abarcaba desde el frío norte de la estrella polar hasta las ardientes arenas de Egipto, que enfrentaba a griegos y romanos, a vikingos y valquirias, a elfos, magos y cíclopes, que hacia temblar a los dioses y enaltecía a los héroes.

Con su porte casi divino, noble y orgulloso, sabio a la par que poderoso, el descendiente de los grandes faraones del pasado, descendiente de Narmer el unificador, descendiente de Ramsés II el Grande, el señor del Alto y Bajo Egipto, de las arenas y los oasis, de la tierra sobre y bajo el Nilo, del sureste del Mediterráneo y los cielos del desierto, el mago guerrero se adentró sin miedo y sin dudar en el campo de batalla.

—¡¡EL MAYOR DE LOS DOS HERMANOS MÁS PODEROSOS DE EGIPTO Y EL REY DE LA CASA DE LA VIDA!!


¡REPRESENTANTE DE HORUS: CARTER KANE!


Ambos adversarios se vieron las caras por primera vez en sus vidas, emanando auras de poder muy distintas la una de la otra. Con sus espadas en mano y energía desbordando de sus cuerpos, fue que Heimdall dio la señal de inicio para la más feroz de las batallas libradas hasta el momento:


"EL LADRÓN DEL RAYO"

LUKE CASTELLAN

VS

"EL FARAÓN DE EGIPTO"

CARTER KANE


—¡LA BATALLA FINAL DE LA PRIMERA RONDA! ¡¡UN ENCUENTRO ENTRE HÉROES CON EL PODER DE DIOSES!! ¡¡LA PELEA PARA DECIDIR QUIEN SE QUEDARÁ EN LA CIMA!! ¡¡PELEEN!!

Heimdall saltó de inmediato para ponerse a salvo, dejando solos a los combatientes para que resolviesen su disputa con nada más que su fuerza.

Carter comenzó el encuentro caminando con paso lento y firme, severo y amenazante, en dirección a su oponente mientras afianzaba el agarre sobre su khopesh y observaba al hijo de Hermes con una sombría mirada.

—Luke Castellan, ¿cierto?—llamó—. No tengo nada personal en tu contra. Sin embargo, si Percy te considera su enemigo, también eres mi enemigo.

Mientras un extraño silencio caía sobre la arena, el aura divina que envolvía Carter Kane comenzó a emanar con mayor potencia. Su primer golpe, cargado con su tremenda fuerza, tenía toda la intención de matar de un sólo movimiento.

Un brutal estallido sacudió el escenario cuando Luke, a muy duras penas, evadió el embate ladeando el cuerpo hacia el costado y alzando su espada. El filo del faraón zumbó junto a su oído mientras el gobernante de Egipto retraía su arma, empuñando su khopesh con tal potencia que los vientos se arremolinaban con furia a su alrededor.

Pronto, una tormenta de golpes se tragó el anfiteatro, con la espada de Carter volando de un lado a otro en una feroz lluvia de estocadas frontales que Luke se esforzaba por esquivar con veloces movimientos y desviar con precisos golpes de su arma.

—¡¡CARTER ATACA A LUKE CON UN FUERTE GOLPE TRAS OTRO!! ¡ELUDE! ¡ESQUIVA! ¡BALANCEA! ¡¡ZIGZAGUEA!! ¡¡LUKE ESQUIVA CADA UNO DE LOS GOLPES DE CARTER!!

—Que golpes tan violentos...—se impresionó Zia.

—Un simple rasguño debería de ser capaz de matarlo al instante—sonrió Walt.

El faraón se impulsó al cielo con un poderoso salto, extendiendo los brazos conforme su cuerpo se llenaba de plumas y encogía hasta adoptar la forma de un halcón que tomaba altura tan veloz como un cometa.

Acto seguido, Carter recuperó su forma humana, apuntando su espada en dirección a su adversario mientras se abalanzaba sobre él como un ave de presa.

Los músculos del mago se hincharon, oleadas de poder fluían por sus venas conforme, a voz de grito, lanzaba una orden mágica, autoritaria e incuestionable a la par de destructiva:


¡¡HA-WI: GOLPEAR!!


El jeroglífico brilló en el aire y un puño de energía azul impactó contra el suelo. Luke escapó con un salto, justo a tiempo para evitar ser aplastado. Una explosión sacudió el anfiteatro, el suelo estalló con violencia, lanzando escombros en todas direcciones y resquebrajando la tierra y la roca.

El hijo de Hermes huía, saltando de un lado a otro en un desesperado intento por ponerse a salvo. El costado izquierdo de su estómago escupió un chorro de sangre y la pared del estadio voló en mil pedazos tras su espalda.

—Q-qué poder...—comentaron los espectadores.

—Así que ese es el poder del faraón del Per Ankh.

—¡¡CIELOS!! ¡LUKE, QUE PARECÍA HABERLO ESQUIVADO, HA SUFRIDO DAÑO! ¡¡LOS PODEROSOS GOLPES DEL REY DE EGIPTO CONVIERTEN HASTA EL VIENTO EN UN ARMA LETAL!!

Con el campo de batalla destrozado y nubes de polvo cubriendo el escenario, Carter siguió cargando de frente a toda velocidad, sin darle tiempo a su adversario de recuperar el equilibrio.


¡¡KHE-FA: EL PUÑO DE HORUS!!


Un símbolo resplandeció entre el faraón y el mestizo. Un nuevo puño gigante del tamaño de un lavaplatos empezó a relucir y con atronadora potencia. El aire estallaba a su paso, ondas de poder sacudían el campo de batalla, dirigiéndose de forma directa e imparable contra el ladrón del rayo.

Luke, viendo venir aquel golpe, reafirmó el agarre sobre su espada, respiró profundamente y relajó el cuerpo.

La pared de la arena estalló en mil pedazos, reducida a nada más que polvo. Carter abrió los ojos de par en par, sintiendo un repentino dolor en el estómago. En una fracción de segundo, Luke había desaparecido, alejándose de la trayectoria del ataque, y reaparecido frente al faraón, habiendo hundido su espada en la carne del mago.

Carter salió despedido hacia atrás por una oleada de pura fuerza. Los escombros se deslizaron por el suelo, barriendo el campo de batalla de extremo a extremo con gran potencia. El faraón se estrelló violentamente contra la pared opuesta del anfiteatro, desapareciendo tragado por una densa nube de polvo.

—¡¿P-PERO QUÉ?! ¡¿QUÉ FUE ESO?! HA ESQUIVADO EL ATAQUE DE CARTER... ¡¡Y FUE ENVIADO HACIA ATRÁS!!

Luke sacudió la sangre que ahora manchaba su hoja, alzándose amenazante sobre su adversario.

—Carter Kane, faraón de Egipto, ¿cierto?—llamó—. Déjame decirte algo. No tengo nada personal en tu contra, pero si te pones en mi camino te arrancaré el alma del cuerpo.

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