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Absoluta oscuridad:


UN GRITO DE DOLOR RESUENA EN EL CAMPO DE BATALLA


La sangre volaba por el cielo. El rostro de Nico di Angelo humeaba, herido tanto su cuerpo como su espíritu a causa del oro imperial, consumiéndose de poco en poco.

"No puede ser..."—pensaba, mientras daba traspiés—. "Reconoció mi movimiento, y transformó su arma para contrarrestarlo en el momento preciso"

El rey de los fantasmas tomó distancias con un salto hacia atrás, balanceando su espada de un lado a otro como un poseso.

—¡¡Maldita sea!!

—¡¡LOS OJOS DE NICO HAN SIDO DESTROZADOS!!—gritó Heimdall—. ¡HA SIDO PRIVADO DE LA LUZ! ¡¡NICO YA NO TIENE FORMA DE DEFENDERSE CONTRA LOS MOVIMIENTOS DE REYNA!!

—¡Mierda!—gritaba el hijo de Hades—. ¡¿Dónde estás?!

La hija de Belona sonrió con salvajismo, lanzándose frontalmente a toda velocidad.

Nico se las arregló para reconocer el distintivo silbido de una lanza perforando el viento y trazó un arco con su espada lo suficientemente rápido para, a duras penas, desviar el arma de su enemiga lejos de su cuerpo.

Reyna, no obstante, no detuvo su envestida y alzó su pierna izquierda en un brutal rodillazo que impactó a su oponente de lleno en el estómago, haciéndole encorvarse de dolor y arrancándole el aire de los pulmones.

El hijo de Hades salió disparado de espaldas, estrellándose violentamente contra un árbol antes de terminar tendido sin fuerzas en el suelo, con la espalda apoyada contra el tronco.

—Esas fueron seis costillas, Nico—advirtió la cazadora—. Deja de resistirte, no quiero causarte más dolor del necesario.

En las gradas, el dios del inframundo frunció el ceño.

—Nico...

—¡Esto es malo!—gruñó Hazel—. A este ritmo...

Reyna alzó su arco, preparó una flecha y apuntó a matar.

"¡¡Este es el final!!"

—¡¡Bien!!—celebró Hylla.

Una voz resonó por el estadio a todo volumen, haciendo eco a través los cielos y sincronizándose con los pensamientos del hijo de Hades, enviando una descarga por todo su sistema:

—¡¡Nico!!

El rostro del rey de los fantasmas se oscureció.

"Will..."

Todos y cada uno de los espectadores abrieron los ojos de par en par en absoluta sorpresa.

La flecha disparada por Reyna salió despedida hacia un lado hasta terminar encajándose en el tronco del árbol tras Nico, a pocos centímetros del cráneo del joven.

El chico se había incorporado de golpe, y permanecía con una rodilla en el suelo y las dos manos extendidas hacia delante, sosteniendo su espada con firmeza.

—¿Cómo demonios hiciste eso?—preguntó Reyna, mientras una gota de sudor nervioso se deslizaba por su rostro—. Desviaste la flecha sin siquiera poder usar tus ojos...

Nico forzó una débil sonrisa.

—Maldición... duele...—se quejó—. Esa patada me sorprendió por un instante...

Las cazadoras se pusieron en pie, incrédulas ante lo que acababan de ver.

—¡¡¿Qu...?!!

—¡¿Cómo lo ha hecho?!

—No me lo puedo creer...

—¡¿Cómo Hades es que ha podido ver eso venir?!

El joven se levantó del todo, retomó aliento y apuntó su espada.

—Ah... no te preocupes, todavía me puedo mover.

Las palabras que Nico pronunció en ese momento parecían estar dirigidas a alguien en particular.

Reyna apretó los dientes. Sus ojos refulgían con salvajismo mientras sacaba tres flechas desde su carcaj y apuntaba con su arco.

—¿No es esto interesante?—gruñó—. Si esas tenemos... ¡Sólo tengo que seguir atacando hasta golpearte!

Tres saetas volaron por el cielo en curso de colisión directa con el príncipe del Infierno. Nico, no obstante, mantuvo la calma y sostuvo su espada con firmeza listo para recibir el impacto.

—Sin mis ojos no debería ser capaz de ver—murmuró, riéndose entre dientes—. Muchas gracias por eso, Will...







En la cima de la terrible Torre de Nerón y en las profundidades más oscuras del Tártaro.

Nico di Angelo fue el único semidiós que miró a la Mansión de la Noche tal y cual era, y a pesar de que los horrores del universo infinito estuvieron a punto de destrozar su mente, consiguió sobrevivir y alzarse por sobre todos los demás como el Rey de los Fantasmas.

Tan sólo un año después de tan traumática experiencia, el hijo de Hades regresó por voluntad propia al foso de desesperación con la intención de salvar al titán Bob, antes Jápeto, de las garras de Nix la Noche Primordial.

Pero esta vez ya no estaba solo.

Nacido en la Italia fascista de Mussolini, Nico di Angelo nunca fue libre de ser quien realmente era. Como un chico homosexual en un país conservador, totalitarista y altamente religioso, el mostrarse tal y como era ante el mundo hubiese significado no otra cosa que la muerte.

Luego, la Segunda Guerra Mundial y la Gran Profecía alterarían a los dioses al grado de que Zeus decidiría matarlos a él y a su hermana mayor Bianca al considerarlos un peligro.

Hades consiguió proteger a sus hijos en el último momento, pero fue demasiado lento, y Maria di Angelo, la madre de los niños, moriría asesinada por el golpe del Rayo Maestro.

Tras esto, Nico y Bianca vivirían las siguientes décadas atrapados en el Hotel Casino Loto, ajenos al tiempo que transcurría a su alrededor. Años y años de historia que para ellos fueron pocos días.

Arrancado de su madre, de sus memorias y su tiempo, Nico fue luego abandonado por su hermana. Al principio, como no podía ser de otra forma, esto hirió al joven hijo de Hades, pero viéndolo en retrospectiva con la clarividencia que otorga el tiempo, Bianca había estado sujeta a prácticamente la misma presión de Nico, con el añadido de tener que cuidar y velar por su hermano menor.

Una niña de doce años no debería tener que ocupar el lugar de los padres de alguien más. Y viendo cómo Nico estaría a salvo en el Campamento Mestizo, su egoísta decisión de unirse a las Cazadoras de Artemisa se volvía más compresible. De no haber hecho eso, el enorme peso que había estado cargando la hubiese terminado por aplastar.

Quizá Nico lo hubiese entendido antes si la tragedia no lo hubiese golpeado una vez más.

Bianca murió en una misión, tal y como una profecía lo dictaba. Cada vez más amargado y buscando culpables de los cuales vengarse, aterrado por sus propios poderes, el hijo de Hades se internó más y más en la oscuridad, manipulado por el traicionero fantasma del Rey Minos de Creta.

Y a pesar de ser salvado en múltiples ocaciones por Perseus Jackson, la relación entre ambos seguía siendo complicada y hasta cierto punto hostil.

Nico lo odiaba, culpándolo por la muerte de Bianca. Y cuando el propio fantasma de su hermana le incitó a abandonar su odio y rencor, siguió viéndose incapaz de permanecer cerca de Percy.

Para alguien que nunca ha estado en su situación, en ciertamente difícil describir lo que el hijo de Hades debió haber sentido, odiando a la persona que más le importaba en el mundo, enamorado de alguien a quien culpaba de su mayor tragedia. Obsesionado con alguien que jamás le podría corresponder y que desconfiaba de él.

Incapaz de cerrar ciclos, buscó traer de vuelta a la vida a su hermana, encontrándose con que Bianca había optado por reencarnar, nuevamente dejando solo a Nico.

Después llegó el Infierno.

Su primer caída al Tártaro, en completa soledad e incertidumbre, concluyó con él siendo apresado por los gigantes de Gaia y dejado para pudrirse en el interior de una vasija de bronce.

Incuso tras ser rescatado por la tripulación del Argo II, la idea de la posible muerte de su nueva hermana, Hazel Levesque, así como la hercúlea tarea de transportar la Atenea Paternos desde Epiro hasta Long Island a travez de las sombras, pusieron tanto su mente como su cuerpo bajo una presión que ningún semidiós debería de soportar, y menos aún por tanto tiempo.

Para alguien con tanto poder como lo es Nico di Angelo, esta suena como la historia de origen de una nueva gran amenaza, de alguien de quien los cielos, mares e infiernos deberían temer y protegerse.

Pero esta es la historia de uno de los héroes del Olimpo, de alguien que tomó la tragedia que moldeó su vida y la usó para un nuevo y glorioso propósito.

Esta es la historia de alguien que fue al infierno y regresó. La historia de alguien que se alzó del abismo más fuerte de cómo había bajado.

Había una verdad que el Rey de los Fantasmas conocía muy bien: aunque el mundo esté sumido en la oscuridad, el sol sigue brillando en el otro lado. Y después de la noche más oscura, viene el día más brillante.







Una flecha más voló por el cielo partida en mil pedazos. Los espectadores mantenían los ojos sobre el campo de batalla, incapaces de creer lo que veían.

—¡¡Otra vez!!

—¡¿Cuántas van con esta?!

Reyna respiraba agitadamente, con los dedos de las manos sangrándole tras la inmensa cantidad de proyectiles que había disparado a velocidad terminal.

Nico le sonrió con cansancio. Su rostro chorreaba de sudor.

—¿Ya terminaste, hermanita?—preguntó, apuntándole con su espada.

Reyna arrugó el rostro.

—No puede ser que ni siquiera haya acertado una flecha—gruñó—. ¿Estás usando alguna magia del inframundo? ¿O es acaso algo más?

El hijo de Hades se rió entre dientes.

—Dejarme sin luz fue una idea interesante, usar la oscuridad en la que tan cómodo me siento en mi contra...—reconoció—. Sin embargo, te has olvidado de una cosa: la luz jamás me dejará solo, porque brilla desde el fondo de mi corazón y resuena con toda la potencia del sol.

Para sorpresa de todos los espectadores, Will Solace se puso de pie, parado en las gradas en perfecta alineación con Nico, como si de un ángel guardián se tratase.

El hijo de Apolo comenzó a relucir intensamente, y al mismo tiempo empezó a cantar. Al principio en voz baja, pero luego subió el volumen hasta que su voz reverberó por todo el Olimpo. El fulgor que emitía su cuerpo se intensificó mil veces más, bañando a Nico con su bondadosa luz, cubriéndolo con un manto de fotones.

—Cuento contigo, Will...—sonrió el hijo de Hades.

Los espectadores se vieron obligados a apartar la mirada, cegados por el poderoso brillo que cubría el cielo. Apolo, por su lado, se dejó caer pesadamente sobre su asiento.

—Dioses, Naomi...—murmuró.

Hermes alzó una ceja.

—¿Qué te pasa, solecito? ¿Sabes qué es esa melodía?

El dios solar asintió con la cabeza.

—Es un tema que la madre de Will compuso hace mucho—explicó—. Está dedicado a mí... habla del amor como un resplandor de espíritu...

Cada nota que salía de la boca de Will y resonaba por el campo de batalla iluminaba al hijo de Apolo. Will ardía con el resplandor de mil soles, y esa energía pasó a través de Nico y de su espada de hierro estigio. Will cantaba, y Nico ardía. Ardía como una gigante roja, una estrella a punto de explotar y tragarse todo el reino de la noche. Las notas vibraban en su espada y se encausaban a través del metal hasta que la hoja se alargó y comenzó a emitir un brillo morado y zumbar.

—Pero... los ojos de Nico...—murmuraban los campistas griegos.

—¿De verdad no puede ver con ellos?

—Aunque estén destruidos... todavía no sé si creérmelo.

Hylla golpeó el reposabrazos de su trono y emitió un gruñido.

—Reyna está teniendo problemas—maldijo—. Ese saco de huesos es fuerte...

Percy no pudo evitar que se le escapase una sonrisa de admiración al contemplar el espectáculo que Nico y Will estaban dando en conjunto, luchando de la misma forma en que habían hecho en la mansión de Nix, enfrentando a la Noche Primordial.

—¡ASOMBROSO!—gritó Heimdall—. ¡¡DESPUÉS DE TODO, ES REALMENTE ASOMBROSO!!

Hades asintió lentamente con la cabeza.

—Le elegí sabiendo que se desempeñaría más que bien, pero esto va mucho más allá de mis expectativas. Nunca había visto algo parecido.

Apolo comenzó a sudar profusamente.

—No puede ser...—murmuró—. ¿De verdad es Will...?

Percy se llevó una mano a la barbilla y se inclinó para observar el combate desde más cerca.

—La musica de Will llena el campo de batalla, vibrando y resonando hacia y a través de Nico. Toda esa luz y sonido, la vibraciones en la tierra y el calor, todos esos fragmentos de información vuelven hacia Nico, y al combinarlos es capaz de sentir mucho más de lo que se puede ver... Reyna no lucha sólo contra el Rey de los Fantasmas, se está enfrentando con el sol y la estrella que pelean como uno mismo.

Reyna observó en silencio la nueva aura de brillante poder que rodeaba a Nico, intrigada por la luminosa espada vibratoria que ahora el chico poseía en sus manos.

—Pelear a corta distancia sería peligroso—contempló—. Pero los proyectiles tampoco funcionan. Esto no va a ninguna parte, ¿eh?

Inhaló y exhaló profundamente, descubriendo su brazo para mostrar su tatuaje de legionario romano, el símbolo de su madre Belona.

—No hay de otra, aunque no tenía planeado usarlo en la primera ronda...

Repentinamente, todos los legionarios y demás guerreros que habían servido bajo las ordenes de Reyna comenzaron a sentir algo estremeciéndose en su interior, una poderosa energía que los llenaba de valor y fuerza.

—Vamos a mostrarte de lo que soy capaz, embajador de Plutón—sonrió la cazadora.

Nico levantó su guardia. Sus desgarrados ojos refulgían intensamente como si de dos estrellas se tratasen.

—Déjame adivinar—murmuró—. Va a salir algo peligroso...

Reyna le sonrió con dolor en su mirada. El tatuaje de la antorcha y la espada de Belona que tenía en el antebrazo empezó a calentarse hasta provocarle un dolor punzante, como si se lo estuvieran grabando en la piel por primera vez.

—Permíteme, madre, tomar prestado de vuelta todo lo que algún día he dado...


¡¡EL ARTE DE LA GUERRA DE BELONA LE DARÁ LA VUELTA A LA SITUACIÓN!!

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