Una noche de lluvia (17 de noviembre)
Anoche hablé con Rita. Ha sido una de las peores charlas de mi vida. Lejos de mantener una conversación sensata, se puso a llorar y me partió el alma. Se pasó horas abrazándome en el sofá pidiendo que por favor no la dejara. Ya es bastante duro asimilar una ruptura después de seis años de noviazgo como para que encima me haga este chantaje sentimental. Resulta cuando menos curioso que se haya pasado el último año pasando de mí olímpicamente y que justo ahora que decido romper se dedique a decirme que no puede vivir sin mí. Es mentira. Uno cuida a quien ama y, honestamente, nosotros ya pasamos a otro capítulo de nuestras vidas.
No quiero hacerle daño. A pesar de no ser feliz a su lado, considero a Rita una buena persona que se merece un tipo que comparta sus valores y sepa entregarle lo mejor de sí mismo. Ahora sé sin lugar a dudas que ese tipo no soy yo.
A mi mente han vuelto escenas de cuando estábamos bien, como si mi cerebro quisiera volverme loco y recordarme que no todo fue tan malo, que tal vez estoy cometiendo un error. No es justo que yo mismo intente boicotearme en un momento tan delicado. Joder, Jorge, ¡ya la has dejado! ¿¡Por qué no puedes desconectar los recuerdos y ya!? No pretendo olvidarme de lo que ha supuesto mi relación con Rita, pero de veras que preciso un respiro.
Y cómo no, después de pasar la noche en vela tratando de poner orden en mi vida, he tenido que solicitar el día libre por mi bien emocional. No estoy en condiciones de enfrentarme a una jornada de trabajo, no sintiendo que soy una mala persona. Emilio, el psicólogo de la comisaría, dijo que vendría a verme. Después de todo Gutiérrez no es tan gilipollas y se preocupa por su gente. Pero no sé si me apetece abrirme ahora mismo. Parece un buen hombre, aunque creo que voy a declinar su propuesta.
Rita vendrá en los próximos días a por sus cosas y me temo que volverán los llantos y las súplicas. No estoy preparado para controlar mis emociones, también yo estoy sufriendo. Ahora necesito mi espacio, sentirme solo y aceptar la situación sin necesidad de añadir más dolor a todo esto.
Para rematar, mi madre no ha dejado de llamarme al móvil. Tras su charla de ayer aprendí la lección y he decidido no contestar hasta dentro de un par de días. Evidentemente para ella soy un monstruo y, lejos de ponerse una sola vez en la historia de mi parte, ha preferido machacarme. ¡Como si yo fuera un golfo que ha abandonado a la madre de sus hijos o algo así! Espera que continúe con Rita a pesar de no quererla, incluso ha llegado a decirme que quién me he creído que soy. Mi propia madre me ha dicho que madure de una vez, que las historias de amores perfectos no existen y que me arrepentiré de dejar a la única mujer capaz de entenderme. Nuevamente me sentí ajeno a mi familia, pero estoy tan cansado que ya ni me afecta.
Sólo me apetece dormir y despertarme dentro de un mes, así que no aseguro pasar por aquí en los próximos días.
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