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💌24 💌

Unas horas después, la madre de Hoseok se encontraba frente a su puerta, sosteniendo una bandeja de galletas de fresa y vainilla recién horneadas. Esa era la receta que solían preparar juntos los tres cada fin de semana, un ritual que también servía para consolarse y, en ocasiones, para disculparse. Hoy, ese era su objetivo.

Nunca había golpeado a Hoseok desde el momento en que lo tuvo entre sus brazos al nacer. Sin embargo, el haberlo hecho en aquella situación la atormentaba, repitiéndose en su mente como un eco constante de culpabilidad. Sabía que necesitaba reunir el valor para entrar en su habitación, abrir su corazón y su mente, y tratar de entender su perspectiva.

Con la mano temblorosa, dirigió la llave hacia la cerradura y la giró, apartando la puerta lentamente al quitarle el seguro. Divisó inmediatamente la silueta de su hijo en la cama entre toda la oscuridad de la habitación. Hoseok abrazaba con fuerza lo que parecía ser una carta de Yoongi entre sus brazos, a la altura de su pecho. A pesar de estar profundamente dormido, se estaba aferrando a ese trozo de papel con todas sus fuerzas.

Cuando se acercó lo suficiente y encendió la lámpara de la mesita de noche, notó un pequeño charco de lágrimas en su almohada. Aunque casi invisible, la tela gris mostraba un tono más oscuro que delataba el sufrimiento de su hijo. La mujer dejó la bandeja a un lado y se arrodilló frente a él, acariciando sus cabellos con suavidad.

—Mi niño... lamento tanto haberte tratado así, cariño... —musitó, con la voz entrecortada, sus ojos cristalizandose al recordar lo que había sucedido, y al tocar con delicadeza su mejilla rojiza, las lágrimas comenzaron a brotar.

El murmullo de su voz hizo que Hoseok abriera lentamente los ojos, hasta que logró distinguirla.

—¿Mamá...? —susurró, su voz suave y rasposa. Ella se apresuró a secarse las lágrimas mientras él se acomodaba en la cama, sin soltar la carta.

—¿Por qué estás llorando, mamá? —preguntó, preocupado.

—Ah... yo... solo quería traerte algo dulce para que comieras y.... también quería disculparme contigo, Hoseok —musitó, levantándose del suelo para sentarse a su lado, mirándolo con vergüenza y temor—. Perdóname por no saber comprenderte ni consolarte, cariño, por golpearte hoy. Estabas sufriendo tanto, lidiando con tu dolor en silencio, mientras yo me dejaba llevar por la rabia y la necesidad de venganza.... En lugar de estar juntos para sanarnos el uno al otro, me dejé consumir por mis propios sentimientos e intenté ponerte en mi posición a la fuerza. Me estoy dando cuenta de lo egoísta que fui al enfocarme únicamente en mi deseo de justicia e ir perdiendo aquella parte sensible que solo una madre puede dedicarle a sus hijos; ese amor y comprensión incondicional —cada sílaba que salía de sus labios, comenzaba a apretar su pecho con fuerza, intensificando sus ganas de llorar al estar admitiendo su error.

—De verdad lo siento, cariño... —continuó, apretando sus rodillas, cabizbaja, mientras sus lágrimas se perdían en la tela de su pantalón—. Lamento no haberme tomado el tiempo de escucharte y haberte obligado a odiar y a dejar atrás a Yoongi. Aunque no logre entender completamente por qué sigues amando a ese hombre, no quiero que sufras más por mi culpa. No quiero que te alejes de mí.

Las palabras de su madre resonaron en el corazón de Hoseok, y una oleada de emociones lo invadió. Las ganas de llorar de igual manera se apoderaron de él, y se acercó para abrazarla con fuerza.

—Mamá... —dijo entre sollozos—. Yo también lamento lo que pasó... Solo quería que entendieras mi parte de la historia, pero temía que al escuchar sobre mis sentimientos por él, reaccionaras como hoy.... Tengo mucho miedo de que me odies por eso.

Ella lo abrazó con más intensidad, sintiendo cómo su cuerpo temblaba bajo el peso de sus lágrimas.

—Nunca te odiaría, cielo. Eres mi hijo, una hermosa parte de mi y tu padre... A pesar de que me aterra la idea de dejarte en sus manos, no puedo retenerte ni obligarte a olvidarlo. No lograría perdonarme si lo hago.... Por eso voy a confiar en tí, pero debes prometerme que no dejarás que él te lastime, ¿de acuerdo? —le susurró, acariciándole la espalda.

—Te lo prometo, mamá; Yoongi nunca me haría daño. Solo quiero intentar rehacer nuestra historia ahora que estará libre, y de verdad no quiero que pienses que los estoy traicionando. Él ya ha sufrido suficiente por lo que hizo, ¿no crees? —respondió Hoseok, su voz resonando con suavidad. Ella se separó lentamente.

—Realmente no sé cuánto es suficiente por la vida de tu padre, pero es cierto que él aún es joven y, no parece ser un mal chico por todo lo que dicen —aceptó, desprendiendo un suspiro—. Tienes mi permiso para ir verlo cuando lo dejen libre, pero ten mucho cuidado siempre, ¿si? Y tráelo a verme en cualquier momento, si voy a dejar que ustedes se encuentren, tengo que hablar seriamente con él —dijo ella, sintiendo cómo la seriedad comenzaba a apoderarse de su rostro. Hoseok asintió con duda.

—De verdad... ¿apruebas lo que siento? —preguntó en un susurro cargado de temor. Ella suspiró.

—Aún no puedo hacerlo, pero intentaré verlo de otra manera por tí. Les daré una oportunidad por todos los que piensan que merecen un voto de confianza, por tu papá que solo quería verte feliz...

El día en que Yoongi finalmente obtendría su libertad, llegó, acompañado de múltiples emociones encontradas. Hoseok no logró conciliar el sueño en toda la noche, pensando nuevamente en la conversación que tuvo con su madre días atrás, permitiendo que sus palabras dieran vueltas en su cabeza, una y otra vez.

No estaba seguro de cómo irían las cosas llegados a este punto. No estaba seguro de nada que no fuera su inmenso deseo de ver a Yoongi y su pequeña duda sobre lo que sentía su madre al respecto. A pesar de que había dicho que intentaría aceptarlo, en lo profundo de su ser, sabía que no sería tan fácil para ella.

Sin embargo, al pensar en cómo había comenzado a actuar después de su conversación, más atenta y sensible, más cómo su amorosa madre, la esperanza de que estuviese realmente decidida a aceptar lo que lo haría feliz aumentaba.

Se dirigió al baño apenas decidió que seguir intentando dormir era un caso perdido. Tomando su toalla y un conjunto al azar, permitió que sus torpes pasos cansados lo guiaran hasta dicho lugar. Dejó fluir sus pensamientos mientras el agua tibia iba corriendo por su piel, sintiendo como si estuviera limpiando su alma con ella. Miles de suspiros se escaparon de sus labios, muchos de ellos cargados de nervios y preocupación.

Quería tanto verlo otra vez, deseaba con tanta fuerza poder oír su voz, que su corazón se aceleraba con solo pensar en cada rasgo que adoraba de él. Sin embargo, no sabía cómo reaccionaría en ese momento o cómo empezaría una conversación si llevaban años sin verse. ¿Se sentiría raro o diferente? No lo sabía; él ya no era el mismo de antes, por lo que temía que todo fuera incómodo al encontrarse, que Yoongi ya no lo quisiera al ver lo cambiado que estaba.

«¿Dejarías de amarme por volverme así?» —se preguntó a sí mismo, imaginando con temor lo doloroso que sería que, después de tener el valor de verlo, el destrozara su corazón al no encontrar a aquel dulce chico que conoció.

Deslizó la mano por su cabello, volviendo a suspirar para no imaginarse esa situación, intentando retirarla de su mente al aferrarse fielmente a las palabras de amor que siempre le enviaba. Sonrió un poco al recordar.

«Como desearía que todo acabara con solo abrazarte, Yoonie. Que con tu voz me calmaras al decir que todo estaría bien...»

«Sería tan bueno si las cosas cambiaran entre nosotros para mejor...»

«Lo único que quiero es poder aceptar totalmente que te quiero a mi lado sin sentirme culpable por nada ni nadie...»

«Quiero sentirme bien al elegirte... Pero es realmente difícil amarte con libertad a este punto...»

«Todo es tan complicado que me da miedo sufrir y hacer sufrir a los demás, otra vez...»

Todas sus preocupaciones se desbordaron en esa larga ducha, acompañadas de pequeñas lágrimas de temor. Salió completamente vestido de su habitación, con los nervios aún provocando temblores ligeros en su cuerpo. Tomó su bolso con inseguridad de uno de los muebles de la sala, bajo la mirada de su madre desde la cocina.

—¿Cielo? ¿No te sientes bien, cariño? —preguntó con suavidad, acercándose hasta su posición para tomar sus manos, notando cómo estas temblaban ligeramente—. ¿Por qué estás temblando, Hoseok?

Su preocupación empezó a reflejarse en su voz y rostro al ver su estado. Hoseok suspiró, nervioso.

—Creo.... Creo que tengo miedo de que las cosas salgan mal otra vez, mamá —musitó, guiándose por el tormento de sus pensamientos—. Siento que aún no estoy preparado...

—Hoseok —lo llamó la mujer, acunando su rostro entre sus manos para que se centrara solo en ella—, escucha a mamá, ¿está bien? —este asintió con rapidez—. No tienes que tener miedo, cariño, y si no estás listo para verlo, no importa; puedes hacerlo en otra ocasión. Pero recuerda lo que me habías dicho antes: querías recuperarlo para rehacer su historia. Con todas las cartas que te ha escrito sin descanso, a pesar de que no le has dado una respuesta, muestra que a pesar de los años te sigue amando, ¿o me equivoco?

—Lo sé pero... temo que sus palabras sean para el antiguo yo —confesó, su mirada cayendo al cristalizarse—. Cuando nos conocimos... yo era tan diferente de ahora, y solo pasábamos el tiempo saliendo y hablando de cosas que me pasaban o gustaban.... Él dijo que adoraba mi sonrisa y mi voz, pero poco a poco todo en mí fue cambiando. Me duele pensar que cambiaría de opinión al ver...

—No hables así, Hoseok —lo interrumpió, con firmeza—. No tengo intenciones de defenderlo, pero dudo que haya esperado por tí cuatro años para al final decir que ya no te quiere. Aunque si lo llega a hacer, yo misma me encargaré de él por hacerte sufrir; dije que te permitía verlo, pero si estás tan inseguro es porque no confías tanto en sus sentimientos. Entonces yo tampoco confiaré en él.

—¡No es eso, mamá! —se apresuró a decir, tratando de que el efecto que provocarían esas palabras se esfumara—. Yo confío en él, y también quiero que tú lo hagas; solo tengo miedo de que me vea diferente.

—Pues entonces iré contigo —zanjó, con determinación y una ligera molestia.

—No es necesario, mamá —tomó sus manos con delicadeza, suspirando—. Suceda lo que suceda, siempre volveré a ti. No importa si las cosas salen mal con él, quiero saber que al menos lo intenté aunque me esté muriendo de miedo.

—Pero si te lastima yo...

—Lo sé —la interrumpió—, solo confía en mí esta vez, ¿vale? Haré lo mejor que pueda para mantener mi promesa.

La mujer lo pensó unos segundos, con duda, pero anteriormente le había dicho que lo dejaría hacer lo que le hiciera feliz. Así que le daría la oportunidad de mostrarle si el amor que Yoongi le juraba era tan fuerte como creía. Suspiró.

—Está bien, si de verdad crees que puedes hacerlo, no me opondré. Dejaré que tú corazón te guíe para enfrentar tus sentimientos, cielo, de la misma manera en que yo tengo que enfrentarme a la realidad. Ya había prometido darte un voto de confianza, y no pretendo retractarme; solo seré feliz si tú logras serlo, Seok —le dijo con sinceridad, este suspiró.

Oír lo que su madre decía, provocaba que su corazón se acelerara por el asombro que lo abrazó. Comenzó a asentir nuevamente, pero con lentitud, recordando a su vez las palabras enmarcadas en aquellas cartas y las acciones a las que había accedido por él. Debía creer en lo que sentían o se dejaría llevar por sus miedos, otra vez.

—Bien. Lo haré como dices —dijo, con algo más de seguridad, abrazándola poco después—. Muchas gracias por estar aquí, mamá, de verdad aprecio infinitamente que puedas apoyarme y confiar en mí.

—No me tienes que agradecer —musitó, acariciando sus cabellos—. Soy tu madre y siempre te apoyaré, lo sabes. Solo quiero lo mejor para ti, cielo. Ya aprendí que tenemos que ser fuertes para poder seguir adelante, a pesar de todo.

Él asintió contra su cuello, envolviéndose en la atmósfera de seguridad y comodidad que sus brazos le brindaban, sumergiéndose en la sensación de calma que le transmitían sus palabras. De alguna forma, gran parte de sus miedos comenzaron a disiparse en ese instante, sintiendo únicamente como su respiración retomaba un ritmo constante, y los latidos relajados del corazón de su madre eran una dulce melodía para sus oídos. Luego de unos segundos, comenzó a separarse despacio.

—Mientras estemos juntos, lo seremos—afirmó, con suavidad. Ambos se dedicaron miradas comprensivas, acompañadas de una pequeña sonrisa que solo emanaba tranquilidad. Se sentía aliviado por sus palabras.

El sonido de la bocina de un auto, interrumpió aquel momento entre ellos, recordándoles que era hora de irse. El cuerpo de Hoseok se sobresaltó, y lo giró mínimamente en dirección a la puerta.

—Ve, es hora de que se encuentren y arreglen todo, cariño —dijo la mujer, animándolo a ir en busca de su felicidad, obteniendo nuevamente su atención.

—Bien. Nos vemos luego, madre —se despidió, dejándole un corto beso en la mejilla. Ella le sonrió.

—Cuídate mucho, cielo. Yo aprovecharé y saldré un momento, así que avísame cuando llegues a casa, ¿está bien? Y recuerda traer a Yoongi a verme —informó, brindándole nuevamente un ligero nerviosismo a su cuerpo.

—Ah... sí. Adiós, ma —balbuceó, comenzando a abrir la puerta para perderse tras ella. La mujer suspiró sonoramente al no verlo más, dirigiéndose a la cocina otra vez, su rostro lleno de seriedad.

Hoseok se acercó al auto de su tío con rapidez, entrando por una de las puertas traseras; perdido en sus pensamientos.

«¿Será buena idea traerlo? ¿Realmente quiere hablar con él tan pronto?»

«No sé si las cosas podrían ir bien si se encuentran...»

Suspiró, frustrado, dejando que el peso de su cuerpo cayera por completo en la suavidad de aquel asiento, tallando su rostro con ambas manos. Namjoon y Jin lo miraron con atención, debatiéndose sobre si deberían hablar o no al notarlo estresado.

—¿Seok? ¿Te encuentras bien? —se atrevió a preguntar su tío, con cautela. Este no abrió los ojos ni apartó las manos, pero igual se dignó a responder.

—Solo estoy nervioso, tío Nam, no se preocupen —respondió simple, sin ganas de exponer todos sus pensamientos de golpe.

Ambos se miraron con cierta preocupación, y esta vez, Jin fue el que habló.

—Hoseok, si no quieres ir ahora no tienes que forzarte —su voz sonó suave y comprensiva, provocando que fuera abriendo los ojos lentamente mientras separaba las manos de su rostro—. Puedes verlo después.

—Ya decidí que lo vería —lo cortó con rapidez, observándolo con seriedad—. Debo hacerlo ahora o después no tendré el valor; necesito que todo entre nosotros se resuelva y que al fin pueda darme la oportunidad de ser feliz si me acepta, Jin hyung.

Sus palabras resonaron en su interior, ya que, por primera vez en tantos años, lo habían escuchado hablar con tanta confianza sobre Yoongi, sumándole la esperanza que desbordada su mirada. Jin asintió.

—Yoongi siempre volverá a ti, Hoseok, y va llorar como nunca cuando te vea —comentó, con una pequeña sonrisa.

—Créeme, yo también lo haré —dijo, a lo que Jin respondió con un pequeño asentimiento, comprendiendo que presenciarían una escena muy conmovedora al llegar—. Por cierto, ¿dónde están Jimin y Jungkook?

—Ellos llegarán después; fueron a preparar el apartamento de Yoongi para cuando llegue —respondió su tío, encendiendo el auto.

—Ya veo, entonces, los esperaremos ahí —la firmeza de su voz era el camuflaje de sus nervios, quienes aseguraban traicionarlo en el momento que realmente estuvieran en aquel lugar.

—De acuerdo —tras decir eso, partieron rumbo a su destino.

El camino al centro de detención parecía interminable, y cada semáforo en rojo parecía burlarse de su impaciencia. Hoseok mantenía las manos en su regazo, nerviosas, jugando con sus dedos ante el peso del tiempo que recaí sobre él. Finalmente, el momento llegó. El coche se detuvo frente a la entrada, y todos se miraron, un silencio cargado de preocupación los envolvía.

El aire se volvió tenso a su alrededor, cargado de expectativas y recuerdos. Hoseok miraba por la ventana del coche, mientras los demás comentaban en voz baja sobre temas que realmente no escuchó. En ese instante, todos se encontraban en el interior del auto de Namjoon, incluidos Jimin y Jungkook. Hoseok podía sentir la mezcla de nervios y emoción en el ambiente, pero su corazón latía fuerte por una sola razón: finalmente vería a Yoongi.

Estaba a escasos minutos de encontrarse con el hombre que había robado su corazón, al que amaba a pesar de todo lo sucedido en el pasado.

—Seok, ¿estás listo? —preguntó Namjoon, su voz grave y serena rompiendo su concentración en el exterior.

Hoseok tragó saliva, sintiendo que la respuesta se atascaba en su interior. Terminó asintiendo, pero su mente estaba llena de dudas. Cuando salieron del coche, la luz del sol los recibió, pero fue la sombra de la prisión la que los envolvió. El edificio era imponente, y Hoseok sintió un escalofrío recorrer su espalda al admirarlo con detenimiento. Eso le recordaba lo que había vivido Yoongi ahí dentro.

La espera fue una tortura. Cada segundo parecía una eternidad, y Hoseok se permitió recordar brevemente su tiempo junto al pelirrojo: las citas que solían tener en el pueblo, las interminables pláticas llenas de risas y miradas coquetas que eran parte de su día a día, incluso aquel día que confesaron lo que sentían vino a su memoria. Todos sus pensamientos lo llenaron de nostalgia, y aceleraron su corazón al recordar lo felices que eran en ese tiempo, ajenos del dolor que tendrían que soportar en el futuro.

Suspiró mientras apretaba ligeramente su pecho, en un intento de calmar su corazón y sus nervios. Estaba impaciente por lo que iba a suceder.

Finalmente, las puertas se abrieron, y un grupo de hombres salió, entre ellos, un Yoongi que lucía diferente, pero al mismo tiempo, familiar. Hoseok, quien literalmente estaba escondido detrás de su tío, sintió que el aire se le salía de los pulmones al verlo, y su corazón latía con tanta fuerza que podría estallar con cualquier momento.

Sus ojos se cristalizaron, pero eso no impidió que notara cada detalle de su persona; su cabello aún tenía aquel tinte rojo, a pesar de que su brillo estaba casi extinto y la raíz negra sobresalía. Su piel aún mantenía su palidez, destacando los finos rasgos de su rostro y, de paso, sus crecientes ojeras. Su expresión seria y andar cansado, hacían notar aún más que no había dormido adecuadamente por varios días. Y dejando de lado su vestimenta ligeramente llamativa, el aura vívida que solía tener había desaparecido, hasta que los vió.

La mirada de Yoongi se deslizó sobre cada una de las personas que lo estaban esperando, y su expresión comenzó a relajarse. Primero se fijó en Jin y Jungkook, a quienes les dedicó una pequeña sonrisa que reflejaba su felicidad. Luego, sus ojos se encontraron con los de Jimin y Namjoon, y también les sonrió, sintiendo cómo la calidez de su presencia lo envolvía. A medida que se acercaba, notó cómo el auto de sus padres se estacionaba detrás de sus amigos, y su corazón se aceleró. De pronto, su madre salió corriendo del vehículo en su dirección, y lo abrazó con tal fuerza que casi perdieron el equilibrio. Él le devolvió el abrazo con una mezcla de añoranza y felicidad, sintiendo que, a pesar del tiempo y la distancia, su amor seguía intacto.

—Mi bebé, por fin estás libre, cariño —musitó contra su pecho, aferrándose más a él—. No sabes cómo te extrañé todo este tiempo.

—Yo también te extrañé, mamá —dijo con suavidad, cerrando los ojos para sentir la calidez de su abrazo—. Tenía tantas ganas de ser libre para poder volver junto a ustedes, también para que no te preocuparas tanto por mí. No me gustaba oír de papá cómo siempre llorabas después de venir a visitarme.

—Tienes que entenderme, Yoon —los sollozos se hicieron presentes en su voz, y estos se intensificaron cuando la mujer se separó lentamente para mirarlo, con los ojos llorosos—. A ninguna madre le gusta ver a sus hijos sufrir, y no soportaba ver cómo te trataban ahí adentro. No podía evitar sentirme impotente por no poder protegerte.

—Mamá, solo estaba asumiendo las consecuencias de mis actos, tú no tienes que sentirte así por mi culpa, ¿de acuerdo? —dijo, dejando un corto beso en su frente como un gesto cariñoso—. Ahora estoy libre y estoy bien, todo estará bien.

La seguridad con la que habló, le trajo un gran alivio a su alma, haciéndola suspirar para recobrar la calma en tanto su padre se acercaba.

—¿Debería sentirme celoso de alguna manera? —preguntó el hombre, divertido, acercándose para darle un fuerte abrazo a su hijo mientras este reía levemente—. Me alegra mucho que todo haya terminado finalmente, hijo.

Yoongi le correspondió el abrazo.

—Gracias por venir hasta aquí, papá. Su presencia me devuelve la tranquilidad —se separó de él, sonriéndole.

—¿Crees que no vendría a recibir a mi hijo? Soy el primero que desea que nunca hubieses conocido la cárcel. Pero así sucedieron las cosas, así que solo me queda agradecer porque haya terminado tu condena.

—Todos lo hacemos, señor Min —intervino Jin, acercándose junto a los demás—. Extrañamos mucho a nuestro pelirrojo testarudo.

Al verlo, este sonrió, mostrando un destello de la alegría que había estado guardando.

—Ven aquí, Jin —dijo, abriendo los brazos, y lo abrazo con fuerza, acunando su rostro poco después—. Sé que no puedes pasar un día sin verme.

—No te creas Namjoon, ¿quieres? No eres tan importante en mi vida como él —contraatacó el castaño, con su usual tono despreocupado, provocando leves risas entre ellos.

—Siempre igual —bromeó Yoongi , girando su mirada hacia Jungkook—. Y tú, Kook, ¿no piensas abrazarme, eh?

El chico asintió con rapidez, acercándose a él con una sonrisa radiante.

—Estoy muy feliz por tí, Yoon. No sabes cómo he extrañado tus regaños —dijo, casi a punto de llorar de la felicidad. El pelirrojo dejó unas palmaditas en su hombro.

—Descuida, tengo muchos guardados especialmente para tí —bromeó, separándose poco después. Luego, dirigió la mirada hacia Namjoon y Jimin, sonriéndoles con gratitud.

—Gracias por venir a ustedes también; aprecio mucho que al menos alguien cercano a él no me odie —su voz fue adoptando un tono cargado de tristeza, a pesar de su pequeña sonrisa.

—No te vemos como una mala persona, Yoongi, y también nos alegramos de que estés libre —dijo Namjoon, con suavidad—. Además, Hoseok tampoco piensa de esa manera, ¿no es cierto, Seok?

Este se apartó, y la respiración del pelirrojo se detuvo al ver al chico que se escondía tras el cuerpo de Namjoon. Hoseok estaba ahí, con su cabello castaño brillando ligeramente, un poco más alto que antes, pero aún con esa esencia familiar que siempre lo había caracterizado. Se mantenía cabizbajo, sus ojos ocultos tras sus largas pestañas, pero aún así, podía ver el ligero temblor de sus labios y la forma en que sus manos se retorcían nerviosamente.

El corazón de Yoongi latía con fuerza, sintiendo que era el mismo en su interior; esa chispa de ternura que siempre había amado. El sonrojo que iluminaba sus mejillas y orejas, como si la vergüenza lo abrazara, le pertenecía a aquel dulce chico que había dejado una huella imborrable en su corazón. Cada pequeño gesto de Hoseok, desde la forma en que mordía su labio inferior hasta cómo se forzaba a mantener la mirada en el suelo, lo hacía aún más adorable. Él era lo que su corazón había añorado durante tantos años.

—Hoseok... —murmuró Yoongi, su voz temblando al pronunciar su nombre. Sus ojos se encontraron cuando el mencionado levantó la mirada lentamente en su dirección, y en ese instante, todo lo demás se desvaneció.

—Hola... Yoonie... —musitó el ahora castaño, lleno de nervios y vergüenza.

¡gracias por leer!

Ay people, solo me queda un capítulo para terminar, ¡¡Voy a llorar!! 😭

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