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El tiempo pasó lento y tortuoso para ambos. Cada día anhelaban tenerse el uno al otro, abrazarse, sentir que la persona que amaban estaban ahí a pesar de todo lo que había sucedido. No podían dejarse ir. Querían cambiar su historia y poder vivir su amor, porque sabían que no había muerto, sin importar los largos e intensos años que estuvieron separados. Sus sueños eran el lugar seguro para su felicidad.
A Yoongi, lo único que lo separaba de su amado era la cárcel. Esa prisión se había convertido en su peor pesadilla. Todos los días intentaba sobrevivir a los abusos de los que se creían los jefes del lugar, escabullendose o enfrentándolos, importándole poco que lo castigaran después. Así fueron los tres años y medio que habían pasado desde el juicio; un infierno en el que debía mantenerse con vida y solo podía aferrase a su esperanza de encontrarse con Hoseok al salir, de encontrar la forma de recuperarlo. Por eso lo aguantaba.
Pero el caso de Hoseok era más complicado. Cuando Jimin le contaba sobre lo que Yoongi sufría en ese lugar, a través de los relatos que le hacía Jungkook cuando lo visitaba. Cada vez que leía las cartas que le enviaba, pidiéndole perdón y recordándole que lucharía por él hasta que volviera a amarlo, contándole los hermosos sueños que tenía con su persona de paso. El cómo siempre preguntaba por su estado, olvidándose de su propio dolor, provocaba que su corazón se comprimiera de tal manera, que su sufrimiento era expresado en lágrimas que desgarraban su alma.
Había comenzado a aceptar que su amor era más fuerte que su odio. Que esos años que pasó limitándose por las reglas e impedimentos de su madre fueron en vano. Que realmente necesitaba estar entre sus brazos para sentir que su vida volvía a tener sentido.
Durante ese tiempo que le confesó lo que había hecho, estaba teniendo un debate interminable entre sus sentimientos y pensamientos; pero el amor comenzaba a ganar. Sufría de sobremanera por la pérdida de su padre, viendo como en las noches su madre y su tío lloraban en silencio por su ausencia, sintiendo un vacío indescriptible en ese hogar lleno de recuerdos. Habían pasado casi cuatro años y ninguno se estaba curando.
Sin embargo, él también sufría por haber perdido al que consideraba el amor de su vida. Sentía que era incorrecto quererlo, que estaba mal sentirse así por él después de todo, después de tantos años. Pero su corazón repetía que lo necesitaba, que su amor lo curaría, que a su lado todo estaría bien. Por eso estaba dispuesto a perdonarlo poco a poco. No quería seguir llorando a escondidas por las noches, no podía soportar un segundo más alejado del chico que amaba.
Incluso había cambiado después de que se separaran. Tiñó su cabello de castaño y lo dejó crecer mínimamente. Su estilo se volvió más serio, adoptando colores oscuros y una expresión cansada y desanimada todo el tiempo; eran muy diferentes a su antigua personalidad y gustos. Yoongi se había llevado su inocente y feliz ser desde que se fue.
Actualmente solo faltaban tres días para que el pelirrojo saliera, y su corazón solo anhelaba ese momento con desespero. Lo iría a recibir, eso era seguro. Dejaría su dolor atrás para buscar su felicidad, aunque eso, de alguna manera, fuera una traición a su madre.
Él lo amaba y lo quería nuevamente a su lado. Pero sus planes se vinieron a abajo, cuando su madre encontró las cartas que mantenía ocultas en un rincón de su habitación. Ese día estaba volviendo de la universidad y la vió cerca de sus cajones, abiertos.
—¿¡Qué es todo esto, Hoseok!? —gritó la mujer, arrojándole las hojas al rostro, con los ojos llorosos—. ¿¡Cómo puedes conservar las cartas de ese hombre!? ¿¡Cómo pudiste siquiera recibirlas!? ¿¡Acaso también le respondiste!?
Sus preguntas urgían por respuestas.
—Mamá, yo solo las guardé. No tuve el valor de responderle —se apresuró a decir, tratando de acercarse lentamente a ella—. Solo quería leerlas y... quedarmelas.
—¿Pero por qué? ¿No me dijiste que te mantendrías al margen, que no te involucrarías nuevamente con él? —interrogó, recordándole sus palabras al contarle la verdad a su madre tiempo atrás.
—Sé que dije eso pero.... suena tan sincero en esas cartas. No quiero dejarme llevar por mis sentimientos para no decepcionarte pero.... no puedo continuar así, mamá —su voz comenzó a quebrarse.
—Hoseok, no sigas por ahí.
—Solo escúchame, ¿si? —pidió, atreviéndose a tomar sus manos para obtener su completa atención—. Hemos pasado por muchas cosas, y a ambos nos hace demasiada falta papá, pero por favor, entiéndeme a mi también. Aunque no lo quieras ver, he estado sufriendo en silencio por Yoongi todo este tiempo, a pesar de que no lo perdono por lo que hizo, no puedo sacarlo de mi corazón.
La mujer apartó sus manos de las de su hijo, dando unos pasos hacia atrás.
—No puedes decir eso. No puedes sufrir por alguien que no te conviene.
—Mamá, por favor...
—¡No dejaré que te acerques a él, ¿entendido?! —sentenció, su voz llena de seriedad y tristeza—. ¡No voy a permitir que ese chico siga arruinando nuestra familia!
—¡Mamá, escúchame! —aquel grito desbordó las lágrimas en ambos, llamando la atención de la mujer frente a él, quien comenzaba a perderse en la densa nube de miedo y rabia que la abrazaba—. Yo sé que lo odias por lo que hizo pero.... por favor... no me quites lo poco que me queda de él —le pidió, su voz quebrándose totalmente mientras se agachaba y tomaba algunas cartas del suelo, sus lágrimas perdiéndose en aquellas hojas de papel.
—¿¡Por qué quieres recordar a ese maldito!? —levantó su rostro con una mano para que la mirara, enterrando de manera superficial sus uñas en la piel de Hoseok, lastimándolo—. ¿¡De verdad vas a traicionarme por su culpa!? ¿¡Prefieres irte con él que quedarte con tú familia!?
—Mamá.... nunca te dejaría... —pronunció como pudo, ella aplicaba aún más fuerza en su agarre al dejarse guiar por sus impulsos—. Pero tampoco quiero perderlo... yo lo..
—¡No te atrevas a decirlo! —dejó libre su rostro, al alejarlo con brusquedad y luego señalarlo con su índice—. Te prohibido que lo digas, ¡no puedes sentir nada más que odio por él!
Hoseok se estaba sintiendo profundamente lastimado por la manera en que su madre lo estaba tratando, por la mirada que le dedicaba, por su tono de voz desconocido e intimidante para él. Sin embargo, dejaría salir esa verdad que guardaba y a la que tanto le temía.
—¡Pero lo sigo amando, mamá! ¡Aunque no quieras aceptarlo, amo a ese hombre que tanto desprecias...! —su grito fue interrumpido por la mano de la mujer, al impactar contra su mejilla. Por primera vez lo había abofeteado.
—Ese que dices amar, está pagando por haberse involucrado en la muerte de tu padre. Y hasta que logres entender que él es el malo aquí, te quedarás en tu habitación sin salir y sin tu celular —tomó el aparato de su bolsillo y se apresuró a salir del cuarto de su hijo.
—No, no, ¡mamá espera! —no logró detenerla antes de que cerrara la puerta con llave del otro lado. Él empezó a golpearla con desesperación—. ¡Mamá, por favor, déjame salir! ¡No los estoy traicionado, lo juro, pero no puedo evitar amarlo! ¡Solo quiero verlo una vez más, por favor!
—No quería llegar a esto, Hoseok, pero me estás obligando —respondió ella, con un hilo de voz, cerrando los ojos con fuerza al pegar su espalda a la puerta—. No dejaré que él se acerque a ti. No te perderé.
—Él nunca me haría daño —musitó el chico, dejando que su cuerpo se deslizara por la madera de la puerta hasta llegar al suelo—. Yoongi me ama, lo sé...
El castaño abrazó sus piernas, ahogando su llanto y el dolor que lo atormentaba ante la oposición y las palabras de su madre. Esta, del otro lado de la puerta, se reprochaba internamente por la reacción que tuvo al ver aquellas cartas y leerlas. Esas frases resonaban en su cabeza.
Amor, esta es la centésima carta que te escribo, y no sabes cuánto me alegra saber que lees todos los fragmentos de mi amor y arrepentimiento. A pesar de que no me respondas, tener la certeza de que aún te importo mantiene vivas mis esperanzas.
Sigo teniendo el mismo sueño, ¿sabes? Cada vez veo con más claridad tu rostro en mis pensamientos, y tu olor se vuelve más fuerte mientras te tengo entre mis brazos bajo ese gran árbol, cerca de donde nos conocimos. Suena tonto cuando lo pienso, pero es hermoso poder revivirlo en las noches una y otra vez, aunque no pueda hacerlo en realidad.
Deseo tanto salir de este infierno y poder verte ahí, esperándome con esa hermosa sonrisa que siempre me dedicas, corriendo hacia mí y abrazándome con fuerza por todo este tiempo separados. Realmente quisiera que esa imagen se hiciera realidad, amor. Sin embargo, te niegas a verme cada vez que te lo pido.
Pero lo sé, sé que no puedes perdonarme porque piensas que estás haciendo algo incorrecto, que estás traicionando a tu familia. Te conozco muy bien y no puedo opinar sobre eso. Tampoco puedo ser tan egoísta de no pensar en lo que terminé provocando por mi imprudencia. Pero quiero que sepas, que si en algún momento nos volvemos a encontrar, lucharé para recuperarte, pequeño.
Recuerda siempre que te amo...
Esa carta de hace casi un año, fue la que pudo leer completa; de las otras solo recordaba frases y pequeñas palabras, pero todas decían lo mucho que lo amaba. Le dolía saber que la persona que amaba tanto a su hijo estuvo involucrado en la muerte de su marido.
Ella nunca quiso ser tan dura con Hoseok, pero no podía aceptarlo. Algo en su pecho no se lo permitía, y estaba haciendo lo que su instinto le obligaba. Terminó sentándose en las escaleras de madera que guiaban al segundo piso de la casa; no podía soportar oír los sollozos de su hijo del otro lado de su puerta. Eso solo le recordaba que era por su culpa que su pequeño sufría, por todas las reglas y restricciones que le había impuesto.
Ahora ella se sentía como la villana de la historia.
—¿Yeonjoo? —la voz y los pasos de su cuñado al acercarse, hicieron que levantara la vista lentamente hacia él, temblando—. ¿Te sientes mal?
Su tono preocupado hizo que rompiera en llanto, alertándolo y provocando que se sentara rápidamente a su lado.
—¿Qué fue lo que pasó, cuñada? —preguntó, girando su rostro para que lo viera. Ella cerró los ojos, apretando los labios con fuerza, conteniéndose.
—Tengo miedo, Nam... —confesó entre sollozos—. Temo que pueda lastimar a mi niño cada vez que pierda el control.... cada vez que diga que ama a ese chico.
El ceño de Namjoon se frunció, sus palabras lo desconcertaron por momento, hasta que recordó.
—¿Tú y Hoseok discutieron sobre Yoongi? —preguntó, confundido, a lo que esta asintió.
—Encontré... encontré las cartas que él le escribió, mientras limpiaba su cuarto —empezó a explicar, mientras sorbía su nariz y secaba sus lágrimas, intentando calmarse—. Eran tantas, Nam. Cada hoja contaba sus sueños y anhelos sobre Hoseok. Decían cuánto lo amaba, lo mucho que lo extrañaba y le juraba constantemente que se arrepentía; que quería su perdón... Yo no sé qué hacer ahora. Siento que pierdo el control de la situación y que todo lo que hago o digo le hace aún más daño. La discusión de hoy demuestra que esto me está afectando; lo abofeteé, Nam.
Al escuchar su explicación, el castaño se sorprendió por sus palabras, especialmente por la parte de la bofetada a Hoseok. Sabía que ella era una de las que más sufría. Había mantenido una relación con Taehyung desde su adolescencia, y perder al que había sido su eterno compañero de vida, la dejaba sin rumbo y sin estabilidad. Pero intentaría calmarla o, por lo menos, hacer que entendiera a su hijo a través de su propia historia.
—Yeon, sabes que soy una de las pocas personas que te entiende a profundidad, pero tú también debes entender a Hoseok —su mirada se volvió completamente seria al volver a mirarla, se apoyó en la parte inferior del barandal de la escalera, descansando su cabeza en ella—. Él no puede evitar amar a Yoongi porque su corazón lo eligió antes de que todo saliera a la luz. Todo este tiempo ha estado reprimiendo sus sentimientos debido a tí y a mi hermano, por no querer decepcionarlos. Recuerda que, al igual que nosotros, él llora a escondidas por no tener a quienes ama cerca, por no poder tomar el control de su destino y vivir su final feliz sin tener que pasar por esta situación. Nosotros sabemos mejor que nadie lo sensible que es, a pesar de que actúa como alguien fuerte y sensato; en su interior, todo se está quebrando poco a poco. Lo sé porque yo estuve en su lugar.
La mujer desvío la mirada al escuchar la verdad, dándose cuenta de que tal vez su pequeño estaba sufriendo más que ella. Pero, en el fondo, le intrigó la última frase que pronunció.
—Entiendo a Hoseok porque yo también me negaba a aceptar las cosas como eran en realidad —continuó, desprendiendo un pequeño suspiro—. No podía soportar la idea de que Jin estuviera ahí ese día, junto a Yoongi y Jungkook.
La mujer parpadeó varias veces, con confusión.
—¿Qué?
—Sí, ellos estuvieron ahí el día del accidente. Pero Yoongi no dejó que sus amigos arruinaran sus vidas al ir a prisión, por lo que se entregó como único culpable. Él quería asumir las consecuencias porque era lo que Hoseok quería en ese momento: verlo tras las rejas por quitarle a su padre. Fue muy duro para él aceptar lo que Yoongi había hecho pero, pensando en todos nosotros, decidió hacer lo que estaba correcto, yendo en contra de su corazón.
Yeonjoo se quedó en silencio, procesando la revelación de Namjoon. La idea de que Yoongi había sacrificado su libertad por proteger a sus amigos la golpeó como una ola, al igual que escuchar que se había entregado sin pensarlo dos veces por Hoseok. Su mente se llenó de preguntas y emociones contradictorias.
—¿Por qué no me dijiste esto antes? —preguntó, su voz temblando—. ¿Por qué nadie me dijo que habían más personas involucradas en esta historia? ¿Y cómo es que sigues con él después de todo?
Namjoon se pasó una mano por el cabello, sintiendo el peso de sus palabras.
—Porque era un secreto doloroso, y yo también lo llevaba conmigo. No quería que pensaras en Yoongi como una persona horrible y sin conciencia. Él tomó una decisión difícil, una que muchos no habrían tenido el valor de tomar —dijo con sinceridad, mirándola directamente a los ojos—. Y respondiendo a tu pregunta, yo lo necesitaba. En ese tiempo, me estaba derrumbando y no podía resolver ninguno de nuestros problemas; estaba abrumado. Y dónde único encontré paz y un refugio de lo que me atromentaba, fue en los brazos de Seokjin. Seguía dolido por lo de mi hermano, frustrado por no haberme despedido y por la horrible forma en que murió. Pero pude seguir adelante y conseguir fuerzas para protegerlos a ustedes gracias a él; gracias al amor que hay entre nosotros. Créeme, Yeon, no me arrepiento de haberlo elegido.
Yeonjoo sintió una mezcla de ira y tristeza. La imagen de Yoongi, el chico que había contribuido a aquel dolor indescriptible que abrazaba a su familia, comenzó a transformarse en alguien más complejo, más humano. Y cada palabra dicha por su cuñado, empezaba a mostrarle un lado que no había querido entender; la necesidad de tener a quién amas a tu lado para enfrentarte a todos los obstáculos. Era la perspectiva de Hoseok.
—Sé a lo que te refieres pero, ¿y si Hoseok decide seguirlo sin mi permiso? —su voz era un susurro lleno de miedo—. Si se va y me abandona, ¿qué es lo que haré, Nam?
—No puedo decirte lo que hará, pero lo que sí sé es que si lo alejas, solo lo empujarás más hacia él —Namjoon se acercó, tomando sus manos en un gesto de apoyo—. Necesitas mostrarle que lo amas, incluso si no entiendes sus decisiones. No lo encierres ni discutas con él, Yeon, no lo alejes. Intenta escuchar su versión con el corazón y no con la cabeza, ya que al fin y al cabo, tú eres su madre y él te necesita más que a nadie.
La mujer asintió lentamente, sintiendo que su corazón se abría a la posibilidad de entender a su hijo. Parecía ser hora de dejar de lado su miedo y abrazar el amor que siempre había sentido por él. Aunque eso significara aceptar lentamente a la persona que amaba.
—Tienes razón —afirmó con determinación—. Hablaré con él, pero está vez lo haré con calma. No puedo seguir dejándolo solo en su dolor, ¿verdad? Así que intentaré estar a su lado, aunque me cueste aceptarlo.
El otro asintió lentamente, observándola levantarse con un suspiro.
—Primero, le prepararé algo que le guste como disculpa, y luego iré a verlo. Necesito un momento para estar sola y pensar, para calmar mis nervios y no volver a lastimarlo.
Namjoon sonrió, sintiendo una chispa de esperanza.
—Eso está muy bien. Confío en que puedes hacerlo, cuñada —ella asintió, regalándole una pequeña sonrisa como agradecimiento, perdiéndose poco después al bajar las escaleras rumbo a la cocina.
Namjoon observó por segundos la puerta de la habitación de Hoseok.
—Espero que esto haya ayudado, Seok. Realmente quiero que seas feliz —murmuró, yendo a bajar las escaleras poco después.
Al llegar al último escalón, la figura de su novio con los brazos cruzados y un atuendo color beige, lo recibió con una media sonrisa.
—Te has vuelto muy sabio con el tiempo, eh. Eso es porque te estás haciendo viejo —dijo con cierta burla en su voz, provocando que este sonriera y se acercara para rodear con una de sus manos su cintura.
—Tu mejor que nadie sabes que no soy un viejo, amor. Y solo dije la verdad basada en mi experiencia —su tono osciló entre lo divertido y lo pícaro.
—Exacto, tienes más de cuarenta y ya andas de consejero experimentado.
—Tu lengua se vuelve cada vez más afilada con el tiempo, ¿sabes? —lo acercó más a su cuerpo—. Te he dicho que recuerdes hablarme con amabilidad, Jin. ¿Debo repetirte que tienes que respetarme ya que soy tan mayor como dices? No quieras portarte mal aquí.
Su voz grave y la cercanía entre ellos, hizo que el menor tragara en seco y desviara la mirada. No pretendía ceder nuevamente ante él, por lo menos no le daría esa impresión. Además, estaban en la casa de Hoseok, así que debía comportarse.
—Como sea —carraspeó levemente su garganta—. Ahora lo que me preocupa es que tu cuñada no nos quiera cerca; sabe que estuvimos en el auto el día del accidente, posiblemente nos odie —su tono reflejó preocupación en tanto su mirada decaía. Namjoon tomó su mentón para que lo mirara, depositando un corto beso en sus labios.
—Ella no lo hará. En este momento, su única preocupación es la situación de Hoseok, así que es mejor que les demos su espacio —dijo él, llevando suavemente sus dedos a su mejilla y acariciándola con delicadeza—. No pienses demasiado en esto, ¿de acuerdo?
A pesar de la preocupación que la envolvía, las palabras de consuelo de él le brindaron un ligero alivio. Jin asintió, sintiendo que el peso en su pecho comenzaba a desvanecerse, aunque solo un poco.
—Está bien, vámonos a casa entonces —respondió, tratando de sonreír, aunque la inquietud aún persistía en su mirada.
—De acuerdo, amor —replicó él, devolviéndole la sonrisa con calidez, entrelazando sus dedos mientras comenzaban a caminar hacia el apartamento que habían rentado hace dos años en la ciudad.
Mientras se dirigían a casa, el silencio que los rodeaba estaba impregnado de una mezcla de emociones. La noche se había instalado, y las luces de la ciudad parpadeaban a su alrededor, creando una atmósfera mágica pero melancólica.
—¿Recuerdas la primera vez que vinimos a este lugar? —preguntó él, rompiendo el silencio y buscando distraerlo. Él sonrió al recordar.
—Claro que sí. Estábamos tan emocionados y nerviosos por nuestro nuevo hogar, que hasta nos perdimos tratando de encontrar la dirección. Pero que conste que todo fue culpa tuya por no saber reconocer las calles —respondió Jin, con aires de diversión.
Namjoon rió levemente, el recuerdo de ese caótico momento lo llenó de ternura al revivir los berrinches y las graciosas expresiones de su novio en su memoria.
—Yo no soy el único culpable aquí, amor. Tú quisiste guiarte por el GPS, insistiendo que eran solo dos calles más adelante, y terminamos en un callejón sin salida. Si no fuera por aquella señora que nos ayudó nunca habríamos llegado al departamento —dijo él, tratando de excusarse y exponiéndolo de paso.
—¡De cualquier manera faltaban solo unas pocas más adelante! —se defendió.
—Tuvimos que dar la vuelta y girar hacia la derecha, para terminar manejando por dos horas, Jin.
—Aish, ¡solo deja de quejarte! Al final llegamos y convertí ese insípido lugar en un hermoso hogar para ambos. Aunque sea agradece el esfuerzo que hice por... —su frase se vió interrumpida por el repentino beso que el contrario comenzó al acercarlo.
Sintiendo la calidez reconfortante de sus labios y deslizando su mano izquierda por su cuello y nuca, manteniendo la otra entrelazada con la suya. Namjoon se separó lentamente, sonriéndole al ver aquella expresión de sorpresa y vulnerabilidad en Jin, adorándola al instante.
—Agradezco cada segundo que paso contigo, amor. No importa que sigas siendo un niño malcriado y terco, me quedaré a tu lado sin importar qué —sus palabras, como tantas veces ya en los años que llevaban juntos, tiñeron sus mejillas con un leve sonrojo que llegó hasta la punta de sus orejas.
—Eres... Eres un idiota, ¿sabes? ¿Nunca te cansas de decir esas cosas? —evitó mirarlo, comenzando a caminar con rapidez, escuchando su risa a su espalda.
—Te ves tan lindo cuando te pones tímido que no puedo resistirme a hacerlo. ¡Soy adicto a tu hermoso rostro, ¿recuerdas?! —gritó, viéndolo alejarse apresuradamente.
—¡Deja de gritar, ¿quieres?! —le reprochó, girándose con la intención de callarlo, pero este en cambio, lo abrazó.
—Siento que todo irá bien a partir de ahora, Jin. Esta vez todos podremos ser felices —musitó contra su cuello, dejándolo en estado de shock, pero eso no le impidió corresponderle el abrazo.
—Eso espero, Nam. Realmente no puedo verlos sufrir tanto...
—Yo me aseguraré de que todo esté bien —lo separó un poco, tomando sus hombros con suavidad—. Prometo esta vez sí arreglar las cosas tanto como pueda...
¡gracias por leer!
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