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24. Kimberly

—Melo, Chad quiere verme —comento porque a pesar de que tiene un tema difícil que atender, no quiero cometer una estupidez.

—Obvio no irás, Kim —contesta.

—Denunciará a Reese y yo no quiero que Reese se meta en problemas, Melo —cuento.

—Si vas a ir, cuéntale Kimberly —dice como si fuese lo correcto y es que lo es.

—Acompáñame —le pido—. Reese no puede ir, aunque le avisaré ahora, pero si tu vas, puedes hablar con él y que esté más tranquilo de que no voy sola.

—Kimberly no cometas estupideces...

—Melo tengo que ir y claro que le diré a Reese, pero no puede ir. Lo va a demandar Melo y yo haría lo que fuese porque no lo hiciera.

Melo termina aceptando y en lo que se arregla llamo a Reese.

—Nena ¿Está bien Melo? ¿Te paso a buscar? —pregunta.

— ¿Confías en mí? —pregunto.

—Lo hago nena —responde de inmediato.

—Chad me ha llamado, quiere verme —cuento.

—Dame la dirección, iré yo —dice.

—No amor, yo iré con Melo. Ella se mantendrá en contacto contigo y si es una trampa te avisará.

—Kimberly, joder, no me pongas de los nervios. Dime dónde es que quiere verte —demanda y su voz sale tan fuerte que entiendo que está enfadado.

—La cadena. Confianza y amor —digo y cuelgo.

Voy con Melo a la dirección que mandó Chad. Tenía miedo y no por Chad, sino por lo que esto podría implicar a mi relación.

—Melo voy a mantenerme en llamada contigo. Avísale a Reese, si Chad intenta algo —informo mientras la llamo por el móvil y ella asiente.

—Mierda Kim, no te demores joder o Reese me matará. No ha dejado de escribirme —cuenta.

Bajo del auto y camino despacio hasta la casa. Es una pequeña casa de madera, que tiene toda la pinta para vacacionar. Toco la puerta y tras su orden que abra, lo hago, pero me mantengo fuera.

—Ven Chad, conversemos fuera. No entraré —aseguro.

—No pasará nada, no sería capaz...

—Lo eres, lo has demostrado. Sal y hablemos aquí afuera. No entraré —le interrumpo.

Finalmente, escucho pasos acercarse. Sale a mi campo de visión y reparo en su aspecto. La paliza de Reese aún se notaba en su rostro. La sudadera no dejaba ver su piel, pero por la cara ya deduzco que estará igual.

Acojona Collow.

—No voy a decir que lo siento o que lamento esto, Chad, con tu acto me hiciste muchísimo daño —digo.

Él me observa por segundos y asiente. Se agacha, despacio, bajo quejas hasta sentarse en el césped. Hago lo mismo, con todo y quejas, la movida de anoche me lo dejó como resultado.

—Estoy enamorado de ti Kimberly —confiesa mirándome a la cara.

—Chad, no has tenido tiempo conmigo para sentir eso. Solo son ideas tuyas...

—No —me interrumpe—. Te cuento una historia Kimberly. Tras el cartel que pusieron en la escuela, diciendo que eras vírgen, hice una apuesta con los chicos. Un millón de dólares si te llevaba a mi cama...

—Tendría que decirte que me asombra esto, pero no lo hace —lo interrumpo.

—Lo de República Dominicana, no fue coincidencia, quería empezar a conversar contigo. Te imaginaba distinta Kimberly, creía que de verdad eras una mojigata, una chica que aburría. Me gustó pasar esas horas contigo y cuando me di cuenta que te habías marchado al otro día, me molesté. Seguí intentando quedar contigo, pero al ver a ese hombre detrás de ti, me llené de ira. Me di cuenta que más que la puta apuesta, te quería para mí. Nunca he sido un chico que esté detrás de una chica, pero me estabas ganando, estaba intentando verte todos los días. Traté de eliminar la apuesta, pero ellos no quisieron, sabían que si quería deshacerme de ella era porque estaba perdiendo, por tanto el millón lo ganarían ellos.

—Estás embarcado macho —comento y él no entiende—. Estás jodido entonces.

—Erika me descubrió mirándote de lejos y me propuso un trato. Ella se encargaría de hacer que estuvieses disponible para mí y yo te llevaba conmigo. Al parecer representabas un problema en su relación con Justin. Acepté. Tenía el dinero para pagar la apuesta si perdía, pero me negaba a perderte a ti. Cuando te llevé a mi casa, sí te besé y te quité el vestido, Pero no hice nada más. Estuve toda la maldita noche mirándote. Había puesto cámaras en la habitación desde que hice la apuesta, para mostrar cómo ganaba, pero como todo había cambiado, solo tomé esa foto para mostrársela a él. Quería el camino libre contigo.

—Aunque no me violaste, igual me hiciste daño Chad. Tu forma de querer es cuánto menos real —comento.

—Sí, tal vez mis actos te hicieron daño, pero, yo solo veía el camino que me hacía tenerte. No lo siento Kimberly, a pesar de que me encantes y te haya hecho sufrir. No me arrepiento porque te tuve una noche entera en mi cama, te pude mirar desnuda por horas...

—Si no lo sientes, ¿cuál es el motivo de tu llamada? —indago, interrumpiéndolo.

Introduce su mano en el bolsillo de su pantalón y me muestra un circulo de papel. Lo tomo e intento abrirlo. Sea lo que sea que esté dentro no le gusta para nada, porque el papel está jodidamente estrujado.

Cáncer de pulmón.

Lo observo pero él solo mira hacia adelante.

—Hace varias semanas empecé con dolor en el pecho, pero pensé que se debía a los ejercicios. También se agregaron síntomas como dificultad para respirar y una tos persistente, creí entonces que había adquirido un virus. Después de la paliza de tu novio, que no me quedó más remedio que terminar en el hospital, descubrieron que tenía cáncer.

Joder.

Estás cosas si me ponen de los nervios. Se que el cáncer no tiene bandera pero ver cómo alguien tan joven en invadido por él me entristece.

—No sé siquiera lo que harán. No sé si logre salir de él. No sé si da tiempo o ya ha atacado mucho. Camila es quién está al tanto de ello, yo no quería saber —Camila debe ser su madre—. Sé que tras mis actos has tenido problemas y las has pasado realmente mal, pero, te lo digo sin quedarme con nada dentro, tengo miedo de cual sea el final y si te veo en el proceso, la muerte ya no me da tanto temor.

—Chad, sí soy una chica que siempre dará más de lo que recibe. Te aseguro que no me alegra tu situación, a pesar que por tu culpa estuve días en una cama llorando. Pero, no me pidas que me quede contigo, porque mi respuesta será No. Tengo novio Chad y estoy enamorada de ese hombre.

—Kimberly no te pido que seas mi novia, que llevemos una relación; solo pido verte, saber que estás cerca. Concédeme unos últimos días...

—Esto es ilógico Chad, me hiciste daño...

Sus manos agarran las mías despacio y las besa de imprevisto.

—Lo he pagado y lo pago. Mi familia está completamente en quiebra, tengo que pagar un millón por la apuesta y yo, cargo con el dolor de que por primera vez en la vida quiero a alguien y ese alguien está enamorada de otra persona —comenta.

Será que a mí corazón pusieron mucho de buena o que Chad era un buen actor. Me estaba convenciendo, no voy a mentir. Hablaré con Reese en cuanto salga de aquí y espero no tener problemas con él.

— ¿Qué deseas de mí? —interrogo.

—Solo verte seguido —asegura.

— ¿Es de forma obligatoria? Es decir, si no vengo denunciarás a Reese —expreso.

—No lo haré —responde—. Después de todo, sé que los merezco. Al fin de cuentas él te ama también y estuvo a punto de perderte.

—No sé si pueda cumplir con ello, Chad —cuento—. No quiero tener más problemas con Reese...

—No pasa nada —responde—. Tenía que intentarlo.

— ¿Te quedarás aquí? —cuestiono.

—Sí, es lo que nos queda —comenta.

Asiento y tras despedirme con un «nos vemos» camino hasta el auto.

—Esto es muy fuerte —dice Melo cuando subo—. ¿Le crees?

—Siento que es cierto. Igual y no está seguro que le conceda lo que quiere, hablaré con Reese antes —expongo poniendo el auto en marcha—. ¿Qué harás tú?

—Tengo el contacto de una curandera. Con un brebaje creo que puede ayudarme —comenta.

— ¿Estás loca Melo? —casi grito.

—No. No pasa nada. Son hierbas. Provocan un aborto espontáneo...

—Melo vamos a una clínica...

—Kimberly no me pongas de los nervios a mí. Te apoyé en tu locura, apóyame en la mía.

—Maldita sea —me quejo.

—Esta es la dirección —dice mostrando su teléfono.

El lugar era cuánto menos pulcro. Estaba horrible. La casa era de madera y estaba en pésimas condiciones. Muchas plantas le rodeaban y casi le cubrían. Detengo el auto y al instante una señora mayor en malas fachas se sitúa en la puerta.

Melo se baja de inmediato y yo, prácticamente corriendo la sigo.

—Soy Melo, señora Raquel. Tengo un enorme problema y usted tiene la solución —comenta Melo.

—Acérquense —pide y cuando me fijo realmente en la mujer, me doy cuenta que es ciega. Más loca aún la idea. Cómo va a dejar que le prepare un brebaje cuando no ve—. ¿Cuál es ese problema?

—Embarazo. Aún no termino la escuela y el padre, solo se interesa por sexo, mujeres y fiestas —informa Melo—. No hay disponibilidad de amor y tiempo, para un bebé.

—Melo creo que deberías hablarlo con él...

—Estoy segura de lo que quiero y lo que no —me interrumpe introduciendo la mano en su cartera y sacando varios billetes doblados, los que coloca en la mano de la mujer.

La mujer asiente y vuelve al interior de la casa. No pasan ni dos minutos cuando sale con muchas cosas y se dispone a preparar la bebida.

Mezcla hiervas, bebida. No sé qué demonios hace, pero ella parece dominarlo. Camino inquieta por la situación de Melo. He visto a Julen y sí, puede tener porte de que no le importa nada más que las mujeres y el sexo, pero he visto también como busca todo el tiempo a Melo.

—Melo...

—Kimberly, es mi decisión. Si tú estuvieses en mi sitio yo te apoyase en lo que hubieses decidido.

Con esa interrupción me calló definitivo. Es cierto que es su decisión. Yo traté de hacerla cambiar, pero no ve nada más.

Casi una hora estuvimos ahí, hasta que la mujer le entregó un vaso de aluminio malamente pintado de blanco. Melo no me dejó ni hablar, se lo bebió de un solo trago.

Joder.

Ella le dice que puede presentar dolor o perdida de sangre y joder, yo me pongo de los nervios.

Volvemos al auto y conduzco hasta su taller. Melo estaba pálida así que la acompaño al sofá y le traigo agua. Estoy de los nervios. Tomo uno de sus cuadros y con eso mismo intento que tome aire. Se queja pero me importa una mierda.

Pasa más de una hora y ella sigue en estado lamentable. Se queja y miro hacia sus muslos.

Mierda.

Está sangrando mucho.

—Melo vamos al médico —pido y ya estoy hasta sudando.

—Es normal, se me pasará —comenta.

Pero no pasa, parece una hemorragia grave. No sé con cuántas toallas intento limpiarla.

Se hace la fuerte, la que no le duele, pero, se lo noto en la cara.

Tocan la puerta y aunque ella toma mi mano, voy a abrir. La llevaré al maldito hospital a la fuerza. Debía haberle metido una bofetada ante que se tomara esa mierda.

—Julen, ¿qué haces aquí? —cuestiono en la puerta.

—Ella no me contesta hace dos días y quiero saber si está bien —dice y parece desesperado.

Seguramente Melo me odiará por esto, pero no dejaré que se me muera en ese sofá. Iremos al maldito hospital.

— ¿Erizo y esa sangre? —cuestiona y no me deja ni contestar porque me mueve de la puerta y entra.

—Melody ¿Qué cojones te pasa? —pregunta mientras corre hacia ella.

—Vamos al hospital Julen, ahora —demando.

—No quiero ir...

—Cállate Melo, irás joder —digo desesperada mientras Julen la toma en brazos.

— ¿Qué pasó Melody? ¿Qué hiciste? —pregunta él llevándola al auto, pero ella no le contesta.

Tengo también la culpa. ¿Por qué no le di tres bofetadas hasta que entendiera que si quería abortar, fuese a una clínica? Por querer apoyarla en su decisión he dejado que tome esta pésima.

Julen corre con ella en brazos por todo el hospital y cuando la reciben en una camilla, sigue corriendo con ella hasta que le impiden el paso.

Suspiro y me apoyo en la pared, pero la situación me puede. Una lágrima corre por mi mejilla.

Si le pasa algo no me lo perdonaré.

—Dime que es eso Kimberly —pide con desesperación Julen.

—Descubrió su embarazo hoy... —cuento y ni siquiera soy capaz de seguir—. Abortó.

Julen pasa sus manos por su cabeza. Luce contrariado, perdido. Camina de un sitio a otro, como si no supiese que hacer. La pared le queda cerca y piensa que golpeándola cambiará la situación.

— ¿Por qué demonios no me contaste? —pregunta.

—Porque si fuese yo, ella tampoco hubiese llamado a Reese. Decía que solo te interesaba el sexo, las mujeres y las fiestas. Intenté que hablara contigo más de una vez, pero no quiso Julen. Le di más de una vez para que pensara, si tenerlo o no, pero su decisión fue clara desde que la prueba dio positiva. Luché para que no tomara esa porquería que le haría abortar, pero no sirvió de nada.

Más golpes a la pared. Su pelo está revuelto de la cantidad de veces que se ha pasado las manos por él.

Busco mi móvil y marco el número de Reese.

— ¿Puedes venir al hospital? Julen te necesita. No te preocupes por Lia, le pediré a mi madre que vaya por ella —le digo.

— ¿Qué está pasando Kimberly? Me vas a volver loco, joder —comenta exasperado.

—Por favor amor, no lo compliques. Julen te necesita y yo no puedo moverme de aquí —comento y cuelgo.

Una vez cuelgo llamo a mi madre.

—Prince ¿Estás bien? —contesta de inmediato.

—Mamá Melo ha abortado. El padre de su bebé era el amigo de Reese. Estoy en el hospital y necesito que Reese venga con su amigo. ¿Puedes cuidar de Lia? —cuestiono.

—Por supuesto Prince. ¿Dónde vive Reese?

—Te enviaré la dirección. Si Allison está contigo, puedes llevarla también. Se entienden bien —cuento—. Gracias mamá. Te contaré luego.

Sigo en el mismo sitio y Julen está cada vez peor. Sentado ahora en el suelo con una mano en su cabeza. Casi quince minutos después, Reese corre en nuestra dirección.

— ¿Qué sucede? —pregunta colocando sus manos en mi cara.

—Melo abortó. Se enteró hoy que estaba embarazada y tomó una bebida que la hizo abortar. Perdió mucha sangre —comento e intento no romperme en los brazos de Reese.

Reese mira a Julen y se acerca a él. Julen seguía sin hablar ni una palabra. Así que Reese se sienta a su lado.

Pasa el tiempo y yo empiezo a caminar de un sitio a otro. No aguanto más, así que camino dispuesta a dar con el médico. Mis pasos se detienen cuando este viene en nuestra dirección.

— ¿Familiares de Melody Astor? —pregunta.

—Somos nosotros —aseguro—. ¿Cómo está ella?

—Hemos detenido la hemorragia. Sufrió un aborto. La forma de hacerlo le trajo consigo una infección. Puede que vuelva a salir embarazada pero  puede que esto le traiga consecuencias en el futuro, como infertilidad —comenta y yo me muevo hacia otro sitio mientras no controlo las lágrimas.

— ¿Puedo verla doctor? —escucho preguntar a Julen.

— ¿Tú eres?

—Su novio —contesta.

—Sígueme —demanda el doctor.

Siento unos brazos rodearme. Los conozco, son mi hogar.

—No evité que lo hiciera Reese. Debía haberle dado una golpiza por su cara o haberla tomado del cabello, joder. La apoyé en esta locura...

—Nena, era su decisión. ¿Qué podías hacer tú? ¿No intentaste detenerla?

—Lo hice, lo intenté, pero estaba segura en lo que quería hacer. Maldita sea, quizás después no tenga más hijos...

—No es tu culpa —dice—. Hablemos nosotros, en lo que Julen habla con Melo.

Sí, también tenemos asuntos que solucionar nosotros, pero Melo me preocupaba más. Quisiera ver cómo está. Escucharla decir algo.

—Julen y ella hablarán por algún tiempo. Tú y yo tenemos que hablar también —demanda Reese.

Termino siguiéndolo al auto, donde nos sentamos en el asiento trasero.

—No vuelvas a hacer esto, Kimberly. Me tenías preocupado, joder —me regaña—. ¿No te hizo nada? ¿Estás bien?

—Estoy bien —aseguro—. Solo quería pedirme que lo visitara seguido.

— ¿Qué cojones? —cuestiona Reese y el cabreo se nota en la voz.

—Me contó todo. La apuesta de un millón que hizo para tenerme en su cama, el supuesto enamoramiento que tiene hacia mí y el cáncer de pulmón que le descubrieron después de ir al hospital. Solo pide verme más seguido antes de que esa enfermedad le gane.

— ¿Le crees? —pregunta Reese con sus ojos posados en mí.

—Le creí —me sincero—. Le aseguré también que te amo y que no quería problemas contigo, por eso no prometí nada. Sé que de él vino mucho mal, pero si Erika se estuviese muriendo, también le daría lo mejor de mí para allá. ¿Sabes por qué? Porque cada cuál da lo que tiene dentro y yo, yo estoy llena de cosas bonitas.

Reese sigue observándome sin mover un apéndice y finalmente me abraza y deposita un beso en mi cabeza. Aquí está otra vez demostrándome que confía en mí.

—Si se inventó esta mentira lo mataré Kimberly, esta vez si lo haré —asegura—. Y yo te recogeré cada vez que vayas a verlo. No quiero repetir las mismas mierdas, así que te doy la confianza de que hagas lo que quieras hacer.

Lo abrazo porque lo necesito, porque no hay mejor lugar que este.

—Necesito esos dijes —comento—. Te amo Reese y esta vez nadie nos va a ser nadar contra corriente. Si alguien intenta joder, otra vez, estaremos, por esta vez, del mismo lado.

—Debo contarte algo yo —cuenta y levanto la cabeza de inmediato—. Janeth, la madre de Lia, ha vuelto.

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