22. Narrador
La princesa Stone se quedó con mil miedos dentro, a pesar de que esa era su prueba para Reese para probar su confianza. El macho mientras se iba con los nervios a mil de ver la escena de antes.
«Confía en ella» repetía su cabeza para que no olvidara lo de antes. Otra vez estaba siendo difícil pero está vez, tenía la experiencia pasada como enseñanza.
Aunque la palabra confianza ya él la tenía dominaba, la molestia de ver la mano de ese crío en lo suyo le molestaba enormemente.
—Suéltame Melo —demanda una vez avanzaron algunos pasos—. Ve con Julen, que lleva mucho tiempo esperándote en su auto.
— ¿Qué? —expresa sin poder contenerse esta.
No podía creerse que este haya ido hasta su escuela a buscarla. Así que sin atender más a Reese camina hasta el auto de Julen y se sube de prisa.
Mientras tanto Justin y Erika llevaban una bronca brutal en el parqueo y Kimberly se mantenía ahí, riéndose a posta de Erika.
—Justin cariño, si todo se calma aquí podemos continuar nuestra conversación —dice melosa Kimberly. Se acerca, atrevida a su ex novio y le planta un beso en la comisura de sus labios.
Cuando se sube a su auto, el móvil suena con la llegada de un mensaje.
Te espero en el último almacén.
La chica de los negocios de Reese, sonríe tonta a leer su mensaje. Está claro que había una conversación de por medio, pero al menos, él no repetía su actuar de la última vez.
Mira la pequeña caja roja, sabiendo perfectamente que a partir de ese momento no será necesario cargar con ella a todos los sitios.
El motor rugía de prisa mientras Kimberly ansiaba llegar a aquel almacén. Si todo salía bien, ella tendría su confianza, su seguridad y quién dice que no, su sobredosis de sexo.
Él mientras había llegado al almacén y caminaba de un sitio a otro impaciente. Cualquiera que lo conociera aseguraría que ese no era Reese. Era increíble como Kimberly podía ponerlo con cada actuar.
Ella por fin llega y tras bajarse del auto, con la cajita roja en manos, se acerca veloz a la puerta. La cruza con impaciencia a pesar de que cuando quedó frente a frente a él trató de mantener la calma.
— ¿Qué hago contigo Kimberly Stone? —pregunta Reese detallando a su chica—. Cuéntame por qué tú ex novio tenía su mano en ese sitio que ni siquiera te pertenece a ti.
Ella se agacha y coloca la pequeña caja en el suelo. De pie nuevamente, se deshace de su ropa sin contención, sin preocuparse de las palabras de Reese sobre lo de demorarse para enloquecer. No necesitaba de eso ahora. Ni de movimientos planeados, ni de actos procurados a enloquecer. Necesitaba dejarse llevar y no pensar en nada más. Ni lo que se vivió antes, ni lo que se vive ahora. Solo dejarse llevar sin nada y ese nada incluía más que sin ropa.
Agarra la mano de él y la lleva justo ahí, a su sexo. Él, tan imponente y dominante se arrebataba por ella a tal punto de querer explotar en el mismo sitio.
Rodeó con su mano la cintura de ella y camino veloz hasta pegarla a la pared. La presionó con su cuerpo y acercó sus labios a la boca de ella deseoso de devorarla.
Pero se detuvo.
Dejó las palmas de las manos contra la pared, cubriéndola a ella, que se veía más pequeña que él.
—Dime una razón para que otro haya tocado lo que es mío y de esta forma no te dejaré sin correrte por un mes —demanda con esa voz que desborda masculinidad.
A pesar de que el castigo era una cuestión que le jodía bastante porque ya había tardado días sin estar con él, debía contarle la historia, porque merecía saber.
—Erika puso la droga en la copa. Tuve que inventar una historia de que Melo estaba contigo para que pudiera retomar su amistad con Erika y descubrirlo. Hasta tomando copas al azar uno está en problemas. Quiero vengarme de ella y la forma más dolorosa para ella es a través de Justin.
— ¿Hasta dónde piensas llegar exactamente? —cuestiona él y se notaba la molestia del tema en su voz.
—No voy a follar con él Reese, claro está. Solo provocarlo y fingir que follamos...
—No te estoy entendiendo Kimberly.
El como le llamaba Kimberly y no nena o chica de los negocios a ella le estaba dando a entender que esto no le estaba gustando y que más vale que se explicase pronto.
—Voy a seducirlo. Tocarme para él...
— ¿Qué? —reaccionó la bestia de pronto. Claro que no estaba de acuerdo.
—No me verá Reese. Estaré follando contigo mientras él solo escucha mis gemidos. Solo intento volverlo loco detrás de mí. Esa es la mejor venganza contra Erika. Una vez haga que delante de toda la escuela me tome de la mano y confiese su relación conmigo, todo acabará.
— ¿Esto es por Erika o por ti? —interroga él y se notaba cabreado.
—Mírame Reese, mírame y SIÉNTEME. No sabes ya que Te amo joder o necesito repetirlo billón de veces más para que me creas. No siento nada por Justin, ni por ningún otro hombre que no seas tú. Tócame y SIÉNTEME, que no logro estremecerme y ahogarme en la humedad como lo logras tú. Es solo venganza y no por el acto, yo doy más de lo que recibo, ya lo dije, sino porque por esa gracia que hizo he tenido problems contigo cuando mejor estábamos. Entonces amor, tú me dices, si confías en mí de verdad y me dejas vengarme, aprovechándote de mi juego o vuelves a correr creyendo que por un segundo puedo ser de alguien más.
Oscuro, todo lo veía oscuro. Rojo, empieza a combinar con rojo. Una mezcla que Kimberly entendía por la forma de mirarla que le destrozaría la vida y no tengo una palabra que le pegue más.
La colocó de espaldas a él, dejando sus nalgas a su disposición. Las azotó a la vez y en una rapidez en la que ella se perdió azotó también su sexo.
Hoy no sería cuidadoso y se lo estaba mostrando con letras mayúsculas.
Empezó a magrear su sexo sin compasión, sin ningún cuidado. Estremece entera por la posesión de él. Su dedo recorre su entrada despacio y es ese despacio en medio de tanta brutalidad lo que la hace soltar un gemido que se mantiene en un eco en el enorme almacén.
Vuelve a azotar su sexo y mueve la cabeza hacia atrás. Su mano agarra el pelo de ella, como en el carrusel y la mantiene contra la pared. Su brutalidad no la lastima, hasta ahora no lo ha hecho.
Introduce dos dedos y aunque tuvo cuidado para entrar, una vez dentro, desató un huracán. No le daba tregua. Era rápido, fuerte, salvaje.
Él separa sus piernas y ella se empina más hacia atrás queriendo sentir su polla. Al contrario de ello, la mano que tenía en el cabello de ella la baja hasta sus nalgas y con un dedo cargado de saliva recorre en medio de ellas.
Mientras los dos dedos de él se movían preciosos en su coño, la otra mano que recorría su trasero, permitía un dedo por ese aún virgen hueco. Kimberly estaba tan entregada a él que ni siquiera se queja cuando este la penetra.
Los gemidos de la chica eran altos y las ganas de correrse le amenazaban con partirla en dos pedazos. Sin embargo, cuando gritó anticipándose a la lujuría que se desataba, Reese se detuvo.
No dio tiempo a quejas por su parte, la giro rápidamente y la cargó a horcajadas. Tenía una jodida habilidad para colocarse el condón que el tiempo que esperó Kimberly para sentir su gran erección dentro, fue corto.
Con sus manos en las nalgas de su chica domina el movimiento, introduciéndose hasta dónde ella es capaz de gemir sin contención, ni pausa.
Adaptándola para lo que planea hacerle después, vuelve a introducir un dedo repleto de saliva por su trasero.
La chica parece disfrutar más y se lo hace saber. Reese sigue siendo el loco salvaje que intenta romper algo que luce pequeño en sus brazos.
El orgasmo parecía correr sin piedad por Kimberly y ella, casi gritaba, sin embargo, el que Reese le impidiera correrse otra vez, le asustaba. No aguantaba más frenos.
—Quiero correrme. Quiero que me dejes hacerlo, amor... —sus súplicas fueron interrumpidas por un grito. Lo había pedido y Reese se lo daría, arremetiendo brutalmente contra ella, haciendolá temblar en sus manos.
Si Kimberly se pensaba que Reese había terminado, se equivocaba muchísimo. Todavía seguía de los nervios de saber el plan de su novia, así que hasta que no la dejara con trabajo para sentarse no se detendría.
La colocó en el suelo nuevamente e inclinó su cuerpo hacia delante. Kimberly se dejaba llevar por el mando de Reese y este enloquecía a su vez de tener a su chica a su disposición.
Empapó de saliva el condón que aún estaba en su polla y aunque no hacia falta porque Kimberly la había dejado extremadamente húmeda solo se aseguraba de que no le molestara.
Coloca la punta de su erección en el trasero de ella y empieza a empujar. Fue salvaje follándola, pero ahora se permitía ir despacio
Kimberly se pone tensa pero la mano de él recorriendo su espalda la relajaba. Él le daba además de la excitación, la seguridad. Lo que hiciera le gustará o al menos no la lastimará.
No podía negarlo, confiaba en él.
No se quejó aunque la entrada de él fue bastante incómoda. Le dolió, no puede negarlo, pero el hecho de que Reese no le diese oportunidad de pensar en la incomodidad y su trasero se adaptara con cada arremetida más al tamaño de su verga, le hacía empezar a disfrutar de esta manera de follar.
Reese le rodeó con una mano las caderas y la subió hasta cargarla en sus manos. Empezó a moverla, como lo estaba haciendo antes, solo que ahora tenía otro hueco por el cual arremeter.
Así, colocó una mano sobre su sexo, mientras con otra intentaba cargar su peso y moverla sobre su verga. No le resultaba difícil, pues Kimberly era más pequeña que él.
La mano disponible tocó sin piedad el sexo de ella. La humedad que había dejado el orgasmo de antes se volvía una condena y Reese terminó introduciendo dos dedos.
Kimberly era doblemente penetrada y la sensación le estaba volviendo loca sobre las manos de su hombre. Ni siquiera habían pasado un minuto. Reese empujó su polla sin piedad y azotó su sexo antes de volver a penetrarla con los dedos.
La chica antes de caer en el electrizante orgasmo, soltó en un grito que se correría, pero Reese solo aumento aún más la intensidad.
Los fluidos salían a borbotones mientras su cuerpo aún vibraba. Él la agarraba hasta que volviera la calma en ella.
Volvía Reese al ataque. De que ella no podría sentarse después, era seguro. Un propósito que se cumpliría.
— ¿Qué tanta flexibilidad tienes? —cuestionó este con una imperceptible sonrisa. Ella respondió antes que palabra con una sonrisa amplia.
No sabías nada, Reese.
Pero tú tampoco, Kimberly.
Levantó el pie contra la pared, permitiendo que él siguiese haciendo lo que quisiera con ella.
Cambió de preservativo y volvió. Se colocó delante de ella y esta vez no fue cuidadoso al entrar. Tuvo que elevarla a ella un poco más para que no tuviese él que agacharse.
La boca de él, desorbitada por lamer más de ella, se movió con prisa hasta sus tetas. No era la primera vez que lo hacía, pero estaba siendo fuerte, rápido y salvaje. Todo el cuerpo de ella, lo estaba sintiendo.
La posición hacía a la chica de los negocios sentir como la verga de Reese se introducía hasta darle la sensación de quebrarla.
No sabía si podía caminar con normalidad, pero la voz la tenía ronca de tanto que ha soltado por su boca.
Otra vez él lograba tocarla, lamerla y penetrarla de una forma que acababa temblando mientras se corría.
El lugar limitaba las formas, pero ese no era un impedimento para Reese. La colocó de cabeza mientras esta vez si la agarró con las dos manos.
Pretendía saborear todo lo que había provocado sus acometidas y a la vez obtener más en su propia boca.
Kimberly, tenía la verga de él a su alcance así que retirando el preservativo, empieza a lamerla.
Él, mientras, comía con arrebato su hendidura. Chupando con mucho deseo. Lamiendo ágilmente como a ella le gustaba. Kimberly intentaba seguirle la rima, pero la lengua de Reese le hacía no enfocarse en nada más que no fuese el perímetro que recorría.
A la princesa Stone se le hacia difícil creer que podía correrse otra vez, pero así estuviesen dos horas, Reese no la dejaría escapar.
Las succiones y lamidas no cesaban y la chica de los negocios ya estaba gimiendo nuevamente. El compañero de pincha, no daba chance ni a qué respirara. Necesitaba como una puta droga sentirla correrse en su boca y estaba a punto de lograrlo.
—Reese dame un...
No terminó de hablar porque la succión que hizo le calló de golpe. Otro orgasmo llegaba.
Tregua, no. Aún no había tregua.
Todo lo que podían hacer tenía que ser de pie, debido a que el almacén solo contaba con una estiba y no la acostaría a ella sobre eso.
Otra vez puso a prueba la elasticidad de Kimberly, haciendo que se inclinara hacia adelante hasta tocar casi sus tobillos. Grandiosamente ella podía, por sus trucos en el baile. Cualquier otra persona podría haberle dicho, en esa posición «vaya a cogerse a su madre»
Ya Kimberly se sentía menos resistente y aunque Reese era quien hacía, no se había corrido, por tanto, Kimberly iba a desfallecer.
Otra cogida de las brutales, otro orgasmo delirante. Kimberly pensaba pedir cinco minutos, pero nada detendría a Reese.
El tiempo pasaba y Reese se detuvo cuando vió a Kimberly con trabajo para sostenerse. Había puesto a prueba su flexibilidad muchas veces y ella le había demostrado lo flexible que era. Ya no aguantaba otra ronda. Aunque intentaría hacerse la chica que aguantaba toda las que le diera, lo cierto es que se había corrido varias veces y Reese no, ya llevaba desventaja.
Cuando él terminó se separó de ella para buscar su ropa, pero Kimberly no lo dejó. Tenía que cargarla.
Él la tomó en brazos y tras agacharse a tomar su ropa la lleva hasta su auto. Kimberly se aferraba a su cuello. Se sienta en el asiento de copiloto con ella en brazos aún.
—Confío en ti, Kimberly. Lo hago. Sin embargo, el que otro hombre tenga acceso a cualquier parte de tu cuerpo me vuelve loco. No puedo ver desde mi sitio a tu ex novio tocándote...
—No verá nada amor. Tampoco me tocará. Solo juega conmigo para él. No se requiere de mucho para tenerlo loco. Te lo aseguro. Solo le dije dos cosas hoy y cayó de inmediato. Tiene Erika que pagarme lo que perdimos cuando apenas comenzaba y los estragos que hizo a la confianza en nuestra relación.
—Si te dejas tocar o...
—No lo haré...
—Te castigaré Kimberly. Te haré desesperarte porque te toque y no te tocaré. Acercaré mi boca a la tuya y no te besaré. No te correrás —la interrumpió dejando claro las reglas.
El móvil de ella suena y va a moverse para cogerlo pero prefiere quedarse en el mismo sitio. Reese alcanza su teléfono y en la pantalla aparecía el nombre de Justin.
—Mi novio me ha dejado incapacitada hasta para sexo virtual. Así que puedes colgarle —comenta ella cómoda en los brazos de Reese.
El móvil vuelve a sonar y esta vez el nombre de papá ilumina la pantalla. Reese se lo pone al oído y Kimberly contesta.
—Princesa ven a cenar con Reese. Te he dado la confianza suficiente siempre, no empezaremos a perder eso nosotros también.
Kimberly no estaba en condiciones de ver a su padre ahora, pero quería que la situación con Reese se calmase. No quería que su padre y el hombre que le gustaba estuviesen en guerra, cuando ella ya había optado por la paz.
—Está bien papá, iremos —asegura Kimberly.
—Mi padre quiere que cenes con nosotros en casa —cuenta Kimberly y Reese asiente.
—Creo que tendremos otra pelea por como he dejado a su pequeña hija —comenta Reese.
—Soy una mujer... —iba Kimberly a soltar la frase de empoderamiento pero, en un movimiento brusco tratando de salir de encima de Reese le molestó—... mierda.
Reese río y ella le achicó los ojos.
Terminó Reese vistiéndola y cargándola hasta su coche. Lo último estaba siendo mucho, pero a él le encantaba hacerlo.
Julen y Melo estaban con Lia. Últimamente estos dos se quedaban con Lia cuando Reese tenía algo importante. Lo del parque de diversión fue posible porque Julen aseguró que el cuidaba con Melo a Lia y así lo hicieron.
Se detuvieron frente a la mansión de Kimberly y bajaron a la vez para entrar en casa. Kimberly se bajó del auto con una queja y tras caminar no lo hacía con la misma velocidad de siempre.
Entran a la casa y Kimberly al ver a sus padres intenta caminar como siempre. Los saluda y cuando es el turno de Reese, este saluda a Aiden, como lo hacían antes.
Aiden pide a Reese conversar y se sientan en la sala mientras Kimberly y la mamá van a la cocina.
Ni Aiden, ni Reese estaban tensos, un estado que les permitiría mantener una conversación esta vez sin llegar a los golpes.
—Si mi hija te elige mil veces a ti, mil veces la apoyo. No por ti, por ella, porque como te dije antes no le pondré límites a su vida. Si después de lo que ha pasado, cree que eres tú, entonces yo como padre, aseguro que es lo mejor que puede pasarle. Quiero que haga lo que desee. No importa que tanto se equivoque, la vida lleva eso. Si te soy sincero Reese, si volvemos a aquel día vuelvo a tener una contienda contigo, porque el que mi hija haya pasado tantos días en una cama, luciendo como nunca luce, ni siquiera cuando terminó con Justin, me deja una furia que no controlo, importándome una mierda que yo un dia salí corriendo también. Porque sí, lo hice con Keira, pero ya te lo expliqué una vez, Keira no es mi hija. Cuando se trata de verla sufrir, lo lógico me importa una mierda.
Aiden había soltado todo lo que quería, pero Reese no se quedaría atrás, también le diría.
—Aiden no me retracto de mi posición tampoco. No es sencillo ver a tu chica en la cama con otro y si lo hubieses vivido tú hubieses salido corriendo. Hay algo demasiado posesivo en mí, que no quiere que nadie más tenga a Kimberly como la tengo yo. Que soy lo mejor para ella, no lo sé, pero de que la quiero con locura que no te quepa duda. Si por mí fuera la secuestrase en mi casa, pero como tú, tampoco pondré límites.
—Tiene diecinueve años y muchas cosas por vivir...
A Aiden le preocupaba que Kimberly empezara a vivir con responsabilidades o que se repitiese la historia con el embarazo.
—Tiene diecinueve años y muchas cosas que vivir, pero que pienso vivir con ella. Si tú miedo es que la embarace o la tenga encerrada en casa cuidando a Lia, no te preocupes, eso no pasará. Ella va a estudiar Administración de Empresas y se va a graduar. Después de ello, pensaremos nosotros que más queremos.
Aiden asiente antes las palabras de Reese y aunque no lo reconocería, ese hombre le convencía, era bueno para su hija.
Se sientan en la mesa a cenar y la conversación fluye increíblemente bien, con el tema que saquen. Kimberly estaba feliz, aunque intentó levantarse de la silla y pensó en quejarse.
Reese sonríe desde su sitio y se acerca a su oído.
— ¿Quieres que te lleve a tu habitación nena? —susurra en su oído—. Podría apostar que encima de mí te sientas mejor.
—Reese Collow ¿Qué pretendes conmigo? —susurra ella en su oído.
—Hacerte de todo, nena, de todo —comentó por lo bajo.
Reese se marchaba pronto pues llevaba mucho tiempo fuera de casa y Lia era su responsabilidad no la de Julen y Melo. Pidió a Kimberly que lo acompañara a la puerta. Esta lo miró con la clara evidencia de que tendría que vengarse algún día. Se hizo de todo lo que conllevaba la palabra mujer y se levantó de la silla sin quejarse, sin embargo, su cara reflejaba que no estaba del todo bien. Aiden y Keira podían verlo.
—Prince ¿Estás bien? —cuestiona Keira.
—Colícos menstruales —inventó atendiéndolos a ambos. No necesitaba más, ellos entendían.
Kimberly acompañó a Reese hasta la salida y tras hacerlo fueron hasta su auto. La tomó de las caderas y la subio a la parte delantera.
—Vamos conmigo a casa —pide él.
—Dormir juntos sería un salto enorme, novio —apunta ella rodeando con sus manos, el cuello de él.
— ¿Qué deseas? ¿Que venga a visitarte cada noche a tu casa y te cuente que tal me ha ido el día? Luego vuelvo a la mía.
—Si lo dices como si fuera lo más aburrido del planeta voy a empezar a creer que solo te interesa follarme.
—Si ese fuera mi único interés, no estaría tan loco todo el día detrás de ti, chica de los negocios.
...
Todavía Kim sentía la polla de su novio dentro y aún su cuerpo estaba incapacitado pero, el plan con Justin tenía que seguir.
Se encamino hasta el baño de este y le envió un mensaje a Reese de lo que haría. Reese, se coló en el mismo baño y se metió en la última sección. No creía que estaría haciendo eso, pero sin dudas, mataba los nervios de que Justin tuviese a la vista a Kimberly.
Era un maldito posesivo, sí.
Kimberly le escribió a Justin enviándole su ubicación y cuando este llegó ella se subió al lavabo.
Justin se le lanzó y el beso no tardó. Reese estaba a punto de salir cuando Kimberly bajo de un salto y abrió la puerta de la penúltima sección.
—Quiero que me imagines masturbándome a tu lado y que tú lo hagas conmigo —pide Kimberly en un susurro—. Juguemos antes Justin. No follaré contigo hasta que no termines con Erika. No soy ella y esto no funciona así. Solo jugaremos.
Él entra a la sección penúltima y Kimberly mientras se introduce con Ese en la última.
Este la carga y tras ubicar el preservativo se introduce en ella arrancándole un grito. Justin perdido soltaba gruñidos del otro lado.
No importa que tanta molestia le había dejado ayer el animal que la cargaba, hoy volvía a tenerla excitada.
Sus fuertes manos la agarraban a ella y la movían a su antojo. La boca de Reese humedecía el cuello de Kimberly. Volvían los gemidos, las ganas, la necesidad de sentirlo dentro.
Una adicción. Eso estaba creando con Reese. Era bastante jodido que aunque aún en la mañana no caminase con facilidad, ahora estaba explotando en placer.
La boca de Reese sigue a sus tetas, está vez no tiene que pedirle, el chupa, muerde y hace suyo cada espacio.
Kimberly estaba a punto de correrse, así que gimió sin contención haciendo que Justin al lado soltara maldiciones. Alargó los gemidos y cuando las contracciones en su pelvis terminaron se apresuró en acomodarse la ropa y salir con Reese antes de que Justin lo hiciera.
—Iré hoy en la noche a quedarme contigo —le dice ella a Reese caminando hasta la salida de la escuela.
— ¿Una forma de hacerme olvidar el beso? —cuestiona él con seriedad.
—Una forma de pasar la noche contigo y con Lia —asegura esta—. ¿Tienes otros planes?
—Dejarte sin sentarte mañana también —comenta y mueve Kim su cabeza en negación.
Por otra parte, Victoria caminaba hacia casa de Reese. Estaba decidida a tomar a Lia en sus clases e irse con ella. Sin embargo, lo que menos se espero era que dos hombres la secuestraran antes de llegar a la puerta.
Victoria intentaba por todos los medios de soltarse, pero el pañuelo en la nariz con un fuerte olor le hizo debilitarse hasta caer en un profundo sueño.
Andrea, sin romper su forma de vestir y en altos tacones esperaba que Victoria se despertara. Estaban en un almacén de su empresa. Había enviado a los empleados de vacaciones el resto del día. Para nadie era asombroso, pues ella lo hacía cuando Enzo venía a verla.
Impaciente porque despertara manda a pedir un cubo de agua helada y se lo lanza arriba. No respondió otra más.
— ¿Qué? ¿Quién eres maldita perra?
—Sí, eso señorita, la perra que te enseñará que con mi ahijada no te metes. Mírame, mira a la perra que te hará suplicar.
Andrea cambio rotundamente. No dejó que sus hombres la violaran porque esa palabra en el pasado le hizo estragos, sin embargo, había otro método.
Mandó a que la desvistieran y preparó todo tiempo de prácticas sexuales que podían dolerle. Técnicas que ni ella probaba. Todas las aplicaba con Victoria.
Los gritos eran ensordecedores, así que le cubren la boca. Los látigos eran sin descanso y ya la piel estaba a rojo vivo. No tenía compasión, no le daba tregua.
—Maldita perra que cree que puede tener a Reese. Es una chiquilla que ni siquiera sabe cómo hacer una mamada.
Andrea le suelta una bofetada.
—Como tu sabes hacer las mamadas bien, chuparás la polla de los dos a la vez —le dice la pelinegra llamando a sus hombres.
Y así lo hacen. Ellos se cuelan en su boca sin piedad mientras esta grita.
—Tú vas a ver a mi sobrina Victoria y saldrás huyendo mami. Te voy a romper hasta tu madre si sigue viva, pero no le joderás la vida a Kimberly. Seguiremos probando prácticas sexuales que dejarán que tú sed de meterte en cuartos que no son tuyos se acaben.
Andrea no tenía lastima, mientras veía la molestia y el dolor en ella, mejor se sentía. En esta familia no había nadie cuerdo y menos si se trataba de alguien que jodiese a los suyos.
—No me separaré de Lia, ni de Reese, son míos, esa estúpida... —Andrea no la dejo terminar, pues más bofetadas impactaban contra la cara de Victoria.
— ¿Qué cojones es tuyo? ¿La envidia? ¿La puta decepción de que no provocas ni a mis hombres? ¿La equivocacion de meterte con quién no debías?
—Ni tú, ni nada podrá impedir que me acerque a ellos...
—Victoria, mírame. ¿Crees que tengo miedo hacerte desaparecer? No tienes ni puta idea de dónde vengo yo, no me subestimes porque me veas en esta ropa cara y los zapatos de marca. Dejarás de aparecer en la vida de ellos.
—No
Andrea se volvió una fiera provocando dolor y quejas en ella. Estaba llena de marcas y ni eso la detenía. Sus hombres tuvieron que interceptarla antes de que terminara cometiendo una locura.
—Te van a vigilar hasta cuando vayas a cambiarte la toalla sanitaria. Así que, tú decides si quieres estar bien o vivir en constante maltratos por mi parte. Porque mami, te lo aseguro, soy imparable. No me cansaré de hacerte daño. Si crees que eres una víbora, lo soy más que tú.
Andrea le hace seña a sus hombres para que la lleven de vuelta.
—Buen viaje, querida —se despide irónica ella—. Nos vemos pronto.
—Janeth, un placer conocerte —comenta Victoria con la poca fuerza que le quedaba, pues las prácticas de Andrea habían acabado con ella
—Claro mami, placer. Recuerda esa palabra, porque el mínimo error tendrás mucho de eso, de lo de hoy.
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