19. Reese
Estoy completamente perdido. No había pasado por esta situación nunca o mejor dicho nunca me había sentido así. Todo lo hago por instinto, tomar el auto y salir de prisa.
El motor rugía con locura y yo, aunque miraba al frente, no veía nada. Las alarmas en mí se disparaban en señal de peligro, pero me importaba una mierda.
Yo recuerdo haberme enamorado y compartido mucho con la madre de Lia, pero mi exceso de trabajo destruyó absolutamente todo. Ella me dijo adiós primero y estaba bien, porque de alguna forma acabaría.
No comparo ni a ella, ni la historia con Kimberly. No tiene absolutamente nada que ver. Sin embargo, llegar a casa y encontrar que se había marchado, se sintió menos duro que ver a Kimberly follando con otro.
No vino y me lo contó, si hubiese sido solo palabras de alguien, la situación fuese distinta, pero lo vi, con mis propios ojos. La imagen donde se besaban sobre esa cama sin ropa...
Incluso ahora joder, ahora me sigue doliendo acordarme.
Detengo el auto y salga rápido de él. Necesito aire, necesito respirar. Me estoy asfixiando maldita sea.
Diecinueve putos años, una cría y yo creyendo que podía lidiar conmigo. Sigo equivocándome.
Ella corrió por verme desnudo en el mismo espacio que Victoria en toalla, y me aseguró que ya no confiaba en mí por ello. Joder, pero ahora soy yo, el que veo una maldita foto de ella y otro desnudos sobre una cama y debería quedarme y escuchar sus teorías, pues no.
La vida se está encargando de hacernos pasar por lo mismo para que cada uno vea por su sitio como puede sentirse el otro.
Y es así, lo que pudo haber sentido ella aquel día, pues yo lo siento el doble hoy.
Vuelvo a auto y conduzco hasta el bar más próximo. Jamás me he ahogado en el alcohol para sobrevivir a nada, pero me lo permito por estas horas, porque no sé como cojones lidiar con lo del pecho.
Whisky, tras whisky y seguía igual. Más tragos y todavía me acordaba de ella. No sé exactamente a qué número ya sentía que flotaba y no pensaba en nada.
Ese fue mi cura por algunos días.
Todas mis responsabilidades las había mandado al traste, incluso la mayor: ser papá. Esta iba a ser la última noche que viniera al bar y la última que me emborrachaba hasta que mis pensamientos me dejaran en paz.
Al llegar a casa, ni siquiera sé cómo abro la puerta, creo que la llave se había cansado de estar chocando contra la cerradura.
Camino con mucha torpeza hasta el cuarto. Escucho a Victoria hablando detrás de mí, pero paso de ella.
—No entres —ordeno y paso por la puerta dando traspiés hasta llegar a la cama.
Me acuesto y todo me da vueltas.
La veo a ella. Está aquí. Vino.
Aún me duele, pero, necesito que por cinco minutos ese dolor se vaya.
La beso de prisa, por su cuello que tanto me gusta. No me sabe igual. Intento levantarme para hacerla mía pero no puedo. Maldita sea. Estoy ebrio. Intento una vez más, acceder a su ropa y arrancarsela pero sigo sin poder.
Suelto un bufido y me quedo tranquilo en la cama.
El crujido de la puerta me alerta. Recuerdo haberme prometido que a partir de hoy, volvería a mis funciones, principalmente como papá. Me acuerdo de Lia, que debe esperarme y me levanto de pronto.
Lo menos que esperé fue esta escena. Victoria en bragas y Kimberly en la puerta.
Estoy jodido porque viéndola delante de mí aún quiero correr a besarla. Sin embargo, el recuerdo de lo que mis ojos vieron en ese restaurante me castiga, haciendo que no mueva ni un apéndice para aclarar la situación.
Ella luce distinta, como si la misma batalla que llevo lidiando hace días, también la llevase ella. Sus ojos estaban rojos de días llorando, incluso la notaba más delgada. Antes de que se permitiera llorar, sale corriendo.
Me levanto de prisa de la cama y voy directo a Victoria. Le agarro el cuello haciéndola retroceder hasta la pared.
— ¿Qué demonios te dije sobre estar aquí? —indago sin ningún cuidado—. Lárgate de mi casa. Lo haces ahora mismo.
—Anoche tú mismo me trajiste aquí —comenta y aunque suena desesperada, no logro creerle. Puedo estar penosamente ebrio que no me la hubiese follado solo por hacerle lo mismo a Kimberly—. Follamos, Reese. Me hiciste el amor.
Me echo a reír como nunca ve nadie.
— ¿Hacer el amor, Victoria? Si dudo que te haya tocado, más de hacerte el amor. ¿Qué amor de qué? Atiéndete las ilusiones, Victoria.
—Me tocaste Reese, cuando entre a tu habitación. Me besaste con desesperación...
Recuerdo haber soñado con Kimberly, haberla besado en el sueño, haberme dado unos minutos de paz, pero el cuerpo me pesaba, no podía hacer más.
La bese a ella, a Victoria.
Mierda.
—Vete de mi casa —ordeno.
—Pero tú y yo... nos besamos. Lia me necesita y nos queremos mucho, podemos...
—Que te largues —la interrumpo.
—No puedes volver con ella, me has tocado, me has besado...
—Escúchame Victoria. El tú y yo no exite, aunque no haya un ella y yo. ¿Entiendes Victoria? Si te besé anoche, que créeme, no me vas a pintar una escena erótica, porque más nada que eso no hice, ¿Qué? Fue solo un puto beso y porque me estaba acordando de ella, pensé que era ella.
—Reese escúchame...
—Sigues tomándote atribuciones —la interrumpo—. ¡Vete!
Ella se marcha de mi habitación y yo aprovecho para bañarme. Maldita sea. No me equivoqué cuando dije que ya estar en paz me ponía de los nervios, porque los problemas llegarían en picada.
Yo no merezco vivir de novelas románticas.
Después de la ducha y vestirme con traje, salgo. Me encuentro con Lia de camino, llorando.
— ¿Qué te sucede peque? —indago tomándola en brazos.
—No quiero que Victoria se vaya papá. Victoria me cuida, me lee muchos cuentos, me quiere mucho.
—Eso hacías con Kimberly...
—No quiero a Kimberly. Ella hizo que te enfermaras.
— ¿Kimberly no te ha cuidado? —pregunto y ella asiente—. ¿No te ha trenzado el cabello? —vuelve a asentir—. ¿No te ha tratado de dar todo lo que has pedido? —sigo y ella sigue moviendo su cabeza—. ¿Acaso no te ha abrazado? ¿No te ha leído cuentos? ¿No sé ha quedado a dormir contigo? —en cada pregunta ha dado el sí enojada—. Pues entonces, ella te quiere mucho más de lo que crees y no, no tiene la culpa de nada y en caso de que ella y yo, nos molestemos por cosas de adultos, tú no estás en el medio, no tienes nada que ver. Ella puede seguir siendo tu madrina y puedes quererla. Sé que no la odias, porque ella, no ha hecho más que cuidarte y consentirte.
La dejo nuevamente en el suelo y tomo su mano para irnos a la cocina. Ella ya tiene que haber desayunado pero quiero que me acompañe.
Victoria pasa llorando por la cocina. Sigo sin creerle nada. Lia se acerca a ella y le agarra la mano.
—Papá deja que se quede —pide mi hija.
—Lia las órdenes de papá se cumplen —dejo claro—. Victoria ha desobedecido una y otra vez. Así que no, no habrá otra forma. Se irá.
—Tranquila Victoria, pediré a papá que me lleve a verte a veces —le dice y vuelve a acompañarme a desayunar.
Lia no quiere más a Victoria que a Kimberly u odia a esta última. Lia se puso celosa de Kimberly por mí y Victoria mientras solo llamaba la atención de ella, porque yo jamás ni siquiera me acerque.
Estoy seguro que, si vuelve a encontrarse con Kimberly y conversan, algo que no han podido hacer desde que Lia se molestó, la relación que llevaban ellas volvería.
Independientemente de que lo de Kimberly Stone y yo ha llegado a su fin, sé que quiere a Lia y Lia a ella, no me opondría o jodería la relación de ambas.
Después de desayunar me llevo a Lia al trabajo. La mañana pasa de prisa y no he podido tener ni siquiera cinco minutos para descansar, debido al tiempo que llevo con todo desatendido. Lia se comporta, no da problemas, sumergida en sus cuadernos y lápices.
—Papá, ¿Puedes llevarme a ver a Kimberly? —cuestiona.
— ¿Qué le dirás? —indago.
—Que lo siento. Mi abuela me ha dicho que cuando hacemos las cosas mal, nos disculpamos. Hoy yo le dije cosas muy feas porque creí que te había enfermado.
Sí, lo hizo.
—No sé si la pueda encontrar peque, pero si no está en el trabajo de su padre, la buscaremos dónde este y le dirás lo que quieras.
Ella asiente.
Tras recoger la cantidad de papeles que tenía sobre el escritorio nos vamos a almorzar. Aunque lidio porque mi hija no note nada, me preparo internamente para volver a coincidir con ella.
Maldita sea.
El dolor, la furia, la maldita molestia me invade. La vuelvo a ver distinto. Ni siquiera me viene a la mente las veces que fue mía, solo la veo en esa cama con Westen.
Conduzco hasta A.S Enterprise. Tras aparcar me bajo y tomo a Lia de la mano.
— ¿Está es la empresa de Kim papá?
—De su padre peque —respondo tras pasar la puerta principal.
— ¿Y por qué trabaja si no lo necesita? —pregunta.
—Porque le gusta peque —respondo—. No importa que papá te de lo que quieras, tú también debes tener metas y debes trabajar por ellas. Aún eres muy pequeña, cuando tengas la edad de Kimberly, hablamos sobre esto.
Al levantar la cabeza y volver a atender nuestro paso me encuentro con Kimberly. Se ha cambiado de ropa, pero aunque tenga uno de esos vestidos, tacones altos, el pelo perfecto y maquillaje, la veo como en la mañana, como si llevase días en batalla.
No puedo dejar que estas cosas me debiliten. No voy a perdonar una traición.
Lia mueve mi mano y la observo. Me hace una seña para que hable con Kimberly.
Nos acercamos a ella y aunque, por dentro me está faltando el puto aire, mi mente reproduce las imágenes.
—Lia quería conversar contigo —comento y soy jodidamente frío—. Peque, estaré por aquí. Si terminas antes puedes mandar a buscarme.
Lia asiente, le doy un beso en la cabeza y me alejo de ahí. Voy a ver a Aiden.
Tras tocar su puerta, ruge un adelante. Está de tremendo humor el jefe de Enterprise. Al parecer no soy el único que está jodido.
Abro la puerta y tras pasar por el umbral, me acerco a él. Levanta la vista de los papeles y al darse cuenta que era yo, lo suelta.
— ¿Qué haces aquí? —cuestiona con pesadez.
—Vine a hablar contigo —respondo. Puede hablar como lo desee, que no me intimidará.
— ¿Qué vienes a decirme que crees que mi hija te ha engañado? —pregunta y suena bastante arrogante.
— ¿Crees que yo tengo que darte quejas a ti de lo que pase con Kimberly? ¡Qué te pasa Aiden! —interrogo con más pesadez aún—. Solo venía a darte la cara, a decirte que se había acabado.
Él se levanta de su silla y ese simple movimiento me asegura que los de antes pudieron ser bastante pasivos, pero este no lo será.
—Nunca me inmiscuí en lo que tenían ustedes, pero ahora Reese, te aseguro que no te quiero con mi hija. Piensas que pateó tu orgullo, mientras tú la has destruido más...
—Resulta que me muestran una foto de mi chica con otro y yo soy el que la destruyo. ¡Claro desquítate conmigo que es más fácil! —digo en alta voz y nos acercamos más.
— ¿Sabes si lo hizo porque quiso? ¿Sabes si quiera si está bien? —indaga y la primera pregunta me esta haciendo pesado el cuerpo—. ¿La escuchaste? Creí que tú eras bueno para ella, creí que podía confiártela...
—Crucifícame, que lo hagan todos, maldita sea. Todos pueden hablar y criticar mi actitud, claro, todos no están en esta posición —las palabras salen con un enojo brutal—. ¿Qué cojones harías tú si te mostraran una foto de Keira en la cama desnuda con otro tipo? ¿Eh Stone? Dime qué cojones harías. Sí, te sentarías a escucharla. Sí, te pondrías a indagar sobre como terminó ahí. No me toques los cojones, te irás corriendo, con tu orgullo pateado a beber como si no hubiese mañana. Y no la mirarías, ni siquiera quisieras escucharla. ¿Quién demonios puede criticarme quién? Que venga uno solo el que me diga a mí que vio a su pareja en la cama con otro en una puta foto y se quedó a escuchar la historia.
Aiden no tiene nada que decir así que como sabe que lo que digo es cierto me da un puñetazo.
Solo uno. Solo uno le voy a permitir, porque es la única forma que encuentra de liberar el enojo que carga ya que palabras no tiene.
Intenta darme una vez más, pero esta vez si no me quedo de brazos cruzados. Otro golpe de su parte, uno del mío. Ninguno de los dos se detiene.
— ¿Qué mierda hacen? —cuestiona alguien y de pronto dos más intentan detenernos.
Eran los amigos de Aiden. Liam y Dylan. Este último es quién intentaba agarrarme a mí.
— ¿Creen que esto merece tiempo? Chad salió del hospital hoy, así que es hora de encargarse de cosas más importantes.
No entiendo nada de lo que intentan.
—Me encantaría hacerlo volver —aseguro y me safo de Dylan.
—Pero no lo harás imbécil —contesta Liam y lo miro serio. No me importa volver a tener problemas con otro de ellos.
—Claro que no lo haré, porque al fin de cuentas, es quién le importa a ella —comento.
—La droga... —intentó decir el rubio pero Aiden se lo impidió.
Tengo suerte de seguir respirando aún. Maldita sea. La sangre corre a mil y siento que la vena de mi cuello va a explotar con esas dos sílabas y palabra inconclusa.
Doy un paso hacia él y Aiden vuelve a hacerme la guerra.
—No saldremos de aquí ninguno, ¿Me escuchas Aiden? Déjalo que hable —amenazo y Aiden se empieza a reír.
—Vete Reese, hazlo ahora, porque acabaré contigo —amenaza él.
—Habla Liam —rujo.
— ¿Y ahora por qué necesitas escuchar la historia? Si no intentaste indagar antes —interviene Dylan.
—También hay que enviarte una foto de tu mujer con otro desnudos para que te conviertas en el ejemplo que Aiden también proclama que sea —respondo.
Otra pelea venía en camino, esta vez con Dylan.
—Estoy hasta los cojones de ver esto. Cómo pierden el puto tiempo en broncas, que al final, nos distraen de lo que nos interesa a todos —aparece ahora el marido de Andrea—. Porque a todos —recalca—, nos interesa que Kimberly esté bien. Tú Aiden, eres el padre y te duele más que a nadie, pero este acto no está siendo inteligente. Liam y Dylan, se supone que calmarían el fuego, no que le tirarían leña. Reese, Kimberly no estuvo con ese chico porque quiso, la drogaron y no se acuerda de nada, eso dice ella, mi pregunta es ¿Le crees?
Las últimas palabras de él rebotaban en mi cabeza. El hecho que le hayan drogado me jode, pero el que la hayan tocado si su consentimiento lo hace más.
Estoy ciego de la furia y solo quiero matar a golpes a Chad.
—Vamos a ver las cámaras —dice el marido de Andrea y los pasos se alejan, yo aún estoy perdido en el sinfín de pensamientos.
Me encamino con furia a la puerta y atravieso A.S Enterprise con prisa.
—Papá —me llama mi hija y me volteo encontrándomela con Kimberly.
La observo a ella y me quiebro.
— ¿Puedes quedarte con ella hasta que regrese? —pregunto y ella asiente—. Nos vemos en una hora peque. Te amo.
Me apresuro a tomar el auto y saliendo de prisa, sigo a Aiden y los otros.
Deteniéndose ellos, lo hago yo. Me observan mientras rodean su auto y se encaminan a la puerta con alguien más.
Tras tocar y pasar todos por ella, lo hago de último. El maldito estaba frente a todos, con una pinta horrible pero a parte de todo, con los cojones en la misma garganta.
— ¿Cuál es el problema? —cuestiona, porque independientemente de eso, se hace el tío valiente.
—Vamos a ver las cámaras de seguridad —asegura Aiden—. Así que índicanos el camino, antes de que te mande de vuelta al hospital, antes de tiempo.
—No hace falta —avisa Dylan—. Sé por dónde es. Vamos.
—Yo me quedaré haciéndole compañía —aseguro.
—Tú más que nadie, debería ver las putas cámaras, al fin de cuentas eres quién no ha creído en ella —comenta Dylan.
—Estás confundiendo términos. No creer en ella no liga con el estar aquí ahora. Si ella dice que la drogaron y que no estuvo consiente, no tengo que ver las cámaras...
— ¿Por qué no pensaste así antes? —cuestiona Liam.
—No voy a explicarme más. Ni contigo Aiden, ni contigo Dylan, ni contigo Liam. Porque ustedes actúan así por una hija y una sobrina. Yo actué por mi chica. Ya lo dije imagínense a su mujer en una foto con otro tipo desnudos y si no actúan como lo hice yo, entonces hablamos.
Ellos otras vez mediados por el marido de Andrea van a ver las cámaras. Este no se fue con ellos, se quedó aquí.
Chad me quedaba a unos pasos. No vine por las cámaras, vine por él.
Me acerco como un maldito loco a él y vuelvo a sentirlo todo oscuro. La furia me invade a niveles con los que nunca había tenido que lidiar y que incluso se vuelve incontrolable.
Golpeo con furia su cara y mientras más doy, más ganas tengo de seguir. No me detengo aunque siento unas manos intentado detenerme. No voy a parar, no puedo hacerlo. Intentan agarrarme el cuello pero sigo sin inmutarme por ello. Más manos tratan de detenerme pero sigo golpeando a Westen.
—Tienes una hija maldita sea, que no puedes dejarla sin papá. Hay una chica allá afuera que está enamorada de ti. Dos personas que te quieren y que vas a dejar, por tu puta impaciencia. ¿Estás dispuesto a alejarte de ambas? —era la voz en mi oído del marido de Andrea.
Mi mente procesó todas sus palabras y envió alertas a todo mi cuerpo.
Me detuve.
Aún la furia me comía por dentro y aún veía todo oscuro. Respiré un montón de veces hasta que poco a poco volví a mí.
Si no lo había matado, grave estará.
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