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13. Kimberly

El día siguiente fue una locura. Me movía de un sitio a otro esperando la noche. Mi madre me ha llamado una vez y el resto de la familia a hecho llamada grupal.

Tan temprano como ayer me dirijo al antro. Tras pasar el umbral de la puerta de mi cuarto, me traen el vestuario, el antifaz y la peluca. Me cambio sin perder el tiempo y como el día anterior, soy la primera en actuar.

La música Untitled (How Does It Feel) de D'Angelo comienza a sonar y con ella mis movimientos en el escenario. Cómo ayer, como todas las veces que lo hago, lo disfruto al máximo.

Jamás miro a los demás. Me centro tanto en hacer lo que me gusta que no presto atención a nada más. Sin embargo, hoy, después de un giro en el tubo llevé mi mirada al público.

Es increíble como entre tantos hombres, diversidad de luces de colores lo vi a él.

Con las manos en los bolsillos y esa mirada que me hace temblar hasta lo que no puedo mencionar, al final de todos.

Sigo mis movimientos, mi baile, hasta que la canción llega a su fin. Cómo siempre, voy directamente a mi cuarto y esta vez dejo la puerta entreabierta.

Lo observo desde el espejo como entra despacio y cierra tras sí.

Saca del bolsillo su móvil y tras teclear algo se reproduce la misma canción que en el escenario.

Se acerca a mí, pegándose a mi cuerpo mientras su mano deja el móvil en la cómoda.

—Ahora me bailarás a mí —demanda en mi oído, provocándome mucho dentro.

De pie, en el mismo sitio me comienzo a mover para él. No será como en el escenario, será mejor. Pondré en práctica lo que he aprendido de él.

Despacio, dejando que los movimientos sea la única atención de sus ojos me desprendo del corsé de encaje, quedándome solamente en bragas.

Sigo al ritmo de la canción, permitiendo mucho roce con su cuerpo. La excitación crece en mí a niveles que solo me ha llevado Collow.

Have it your way —susurra.

«Hazlo a tu manera»

You've already got me right where you want me, baby —vuelve a susurrar a mi oído y esa voz, esa parte, me dejó inmóvil.

«Ya me tienes justo donde me quieres, nena»

Me seguí moviendo para él, disfrutando de su propio disfrute y sintiendo como logro tener el control.
Bajé la braga despacio, dejándola a mitad de mis nalgas y tomándome más tiempo en deshacerlas completamente.

Reese bordeaba el lugar en el que se ubicaba la braga y volvió a susurrar en mi oído.

—Wanna take you away from here.

«Quiero llevarte lejos de aquí»

Bajé mi braga completamente y me deshice de ella mientras me movía pegada a él, en el último momento de la canción.

Desnuda, de espaldas a él, sus manos rodearon mi cintura y me dejaron inmóvil por segundos. Segundos en los que él me dejó en sus fuertes brazos. Segundos en los que yo sentí el corazón latir de prisa y no es una ridiculez, es la puta verdad. Segundos en los que pretendía que el reloj se detuviese. Segundos en los que cambiaba la mentalidad y quería alargar más el show.

—Nos vemos mañana nena —comenta y deposita el mismo beso en mi cuello.

Antes de dejarme procesar sus actos, sus palabras, se marcha. Me visto con mi ropa y salgo del club. Tendré que pasar la noche sola otra vez en mi casa y eso no me gusta para nada. Sin embargo, esta son las consecuencias de mis actos.

Pasaron las horas y yo no había dormido prácticamente nada. En horas llegaba mi familia y yo no sabía en que más ocupar el tiempo que no fuese pensar en él.

Cuando llegaron mis padres y mi hermano; este último fue de prisa con mis abuelos, papá a atender la empresa y con mi madre debía hablar.

Preparamos café y nos vamos al borde de la piscina.

— ¿Qué pasó con Reese? —indaga mi madre.

No me molesta para nada que ella quiera estar pendiente de todo. Es entendible. Andrea es mi madrina y sabe mucho, porque cuando tiene oportunidad conversa conmigo, no quiero que mi mamá piense que no me siento cómoda hablando con ella. Porque es todo lo contrario.

—Sexo oral y bailes, solo eso —cuento.

— ¿Y ya lo había hecho antes? ¿El oral, digo? —cuestiona mamá mientras se da un buche de café.

Asiento con una sonrisa, es que el momento es como una inyección de adrenalina de momento.

—Ya te descubrió, prince —asegura mi madre.

—No lo sé mamá, probablemente, pero no ha dicho nada, así que, como yo, quiere disfrutar de esto.

—El chico de la piscina preguntó por ti ayer. Andrea le soltó un «tiene cuatro novios y cómo eres el último debes esperar al próximo mes» —comenta mamá, imitando a mi madrina.

— ¿Y qué dijo él? —indago.

—La miró serio, sonrío y asintió; en ese orden —responde.

—Él es de la escuela, pero tal parece que el encanto de Reese me está haciendo inmune a otros hombres —digo y la última parte casi es una protesta.

—Eres hija de tu padre prince. También es Inmune a sentir, por todas, menos por mí. Y mira que han pasado años.

—A mi padre le fue bien. Al menos sintió por alguien que le correspondía. Yo no sé eso, en mi caso, por el rumbo que voy.

—Se notó en su mirada prince, en tu cumpleaños. No quiero que te ilusiones, quiero que vivas. Si te enamoras, conocerás lo que es entregarse completamente a alguien en una desnudez absoluta y no solo hablo de estar sin ropa; si el amor no es correspondido, se puede pasar mal, pero ¿Has visto a alguien morir de amor? Vive tu propia historia mi niña, que yo te daré consejos pero el timón de este tiempo lo llevas tú. Y no te preocupes por los errores, la vida es solamente una y tratar de hacerla perfecta es una estupidez. Por mi parte he cometido muchos y si antes me hubiese encerrado en mi habitación y no hubiese vivido la vida como llegó a mí, fuese muy diferente a la Keira que ves ahora.

— ¿No tuviste miedo a perderlo? En aquel momento. A perder esas horas, ese tiempo compartido, incluso los momentos, por más insignificantes que fuesen.

—Sí, prince. Tu padre un día me demostraba que me quería y al otro se iba con otra tía para alejarme. Cómo no sentirme así.

—Pero entonces mamá, ¿Esto le llamo solo Placer? —cuestiono.

—El placer es el nombre que le pondrán para justificar los momentos que vendrán después del orgasmo. No es solo Placer pequeña si hay más después del estremecimiento, después de correrse —cuenta.

Recibo una llamada de Melo y tras besar a mi madre contesto.

—Kim, no soy Erika, no te he reclamado nada. Lamento si ya no te sientes bien en el grupo, pero quería decirte que yo sí te extraño.

—Melo, disculpa. La situación con Erika se me hace insoportable. No sé que le sucede, parece como si me odiara.

—Es su problema, yo no tengo nada que ver en eso. No dejaré de llevarme contigo —asegura—. ¿Podemos salir hoy? Te prometo que no le diré a ella, para que no estés incómoda.

—Está bien, nos vemos en Pura Club a las diez.

El resto del día la paso con mi madre ayudándola con los asuntos de logística de su pequeña empresa. También aprovecho para visitar a mis abuelas. Las señoras están locas, no voy a mentir. En la noche, después de cenar con mis padres, me fui a arreglar.

Me vestí con un vestido negro brilloso, corto y ajustado. Permitía que mis tetas lucieran más por la copas de la parte superior del vestido que las apretaba hasta la locura. No tenía tirantes y la parte del abdomen era como una fina y transparente malla. Me coloqué unas sandalias de tacón cuadrado negras, que contenía una tira gruesa sobre mis dedos transparente, también otra tira, esta más fina, se enroscaba en mi tobillo. Dejé mi pelo suelto y para el maquillaje ahumé mis párpados, apliqué rimel a mis pestañas y gloss a los labios. Perfume hasta para que me vayan sintiendo en el club desde ahora. Tomé un clutch negro y salí.

Hoy mis padres quedarían solos en casa, porque John se quedaba en casa de los abuelos Stone. En cuanto a mí probablemente volvería pero a altas horas.

Después de despedirme de ellos y de prometer que en caso de no regresar escribir dando todas las coordenadas de mi ubicación, por fin alcanzo el auto.

No me había fijado en la hora hasta que mi móvil se enciende con un mensaje de Melo diciendo que había llegado hace treinta minutos. Le entrego la llave al chico que lo cuida.

—Kimberly Stone —saluda el portero, permitiendo mi entrada sin hacer cola.

—Ian —le devuelvo el saludo.

Ian lleva muchísimo tiempo en esta labor. Antes de que yo, siquiera naciera.

Entrando al club ya estoy bailando con el primer grupo que veo. Sigo caminando por el medio de todos y sin quererlo o al menos no necesitarlo, llamo la atención. Saludo a quién conozco y bailando con los grupos que me invitan. Creo que esta herencia de destacar la ha dejado papá.

Sigo a la barra, pensando que desde ahí vería a Melo. Pido un tequila al bartender y en lo que sirve busco a Melo.

Ella se acerca a mí, divisándome antes. Después de saludarme se ubica a mi lado.

—Lamento lo de aquel día. Yo no soy así Kim, no me gusta la envidia y no la practico. Por eso se me hace injusto perder una amistad sin culpa ni motivos —comenta.

—Tú no tienes la culpa Melo. Solo que no te pondría jamás a lidiar entre Erika y yo. Está claro que esa amistad se esfumó.

— ¿Estás bien? Digo. Tu ruptura con Justin —comenta.

—He pasado la etapa de desamor brutal —le digo y sonrío—. Creo que estuve pintando una historia, incluso las mariposas las colé a fuerza a mi estómago.

— ¡Qué alivio! Pensé que como amiga tendría que acompañarte a tomarte una decena de tequilas y cantar a todo pulmón —bromea.

—Otro tequila más —pido al bartender y una vez me lo entrega se lo extiendo a Melo—. ¿Quién dijo que no tendrás que tomarlos? Por la vida también se celebra.

—Luces diferente —apunta—. ¿Follaste? De verdad. Luces distinta.

—No, no he follado, pero descubrí que mojigata estoy lejos de ser —declaro—. Sal, tequila y limón.

Primera ronda.

—Preciosa, ¿Tú no me viste primero? Me parece injusto que me dejes por esta chica —le dice un hombre a Melo.

—Esta chica es mi amiga y tú solo un hombre que conocí hace media hora. Hay niveles, Julen.

—Eso dolió —contesta él, fingidamente triste.

Julen parece ser de los hombres que saben jugar, pero Melo no es ingenua.

—Kim, él es Julen. Julen, ella es Kimberly —nos presenta Melo.
Muevo la cabeza como saludo y le susurro al oído a Melo:

—Ese seguro va hoy para tu taller de pintura.

—Este tío es un embaucador, un mujeriego nato y piensa que yo, ingenua, caí en su labia. Ahí me está pintando estrellitas.

— ¿Podemos unirnos a ustedes? —indaga este, interrumpiendo nuestra conversación.

— ¿Podemos? —cuestiono—. Suena a más de uno.

—Tengo un amigo que llegará pronto —asegura él.

—Mientras lo atiendas tú y no me lo dejes a mí para que lo entretenga en lo que tú te entretienes, todo perfecto.

—Eres un erizo, Kim —comenta él y sonríe—. Iré al baño.

Pido otra ronda de tequila y el segundo trago de la noche llega.

— ¿Y el hombre con el que bailaste en tu cumpleaños? —pregunta Melo.

—No lo sé. Se supone que es solo placer, pero jodido corazón, está latiendo de prisa.

—Otro trago por eso —Esta vez es Melo quién pide otra ronda.

Empieza a sonar Girls like you de Maroon 5 y nos mezclamos con las personas a bailar. Pasan otras tres canciones más y cuando iba hacia la barra a seguir bebiendo una mano me detiene.

Chad Westen, otra vez.

—Hola, Kimberly Stone. ¿Puedo ocuparle espacio al novio que le toca hoy?

—Si tuviese un novio estuviese pegado a mi trasero mientras me muevo al ritmo de estas canciones ¿No te parece?

—Entonces podrías mostrarme a mí por algunos minutos como se sentiría ser tu novio —comenta.

Me coloco de espaldas a él y comienzo a bailar. Mis ojos como imanes o detectores de otro par de ojos, enfocan en la barra. Mi cuerpo empieza a reaccionar de manera inmediata ante la mirada que me lanza. Sigo bailando para Chad mientras él ancla sus manos en mis caderas y no sé si es producto a los tragos, pero el hecho de que otra vez necesite más que esto me da por sonreír. Termina la canción y me giro hacia él.

—No quiero un novio, Chad; pero esto te lo permito de vez en cuando.

Le sonrío y me encamino hasta la barra. Antes de llegar soy exhortada a bailar con uno de los grupos con los que siempre lo hago cuando vengo aquí.

Una vez finaliza la canción sigo hasta la barra con la intensión de reunirme con Melo, el tal Julen y su amigo que debe ser...

—Mi amigo Reese Collow, erizo —comenta Julen.

Muevo la cabeza como saludo sin ningún tipo de interés.

—Como te dije Julen, mientras lo entretengas tú y no me lo dejes a mí para entretenerlo mientras tú te entretienes, todo perfecto —comento y pido más tequila.

Estoy segura que el tequila me ha ayudado a no sentirme como gelatina, teniéndolo tan cerca otra vez.

Nos extiende el camarero dos vasos y tras eso, Melo y yo volvemos a beber.
Siento su mirada penetrante en mí, sin embargo, lo ignoro, lo intento.

—Es él —comenta Melo en mi oído.

—Umju —respondo mientras chupo el limón.

— ¿Follas o no follas hoy? Yo creo que sí —comenta otra vez para mí y ella.

—Yo espero que sí —contesto segura y Melo empieza a reír.

Melo es prácticamente jalada por Julen. No sé a dónde demonios se fueron, pero necesito que regresen, de lo contrario ni el tequila podrá librarme de caer en sus encantos.

Cómo si no hubieses caído ya como cincuenta veces —replica mi subconsciente.

Cállate. No hablo con borrachas —respondo.

Pido otro trago y antes de que llevara el vaso a mi boca, Reese lo intercepta.

—Ni un trago más —demanda ganándose mi mirada de reprobación—. Te quiero sobria para hacerte todo lo que debo esta noche.

— ¿Debes? No sabía que tú y yo teníamos algún compromiso. Te recuerdo Collow, que ya no hay ningún negocio entre tú y yo.

—Olvídate de todo. Hoy solo seremos un hombre y una mujer —recalca la última palabra—, conociéndose.

— ¿Te gusta lento o prefieres comportarte como una bestia? —pregunto, mirándolo a la cara. Tequila, eres lo máximo. Él se me queda mirado—. ¿Qué? ¿No éramos un hombre y una mujer conociéndose? Te estoy conociendo.

Acerca su boca a mí oído y susurra:

—Más te vale no conocer así a los imbéciles que se te acercan. No sabes de lo que soy capaz cuando veo que están merodeando mi territorio.

Debía contestarle pero mi boca no expresaba nada. Estaba tan perdida como mi cuerpo.

—Puedo hacerlo de las dos formas, pero aseguro que si te gusta la segunda, sé resistente, porque te devoraré todos los días como un animal.

Sus palabras hacen eco una y otra vez. Empecé jugando yo y terminé cayendo también.

— ¿Has hecho correrse a muchas mujeres? —sigo.

—He hecho correrse a una que no lo había logrado antes —responde.

Mi mirada se encuentra con la de él y termino bajándola a su pantalón. El deseo me ciega. Estoy cayendo de bruces, pero ahora mismo, él va a caer conmigo.

— ¿Te gusta comer coños? Porque a mí me gusta que me coman el mío —comento.

Su mirada se volvió más intensa, más oscura. Se pierde de mi campo de visión y aprovecho para beber el tequila. Vuelve a mi sitio, paga la cuenta de los tragos, agarra mi muñeca y me saca de ahí.

—Kim..

Reese se detiene en el medio de la entrada y tomándome de la nuca, estampa su boca de la mía. El beso es hambriento, encantador, salvaje pero también es posesivo. Una forma de marcar su territorio ante la llamada de alguien detrás. Era voz de hombre y probablemente sea Chad.

Cuando deja mis labios y a mi internamente hecha un lío, agarra nuevamente mi muñeca y me dirige a la salida.

—Reese no puedo dejar a Melo, quiero saber que llegue bien a su casa —comento una vez alcanzamos su auto.

—Llegará bien, Julen se encargará de ello —declara antes de poner en marcha el auto.

Llegamos a una casita, completamente de madera en el medio del bosque. Mi manera de decir que es un bosque es porque hay mucho espacio entre una propiedad y otra. Está se encuentra separada de todo y rodeada de árboles. Al entrar noto lo espaciosa y lo increíble que es por dentro. Incluso había una piscina dentro de la casa. Todo estaba aquí, como si fuese una sola habitación.

— ¿Es tuya? —pregunto mientras busco en las paredes retratos, pero no veo ninguno.

—Lo es —comenta mientras agarra el borde de mi vestido y lo desplaza por mi cuerpo hasta deshacerse de él.

Quedándome en bragas y con las sandalias de tacón, me observa sin disimulo. Esto no me favorece con Ly, pero no voy a limitar a Kimberly por darle más vida a Ly.

Me agarra de las caderas y me levanta hasta dejarme a horcajadas. Camina conmigo mientras su lengua divaga por una de mis tetas.

Hace un mes no pensaba estar así, lograr sentirme como me siento ahora.

—Así que te gusta que te coman el coño —repite mientras me deja caer en la cama.

Agarra el borde de mi diminuta braga. La desliza por mis piernas hasta dejarla caer. Agarra mis muslos y de un gran movimiento me coloca boca a bajo. Levanta mi trasero mientras me ordena que apoyara el peso de mi cuerpo sobre las rodillas y la palma de mis manos.

Pasa su lengua ágil por todo mi sexo y yo, enloquecida por ese único roce me remuevo en el sitio. Él me azota la nalga dejándome quieta en mi posición. La primera succión llega y junto con mi gemido separo más las piernas permitiéndole mayor acceso. Sus dedos recorren mi hendidura, pero al solo pasarlos por ella, aumenta mi anhelo por sentir nuevamente su boca. Vuelve a pasar su lengua por todo mi coño y termina recorriendo con ella mi entrada. El segundo gemido llega y con él, otros más fuertes, pues Reese se volvió más frenético sobre el lugar. Ahora es más salvaje.

Su boca no da tregua y mis rodillas se van haciendo menos resistente. Me da a cuenta gotas otra vez, las lamidas y succiones, pasando su dedo para crecer mi desesperación y una vez me hace enloquecer por más, arremete posesivo, fuerte y rápido con su boca.

Sabía que con una lamida más me correría pero esa lamida nunca llegó.

Sentí húmedos besos en mis nalgas, en mi espalda, en mi cuello. Perdí la noción de todo; solo veía y pensaba en el placer.

Me movió como si pesase una libra, acomodándome boca arriba, al centro de la cama.

Siguió depositando húmedos y exitantes besos por mis muslos; volvió a lamer y succionar rápidamente mi coño y siguió por mi abdomen con sus labios hasta llegar a mis tetas.

Empezó a lamerlas con locura, pero sin atender el pezón. Basta de esperar por ello. Muevo con mis manos su cabeza hasta hacer que me lama el pezón. Reese me observa mientras magrea mis tetas a su antojo, haciendo crecer aún más mi deseo de sentirlo.

Cuando mis tetas estaban sensibles continúa por mi cuello. Siguieron los besos, los toques, las caricias. La humedad reinaba en mí y aún así, yo seguía dándole acceso para que fuera a por más.

Ahora es él, el que me tiene como quiere. Soy pura excitación, cosa que hace meses no creía que podía estar en este estado, tan necesitada, tan deseosa.

Se separa de mí y empieza a quitarse toda su ropa. Me quedo casi embobada mirando su musculoso cuerpo, salivando además, cuando su enorme erección relucía ante mí.

Nunca lo había visto completamente desnudo, una adicción agregada en mi cuerpo.

Toma algo de la mesita y sube a la cama. Se acuesta encima de mí, apoyando el peso de su cuerpo en sus antebrazos.

Se mueve encima de mí, besándome con enajenación, rozando su sexo con el mío.

Rasga la envoltura del preservativo auxiliándose de su mano y su boca. Lleva su mano con el preservativo hasta su verga.

El roce de la punta me hace desearlo aún más y a la vez batalla por alejar el miedo que me está caminando por dentro.

— ¿Tienes miedo? —pregunta Reese. No sé cómo puede saber de mí cosas que no cuento en alta voz.

—Un poco —me sincero.

—Va a dolerte nena, pero si te concentras en ello, será peor.

Con su mirada en mis ojos, analizándome, mientras yo busco en los de él protección, seguridad, se empieza a mover despacio.

El dolor era mayor que con el dedo, mucho mayor. Tal vez, en último momento me concentré más en el miedo; quizás el tamaño de Reese lo complica. El caso es que me está doliendo bastante.

Respiro un montón de veces como si eso aliviaría, pero no. Una lágrima resbala por mi mejilla, sin poder evitarla.

Reese besa mi mejilla por dónde mismo ha caído esa lágrima y se detiene.

— ¿Quieres tomarte unos minutos nena? —indaga.

—No. Quiero que sigas —comento de inmediato. Mientras mas demore seguirá siendo lo mismo. Soy mujer, esto lo pasan todas, solo es un minuto.

—Abre más las piernas —ordena besándome el cuello.

Lo hago de inmediato y el movimiento de él me hizo quejarme.

Joder.

«No querías grande Kimberly» «Aguanta ahora»

De pronto empieza a notarse diferente. Todavía la incomodidad estaba, no voy a mentir, pero, ya su sexo entraba y salía de mí libremente.
Acerco mi boca a su cuello y empiezo a succionar todo el sitio. Mis uñas recorren su espalda y no me preocupo si dejo marcas, porque también él se acordará de este momento.

—Te voy a destrozar pequeña —comenta mientras me embiste una y otra vez. Ya no tan lento como antes.

La molestia se disipa, al menos por ahora. Sentirlo sobre mí, tan jodidamente grande; escucharlo hablarme con ese voz repleta de masculinidad; verlo como me hace suya; escuchar su respiración hecha un caos. Todo se va congeniendo logrando que empiece a percibir nuevamente el placer.

Reese tiene una paciencia infinita y eso me hace sentirme a gusto mucho más.

Sus movimientos me hacen acostumbrarme a su tamaño, a su intromisión y una vez vuelve a tomar mi boca para besarme, me encuentro rendida a la excitación.

Es más salvaje. Mis labios dejan los de él para volver a humedecer con mi lengua y mis labios su cuello. Él también hace de su boca cada parte que le queda cerca.

Empiezo a gemir cuando ya encuentro delicioso sus acometidas. Mis ojos vuelven estar fijos con los de él y por ese minuto solo siento su verga penetrándome y su mirada devorándome.

Estoy apretada para él y aún así ha tenido la paciencia de esperar a que me adaptase, a que empezara a disfrutarlo. Me ha dolido al principio sí, pero su forma de ser a contribuido a que pueda recordar mi primera vez como un momento que valió mucho la pena. No importa cuál sea su comportamiento después, aquí fui una reina.

No presiono el correrme o no. Me dejo llevar por Reese quién se sentaba en la cama conmigo a horcajadas.

Pensé que me dejaría por mi cuenta, pero, sigo sin conocer a Collow.

Ancla una de sus manos en mis nalgas y con la otra rodea mi cuello. Atrapa mi boca, en un indomable beso mientras la otra mano me mueve a su antojo.

Gimo contra su boca, mientras él no me suelta. El placer camina, avanza mucho más. Aferro mis uñas en su espalda y brinco también buscando más.

Aunque intenta detenerme, el que sienta aproximarse mi orgasmo me hace saltar sobre su polla, eufórica. Me aferro a la espalda de Reese, a su boca mientras las primeras contracciones aparecen y con ellas, me vuelvo temblores sobre él.

Cuando la calma empieza a llegar a mí, su erección palpita dentro de mí y mi revolución sobre ella se alarga hasta que Reese acerca su boca a mi teta y la chupa tosco.

Levanta su cabeza de pronto y me observa. No descifro su mirada, pero confieso que me da miedo hacerlo.

Antes que dijera él que ya ha acabado, porque ha pasado el orgasmo, prefiero irme por mi cuenta, por mi propia decisión.

Me levanto de encima de él y camino hasta mi vestido. Lo dije, todo estaba como si fuese en una enorme habitación.

Tenía las sandalias aún puestas, así que mientras más pronto ocupara los dos accesorios que me faltan, mejor.
Empiezo por el vestido. Intentado colocarlo de prisa. Reese detiene mis manos.

—Todavía no ha terminado el tiempo de conocerse de ese hombre y esa mujer.

¿Quien está pendiente del libro?
Recuerden amores, hay un grupo de WhatsApp en el que se comenta sobre  este libro o los demás que tengo. Si deseas participar en el grupo pide enlace. También la cuenta de naye_escritora, informo sobre actualización y demás

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