12. Kimberly
Reese tiene una seguridad en el mismo que pondría a dudar hasta el mismísimo demonio. Él sabe moverse, conoce este juego y teniendo en cuenta que yo estoy del otro sitio, repleta de inexperiencia, cree que todo va mucho más a su favor.
Lo he puesto a prueba y ha elegido. Me negará la posibilidad de contacto sin el maldito negocio de por medio. Es lo que él cree y lo que quiero que crea mientras tanto, mientras aseguro que no podrá vivir con una sola parte de mí.
Solo necesitaba que me mostrara que mi cuerpo revoluciona increíblemente con sus roces, sus palabras, con su mirada. Una vez estoy segura de mi capacidad para hacer caer y disfrutar del sexo opuesto, ni él, mi maestro, va a salir vencedor de sus propias lecciones de placer.
En el jet de mi padre nos dirigimos a República Dominicana, solo han faltado los abuelos. Ellos en cuestiones de viajes tienen sus propias aficiones. Perdida en mis pensamientos, me olvido por completo de que este grupo es una revolución y que dormidos no están ninguno.
― ¿Ya? ―pregunta mi madrina y por la atención de todos, no creo que lo haya preguntado una sola vez.
Los reparo a todos; mis padres, mis tíos, amigos de mis tíos y vuelvo a mirar a mi madrina.
― ¿Qué? ―indago pero una vez pregunto reacciono. Con mi madrina, Andrea sin filtros, es mejor quedarse callada ante una pregunta.
― ¿Ya conociste como comen los adultos con un preservativo? ―interroga y sonríe.
―No aprendes prince. A Andrea no se le pregunta un «qué» detrás de una pregunta que haga. Para ella la «pregunta incómoda» no existe en su diccionario ―interviene mi madre.
―Buckett ella me hizo la pregunta con cuatro años, en pleno almuerzo familiar y yo le respondí. Quiero ver que tanto mi mini versión es capaz de hacerle frente a lo mismo.
―Andrea, Kimberly no es tu mini versión. Cállate la maldita boca, que cada vez que hablas me da indicio de un infarto. Llevas así desde que Kimberly nació. Ya mi probabilidad de vida es de cero coma uno porciento ―interviene mi padre.
Todos se ríen y Andrea aprovecha para decirme al oído.
― ¿Lo hiciste? Mueve la cabeza en afirmación o negación ―susurra.
Inmediatamente muevo la cabeza en negación.
―No te preocupes Stone, aún no se ha transformado ―le dice a mi padre―, pero recuerda que es tan mía como de ustedes. De que va a desatar una revolución en San Francisco, lo hará.
― ¿En el baile cómo te va hermosa? ―indaga mi tío Dylan.
―Si te dijera que puedo estremecer y hacer volver a quién ya no visita los antros. ¿Qué dirías sobre ello?
―Que eres mi sobrina ―contesta orgulloso―. A la chica más tranquila la hice caer una y otra vez en mi perversión.
―Tan creído lo tienes Jones ―responde mi tía Alessandra―. Preciosa recuerda que tu tío se enamoró como un idiota de esa chica. ¿Terminarás enamorándote tú de ese «quién»?
Y en una sola pregunta caí en un enorme pozo de pensamientos.
Sí me observa y hasta la vida misma pende de un hilo. Sí lo veo y automáticamente mi cuerpo revoluciona. Sí me toca y hace que por largos minutos solo tenga presente que en este mundo solo existe él. Sí me habla y me hace perderme en sus palabras. Sí me parece una deliciosa creación y aseguro que con gusto lo reclamo mío y me aprovecho de ello por mucho tiempo.
―A esta familia a todos les ha llegado la hora ―comenta esta vez, tía Ei―. ¿Por qué mi pequeña Kim no sería irrevocablemente atrapada por el amor?
―Porque mi ahijada es inteligente. Sabe que si se enamora la otra persona consumirá total e irremediablemente su cuerpo y su alma ―dice mi padrino, Liam.
―Que profundidad en tus palabras Hamill ―interviene Andrea mientras devora una fresa.
― ¿Qué tan profundo tú eres capaz de aguantar esa frase? ―pregunta mi tío Enzo observándola y con la boca llena de fruta, Andrea lo observa.
― ¿Qué? ―cuestiona ella.
Mi madrina puede ser un tsunami y estar loca, pero mi tío Enzo tiene la capacidad de hacerla caer en sus encantos, una y otra vez.
Esta es mi familia, increíblemente loca y revoltosa. Dónde privacidad no hay, porque todos conocen de todos. Donde los temas incómodos no existen. Sin embargo, esta es la familia que me enseñó sobre el tipo de hombre que quiero para mi vida, sobre la intensidad que debería vivir en pareja, sobre el amor que quiero recibir. Esta familia me ha enseñado a no conformarme con menos de lo que me han mostrado.
Una vez llegamos, nos trasladamos a un resort de primera clase en la playa, por la carretera La Romana. Se respiraba lujos, pero teniendo tantas personas conmigo también le podíamos decir hogar. El lugar era precioso y gritaba verano. Los detalles eran modernos y a la vez, podía decirse que la sencillez se fundía tan bien con lo caro, que hacía que desde que tus ojos observaran el sitio, ya podías asegurar que sería una experiencia inolvidable.
Cada uno se acomodaba en su habitación y yo, al ser la única que no ha traído pareja me quedaré con mis primos en la misma habitación. Esto impedirá que a plena noche haga una locura y mi padre se levante y el avión esté de vuelta en San Francisco.
La piscina era el primer plan, así que visto con un bañador azul, como todos los que ocupan mi armario, bastante revelador. Al mirarme en el espejo no puedo evitar pensar en él, incluso logro escuchar sus palabras en mi oído:
¿Lo haces para provocarme?
Muevo la cabeza de forma automática, como si fuese una forma que me permite decirle a los pensamientos «sal de ahí maldita sea»
Salgo de la habitación, con la intensión de caminar hacia la piscina y una voz me detiene a medio camino.
―Kimberly Stone.
Giro sobre mis talones para observar al dueño de dicha voz.
Chad Westen.
Compañeros de instituto, aunque la palabra compañero es solo una forma de indicar que asiste a mi misma escuela, fuera de ello, no cruzamos dos palabras. Westen es todo lo que habita en esta parte que llaman crema. Egocéntrico, engreído, popular, orgulloso, payaso.
Dicen que no puedes crucificar a una persona solo por lo que escuchas o vez, antes de tratar con ella, sin embargo, yo ya he visto y escuchado lo suficiente para saber que este tío no es de lo que llamaríamos modesto.
¿Cuándo demonios Reese ha sido modesto? ―replica mi subconsciente.
A Reese la modestia no le queda bien ―peleo contra ella.
―Qué coincidencia encontrarte aquí ―dice e intenta sonar melódico, sin embargo lo tomo como monótona.
―Qué hayamos venido a Dominicana al mismo tiempo, no implica que debamos vacacionar como grandes amigos ―comento impostada―, porque chico, tú y yo no recuerdo que hubiésemos cruzado palabra en los últimos años.
No espero su respuesta, giro sobre mis talones y salgo a la piscina.
En la piscina era una locura, no se jugaba verdad o reto por mis primos, pero eso no implicaba que las chicas estuviesen bailando al ritmo de canciones latinas. Me uno a ellas con la primera canción, a la que mi madrina, conocedora del idioma, nombra Envolver. El ritmo es extremadamente contagioso y tras Andrea lanzarse al suelo para realizar un paso increíble, no puedo evitar unirme.
―Un perreito en la pared. Yo soy un caso que hay que resolver ―cantaba mi madrina a todo pulmón.
Si seguían las vacaciones de tres días como empezaban, no habría ni un solo momento para acordarme de Reese Collow.
Llega un camarero con bebidas y las reparte entre todos. Me acuesto en una de las tumbonas, en los que los demás están en la piscina. Vigilo a los chicos desde aquí, que no dejaban de jugar.
—Eres difícil de tratar Stone -dicen a mi lado. Evidentemente, Chad, quién ya se encontraba sentado al lado.
—No tienes que lidiar con ello —comento y paso de mirarlo para beber.
—Quiero hacerlo —responde seguro.
—No nos engañemos. Tú nunca te interesas te por ello y quieres hacerlo ahora. ¿Una apuesta? Por el cartel de la escuela.
Lo digo sin rodeos. Su cara cambió en un momento y terminó riendo. Ahí está el punto, solo es una apuesta o propósito. Pero, cuánto me puede servir contra Reese Collow. Así que puedo utilizarlo.
— ¿Tú crees lo que decía ese cartel? —indaga.
—No —aseguro.
— ¿Por qué debería creerlo yo si ni tú misma lo crees? —cuestiona.
—Porque las personas creen en todo. Puedes declararte inocente de lo que te acusan, que los demás con su lengua te crucifican. Es normal.
— ¿Por qué estás a la defensiva? ¿Con el imbécil de Justin también te portaste así? Aquel día que se acercó a ti en la escuela.
—Justin es la primera experiencia de que no deje pasar tan pronto a imbéciles.
Él sonríe. Una cosa Chad tiene a su favor, es muy guapo. Es rubio, con sus ojos verdes y un cuerpo ligeramente trabajado.
—Escúchame, porque hablo en serio. Yo te observaba desde lejos, pero nunca me acerqué a ti porque estabas con Justin. No sé si era fingido o no, no sé de su relación, pero se te veía bien. Podría intentarlo mil veces y sí, quizás debería haberlo intentado, no pensado, pero creía que no tendría oportunidad. Independiente de lo que hayan hablado de ti, sea cierto o no, me parece bien que no seas el tipo de chica que se deja embaucar pronto. Así que Stone, dime si me dejas conocerte. Es solo hablar o salir, lo que quieras.
Sus palabras son tan bien expresadas, que me mantiene en mi posición. Westen es un encantador nato. Si tiene intensiones de hacerme caer por una apuesta, caerá el mismo en su intensión. En cambio, me sigue sirviendo para poner de los nervios a Reese.
—Está bien —comento sin más y él sonríe.
Sigo bebiendo, mientras él saca algún tema de conversación. No era aburrido y ese punto me gustaba. Pasamos mucho, diría demasiado tiempo juntos. Ya la palabra conocer, estaba intacta.
Pasaba la media noche y nosotros estábamos sentados en el exterior conversando aún. Lo miraba mientras hablaba y a pesar de que era atractivo yo quería más, más que ojos verdes y pelo rubio. Hay quienes no ven nadamás, detrás de esto, yo sí, pelo negro, ojos oscuros.
Maldita sea, Reese.
Me levanté de mi silla y me senté en los muslos de Chad. Él, quién hablaba, se calla de pronto ante mi acto. A la fuerza acabará esta locura de buscar a Reese en todos los sitios. Agarré su pelo, moviendo su cabeza ligeramente hacia atrás y permitiendo mejor posición de su boca. Lo besé, con mucha intensidad.
No estaba funcionando como debería. No era desagrado, pero yo seguía queriendo más.
Concluyo el beso y me levanto de encima de él.
—Buenas noches, Westen —comento y me marcho a mi habitación.
Ya en la cama y el sueño no parecía dar tregua. Me volteaba de un lado a otro y volvía hacerlo por tantas veces era posible.
Ahora resulta que solo estremezco con una caricia de él.
¿Por qué demonios siento que a este le falta encanto?
No puedo aferrarme con diecinueve años solo a él. Esto no está bien. ¿Pensará mi cuerpo no sentir por nadie más?
La puerta se abre y me toma en pleno movimiento. Desde que me acosté no he dejado de dar vueltas.
Es mi madrina. Desde la puerta me hace una seña de que salga.
Y así lo hago. En lo que caminamos al exterior. Dónde mismo estuve antes con Westen.
Mi madrina enciende un cigarrillo, extraño, jamás la veo fumar o nunca lo hacía.
—A veces tengo mucho trabajo y esto me relaja —comenta explicándose.
— ¿Y mi tío Enzo? —indago.
—Enzo me da vida, no tengo otra forma de decirlo, pero también tiene negocios que atender y por tanto, mucha veces estamos a tope los dos.
—No es un vicio ¿no? —cuestiono.
—Nena yo de vicios solo sé sobre el sexo —comenta segura—. Cuéntame tú, de Reese, de este crío.
—Reese dice no tocarme, si no es por el negocio que le propuse...
— ¿Qué negocio?
—Que llevara a conocer el placer, en cambio yo me entregaba a él...
—Nena, creo que estás poniendo el negocio como excusa, creo que desde antes ya querías entregarte a él.
Sí, Andrea Anderson es como mamá dos.
—También lo creo —apunto y terminamos sonriendo las dos—, pero él también lo está utilizando...
—Claro demonio. Él se aferra a ello, como una forma de no perder el norte, como una guía para no descontrolarse. Le gustas mini y lo estás sacando de su zona de dominio de él mismo.
—Él está confundido madrina. Me desea como Ly, la chica que baila en el antro y mi forma de ser hace que quiera tenerme a su lado como Kim. Es bastante ilógico, estúpido, el hecho de que yo cele mi mitad, la versión que pocos conocen, pero lo hace. Me molesta que aún teniéndome en su casa, me busque en el antro.
—Cuéntale la verdad.
—No quiero. Me gustó cuando me observó por primera vez en el antro, como me mira, incluso me habla ahí.
—Entonces mini, lidia con ello. Vuélvete la perra que lo vuelve loco en ese antro y la loca que el necesite en su vida cada día.
—Madrina, has dicho perra...
—Sí, lo he dicho. Sabes que para hablar no me mido. Y sí, todas las mujeres podemos ser un puto terremoto seduciendo, provocando y moviéndose en la cama. No hay nada de malo en eso, tampoco en la palabra.
—Eres increíble.
—Lo sé —comenta orgullosa—. Ahora, la pregunta importante. ¿Vas a entregarle a Reese la virginidad de que versión?
—Siendo Kimberly. No tengo que pensarlo —aseguro.
—Entonces en el antro, procura llevar las riendas tú. No tengas miedo, ni te preocupes por hacerlo perfecto. Preocúpate por ti, por tu satisfacción.
— ¿Disfrutabas más de tu dominio o del que ejerce mi tío Enzo? —indago.
—Yo era muy dominante, sin embargo, llegó un punto que disfrutaba más viendo a Enzo controlar.
—Pues yo te contaré mañana que prefiero yo...
— ¿Cómo que mañana? —indaga.
—Iré para San Francisco. Ahora que Kimberly no está, por dos noches, disfrutaré de Reese Collow como Ly.
—Recuerda ser un tsunami aunque él lleve el control. No des tregua.
—Te quiero madrina.
—Y yo a ti demonio.
Dormí bastante poco, a primera hora salgo de mi cuarto para tomar el desayuno, me encuentro justamente con papá.
—Buenos días princesa —comenta antes de darme un beso.
—Buenos días papá —respondo—. Vamos fuera. Me gustaría contarte algo.
Agarro el brazo de mi papá y nos ponemos a caminar hacia la playa.
—Quiero volver hoy mismo a San Francisco —cuento—. Quiero ver a Reese.
—El avión está ahí princesa. Pero, ¿qué pasó con Reese después de que te hayas quedado en su casa?
—Hice una especie de negocio con él. Me gusta Reese y lo que me falta por descubrir quiero que sea con él. Sin embargo, él también se está aferrando a ese negocio como una justificación que su mente utiliza para poder tocarme. Le he dicho que ya no habrá un "negocio" de por medio y se ha negado en seguir. Y no, no me he acostado con él, pero te digo la verdad padre, ha sido porque él no ha querido.
— ¿Piensas ponerle fácil las cosas? —cuestiona mi padre.
—Reese está loco con la chica del antro. A la que por equivocación vio en la habitación del local. Desde entonces va cada noche a verla.
—Princesa, ¿crees que no identificamos lo que nos gusta? El olor nena, se reconoce. El cuerpo. No importa que tanto intentes cambiar tu pelo o cubrirte el rostro. Va a identificarte.
—Papá, tal vez sí, tengas razón, me conocerá, sin embargo, mientras él no lo diga y lo acepte, seguiré disfrutando de ello. Me mira como si no hubiese nada mejor. Es tanto el hambre, el deseo que se refleja en él, que no quiero dejar de obtener eso.
—No le pongas las cosas fáciles, princesa. Ni como Kimberly, ni como Ly. Si lo estás poniendo de los nervios, ponlo más. Si está batallando con el mismo porque está perdiendo el control, vas por buen camino, pero no bajes la guardia. No tengo nada que decirte, sobre que te entregues a él o no, es tu decisión; solo asegúrate de quererlo y disfrutarlo, porque no soy una chica, para nosotros no es importante, pero imagino que es algo que quedará en ti para la vida.
—Gracias papá, recogeré todo y volveré.
—Si tienes problemas, me llamas y vuelvo hasta San Francisco —asegura y sonrío.
Reese Collow, nos vemos esta noche en el antro.
...
Llegué más temprano que nunca al antro. Pedí ser la primera en bailar, para así tener la disposición de tiempo para Reese. Me arreglé de inmediato y di mi show.
Bailar me encanta y aunque solo pensaba en el post del baile, en el tubo seguía siendo como un tsunami.
Una vez en el cuarto, me quedé ahí esperándolo. Sé que llegará, si su está loco por esta chica que proyecto lo hará.
La puerta se abre y él cruza el umbral. Veo en su rostro el asombro de que yo esté aquí. Lo veo tan perfecto, tan «lo que necesito para mí» que el cuerpo comienza a revolucionar.
Me recorre con la mirada. Esa mirada que me corta hasta la respiración y me hace verlo todo en llamas.
Tomo su mano y lo siento al borde de la cama. Estoy segura de lo que quiero de él, de lo que haré ahora, así que no le doy chance a reacción. Empiezo a moverme para él, sin música, cómo la primera vez que me vio.
Lleva sus manos a mis caderas y mi mente se pierde en segundos de lo que tenía planeado.
Hoy yo soy la que mando.
Me acerco a la cómoda y alcanzo una venda que he traído antes y vuelvo a su sitio. Le coloco la venda en los ojos y lo muevo, indicándole que debe acostarse.
No hablaré.
Me desprendo de mi ropa y sabiendo exactamente que quiero, me ubico encima de su rostro, dejando mi sexo en su boca.
Cómo no me permito hablar y cómo yo soy la que domina hoy; le toco la cara como mandato.
Su lengua recorre despacio toda la hendidura. Succiones que llegan y me torturan de tal forma que me cuesta mantenerme en esta posición. Lamidas que me van dejando cada vez más al límite de gemir. Es imposible que logre gemir también diferente, cuando eso no puedo controlarlo. Sus dedos me abren más para él y su lengua se aprovecha de ello.
No sé si esto es una recompensa o una cadena. Lo he comprobado un poco hoy, estoy reaccionado a Reese Collow como si fuese un medicamento al que fuera adicta. No concibo días sin él, sin cualquier tipo de roce o palabras que crucemos.
Él enciende mi cuerpo y lo conoce más que yo misma. Sabe dónde tocarme o cómo hacerlo. Sabe el tiempo exacto para hacer y se aprovecha de ello.
Su lengua no da tregua, mientras utiliza solo sus dedos para abrirme para él. Lamidas en mi entrada me enloquecen aún más y me hace replantearme en toda regla si debería esperar a ser Kimberly para entregarme a él. Ahora mismo mi mente no piensa en nada más.
Su dedo recorre el borde de mi entrada y aunque debería detenerlo, no estoy pensando con claridad. El placer me está haciendo ver todo rojo. No soy capaz de detenerlo.
Mierda.
Ha tocado un poco. Me ha molestado.
Para que no se diera cuenta de ello, de que soy virgen, seguí en mi posición, dejándole hacer. Él siguió lamiendo con locura mi sexo y no volvió a tocarme la entrada con su dedo.
Cuando las succiones fueron volviéndose más precisas, más seguidas y las lamidas ocupaban mi clítoris y la entrada, mi cuerpo empezó a contraerse, haciendo que vibrara encima de su boca. Aunque quise aguantar los gemidos, no lo logré del todo.
Me levanto de encima de él y bajo de la cama. Vuelvo a colocarme la ropa y en el proceso de vestirme con la mía, él se quitó la venda.
Lo observo desde mi sitio mientras termino de colocarme el jeans. En su mirada esta vez, hay más.
Me acerco a la cómoda y tomo el cuaderno de notas.
Mi privado se ha acabado, puedes irte.
Le extiendo la nota y él tras leer me observa directamente a los ojos. Lo hace por muchos segundos, en los que siento que mis piernas quieren dejar de responderme.
Se acerca a mí y no retrocedo. Mueve su cabeza hasta que sus labios llegan a mi cuello y deja un húmedo beso en él.
No sé si lo sabe, pero, él tampoco quiere perder a Ly.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro