Punto de vista de Atenea.

Ya no podía más, mentía a todo el mundo y lo peor de todo eso era que me mentía a mi misma también. Estaba traicionando todos mis principios con mis actuaciones. No podía comer, no podía dormir y por si no fuera a peor todo esto, estaba empezando a bajar mis calificaciones.

Estaba sentada en la silla roja de ruedas de mi escritorio tratando de estudiar ahora que se venían los exámenes finales del cuatrimestre, pero era imposible concentrarse con todo el revuelo que había en mi vida ahora mismo, y todo por su culpa.

Desde que apareció en mi vida con sus tatuajes, su pelo negro y sus ojos marrones claros mirándome de pies a cabeza, me había cautivado. Desde luego mi vida no podía seguir así, yo no podía seguir temblando cada vez que me miraba. Jake Halliwell tenía que desaparecer de mi vida.

Como si lo hubiera invocado, pasó por delante de mi puerta dirección escaleras abajo. Rápidamente me levanté de mi asiento en mi escritorio y salí tras él.

--¡Jake! --Le llamé saliendo de mi habitación. Él pareció haberme escuchado porque se había parado, pero no se giró a mirarme, aún estaba enfadado. --Jake, por favor mírame.

Sabía que le estaba costando dejar el orgullo ese tan grande que tenía, pero lo haría, por mí. Porque Jake si estaba dispuesto a enfrentarse a todo, no como yo.

--¿Qué quieres, Atenea? --dijo, mirándome al fin. Subiendo los escalones de uno en uno sin dejar de mirarme se acercó a mí. Mis piernas comenzaron a avisarme de que como siguiera teniendo sus ojos clavados en los míos iban a dejar de mantenerme en pie. Las mariposas que habitaban en mi estómago revolotearon nerviosas y mi piel se erizaba tan solo al sentirle a medio metro.

--No puedo seguir así. --dije frunciendo el ceño debido a la angustia que tenía. Jake resopló mirando un segundo hacia arriba y luego me volvió a mirar, ¿Cómo se puede ser tan sexy hasta resoplando?

--Haz lo que quieras, yo ya te dije todo lo que te tenía que decir. --dijo, dándome la espalda continuando su camino, pero le tomé el brazo sintiendo como toda piel se ponía de gallina y como mi corazón se aceleraba. Él sintió lo mismo, lo sabía. Esto era algo recíproco pero que no podía ser.

--Pero tengo miedo, Jake. No quiero que...

--Ese es tu problema, Atenea. Es tan acostumbrada a mostrarle a la gente la persona que quieren que seas que te has olvidado de como quieres ser tú, que es lo que realmente importa. --dijo interrumpiéndome mi frase, ya sabía lo que le iba a decir porque se lo había repetido por activa y por pasiva. Por eso estaba así de enfadado.

--¿Acaso tú no tienes miedo? --le dije incrédula, me sorprendía muchísimo que no temiera la reacción de su padre dado a como se llevaban.

--No. --respondió firme, seguro de sí mismo. Todo lo contrario a mí.

--¿Por qué?

--¡Porque estoy dispuesto a comerme el mundo si es por ti y contigo!