Capítulo 9
Matthew Reid
¿Aaron?
Nunca creí que las vacaciones de dos semanas serían buenas pero llevo dos días y definitivamente quiero regresar a Virginia, si no fuese porque es básicamente una toma de poder en guerra sería un buen lugar para escapar de esta incomodidad.
Hace dos noches me fui a un club Yakuza, pero la dejé aquí, mientras me esperaba y hacia la comida más deliciosa que he probado. Me metí con otra, bebí y me arrepentí, pero ella no es mi puta, no tendría porque.
Después vi la decepción de sus ojos cuando la llamé así. No sé qué quiere, no sé qué espera de mí, pero no me ha hablado, sólo me dice que la comida está lista y se va a su habitación.
A veces desearía no tener otra habitación. No sé cuánto tiempo veo las escaleras pero baja corriendo con su short de algodón. Su cuerpo se adhiere a la tela u al revés. La televisión muestra las imágenes de Costa nostra y Sicilia. Es un caos, eso escucho, lo que es un caos es la manera en que se empina al refrigerador y se ve perfecta.
Toma un poco de jugo, lava el vaso y vuelve a su camino.
—Deberías venir —digo más como una orden.
Sus pies frenan, veo cómo su pecho se eleva, y sin mirarme se acerca a mi lado. No digo nada, dejo que se acomode en él sofá.
Es hermosa, realmente lo es. Lo veo en toda ella, pero hace mucho también vi una belleza que me cegó, quizá jamás se compare con el fuego pero esto es agua.
Ella eleva la vista a la pantalla, el reflejo la hace ver magnífica. Sus ojos verdes brillan contra la pantalla.
—Eso es...
—¿Horrible? —inquiero sin dejar de mirarla.
Ella aparta la vista del televisor y niega.
—Habría hecho lo mismo si tuviese un poco de poder —sonríe a medias, no puedo controlar lo que hago, sólo levanto su barbilla—. Los perdí, ambos eran mi mundo y los perdí.
Deslizo mi dedo pulgar a sus labios, acariciando la piel suave, y por una parte no me interesa que ame a alguien más.
Me inclino hacia ella con los ojos brillantes, es vulnerable, e inhalo su aroma.
Cierro los ojos, dejando ir un pequeño jadeo cuando toco su rostro con mi nariz, tiembla debajo de mí pero no sé si es miedo.
—Lamento irme —susurro contra su mejilla—. No eres una puta, jamás pensé eso, pero ahora... ahora quiero que seas sólo la mía, ¿okay? Quiero estar dentro de ti. Quiero tenerte a ti.
No sé porque hablo, pero el fuego me está matando.
Dejo un beso en mi mejilla y suspira, cuando al fin me encuentro con su mirada está cerrando los ojos. Aprieta los labios y quizá soy perfilador pero se cuando alguien está luchando por lo que desea y lo que quiere, y si lucha es que no lo quiere tanto.
Así que me alejo lentamente, y la observo; sus pechos, cintura, pero sus ojos, sus ojos buscan algo que no sé cómo darle.
—No te quería hacer sentir incómoda —susurro, aún observando cómo me mira—. No soy bueno para conquistar o las palabras en el oído. No sé qué estoy haciendo... —me levanto porque entre más tiempo pasó aquí probablemente me humille—. Lo siento.
Que bueno que es de noche porque no quiero salir de nuevo. Me refugio en mi habitación, y entro a la ducha después de dar mil vueltas que no me bajan la erección. El agua fría castiga mis músculos, pero mi mente es la que me engaña, es la que pone esa dulce cara en mi mente.
Salgo de prisa sin importar que deje mojado el pasillo. Entro y comienzo a alistarme, no puedo quedarme aquí, sí no me voy haré una tontería. Yo no soy así, yo lo odio. Juzgué a Lovely por amar a un hombre que la sumergía el lujuria, y yo estoy igual.
Una vez medio vestido busco mi arma y placa. La llevo porque es zona de guerra, y las leyes están cambiando drásticamente...
—¿Agente? —una voz a lo lejos me hace enderezarme.
Giro hacia la puerta y la veo en una toalla blanca que amolda su cuerpo, el cabello oscuro se le pega en los hombros, aparto la vista cuando la sangre fluye en mi miembro.
—Puedo hacerlo —dice, cierra la puerta pero no sé qué diablos hace—. Estaba asustada, pero estoy muy mojada, y necesito saber si esto se calmará cuando lo pruebe.
Su cuerpo se balancea con delicadeza.
—Acuéstese —señala la cama.
Y lo hago sin que me lo repita, sonríe y deja caer su toalla... «Madre mía, ayúdame»
—¿Prefieres que te diga agente? —inquiere y frunzo el ceño—. ¿Cómo te gusta?
Entonces sé que me está tratando como a sus clientes, esto no es lo que quiero, no en mi casa. Me siento en la cama, ignorando el dolor de miembro y su desnudez junto a mí.
—No sé que quiero pero creo que no lo conseguiré contigo —paso las manos por mi cara—. Tú me ves más como un cliente, y al final te compré, ¿no? No debería hacerlo. No tienes que complacerme.
No me aparta la mirada, al contrario, pone su mano en mi pierna, colocándose a horcadas sobre mí. Arquea el cuerpo, acostumbrándose.
—Matthew —susurra, y cierro los ojos al sentir sus labios sobre los míos—. No quiero que te vayas con otras. ¿Lo quieres?
Mis manos temblorosas tocan sus muslos, deslizándose hasta sus caderas y cintura, el corazón me late con fuerza al sentir sus pechos sobre mi pulgar.
—No —suspiro, cerrando los ojos—. Desde que tu vi no puedo pensar en algo más que no sea tenerte.
Gime, y dirijo mi mano a su cuerpo, enfocándola a mis ojos; tiene el iris dilatado, y yo estoy a nada de correrme.
Y... me besa.
Sus labios caen fríos y furiosos contras mi boca, tirándome sobre la cama, me aprieto a ella, le entrego mi lengua, chupa y gime, besando mi cuello, la atraigo cuando trata de bajar. Yo quiero probarla, no quiero su servicio.
Bella Barrow
🐝
Matthew toma mis caderas para rodarme, y ponerse sobre mí, él movimiento me toma sorprendida y más cuando con urgencia comienza a chupar mi cuello, pechos y con la mano comienza a deslizar hasta mi zona.
Se supone yo lo voy a complacer, no él a mí. Aún así no puedo evitar abrir las piernas, y mientras empujo su boca a mi pezon con las manos, desliza un dedo entre mis labios vaginales, separándolos.
—Así —gimo, necesitada de su tacto, es tan suave, y lo repite, hundiendo lentamente la punta de su dedo, atrapa mi otro pezon con furia, hambre—. Oh, Matthew.
Hunde sus dedos en mí, dos, y juega con ellos, elevándolos, mis piernas comienzan a temblar, niego; no aguanto la sensación placentera.
—Gime —ordena, chupa mi cuello hasta mi mandíbula y ahoga el grito que dejo ir contra sus labios—. ¿Te gusta?
Asiento, no puedo respirar, su pulgar masajea mi clitoris, me ahogo y se vuelve rápido, lento, aprieta el botón, entra en mi con sus dedos, el sonido de mis jugos con sus dedos me avergüenzan un poco, sin embargo me toma la mandíbula.
Lo veo a los ojos, el cabello alborotado, ojos brillantes, labios hinchados, cuerpo delgado pero musculosos, y yo me siento como una muñeca de trapo que no para de temblar mientras sus dedos largos juegan conmigo.
—Ojos en mí, B —exige cuando los cierro—. Apriétame los dedos. ¿Cómo te gusta? ¿Qué te gusta?
Empuja los dedos, haciendo melodía de fluidos, grito al sentirlo alejarse.
—Matt —ahogo un gemido cuando sus labios presionan los míos—. Por favor...
Deja ir un gruñido e intensifica los movimientos.
—¿Qué deseas? —dice, besando mi mandíbula, sus dedos entran, salen, su pulgar aprieta, masajea, mis paredes se hinchan—. Dilo.
—Haz que me corra —exijo, pérdida en la neblina de mis ojos.
Gime, empujando su mano cuando sus caderas se presionan con mi coño, grito. El calambre me corrompe, eleva los dedos, sus caderas se sacuden y un fuego interno me atormenta con fuerza al sentirme apretarlo con el orgasmo.
Me balanceo como loca, buscando con urgencia seguir sintiendo las réplicas hasta que pierdo fuerza y me late hasta la lengua. Quedo quieta y él también. Todo comienza a establecerse, parpadeo aturdida, sus labios se deslizan poco a poco hasta que puedo sentirlo en mi pelvis.
Vacila como si esperara una orden, elevo mis caderas y no espera... joder.
Creo que grito en agonía porque me arde la garganta mientras aún el calambre no se va y él chupa mi coño, bebiendo de mí. Es delicioso, y sonrío al sentirlo reír.
—Matthew —digo sin aliento.
—¿Mhmm? —se desliza hasta mi boca.
Acepto el beso, probándome. Busco su cinturón, y bajo sus pantalones, no pone mucha resistencia.
—Hazme tuya —exijo, deslizando su camisa de algodón hasta que se levanta, permitiéndomelo. Los músculos se le tensan—. Dios.
No es súper musculoso pero tiene cada uno en su lugar, así como una línea oscura de vello debajo de su ombligo.
Acaricio su cuerpo, mis dedos sienten la tensión, pero no dejo de hacerlo.
—Entra en mí —pido.
No espera más, se quita los pantalones. Me giro de espaldas para ponerme boca abajo, apartando mi cabello, inclino mi trasero hacia su miembro, y la punta juega con mi entrada.
—Mierda —gime, se viene sobre mí, mordiendo mi hombro—. ¿Usas la píldora?
—Sí —miento, su carne caliente me pone a temblar, y gruñe.
Se acomoda, tomando mis caderas, aprieta mis glúteos y el ardor de su cabeza entrando me hace jadear, los huesos se me debilitan, sentirlo por fin dentro de mí, deja ir la estocada que me mece hacia adelante, su miembro truena con los fluidos que ha provocado.
—Estás muy mojada, y es tan delicioso —dice, perdido en las embestidas que comienza a dar.
Me acoplo a él, empujando con fuerza, toma mi cabello, levantándome, pone su brazo por mis pechos, besando mi mandíbula hasta llegar a mis labios donde se traga cada gemido al son de sus embestidas.
—Oh... Matthew —echo la cabeza hacia atrás, sus dedos se deslizan a mi clitoris y no sé cómo lo hace pero dudo que pueda aguantar.
—Te vas a correr mirándome —dice, me sienta, caigo a la cama, me levanta como un trapo, me esfuerzo con los miembros temblorosos.
Me sienta ahorcadas sobre él, ubicando su miembro brillante, gemidos al mismo tiempo, de alivio quizá. Balanceo mis caderas, aprieta mi trasero a él y lo hago. Salto, arriba y abajo.
Busca mi boca, le doy el beso que me pide, se siente muy íntimo, trato de negarme pero me toma la cara, mirando mis ojos, apartando mi cabello sudado.
—Mírame.
Hay algo raro en sus ojos, un brillo inusual, pero el sexo vibra con fuerza en la habitación así como mi intimidad que se humedece viéndolo, me aferro a sus hombros, mordiéndolo cuando voy perdiendo fuerza.
Jadeo, aprieta su brazo a mi cintura, empujándome hasta adentro, gime con fuerza, echando maldiciones con su voz sensual y masculina.
Tengo los ojos cerrados, y al abrirlo me deslizo a su cuello, lamiendo... mi mundo se detiene.
La piel se me congela, e instantáneamente recuerdo el último día en que estuvimos juntos, sus manos me envuelven y cierro los ojos, llevándome las medusas que están en su espalda.
«Tiene el mismo tatuaje»
Busco su boca con las lágrimas que me rompen, el orgasmo me atrapa como un tornado y abro los ojos, cabalgando con fuerza, sus manos tiemblan en mis caderas; el brillo avellana de Aaron me enciende cada célula.
Sonríe, y acaricio sus labios con los míos, dejándome llevar, echo la cabeza hacia atrás.
—Oh... mírame —exige, su voz es distante.
El placer me envuelve y jalo su cabello, muerde mi teta, chupándola como un sediento. Mis terminaciones nerviosas se rompen con fuerza, el me sostiene, al lanzarme a su boca, dejando ir el grito que despierta sus empujes.
Tomo su rostro con las réplicas torpes de mis caderas y sonríe: sus ojos.
Gime, y su boca abierta me dice que se corre, llenándome por completo así como se hincha...
—Dios... B.
—Te amo, Aaron.
Entonces sus ojos se abren, y el miedo me impacta. Trato de hablar, de decir algo, pero la cara de Aaron se cambia por otra con rasgos más delicados.
Sus ojos brillan, con rabia y decepción.
Por segundos ninguno de los dos dice nada, por segundos ninguno puede formular palabra, pero se que la he cagado.
—Vete —pide con amabilidad.
Se sale de mí, dejando ir un gemido. Me siento tan fría cuando me deja sentada.
Trato de irme...
—No, me largo yo.
Toma un pantalón y camisa del suelo; su miembro se balancea, abre la puerta y de esa misma manera la azota, haciéndome brincar.
La he cagado, lo he jodido. No sabía...
Me siento sucia, he engañado el luto de mis chicos. He confundido a un pobre hombre con el amor de mi vida.
He tenido sexo.
Lo he hecho.
Y, me ha encantado. Joder, me ha encantado.
Nota:
¿Siempre la segunda opción, Matthew?
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