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Capítulo 5

Matthew Reid

Después de ir a la tienda de ropa más cercana vuelvo a la casa. Dejo el auto en el garaje y salgo llamando el Rey que no responde.

Tengo que ir a trabajar y no puedo estar con ella así que lo mejor es que se vaya. El Yakuza tiene muchas áreas, y se que puede ser menos desagradable, así sabré si ella está bien. Una vez adentro me dirijo al baño y encuentro la puerta entreabierta.

—He traído algo de ropa y un cepillo dental —digo en voz alta—. Lo dejaré en el lavabo.

No responde así que abro ligeramente la puerta, poniendo la ropa en el lugar, así como las sandalias, pero algo jala a mis ojos como imán hacia el cuerpo que se ve a través del cristal empañado.

Sus manos se mueven con delicadeza, echa la cabeza hacia atrás, dejando ir un gemido.

Aparto la mirada y salgo tan rápido que veo estoy volando. No debería pensar en estas cosas. Me encargo de hacer algo de comer mientras termina, y atiendo la llamada de Klein en altavoz.

—¿Has sabido algo de la chica? —habla del otro lado.

Me atraganto con el café.

—No —respondo, coloco el desayuno en la barra—. Supongo que se fue. No sé.

Bien —suspira—. Te necesito en Washington para un caso, y después te daré una semana de vacaciones, el supervisor dijo que es mejor que te aleje de esto debido a que tuviste cercanía con la persona que está matando por diversión. Quiero el perfil de siniestro cuando llegues.

—Por supuesto —y cuelgo.

Unos pasos se escuchan, y aunque tiene un pantalón chandal no puedo evitar ver su pechos ya que no lleva sostén, olvidé comprarlo o la verdad es que no tenía idea.

Pero levanto la vista a su rostro y me quedo helado, su rostro es pequeño, un poco redondo pero con pómulos altos, sonrojados, su labio superior es pálido pero el inferior es rojo, son regordetes, el inferior es como una goma, es perfecta...

—¿Te causé problemas?

Sacudo la cabeza, giro para que no me vea, y respiro hondo, tomando la cafetera. Bajo la mirada, y mi entrepierna está teniendo serios problemas de autocontrol.

—No —digo, finalmente—. Damon vendrá por ti, yo viajaré a DC.

No responde así que giro cuando la erección baja, ella está de espaldas, dándome una vista muy agradable de su trasero y debo poner la taza al lado de su plato. Se sube al taburete y me sonríe.

—No le agrado mucho —susurra, y mueve la taza de café—. Gracias por ayudarme.

Sólo le regaló una sonrisa porque definitivamente no quiero decir algo de lo que me arrepienta.

—¿Salías con la viuda negra? —rompe el silencio, señalando una fotografía en la pared, es mía y de ella.

Eso me hace sentir orgulloso. Está besando mi mejilla, y yo sonriendo, es una de las únicas que tenemos, hay muchas alrededor con mis amigos; compañeros de trabajo a decir verdad.

—Fui su novio.

Sus ojos se abren con curiosidad.

—¿Cómo es ella?

Quiero decir que hermosa y lo mejor que he conocido pero de pronto no quiero.

—Es mucho mejor que lo que está haciendo —le comento.

Comienzo a comer pero de pronto la comida no sabe tan buena.

—Quisiera hacerle saber que agradezco lo que hizo enviando a ese hombre, se que fue ella —susurra, su voz se quiebra y rápido da un trago de café—. Es muy bueno.

Desayuna en silencio los huevos con verduras, y puré. Le sirve dos veces y come un poco apenada.

Termina la comida y yo arreglo mis cosas para irme mientras ella sea ocupa de los platos después de insistir. Acomodo mi placa y arma cuando tomo la perilla de la puerta, escaneo su silueta levantándose del sofá.

Escaneo su postura, y se que lo mejor es que no la vuelva a ver.

—Diviértete —le digo.

Sus brazos decaen así como su boca se abre ligeramente, y salgo, bajando las escaleras para el garaje. Emprendo camino a la pista de despegue, y le aviso a un guardia que cuide mi auto.

Pero hay algo en la manera que me estaba mirando, y no sé qué hacer, no me gusta, no me gusta. Es sólo una víctima, y al final ella no se ve afectada.

Ella quiere esa vida, ¿no?

No sé, no lo sé pero ya estoy volando y no regresaré. «Un coño y ojos hermosos no lo valen», escucho su voz.

Bella
🐝

Había algo en él que me hizo sentir culpable de ser quién soy, al final yo maté a los amores de mi vida, al final tuve la culpa de lo que sucedió. Su hubiese confiado en ellos. Al final me quedé donde me hicieron daño para castigarme, yo lo merecía.

«Sí, lo merecías», una voz desliza por mi mente.

Pero entonces dijo las palabras "diviértete" cuando salió, sabiendo que me iba a prostituir, y comprendí, porque eso me decía Alessandro cada que me vendía para sacar información.

«Espero que te diviertas abriendo el coño», veo su sonrisa.

Un ruido me hace quitar las lágrimas y levanto de golpe, quizá la esperanza, quizá volvió. Y no quiere venderme, o quizá quiere comprarme, él me hizo sentir segura, no me quiero ir de nuevo.

Tal vez no quiere que me vaya. Quizá me estoy ahogando y anhelando de que haya alguien cómo Aaron.

Pero lo que veo es al hombre rubio, cerrar la puerta y escanear todo el lugar hasta toparse con mi mirada.

—¿Lista? —se cruza de brazos, escaneando mi cuerpo—. El Yakuza no vendrá pero dijo que te pusiera a prueba en club, necesitas pasar unas pruebas debido a las áreas que hay. ¿Qué sabes hacer?

Limpio mis palmas en mi pantalón y respiro. He vivido mi vida entera haciendo esto, así que un pene más en lo que ahorro para escapar no me romperá más.

—Cualquier cosa —respondo, ocultando el miedo que me da iniciar de nuevo—. Dominantes, sumisos, fetichistas.

Sonríe, y escanea mi cuerpo, es alto y musculoso, hay un aura extraña en él.

—Puede que te ayude un poco con las pruebas —me comenta—. Soy el líder de Ámsterdam.

Frunzo el ceño.

«¿El demonio de Ámsterdam?», escaneo su cuerpo, baja los brazos, los eleva para entrelazarlos en su nuca, la camisa negra se le sube, y la V me deja ver un tatuaje de calabaza seguido de una araña.

—Vamos, niña —espeta, cambiando su postura—. No quiero ser más hijo de puta.

—Tengo 25 —suelto.

Sonríe, y se acerca, quiero moverme pero no puedo. No sé cómo actuar estoy amaestrada para obedecer.

—¿De verdad? —no sé cómo pero lo tengo frente a mí, así que debo elevar la vista—. Yo también, hace 4 años atrás.

Sus ojos azul claro inyectan de una especie de fuego en mi boca.

—Muévete —exige.

Parpadeo aturdida. Supongo que no me quedaré así trate de hacerlo. Me pongo las sandalias que me trajo de color rosa y abro la puerta, recibiendo el frío. La blusa blanca está muy ajustada pero el pantalón más amplio, y hace que mi figura esté sin duda expuesta, ahora veo porque el agente tuvo una erección mañanera.

Estoy acostumbrada a provocarlas, pero no me desagrado, quiero o quisiera que él me hubiera dicho algo más. Quizá no quiere estar con alguien sucia, al final su novia fue la mujer que dicen es la más hermosa del mundo. Su guerra ha atraído millones de personas a favor, la ven como símbolo de la libertad y tambien yo, jamás creí tener cierto disgusto hacia ella hasta que vi su fotografía y abajo sus nombres en el marco.

El hombre que viene detrás de mí, cerrando la puerta con llave, extiende la mano al auto negro que parece ser un Ferrari.

—Te explicaré un poco de las reglas —sonrío, y abro la puerta para entrar ya que él baja, pasando por mi lado, directo lado del piloto.

No es Alex. Eres sólo una puta.

Una vez adentro emprendemos camino, guardo silencio. Su auto huele a menta, a fresco, limpio pero también a licor. Echo un vistazo al pequeño asiento de atrás, y arrugo la frente, es horrible hacerlo en un auto así.

—Bien —llama mi atención. Me enfoco en él y el cigarrillo de hierva que enciende, dejando el encendedor negro en el porta vasos—. Es una semana, puedes elegir dependiendo de tus habilidades; tendrás que dar demostraciones de cómo funciona para ti el sexo en urgías, si puedes con dos o tres. Ese es el primer nivel, después están los dominantes, algunos son rudos así que necesitas saber que pueden casi matarte, debemos ver qué tanto aguantas, está el área de fetiches que eso es más fuerte, puedes ser torturada, pero también hay placer si te gusta —toma una pausa en lo que no entiendo mucho—. O si no te gusta puedes recoger lo que queda de la habitación oscura, es la parte subterránea. Hay cuerpos, cadaveres, todo. Pedofilos, caníbales, sadicos, maniáticos, y mucha sangre. Limpiar es asqueroso, supongo pero sólo vas a recoger. ¿Qué te parece?

—¿No saldría de la zona subterránea? —inquiero, me invita del porro pero niego con una sonrisa.

No me gustan las drogas, solía robar algunas del cazador para que cuando me usaran no terminara tan mal.

Descubrí que robaban mercancía, experimentaban con ella ya que se aliaron con el imitador varios se murieron así que, dejé de consumir, fue difícil pero lo logré con ayuda de mis chicos, y cuando volví a las drogas trataba de cerciorarme de que eran las del químico.

—Sí, supongo, dos días a la semana —me explica—. Te mostraré las instalaciones.

No digo nada, sólo dejo que me lleve a lo que parece ser un castillo de perversión. El atardecer nos toma en el lugar rojo de música y tragos. Ocupa al menos dos calles, y al parecer hay parte subterránea después de los dos pisos que hay.

La primera planta es un vas nudista, la de arriba es más bien urgías, y sexo por dónde lo veas, hombres, mujeres, y todos con todos. Hay unas zonas apartadas en cada área con torturas, latigazos y personas mutiladas así como personas en cajas de cristal en las paredes que bailan, se masturban, o tienen algún invitado que los está follando.

El rubio me explica lo que debo saber pero sin duda la zona de mutilaciones no son para mí. Algunas mujeres y hombres tienen extremidades de metal, lo cual me hace saber que siguen despues de eso.

Nos detenemos en un elevador después de atravesar el mundo de sexo, escaneo su cuerpo cuando nos sumergimos al elevador que nos hace bajar, brazos y el tatuaje de cadena con púas sangrantes en tono rojo como si las púas se le clavaran. Una vez se detiene todo es silencio.

El pasillo es largo y silencioso.

—¿Qué es esto? —inquiero.

—Esto es la zona subterránea —dice suavemente—. Aquí no encontrarás a Dios.

Abre una puerta con código y me da paso al hedor a sangre con químico desinfectante impacta contra mis fosas nasales.

Lo que veo es una habitación negra con luces rojas, pero está todo vacío, sin embargo hay cubos de cristal en plataformas, están llenos de sangre, y puedo apreciar los cuerpos destrozados.

No sé cuándo comenzamos a caminar pero hay al menos seis mujeres limpiando con lentes y luz ultra violeta.

—Por acá —me indica—. Puedes ser una de ellas —me señala a la mujer que recoge un brazo de la caja de cristal como si nada.

El asco me aturde cuando veo otra que recoge eses, y vomito. Trago saliva con todo lo que hay aquí, y al frente hay un pasillo para más.

Quisiera hacerlo, pero no sé si sirvo para algo más que no sea abrir las piernas y fingir orgasmos.

—Allá hay recámaras cerradas de sexo igual que aquí, sólo que son para los tímidos —me explica.

—¿Hay personas muertas? —giro hacia él.

Suspira.

—Lo que hay allí es canibalismo, necrofilia, pedofilia... —comienza a enumerar al menos cinco más y me mareo con las palabras horribles que salen de su boca.

Soportar todo eso es vivirlo.

—¿Cuándo empezaría con la demostración? —inquiero para frenar sus palabras.

Sonríe, mostrándome su dentadura perfecta, peinando su cabello.

—Haremos una videollamada en mi oficina —me ayuda a salir de los charcos de sangre que hay en el piso.

Nos salimos de la zona y entramos a otra parte subterránea donde da a un pasillo silencioso. Entramos a su oficina, hay fotografías pornograficas por todas partes. Tiene un escritorio de madera que parece ser cedro y salto cuando cierra la puerta, puedo oler el sexo en él.

Enciende una computadora en su escritorio, sentándose en la silla de piel con ruedas, y detrás de él lo que parece ser un sofá que podría jurar usa para otro tipo de usos. Extiende la mano para que tome asiento.

Y lo hago, dudando un poco del lugar en el que estoy aunque huele a limpio. Se acomoda en su asiento de cuero y da vueltas en la silla. Teclea la computadora y aparece algo así como un chat.

Alguien responde desde la otra línea, puedo ver a un hombre calvo de tatuaje en la cabeza, y quisiera decir que feo pero es atractivo.

Una mujer de cabello nació aparece detrás de él, besándole la calva.

—¿La nueva mercancía? —inquiere, el rubio cantea su computadora, y saca una botella de agua de un pequeño refrigerador a sus pies.

—Es un favor al agente —suelta, y el hombre se carcajea—. Ya sé, pero está buena.

Acerca tu cara a la cámara, niña —me ordena.

Dudando un poco y con el corazón apretado me inclino sobre el escritorio ya que el rubio aleja la computadora de la orilla.

Me aparto el cabello de la cara y sonrío. Asiente, y la mujer asiente también.

Desnúdate —ordena.

De la nada tengo un ardor en las mejillas, me paralizo y escaneando al tal Damon que bebe agua como si fuese otra cosa, eleva las cejas y el hombre de la llamada.

—El yakuza espera —me dice—. No te preocupes por mí, no tienes nada que no haya visto.

—¿Sirves para esto o no? —inquiere el hombre de la videollamada.

El líder yakuza. El que dirige el imperio de la prostitución más grande del mundo.

—Sí —digo, alejándome.

Quito la blusa blanca, y después bajo mis pantalones antes de las bragas. La mujer de la pantalla asiente, y hace un gesto con la mano para que gire, le obedezco.

—Me gusta tu piel —dice ella—. ¿Cuántos penes te caben?

Trato de ignorar al rubio que me escanea con descaro.

—Oral, anal y vaginal al mismo tiempo —le explico—. Masturbación también con cambios de tiempo. Pero mi especialidad es dos hombres al mismo tiempo, me acoplo mejor. No suelo ser masoquista, pero puedo amoldarme.

—suspira la mujer—. Lo que pasa es que nosotros somos muy buenos porque nuestras mujeres están bien con lo que hacen, lo disfrutan, y eso quiere decir que haces buen trabajo —le dice algo al oído—. Sin embargo hay lugares en la zona subterránea. Algunos disfrutan de la tortura.

Miro al hombre que sigue escaneándome la vagina con el ceño fruncido. Llevo mis manos hacia allí, tratando de cubrir.

—Estará en la primera planta —dice Damon, regresando a mis ojos—. La ayudaré a que se ajuste.

Perfecto —suelta el Yakuza—. Las cifras subieron debido a la guerra.

Y, cuelga.

Me apresuro a vestirme con la mirada del rubio, se recarga del escritorio y cuando trato de recoger mis pantalones me lo quita.

—¿Cómo es que te depilas? —me acorrala contra el sofá. Elevo la vista, y su aliento a menta me pica la nariz porque lo que bebía era licor—. ¿A qué sabe?

—No tengo vellos... aquí —trago saliva, tratando de alejarme de sus labios.

Me entrega el pantalón.

—Ya te puedes ir —me dice.

Quiero decirle que no tengo adónde ir pero al parecer no le importa porque simplemente mira la curva de mis caderas y sonríe, extendiendo la mano.

Después de pasar todo el lugar y sin dinero simplemente vuelvo al lugar donde me encontró Matthew, mañana empiezo así que obtendré algo de dinero, mientras tanto puedo quedarme en un callejón.

Mi padre me enseñó a sobrevivir, que no había lugar para caer, y si Dios me daba un piso para acostarme entonces estaría bien.

Quizá es hipócrita que aclame a dios siendo una puta, pero perdí a las personas que no me juzgaban, perdí el amor a mí misma.

Elevo la vista recargándome del tambo de basura, y cierro los ojos deseando que el agente vuelva. Pero eso no sucede, y sé que no soy especial, sólo soy una puta más a la que un agente del FBI salva.

Me hago bolita agradeciendo que no estemos en invierno.

Nota:

Ay, que cosas.

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