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Capítulo 19

Bella Barrow
🐝

Un pedazo de mi alma.

Damon me da un teléfono nuevo con el número de ambos. Pero hay algo que debía hacer, entro a su sistema desde el teléfono, desviando la red, y busco la web roja donde encuentro las masacres de la viuda y las nuevas.

No hay nada interesante, sólo un símbolo samoano.

«Sigue vivo», suspiro aliviada, y la lágrima se me desliza, aparto con rapidez la sal, echando la cabeza hacia atrás.

Necesito verlo así que tecleo un código sobre la espera. Tendría que ir a Chicago, sé que ha estado allí.

La puerta de la cocina se abre, y Damon entra con su hijo. Han estado afuera no sé porqué, creo que hay algo en la mansión porque todos fueron por allá, y el niño tuvo que ir a la casa de huéspedes.

—¿Cómo estuvo? —inquiero, señalando la casa de la mujer.

—¡Estuvo genial, bella! —dice Jackson—. El Samurai nos enseñó a cortar brazos.

Elevo las cejas ante lo que es la diversión de un niño en la mafia. Damon sonríe, acercándose a mí, y rápidamente oculto el teléfono en mi bolsillo.

—Muy educativo —señalo al padre del año que sonríe cuando su hijo desaparece con el teléfono en mano.

—Se otras maneras en las que te podría mostrar ser educativo —me acorrala contra la barra, abro las piernas para que entre a mis piernas—. Quizá algo de anatomía.

—¿Oh, sí? —me inclina la cabeza con su puño enterrado en mi nuca—. Me encantaría saberlo pero aquí en unos minutos entrarán al menos diez niños menores de 6 y seguramente se traumaran de por vida.

Sonríe, aplastando sus labios con los míos.

—¿Más que un Samurai que mutila? —enarca la ceja ante mi pregunta.

—Probablemente no, pero quiero intentarlo.

Con Damon cerca yo no puedo pensar, me jala el pantalón, mandando a volar el botón y el cierre que se rasga, me levanto, para hacer lo mismo con su pantalón. Sus labios húmedos caen a los míos, anhelándose con furia. Meto mi mano a su boxer.

Masajeando la carne caliente, y el ser atrapada me excita aún así, echo un vistazo a la puerta. Le saco el miembro mientras sus dedos calientes se abren paso en mis bragas en lo que sus labios húmedos chupan la piel de mi garganta.

Me baja los pantalones gruñendo, el teléfono cae, me gira, empujándome contra la barra para quedar con la cara pegada al mármol.

—No hagas ruido —susurra, inclinándose hacia mí con la punta de su polla en mi entrada—. Podrías traumatizar a los niños.

No deja que hable más ya que se entierra en mí, no es calmado, al contrario solamente me usa como quiere, enterrando su carne en mí, pero la manera en que lo hace me vuelve loca.

Mi cara se aprieta contra la barra cuando sujeta mi cabello, la pared oscura de mi cabello no me deja ver hacia el pasillo.

Aprieto los labios tratando de no gemir pero me es casi imposible cuando su otra mano juega con mi clitoris.

Se inclina, besando mi nuca, soplando su aliento a menta.

—Apriétame, B, quiero derramarme en ti —aprieta mi clitoris.

Mi cerebro cae en un bucle, mi sexo se aprieta, dejándome ver mil chispas, y gruñe, cubro mi boca mientras me balanceo hacia su miembro, sacudiendo mis caderas hasta que pierdo fuerzas y me derrumbo con él que se vacía dentro de mí después de empujar dos veces y quedarse quieto, desplomado contra mi espalda.

La nube de extasis se evapora cuando una puerta truena y gritos infantiles atraviesan el pasillo. Empujo mi cuerpo y a la velocidad de la luz subo mis pantalones, Damon hace lo mismo con más calma, arreglo mi cabello, y me siento con rapidez en el taburete después de recoger mi teléfono con las manos temblando. El corazón me late tan fuerte así como el asco que no me deja en paz.

La primera persona en atravesar el pasillo es Rose y unos niños, se detiene a vernos, y sonríe con los ojos entrecerrados.

—No tengas miedo —susurra, cerca de mi oído—. Me gustó como me apretaste al asustarte, B.

Lo codeo, ignorando el calor que desborda.

—Tortilitos —dice Arden al entrar—. ¿Como están?

—Mamá yo también quiero una hermana —dice su hijo, ella se tensa pero después lo mira—. Lo siento.

No sé qué sucedió pero el niño corre con los demás. Damon besa mi cabello, y toma un plátano de la canasta.

—¿Qué sucedió que tenía a todos fuera? —inquiero, ocultando la adrenalina que comienza a adormecerse.

Ellas están bien arregladas así como sus hijos.

—Una cena —dice Rose—. Nada importante.

Sé que lo es, pero yo no soy bienvenida como ellos. Nadie dice nada, Damon resopla y se marcha sin decir más, al mismo tiempo en que la puerta de la cocina es abierta y después Matthew con aspecto de guerra entra, tiene ojos llorosos.

—¿Matthew? —inquiero.

Me bajo, ignorando el semen de Damon en mis bragas, que tengo el pantalón roto, me cubro con la mano y camino hacia él que se endereza.

—Hey, bebé —me toma las mejillas, dejando un beso—. ¿Qué sucede?

—Te ves mal —trato de buscar una herida, sólo tiene un bala incrustada en el chaleco antibalas, y el pecho se me congela. La imagen de Aaron muerto me atraviesa—. ¿Por qué no llegaste a mí en cuanto bajaste el aéreo?

Me percato de que acabo de gritar, y los niños me observan, me disculpo con la mirada.

—Vamos a la habitación —me indica.

Y lo sigo aunque las lágrimas se me deslicen, el día en que Alex y Aaron llegaron acababa de estar con un cliente por no decir que me encontraron en mi cuarto, me sentía tan sucia, tan asquerosa.

Ellos no lo vieron así, simplemente le dieron un disparo y me abrazaron para que guardara silencio. Tuve un ataque de pánico, y no pude mantenerme en pie por las drogas, arruinando el escape, y cuando mataron a todos sólo quedaba uno.

Las drogas llegaron a mi sistema, convulsionadome en el suelo del lugar, finalmente por tratar de ayudarme se quedaron más, y la puerta se abrió con toda una pandilla.

Y los disparos me recuerdan a lo que perdí, me recuerdan a que puedo perder.

Me anclo a la camisa de Matthew, y me trago las lágrimas, yo no lloro por esto. Así que cruzo la puerta de la habitación que no sé cómo alcanzamos.

Lo suelto, y se aleja, quitándose la camisa. Todavía tengo el semen de Damon pero con las manos temblorosas comienzo a bajarme el pantalón.

—B —su susurro me endereza. No sé qué hice mal—. No voy a hacerlo, Dios. Por favor háblame, cariño, ¿sí?

—Sí —la garganta se me cierra. Trago saliva, y se sienta en la cama, mirando mi pantalón roto—. ¿Qué hacían allá?

Eleva la vista, sus ojos rojos me hacen asentir.

—¿Estaban con ella? —no sé porque me escucho vulnerable. No habla—. Contesta.

—Estaba bebiendo del licor que él tiene, y estaban en una celebración.

—Una a la que la puta de Damon y tuya no fue invitada —me hincho de valor—. ¿Es así, no?

—Damon sólo fue un momento, y yo no me metí allí así...

—¡Estuve aquí por más de diez horas desde que te fuiste a una batalla que terminó en celebración y no te molestaste en decirme que habías llegado porque estabas triste! ¿Es eso? Bebiste su alcohol porque no puedes tener a su mujer.

—¡No fuimos! —grita—. No sé si Damon lo hizo pero simplemente sucedió, yo me iré a DC.

—¿Por alejarte de ella o de mí?

—¡No hables por mí! —espeta levantándose—. No era por ella, ella no significa nada para mi vida. Es lo mismo que Alex y Aaron...

—¡Están muertos, ella no!

—¡Pero al menos a mí me sigues gustado, en cambio si ellos vivieran ni siquiera me habrías mirado!

Mi boca se cierra, y aparto la vista de sus ojos brillantes.

—Malditamente lo sabía.

«¿Qué espera que diga?», lo veo irse al baño, y cerrar con pernillo.

No llevamos ni dos meses juntos y estamos matándonos. Lo peor es que no sabe quién soy, el trabajo que tiene no lo conservará si sigue conmigo.

Debería evaluar si deseo esto, sí soy capaz de renunciar a mi familia o lo que queda de ella para poder vivir feliz. Pero no sé si puedo estar entre ella y su recuerdo que es viviente.

Pero he iniciado con los chicos sin haber sanado, y no quiero hacerlo. Yo soy una puta más, sé que las sumisas del Yakuza vienen y van por cosas de la casa.

No sé cuánto tiempo sucede pero Matthew sale con una toalla que envuelve su cadera, dejando a la vista el corte que lleva en el abdomen y moretón.

—Matt —me acerco, y sonríe.

—Ya no duele.

—Cállate y siéntate —se queda quieto peor finalmente se sienta con el miembro que se le comienza a levantar—. Ambos manténganse allí.

Niega divertido. Me dirijo al baño donde saco el botiquín y regreso a él, el corte no es tan profundo pero la sangre empapa la toalla, quizá por el licor.

Me encargo de limpiar su corte, y sisea cuando lo limpio.

—Los hombres suelen ser agresivos —le explico, tomo el hilo y el aguja—. Aprendí a curarme, cortaban en ocasiones, y después me volví tan buena que no tenían que torturarme. Aprendí a cuidarme y a curarme, lo malo de eso es que la cabeza no tiene botiquín.

Cierro la boca cuando termino de cortar el hilo, al regresar la vista a sus ojos veo cómo aprieta la mandíbula, su cabello húmedo acaricia sus pómulos.

—Ven aquí —me señala su regazo, dejo el botiquín y obedezco, colocándome a horcadas—. Puedo ayudarte con tu cabeza —se lo siga significa.

Un psiquiatra.

—No quiero eso, yo puedo con ello.

—Me voy hoy en la noche para Quantico —el corazón se me acelera—. Quiero que vengas conmigo, Bee —sus ojos enfocan los míos—. Está no es mi guerra.

—Lo haré —dejo un beso en sus labios—. Lo haré.

Besa mi cuello, enviándome a un lugar donde quiero quedarme para siempre...

—¿Y Damon? —me detengo, busco sus ojos y se que diga—. ¿Él vendrá?

—No aseguro que quiera hacerlo porque es miembro de la mafia, es su obligación, pero sin duda lo hablaremos en un rato.

Sus palabras deberían alentarme pero no lo hacen.

No pienso mucho porque termino quitándome el pantalón y montándolo hasta que se derrame dentro de mí. Los puntos se le tensan así que lo dejamos para después.

Finalmente se hace tarde y nos dormimos, su calor me acompaña hasta que ya no está más, y se que se ha ido.

El cansancio me obliga a seguir en la cama hasta que el calor vuelve a mi espalda, pero reconozco a Damon, y se que es él cuando acaricia mi cuello. Algo frío me estremece el cuello.

—¿Vas a matarme? —gruño.

Se aleja y reparte besos por mí rostro.

—Abre esos ojos, nena —sonrío, respondiendo su beso.

Parpadeo, y me incorporo aún desnuda bajo la sábana, la luz se ha ido.

—¿Qué? —frunzo el ceño.

Señala mi pecho, y al bajar la vista mis ojos brillan con el diamante esmeralda que adorna mi pecho, acaricio la piedra.

—Es real, obviamente —dice—. Tenemos un socio y ha venido.

—¿Por qué?

Parpadeo, quitando el escozor de mis ojos. Nunca me habían dado nado después de los chicos. Se siente como un manto en mi corazón.

—Un; me encanto, Damon, podría follarte toda la noche, estaría bien.

Lo empujo, desatando sus carcajadas, y resaltando sus hoyuelos.

—Me ha encantado —suspiro acariciando la joya.

Tiene forma de redonda, la cadena es dorada un poco gruesa, y sostiene el diamante.

—Tengo muy buen gusto —dice, deslizando su mano en mi rodilla.

Lo detengo, y aclaro mi garganta.

—¿Matthew te comento lo de irnos? —la pregunto titubea en mi boca pero lo oculto.

Su mirada cambia, y asiente pasando la mano por su cabello.

—Me divierto mucho, Bee —sonríe—. No lo compliques, si quieres irte con él pues bien, yo me quedaré.

—¿Qué significa esto? —acaricio lo que acaba de darme.

Se encoge de hombros.

—Sólo es un puto regalo por Dios —se levanta—. No quiero estas discusiones, te dije que no podía darte más. Después iré a la Ámsterdam a verte.

—Vamos a DC —le aclaro.

Se detiene cuando trata de irse.

—Matthew ya no quiere esto —le explico, envolviéndome con la sábana al levantarme—, podemos irnos.

—¡No quiero! —espeta, y retrocedo cuando trato de acercarme—. ¡No soy el mojigato de Matthew, es sólo sexo, joder! ¡No soy Alex u Aaron! Me gusta follarte y quiero permanecer así. ¿Qué crees que sucedería? No voy a estar contigo sabiendo que te follas a otro. ¿Eso es lo que debo aceptar? Él también lo entenderá, y la única herida serás tú. Acéptalo, y deja de soñar. ¡Madura!

—¿Te molesta que folle con él? —casi no puedo con las idioteces que dice—. Tú eres el que se metió conmigo. ¡Mostrándome lo machito que eres! ¡Madura tú!

—¿¡Porque al final para eso sirves, no!? —sus palabras me estrellan el tórax, y debo hacer uso del dolor que he sentido en mi vida para no llorar—. No lo tomes a mal, Bella, pero de querer estás escenas estaría con la madre de mi hijo o con Love. Creí que siendo una prostituta podrías guardar tu corazón para quién si quiere esa mierda. ¡Yo no!

El escozor de mis ojos me atraviesa pero lo empujo. No voy a llorar.

—Eres un puto cobarde —lo señalo con el dedo firme, no voy a llorar—, vienes a la cama y me regalas un puto collar pero dices que sólo es sexo. Duermes conmigo cada noche desde que llegamos, me besas, abrazas y mimas al dormir cuando crees que no siento, y te atreves a decirme que yo vi mal —acorto espacio—. Te atreves a decirme que es sólo sexo cuando no es así. ¿Por ser puta no puedo sentir? ¡Que te jodan, Damon! Eres un pendejo arrogante, y mimado. ¡Por eso la perdiste! Ahora no quieres nada porque te asusta aceptar que te gustó. Se que me quieres...

Sus carcajadas me echan hacia atrás.

—¡Me gusta como follas, Bella, no mal entiendas! Pero de eso a ser parte de esta relación que tienes con Matthew es muy distinto.

—Entonces no vuelvas —le digo, su mandíbula se tensa.

—Me parece bien, no quiero juegos de mujeres que parecen niñas —espeta abriendo la puerta.

—Si sales por esa puerta me iré, Damon, y no habrá espacio para ti.

Sonríe, soltándola.

—Que poco me conoces, llevas un mes y medio conmigo, ¿y crees que me detendré por ti?

Ignoro el dolor, y me acerco.

—¿Por qué no te das la oportunidad? —trato de acercarme y retrocede, el puño en mi sábana se tensa—. Lo que dijiste antes cuando estábamos haciéndolo, sé que te importa más de lo que crees, pero te lastimas quedándote aquí, pones en riesgo a tu familia. Ella está feliz, Damon, tiene una familia...

—¡Cállate! —viene hacia mí, choco contra la pared—. Lo que dije a cerca de tu coño fue un momento de calentura. Eres un tonta. ¿Realmente quieres oírlo? ¿Estás lista?

Asiento, mirando sus ojos vacíos que se alejan de mí.

—Me quedo aquí porque la amo, y eso es lo que no entiendes, Bella —abro la boca para decir algo pero no tengo aliento, si hablo me romperé—. No significa para mí nada lo que tú hagas, no significas nada, eres sólo un coño más.

Las palabras son como puños contra mi estómago, y no derramo una lágrima, no sé porque Damon me gusta si es un idiota. No merece que llore pero mi corazón ha hecho algo extraño.

—Mientes, sólo tienes miedo, eres un cobarde, y por eso la perdiste —se me quiebra la voz, retrocedo, aparto el cabello de mi cara cuando se burla.

Aprieta la mandíbula.

—Y por eso acabas de perderme —al soltar la oración todo el lugar se torna tenso, oscuro.

La sonrisa sarcástica apenas le sale.

—Me pregunto cuánto me costará olvidar un coño con tarifa —y mi corazón se parte, duele de verdad porque significa que sólo fui una prostituta—. No te amo, y no lo haré porque lo único bueno en ti es lo que tienes entre las piernas. —saca billetes de su cartera y me los arroja—. ¿Con eso basta para olvidarte de mí?

La rabia me puede, tomo los billetes con las manos temblorosas.

—No es necesario el dinero —se lo arrojo dándolo en la nuca—. Tus palabras bastaron, maldito cobarde, y espero que no vuelvas porque tampoco significas nada para mí. ¡No hay más para ti!

Se detiene un segundo, pero finalmente sale, llevándose la parte de mi alma que no quería entregar.

Cuando por fin no escucho o siento su presencia me dejo caer, y aunque las lágrimas quieran salir no lo hago. No lloro por el corazón, no lo haré. No lo merece. Así que me aguanto, y grito contra la cama para ahogar el sonido.

Nota:

Empecemos con ésta historia.

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