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Capítulo 14

Bella Barrow
🐝

Las manos de Damon acarician mis muslos, subiendo sobre mí, repartiendo besos, aparto el cabello de su frente, acariciando la base de su nuca, hasta que sus ojos llegan a mí... Alex.

Llega hasta mi boca después de dejar un chupeton en mis pechos, se vuelve a acomodar en mi entrada y desliza dentro de mí. Damon es dominante, le gusta porque quiere sexo, le encanta tomarme, y Matt es dulce, el placer es importante pero a este hombre que me gira, subiendo un pie en su hombro, sólo le importa correrse y que yo grite.

No sé cuánto tardará pero llevamos horas, me arde mucho la vagina, pero aún así dejo que me siga embistiendo.

—Nena —gime—. Dime que tanto de gusta.

«—¿Te gusta que daddy te consienta?», la voz de Alex se me atraviesa.

Grito, temblando, Damon empuja mi cara con la almohada mientras jadeo, tronando su piel con la mía, su dedo se mueve en mi clitoris, trato de apartarlo debido a que no quiero sentirlo.

El orgasmo...

—Así es, abejita —gime, azotando mis nalgas—. Así te gusta que te diga, ¿no?

Aplasta mi clitoris, los ojos se me cierran, el mar de llamas eléctricas me atrapa, y me catapulto al último día en que fui feliz.

—Quiero sacarte todo la miel, Bee —intensifica los movimientos torpes.

Mi vientre arde, la vagina también y mi corazón se estruja, el orgasmo se apodera de mí, y Damon cae arriba de mí, dejando caer mi pierna.

Apenas lo veo; el negro y blanco que cubre mis pupilas sólo enfocan el cabello rubio, el orgasmo se forma como un monstruo destructor y dejo que me bese como jamás lo había hecho.

Jamás me había sentido así, y tan usada de esta manera que sólo puedo gritar su nombre mientras mi centro lo aprieta con fuerza y el gruñe sin dejar de embestir.

El oídos me zumban, me pierdo en el aroma fresco.

Alex...

—Dios, pumpkin —gime contra mi cuello.

No sé qué habla, apenas estoy respirando, no sé qué apodo es ese, pero se levanta, mirándome acongojado. Trata de respirar, entrecortado. Acaba de decir una palabra, un apodo.

—Lo siento, Bee —jadea, entrecortado.

Niego, porque no sé qué decir, no sé que significa calabacita.

—Está bien...

—No puedo hacer esto —trata de apartarse.

Entonces comprendo lo que habla, estaba pensando en ella, y por un segundo mis ojos arden, un sentimiento que no describo.

—¿Todo el tiempo pensaste en ella? —sujeto su rostro húmedo.

Damon tiene una belleza deslumbrante, delicada.

—No —susurra, le regalo una sonrisa—. Pero lo hice.

Eso me hace sentir menos culpable, he confundido a dos hombres con otros, aún así creo que traicioné an mis chicos, pensando en ellos mientras gemía para alguien más.

—Debo irme —se levanta, saliéndose de mí—. No quiero que Matthew me joda con lo que acaba de suceder aquí.

Me siento un poco y frunzo el ceño cuando el dolor dulce arde.

—¿Siguen enamorados de ella? —inquiero, Damon sale de la cama sin decir nada—. También he estado enamorada...

—No me jodas, Bee —suspira, me mira con ojos fríos—. Realmente disfruté este polvo, no lo vuelvas personal. Al final es tu trabajo, ¿no?

El sonido de la puerta de mi habitación truena, Damon toma un arma que no sabía que tenía, apunta a la entrada, y trato de taparme pero haga lo que haga no quitara el hecho de que estoy desnuda.

Y, haga lo que gana no cambiará el hecho de que Matthew escanee la escena por más de cinco segundos, y después la decepción se cuele en su sistema.

Son segundos eternos pero Damon se viste sin darle importancia, no me importa él sí no el hombre que cubre su boca en puño, herido.

—Eres un pedazo de mierda —es lo primero que sale de la boca de Matthew y al segundo después tira de una embestida a Damon.

Matthew Reid

Lo único en que puedo pensar es en B, en la manera que me hizo sentir, lo mucho que me destrozo, y por supuesto como perdí el control por segunda vez en mi carrera.

El camino a la UAC sólo pienso en que jodidamente lance mi debilidad a un asesino; va a morir pero no puedo permitirme confiar así. Ponerla en peligro, ella no es Lovely, ella no mataría a un hombre de casi dos metros, pero no es débil, y aún así no sobreviviría a alguien cómo Landon.

Damon no me vuelve a responder, y cuando llegamos a analizar los perímetros que nos dejo, Klein debe hablar con el director de esto, permitirnos escapar lo suficiente aleatoriamente para encontrar otro cuerpo.

Ya en mi oficina aprieto el puente de mi nariz, no tengo la mente clara, sólo los ojos verdes de B, a veces quisiera arrancar mis endorfinas cuando estoy a su lado.

—¿Reid? —los toquidos me enderezan, la cara de Klein me hace carraspear—. Vete a casa, hijo.

Frunzo el ceño, viendo los papeles del caso y seis tazas de café.

—Aún no acabamos.

Entra y cierra.

—Lo haremos pero mientras necesito que tomes tus vacaciones, y pienses sobre lo que te mencioné —y comprendo por dónde va el asunto—. No quiero sacarte, eres de mis mejores cerebros, pero no eres único, somos un equipo, y si no vas a trabajar como se debe tendré que suspenderte. ¿Entiendes?

El sólo sentimiento de que puedo perder a la UAC me debilita, toda mi vida es esto.

—Sí —suspiro, pasando las manos por mi cara.

—Avisaré al jet —me sonríe—. Necesitas estas vacaciones.

Asiento, y sale mientras hecho la cabeza hacia atrás, y sus ojos grises me atraviesan, su estómago hinchado; los cálculos me dicen que debería dar a luz en este mes o a final. No creo que haya quedado embarazada después de la boda, así que se sin duda que por eso se retiro de la guerra.

Aparto el rostro de Lovely, sus mejillas sonrojadas, sus labios rojos con naturaleza y la manera en que con su mirada me hipnotizaba.

Una vez llego a Ámsterdam mi auto espera al bajar del jet. El cansancio me puedo pero sólo puedo pensar en Bella, en que haré, y como diablos construiré esta relación que tengo con ella.

Frunzo el ceño cuando abro mi cochera y lo primero que veo es el Ferrari de Damon, es de madrugada, no creí que se quedara. Aflojo mi corbata, tomo mi maleta y salgo del auto.

Abro la puerta de la cochera, quitándome los zapatos, y frunzo el ceño cuando no veo a Damon en la sala.

Algo extraño se anuda en mi pecho, justamente cuando trato de apartarlo un gemido audible se instala en mis tímpanos, aflojando mis dedos. La maleta cae al suelo, y aprieto los ojos, enfocándome.

Cada paso que doy en las escaleras es ahogado por los gemidos, y los gemidos perforan mis tímpanos, el silbido llega, mi pulso se acelera y no puedo escuchar mi respiración, trato de apartar en sudor de mis párpados. Aprieto los puños, me dirijo a la puerta que se ha quedado en silencio, y escucho voces en eco.

La puerta se mueve, tomo la perilla, está cerrada. «Cierran en mi propia casa».

De pronto me tiemblan las manos, mi cabeza no capta nada más que el zumbido agudo, y cuando por fin logro abrirla el mundo se paraliza a mis pies.

La imagen de Bella desnuda, sudando y agitada con ojos llorosos me hacen dirigir la mirada al parásito que está vistiéndose como si nada después de dejar el arma en la mesa. Bella se cubre, pero oculta su mirada, y entonces se que lo hizo de nuevo. La follo y la trato como un objeto, como es su costumbre.

—¡Eres un pedazo de mierda! —grito, empujándolo contra la pared antes de darle oportunidad de colocarse la camisa.

—¡No es tuya! —se zafa, sometiéndome contra la pared—. Es sólo una puta que elegiste, ¿no? Nos divertíamos como tú y yo.

—¡Eres un idiota! —peleo, pero me empuja con fuerza, mi cara impacta contra la pared—. Es una persona no un objeto, ¿cuándo entenderás eso?

—¡Cuando tú dejes de hacerte el santo! —me suelta, azotandome, jadeo, girando a encararlo—. Sin sentimientos es como esto funciona, pero ya debería saberlo si te enamoraste de una asesina, de la mujer que debías cazar, y de la que está matando a inocentes. ¿Por qué yo soy peor?

No controlo lo que hago, aprieto el puño y lo impacto contra su cara, ignorando el dolor.

—¡Al menos yo acepté que la amaba, y no me dediqué a arruinarla! —se recompone y el impacto de su puño entra en contacto con mi nariz.

Jadeo, y me recompongo.

—No sabes nada —escupe—. Ella jamás te amo.

—¿Y a ti sí? —sonrío, tragándome la sangre que emana de mi boca—. Que te acuestes con Bella para demostrarte algo no significa que así lo sea.

—Ella no te quiere, no le interesas —ruge—. De ser así —acorta espacio—, no hubiese abierto las piernas en cuanto se lo dije.

Me aparto, y entiendo. Compré a una mujer, y esperé que no durmiera con alguien más sin siquiera saber que diablos era.

No me debía lealtad, tampoco tenía que gustarme cómo lo hace. Examino la cama pero el corazón me da un vuelco cuando me percato de que no está, empujo a Damon, corro hacia las escaleras, percatándome de que la puerta está abierta...

Tropiezo, saliendo descalzo hacia la calle y la veo correr a distancia con sus shorts y una blusa.

—¡Espera! —grito pero no hace caso—. Detente.

Corro hasta ella, no se detiene, y sigue.

—¡Déjame! —exige con voz quebrada.

Trata de cruzar la calle, me percato del auto que viene y me impulso para tomarle la mano, arrojándonos al asfalto contrario, seguido del claxon que nos manda insultos mientras rodeo su cuerpo para que no se golpe, cae encima de mí y suspiro contrario alivio pero así mismo me empuja para levantarse.

Me levanto a gatas, tomando su mano, regresa hacia mí y apenas logro esquivar la bofetada que me lanza, le tomo la muñeca atrayéndola a mí y cuando por fin la tengo junto a mí puedo ver sus ojos rojos y llenos de lágrimas.

—Quiero irme —gruñe, pataleando—. No quiero estar entre ustedes tres.

Frunzo el ceño, trato de hablar pero se jala y la vuelvo a atrapar.

—¡Ella! —grita—. No me importa que sea un fantasma o que me usen para olvidarla —ahora sus ojos están rojos, evitando lágrimas y jamás me sentí tan mal—, pero como me tratan, como carne, zorra... y lo peor es que lo soy, lo soy pero odio que me veas así. ¡No sé porque me acosté con él! No sé porque siquiera me acosté contigo. ¡Me gustó! ¡Me gustan! Pero son unos egoístas, y sólo piensan en sí mismos, y soy una prostituta pero me duele...

—¡No me importa! —grito, estoy harto de que hablen por mí—. Me gustas, ¿sí? No sé porque, no sé cómo, sólo te vi, y no pude dejar de pensar en ti. ¡No me importa que te acostaras con Damon! Estaba fuirioso por cómo te trató. No me importa lo demás, me importa como te sientas tú.

Sus ojos se suavizan, aflojando sus brazos, sujeto sus mejillas, apreciando su rostro bajo la luz de los faros.

—No me importa nada más —susurro—. Si quieres estar con Damon lo aceptaré, no importa, si no quieres estar conmigo también, y si quieres irte... también lo aceptaré.

Por favor no te vayas.

Por favor quédate.

Por favor elígeme un poco.

—Me recuerdas a él —susurra, tratando de alejarse—. Los dos, me recuerdan a ellos, pero dentro de ustedes algo es diferente —suspiro aliviado pero niega, con lágrimas—, más oscuro.

Sus ojos brillan, se dilatan, y su movimiento corporal me hace un invitación.

—¿Y te gusta? —susurro, inclinándome a su boca.

Cierra los ojos, colocando sus manos temblorosas en mi pecho.

—Sólo puedo pensar en eso...

Cierro los ojos de alivio, reclamando sus labios, me recibe en un jadeo y la envuelvo con los brazos, su cuerpo es tan cálido, el corazón le late con fuerza, la levanto en el aire, me rodea las caderas con sus piernas, y saboreo la menta que tiene en los labios.

Gime, enrollando sus brazos en mi cuello, levanto su cuerpo desde su trasero, deslizando mi mano debajo de su blusa, y jadeo con alivio al sentir al piel cálida.

Sólo puedo pensar en el sabor que emana, en cómo lo consiguió y no sé porque eso me hace besarla con más fuerza. Porque ella es mía ahora, probablemente nuestra.






Ya saben que me encanta el drama:

¿Qué les parece?

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