
Capítulo 11
Matthew Reid
Profesional
La cabeza me taladra, no es bueno beber sin haber comido. Lo he aprendido a la mala, y más si debo viajar. Sólo serán unos dos días, pero de pensar en que debo irme...
No sé qué hacer con Bella. Hoy iba a hablar con ella pero al levantarme con el zumbido de mi cabeza ya estaba desayunando, y yendo a correr la cuadra.
Al parecer Damon me trajo, pero él también se fue. No me ha escrito y sin embargo necesito pedirle un favor.
Va a odiar la idea y probablemente me cobre pero temo por la seguridad de B, sé que no estamos juntos y el sexo no creo se repita. Pero la entiendo, ha pasado por mucho, no la forzaré.
Tomo mi arma y placa, dirigiéndome a la salida de mi habitación con la maleta que siempre cargo...
Unos pasos me hacen frenar, y al elevar la vista me topo con una Bella que no debería existir; el cabello oscuro, amarrado en un chingo se le pega a la cara sonrojada y llena de sudor, el top deportivo le aprieta los pechos así como los leggins que amoldan su figura atlética. Deberían procurar; deberían de romperlos y no venderlos jamás.
Ella debería quitárselos y empicarse para que le quite la humedad con la lengua...
La sangre fluye y debo apartar la vista cuando muerde su labio inferior.
—¿Te vas de nuevo? —jadea con una pizca de decepción.
Me atrevo a mirarla de nuevo, pero esos ojos me atrapan. Tiene un verde único.
—Es un caso —le explico aunque no debo—. Es un sadico sexual, al fin nos dirá algo sobre otra víctima. No habla mucho, es un juego pero podemos sacar provecho.
Asiente pensativa.
—¿Quién lo atrapó?
Frunzo el ceño ante su pregunta.
—El equipo, bueno... yo, todos —no sé porque estoy nervioso.
Nadie me pregunta así por mis cosas.
—Bien, espero que te vaya bien —dice, trata de irse, frena, abre la boca para hablar pero no puede—. Yo puedo buscar un trabajo, otro lugar...
El alma sale de mi cuerpo, casi quiero gritar que no pero me abstengo.
—Descuida —la calmo, deja ir el aire, sonriendo.
Sus dientes hacen contraste con sus labios.
—Lamento todo...
—Descuida, yo necesitaba distraerme y... —freno al ver lo que dije, la escaneo, pero no dice nada—. Necesitaba ir al club, distraerme.
Traga saliva, negando con la cabeza, después asiente.
—Sí —le resta importancia—. Después de todo yo estoy aquí para ti, lamento cometer ese error, no volverá a suceder.
—No, no volverá a suceder —sonrío—. No necesitas hacerlo, yo puedo...
—¿Ir al club? —pregunta con amargura—. Por supuesto sí, me parece mejor. Sin duda fantástico.
No sé qué acabo de hacer pero me convenzo de que no nací para esto. Puedo atrapar criminales pero los sentimientos y cosas afectivas se me resbalan como jabón de las manos.
—Damon vendrá a cuidarte —le digo cuando trata de irse.
Quiere frenar pero no lo hace, abre su puerta, mirándome por el rabillo de su ojo:
—No creí que pagarás por los dos —y cierra con pernillo.
Bueno, arreglaré esto después. Necesito trabajar, gasté mucho en ella, y ahora no sé qué hacer. Simplemente me alejo de lo que parece ser un hoyo negro de dudas, me escabullo a mi auto, y allí le envío un mensaje a Damon ya que no responde.
No es fin se semana así que sin duda estará bien.
Yo: Debo ir a DC, cuida a B por mí.
Damon: No recuerdo cuando fue el día en que me titulé como niñero.
Yo: Sólo ven en las noches, verifica la seguridad. Es todo, sabes que es peligroso.
Damon: Iré con Elton, está por algo de la guerra y necesitaba unas aclaraciones, así que, ya sabes, si encuentras a tu dolor de testículos follada ni fui yo.
La punzada aguda me atrapa.
Yo: Sólo cuídala.
Me deja en visto pero guardo las dudas para otro día. Se bien quién es el Rey, los conozco y si existe una palabra para definirlos sexual adictos al sexo.
Bella
🐝
Alex, Aaron y yo no discutimos, ellos decían que la mafia podía matarlos y no querían un final triste entre nosotros. Los amé tanto por eso, y ahora busco su sombra en un hombre que no es como Aaron.
Dejo ir el aire de mis pulmones, escaneando la sala vacía. Se ha ido pero creo que es porque no quiere estar cerca de mí, ya ni siquiera sirvo de puta. Nunca tuve problemas en el trabajo pero ahora, ya no sé ni qué hacer.
Estaba nerviosa así que hice pastel de calabaza, no hay nadie a quién invitarle. Los chicos estarían peleando por un pedazo, pero ellos se fueron...
La sonrisa se me borra cuando el ruido de llaves se interpone. Me levanto, tratando de verme bien; quizá volvió.
Escaneo mi escote y el vestido negro...
—Madre mía —escucho una voz coqueta y elevo la vista.
Lo primero que veo es un ángel, algo y después aparece Damon. Pero regreso al hombre alto y musculoso que me sonríe: tiene los ojos azules más impresionantes que he visto en mi vida, tiene un color de un azul zafiro, cobalto, casi brillante, y cabello azabache, deslumbrante de piel blanca.
Inspecciono su cuerpo así como él el mío. Tengo mucho calor. Estoy segura de que alguien habla pero entonces él sonríe. Sus colmillos hacen un juego perfecto con la dentadura blanca y labios delgados y lunares que adornan su mejilla como una constelación.
Se acerca, y estoy hecha piedra. Trae una camisa azul oscuro que deja ver sus brazos pálidos llenos de venas, y pantalones negros.
—Deja de babear, B —una voz me hace apartar la vista y Alex... Damon me sonríe—. Ese es Elton, seremos tus acompañantes mientras tu lindo agente hace su trabajo.
Trago saliva y vuelvo al guapo que acaba de tomar asiento. Palmea el sofá.
—No muerdo —pero su cara dice que sí, y ese cabello negro desordenado—. Si tú quieres...
—¿Qué huele así? —inquiere Damon.
Sus ojos azules brillan, y lo escaneo mientras destapa el pastel de calabaza porque ya llego a la cocina. El hombre alto se levanta de un tirón, corriendo como con cuatro zancadas. «¿Todos son así de hermosos?»
—Es pastel de calabaza —digo, acercándome.
El pelinegro frena con el trozo que robó con la mano, y Damon frena el corte del cuchillo.
—¿No te gusta? —me apresuro a Damon del lado de la cocina mientras el otro está del otro lado.
Niega, el silencio se hace incómodo.
—Hice algo de comer...
—Es perfecto.
La voz de Damon me sorprende, el pelinegro se ahoga y empieza a toser. Corro con un vaso de agua después sacarlo del grifo. Se lo entrego, pero él no deja de reír hacia Damon.
—Calabaza —saborea el ojos zafiro—. Amo la calabaza.
Este le pone mala cara, y rueda los ojos, sirviéndose pastel.
—¿Hace cuánto se conocen? —inquiero.
Saco un plato para Elton y le sirvo, poniendo un trinche en su pan. Damon se recarga de la barra, y cierra los ojos cuando lo prueba, es como si no lo pudiera evitar.
—Cinco años —responde el pelinegro.
Damon lo acribilla con la mirada. Me dirijo el refrigerador y sirvo en dos vasos agua de frutas. Intercambian miradas al verme.
El pelinegro suspira.
—Iré a ver a la muñeca esta semana —le explica—. Quizá...
—No —lo frena—. He sabido de ella cuando estuvo en Ámsterdam y me dijo que me contactaría después.
El silencio se hace incómodo, el hombre guapo rueda los ojos divertido, lanzándome una mirada de complicidad.
—Deberías verla —suspira, fascinado—. Hizo videollamada y se ve...
El azote del plató me hace brincar, cubriéndome por inercia.
—¡No me interesa! —espeta.
Retrocedo. Choco con la jarra detrás de mí y...
Cubro mis oídos cuando los fragmentos de cristal caen en el suelo. Unas manos me atrapan más muñecas.
—Hey, hey —una voz me habla pero el miedo se instala en mi pecho—. Es sólo agua, está bien, linda. ¿Escuchas?
—Sí —digo desesperada—. Lo siento.
—Recógelo —escucho una voz, alguien me toma y levanta del suelo húmedo—. A veces se pone así. Descuida, no hiciste nada.
No sé cómo pero llego al sofá, me tiemblan las manos, trato de respirar, yo sé que salí de allí. No volveré, todos están muertos.
La vista se me nubla, late de alguna manera, no consigo mantener la respiración, los músculos se me congelan y creo que he caído al suelo.
—Tienes un ataque de pánico —me dice al parecer el pelinegro, no puedo verlo bien—. Traeré agua.
Habla y de pronto un cuerpo más cálido se presiona contra el mío, acunando mi rostro, parpadeo, las lágrimas queman mis ojos y el primer sollozo me desgarra, no puedo hablar.
La imagen de su muerte, lo último que dijo cada uno...
—Te amamos, Bee —y el trueno del disparo.
—¡Escúchame! —el grito me sobresalta, sólo sirve para que deje de ver, el mareo quiere tomarme.
—¡Cálmala, no le grites!
La cabeza se me va hacia atrás, no tengo fuerza. Los gritos de Alex, la mirada de Aaron aceptando su muerte...
—¿Cómo diablos lo hago?
—¡Haz que deje de pensar! —la voz grita, está lejos, lejos.
Y algo tibio cae a mi boca...
Una electricidad violenta me aprieta el pecho, el calor se acumula en mi interior y dejo ir el aire de mis pulmones al probar la menta de su lengua.
Es tan lento, cálido, delicado, y se aleja.
Abro los ojos, y el azul de sus ojos impacta con el verde de los míos, pero no soy yo la que tiembla, es él, tiene los labios rojos, húmedos, las mejillas sonrojadas y electricidad en cada yema de sus dedos al tocarme el cuello, me late tan fuerte el corazón que puedo sentirlo en mi garganta.
Me estrello contra sus labios, me recibe de manera violenta, es como si me quisiera sacar el alma, sus manos aprietan mi nuca, cadera y se desliza hasta tomar un puño de mi cabello.
Gimo, ladeando la cabeza para darle paso a su lengua, es tan suave, me atormenta, me envuelve en algo que no me sé explicar.
Se separa, y los ojos de Alex me reciben. Tengo las manos temblorosas, ancladas en su camisa, deslizo sobre su pecho, y frunzo el ceño cuando no veo sus tatuajes...
No es Alex.
Se aparta, levantándose y me quedo quieta. «Parece que funciona besar en un ataque de pánico», me digo.
El pelinegro baja corriendo con un botiquín y frena en seco al ver cómo está el rubio.
—Se te fue un poquito la mano, ¿no? —se burla.
—La calmé que es lo que importa.
El pelinegro se ríe, sentándose a mi lado, tengo mucha vergüenza. No sé porque, soy una prostituta, y he hecho cosas peores pero me arde la cara, el cabello lo tengo hecho una telaraña, sin contar con el pecho que se me quiere salir.
—¿Mejor? —inquiere.
Aclaro mi garganta.
—Sí, gracias.
Me pide que le dé el brazo.
—Esto es un monitor —explica con algo que parece un reloj—. El agente los tiene porque hace un tiempo también tenía estas cosas. Este pequeño reloj te inyectará una dosis de tranquilizante si es muy necesario.
Lo aprieta, y la pantalla comienza a iluminarse con números.
—¿Cómo sabes que sirve? —inquiero.
El pelinegro me saca un grito al tomarme de la mandíbula con fuerza, sujeta mi mano, y mantiene mi mirada en Damon que está parado, escaneando la escena con la mandíbula tensa.
La boca del hombre susurra en mi oído y juro por dios que puedo sentir como su aliento se desliza de mi tímpano hasta mi vientre.
—Te juro que funciona muy bien —huele a chicle, y cierro los ojos, al abrirlos el número de mi muñeca comienza a parpadear.
La cara de Damon recorre mis piernas desnudas en el vestido, y los números suben, el hombre sobre mí, sonríe, dejando un beso en mi mejilla, pero estoy perdida en la entrepierna que comienza a formarse del hombre frente a mí, el pulso se me acelera y jadeo al sentir como me suela.
—Sirve —sonríe.
Me enderezo en el sofá, respiro hondo en lo que guarda todo. Tomo el control con la mano temblorosa, y enciendo la televisión. Trato de parecer casual porque estos hombres tienen una maldad sexual palpable.
—No se ha sabido más de ella en estos días —habla una reportera del otro lado de la pantalla que ilumina fragmentos de Sicilia, y costa nostra—. La viuda negra ha infringido y declarado la guerra a más de una ciudad. ¿Un ajuste de cuentas o el control total? Miles de muertes aclaman por la suya.
Cambio el canal pero sigue, vuelvo a cambiarlo y sigue, óptimo el botón y sigue. Ciudades y ciudades enteras destrozadas, familias gritando, muertos, sangre y huesos.
No puedo creer que haya hecho todo esto. Un sonido fotográfico llega y giro para percatarme que el pelinegro toma una fotografía a la televisión; hay dos fotografías de ella, no se ve bien porque hay oscuridad pero una de ellas es donde está llena de sangre, apuntando con una bazuca a lo que parece ser un helicóptero. Otra donde apunta a una madre y su hijo.
Estas noticias son selectivas por lo que vea, arriba está el JerarquiaNews y otros como planet que son de aristocracia.
—Todo por un perro infeliz —la voz cruda de Damon me hace mirarlo, la rabia que desprende al ver la secuencia de videos de explosiones y guerra lo hacen rodar los ojos.
—Ahora se ha ido —dice el hombre guapo—. Quieren guerra pero yo como Rey no puedo hacer nada...
—¿Eres el Rey? —inquiero, no parece un Rey, bueno... ahora que lo escaneo.
Tiene un porte arrogante y elegante.
Me escanea con picardía.
—Por supuesto —me guiña el ojo—. Rey Makris...
—¿Fuiste el que le otorgó mi nombre a Aaron y Alex? —me levanto con alegría.
—Supongo, ¿los carniceros, no?
—Sí, ellos... —no sé porque ahora quiero abrazarlo—. Gracias.
Se levanta, y sonríe.
—Soy el Rey —me dice, y suspira—. Me voy porque debo arreglar un asunto de naciones unidas.
Trata de irse pero me pego a él en un abrazo, su cuerpo se tensa, sujeta mis brazos, alejándome un poco.
—Eres linda —sonríe—. Y me alegra haberte ayudado, pero no suelo abrazar a menos que me las vaya a coger, aún así... me agradas.
No sé porque no me importa lo que dijo, sólo sonrío.
—Gracias, majestad —inclino mi cabeza en una reverencia.
—¿Ya te vas, no? —Damon habla, ya casi había olvidado que estaba.
El Rey sujeta mi barbilla, analizando mis labios.
—Me dijeron que no tienes vello, ¿es así? —inclina su cara hacia mí.
Toda su aura es tan fuerte, excitante, acalorante y atractivo. Su belleza es angelical pero es como si un incubo estuviera dentro de él, y aún así no siento algo más.
—Sí —apenas logro decir.
—Me encantaría comprobarlo —dice, y me suelta.
Casi caigo, no sabía que estaba de puntitas. Damon se atraviesa entre nosotros, empujando el Rey, este se aparta, y menea sus dedos hacia mí, guiñándome el ojo.
Sonrío con todos los dientes. Él fue quién hizo posible que haya vivido la mejor vida.
La puerta se azota, y me enderezo, escaneando a Damon.
—Mantén las piernas cerradas —suelta con dureza—. Que trabajarás en un burdel no significa que debas abrirlas al que se te pare enfrente.
No deberían de dolerme sus palabras, quizá es porque hace poco tuvimos una buena conversación, me pareció un buen hombre, pero al parecer no es más que una cara y cuerpo cogible.
—Yo sólo tengo las piernas abiertas para el dueño de esta casa —espeto, y me vuelvo a sentar.
—Felicidades —suelta—. Acá viene a terminar lo que las putas del club no pueden. ¿Qué tanto sabes hacer? ¿Sí pagó me muestras?
Los ojos se me empañan, pero lo guardo, escaneo el cuerpo de Damon, y quisiera golpearlo para hacerlo feo. Probablemente sea más sexi.
—Soy una profesional, tuve a dos hombres fuertes y grandes que me llenaban con sus pollas —le cuento y la cara se le cae—, un hombre promedio no es ningún problema para mí.
No sé qué es pero me parece que no debí hacerlo. Se quita la chamarra, y no me tenso hasta que se baja el pantalón para sacarse la polla. Retrocedo.
—Compruébalo —dice, su verga es larga, rosa, un poco pálida, con venas oscuras—. Quiero esa boca habladora en mi polla.
Me burlo sin ganas, apago el televisor tratando de irme. Me jala del cabello, poniéndome de rodillas hasta que grito.
—Trágala si tan profesional eres —me sujeto de sus rodillas, el cabello rubio le cae por la frente, y quiero apartar el momento que tuvimos antes—. Muéstrame...
Lo silencio al tomar su polla con ambas manos, escupo la punta y mientras masajeo el tronco me empujo a probar el líquido que bombea, mi boca se estira en base a como la inserto. Gime, apretando mi cabello, quiere tomar el control pero no lo dejo.
Empujo mi boca y trago su polla hasta mi garganta sin una arcada, las piernas le flaquean, masajeo sus bolas, succiono, chupo y vuelvo a escupir.
—Mierda, mierda, mierda —lloriquea.
Enfoco sus ojos a los míos en lo que muerde su labio inferior, y de pronto estoy deseando que algo más pase, gimo involuntariamente al imaginarlo tomarme con fuerza.
Se sostiene del sofá, y empujo toda su polla hasta mi tráquea con algo de trabajo, sin embargo lo consigo, haciendo gárgaras.
—Que rico me tomas, joder —gime, y cuando siento su vena hincharse acelero.
Golpeo con fuerza sin perder de vista la cara de placer y cuando se queda quieto lo masturbo, dejando que todo se venga en mi boca, sin tragarlo.
—Delicioso —suspira—. No estuvo mal.
Me levanto con las extremidades pesadas, sonríe y escupo su semen contra su cara. La cara de shock es invadida. La rabia en su cara no es nada que haya visto antes pero por alguna razón sonrío con todos los dientes.
—Pendejo arrogante —espeto, y salgo corriendo a las caleras.
No miro hacia atrás, me encierro en el cuarto de Matthew...
—¡Abre la puerta! —el temblor de esta hace que me encoja—. Abre la maldita puerta. Eres una...
—¡Una profesional! —grito—. Lárgate, imbécil arrogante. Eres un poco hombre, sólo quieres follarme para probarte a ti mismo que él no es mejor que tú. ¡Pero no la perdiste por él! Fuiste tú el que se encargó de arrancarte de su corazón. ¡Fuiste tú!
El silencio se hace, y finalmente veo la sombra moverse fuera de la puerta. Suspiro, me dejo caer en la cama, escaneo el techo y me percato de que hay un espejo gigante. Sonrío, negando divertida. Estaba sumida en el clímax que no lo vi.
Y el calor me abruma cuando recuerdo como me hizo sentir, sus dedos me hicieron venir tan duro que apenas puedo pensar.
Pero de pronto el sabor de ese maldito Estrella en mi paladar.
Nota:
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