Siéntate en mi trono
El hecho de que se abrieran vacantes para ser la nueva secretaria de los reyes de Carnahun, el reino donde me crie, no era algo que sucediera muy a menudo. Por lo tanto, me apresuré con mi estudio y me enlisté para tener una entrevista con ellos.
No tardó en llegar el día y, después de haber pasado treinta candidatas del reino con asombrosa rapidez, me tocó a mí. En cuanto fui anunciada, las puertas dobles del gran salón se abrieron y yo hice mi entrada, procurando verme lo más segura y sensata posible.
Me recibieron los tres de pie, con sus famosas sonrisas amables. El rey Melcum me contemplaba con sus ojazos color cielo y su melena rubia y larga perfilando su barbilla afilada. A su lado, el rey Gasrha, mi favorito. Era pelinegro y llevaba un medio recogido con trenzas, tenía sus manos juntas y no separaba sus ojos de mí. Cuando lo miré, me regaló uno de sus guiños que tanto me volvían loca cuando se los hacía al pueblo. Por último, el rey Baltus. Moreno y con el cabello ondulado recogido en una pequeña cola de caballo en su cuello, mostraba su sonrisa confiada de dientes blancos y perfectos.
Acto seguido y sin mediar palabra, se miraron entre ellos, como si supieran lo que pensaba el otro. Cuando volvieron su atención hacia mí, Gasrha habló:
—Estás contratada. ¡Enhorabuena y bienvenida!
—Pero yo no he... —respondí, sin entender cómo podía ser posible si no me habían entrevistado ni puesto a prueba mis habilidades.
—Eres la más apta para el puesto y todos estamos de acuerdo.
—Entiendo. Muchas gracias por el honor.
Todavía no salía de mi confusión, cuando Melcum me tendió una mano para que me acercara. Avancé unos pasos y posó su gran palma sobre mi espalda para guiarme hacia el fondo de la habitación. Acto seguido, Gasrha me tomó de la mano e hizo que me sentara en el trono. Quedé anonadada con su tacto y la situación. Aún sin entender qué estaba pasando, vi cómo Baltus se agachaba detrás del trono y accionaba algo que hizo que una porción de suelo se moviera en dirección a las agujas del reloj. Nosotros giramos también y pronto fuimos a parar a otra habitación ubicada justo detrás del trono. Era una entrada secreta.
—Espero que no creas que hacemos esto con cualquiera. Solo tú, la elegida, puede pisar esta habitación con nosotros —explicó Baltus mientras se acomodaba un rizo rebelde detrás de su oreja y tomaba mi mano para llevarme al centro de la habitación.
Era una habitación que ostentaba colores que iban desde el rojo hasta el fucsia y el magenta, con paredes aterciopeladas y una cama con dosel. También tenía una repisa llena de lo que parecían ser perfumes.
—Esos son afrodisíacos, mi bella secretaria —dijo Gasrha con su encantadora sonrisa y, acto seguido, me guiñó el ojo. Sentí que me volvería loca de fascinación por ese rey que tanto había admirado de lejos.
Entonces los tres chasquearon los dedos y se quedaron desnudos de cintura para arriba. Una tela muy fina cubría sus partes de abajo. Sentí que se me abrieron los ojos como platos y mi mandíbula casi se me disloca. No sólo tenía a los tres reyes frente a mí, sino que eran hechiceros y, además, tenían unos cuerpos majestuosos... y muy sexis.
—Y ahora sigues tú —avisó Gasrha con otro guiño —, permiso.
Acto seguido, chasqueó su dedo y yo quedé vestida únicamente con mi ropa interior.
Pronto tuve a tres hombres acercándose a mi cuerpo como una pantera a su presa: despacio y muy suavemente. Escuché mi corazón latiendo fuerte y mi respiración entrecortándose mientras sentía las de ellos tan cerca de mi cabello, de mi rostro, de mi cuello.
Melcum se dirigió a este último y comenzó con suaves besos que cosquillearon en toda mi piel. Gasrha me miró a los ojos y tomó mi rostro entre sus manos para besarme. Me sentía en un sueño siendo besada por el hombre más bello del reino. Lo mejor fue sentir su erección bajo la fina tela de su ropa interior, lo cual me hizo apretarme más contra él al sentir que subía un cosquilleo de placer por mi vientre. Pero tuvo que hacerse a un lado y voltear mi cuello para besarme desde ahí, ya que Baltus se aproximaba al frente, palpando mis senos y vientre. Pronto noté mis mejillas sonrosadas por tanta atención masculina cuando jamás había estado con nadie, menos con tres y mucho menos reyes.
Mis pezones se pusieron duros al sentir el tacto y la succión del moreno, y mi vientre sintió cosquillas por su cabello esponjoso y ondulado mientras bajaba hasta mi centro. En cuento sentí su lengua jugando con mis labios y su urgencia por llegar a mi monte de venus, las piernas se me aflojaron. Meltum me sujetó y dejó los besos en mi hombro para sostenerme de la cintura y pasar su lengua por mi cuello.
Cuando Baltus llegó a mi clítoris, el rubio no tuvo más opción que sostenerme completamente porque mi cuerpo se sacudió en un espasmo de placer. De mi cuello bajó a mi pezón derecho mientras el rey Gasrha me tomaba del cabello y seguía danzando maravillosamente con su lengua en mi boca.
Sin embargo, de un momento a otro me soltaron los tres a la vez y, sin dejarme caer, me hicieron levitar hacia la cama con dosel. Me arrojaron allí con su magia y el pelinegro se inclinó hacia mí:
—Sabes y hueles muy bien, y eres hermosa. Creo que, además de secretaria, te haremos reina —insinuó con una sonrisa traviesa.
—Estoy de acuerdo —coincidió el rubio.
—Y yo —dijo Baltus.
Esta vez, Meltum trepó abruptamente hacia mi boca, el pelinegro bajó hasta mis piernas y el moreno se entretuvo con mis senos. Podía sentir cómo Gasrha subía por mis muslos a base de besos y su lengua pasaba por mi entrepierna, lo cual me ponía más ansiosa. El calor de mis mejillas se deslizó hasta mi centro y comencé a sentir mi humedad chorreante, clamando por más. Estaba en el punto culminante del roce de sus lenguas sobre mi cuerpo, cuando el rubio dejó de besarme para mirarme a los ojos y, entre jadeos, preguntó:
—¿Tienes algún favorito?
—Rey Gasrha —respondí y el pelinegro aludido sonrió, regalándome otro de sus guiños traviesos.
—No se diga más. —Me tomó la mano e hizo que palpara su erección por encima de su ropa interior. Un jadeo de sorpresa se escapó de mi boca—. ¿Qué esperan? ¿No le van a mostrar los otros dos regalos para ella?
Acto seguido, los tres reyes procedieron a quitarse la última prenda de sus cuerpos y quedaron con sus falos a la vista. Duros, majestuosos y suaves. Gasrha se introdujo en mí mientras me arrancaba un gemido, Maltus me obligó a tomar su pene y masturbarlo, y Melcum lo metió sin reparos en mi boca. A esas alturas, la intensidad de mis gemidos comenzó a aumentar. Pero lo que me ponía más y más excitada no era el chapoteo del falo del rey Gasrha entrando y saliendo de mí, sino los gemidos guturales de los tres reyes hechiceros que usaban mi cuerpo a su antojo.
Luego, de manera abrupta, los tres se detuvieron y me pusieron de pie. Caminamos hasta el trono por el cual habíamos llegado y me ordenaron que me sentara. El pelinegro hizo que me sostuviera del respaldo del gran trono pesado y Melcum fue el que agarró mis caderas. Se introdujo en mí y comenzó a moverse dentro mío a una velocidad increíble, tanto que se me escapaban jadeos de placer cada vez más altos. Luego le tocó el turno a Baltus e hizo que mis gemidos comenzaran a ser gritos. Por último, volvió a penetrarme Gasrha.
—Regresó tu favorito, futura reina nuestra. —Y me regaló otro de sus guiños.
Al introducirse en mí, sus estocadas fueron tan placenteras que mis gemidos empezaron a sonar erráticos, como mi respiración en esos momentos. Al sentirme observada por sus ojos y los otros dos reyes, mi excitación aumentó y pronto llegué a mi límite. El pelinegro debió advertirlo, puesto que me bajó de donde me tenía sostenida en el aire, me sentó y quitó mis manos del respaldo, ya agarrotadas, para depositarlas en los costados del trono y que yo pudiera estar lo más cómoda posible. Encantada con la atención, me relajé.
Los tres se arrodillaron esta vez y volvieron a atacar mis puntos débiles. Melcum mi oreja, Baltus mis senos y Gasrha siguió con mi parte íntima. Introdujo su lengua por entre mis labios, que ya estaban abiertos para recibirla, y jugó con ella haciendo movimientos circulares en mi monte de venus y más abajo, en la zona donde me había penetrado unos momentos antes.
La humedad se escurría desde mi interior y el calor me quemaba todo el cuerpo, estaba en mi punto cúlmine del éxtasis y entonces sucedió. El líquido del squirt se escurrió, empapando el trono, y los tres reyes se aprestaron a recibirlo. Primero, el pelinegro se abalanzó a mi centro para succionarlo y tragar todo lo que pudo, luego, el rubio y, por último, el moreno recibió la fuente que manaba como chorros desde mi interior.
Uff, sí que hace calor en la habitación con esos tres bombones reyes.
Este es el relato especial por el Día de los Reyes Magos, ojalá lo hayan disfrutado.
Se los quiere,
Alex. <3
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