Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Delicado.


(Editado)


~ Taehyung ~

Jung Hoseok, ¿se puede saber dónde estás? —fue lo primero que dijo la furiosa mujer que había llamado al teléfono de Hoseok a las muy elegantes cinco de la mañana. Activé el altavoz antes de decir algo.

— Buenos días, mami. ¿Cómo dormiste? ¿Cómo llegaste ayer? ¿Cómo te fue con mi tía? —respondí yo evadiendo la pregunta, recibiendo un asentimiento por parte de Hoseok en señal de que sí parecía él.

No te hagas el bobo, ¿dónde estás? Aquí todos me están diciendo excusas inventadas para cubrir tu ausencia, pero no me engañan. ¿Dónde. Estás?

— ¿Dormiste mal o es que no has desayunado? ¿Mi tía te dio alacranes como comida de despedida? —pregunté, sacándole una risa al chico que estaba frente a mí y ganándome un manotazo en el brazo.

Jung Hoseok...

— Me quedé a dormir en la casa de un amigo...

Yoongi durmió aquí anoche y ya llamé a Seokjin y pasó la noche con alguien que no eres tú. ¿Dónde estás? Tú no tienes más amigos.

— ¿Estás segura? Que sean ellos con quienes más hablo no quiere decir que son los únicos que tengo. Me quedé en la casa de mi amigo porque vinimos a hacer una tarea y perdimos la noción del tiempo, así que me pidió que me quedara porque andar solo por ahí a eso de las diez de la noche es peligroso.

¿Y a qué hora crees que tienes que estar el hospital?

— Antes de las ocho. Tengo que ir a dejar que me quiten sangre para que la estudien y luego voy a la cita con el endocrinólogo, después a la de optometría y al final a que me tomen la radiografía —recité mirando a Hoseok, quien sólo hizo muchos asentimientos con su cabeza.

¿Y a qué hora piensas llegar aquí para irnos?

— Mamá, hoy puedo ir solo, no es necesario que vayas conmigo. Tú debes estar cansada por tu viaje y eso y Soobin te extrañó mucho. A demás, mañana tenemos que irnos y no quiero que te enfermes por no descansar bien.

Igual tu papá puede llevarte.

— Papá llegó hace una hora, deja que descanse.

Pero vas a ir lejos y...

— No voy a ir solo, mamá, no te preocupes por eso —interrumpí y corté la llamada cuando Hoseok hizo un gesto con su dedo sobre su cuello.

— Delicada, ¿no? Bien hecho, Kim Taehyung, sonaste casi como yo, pero menos seco —me sonrió levantándose de la cama.

— Gracias. Me estaba cagando del susto mientras hablaba con ella, ¿cómo le haces para no asustarte? —pregunté estirándome bajo mis cobijas para luego enrollarme en ellas un momento y después salir de mi cama todo cansado.

— ¿Quién dice que no me asusto? Tienes mi cerebro, puedes usarlo.

— Ya lo sé, pero me gusta respetar tu privacidad.

— Lo sé, gracias por eso —dijo abriendo la puerta para salir del cuarto mientras mi pecho latía con emociones que no entendía.

Salí caminando tipo zombie tras del chico hacia el comedor de mi casa.

— Hoy es sábado, lo que significa que mamá se va ahorita, papá se va diez minutos después que mamá y Yongsun se va con papá. ¿Listo para la sesión de gritos que comienza en algunos minutos?

— Por supuesto, no has escuchado las sesiones de gritos que inundan mi casa cuando mamá está de mal humor. ¿Qué quieres...? No, olvídalo, no puedes comer nada.

— Pero tú sí, come lo que quieras.

Hizo una mueca y negó con la cabeza. Se tomó un vaso de agua y nos quedamos allí parados en silencio mirando a la nada hasta que papá nos devolvió a la realidad.

¡Amor, necesito usar el baño! —gritó.

— Vamos rápido al mío —le dije a Hoseok tomándolo de la muñeca y corriendo hacia mi cuarto, agradecido con el hecho de que yo estaba usando calcetines y Hoseok usaba mis pantuflas, de modo que no se escuchaban nuestros pasos al correr.

¡Acabo de entrar, usa el de la niña! —respondió mamá.

¡La niña lo está usando!

¡Entonces usa el del niño!

— ¡Tengo diarrea, es peligroso que alguien entre! —gritó Hoseok desde mi baño una vez hube cerrado la puerta del cuarto silenciosamente tras nosotros.

¡¿Tenías que enfermarte hoy?! —le gritaron los dos adultos que parecían no apreciar mucho la salud de sus cuerdas vocales.

— ¡Yo no decidí que me pasara! —gritó de vuelta y sentí su incomodidad en mi pecho.

— ¿Qué pasa? Sí sonaste como yo, entonces... —le pregunté yendo a su lado dado que la puerta estaba abierta.

— Que no mentí —respondió con las mejillas coloradas. Waah, yo lucía hermoso todo sonrojado.

— ¿Sobre qué?

— Sobre tu estómago.

— Oh, ya veo. No te preocupes, no ha de ser grave. No te duele ni te sientes mal ni nada, ¿cierto? Sólo es la incomodidad en tus intestinos y un muy leve mareo.

— Sí, ¿cómo...?

— Me pasa seguido, no es nada del otro mundo.

— Seguro que no es sano.

— Supongo que no, pero es cosa de mi metabolismo. Vengo en un momento.

— Vale.

— Y deja de estar asustado, no te vas a morir.

— ¡Pero es que esto es nuevo para mí!

— Oh, entiendo... Ya vengo.

Bajé hasta la cocina silenciosamente pasando desapercibido dado que todos estaban en sus cosas y encendí la licuadora comenzando a hacer el jugo de la salvación de Hoseok. Suponiendo que se demoraría un rato, decidí preparar café y sándwiches para mi familia, que siempre se quejaba antes de salir porque siempre se les hacía tarde a todos y se iban sin comer nada. Una vez terminada mi tarea, dejé todo en el comedor y subí con una jarra de jugo para Hoseok.

— ¿Te sientes mejor? —pregunté tocando la puerta del baño.

— Supongo que sí, aunque es extraño...

— Sí, después siempre es extraño —lo calmé sintiendo ternura por su manera de describir la situación—. ¿Puedes abrir? Tengo algo para ti.

— Voy...

Cuando abrió la puerta ya no se veía tan pálido como unos minutos atrás. Suspiré más tranquilo dado que si se sentía muy mal íbamos a pasar un muy mal rato porque no podíamos separarnos todavía, de modo que las opciones eran: a- quedarnos aquí y luego aguantarnos el regaño de la mamá de Hoseok, y b- ir al hospital con Hoseok enfermo. Por suerte no tuvimos que elegir una. Iríamos con Hoseok sano al hospital.

— Tómatelo todo y estarás perfecto el resto del día.

— ¿Me estás diciendo que me tome dos litros de jugo de guayaba?

— Sí. No te hará daño, te lo juro. Me voy a bañar.

No me demoré mucho tiempo en la ducha, sólo me lavé el cabello y salí usando la misma ropa que había estado usando antes. Una vez fuera del baño, Hoseok entró a bañarse, quejándose por tener que hacerlo igual que los días anteriores. Estaba poniéndome unos jeans grises cuando mamá abrió la puerta.

— Hijo, ya me voy, ¿estás... —dejó de hablar cuando notó que no me hablaba—. Hola, ¿cómo estás?

— Buenos días. Estoy muy bien, gracias —saludé sintiéndome extraño por hablarle así a mi mamá.

— Me alegra. ¿Mi hijo está muy mal?

— No, señora. Hace poco me dijo que ya se siente mucho mejor, no creo que tenga que preocuparse mucho por su estado.

— Ya veo... ¿Van a alguna parte?

— Sí, señora. Planeamos ir hoy al museo para buscar inspiración para nuestro proyecto de artes de este año.

— ¿A esta hora tan temprano?

— Tenemos planeado demorarnos mucho.

— Entiendo. Ya me tengo que ir, pero igual cualquier cosa pueden llamarme. Dile que dejé algo para él en la mesa del comedor.

— Eso haré. Hasta luego, que tenga un buen día.

— Muchas gracias, igualmente.

Mamá se fue y un momento después salió Hoseok del baño.

— No sé si me da risa o me molesta tener que hablarles a nuestros padres y a todos, en general, como si no fuéramos nosotros.

— ¿Verdad que sí? Me siento igual al respecto —asentí de acuerdo buscando una camiseta.

No hubo más que decir, sólo seguimos vistiéndonos tranquilamente hasta que papá y mi hermana abrieron sin previo aviso la puerta del cuarto.

— Hermanito, ya nos vamos.

— Hijo, te quedas solo, cualquier cosa, llamas... Hola, buenos días. No recordaba que te quedarías anoche. Perdón por lo de hace un rato —se disculpó papá refiriéndose al escándalo de hacía poco—. ¿Van a alguna parte?

— Vamos al museo —respondimos sincronizados.

— Qué bien. Tengan un buen día —se despidió antes de dar media vuelta para irse.

— ¿Cómo convenciste a mi hermano de levantarse a esta hora? Chico lindo, eres increíble, te admiro.

— ¡Hija! —llamó papá.

— ¡Ya voy! —gritó en respuesta para luego hablar rápido—. Pásenla bien, muchachos. Ya saben, cuídense y eso —guiñó un ojo y se fue cerrando la puerta.

Hubo un incómodo silencio y luego nos fuimos, sabiendo que teníamos poco tiempo para llegar al hospital que quedaba lejos como la mierda.

...

— ¿Por qué queda tan lejos ese hospital? —me quejé por tercera vez en media hora mientras esperábamos el bus luego de bajar del otro.

— No sé, ¿porque no quisieron hacerlo en otro lado? —respondió tosco porque todo el tiempo lo había estado molestando y ya se estaba cansando de mí.

— Ya sé, idiota. Lo que digo es que por qué tiene que ser allá y no en otro más cerca —volví a quejarme saltando suave en mi lugar porque estaba haciendo un frío ni el verraco.

— Es el más cercano.

— Ajá, sí. Entonces dime, ¿qué es el lugar al que voy cuando necesito revisiones médicas?

— Un hospital.

— Exacto, uno que queda a sólo media hora de mi casa, no a dos horas con suerte.

— Ya sé.

— ¿Y entonces...?

— Y entonces, pasa que tengo una EPS diferente a la tuya y no me atienden en cualquier lugar —explicó como medio esperando que me callara si por fin me daba una respuesta clara—. Si me rompiera un hueso, tendría dos opciones: ir al hospital más cercano y pagar por que me atiendan, o ir al hospital que queda lejos y no pagar nada —dijo tranquilamente mientras subía al bus que acababa de parar frente a nosotros, ganándose una mirada confundida por parte de una señora vieja que estaba sentada al lado de la puerta.

— ¿No es obvio lo que deberías hacer? —cuestioné caminando detrás suyo.

— Claro que sí, ir al hospital que queda lejos —respondió pagando nuestro pasaje al conductor.

— ¿Por qué? ¿Eres tonto?

— No, yo sé lo que me conviene. En el hospital que queda lejos la atención es mil veces mejor que en los otros hospitales a los que he ido.

— Y el punto es...

— Que el tonto aquí eres tú.

Ofendido, le di un manotazo en el brazo antes de que tomara asiento junto a una ventana, dejándome a mí el lugar del centro del bus.

— Si te duermes, apóyate en la ventana —le dije serio.

— Si te duermes, verás cómo te despiertas, no pienso hacerme responsable de ti —respondió con voz de estar hablando en serio, pero las cosquillas en mi pecho me indicaron que le había parecido divertido que recordara esa especie de conversación que tuvimos el día que su mundo y el mío cambiaron.

— Tengo sueño —dije suave.

— Yo también, pero no podemos dormirnos o nos vamos a perder.

— Lo sé... También tengo hambre.

— Más tarde vamos a comer algo.

— También tengo que ir al baño...

— Mmm.

— Y tengo frío.

— Mm.

— Y tus rodillas duelen.

— ¿En serio? Es por el frío.

— Tengo frío en mis piernas y calor en mi espalda.

— ¿Y qué quieres que haga?

— Quiero un helado.

— ¿Estás diciendo todo eso para molestarme?

— Estoy aburrido.

— ¿Y qué quieres que haga?

— Que dejes de estar tan serio~ —respondí tiernamente.

— ¿Te sientes bien? ¿No tienes fiebre ni nada? —preguntó frunciendo el ceño tocando mi cara con una de sus manos.

— Nop, ¿por?

— ¿Siempre eres tan raro?

— No soy raro, soy exótico —corregí agarrándolo de las mejillas y haciéndole muecas tiernas.

— Ajá, sí, y yo soy Batman. ¿Seguro que estás bien? Hace unos minutos estabas molesto, luego irritante y ahora... Ahora parece que te convertiste en una bola de azúcar muy empalagosa —respondió confundido con su cara aún apresada entre mis manos.

— Estando contigo siempre estoy mucho mejor que de costumbre, vida mía.

— ¿Estás extraño porque tienes sueño? Pareces ebrio.

— Shi.

— Bien... —suspiró cansado sacando su teléfono y haciendo algo rápidamente—. Oxígeno de mis pulmones, duerme quince minutos, ya programé la alarma.

— ¿En serio? —aseguraría que literalmente se iluminó mi cara y brillaron mis ojitos.

— ¿Por qué no sería en serio? Quítate la chaqueta —dijo quitándomela él mismo— y colócala así —siguió mientras me la pasaba por sobre los hombros y la acomodaba sobre mi pecho y mis piernas como si fuera una cobija— y ahora sí puedes dormirte.

— Gracias —sonreí—. ¿Puedo recostarme sobre tu hombro?

— Supongo que sí.

...

— Mocoso, ya es hora de bajar del bus —escuché una voz grave hablar cerca de mi oído mientras mi cabello era despeinado por una mano cálida.

— ¿Mmmh?

— Taehyung, despiértate ya si no quieres que me baje y te deje solo.

— No puedes hacer eso, te tocaría correr detrás del bus porque separarnos duele como la mierda —respondí hablando lento con mi voz un poco ronca.

— O, tendrías que hacer que el conductor pare en medio de la calle porque te preocupas por la integridad física de tu cuerpo. Arriba, esta es la parada.

Bajamos del bus y el frío de la calle nos envolvió inmediatamente. Me coloqué correctamente la chaqueta y comencé a seguir a Hoseok hacia una estación del metro a cinco cuadras de donde nos había dejado el bus. Las rodillas de Hoseok dolían más de lo que lo habían hecho durante los días que llevaba estando en su cuerpo y ahora podía entender por qué en ocasiones caminaba como un pingüino cojo, como él mismo había dicho ayer en la tarde. Seguramente si fuera él quien estuviera en su cuerpo en este momento, este cuerpo estaría caminando de manera mucho más decente, pero no valía la pena pensar en eso ahora. Tomamos la línea B-14 y llegamos a nuestro destino veinte minutos después, o eso creí hasta que...

— Disculpe, ¿está libre? —preguntó Hoseok a un señor señalando hacia atrás del mismo.

— Sí, muchacho. ¿A dónde va?

— Al hospital militar, por favor.

— Por supuesto, estaremos allí en unos minutos.

De no ser porque Hoseok me jaló de la muñeca para llevarme al taxi a nuestra izquierda, me habría quedado en mi lugar sumergido en mi mundo de abstracciones.

— ¿A dónde vamos? —pregunté bajito una vez el taxi comenzó a moverse.

— Al hospital militar, ya te lo dije.

— ¿Seguimos muy lejos?

— No, es aquí nomás en unas siete cuadras.

— ¿Entonces por qué estamos en un taxi si podemos ir caminando?

— Porque tienes la salud de un señor de sesenta años o poco más.

— ¿Yo? Tu cuerpo, dirás.

— Sí, bueno, el caso es que no estás acostumbrado a moverte como debo hacerlo —me dijo suave, pero mi corazón alteró el ritmo de sus latidos y una ola de sensaciones extrañas me recorrió.

— Sí, lo he notado. Tú tampoco estás acostumbrado a moverte como deberías —respondí suavemente con una sonrisa dulce. No solíamos tocar mucho el tema de su salud porque siempre sentía una opresión en el pecho cuando lo hacíamos, sin importar qué tan vagamente habláramos sobre ello. Durante estas dos semanas había aprendido que era un tema delicado, lo afectaba en demasía y el problema era que él era tan jodidamente bueno fingiendo que las personas al rededor pasaban por alto el hecho de que con alguna cosa un poco pasada que dijeran podían causarle una noche de insomnio o de llanto sin remedio. Era frágil, pero fuerte, y eso lo admiraba.

...

— ¡¿Que qué cosa?!

— Que, a menos que tenga cara de ser mi papá, tienes que entrar solo.

— ¡¿Es en serio?!

— Sí. Y deja de gritar.

— ¿No corro riesgos de desmayarme?

— No —hizo una pausa, pensativo—... Puedes morder esta parte de tu dedo, de esta manera —explicó haciendo la demostración con su dedo índice —y concentrar tu preocupación en la zona donde haces presión. Es útil —sonrió para darme confianza. Sonreí de vuelta—. Ya es tu turno, M-27.

-— Es la primera vez que hago esto solo fruncí mi ceño.

- Tú puedes, vas a ver que sí.

Su sonrisa fue lo último que vi antes de atravesar aquella estrecha puerta y entrar en una sala llena de cubículos donde habían enfermeros extrayendo sangre a otras personas, algunas tan tranquilas como si nada y otras casi al borde del desmayo.

— ¿M-27? Aquí, por favor —habló una señora rubia con voz dulce. Me senté frente a la mesa que me señaló—. Firme aquí, por favor. ¿Toma medicamentos?

— No, señora.

— Perfecto. Permítame la orden, por favor.

— ... ¿La qué cosa?

— La orden de sus exámenes - —explicó como si con eso entendiera. No supo si reír o llorar o golpearme al ver que no le entendí—. El papel con muchos cuadros y palabras que tiene equis en sólo algunas casillas.

— Ah, disculpe. Son los nervios.

Le entregué lo que me pidió, luego me hizo algunas preguntas y me pidió que estirara mi brazo para poner un elástico ajustado y luego preparar la aguja.

— Por favor, respire con normalidad.

Un segundo después esa cosa atravesó la piel de mi brazo. Estaba aterrado, las otras veces que había ido a exámenes de sangre, la experiencia había sido terrorífica e increíblemente dolorosa. Esta vez, en cambio, fue hasta agradable. Ahora entendía por qué Hoseok había dicho eso de venir aquí sin pensarlo dos veces, y estaba completamente de acuerdo con él.

— Estás vivo —me felicitó cuando me vio salir por esa angosta puerta de nuevo.

— No morí. Pero necesito comida.

— Por eso no te preocupes.

Fuimos a una cafetería cercana donde nos dieron un desayuno como para tres personas a cada uno. Después, pasamos un rato bobeando en un parque para luego volver al hospital a esperar a que me atendieran. Las citas de optometría y endocrinología no tardaron mucho, pero el tiempo de espera en la fila para la radiografía fue eterno —tres horas— y, por ello, terminamos almorzando a eso de las cuatro de la tarde en...

— ¿Vinimos a buscar repuestos robados de segunda para algún carro? —pregunté medio desconfiado, me había traído hasta una zona de la ciudad que yo desconocía y que parecía verdaderamente peligrosa.

— Vinimos a comer en el mejor restaurante del mundo entero —sonrió moviendo sus cejas.

— ¿Y se llama Tecnirepuestos siete de agosto, bompers, repuestos, parabrisas y accesorios?

— ¿A dónde estás mirando? No, ven para acá y cuida tus bolsillos —me llevó del brazo hasta la mitad de la cuadra y nos paramos en frente de una tienda de aspecto dudoso que, por cierto, ni nombre tenía.

— ¿Cumple con las normas sanitarias?

— Aquí el quisquilloso debería ser yo. Te lo juro, te va a encantar —aseguró cruzando la calle sin siquiera mirar, pensando, tal vez, que éramos inmortales... O a lo mejor porque desencajábamos en aquel lugar con nuestra ropa de marca y maquillaje casual entre indigentes, ladrones, usureros, estafadores y gente del común y no era prudente andar por ahí sin cuidado.

Lo gracioso del caso fue que sí me encantó. El lugar estaba perdido y nadie, de no saber que existía, se lo encontraría ni por casualidad. Sí, bueno, las personas al rededor nos miraban rarísimo, pero me dejó de importar apenas trajeron nuestros pedidos; a demás, a Hoseok, al parecer, lo conocían bien por aquí y las dueñas del lugar nos atendieron de maravilla. Pues claro, se la pasa aquí metido entre dos a cuatro veces al mes luciendo igual que ahora, me informó su cerebro, que yo realmente me empeñaba en ignorar.

— ¿Vienes seguido? —pregunté aun si ya sabía la respuesta.

— Soy un cliente fiel.

— Perdón por haber dudado de ti.

— No te preocupes, la primera vez que vine fui exactamente igual. Tal vez, incluso, un poco peor —hizo una mueca.

— Jung Hoseok, no quisiste entrar y nos pediste el certificado del registro sanitario. No paraste de parlotear en desacuerdo con todo hasta que tu papá te metió en la boca una cuchara con sopa de improvisto. Entonces te callaste y fuiste el mejor cliente del día ese día —se burló la mesera que, precisamente, pasaba por ahí—... Pero, espera, ¿cómo sabe tu novio eso y pareces no saberlo tú si fuiste tú quien, precisamente, lo vivió?

Hoseok y yo compartimos una mirada de "metimos la pata" antes de hablar. Me le quedé mirando un segundo y entonces me dio la señal de "mejor digámosle, estará bien".

— Lia, te presento a Kim Taehyung, mi novio —sonrió el Taehyung falso señalando al cuerpo de Hoseok.

— Mucho gusto, Lia —saludé—. En realidad, no soy Hoseok. O sea, sí, pero no...

— Cambiamos de cuerpo —sonrió Hoseok tranquilo como si nada.

— ¿En serio? —se asombró Lia—. ¿Y cómo les va con eso? ¿También comparten sueños?

— No —hice una mueca—. ¿Cómo así? ¿También te pasó?

— Sip, con Ryujin, y fue una pesadilla, no podíamos ni vernos sin estar peleando.

— ¿Hace cuánto que fue? ¿Un año, más o menos? —preguntó Hoseok haciendo muecas.

— Sí, duramos seis meses siendo la otra. Mi consejo para ustedes es que se hablen, aclaren las cosas y resuelvan las inquietudes, es más fácil así. Trátense de forma delicada, no sólo se pueden lastimar físicamente, también pueden herir sus corazones, literalmente.

— ¡Lia! —llamó alguien a lo lejos.

— Ya me voy, pero, si necesitan a alguien, Ryujin y yo estamos para ayudarles —sonrió dulcemente y nos dio un papelito un momento después—. Suerte, chicos.

Nos quedamos un rato más comiendo lentamente y ya después fue hora de irnos a casa. Por algún extraño motivo, el viaje hacia casa fue más corto que el viaje al hospital, pero estaba tan cansado que no me quise ni quejar por eso, sólo acomodé correctamente la cabeza de Hoseok sobre mi hombro y cerré los ojos hasta que el conductor del bus nos indicó que era la última parada, cerca de la casa de Hoseok.

— Jung Hoseok, arriba, estás babeando.

— De malas, te aguantas porque es tu saliva.

— Idiota —me quejé moviendo su labio superior para luego soltarlo causando un sonido como de "plop"—. Mueve el culo o te dejo aquí botado sin importar cuánto me duela.

Bajamos del bus y caminamos las cinco cuadras que nos separaban de su casa como zombies. Al llegar, nos esperaba una sorpresa.

— ¿Soobin? —dijimos al tiempo. Era entendible que él lo dijera con tanto sentimiento y era entendible que yo lo sintiera tan intensamente. Lo que no era muy entendible era que yo también hubiera hablado, pero seguramente era por la cuestión de que su cuerpo me trataba como si fuera Hoseok, y él era el chico acciones involuntarias y mecánicas—. Choi Yeonjun, ¿me explicas qué haces con mi hermano? —demandamos al tiempo cruzándonos de brazos y levantando la quijada en un gesto amenazador.

— S-se le llama beso y-y es lo que se d-dan dos p-personas... —dijo Soobin apenado.

— Dos personas que se quieren mucho, como ustedes dos ayer en la mañana —siguió Yeonjun, igual o más apenado que el hermano de Hoseok, pero sin tartamudear.

Por fuera no lo pareció, pero nuestros sentimientos fueron un caos y ahora no se sabía quién estaba más avergonzado entre Soobin, Yeonjun, mi novio falso y yo. Luego de unas cuantas frases sin sentido por parte de los cuatro, entramos a la casa y la mamá de Hoseok nos dio chocolate.

Ahora era un momento crucial, debíamos decirle que un polizón se uniría al viaje familiar, pero, ¿cómo hacerlo? Esa señora realmente aterraba.

— ¿Con delicadeza? —sugirió Hoseok.

— Si nos mata, culpo a Lia.



Hola~

Y... ¿Fue mucho relleno? Hay cositas importantes.

¿Qué tal les pareció?

Comenten cositas, ¿sí? No sé, si dan risa los chistes malos que pongo por ahí o si tienen teorías o lo que sea, me gusta leerlos.

Cuídense mucho. Besos y saludes 🧡🧡


Postdata: alguien me dañó la laptop (hermana menor, la tiró al suelo sin piedad) y alguien la desarmó para arreglarla (su servidora, tan loca como ella sola), así que no tengo el separador a la mano ahora, pero, cuando los tenga, los insertaré.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro