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Capítulo I

Que bien se siente volver aunque sea en un fandom considerado muerto, por favor, lean está capítulo con tranquilidad, después de todo, llevo más de cuatro años escribiendo este capítulo.

Disfruten
~•~

Un bostezo salía de la boca de cierta dama llamada [T/N], el sueño la tenía derrotada, quizás se debía al desvelo que había pasado hace algunas noches sólo para este día, sí, era exigente pero no tanto por ella sino por el trabajo como secretaria en la empresa Kaiba Corporation. Lo único bueno es que le servía únicamente al hermano menor del empresario, y por ende le tocaba "menos" trabajo, quizás no se oiga como algo muy bueno pero la paga realmente valía la pena.

— ¿Está todo listo? — Preguntó a los empleados viendo cómo ellos se apresuraban a conectar ciertos cables y verificar que las cosas salieran bien, al oír un afirmativo se acercó a cierto botón rojo que prendía el micrófono. — Joven Mokuba, está todo listo. — Finalmente esas noches que sacrificaba su sueño valdría la pena.

Estaban en un edificio creado únicamente para experimentar con ciertas tecnologías que ayudaban a que la experiencia al jugar Duelo de Monstruos fuera más divertida, de hecho, ella estaba en una cabina donde tenía ventanas que dirigían su vista al campo donde estaba el joven amo, dicho vidrio estaba hecho específicamente de que si algo saliera mal, la cabina fuera capaz de proteger, aunque esperaba que eso no ocurriera o ten por seguro que tendría que buscar otro empleo. Junto al campo de Duelo donde estaba su jefe tenía como contrincante al famoso Rey de los Duelos Yugi Muto, ella rara vez le dirigía la palabra debido a que no tenía razón de hablar y usualmente era Mokuba quien hablaba con él.

— Invoco a mi Mago Silencioso en posición de ataque. — Yugi había invocado su famosa carta, era la primera vez que la secretaria lo veía y hasta le daba ternura la pequeña maga que se mostraba con la tecnología que se estaba experimentando.

Ella observaba como los dos varones se divertían con aquel juego de cartas, sencillamente a ella no le interesaba y solo sabía lo básico por cuestiones laborales, al parecer todo era normal, si llegará a ser así quizás podría regresar a su casa y tomar un merecido descanso, imaginar su cama era tan apetecible o quizás recostar su cabeza en aquella almohada mientras se dedica a dormir, definitivamente se notaba sus ganas de salir del trabajo.

En cuestión de segundos escuchó una pequeña explosión para acto seguido empezar a salir humo que dificultaba la vista en aquel campo de Duelo, rápidamente y sin dudarlo salió de la cabina para adentrarse al ojo del huracán, demonios, si algo le pasaba a Mokuba era claro que sería despedida, preferiría ella morir laburando que terminar en la calle.  Al parecer no previó que la neblina le fuera a dificultar su vista, solo intentaba ver donde se podría encontrar dicho azabache, en cuanto sintió una mano aferrarse en su camisa formal pensó que era su pequeño jefe, a lo que lo cargó con una mano a cierta figura humana.

— No se preocupe, lo sacaré de aquí. — Escuchó un pequeño sollozo agudo de parte de la persona a quien cargaba, eso le sorprendía, no sabía que el señorito podía hacer tales ruidos.

En cuanto salió del humo, suspiró aliviada, finalmente estaban a salvos, su empleo estaba fuera de peligro, no había nada de que preocuparse, inmediatamente se sentó en el piso mientras miraba hacia arriba inhalando y exhalando aire limpio, cierta persona no dejaba de aferrarse a su camisa blanca a lo que sin prestarle tanta atención le empezó acariciar el cabello diciéndole que todo estaba bien, no recordaba que el joven amo fuera así o que quizas pesará menos de lo que imaginaba o también que era más pequeño de lo usual... Tragando saliva mientras una gota fría de sudor recorría su cien, lentamente bajó la mirada encontrándose con una niña de cabello plateado y ojos grises o morado grisáceo, vaya, quien diría que perdería su trabajo por esto, era tan irónico que quería reír mientras lloraba.

A su vez, escuchó ciertas personas que tosian mientras salían del caos, no podía dudarlo, era su jefe y el Rey de los Duelos. Giró levemente su cabeza mientras veía como los demás empleados se acercaban al pequeño Kaiba con un botiquín de primeros auxilios.

— Me encuentro bien, déjenme en paz. — Dijo molesto el azabache mientras se alejaba de los empleados todos preocupados. — ¿Qué ocurrió allá adentro, Yugi?

— No lo sé pero creo que tenía que ver con mi Mago Silencioso. — Murmuró Yugi a lo que [T/N] consternada tosió llamando la atención de los demás.

— Creo que está es tu carta. — Señaló con el dedo índice a la niña que aún se seguía aferrando como si eso dependiera de su vida.

Sólo fue cuestión de segundos, primero hubo un gran silencio en donde todos trataban de saber que estaba pasando y finalmente hubo un escándalo, científicos tartamudeando intentando descifrar porque ocurría esto, algunos desmayandose o tirándose al piso y otros intentando tranquilizar a los demás. [T/N] no sabía cómo reaccionar, estaba paralizada, estupefacta intentando encontrar lógica de lo que había pasado, ella creía que quizás era momento de pedir su jubilación, quizás esto era una señal de rendirse y renunciar de su laburo.

— ¡Cállense! — Se necesitó únicamente de que Mokuba gritara para hacer que los demás se quedarán quietos. — ¡Ustedes son trabajadores de Kaiba Corporation comportense como tal! — Los científicos que no se habían desmayado rápidamente se formaron en una sola fila esperando por sus órdenes.

Escuchó algunos pasos acercándose a ellas, [T/N] giró levemente su cuello queriendo ver de quien se trataba, quedando impresionada al ver que era aquel Rey de los Duelos quien se sentaba de rodillas con tranquilidad.

— Todo está bien. — Alzó su mano en frente de la niña esperando tranquilizarla. — Ven, aquí. — La sonrisa de Yugi realmente le impresionó a la secretaria, digo, no se había dado cuenta pero era lindo.

En cuanto la niña levantó su cabeza viendo al joven de ojos amatistas, rápidamente corrió hacía él abrazándolo como un bebé koala.

— ¡Papá! — Ella emitió una voz llena de felicidad logrando que todos estuvieran confundidos.

— ¿Papá? — [T/N] cuestionó confundida, hoy era un día extraño, quizás necesitaba un pequeño descanso.

— ¡[T/N]! — En cuánto escuchó al azabache gritar su nombre inmediatamente se levantó del piso y se puso detrás del joven amo esperando una orden. — ¡Trae los archivos del experimento y llévalo al laboratorio! — Ella corrió hacía la cabina donde hace algunos momentos estaban. — ¡Vámonos! — No lo repitió una segunda vez cuando todos sus trabajadores acataron su orden.

Algo que era indudable es que en ese momento había dejado de ser normal, digo, no había sido así desde hace unos años cuando el empresario Seto Kaiba había gastado en su tecnología para intentar vencer a un tal "faraón" o eso se lo comentaron los científicos del otro grupo, sí, se dividían en algunos grupos, casualmente llegaban trabajar entre todos ellos, no era algo rutinario pero tampoco paranormal.

La secretaria que corría con una gran pila de papeles llegó a ver como su jefe sacaba su teléfono, inmediatamente ella trago saliva nerviosa.

— Hermano, algo salió mal con el experimento, no es nada malo pero quizás tenga que ver con el faraón. — ¿Alguna vez de tanto miedo pudiste llegar a sentir sensibilidad en tu parte baja? Y no me refiero algo como la excitación, sino como si en cualquier momento te fueras a orinar, pues eso era lo que sentía [T/N], con su jefe sentía respeto pero con el dueño de la compañía le daba pavor.

Estando en frente del elevador, el joven Mokuba tocó el botón del ascensor esperando que bajara, una vez que se hizo y se abrieron las puertas todos entraron. El silencio era sepulcral a excepción de una niña que chillaba asustada por el movimiento del elevador siendo Muto quien le dió pequeñas palmadas a la pequeña tratando de tranquilizar, a la secretaria se le vino aquel dulce recuerdo de cuando tenía siete años y como ella tenía miedo de eso, de hecho, acaba de acordarse de algo, dejando que uno de sus brazos cargará con el peso total de las hojas sacó de sus bolsillos de su falda negra una golosina entregándolo a la pequeña quien lo recibió y sin saber que hacer lo metió en la boca con todo y envoltura provocando una pequeña risa de la adulta.

— Se quita el envoltorio. — Sonrió tranquila volviendo a usar ambos brazos para cargar con aquel papeleo sin notar aquella mirada de admiración que le dedicaba la infante a ella.

— Dame el dulce. — La Maga Silenciosa obedeció la petición del ojos amatistas y a pesar de que estaba con saliva no le dió tanto asco como para quitar el plástico y entregarlo a la diminuta mano de su carta monstruo (me estoy quedando sin adjetivos). — Ten. — Aquella que salió de la carta probó dicha golosina quedando fascinada por su sabor. — ¿Te gusta? — Las mejillas chiquitas de la plateada estaban enrojecidas con una mirada de ilusión que ocasionó que Muto sonriera.

— Ya casi llegamos, Joven Mokuba. — Los adultos en aquel ascensor al escuchar eso se prepararon mentalmente para los problemas que conllevaría todo esto.

Era evidente que entre más veían que se acercaban al destino donde su verdugo los estaría esperando la tensión se iba intensificando en aquel elevador, claro, eso llamó la atención de la pequeña maga que soltó un quejido incómoda por la situación, Yugi riendo un poco tenso queriendo aligerar la situación empezó acariciar el cabello de la niña. En cuanto llegaron ahí, muchos soltaron un suspiro pesado, entre ellos estaba [T/N] quien era la que debía estar enfrente acompañando al joven Mokuba, en cuanto las puertas se abrieron ella rápidamente acompañó al azabache y la maga silenciosa al ver que se iba alejando de ellos estiró su mano hacia la secretaria temiendo que los abandonara.

— No te preocupes, ella tiene que acompañar a Mokuba. — El joven Muto comprendiendo porque la pequeña reaccionaba así decidió darle pequeñas palmadas en su espalda, por lo que veía, ella ya le tenía cariño a los dos.

[T/N] no pudo decir mucho al respecto o tan siquiera sonreírle a la niña con cariño, sí, había oído lo que él dijo pero en este momento ella era la secretaria del hermano pequeño del dueño de la compañía, así que estando concentrada en su papel dió rápidas pisadas para llegar al sistema de seguridad que había a lado de la puerta para acto seguido sacar su tarjeta y haciendo mil maniobras acercar aquel plástico blanco hacia aquella cámara que era el lector que verificaba y daba autorización.

Escuchó como sonaba un pequeño pitido que indicaba que la entrada estaba desbloqueada y siendo de alta tecnología, la puerta era nada más y menos que corrediza por lo que instantáneamente se metió entre la pared dejando espacio libre para que entrara el azabache.

— Mokuba. — Habló un joven adulto de cabello castaño que miraba a su hermanito.

Esa voz...

[T/N] quería orinar, el miedo estaba presente en su mente, aunque sabía que tenía miedo no podía dejarse llevar, sabía que ocurriría si dejaba que él sentimiento la dominará... Ella sería automáticamente despedida,  o bueno, eso pensaba ¿Había una razón para despedirla? No, pero no quería pelear y solo estaba feliz con obedecer. Con pasos lentos sin delatar como se sentía, dejo aquella pila de documentos en una mesa de metal mientras de forma silenciosa se dirigía al joven amo y procuraba mantenerse firme.

— ¿Qué ocurrió? — Preguntó el castaño con seriedad.

— Ocurrió una explosión mientras se ponía a prueba el nuevo Disco de Duelo, no pasó a mayores más que unos cuantos daños en el campo de duelo aunque después de eso apareció ella. — El azabache miró hacia atrás dándole paso a Yugi quien cargaba a la niña, inmediatamente Seto supo que se trataba de la famosa carta que utilizaba Muto en sus partidas.

La niña al ver la cara seria del famoso empresario se asustó y con miedo escondió su cara en el pecho del ojos amatistas quien sonreía nervioso, [T/N] entendía la situación, digo, aún siendo adulta le da miedo Seto Kaiba ¡A pesar de que ambos tienen la misma edad! Ese era el único problema de este trabajo, tarde o temprano tendrías que hablar con el castaño.

— [T/N]. — Inmediatamente vió a su jefe quien le daba señales sutiles de entregar los documentos al castaño.

Ella rápidamente agarró la pila de papeles y se acercó al joven adulto quien lo juzgaba con la mirada.

— Estos son los documentos del experimento, en las pruebas no salió ningún resultado anormal, incluso durante el duelo todo estaba estable. — El empresario le quitó los papeles verificando si lo que decía era verdad.

— Entonces, si todo estaba estable... — Mokuba quién estaba pensativo dirigió su mirada a Yugi, un sutil mensaje de que el faraón podría estar implicado.

— ¿Has tenido contacto con él? — Preguntó Seto mientras leía algunos párrafos del documento.

— No, no he tenido contacto con él, esto es demasiado extraño. — Murmuró el ojos amatistas quien acariciaba el cabello de la pequeña maga.

— Se tendrá que quedar ella, le haremos unas cuantas pruebas para verificar que no sea una amenaza. — Entregándole los documentos a la secretaria, con pasos lentos se acercó a la pequeña.

La albina al darse cuenta de que sería separado de Muto rápidamente se aferró a la camisa de él.

— ¡No! ¡No quiero! — Y como todo niño que hace berrinche empezó a llorar. — ¡No quiero estar con el hombre malo! — Sus gritos claramente eran potentes, podría decirse que tenía los pulmones sanos.

[T/N] al oír como ella lo había llamado al gran empresario empezó a reír, no mentía, era "el hombre malo", claramente cuando Mokuba le miró rápidamente ella tosió fingiendo que esa risa en verdad era su tos porque su garganta quizás estaba irritada, claro, el hermano pequeño no le creyó pero decidió enfocarse en como Seto estaba intentando conservar su paciencia.

— ¡Cállate! — Gritó el empresario pero en vez de apaciguar la situación solo hizo que la albina siguiera llorando y que incluso soltará una pequeña sorpresa... La niña había orinado de miedo, sí, todos en la sala estaban en sepulcral silencio.

— Tranquila, no te harán daño. — Yugi acarició el cabello de la maga queriendo tranquilizarla aunque ella lloraba a mares.

— No quiero. — Finalmente sus gritos habían cesado y daba a paso palabras arrastradas aún aferrándose al otro.

Era evidente el momento no tan agradable, [T/N] soltando un suspiro pesado decidió arriesgarse y con pasos lentos se acercó a Yugi quien este le miraba sorprendido, ella sacó de su falda un dulce haciendo el suficiente ruido como para que ella identificará que se trataba de un dulce y volteara a verla, algo que claramente ocurrió.

— Si me permite. — La secretaria acercó el dulce hacia la infante, no sabía ella cómo tratar con niños pero si de algo estaba segura es que la niña era más tranquila que otros y por ende, había oportunidad. — Mira, es un dulce. — La infante se le quedó mirando y ella tragó saliva pensando en que decirle. — Sé que no te agrada el "hombre malo". — Tuvo que volver a toser para no reírse, claro, nuevamente recibió miradas pero debía concentrarse. — ¿Te gustaría que me quedará para vigilar que no te hagan daño? — Odiaba tener que decirlo pero era una gran alternativa ahora que la niña mostró un pequeño interés en ella. — ¿Que te parece?

La infante vió a ambos lados, dudosa, pensando que decir, claro, para la secretaria significaba aún más papeleo y tener que llevar documentos en su casa para seguir con el trabajo, de tan solo pensar en eso ella quería que le pusieran un intravenosa con café intenso para poder mantenerse despierta en toda la noche en que tendría que terminar el papeleo.

— Solo si tú y papá están conmigo. — La albina agarró el dulce y ambos adultos suspiraron de alivio, finalmente se llegó a un acuerdo, [T/N] cargó a la albina a la mesa de metal dirigiendo sus ojos hacia los científicos indicando con una mirada que podían proceder, debido a que el asunto parecía haber sido resuelto, Seto Kaiba se retiró de ahí para proceder con el trabajo que tenía pendiente siendo Mokuba que tuvo que quedarse por esta situación.

Rápidamente los científicos se acercaron a la carta monstruo, las horas pasaron con las pruebas, en si no eran gran cosa, era como ir al hospital para hacerte tus estudios, con un martillo ortopedico le dieron pequeños golpes a su rodilla, con una linterna revisaron sus ojos, le hicieron examen de la vista, checaron su orina y le sacaron sangre. Cómo pequeño detalle con respecto a los estudios, cuando fue la hora de sacarle sangre, [T/N] y Yugi tuvieron que entretenerla con un pequeño teatro de marionetas, que en si, era sostener el juguete e intentar imitar voces, para él amatista era increíble ver esa faceta de la secretaria que siempre veía que era una mujer seria.

Después de unas cuantas horas en dónde se le pidió a los dos que se retiraran por unos momentos, ellos están afuera de aquella habitación, Muto estaba a lado de la puerta mandándole mensajes a su familia de que llegaría muy noche a la casa y [T/N] estaba enfrente de una máquina que servía café, aquella caja de metal estaba en un lugar que servía como sala de descanso añadiendo que estaba un poco lejos del laboratorio y estaba solamente ella, dándole chance de tomar un respiro de aquella situación.

— Hoy habrá demasiado papeleo... ¿Tan siquiera podré llegar a mi casa a dormir? — Suspiró pesadamente viendo cómo la máquina terminaba de servir en el vaso de cartón, tuvo que agarrar el objeto y poner otro vaso en la máquina para que sirviera lo mismo. — ¿Qué mierda es eso del faraón? Es más ¿Quién es él? ¿Qué está pasando? — Soltaba demasiados murmullos con preguntas que parecían que no iban hacer respondidas y una vez que se terminó de servir el café, ella agarró vaso y se dirigió al laboratorio. — Espero que no termine en mi despido este caso.

Durante su caminata escuchaba el sonido de sus tacones cortos que usaba, este momento de silencio en verdad le traía tranquilidad, la verdad es que todo este caos era totalmente nuevo para ella y le sorprendía que incluso los dos hermanos Kaiba y Yugi se comportarán como si esto fuera más común de lo que imaginaba, en cuanto vió aquellos rizos rubio se paró enfrente de él.

— Ten. — Le ofreció café a Yugi quien quitando de vista al celular aceptó el vaso de cartón con una leve sonrisa.

— Gracias. — Agradeció tomando un pequeño sorbo del liquido amargo.

— ¿Qué pruebas están haciendo? — Preguntó la secretaria tomando un poco de su café para después recargarse a la pared alado de Muto.

— Creo que están haciéndole exámenes de concentración.— Él intentaba recordar lo que les habían dicho pero desafortunadamente no logró escuchar con tanta gente platicando de teorías o que pudo haber pasado.

— ¿Piensas hacer algo con tu pantalón mojado de... Ujum, orina? — Desvío la mirada sonrojada por sacar ese tema vergonzoso en dónde la carta monstruo orinó encima del amatista por el miedo que le ocasionó Seto Kaiba.

— Pensaba mandarle mensaje a mi madre para ver si podía mandarme un cambio. — Él sonrió apenado, sus mejillas tornaron un color levemente rosado al recordar que la niña produjo ese desastre cuando vió a Kaiba, no la juzgaba, el castaño era alguien difícil con quién lidiar incluso hasta para él.

— Si quieres le puedo preguntar a uno de los científicos que te preste sus pantalones de respuesto. — Ella volvió a tomar otro sorbo con la mirada fija en el suelo, los científicos solían tener ropa de respuesto porque no era la primera vez que les pasaba que un desastre o por un químico tuvieran que cambiarse de ropa.

— No te preocupes, aún así, agradezco la intención. — Él simplemente le dió una sonrisa amable por lo que ella le devolvió la mirada con una leve sonrisa, algo que nuevamente le sorprendió a él, está era la primera vez en el que interactúan fuera del trabajo y la verdad es que platicar con ella era muy cálido.

De repente se escuchó como la pequeña maga soltaba un estruendoso grito que daba aviso que su berrinche había empezado, el descanso finalmente había terminado, ambos suspiraron mientras [T/N] sacaba del bolsillo de su falda la tarjeta que les daba acceso al laboratorio. Al entrar se encontraron con la escena de que varios trabajadores intentaban animar a la pequeña moviendo muñecos como si fueran títeres, algunos intentaban hacer expresiones graciosas pero nada de eso calmaba a la albina quien gritaba queriendo ver a su "papá".

Al otro extremo de la habitación estaba Mokuba quién un poco molesto revisaba su celular leyendo algunos documentos, a diferencia del castaño, él tenía más paciencia con la niña aunque ahorita parecía que las actitudes de la carta monstruo lo estaba llevando al límite, [T/N] tragando nerviosa por como estaba la situación decidió dejar su café en una de las mesas de metal y se dirigió hacia la pequeña siendo acompañado por el de ojos amatistas.

En cuanto la albina los vió alzó sus pequeños brazos hacia ellos, la secretaria no tuvo mejor idea que darle un dulce para que lo comiera y se callara... Y así evitar que su jefe le grite empeorando la situación, sí, conocía los límites de su paciencia y a pesar de que era alguien muy tranquilo tampoco había necesidad de que explotará.

— Todo indica que ella es una humana. — Dijo el azabache mientras revisaba en su celular los datos que le habían mandado. — Sus latinos son normales a una niña de su edad, peso promedio, su corazón está donde usualmente los tiene los humanos, todo es tan normal que me da cierta intriga.

— ¿Entonces que hace ella aquí? — Murmuró la secretaria con desconfianza, todo era demasiado apresurado. — ¿La máquina le dió vida?

— No, imposible. — Rápidamente ella dirigió su mirada hacia su jefe. — Aún si tuviera la probabilidad de darle vida algo, créeme que en el primer momento crearía una viscosidad viviente en el cuál su sangre serían solamente químico y su vida solo duraría unos cuantos minutos, en este caso, se podría decir que su sangre es de nuestra "especie" siendo que está enlazado con Yugi.

Todas las miradas de los adultos se dirigieron al ojos amatistas quien estaba confuso ¿Qué significa eso? ¿Porque Atem le haría esto? ¿Y como rayos se consiguió una parte de su ADN? Para Muto era un montón de información que debía de procesar ¿Ahora que debía hacer? Sintió como una pequeña mano agarraba la suya dándose cuenta que era la pequeña carta monstruo quien le miraba aún con los ojos cristalinos después de haber hecho su berrinche.

— ¿Qué vamos hacer con ella? — Preguntó [T/N] cortando con aquel hermoso momento entre el amatista y la carta monstruo.

— Le haremos un último estudio que será neuropsicológico y si todo permanece normal supongo que no habrá razón para que se quede aquí. — Los ojos del azabache se dirigieron a Yugi dandole una pequeña indirecta de que la niña tendrá que irse con él.

— Déjame avisarle a mi madre y al abuelo que tendremos una visita temporal. — Yugi suspiró pesadamente mientras sacaba su celular.

— ¿Cuánto tardará el estudio? — Nuevamente preguntó la secretaria, se notaba un poco lo ansiosa que estaba y se entendía, debía de terminar sus papeleos y no podía estar haciendo el papel de niñera todo el tiempo.

— Lamentablemente la maga silenciosa tiene que estar despierta en todo el día para poder hacerle este estudio. — Tanto [T/N] y Yugi suspiraron, sabían a qué se enfrentaban y de tan solo pensarlo ambos se agotaban mentalmente.

— Yugi ¿Siempre si vas a querer que le pregunté a alguien si tendrá un pantalón de repuesto de tu talla? — La secretaria lo miró a él y él no tuvo alternativa más que aceptar.

Después de unas horas en dónde la oscuridad había sumergido a la ciudad y donde la luna estaba en su punto máximo, los tres habían sido trasladados hacia una habitación del edificio donde se podía considerar "segura" en caso de que la niña quisiera hacer un desastre, en ese lugar había un escritorio y un sofá, [T/N] estaba haciendo papeleo en el escritorio mientras Yugi se ponía a jugar con la carta a diferentes juegos.

— Marinero que se fue a la mar y mar y mar... Ay, perdí otra vez. — Se quejó la niña mientras inflaba sus cachetes y retiraba sus manos del juego para acto seguido cruzarse de brazos.

— Vamos, casi me ganas. — El amatista sonrió dulcemente, sabían ambos que ni siquiera habían empezado y ella ya había perdido pero el joven quería que ella no se frustrará tanto.

— Ni siquiera estuve cerca. — Antes de que el fleco rubio y rizado pudiera decirle palabras consoladoras, los ojos de la maga se fueron hacia la chica quien no hacía más que revisar documentos y escribir en la laptop algunas cosas. — ¿Qué haces? — Rápidamente se levantó para acercarse curiosa a la joven.

— Checo varios documentos y escribo algunos, tengo que entregarlos para mañana. — Bostezó la adulta mientras volvía a la laptop, en el mueble había tres tabletas y una laptop como también una pila considerable de hojas, a pesar de que parecía un caos, ella tenía una buena coordinación para hacer las tres cosas en tiempo y no cometer ningún error.

— Vaya, eso parece mucho... — Al ver qué la adulta no sonreía y se mostraba concentraba en el trabajo, la albina decidió jalar de su falda para sacarla de su asiento. — ¡Ven! ¡Vamos a jugar!

— Me encantaría pero tengo que seguir trabajando, no puedo dejar mi trabajo incompleto. — Sonrió tranquilamente [T/N] mientras le acariciaba la cabeza a la niña.

— Pero eso no se ve divertido. — La albina la miró triste para después ser cargado por el fleco rubio y rizado quien le dijo que no molestará a la otra.

— No tiene que ser divertido, son mis obligaciones. — Volvió a dirigir su vista hacia su trabajo, si tenía suerte, quizás al terminar el papeleo podría dormir mínimo una hora.

— ¿Obligaciones? ¿Qué es eso? — Preguntó la pequeña quien aún la miraba fijamente.

— Las obligaciones laborales son los deberes y responsabilidades que debo cumplir en el trabajo. — Dijo mientras revisaba algunos documentos que le llamaban la atención, sabía bien que le había dado un leve resumen pero en ese momento no estaba a la disponibilidad de explicarlo mejor o sabía que mezclaria la plática con el trabajo. — Para tener mis derechos laborales tengo que cumplir con mis deberes.

— No entiendo. — La expresión de la carta monstruo era de pura confusión.

— Mejor sigamos jugando... — Yugi por un momento se quedó callado analizando que no le habían puesto un nombre a la albina, al punto que le hizo pensar que la trataban como un objeto y eso a él no le gustó, le hacía recordar a su pasado cuando no tenía amigos. — ¿Cómo te llamas?

— ¿Yo? — La pequeña maga se señaló así misma viéndolo, el amatista asintió mirándola con cariño. — No tengo un nombre pero pueden ponerme uno.

— ¿Cómo te debería de llamar?... — Por un momento el amatista cerró sus ojos pensando profundamente, se le ocurría varios nombres pero no sé decidía por ninguno.

— Akira... — Cuatro ojos se dirigieron a [T/N] quien por un momento detuvo su trabajo para mirarlos. — Creo que ese nombre te quedaría bien, significa "luz" y tú eres alguien muy dulce, como si fueras de luz. — La sonrisa dulce que le dió a la maga hizo latir el corazón de la pequeña de emoción, empezaba a tener un fuerte cariño hacia la adulta que no hacía más que crecer ese sentimiento.

— ¡Si! ¡Me gusta! — Rápidamente la niña empezó a correr en círculos emocionada por su nombre que terminó provocando que los dos adultos se murieran de ternura por las acciones de ella.

— Entonces, Akira, sigamos jugamos, sé de un montón de juegos que te podrían gustar. — Ella rápidamente se sentó en el sofá empezando a jugar con él, [T/N] no hizo más que rodar los ojos de ternura y volver a su trabajo.

La secretaria dió un pequeño vistazo al reloj de su laptop para verificar que horas eran, apenas eran las once de la noche, algo que la hizo suspirar, la noche sería muy larga aunque este momento era demasiado cómodo para ella, era la primera vez que sentía algo así, un tipo de calidez que no había experimentado.

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