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Siempre.

"Quizás, el mejor piropo que le puedes decir a tu pareja es: 'No te poseo, eres libre'. Si intentas controlar a alguien, nunca podrás apreciarle de la manera en que realmente importa. Ya hay demasiadas prisiones en este mundo".

Sting

La habitación vieja de aquel motel abandonado olía a nicotina por cada rincón, logrando relajarlo mínimamente, destensando sus músculos; aun así, sus manos parecían temblar en anticipación mientras sus pupilas dilatadas capturaban por completo la imagen que la vieja laptop mostraba. Piel suave y de un tono pálido, músculos firmes y una cintura que deseaba con todas ansias tomar.

—Al final, esto fue buena idea —murmuró para sí mismo, apagando su quinto cigarrillo y dando un sorbo a su última lata de cerveza—. Tan hermoso —soltó en un suspiro mientras sus dedos delgados se acercaban con lentitud, casi como si luchara contra el impulso de poseer a la persona a través de la pantalla en ese mismo instante. 'Todo a su tiempo', se recordó, intentando calmar su ansiedad.

A su alrededor, numerosas latas vacías yacían en el suelo; el espacio contenía solo una mesa, un pequeño cuarto de baño y una cama de una plaza, pero era suficiente para él. A través de las cortinas entreabiertas de la única ventana entraba a penas un poco de luz lunar, era la laptop la que aportaba la mayor cantidad de luminosidad en aquel lugar.

La pintura de las paredes se caía como cascarones y el techo tenía varias manchas de humedad. Pero era el mejor sitio para estar en ese momento, nadie iba a encontrarlo ahí.

Capturó el movimiento de los músculos mientras mordía la uña de su pulgar como un acto ansioso, murmurando frases incomprensibles para sí mismo. Cuando la persona en la pantalla terminó de desvestirse, no pudo evitar soltar un gruñido mientras apretaba su entrepierna con la mano que tenía libre.

—Mierda —jadeó, gozando de la obra de arte frente a él.

¿Estás bien?

Fue como si el mundo se hubiese detenido en ese mismo instante.

La primera imagen que captó fue la sonrisa brillante en el rostro contrario. Tomó solo segundos para que sus mejillas se tornaran calientes indicando que, sí, estaba sonrojado. Apretó sus labios al mismo tiempo en que posaba su mano sobre su pecho, sintiendo contra su palma el latir desenfrenado de su corazón. Estaba nervioso y avergonzado.

Él podía asegurar que en ese mismo momento había tocado el Nirvana. Aquellos ojos que le vieron con tanta amabilidad le terminaron robando el corazón, olvidando por completo la situación en la que se hallaba.

Uh... ¿hola?

Ah... ¡Sí! Estoy bien, estoy bien —aseguró. Luego, viendo los libros siendo extendidos hacia él se apresuró a tomarlos y agregó—: Gracias.

Sus ojos parecieron tomar un brillo especial en el momento en que el otro volvió a sonreírle y, joder, extendió su mano hacia él. Sin dudarlo un segundo, la tomó y tuvo que reprimir el jadeo al sentir la piel callosa producto, probablemente, de jugar como rematador en el equipo de vóleibol de la preparatoria. Aun con las toscas texturas, la calidez y fuerza que transmitía fue suficiente para sobrecargarlo de emociones.

Un solo jalón y aquel chico lo tuvo de pie, cosa que hizo reír al más alto. —Me disculpo por mi amigo, a veces sus colocadas son torpes —dijo una vez se aseguró de que el contrario estuviese con los pies bien puestos sobre el suelo. En ese momento finalmente recordó lo que sucedió apenas uno o dos minutos atrás, una pelota le había dado de lleno en la espalda.

Está bien, no duele —mintió, ignorando la punzada con la que su cuerpo renegó de su mentira tonta.

Me alegra que esté bien, Yoongi-hyung. Debo ir a entrenar, nos veremos luego —se despidió el joven de primer año y corrió sin siquiera notar la situación en la que el otro se había quedado. Sus ojos abiertos con sorpresa, su cuerpo temblando de emoción, sus mejillas rojas y una sonrisa demasiado alegre atravesando su rostro.

'Él sabe mi nombre', fue lo que pensó mientras observaba la espalda del menor alejarse de él.

Ese fue el día en que Min Yoongi se enamoró de Jeon Jungkook.

Una respiración pesada era lo único que se escuchaba en la habitación.

En medio de la estancia, la luz fría de la laptop hacía resaltar el rostro pálido y sudoroso de Yoongi. Con los cigarrillos y las cervezas ya finalizadas, había finalmente sucumbido a sus deseos más primitivos.

Se había envuelto en una de las tantas camisetas de su colección y tomado en su mano dominante un artículo especial de la misma maleta, un bóxer color rojo. Su propio pantalón y ropa interior había caído al suelo hace varios minutos y su erección se hallaba rodeada de la tela suave que olía a él. Sus ojos entrecerrados por el placer no soltaban la imagen de aquel cuerpo completamente desnudo que deseaba tanto besar, tomar y poseer de por vida.

—Mierda, no es justo —se había quejado en medio de aquella sesión, pensando en lo horrible que era tener que hacer eso cuando podría estar al lado de su amado tomándolo con pasión, intensidad -con violencia- tanto como quisiera.

En el momento en que su amado se inclinó, se le hizo imposible retener un gemido mientras llegaba al orgasmo con aquella vista. La sustancia viscosa manchó la pantalla, pero pareció no molestarle porque aquello le dio más libertad a su imaginación.

Oh, como deseaba arruinarlo, manchar toda su linda piel con el resultado de su placer, hacerlo llorar y suplicar por más -o que parara, realmente no importaba mientras suplicara-.

Se quejó cuando aquella imagen mental provocó otra erección entre sus piernas. Observó con ojos cansados la tela en su mano, manchada de blanco. Se encogió de hombros y, viendo que en la pantalla su amado ahora estaba vestido, decidió buscar algún vídeo en su carpeta especial.

Sería una larga noche.

Jungkook rió a causa de un chiste dicho por su amigo, su rostro iluminándose con aquella adorable sonrisa que, para Yoongi, se asemejaba a la de un conejito. Lo observó atentamente desde la esquina del gimnasio en la que se había acomodado para verlo con las manos escondidas en su sudadera, intentando reprimir la necesidad de ir y apartar ese mechón que caía tan preciosamente por su rostro.

Eres tan precioso —soltó al viento, sus ojos nunca abandonando la etérea imagen con la que había sido bendecido. El joven vestía su uniforme del equipo de vóleibol, el color rojo con negro resaltando la bella palidez de su piel.

Todo el equipo se encontraba calentando, preparándose para un encuentro amistoso abierto al público contra una preparatoria vecina.

Yoongi, que había hecho sus investigaciones antes de atreverse a entrar en ese lugar, sabía que su centro educativo estaba siempre entre los tres primeros puestos de competencias de vóleibol a nivel nacional, eran casi invencibles y, entre voleibolistas, eran conocidos como un gran reto para superar.

Y, lo más importante, es que Jungkook era la estrella del equipo, el as. Jugaba en la posición de bloqueador central y, siendo aún de primer año, había ganado más puntos que cualquier otro en lo que llevaban de temporada.

Había sido una adquisición increíblemente valiosa para ellos. 'Ah, mi Jungkookie es increíble'; soltó un suspiro al pensar en eso.

Bajó unos segundos la mirada a la cámara que colgaba de su cuello, la cual solía tener siempre a la mano por su amor a la fotografía -especialmente si era periodística-. Lo consideró varios segundos hasta que llegó a la conclusión de que no era nada malo. Era en nombre del periodismo.

Sus manos sudorosas tomaron aquel tesoro, una por debajo y otra por el lado. Quitó la tapa mientras la prendía y, alzándola a la altura de su rostro, enfocó la figura de Jungkook a través de su lente. Su respiración se detuvo unos segundos ante la imagen. Aquella cámara captaba a la perfección lo hermoso que él era.

Su índice, tembloroso, finalmente se decidió y presionó aquel botón. Y, en un segundo, aquella imagen estaba ya guardada. Su cuerpo se agitó en emoción y no pudo evitar presionar una, dos, tres y diez veces más, captando como se daba aire a sí mismo, como bebía agua y como algunas gotas huían de entre sus labios y bajaban hasta perderse cerca de sus clavículas. Y no pudo detenerse.

Amo el periodismo —murmuró de pronto para sí mismo, bajando la cámara mientras observaba el partido que ya se hallaba en el punto de juego—. Pero esto es solo para mí —aseguró mientras captaba la imagen de Jungkook en el aire, su brazo derecho alzado listo para golpear la pelota que fuese colocada para él.

'Solo para mí'.

Admiró una vez más aquella imagen y, con un pequeño 'adiós', cerró su computadora.

Con torpeza volvió a vestir sus pantalones, sin importar si lo manchaba con los restos que no quería limpiar de sus muslos. Se puso de pie con el apoyo de los brazos de la silla, gruñendo por lo débil que su cuerpo estaba luego de aquellos increíbles orgasmos.

Caminó de forma cansada, casi tropezando con todas las latas regadas a su alrededor, en dirección a la ventana. A través de la abertura entre las cortinas, se veía la luna brillando de forma intensa en medio de un cielo completamente vacío. Se apoyó contra el marco de esta, pasando su mano limpia por su frente para apartar los cabellos que, por el sudor, se habían adherido incómodamente a su frente.

—Jum, me pregunto si debería irme —soltó en un susurro, notando la soledad de las calles a su alrededor. Encogió sus hombros mientras se separaba de la vista para cerrar por completo las cortinas e impedir que la luminosidad de la luna entrara a la habitación. Luego de ello, se arrojó a aquella cama gastada e incómoda, acurrucándose en sí mismo con la mirada fija en las ropas arrojadas cerca de la puerta de entrada, junto a una mochila—. Debería deshacerme de eso.

Sin embargo, estaba demasiado agotado en ese momento. Terminó simplemente por convencerse a sí mismo de que, luego de una hora de descanso, haría todo lo que debía y luego, muy probablemente, dejaría ese basurero para irse a algún otro lugar.

Sus ojos se cerraron y casi de inmediato pudo quedar dormido.

Jadeó de dolor cuando su uña se acabó y, en cambio, fue la punta de su dedo lo que sus dientes rasgaron. Desde detrás de un armario, observaba intensamente la interacción de Jungkook, su precioso amado, con otro chico. No es que le molestase que él tuviera amigos, es solo que sabía, por supuesto que sabía, las malas intenciones de ese tipo.

Es mío, no puede tocarlo —se quejó. Sus labios se mancharon con su propia sangre, la ansiedad subiendo por su cuerpo mientras notaba la interacción entre ambos, con sonrisas y toques sutiles. Sus ojos, de un color avellana, brillaban con peligro mientras su mente, a toda velocidad, maquinaba planes para deshacerse de ese molesto tipo. Jungkook era suyo, todo suyo.

Hizo una mueca cuando finalmente percibió el sabor de la sangre en su paladar, aunque no le disgustó tanto la sensación. Lamió sus labios para limpiarlos y, luego de echar un último vistazo a Jungkook, se alejó caminando de forma tambaleante por el pasillo. A medida que avanzaba, una sonrisa fue apareciendo en su rostro cuando finalmente se decidió sobre lo que debía hacer.

Simplemente tengo que reclamarlo como mío antes de que alguien más lo haga.

Y, convencido con aquellas palabras, se apresuró a comenzar su plan de conquista para obtener al amor de su vida.

Un campo de girasoles, el amor de su vida en medio de todo. Su suave sonrisa era dedicada enteramente a él, con el sol rodeando su figura desde su espalda. Era un ser casi celestial a ojos suyos, con su dulce voz llamando su nombre.

Se vio a sí mismo por unos segundos, viendo su típico pantalón de chándal y una de las sudaderas que había tomado de su Jungkookie.

Con ansias, avanzó hacia el menor y no le tomó nada de tiempo llegar a su lado, sonriendo cuando aquellas manos callosas y amables tomar sus mejillas con tanto amor y tanta calidez.

—Te extrañaba tanto, Jungkookie —lloriqueó y luego añadió—: no vuelvas a irte de mi lado —pidió, tomando una de sus manos con la propia. Sin embargo, en el momento en que hizo eso, notó como el rostro de Jungkook se contorsionaba en lo que parecía ser terror y repulsión.

—Yoongi... —su voz salió temblorosa, mientras apartaba ambas manos rápidamente, como si quemara—, sangre, tienes sangre en tus manos.

Yoongi observó con rapidez sus manos, que goteaban sangre. El grito de horror de Jungkook le llevó a tomar atención al cuerpo sin vida a sus pies. Rápidamente, afligido por el miedo de su chico, se volvió a acercar a él.

—No es lo que parece, Jungkookie —aseguró; sin embargo, notó al mismo tiempo como el ambiente se ensombrecía, mientras los sollozos aterrados de su amado resonaban como si estuviesen dentro de una habitación vacía—. Fue por nosotros, todo por nosotros.

Jungkook lo observó entonces, Yoongi terminando por deleitarse con la vista de aquel rostro manchado de lágrimas. 'Etéreo' pensó.

Mientras comenzaba a acercarse una vez más hacia Jungkook, el ambiente terminó de cambiar y estaban pronto en un cuarto oscuro.

Asustado, buscó por Jungkook de un lado a otro, sintiendo sus manos atadas.

—Jungkookie, Jungkookie, vuelve.

Un destello de luz dejó ver, por apenas segundos, las paredes de la habitación cubiertas de fotografías de Jungkook y, sobre la cama, el cuerpo de su amado. Sucio, con el rostro lloroso, lleno de marcas, atado y precioso. Entonces sonrió con satisfacción y despertó.

Abrumado, observó a su alrededor durante varios segundos antes de caer en cuenta de la realidad en la que se encontraba. El frío de la madrugada le hizo temblar brevemente y no pudo evitar dibujar un puchero porque sabía que era la falta de presencia de su amado lo que le había arrebatado el calor corporal.

Luego de un suspiro, dijo con una melancolía inmensa reflejada en su voz: —Jungkookie, te necesito conmigo —casi lloriqueó luego de ello, acurrucándose nuevamente para buscar recuperar el calor que había perdido (aun sabiendo que, sin su amado, definitivamente no sería igual).

El estudiante de primer año observó con sorpresa el ramo de girasoles que estaba sobre su escritorio junto a una pequeña nota: "Estos girasoles siempre mirarán hacia ti, porque eres un sol para mí". Su rostro tomó un tono rosa al instante, abrazando el bello regalo contra su pecho.

Yoongi solo pudo observarlo desde lejos, feliz de haber sido capaz de generar esa reacción en su chico. Su cámara fue la encargada de inmortalizar ese momento y, pronto, terminó por escabullirse para evitar que su amado notara su presencia.

Tarareó con emoción mientras caminaba por el pasillo, pensando en el siguiente regalo que le daría. Su corazón latía con desenfreno gracias a lo dulce de su Jungkookie. Quería poseerlo con todas sus fuerzas, aferrarse a él como si fuese lo último que le quedara y quería que el menor también se aferrara a él, necesitando solo de su compañía. Nadie más que ambos juntos.

Lo que siguió de la semana, se dedicó a dejarle regalos que sabía que amaría. Chocolates, leche, protección para sus rodillas e incluso un juguete de IronMan; todo ello, por supuesto, luego de una rápida revisión a toda la información disponible en el internet.

El viernes, se quedó a ver como el menor regresaba a casa luego de su entrenamiento, cumpliendo finalmente su sueño: acompañarlo a casa. No importaba mucho si el otro no lo sabía, con seguirlo unos pasos atrás y confirmar su lugar de residencia fue suficiente.

Mi Jungkookie —su voz tenía un tono soñador, viendo entre unos árboles a lo lejos como el menor entraba a su hogar. Casi jadeó, soltando algo que, para él, era una afirmación—. Eres mío y estaremos juntos pronto, lo prometo.

Sus ojos, que habían estado perdidos en las manchas del techo, finalmente se desviaron hacia la ropa de la que debía deshacerse.

Entre gruñidos, se levantó de aquella cama y en pocos movimientos tenía ya las telas jaloneadas y sucias en sus manos. Observó en silencio las manchas cafés y rojas en su camiseta favorita, haciendo una mueca llena de molestia por haberla dañado.

Consideró por unos momentos sus opciones; no quería perder horas lavándola (no tenía tanto tiempo), así que finalmente se había decidido por quemar las prendas. De la mochila que seguía tirada en el piso, sacó un bidón lleno de gasolina.

Recogió luego todas sus pertenencias, dejando en pocos minutos la habitación inhabitada.

Luego de eso, con sus maletas en los hombros comenzó a regar el líquido inflamable por todo el sitio, una sonrisa en su rostro todo el tiempo. Una vez la habitación entera estaba cubierta de gasolina, arrojó la ropa estropeada al suelo y, dando un paso atrás, arrojó su encendedor activado hacia la habitación, caminando luego con tranquilidad mientras tarareaba su canción favorita.

Caminó por el parqueo del establecimiento, montándose en el auto que había tomado prestado y alejándose con tranquilidad, saliendo pronto por completo de la ciudad.

Yoongi-hyung, me gustas mucho.

Sintió que su corazón se detenía por un instante. Todo lo que había soñado por meses estaba finalmente ahí, al alcance de sus manos. La emoción que recorrió su cuerpo le causó escalofríos, sus dedos temblando por la necesidad de tocarlo, su boca abriendo y cerrando mientras intentaba formular oraciones al menos un poco coherentes.

Sé mi novio —pidió (ordenó) y sonrió cuando el menor asintió sin pensarlo mucho y así de sencillo, comenzó la relación.

Desde el punto de vista de Jungkook, los primeros meses fueron totalmente increíbles; Yoongi era detallista, amable, cariñoso y atento, siempre a su lado para asegurarse de que estuviese tranquilo y cómodo. Las citas que tenían de forma semanal eran una mejor que la anterior, con cosas simples como caminar por un parque hasta cenas en restaurantes costosos.

Fue luego de cinco meses juntos cuando tuvieron su primera discusión.

¿Cómo? -preguntó una vez más Jungkook, confundido con la solicitud de su novio.

Te he dicho que dejes de ser amigo de ese tipo, no es bueno para ti —ordenó. A pesar de que Jungkook fuese el más alto entre los dos, no pudo evitar sentirse intimidado ante las palabras de su novio y el tono de voz que había usado.

Hyung, Tae es una buena persona —respondió, intentando hacerle cambiar de opinión y negarse a sí mismo a ver la realidad. La forma en que el rostro de Yoongi se distorsionó con ira, solo sirvió para traer a su mente todos los momentos en los que él había actuado así y no se había dado cuenta de ello.

¿Por qué es ese tipo tan importante? Con todos los otros me has obedecido sin dudarlo —sí, tiene razón. Por algún motivo, esa solicitud le había abierto los ojos. Las palabras de Taehyung, que le habían hecho enojar en un pasado, no habían dejado de resonar en su cabeza.

No quiero, hyung. Tae es mi único amigo.

Yo puedo ser tu único amigo, Jungkookie. Lo digo enserio.

—Yo fácilmente pude serlo —murmuró para sí mismo, recordando la primera discusión que tuvo con Jungkookie. Su mano apretó el volante del auto y maldijo en voz baja mientras avanzaba por la sola carretera en busca de algún lugar donde esconderse por el momento—. También debería hacer eso —asintió para sí mismo.

Observó la hora en el tablero del auto una vez el sol comenzó a asomarse justo a sus espaldas, eran ya las 5:30. No tardarían nada en encontrarlo, así que debía apresurarse.

Condujo otro rato más hasta que fue capaz de detenerse en un descampado que estaba completamente desolado. Con prisa, tomó su laptop y, encendiéndola, admiró por última vez la imagen en su pantalla: su amado Jungkookie despertando de su sueño por culpa de una llamada.

Miró con los labios apretados como su rostro se distorsionaba en terror, provocándole una pequeña risa satisfecha. Sus ojos observaron todo su cuerpo una vez más y, luego de guardar todas las grabaciones en los archivos de su computador, finalmente apagó las cámaras.

—Hasta luego, mi amor. Te prometo que nos veremos pronto —aseguró mientras la pantalla se iba a negro. Cerró y logró esconderla de cualquier tipo de rastreo justo a tiempo. Tomó su celular, que ahora solo tenía un 3% de carga y, encogiéndose de hombros, simplemente lo apagó y siguió con su camino.

Volvería por su Jungkook, solo necesitaba tener paciencia.

Lo siento, no podemos seguir juntos.

Esa frase, esa estúpida frase había arruinado su vida entera. Su mirada se mantuvo fija en la espalda de su novio (ex-novio) que se alejaba de él. Su rostro reflejó el odio y el dolor que sentía, la furia de haber sido botado de esa forma por su amado.

'¿No puedes ver que me perteneces?'

Observó como su novio era recibido con un abrazo de parte de ese tipo que falló en alejar.

'¿No puedes ver como duele mi pobre corazón con cada paso que tomas?'

No, no podía permitir que esto acabara ahí. Jungkook no iba a salir de su vista tan fácil, no dejaría que eso sucediera nunca.

Jungkook era suyo, todo suyo. Le pertenecía.

Con una nueva resolución, decidió mantener siempre un ojo al tanto de lo que su Jungkookie hacía.

'Cada respiro que tomas y cada movimiento que haces; cada lazo que rompes, cada paso que tomas, te estaré viendo'.

Empezó con seguirlo en cada momento, verlo de lejos como en un principio, acompañarlo de la preparatoria a la casa en silencio, admirarlo mientras descubría la forma de tenerlo de vuelta.

'Cada día y cada palabra que dices, cada juego que juegas y cada noche que te quedas, te estaré viendo'.

Y pronto no fue suficiente, deseaba verlo siempre, escuchar su voz y descubrir todo lo que hacía las 24 horas del día. Era una necesidad que parecía insaciable.

Así terminó recurriendo a las cámaras que instaló en su habitación, con las que pudo deleitarse de su bella imagen todo el tiempo, verlo reír y sonreír. Era como una dosis de éxtasis para su cuerpo.

'Cada movimiento que haces y cada juramento que rompes; cada sonrisa que finges, cada reclamo que apuestas, te estaré viendo'.

Esa tarde observaba con una sonrisa su pantalla, repitiendo en su mente la rutina que ya había memorizado de su novio. Admiró su piel, admiró su cuerpo entero, su sonrisa brillante.

Sin embargo, había algo diferente sucediendo ese día.

Kim Taehyung estaba ahí. Tocando, besando y poseyendo al chico que era suyo, solo suyo.

Sus manos se apretaron en furia mientras su mente se nublaba con los deseos de deshacerse de ese tipo. Deseaba sentir su sangre corriendo por sus manos, deseaba desaparecerlo de la vida de su Jungkook, suyo, suyo, suyo.

Con sus ojos fijo en la pantalla, observó todo el acto mientras su mente trabajaba el plan perfecto para deshacerse del estorbo dentro de su perfecta relación.

—Te lo dije, Jungkookie. Siempre estaré observándote. Cada paso, cada suspiro, cada llanto y cada sonrisa. Volveré por ti muy pronto y nada volverá a separarnos.

Una sonrisa se dibujó en sus labios ante el recuerdo de la noche anterior: sus manos tomando la vida de Kim Taehyung, el tipo que intentó robarle a su amado.

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