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Capítulo Único

Siempre una sonrisa.
Iguro x Shinobu.
OoC.
Capítulo Único / One-Shot.

N/A: No me voy a disculpar por nada.

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—Buenos días, Iguro-san.

Iguro odiaba a las mujeres. Quizás no las odiaba, solo tenía rencor hacia ellas. Tal vez aquello no era rencor, quizás era miedo, un profundo miedo. Tal vez era todo lo anterior junto. No obstante, cuando conoció a Mitsuri Kanroji encontró aquella señorita realmente agradable, demasiado pues rápidamente lo había cautivado sin esfuerzo. Y luego estaba Kanae, la anterior pilar de las flores, ella había sido amable también aunque su opinión sobre ella solo podía resumirse a eso. Por último y quizás menos importante estaba la hermana menor de la difunta Pilar, Shinobu Kocho. Su primera impresión había sido que ella era una joven muy temperamental y expresiva.

¿Dónde estaba Shinobu Kocho? La chica que estaba frente a él saludando con una sonrisa no era ella.

—¿Iguro-san?

—Buenos días —saludó y pasó a su lado. La reunión con el patrón no tardaría en comenzar en cuanto él llegase, Shinobu era de las primeras en estar en el lugar y él llegaba solo un poco después.

—¿Te encuentras mejor? Kanroji me comentó de una lesión, deberías pasarte por la finca mariposa cuando puedas. Será un placer atenderte.

Ella sonreía. Su rostro era el mismo, su cabello había crecido un poco -solo un poco- desde el funeral de su hermana. Había escuchado que desde entonces ella siempre sonreía.

A Iguro no le molestaba que ella sonriera. Le molestaba que Shinobu Kocho con todas sus sonrisas fuera tan falsa, tan artificial.

—¿Es así? —inquirió, la serpiente alrededor de su cuello bajó por su mano hasta llegar a la punta de sus dedos. Iguro extendió su mano hacia Shinobu ante el deseo de su compañero de saludar.

—Sí —Shinobu mantuvo su sonrisa mientras acariciaba la cabeza de la serpiente delicadamente con su dedo. Ella no era mucho de reptiles, pero a diferencia del pilar, la serpiente era más agradable.

Cuando ella sonreía de esa forma, parecía tan inexpresiva. Le recordaba un poco a Tomioka y su cara de patata. Qué desagradable.

Las sonrisas de Kanroji eran más lindas, más genuinas. Incluso contagiosas. Las de Shinobu eran intrigantes, un intento patético de esconder lo que sea que estuviese sintiendo detrás de una curvatura pequeña en sus finos labios. Por eso ya no le agradaba Shinobu.

Porque en su rostro siempre tenía una sonrisa.

...

No podía quitarse de la mente el recuerdo de Kanroji sonriendo felizmente luego de recibir las medias que le había obsequiado. Ella era tan adorable. Aunque aquellos días había tenido que luchar con sus celos cada vez que ella hablaba con Sanemi, Tomioka a alguno de los demás.

—¡Kawww, norte! ¡Acaba con el demonio que se oculta en las montañas al norte! ¡Kaww!

Iguro no perdió tiempo y tomó rumbo hacia el norte. Al caer la noche no le llevó mucho tiempo encontrar al demonio. Una batalla bastante frustrante se libró, Obanai estaba confundido aquel demonio no era ni por cerca una luna creciente pero tenía la velocidad y la fuerza que podía compararse a una.

—¡Estúpido pilar! ¡Mi señor me ha dado más sangre para ocupar el puesto de la sexta! Te mataré y le demostraré que soy merecedor del puesto.

La sexta creciente había caído por la mano de Tengen y compañía, realmente Muzan estaba buscando un reemplazo y no podía permitir que los esfuerzos de Uzui fueran en vano. Iguro siguió luchando, tenía algunas heridas y la sangre del demonio había penetrado en ellas, mientras el sonido de su espada y los ataques del demonio resonaban intentaba respirar a un ritmo que le permitiera detener que el veneno siguiera esparciendose en su interior.

Si caigo aquí seré una vergüenza. No puedo perder ante alguien tan miserable que ni siquiera es una creciente. Fue su pensamiento, cansado y avergonzado de su poca estamina Iguro se preparó para defenderse ante otro ataque cuando una pequeña sombra salió de repente de los arbustos y embistio el pecho del demonio.

Con una rapidez que parecía inhumana la pequeña sombra realizó cortes qué a simple vista le hizo cosquillas al demonio. No obstante, aquel demonio no tardó en doblar rodillas y caer al suelo siendo afectado por el veneno de glicina.

Las nubes abrieron paso a la luz de luna que iluminó a la sombra revelando a Shinobu, desde la distancia Obanai no podía escuchar lo que ella le susurraba al demonio, pero si pudo verla sonreír mientras el demonio se retorcía en el suelo hasta que murió.

—Bien, no era una luna creciente pero si un demonio muy fuerte. Debo seguir perfeccionando el veneno, tardó un poco más de lo que esperaba en matarlo.

—Tú... —Iguro intentó mantenerse en pie. Pero cayó de nuevo al suelo.

—Oh. —Shinobu parpadeó impresionada y a pasos lentos se acercó hasta él. Obanai se había dejado boca arriba para seguir respirando— Toma, esto ayudará.

Ella se sentó en el suelo y colocó la cabeza de Iguro sobre su regazo, descubrió la boca del pilar donde observó una desagradable cicatriz. Shinobu acercó su mano hacia él y con un suave roce qué estremeció por completo a Iguro dejó caer una pequeña píldora y un poco de agua  en su boca. Se mantuvo a su lado para vigilar su estado. La visión de Iguro estaba un poco borrosa pero aún así podía ver como ella sonreía intentando transmitirle calma en aquella dolorosa y penosa situación para él.

—No te preocupes, estaré a tu lado, no me iré —su voz era suave, su tacto era suave. Incluso la sonrisa que tanto criticaba en ese momento se había transformado, no era falsa era genuina, expresaba calidez, preocupación y junto a su mirada mostraba otra faceta de Shinobu, probablemente la más sincera que haya visto desde la pérdida de su hermana. Bajo la luz de la luna y en una posición que solamente con Kanroji soñó estar Iguro descubrió una sensación de paz y calma causado por la píldora y esa sonrisa.

...

—Puedo recuperarme en mi propia residencia.

Había sido trasladado a la finca mariposa para seguir en reposo. Shinobu le había dicho que, aunque la pildora ayudaba a cesar el veneno en su cuerpo no hacía milagros y que debía estar bajo vigilancia para que su recuperación fuera completa.

—Lo sé —ella guardó la jeringa que utilizó para administrar otra dosis de antídoto y analgésico a su cuerpo— Pero, no lo harás. Volverás a entrenar y perderás el reposo.

Obanai suspiró. No podía ni siquiera escaparse de la finca porque ella estaba constantemente vigilando y por las noches le administraba un sedante tan potente que lo hacía caer en brazos de morfeo rápidamente.

—Escucha, no es nada grave. El veneno ya no está. Agradezco tus... Cuidados. Pero no puedo seguir aquí.

—¿Te incomoda estar aquí?

Él no respondió.

—Quizás el problema soy yo.

Ella le miró, su sonrisa de labios sellados. No era aquella sonrisa que vio bajo la luz de luna, él quería muy en el fondo volver a ver esa sonrisa.

—¿Iguro-san?

Cuando él salió de sus pensamientos el rostro de la pilar se encontraba a una corta distancia del suyo. Shinobu no parecía consciente de lo vergonzoso que era cada vez que hacía eso al invadir el espacio personal de alguien más.

—Tus labios están resecos. Déjame aplicarte un bálsamo —ella abrió el cajón de una estantería y sacó una pequeña pomada que era perfecta para hidratar piel y labios. Acercó un dedo cubierto del bálsamo hasta los labios de Iguro pero él sujeto la muñeca de Shinobu impidiendo qué continuara.

—No es necesario.

—No te preocupes, si te molesta que pueda ver tus cicatrices te aseguro que no le presto atención.

—Shinobu —ella le miró sorprendida, eran escazas las ocasiones que intercambiaban palabras y eran aún más raras las veces que su nombre era pronunciado por él— ¿No soy desagradable para ti?

Sus cicatrices eran el recordatorio de todo un infierno vivido. No eran algo de lo que podía enorgullecerse. Que ella fingiera qué no veía sus cicatrices le afectaba, porque odiaba las mentiras más que las sonrisas falsas.

—Es curiosa. Más no desagradable.

—¿No sientes repudio al tocarme?

—Qué dices —ella deja salir un suspiro, sus cejas se inclinaron conternadas— Ninguno de mis pacientes me provoca asco o repudio. Si fuera así, te dejaría irte a tu residencia.

—Estas...

—¿Mintiendo? No. Muchas personas creen que no me afecta muchas cosas. Pero no es así, solamente intento controlar mis emociones. Debo ser fuerte y siempre sonreír porque tengo bajo mi cargo a muchas niñas que necesitan sentir que todo está bien.

Como si hubiese podido leer su mente, Iguro sintió que ella respondía sus incógnitas. Shinobu volvió a suspirar con los párpados cerrados, abrió los ojos y sonrió de nuevo como lo hizo esa ocasión que de alguna forma fue especial para Iguro.

—¿Me dejas ahora aplicar el bálsamo?

Embelesado por su sonrisa, Iguro soltó la muñeca de la chica. Y no despegó su mirada de los labios de Shinobu mientras ella tocaba con suaves roces llenos de bálsamo los suyos.

...

Las medias de Kanroji se rompieron. Y tal como había prometido fue de nuevo a la tienda y le compró otro par. Ciertamente aquellas medias le quedaban muy bien a la chica, él disfrutaba verla tan feliz.

—Aquí tiene joven. —la señora le empacó las medias en una caja personalizada para regalo. Él se inclinó en agradecimiento y dispuesto a salir de la tienda se detuvo al ver un objeto que resplandeció con la luz del sol por el rabillo de su ojo.

Se trataba de un adorno para el cabello, decorado con cristales púrpuras y azules. Tenía la forma de una mariposa. Obanai no pudo evitar pensar en Shinobu al ver aquel accesorio y con ese pensamiento intrusivo en su mente compró el adorno pidiendo que se lo empacaran como un regalo.

Al estar frente a Mitsuri su corazón latió fuertemente y con un poco de vergüenza le entregó las medias.

—¡Iguro-san! Cumpliste tu promesa, mucha gracias —ella sonrió y lo abrazó fuerte, él un poco tímido correspondió al abrazo.

—No importa cuantas veces se te dañen, yo te compraré otras.

—Eres muy amable —ella se sonrojó a lo que él desvió la mirada— A veces me pregunto qué hice para que seas tan amable conmigo.

Y no podría describir lo importante que era ella para él. Eso fue lo que hubiese querido decir, pero como un pensamiento intrusivo la imagen de Shinobu sonriendo se plasmó en el rostro de Mitsuri.

—Dime, Iguro-san... ¿Será que yo...? —Mitsuri comenzó a subir y bajar sus hombros, su mirada tímida desviándose a otro lugar. La idea de que Obanai gustaba de ella se le había cruzado por la cabeza muchas veces, y este momento en que ambos estaban solos era perfecto para aclarar sus dudas—. ¿Podría ser que yo te guste?

Había sido su voz, su expresión tan dulce. Kanroji Mitsuri le había preguntado si le gustaba. Y hasta el momento, la respuesta siempre había sido sí.

Pero, ¿por qué no podía decirlo? ¿Por qué se sentía decepcionado de que fuera ella quien hubiera preguntado eso y no Shinobu? ¿Qué tenía que ver Kocho Shinobu en todo aquello? Mitsuri estaba ahí frente a él, tan linda como siempre, esperando una respuesta, y él, en su mente, se imaginaba cómo hubiera sido aquella escena si los protagonistas hubieran sido él y Shinobu.

¿Él le habría dicho a Shinobu que sí?

—Me agradas, Kanroji —respondió finalmente, con una voz más apagada de lo que pretendía.

—Ah... sí, claro —dijo ella, tratando efusivamente de ocultar su desilusión—. También me agradas, Iguro-san.

Mitsuri observó que él cargaba otra caja más pequeña.

—¿Qué es eso? —preguntó, intentando cambiar de tema.

—Es un obsequio para Kocho.

—Ah... —Mitsuri sintió cómo el rubor subía a sus mejillas, avergonzada—. Así que se trataba de eso.

Obanai negó rápidamente, notando su incomodidad. Sea lo que fuese que estuviese pasando en su interior, había una cosa que estaba clara: él no merecía a alguien como Mitsuri, mucho menos a Shinobu.

Porque alguien tan maldito y contaminado como él no merecía a nadie.

—No es lo que piensas, es un regalo de agradecimiento por cuidar de mi salud.

Kanroji dejó salir una risita nerviosa y se disculpó por la confusión, dejando solo a Obanai.

En sus manos se encontraba un regalo que era solo por agradecimiento, así que no precisamente debía ser del agrado de Shinobu ya que era solamente eso, puro agradecimiento. Pero, él de verdad quería que le gustara.

Él quería verla usando aquel accesorio.

Dio los primeros pasos dentro de la finca mariposa cuando se encontró con la Tsuguko de Shinobu. La joven que era conocida por decidir lanzando una moneda al aire.

—¿Dónde está Shinobu?

—Oficina.

Nada sorprendido por la respuesta corta de Kanao se dirigió hacia la oficina de Shinobu. Al entrar el accesorio que cargaba en sus manos cayó al suelo, Obanai corrió hacia Shinobu al verla en el suelo con el rostro encendido en fiebre.

...

—Gracias. Lamento que haya visto eso.

—¿Qué sucedió?

—Es un efecto secundario de... Una medicina que estoy tomando.

Obanai entrecerró la mirada y Shinobu le sonrió levemente, una gota de sudor bajó por la frente de la chica.

—Hueles... A glicina.

—Sí. No es tóxico para los humanos pero en grandes cantidades tiende a tener ciertos efectos secundarios.

—¿Porqué haces esto?

Él no tenía ningún derecho a molestarse, cada quien se hacía daño como quisiese. Pero sí quería entender a Shinobu, ella era muy inteligente probablemente la más inteligente de todos los hashira, por lo tanto no comprendía porqué haría algo como aquello.

Shinobu se levantó de la cama y apoyó una mano sobre su cabeza, aún le daba un poco de mareos pero con el tiempo había adquirido una buena resistencia al veneno, aunque a veces se presentaran pequeños inconvenientes como la fiebre.

—Hay un demonio que quiero matar. Uno en específico.

Obanai entendió rápidamente que se trataba del demonio que había enfrentado a Kanae.

—Pero no tengo el físico para enfrentarlo —ella observa sus manos, eran pequeñas pero ágiles. Sin embargo, la agilidad sin fuerza no servía de mucho— Así que...

Obanai recogió el accesorio y se lo dio a Shinobu.

—¿Qué es esto?

—Un regalo, de agradecimiento.

—Oh, cielos. No era necesario —Shinobu miró el adorno con sorpresa y lo agarró con delicadeza. Obanai no pudo evitar comparar el tamaño de sus manos; probablemente podría sujetar ambas manos de la chica con una de las suyas.—Y listo —ella le sonrió mientras se colocaba el adorno—. Es realmente precioso. Gracias.

—¡Kaww! ¡No puedo creerlo, ahora te gusta la venenosa! ¡Kaww!

Iguro no pudo evitar sonrojarse ante el comentario inoportuno de su cuervo.

—¡Lárgate de aquí! ¡No los molestes! —el cuervo de Shinobu espantó al de Obanai, y ambos pájaros se alejaron lanzando graznidos.

—Iguro-san —ella le miró sorprendida— ¿Es eso cierto?

Al verla a los ojos, con ese adorno en su cabello, se dio cuenta que sus sentimientos estaban cambiando. Pero la premisa seguía siendo la misma.

—No importa eso. Sin importar si es cierto o no, yo no merezco a nadie. —él se levantó, la serpiente alrededor de su cuello le miró un poco triste— Nací en un clan egoísta y mi sangre está contaminada. Solo morir y reencarnar me hará digno de alguien.

Shinobu le miró comprensiva. Entendiendo que él estaba atravesando un mar de emociones aunque lo ocultara muy bien. Por su parte ella no podía decir que sentía lo mismo por él, ella admiraba a todos los pilares y su mente tan concentrada en su venganza no le había permitido ser consciente de su alrededor. Ella observó su reflejo en la ventana y el adorno en su cabello resaltaba. Aunque no sentía que podía estar a la altura de Iguro le gustaba la idea de ser el interés de alguien.

—Bueno, mi sangre es tóxica de tanto veneno. Supongo que también me hace ser indigna de merecer a alguien como Iguro-san.

—Qué dices, eso no es cierto.

—Entonces lo mismo es para ti. Sea como sea, mereces a alguien que te haga feliz. —ella le sonrió sincera— Sonríe un poco más. Tu sonrisa es muy linda. Estoy segura que Mitsuri le gustaría verte sonreír.

—Kanroji...

—¿Te gusta, verdad? Pero creo que estás confundido, Iguro-san. Tal vez no te gusto yo, sino la versión de mí que se parece a ella.

Iguro se quedó en silencio. Aquellas palabras lo atravesaron como cuchillas ardientes. La sonrisa que amaba de Shinobu era sincera y única, similar a la de Mitsuri. El rubor en las mejillas de Shinobu le recordaba a Mitsuri. Y una parte de Mitsuri le recordaba a ella. Quizás todo ese tiempo solo había estado enamorado de Mitsuri y de la parte de Shinobu que le recordaba a ella. Pero, muy en el fondo, él sentía que no era así, que había algo distinto.

—No es así. Ustedes son muy distintas.

La mujer frente a él siempre tenía una sonrisa en su rostro: falsa, preocupada, triste, simple, genuina. Ahora que las conocía casi todas, podía decir que Shinobu tenía sonrisas realmente bonitas.

Shinobu tomó las manos de Iguro, en aquella habitación donde nadie irrumpia eran solo los dos en un momento de vulnerabilidad que seguramente no recordarán luego.

Shinobu se acercó más a él y depositó un beso en la mejilla del pilar.

—Gracias por el obsequio.  Me alegra saber que alguien estuvo interesado en mí.

Porque la vida de los pilares es tan corta que ambos lo sabían, que aquella tarde probablemente sería la última en la que conversarian tranquilamente.

...

Los primeros rayos del amanecer aparecieron y el grito de varios cazadores de demonios le avisaron que lo habían logrado. Habían derrotado a Muzan.

Iguro sentía cómo su ritmo cardíaco disminuía. En sus brazos sostenía a Kanroji, gravemente herida y al borde de la muerte.

Shinobu estaba equivocada. No le gustaba la versión de ella que se parecía a Mitsuri; en realidad, había cambiado sus sentimientos hacia Shinobu. La verdad se le reveló de manera desgarradora cuando aquel cuervo pronunció la muerte de Shinobu contra la creciente número dos. El dolor fue tan inmenso que todos sus ataques se volvieron frenéticos y desesperados. No se inmutó cuando Tokito murió, pero la pérdida de Shinobu Kocho le rompió el alma y le mostró la profundidad de sus verdaderos sentimientos.

—Iguro-san, me gustas... Si renacemos de nuevo, ¿podrías hacerme tu esposa...? Por favor.

Kanroji pronunció sus últimas palabras y murió en sus brazos sin esperar una respuesta. Ella siempre fue especial para él, aunque sus sentimientos habían cambiado no pudo evitar sentir tristeza al sentir su cuerpo frío junto a él.

En sus últimos latidos, Obanai Iguro murió junto a Kanroji en sus brazos, pero en su corazón, murió junto a Shinobu Kocho, que en su rostro tenía siempre una sonrisa.

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