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Extra 2: Especial de Navidad💜

El silencio reinaba en el departamento. Aún eran las cinco de la madrugada y parecía que todo estaba bien, el vuelo salía a las diez de la mañana, pero JiMin era un maniático del orden. Aunque hubiese hecho su maleta el día anterior necesitaba levantarse más temprano que su esposo para asegurarse de que llevaban todo lo necesario. Así que, sin siquiera esperar a que la alarma sonara, se levantó de la cama, no sin antes dejar un beso en la frente de JungKook. Le parecía que era como un niño pequeño mientras dormía; tan inocente y con su rostro completamente relajado. Era un ángel, uno que le ha salvado de mil maneras.

Desde que se convirtieron en esposos todo en sus vidas fue mejor. Habían logrado mantener su matrimonio completamente sólido en base a comunicación, confianza, amor y mucho respeto. Cada uno se daba el espacio suficiente para atender sus asuntos y también para pasar el rato con los amigos.

En todo este tiempo se han amado mucho pese a las complicaciones. Claro, ningún matrimonio era perfecto, pero ellos eran imperfectos a su modo y no estaban dispuestos a cambiar nada, porque sus sentimientos eran genuinos. Todos los días se encargaban de reforzar lo que tenían y si se podía lo mejoraban. Pero siempre conservando esa esencia que los caracteriza desde que iniciaron su relación. A menudo les gusta recordar aquellos momentos en los que todo parecía un infierno porque estaban separados. Aunque a JiMin no le gustaba recordar cuando su esposo estuvo internado en un centro de rehabilitación. No le gusta imaginar cómo pudo ser al principio, no importa si sanó rápido, sabe que fue un momento difícil donde no pudo estar con él porque se mantenía eligiendo el camino equivocado creyendo que eso era lo mejor. Afortunadamente se dio cuenta a tiempo y desde entonces no lo ha dejado ir.

Todos estaban bien. Irene, por su parte, se había entregado por completo a su papel de mamá. Estaba muy enamorada de su pequeño YeonJun a quien llevaba a todas partes. No le gustaba estar despegada de él ni por un segundo. Y bueno, NamJoon se enamoraba cada día más de su castaña y ni que decir de su hijo. Estaba muy orgulloso. Mientras que LeeMin y TaeHyung continuaban en su fase de luna de miel. Viajaban seguido y a veces desaparecían. Eran muy intensos y apasionados, pero sobre todo lograron mantener su matrimonio a flote y cada vez se fortalecía más.

Ver la hermosa familia que eran los Kim-Campbell había despertado una chispa en el interior de JungKook y JiMin. Ya desde tiempo atrás, incluso antes de casarse, lo habían pensado vagamente, sin embargo, sus carreras como Idol y pintor los mantenían ocupados un poco. Al menos lo suficiente como para no pensar en formar una familia. Pero hace poco tomaron la decisión de dar el siguiente paso y se dieron a la tarea de ordenar un poco sus vidas; reduciendo sus horarios laborales y a incrementar su tiempo juntos como matrimonio, sólo para asegurarse de que estaban listos. Sobre todo JiMin quien había tenido una exuberante carrera en este tiempo y no había descansado lo suficiente, sin embargo, su momento llegó y se retiraría del ojo público durante un año sólo para dedicarse a su esposo y a su primer hijo.

Antes de que lograran concretar la dicha de ser padres, decidieron pasar las fiestas decembrinas a solas, ya que serían sus últimas vacaciones como pareja. JungKook dejó que esta vez JiMin tomara la decisión que aún era una sorpresa. Se encargó de todo, hasta de elegir sus atuendos para el viaje. Ambos estaban muy emocionados, más por lo que pasaría en su regreso que por pasar tiempo juntos, siempre lo hacían, sólo que ahora era más especial.

El pelirosa se encargó de todo mientras su esposo dormía. Revisó las maletas más de tres veces y las llevó a la puerta. Después se encargó de dejar todo el departamento ordenado. Vivir con JungKook era como criar a un niño pequeño; dejaba cosas por aquí y por allá. Solía hacer un poco de desastre, pero siempre estaba encantado de arreglar el desorden por él. Tal vez seguían siendo esa parte que se complementaban. Sólo ellos podían atenderse mutuamente y sentir que era un placer. Se amaban profundamente y en estos dos años posteriores a su boda seguían haciéndolo de manera incondicional.

Cuando JungKook se despertó se encontró con un aroma increíble; supo que su esposo estaba preparando el desayuno. Así que fue directo a la cocina y lo encontró vistiendo tan elegante y casual a la vez, con esos jeans ligeramente desgastados, tenis blancos, una camisa blanca desfajada de atrás y el cabello ligeramente alborotado. Era un ángel en toda la extensión de la palabra. No pudo resistir el impulso de acercarse y abrazarlo por la espalda, yendo directamente a besar su cuello que estaba perfumado. Amaba todo de él, pero sobre todo cuando estaba recién levantado y oliendo delicioso era mucho mejor.

—Buenos días, Kookie—saludó ladeando su cabeza para que su esposo tuviera más espacio—¿Te sirvo el desayuno?

—En realidad...—suspiró sobre la piel de JiMin—necesito otra cosa.

—Oh, no no—dejó salir una risita burlona—nada de sexo hasta que lleguemos a nuestro destino.

—No puedes hacerme eso, nene. Sabes que te necesito todas las mañanas—fingió tristeza e hizo un puchero.

—Tranquilo, Kookie—se giró para quedar de frente a él—me tendrás a tu disposición durante el viaje—lo besó fugazmente—Seré sólo tuyo durante dos semanas.

—Eres mío siempre—sonrió.

Se unieron para besarse lentamente y para disfrutarse como es debido. Quizá hoy saldrían de la rutina que consistía en tener sexo salvaje matutino antes de comenzar el día, pero JungKook sabía que durante el viaje podría hacer un sinfín de cosas con su hermoso esposo. Éste le prometió que irían a un lugar que sería bastante privado para los dos y también muy romántico. Un lugar al que esperaban regresar cuando tuvieran a su hijo.

Desayunaron juntos y terminaron con todos los asuntos en su departamento. Dejaron mensajes a sus familias y partieron al aeropuerto. Ahí se encontraron con una gran cantidad de periodistas que esperaban obtener la nota exclusiva del viaje del Idol JiMin, sin embargo, éste ha sabido cómo manejar la situación en este tiempo, manteniéndose al margen de hablar sobre su vida privada. Y JungKook hace lo mismo. También ganó más fama por su trabajo como pintor. Muchas personas hacían fila en su galería para ver si conseguían un cuadro de él, pero en estos tiempos se volvía un poco imposible. Ahora sus trabajos eran exclusivos y como edición limitada. Eso era Jeon JungKook en la actualidad.

Lograron tomar su vuelo sin muchas complicaciones, en el proceso se desconectaron de todo. A partir de ese momento sólo importaban ellos dos, dejarían de lado la vida que tenían y se dedicarían a ser una pareja común y corriente que deseaban tomar unas vacaciones para pasar las festividades de diciembre antes de embarcarse en el mundo de la paternidad.

JiMin se la pasó durmiendo todo el viaje y JungKook se dedicó a observarlo como si no lo hubiese hecho antes. Lo amaba infinito. A veces le resultaba imposible que de verdad estaban casados y que llevaban muchos años de relación. Después de todo lo que pasó, del daño que le causó cuando su obsesión sobrepasó sus propios límites. Cuando estuvo en ese centro de rehabilitación de verdad creyó que lo había perdido para siempre, sin embargo, y gracias a todos los cielos, ahí estaban juntos y más felices que nunca. Emocionados por la nueva vida que les espera cuando vuelvan a Corea. Esta vez vivirán en Busan para tener mayor privacidad y tranquilidad.

Cuando aterrizaron y pudieron aspirar los bellos aires fríos de Canadá, JungKook sintió que se estremecía con la vista que tenía enfrente. Sabía que JiMin amaba la nieve y no se sorprendió mucho cuando supo el destino, pero se conmovió demasiado al verlo sonreír con mucha ilusión, como si fuese un niño pequeño. Esas expresiones lo eran todo y daría cualquier cosa con tal de verlo en ese estado puro de felicidad. Además era una jugada perfecta para tener mucha privacidad y así podían tener unas buenas vacaciones como personas normales, sin interrupciones ni visitas indeseadas. Su esposo hizo una gran jugada.

Llegaron a una zona de cabañas y cada una estaba lo suficientemente alejada para mantener la privacidad que necesitaban. La escena del lugar era como sacada de una postal navideña, con la nieve cubriendo los alrededores y con esos adornos navideños. Todo alrededor le daba ese toque mágico para sus vacaciones. JungKook podía jurar que se sentía como si estuviesen en su luna de miel. Y teniendo a JiMin a su lado, hacía las cosas mucho mejor.

—Cuando tengamos a nuestro hijo me encargaré de rentar la misma cabaña para los tres—decía el pelirosa con evidente emoción en su tono de voz al tiempo que caminaba por el sendero rumbo a la puerta de la cabaña—¿Te gusta, Kookie? —sonrió.

Sus ojos desaparecieron en media luna y su sonrisa brilló con esa perfecta blancura. Sus labios ligeramente rojos e hinchados por el frío, con su ropa de invierno color crema, JiMin era como un muñequito. Y JungKook caía completamente derretido ante esa imagen tan hermosa y adorable. Ansiaba poder verlo cargando a su hijo dándole biberón y cuidando de él. Era algo que había reproducido en su mente durante todo este tiempo. Por fin tendría a su familia, la que siempre soñó desde que vio a JiMin por primera vez. Sabía que no sólo era una mera obsesión por él. Siempre hubo algo entre los dos más allá de lo que parecía. Ambos sentían que, desde que nacieron, estaban destinados a estar juntos.

—Me encanta, nene—sonrió complacido.

Terminaron por acomodar todo y dieron un recorrido por la pequeña cabaña. Por primera vez en mucho tiempo se sentían como personas normales. Ahora sus nombres no pesaban en lo absoluto y podían disfrutar del aire libre sin sentirse vigilados o acosados. Esta vez podían disfrutar de la nieve, sobre todo JiMin quien era observado por JungKook mientras caminaban por los alrededores de la cabaña. Se veía tan hermoso con sus mejillas rosadas y tomando pequeños montículos de nieve para después lanzarlos al aire y reír en el proceso. Y lo amó más. Se enamoró aún más de él y de su pureza. De esa actitud tan jovial pese a que ya estaban en la treintena. Jamás se cansaría de él. Era el amor de su vida.

—Te amo mucho, JiMin-ssi.

El castaño se acercó a su esposo para abrazarlo por la cintura y besar una de sus mejillas. Pudo sentir su frialdad y dejó un par de besos más sobre ellas, demostrando lo protector que era e intentaba transmitirle un poco de calor. Ambos se quedaron así por un momento; observaban la vista de la nieve blanca extendiéndose por todos lados y el ligero cambio del clima. Con el pasar de los minutos se sentía cada vez más frío, pero JiMin quería jugar un poco antes de entrar a la cabaña. Así que jaló a JungKook para que le ayudara a hacer un muñeco de nieve. Fue como detener el tiempo en ese momento, tanto, que no se dieron cuenta de cómo el sol comenzaba descender.

Cuando terminaron el muñeco de nieve se tomaron un sinfín de fotos. De eso trataba el viaje, de crear un montón de recuerdos juntos. De acumular fotos que pudiesen enseñárselas a su hijo después y así poderle contar muchas historias sobre sus locuras juntos antes de su llegada. Entre risas revisaron cada foto y las mandaron a sus padres y amigos para que pudieran compartir un poco de ese momento con ellos, aunque fuese a la distancia. Les encantaba esa sensación de plenitud estando tan lejos y saliendo de su tan pesada zona de confort. Habían deseado un momento así durante mucho tiempo cuando se dieron cuenta de que sus agendas estaban muy apretadas y trabajaban casi sin descansar.

Por ahora estaban bien, éste sería un viaje inolvidable.

El día de nochebuena llegó por fin. Durante esa casi primera semana se la pasaron explorando el lugar y conocieron otras parejas que también estaban de viaje ahí. Les agradó que ninguna de esas personas pudo reconocerlos, eso les hizo sentir que estaban en el lugar correcto. Ahora preparaban su cena; JungKook se encargaba de la comida mientras que JiMin hacía el postre. En algún momento tuvo tiempo de tomar clases de repostería y aprendió varias cosas. Desde tiempo atrás deseó poder prepararle un pastel a su esposo y así recibir elogios de su parte. Ese no era el único fin, también quería consentirlo.

Prepararon su pequeña mesa frente a un ventanal que daba la vista perfecta a la noche y la nieve cayendo por todos lados, además de las luces navideñas que se asomaban ligeramente. También decoraron el interior de la cabaña y colocaron sus botas navideñas en la chimenea, agregando una tercera donde esperan poder poner el nombre de su hijo el año que viene.

Cenaron tranquilamente y hablaron un poco de sus trabajos y de otras cosas que hicieron antes de conocerse. Quizá eran historias que ya sabían, porque se conocían a la perfección, pero ninguno de los dos estaba lo suficientemente cansado como para no seguir escuchando. Así que se prestaron toda la atención del mundo. Y después de un rato fue como reafirmar sus votos nupciales.

—Me haces muy feliz, cariño—decía JungKook con una sonrisa brillante—no pude haber elegido mejor compañero para mi vida y para ser el padre de mi futuro hijo—extendió una mano para tomar la contraria—te amo infinitamente y me mantengo fiel a mi promesa. Esta vez cuidaré de ti y de mi hijo, porque ustedes son lo más valioso de mi vida—hizo una pausa y luego continuó—Prometo que no les faltará nada, sobre todo mi amor y mi tiempo. Seré de ustedes siempre.

—Ay, mi Kookie.

JiMin estaba muy conmovido por las palabras de su esposo. Confiaba ciegamente en él y en todas las promesas que le había hecho hasta el momento. Lo amaba de verdad y nunca dudaba de lo que tenían y de lo que estaban construyendo. Desde el principio sabe que fue un camino difícil, pero al final lo han logrado. Y ahora están aquí, siendo muy felices y estando cada vez mejor.

—Yo también te amo, eres el amor de mi vida—retomó el pelirosa—Me he entregado a ti de todas las formas posibles y no puedo arrepentirme de nada—sonrió y limpió una lágrima que se le escapaba—Gracias por permanecer a mi lado a pesar de las dificultades. Te prometo que daré lo mejor de mí para que nuestro hijo esté bien y sea criado con mucho amor. Todavía no lo tengo en mis brazos, pero te juro que ya los amo a los dos.

El castaño se levantó para tomar a su esposo entre sus brazos. Le dio un abrazo fuerte y lleno de amor para después buscar sus labios y fundirse en ellos. En ese momento se les olvidó que estaban cenando y con pasos torpes comenzaron a caminar hasta que llegaron a los sillones. Se dejaron caer sobre el montón de mantas y almohadas que habían dejado frente a la chimenea. Desde que llegaron a la cabaña habían tenido muchas noches de pasión, pero ninguna frente a ese fuego abrazador. Era algo muy romántico y ambos podían sentir como eso lo hacía especial.

Se dejaron llevar completamente y la ropa caía por lugares que a ellos no les importaba. JiMin terminó a horcajadas sobre el regazo de su esposo y sin esperar demasiado se balanceó sobre él para crear fricción entre sus miembros. Todo eso para JungKook era un deleite. Su hermoso chico pelirosa, con las mejillas sonrojadas y sus labios semi abiertos, gimiendo dulcemente y jadeando al mismo tiempo, lo era todo. Justo lo que necesitaba para sentirse excitado y frustrado al no poder enterrarse en él para follarlo. Y por mero instinto llevó uno de sus dedos a la entrada de él, metiendo y sacando tanto como podía sólo para escucharlo gemir más agudamente.

Lo observó durante todo el proceso; la forma en que mordía su labio y cómo a veces apretaba sus ojos dejando ir la cabeza hacia atrás. Examinó cada facción que salía de su rostro y capturó cada detalle en su mente. Se guardaría este momento para siempre, para cuando no pudiera tenerlo cerca y lo necesitara, aunque sabía que eso ya no iba a pasar. A partir de este momento tendría a su esposo las veinticuatro horas del día y los siete días de la semana. Tal vez no iban a dormir como era debido, pero sabía que serían muy felices después de recibir a su bebé en los brazos. Hasta entonces disfrutarán de su periodo a solas, el último que tendrán.

—E-estoy listo... Kookie.

—Mírame—ordenó el castaño—quiero ver tus ojos mientras me hundo en ti.

En cuanto hicieron contacto visual, JungKook les dio la vuelta para quedar arriba. Se apoyó con los codos a los costados de JiMin para tener su rostro de cerca y comenzó a hundirse dentro de él sin perder de vista su rostro, presionando sus ojos con los contrarios. Los dos sabían que tenían las pupilas dilatadas y sus miradas más sombrías de lo normal. El deseo emanaba de ambos como agua hirviendo y lista para consumirse en el fuego. Necesitaban desmoronarse para volver a fundirse en uno solo, para fusionar sus almas y así darse el consuelo que necesitan.

Sabían que posiblemente estarían muy intensos en estos días. No habían parado de tocarse desde que llegaron. Era como revivir su vieja etapa del inicio de relación cuando se probaron por primera vez. Los sentimientos eran tan genuinos y con aires de adolescentes que era difícil de creer que los años continuaron su curso y que ahora habían formado una vida juntos. Pero les encantaba saber que se tenían, que se pertenecían y que aún reaccionaban increíblemente bien ante cada toque y beso que se daban. Justo como ahora.

—Te sientes tan... apretado—gimió JungKook después de introducirse por completo—Y te sientes tan caliente. Me vuelves loco, más que la primera vez.

—No tengas compasión de mí, Kookie—suplicó el pelirosa—Tómame y destrózame. Hazme sentir como si fuese la primera vez.

Con esas palabras JungKook comenzó con el balanceo de su pelvis, ejecutando movimientos sutiles y delicados que volvían loco a JiMin. Éste se aferró a la espalda de su esposo y clavó sus uñas, como si estuviese marcando su territorio. El castaño gimió al tener esa sensación de ardor, pero fue algo muy liberador, algo que de verdad necesitaba para poder soltarse, entonces sí, se movió aún más rápido y apoyó sus manos sobre el suelo para tener mayor movilidad.

A ratos bajaba el ritmo, primero; porque quería torturar a JiMin y, segundo; porque quería prolongar el momento. Estando frente al fuego de la chimenea le daba ese toque perfecto y especial que necesitaban para entregarse de nueva cuenta. El pelirosa sentía que volaba cuando a ratos su esposo tocaba su punto dulce con la punta de su polla. Se sentía tan lleno y caliente, tampoco quería que se terminara. Necesitaba más de JungKook y de esa forma tan dulce en la que le estaba haciendo el amor. A ambos les gustaba ser salvajes y rudos a la hora del sexo, pero ahora sentían que era un momento especial y que ameritaba ir lento, aunque por dentro estaban ardiendo en calor. Era como un infierno, uno que era sólo de ellos y donde no podían ser molestados.

Las sensaciones que les invadían eran únicas. Y los pequeños besos que se daban también se sentían diferentes. Posiblemente era el hecho de estar en otro país o que desde hace mucho tiempo no hacían algo tan significativo como esto. Es por eso que se entregaban completamente con cada caricia y con cada beso. Podían sentir cómo sus almas se desprendían y se unían en el acto. Podían sentir cómo su piel se erizaba por los toques y por la proximidad de su orgasmo. Hubo un punto en donde necesitaron más, mucho más. Y JungKook lo entendió con la mirada suplicante de JiMin y por la forma en que sus manos se aferraban a sus glúteos, como queriendo empujarlo más adentro.

Lo oyó gemir su nombre y decir maldiciones por lo bajo. Eso le excitaba más. Así que comenzó a dar estocadas más fuertes y certeras. El cabello rosa de JiMin rebotaba por la fuerza de los movimientos. El castaño no pudo evitar sucumbir ante la imagen que tenía bajo él. Le volvía loco en demasía.

—Te amo—jadeó JungKook—Me vuelves loco, más que el primer día.

—A-ahora sí quiero que m-me acorrales en los b-baños, Kookie—respondió JiMin con un poco de dificultad.

Imaginar tal escena llevó a JungKook a casi alcanzar el éxtasis. Y con cierto desespero movió su pelvis, motivado por querer alcanzar su orgasmo y también por hacer llegar a su esposo al suyo. Aguantó un poco más, porque quería correrse al mismo tiempo que él. Supo, por los gestos que hacía, que estaba muy cerca de llegar. Además sus gemidos eran cada vez más agudos y sonoros, preciosos en toda la extensión de la palabra. Amaba a su esposo y se dejó llevar por él, hasta que unas cuantas estocadas más los hicieron correrse juntos y gimiendo al unísono.

JiMin curvó su espalda y su cuerpo comenzó a tener pequeños espasmos. Enredó sus pies en las caderas de JungKook y lo atrapó con sus brazos para jalarlo hacia su cuerpo. Se concentró en la forma en que el calor los envolvió a los dos con el sonido de sus respiraciones de fondo. Tal vez no fue el sexo salvaje al que estaban acostumbrados, pero fue muy significativo, además de que era una fecha especial. Quizá eso lo hacía más significativo que cualquier otro momento.

Con la mirada sobre la chimenea, JiMin enhebraba los cabellos castaños de JungKook de manera cariñosa y provocándole un sentimiento relajante. Se mantuvieron en silencio mientras cada uno se sumergía en sus pensamientos. Aunque ambos tenían lo mismo en mente. Tenían esa linda conexión, era como telepatía entre los dos. Así como también sabían en qué momento debían hablarlo. Era en esos instantes de quietud y paz como este donde podían compartir sus intimidades, porque confiaban ciegamente entre ellos. Se entendían ampliamente, aun cuando no se dieran palabras para explicarlo. Bastaba con sólo mirarse para entender.

—¿Cómo le llamaremos a nuestro hijo, JiMin-ssi?

—Estaba pensando en algo como SooBin. Me gusta ese nombre.

—Creo que te dejaré esa tarea a ti—sonrió y se incorporó para besar los labios de su esposo—Confiaré en tu buen criterio.

Volvieron a besarse por unos instantes disfrutando del sabor que sus bocas desprendían. Sus lenguas se abrazaron en una danza delicada y deliciosa. Saboreando la exquisitez de cada rincón. La idea de adoptar un hijo los tenía muy conmovidos y hablaban de eso todo el tiempo, justo como ahora que ya hacían planes sobre cómo sería el cuarto de su hijo y todas las cosas que le comprarían; ropa, zapatos, juguetes. JiMin tuvo un poco de tiempo para visitar tiendas de bebés y también de revisar algunos modelos en internet. JungKook, por su parte, hizo lo mismo y entró a tiendas de juguetes, imaginando cuál sería perfecto para regalar.

Estaban muy inmersos en su plática deseando que el momento de ir por su hijo llegara antes de lo esperado. Eso lo hacía muy emocionante y ellos eran un manojo de nervios, porque realmente no sabían mucho de la crianza de bebés. Por fortuna tenían a sus madres que eran unas expertas. Por eso también tomaron la decisión de mudarse a Busan, por si llegaban a necesitar algo.

El sonido del reloj los sacó de su pequeña burbuja. Tardaron unos cuantos segundos en darse cuenta de lo que eso significaba; ya era la media noche de navidad. Y se sonrieron mutuamente, fundiéndose nuevamente en un beso que les duró eternidades y que no tenían problema en continuar, además, la noche era larga y era toda suya.

—Feliz navidad, JiMin-ssi.

—Feliz navidad, Kookie.

Susurraron sobre sus labios un sutil "te amo" y después unieron sus labios, dándole paso a la pasión que aún necesitaban consumir. 



Holiii... bueno esto lo planee para navidad, pero mi mente como que no funcionaba. Siento que me quedé inmersa en el otro fic y por eso las ideas no me fluían correctamente y quería dejar que todo tomara su curso, para no forzarme a escribir y que saliera mal. Ayer en la noche lo terminé, pero tenía mucho sueño, así que me levanté hoy para revisarlo y poder publicarlo.

Espero que les haya gustado y bueno, jajaja dejé una pequeña sorpresa ahí, quisiera saber su opinión sobre eso. ¿Les gustaría que hiciera un extra donde Jimin y Jungkook reciben a su bebé? Las estaré leyendo. 


Pues nada. Gracias por el apoyo. Y feliz año nuevo a todas.

Las tkm!!!


Ya publiqué el prólogo de Dear Jungkook, espero que vayan a darle mucho amor

gracias 💜

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