Capitulo 25
- Veo que sigues molesto, -su padre se apoyó en una pared- todo fue un error, lo lamento...
- Escupe la mierda que tengas que decir de una vez, -Carlos casi mataba a su padre con la mirada- no tengo toda la noche.
- Verás, -comenzó el castaño- cuando me arrestaron, me mantuve vivo gracias a mentiras, me puse en deuda con muchos hombres en la cárcel y les debo mucho dinero, -se detuvo para respirar un poco- Si no se los devuelvo, me matarán.
El moreno lo veía con gracia y enojo, una mezcla que pronto explotaría.
- ¿Y vienes a mi por....? -preguntó con gracia.
- Necesito tu ayuda, -Carlos soltó una carcajada llena de ironía- por favor, hijo...
- No me llames así, -escupió con enojo- no soy tu hijo, y tu no eres mi padre.
- No eres más que aquel niño cobarde que eras hace unos años, -habló desesperado y molesto- un maricón que se escondía en los brazos de su mami...
- Es suficiente. -habló Jill detrás de él mayor, apuntándole con un arma.
- Lárgate de mi casa... -habló Carlos caminado hacia él- vete a la mierda y púdrete en el infierno.
El mayor no tuvo otra opción que irse, pero antes intentó culpabilizar a su hijo.
- Que sepas que con esta acción, me estás matando, -habló en la puerta de la casa- ¿Quieres eso en tu conciencia?
- Será el sueño más dulce que he vuelto realidad, -respondió sonriendo Carlos- Vete.
Resignado y sin otra opción que morir, Diego se fue.
- Cerraré bien la puerta, -habló Carlos.
Jill guardo su arma y tomó aquella foto entre sus manos, Carlos se paró a su lado mientras controlaba su respiración y sus ganas de llorar.
- No conocí a tu madre... -habló Jill con una voz tranquila- pero imagino que no querría a ese tipo aquí, ¿lo quitamos?
Él asintió sonriendo, la castaña tomó el marco y se dirigió a la mesa de la cocina para retirar el marco con cuidado, luego tomó las tijeras y recortó la fotografía de Diego.
Tomó unos fósforos y se los extendió a Carlos.
- ¿Me haces el honor? -preguntó con un toque de diversión en su voz.
Carlos quemó la fotografía de Diego, deshaciéndose de cualquier sentimiento de culpa.
Jill regreso la otra mitad de la fotografía al marco y la dejó en su lugar.
Fueron a la habitación y se prepararon para dormir, pero el moreno no dejaba de pensar en las palabras de... Diego.
- Deja de preocuparte, -susurró Jill mientras acariciaba su cabello para tranquilizarlo- no vale la pena.
- Es que me dejó mucho que pensar, -suspiró y tomó la mano de su esposa para luego dejar un beso en ella- sé que es tonto pero, ¿y si soy mal padre?
- No lo serás, -habló mientras seguía propinando caricias a su esposo- vas a ser el mejor padre del mundo, te lo aseguro.
Después de unos minutos así, Carlos quedó en un sueño profundo, Jill se acurrucó en sus brazos para unirse a su esposo.
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