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Capitulo 22



- Bienvenida a mi antiguo hogar, -dijo el moreno abriendo la puerta- Puedes dejar tu maleta aquí. -señaló una puerta al lado de la entrada.

- Es muy hermosa, -dijo Jill viendo las fotos en las paredes, varias eran de su esposo junto a una mujer igual a él, cabello negro y alborotado, piel morena y unos lindos ojos cafés- ¿este eres tú?

Le enseño una fotografía en la que Carlos tenía una pijamada de dinosaurios.

- Sí, -respondió con una sonrisa apenada- me gustaban los dinosaurios y fue mi regalo de navidad.

- Te ves muy tierno, -al lado de esta se encontraba una fotografía de la madre de Carlos y un hombre a su lado- ¿Quién es él?

Carlos suspiró al ver aquella fotografía.

- Es mi... -no sabía tan siquiera que palabra usar- mi padre.

Jill notó como sus ojos mostraban un sentimiento amargo, decidió no preguntar más.

- ¿Quieres ver mi habitación? -preguntó Carlos tomando su mano- pero no te burles.

- Yo jamás me burlaría de ti, cariño... -ambos fueron por un pasillo que llevaba a la habitación- al menos no tanto.

Ambos soltaron una risa y entraron a esta, era una habitación pequeña, las paredes estaban pintadas de un azul profundo y tenían pegatinas de estrellas y planetas en el techo. Unos cuantos juguetes como soldaditos, autos y un pequeño peluche adorable.

- ¡oh, espera! -el moreno la llevó su cama- recuéstate.

La castaña obedeció con una sonrisa para luego verlo apagar la luz y recostarse a su lado. Las estrellas y planetas del techo brillaban de un color verde.

- Está era mi parte favorita del día, -dijo abrazando a Jill por la cintura- Mamá venia a darme mi beso de buenas noches y apagaba la luz, veía el espacio imaginando ser un astronauta.

- Eres adorable... -la castaña se acurrucó más entre sus brazos- ¿Quieres hablarlo?

No habían hablado del tema de los bebés, después de casarse, una boda en la cual Chris sí estuvo presente y llevó a Jill al altar, ambos pasaron semanas intentando ser padres, Carlos sabía que su esposa sufría mucho por no poder quedar embarazada. Pero no era su culpa, simplemente debían ser pacientes.

- ¿Qué quieres hablar? -preguntó acariciando su cintura.

- Dejando a un lado el pequeño problema de mi impaciencia, -soltó una risita nerviosa- ¿Te gustaría una niña o un niño?

- Hmmm, no sé... -Carlos pensó unos momentos- Creo que me gustaría una niña, pero también me hace ilusión un niño.

- Sí... -cerró sus ojos y comenzó a imaginar aquello- una niña... ¿qué nombre te gustaría?

- Sarah... -ese nombre resbaló de sus con un sabor agridulce- era el nombre de mi madre...

- Sarah Oliveira... -repitió Jill, se levanto un poco para poder alcanzar los labios de su esposo- suena hermoso... ¿y si fuera niño?

- No tengo idea... -soltaron una risa- ¿Cómo lo llamarías tú? -preguntó movimiento un mechón de su cabello.

- Marco... -dijo con una sonrisa- ¿qué opinas?

- Marco Oliveira, me gusta como suena, -ambos se levantaron y fueron a la cocina- ¿Quieres que ordenemos algo para cenar?

- Claro. -respondió mientras Carlos tomaba el teléfono y marcaba a algún restaurante.

Y para la castaña, escucharlo hablar portugués fue todo un deleite.

- Vendrán en unos minutos, -vio a Jill y esta tenía la mirada fija en sus labios- ¿qué sucede?

- Nada solo... -rió un poco antes de completar lo que iba a decir- te ves sexy hablando portugués... es muy excitante.

- Bueno, -estaba algo sonrojado pero aún así, se acercó a ella, tomó su cintura para acercarla más a su miembro ahora palpitante y comenzó un camino de besos por su cuello hasta llegar a su oído- ¿Te gustaría escucharme gemir tu nombre?

- Son más probabilidades de quedar embarazada... -sonrió pícaramente y el moreno la subió a la mesa de la cocina mientras se fundían en un beso lleno de pasión y deseo mutuo.


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