18
Marián y yo nos miramos sin entender lo que acaba de decir Martín.
—¿Cómo qué familia papá?
—Sí, pequeña. Marcus y tú formalizarán su relación.
¿Formalizar? ¿De qué está hablando?
—Mamá, ¿De qué está hablando el señor Martín? Marián y yo no tenemos ninguna relación.
—¿No? —pregunta con confusión. Y yo estoy más confundido.
—Pues no mamá, Marián y yo solo somos amigos.
—¿Y por qué Marián me dijo que ya eran novios? —cuestiona Martín.
Miro muy serio a Marián, pues no debió decir eso.
—Fue cuando no entendía la relación que teníamos. —Me susurra.
—Debiste, decírmelo antes, mira lo que ha pasado.
—Lo siento, no creí que se lo creyera.
Entiendo la situación
—Señor Martín, quiero que me disculpe por toda esta confusión. Pero, no somos pareja.
—Si papá, Marcus quiere a otra chica.
—¿Otra chica?
—La que conocí en una librería, mamá. —Ella asiente.
—Muchachos, como pueden jugar con esas cosas.
—Fui solo yo papá, pero entendí que no puedo obligar a Marcus a que me quiera.
Después de esa confusión con los papás de Marián, todo volvió a la normalidad.
Tremendo susto que me dieron, pero nadie formalizará con nadie y lo agradezco.
Quise comunicarme con los chicos, pero resulta que dejé mi teléfono en la mochila de la escuela.
Al salir con mucha prisa de casa no me di el tiempo de buscar mi celular. Ahora no tengo como hablar con Jordan y Joshua.
Joshua usa redes sociales, recuerdo que me dijo su usuario de Instagram, pero no sale desde el Instagram de mamá. Talvez no sea como yo lo estoy escribiendo.
Jordan ni siquiera tiene perfiles sociales y me imagino sus razones. Yo menos, desde que salí de la música dejé las redes por seguridad y sobre todo por mi tranquilidad.
Solo espero no estar tanto tiempo aquí, en este lugar.
Los papás de Marián nos han recibido de la mejor manera, pero no quiero estar más tiempo lejos de Jordan.
Me dije a mí mismo que cuidaría de ella y desde aquí sin comunicación no puedo hacer nada. No puedo protegerla.
(***)
Hogar dulce hogar.
—Pueden empezar a desempacar sus maletas.
—Ya lo hago mañana, mamá. —chilla Naomy. —Estoy muy cansada.
Deja tiradas sus maletas y se echa en el sofá.
Hemos vuelto a casa después de dos semanas, que para mí se han sido las dos semanas más largas que he tenido.
—Yo subiré las maletas, no te preocupes mamá.
—Llamaré a la directora de sus escuelas. No quiero que falten un día más. Suficientes vacaciones han tenido.
—Bien, mamá. —tomo las maletas y subo las escaleras. La de Naomy y mamá las dejé en sus habitaciones.
Entrando a mi habitación, lo primero que hago es buscar mi celular. Lo encontré descargado, no dude en conectarlo rápidamente y mientras se carga voy a darme una ducha.
Quince minutos después de la ducha, enciendo mi celular y las notificaciones no se hicieron esperar. Son mensajes y llamadas y muchas de ellas son de Jordan.
Debe estar muy preocupada. Iba a llamarla cuando mi madre entra a mi habitación.
—¿Qué pasa mamá?
—Tu escuela ha realizado un viaje escolar con todos los chicos último año.
—¿A dónde?
—A Stratford-Upon-Avon.
—¿Y me mandarás?
—¿Quieres ir? —pregunta.
—Sí mamá.
Estoy agotado del viaje, pero un paseo junto a Jordan es mucho mejor. Ya descansaré cuando esté por allá.
—Bien, llamaré nuevamente a la dirección para decir que tienes el permiso y puedan enviármelo, así pueda firmarlo.
—¿A dónde irás Marcus? —Mi hermana baja de las escaleras ya duchada.
—A un paseo de la escuela.
—Quiero ir, también.
—No, tú ya fuiste al tuyo. Y no me llevaste. —Le dijo para luego sacarle la lengua.
—¡Mamá! ¡Marcus, me sacó la lengua!
—¡Mientes con todos los dientes! Y el que te falta. —Naomy ha empezado a mudar sus dientes de leche, se le cayó uno cuando estamos en Barcelona y mamá le puso un dólar bajo la cama esa misma noche.
—¡Mamá, se está burlando de mí!
—¡Marcus!
No puede evitar la risa.
—Marcus, mejor ve a descansar para el día de mañana o cambio de opinión al mandarte a ese dichoso viaje.
—No mamá, no. Ya me voy.
Empiezo a subir las escaleras, en el camino volteo a ver a mi hermana y le saco la lengua nuevamente.
—¡Mamá!
—¡Marcus!
—¡Ya me voy! —subo más rápido las escaleras y entro a mi habitación.
La tarde pasó muy rápido y la noche de igual manera. Decidí no llamar a Jordan y darle la sorpresa en la escuela.
Amaneció y la mañana estaba preciosa.
—¡Marcus! ¡¿Ya estás listo?!
—¡Ya bajo mamá!
—Avanza. Que llegarás cuando ya no hay nadie.
—Listo, ya bajé.
Nos subimos al auto de mi madre, llegamos lo más rápido que el auto podría avanzar. Estábamos por encima del tiempo. Y la decisión era llegar o llegar.
—¡Llegamos!
Bajé mis maletas del auto de mamá, el autobús ya estaba empezando a moverse. Había llegado justo a tiempo.
Apresuro mi paso. —¡Esperen! —grité esperando que hayan podido escucharme. Y sí, el autobús paró y las puertas que ya estaban cerradas se abren nuevamente.
—¿Pereyra? —pregunta con cierta sorpresa y me imagino la razón.
—Disculpe por la tardanza. —digo rápidamente. A partir de eso sentía la mirada de todos mis compañeros y sobre todo sus susurros hablando de mí y porque recién aparezco.
—¿Tiene el permiso firmado?
—Sí. —Le entrego la tarjeta que mi madre me dio.
—Siendo así, puedes buscar un asiento vacío.
Empiezo a caminar, no me preocupo por las maletas, mi madre hizo que las subieran en el maletero.
Busco un asiento vacío y también busco a Jordan, quiero verla. Ver sus hermosos ojos que desde el primer encuentro me cautivó. Ahora me pregunto cómo es que no pude reconocerlos al instante.
Ahí estaba ella tan linda a pesar de usar poleras, siempre se mira preciosa.
Me acerqué a su asiento.
—¡Hermano! ¿Dónde has estado metido? —Joshua se acerca a saludarme evitando que yo salude a Jordan.
—Discúlpenme, por no haber podido comunicarme con ustedes. —De verdad lo sentía, mi intención nunca fue irme sin decirles adonde, miro a la chica que quise ver en estas dos semanas, pero siento que ella no quiere verme a mí.
—¿Está ocupado? —pregunto si dice que sí, lo entenderé completamente.
Me sorprendió un poco al haber negado como respuesta sin dirigirme la palabra.
Después de eso el autobús empezó a moverse.
Desde que me senté al lado de Jordan no habló conmigo en ningún momento. Solo se puso sus audífonos y se dedicó a escuchar música y mirar por la ventana.
Dos horas aproximadamente han pasado y teníamos que hablar o esto empeorará.
—¿Cómo has estado?
—Perdona. ¿Qué dijiste? —Se quita los audífonos, para poder escucharme.
—¿Qué cómo has estado?
—Bien. —responde secamente.
—Entiendo. —No quise insistir más ni mucho menos ser una molestia para ella, su enojo hacia mí es totalmente comprensible.
Después de esa mínima conversación no volvimos a cruzar palabras.
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