17
Me bajo del auto y me dirijo nuevamente hasta la entrada de la escuela.
Estaciono el auto donde lo tenía antes, menos mal nadie ha tomado el lugar.
Bajo del auto y entro por la gran entrada.
Desde aquí puedo ver a Marián y a Jordan discutiendo o mejor dicho Marián reclamándole a Jordan.
¿Por qué sigue aquí? ¿Esperó toda la mañana? ¿Qué le estará diciendo?
Me apresuro a llegar a ellas. No me imagino el alboroto que pueden causar.
—Cállate la boca. —Marián levanta su mano para golpear a Jordan y sin pensarlo dos veces tomo su mano así evito que pueda lastimar a Jordan.
—¿Qué haces? Pensé que ya te habías ido. —dije saltándola, pero protegiendo a Jordan detrás de mí.
—¿Por qué lo defiendes?
—Porque Jordan es mi amigo. —Me molesta que se comporte de esa manera, ella no es así.
—Yo también lo soy y me estás pidiendo que me vaya.
Marián ya cruzó la línea. La tomo fuerte de la muñeca. —Vámonos.
—Yo sé que tú le gustas. —Sé que habla de Jordan.
—Que te calles maldita sea. Vamos. —digo y la llevo a la fuerza subiéndola a mi auto.
Miré a Jordan de manera seria, como si yo estuviese molesto con ella, pero simplemente no lo pude controlar. Sé que ella no tiene la culpa de nada.
Arranco el auto y desde el espejo retrovisor pude alcanzar a ver que Jordan subió al taxi. Eso me pone más tranquilo, pero aun así le escribiré a Alfonso cuando llegue a casa.
—No te entiendo, Marián. ¿Qué es lo que te pasa?
—No sé de qué me hablas. —hace de cuenta que no sabe lo que ha hecho.
—¿Cómo qué no? ¡Estuviste a punto de pegarle a Jordan! ¿Qué es lo que tienes en la cabeza? —Si no llegaba yo, no me imagino lo que hubiera pasado.
—¡Ya te dije, estoy harta! ¡Harta que le pongas más atención a él que a mí! ¡Harta de que pienses en una chica que ni siquiera sabes si la volverás a ver! ¡Estoy harta de todo!
Ignoré lo que dijo. —¡Harto, estoy yo, te quejas de estupideces, te tomas atribuciones que no te corresponden! ¡Todo el tiempo que has estado aquí no me has dejado ni un minuto solo! ¡Estoy cansado de que te comportes de esa manera! —digo sin quitar la mirada a la carretera.
—Te gustan los hombres. ¿Verdad? ¿Te gusta Jordan? —Ella voltea a mirarme.
Paro el coche en seco y la miro de igual. —No Marián, no. Ni me gustan los hombres, ni me gusta Jordan. Me gustan las mujeres, solo las mujeres.
—Entonces dame la oportunidad. —Se acerca a mí queriéndome besar.
La evito una vez más. —Me gustan las mujeres, menos tú.
Recibo una cachetada por parte de Marián. Me dolió, pero es la verdad.
—Lo siento, pero yo te lo he dicho siempre. Y nunca te he dado alguna esperanza para que pienses lo contrario.
—¿Qué es lo que me falta?
—¿Perdón?
—¿Qué es lo que me falta para que me quieras? ¿Qué tiene aquella chica que no tenga yo? ¿Tengo que desaparecer de la faz de la tierra para que pienses en mí?
Suspiro ante esta situación. No quiero ser más duro de lo que ya he sido con ella.
Marián ha sido y será siempre una persona muy importante para mí, pero no de la manera en la que ella quiere.
—Marián. —La tomo del rostro, tenía sus ojos llorosos que me daba pena verla así. —A ti no te falta nada. Tienes todo lo que un hombre puede desear. —Ella quiere hablar, pero no la dejo. —Y no, no soy yo.
—Marcus.
—Marián, ya encontrarás a la persona que mereces y la que te hará feliz. De eso te lo aseguro. Y no tienes que desaparecer para que yo piense en ti, que no te quiera como tú quisieras, no quiere decir que no piense en ti, Marián, yo siempre estaré ahí para ti.
—¿Me puedes dar un abrazo? —dice con la voz quebrada y con lágrimas en los ojos.
—Claro que sí. —La envuelvo con mis brazos y empieza a llorar. —Te quiero mucho, Marián.
—También te quiero, discúlpame por todos los problemas que pude causarte en todo este tiempo.
—No te preocupes por eso. Vayamos a casa.
Encendí el auto nuevamente y nos dirigimos a mi casa.
—Qué bueno que hayan llegado. Los estábamos esperando.
Mi madre sale a nuestro encuentro.
—¿Qué pasó mamá?
—Alista tus maletas. Nos vamos a Barcelona.
Marián y yo nos miramos sin entender.
—¿Cómo que se van a Barcelona, Graciela?
—Tu madre nos ha invitado a que pasemos unos días por allá y me ha convencido. —dice mi madre muy emocionada.
—Pero mamá.
—Ya he dicho y lo que digo es ley.
No pude decir más después de eso.
—No esperaba que mi madre invitara a Graciela a ir a Barcelona.
—Ni yo. Pero por más que le diga que no, ella no dará su brazo a torcer.
Después de la noticia hice mis maletas, mi madre dijo que llevé la suficiente ropa para varios días, aunque no sé cuántos días exactamente.
Mi madre llamó a la escuela y pidió el permiso para faltar estos días. Hubiera preferido que no se lo den.
—¡Ya vámonos! —escucho a mi madre desde la sala.
Marián sale de su habitación con su maleta. No dudo en ayudarla con ellas.
Qué bueno que hayamos quedado en buenos términos. No me hubiera gustado terminar con ella peleados.
A pesar de todo ella es muy importante para mí, ha sido mi amiga desde mi infancia.
—Vamos. —tomo sus maletas.
—Gracias.
Ambos bajamos las escaleras.
—Ya estamos aquí, mamá.
—Bien, vamos.
Los cuatro nos subimos al taxi en dirección hacia el aeropuerto.
No solíamos hacer viajes así de un día para otro, es más, a mi madre ni siquiera le gusta, no sé qué le pasó esta vez.
Ya habíamos llegado a Barcelona, los padres de Marián nos estaban esperando.
—Hija, mía. Te extrañamos. —Ambos padres abrazan a su hija con mucho amor.
—Alma, Martín. Gracias, por la invitación.
—Querida Graciela. Gracias a ti por venir. —Mi madre los saluda con un beso en cada mejilla.
—Y Marcus, estás enorme. Todo un hombre ya.
—Un gusto volver a verlo, señor Martín. —saludo con un apretón de manos.
—Sin tanta formalidad, seremos familia.
—¡¿Qué!? —preguntamos sorprendidos, Marián y yo.
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