Extra 3
Cinco años después.
Luego de haber vivido dos años en Shangai, la familia Agreste había vuelto a la ciudad de París. Gabriel era exitoso y muy reconocido en el mundo de la moda. Compró una gran mansión donde permitió así que su familia estuviera completamente cómoda, a pesar de las negaciones de su esposa sobre que no era necesario semejante casa, él quería lo mejor para ellos.
Llenaron la mansión de risas entre los tres, creando así hermosos recuerdos para su hijo de tan solo siete años de edad.
Lo criaron en casa, ambos, y tres años después ocurrió lo que nadie tenía previsto.
La señora Agreste enfermó... un cáncer silencioso, algo que nadie podría haber sabido.
Esto fue un golpe muy duro para los Agreste. Gabriel se encerró en su trabajo y Adrien con solo diez años veía como lentamente la vida de su madre se apagaba ante sus ojos.
-¿Por qué estás triste, Adrien?.- preguntó la dulce voz de aquella rubia quien yacía acostada en la cama.- sabes que no me gusta verte así. ¿dónde está tu padre?
Adrien se mantenía en silencio sentado al borde de la cama viendo a sus pies.
-Cariño.- llamó ella nuevamente y el niño suspiró lentamente.
-Papá está en su despacho otra vez... .- respondió por lo bajo.
-Bueno, él tiene mucho trabajo. No debes estar triste por eso.
-Siempre está trabajando, prometió que me llevaría al parque de diversiones y lo olvidó.- frunció levemente el ceño.- no quiere cenar conmigo y ya no tocamos el piano en la sala.
-Ven aquí. - llamó ella, pero este se negó con la cabeza .- ¿harás que vaya por ti?.- a regañadientes el rubio se acercó a su madre recostando su cabeza sobre su regazo mientras ella peinaba su cabello con delicadeza.- Adrien... necesito hablar contigo algo importante.
El pequeño de ojos verdes contuvo el aire en sus pulmones. Sabía lo que ella le diría, había oído la conversación de sus padre por teléfono con el doctor.
-¿Crees que pueda ir a la escuela ya?.- cambió de tema reincorporandose y evitando verla.- quisiera hacer amigos e invitarlos aquí.
-Adrien...
-Chloe y yo nos llevamos muy bien, pero quiero tener un amigo con quien jugar videojuegos.- volvió a interrumpirla.
-Adrien Agreste, te estoy hablando.- su voz se vio algo más firme y él se volteó a verla.
No la había mirado desde que entró a su habitación y ahora podía notar como su piel se había vuelto desde un color más amarillo, sus ojos ya no tenían ese brillo tan particular, y su sonrisa estaba desvanecida. Verla así estrujó su corazón desde lo más profundo y a pesar de sentir sus ojos picar se contuvo con todas sus fuerzas de ponerse a llorar.
-Hijo.- llamó viéndolo fijamente.- necesito decirte algo difícil.
-No quiero.
-¿Cómo?
-No quiero oírte, ¡no quiero!.- su respiración se agitó.
-Escúchame, y-yo... estoy enferma ahora... .- Adrien cubrió sus oídos con ambas manos cerrando sus ojos con fuerza.
-¡No oigo nada!, ¡no te oigo!.- negó con la cabeza repetidas veces.- ¡no oigo nada!
Continuó con su accion hasta que sintió como lo envolvían unos cálidos y delgados brazos, se quedó estático en su lugar.
-Amor, necesito que escuches a mamá porque no queda mucho tiempo.- musitó ella y él no pudo contener más las lágrimas.
-No quiero... no quiero que te vayas.- su voz se quebró.- oí a papá hablar con el doctor. ¡mamá no te vayas.- alzó la voz abrazandola con fuerza.- n-no quiero estar solo.
Emilie se sorprendió de que Adrien ya supiera lo que sucedía y no dudó en abrazarlo con más fuerza, oír a su pequeño tan frágil la había destruido de sobremanera.
La señora Agreste no pudo contener tampoco las lágrimas sintiendo plenamente a su hijo y dándole la contención que sabía que necesitaba.
-No estarás sólo, amor. Yo siempre estaré contigo...
-Mamá, po-por favor no me dejes...
-Hay veces en las que debemos aprender a dejar ir a quienes amamos, ahora no creo que lo entiendas, pero cuando seas más grande lo harás y créeme que siento mucho tener que irme.- Adrien negó nuevamente sin soltarla siquiera un poco.- quiero verte feliz, ¿si?... quiero que seas un gran hombre y estudies muy duro para algún día tener tu propia familia.- lo separó de ella tomando su rostro con ambas manos para limpiar sus mejillas.- prometeme que harás todo lo posible para ser feliz, ¿puedes hacer eso?
-Pero no puedo ser feliz sin mamá.
-Yo siempre estaré cuidandote aunque no me veas, así que si puedes.- sonrió.- ¿puedes prometermelo?
-Lo prometo...
Un mes después.
Adrien se había levantado temprano, como todos los días, para estar con su madre y hoy en particular estaba muy feliz ya que le había hecho un regalo.
Juntó todas las fotografías que habían y las pegó el mismo en un gran libro, pintó cada cosa que su imaginación le otorgaba para darle vida a ese obsequio que sabía que le encantaría a la bella rubia.
Gabriel había bajado a la primera planta para llevarle el desayuno a su esposa.
El niño rubio golpeó dos veces la puerta antes de abrirla, llevando detrás suyo aquel regalo y cuando entró por fin a la habitación vio a su madre dormida. Por un momento se asustó y contuvo el aire en sus pulmones viéndola detenidamente, más ella abrió sus ojos acomodándose un poco cuando visualizó a su hijo en la entrada.
-Adrien... pasa.- habló casi imperceptible y él hizo caso.
-Buenos días mamá.- el rubio besó su frente con suavidad y ella sonrió.- hoy quería que saliéramos al jardín para darte un regalo.- dijo entusiasmado, más ella tosió repetidas veces.
-Cariño... creo que hoy no podré, pero puedes mostrarme tu regalo ahora.
Inevitablemente el pequeño Agreste se sintió triste, pero luego sonrió y sacó de su espalda el álbum que había hecho dejándolo sobre el regazo de su madre.
-¡Sorpresa!
Emilie miró el libro detenidamente y lo abrió viendo así las fotografías junto a los dibujos en las páginas.
-¿Lo hiciste tú?.- él asintió con orgullo, pero cuando vio que ella lloraba se preocupó.
-¿No te gustó?.- preguntó con miedo.- lo siento mamá, no llores... haré otro, uno mejor. Lo siento.- iba a quitárselo pero ella lo detuvo.
-No, no. Está hermoso, amor. Gracias.- acarició las páginas y con dificultad se inclinó para besar la mejilla de su único hijo.
-¿De verdad te gustó ?.-preguntó nuevamente y ella asintió.
-Ven. Veamos las fotos juntos.- palmeó el lado de su cama y él la rodeó rápidamente subiéndose.
Ambos pasaron la mañana viendo las fotografías de su pequeña familia, algunas donde estaban en Shangai, otras donde Adrien era un bebé recién nacido, algunas hechas hace algunos meses atrás en la mansión y una en particular de él junto a una niña de coletas y ojos tan azules como el mismo cielo.
-Mamá, ¿quien es ella?.- preguntó apuntando la fotografía que cuando la había pegado le dio curiosidad de inmediato.- ¿mamá?.- preguntó nuevamente volteandose a ver a su madre, pero no respondió.- ¿Mamá?, ¿te dormiste?
Adrien la movió ligeramente, pero ella no reaccionó, no se removió ni un poco... su mano cayó por el borde del lecho y el pequeño rubio comenzó a desesperarse.
-Mamá.- llamó casi en un susurro.- mamá, no es gracioso... no hemos terminado de ver las fotos.- la movió nuevamente con una sonrisa.- mamá... oye, despierta. ¡mamá!.- se bajó de la cama rodeandola para quedar de pie a su lado y la sacudió ahora con más fuerza.- ¡mamá!, ¡despierta! .- quitó el libro arrojándolo al suelo y se aferró con fuerza a ella.- ¡mamá!, ¡ahora no!, ¡no me dejes solo!, ¡no!.- exclamó ahogando sus gritos contra ella a la vez que sus ojos se llenaban de lágrimas.- mamita no te vayas...
En ese momento, cuando más esperanza tenía de que ella lo acariciara y le devolviera el abrazo... no lo hizo.
La puerta sonó y Gabriel encontró a su hijo llorando desconsoladamente sobre su madre, dejó caer lo que traía en sus manos y se acercó rápidamente a ellos.
-Adrien... .- llamó por lo bajo tomando sus hombros lo cuáles saltaban por el llanto.- Adrien...
-Mamá... mamá no puede irse.- negó sin verlo.- no puede...
-Hijo, ven aquí.-intentó separarlo, pero se sujetó firme.
-¡No!, ¡déjame!.- empujó sus manos hacia atrás, pero Gabriel lo quitó con más fuerza abrazandolo, quedando los dos en el suelo.
-Tranquilo... calma... .- intentó apaciguarlo, pero simplemente no podía hacerlo.- mamá... ella ahora está.- intentaba buscar algunas palabras para ayudar a su hijo, reprimiendo su dolor, el cual le estaba costando de sobremanera contener.
-Papá.- fue lo único que habló el niño Agreste abrazando a su padre con fuerza del cuello.
Gabriel lo sostuvo en sus brazos viendo por sobre su hombro el cuerpo sin vida de su esposa.
Tres días después.
Era un día completamente gris. Las noticias del fallecimiento de la señora Agreste se extendió por todo el país e incluso en el extranjero.
Gabriel y Adrien estaban vestidos con esa ropa oscura, un traje a la medida para ambos, viendo la tumba recién cubierta con tierra tras la ceremonia. Varios de los que asistieron ya se estaban marchando.
-Gabriel.- la voz de un hombre se hizo presente y el Agreste mayor alzó la vista reconociendo al castaño enseguida acercándose a él.- de verdad lo siento mucho... .- expresó con tristeza sincera dándole un fuerte abrazo.- Sabine y yo nos enteramos por las noticias, ella está devastada en la casa... le hubiera gustado venir, pero mi pequeña está enferma y se quedó cuidándola.
-Entiendo... no te preocupes y gracias.- respondió cordial como de costumbre.
-Si necesitas hablar o lo que sea, sabes donde encontrarme. Somos amigos.- palmeó su hombro y el de lentes asintió.
Adrien no había levantado la cabeza en ningún momento y no había vuelto a llorar desde que su madre había fallecido.
-Adrien... no estés triste.- la voz de una niña sonó a su lado, pero este ni se inmutó.- tía Emilie me dijo que nos cuidaría, así que no te preocupes.
-Ella no está, Chloe.- habló seriamente y la niña tomó su mano.
-Mamá se fue y no va a volver... o eso es lo que oí.- la rubia de ojos azules también posó la vista en el suelo, más los brazos de Adrien la envolvieron soprendiendola.
-Uno de los dos debe estar feliz para alegrar al otro.- agregó separándose un poco.- ¿si?
-¿Y si no podemos estar felices?.- cuestionó con sus azules cristalizados.
-Tendremos que compartir la tristeza entonces.- se encogió de hombros y Chloe lo abrazó de vuelta.
Si algo tenía muy claro Adrien, era que no permitiría que sus seres queridos estuvieran tristes si podía evitarlo. Chloe lo ayudó sin darse cuenta, aunque siempre fue su intención alegrarlo.
Desde que lo vio sin esa luz que lo caracterizaba, decidió que haría todo lo posible para ayudarlo a ser feliz, porque eso es lo que hacen los amigos y ellos eran más que eso... Chloe encontró en Adrien el hermano que nunca tuvo y así como él la protegía, ella haría lo mismo.
-No quiero verte triste... .- musitó ella viéndolo detenidamente a sus ojos verdes.
-No te preocupes. Tengo una promesa que cumplir.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro