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Cap. 5. El amor es algo que yo sólo consco

¡ADVERTENCIA! Este capitulo tiene cosas cochinonas, así que si no quieres leerlo, te recomiendo saltarte al sigiente capitulo(y pos si no hay capitulo, valiste, te quedas sin cap hasta que salga el otro :I )

Luego de un tiempo, ellos dos ya se relacionaban un poco más fáciles que antes. Los pocos encuentros que tenían eran breves y ninguno de los dos mencionó sobre lo de la otra noche. Fue fácil navegar e incluso se las arreglaron para beber juntos y navegar sin tener una riña. Sus esfuerzos eran a menudo exitosos. Edward ayudaba a la orden de los asesinos, la transmisión de información entre las islas y ayudar a proteger a las personas en peligro de templarios. A menudo, en su camino, se cruzaba con Kidd, quien hacía lo mismo con Edward, sólo que a Kidd le era más fácil el trabajo con los asesinos ya que conocían bien.

La última vez que se encontraron fue en Turtle y Kidd se dirigió a Kenway, informándole que ya había allanado las bodegas allí.

-Siempre tan rápido, Kidd.- Bromeó Kenway a lo que Kidd giró sus ojos con esa típica sonrisa socarrona de él mientras se cruzaba de brazos.

-Sólo en los mares, amigo. No creo poder resistir con una carrera a pie.

-No discutiré eso. ¿Nos reencontraremos en Inagua?

-Sólo si puedo encontrar un buen camino de vuelta.

Kenway rió. –Te veré allí, Kidd.

Unos días más tarde, Kenway estaba en la gran casa de Inagua cuando divisó el braco de Kidd varando en la bahía. No pasó mucho tiempo después de que Kidd se presentara en la casa, entrando por la ventana.

-Podrías usar la puerta de entrada de vez en cuando, ¿no lo crees así? –Preguntó Kenway, mientras Kidd se escabullía en su oficina.

-No me gusta el portero.

-No le agradas tampoco.-Sonrió Kenway. -¿Cómo has estado?

Kidd dejó caer una silla frente a Kenway. –No tan mal. ¿Tu estas bien, no es así?

-Como se pueda, creo. – Rió Kenway. –Haciendo un poco de dinero con dichos contratos asesinos.

-Escuché que fuiste tomado por uno de ellos. –Dijo Kidd, sirviéndose una copa de vino de Edward. –Has hecho un nombre para ti mismo... bastante famoso.

-Un buen nombre, espero.

-Casi.

Kenway rió ante el humor seco de Kidd, y el joven le dio una pequeña sonrisa de repuesta.

Terminaron entre ellos dos, hablando toda la noche hasta que la fiesta de la hoguera y la taberna calmaron. La isla se sumió en un estado de silencio, los sonidos de las aves y animales se habían ido, sólo los sonidos suaves de los insectos y el océano flotaban por las ventanas abiertas. Kenway se sintió caer en sus malos hábitos nuevamente. Miraba la boca de Kidd, observaba el movimiento elegante de sus manos, sus dedos tocando la silla, contando las débiles pecas de su rostro. Edward sabía que estaba borracho, pero esta vez sabía que no iba a hacer nada estúpido. Había aprendido la última vez que no valía la pena perder nuevamente la confianza de Kidd que tardó mucho tiempo en recuperar.

Eso fue hasta que Kidd se levantó y se paseó por la mesa y agarró el hombro de Edward empujándolo un poco, inclinando su rostro al de él rápidamente. Kenway tardó en reaccionar. Parpadeó unos segundos y trató de darle sentido a lo que sucedía, pero antes de que pudiera, el joven tenía sus dos manos en las mejillas de Kenway y lo estaba besando. No era lento o suave, era salvaje y apasionado. Kidd mordió el labio inferior de Edward y lo tiró con fuerza, antes de empujar la lengua entre los dientes de Kenway y provocar un fuerte gemido por parte del rubio.

Las manos de Kenway fueron desviadas a las caderas de Kidd y fueron agarradas firmemente, con los ojos cerrados, saboreaba el gusto a vino dulce en la boca de Kidd, Sintió sus dientes, su lengua, su aliento. Kenway deseaba que esto fuera su primer beso, era mucho mejor que todos los que había probado. Kidd presionaba hacia abajo, sobre el regazo de Kenway, tocándolo. Edward gimió y agarró el cabello oscuro de Kidd, mientras el niño trabajaba besándolo en el cuello con suavidad, dejándole marcas rojas en su pálida piel.

-¿Tuvimos un cambio de corazón? –Murmuró Kenway.

-Tuvimos una botella de vino.

Kenway no le prestó mucha atención. Deslizó su mano por la pierna de Kidd, para la parte delantera de los pantalones, pero su mano fue interceptada por Kidd y apartada de un solo empujón. – Ah, ah...- Negó el niño en un tono cantarín. –Me gustas, pero yo no te gusto tanto. – Dijo Kidd sonriendo. Quería esto como un juego. Qué él fuera el que acorralara a su persa asusta que sólo quería escapar, y así divertirse de su terror.

Edward gimió. – ¿Así que sólo me harás esto haciéndote el bonito excitantemente sin que pueda tocarte?

-Eso no es todo lo que voy a hacer.- Susurró Kidd. Edward levantó la mirada para ver los ojos de James bailar por encima de su rostro, su boca, su cuello.

-¿Qué tienes en mente entonces?

-Guarda silencio por un momento y lo sabrás. Él se agachó un poco y juguetonamente mordió los labios de Kenway nuevamente, inclinándose más abajo, fuera ahora de su regazo, hincándose en el suelo.

Las manos de Kidd tiraron hacia abajo los pantalones de Kenway, quien juraba entre dientes. Observó como el niño quitaba el material ofensivo de lado, dejando en libertad el endurecimiento de Kenway. Fueron sólo segundos cuando sintió el deslizamiento de la boca de Kidd. Sus labios eran húmedos y suaves contra el calor sensible del prepucio.

-Joder.- Respiró Kenway mordiendo de sus propios labios con fuerza, mirando como el muchacho hacia su trabajo. -¿Dónde aprendiste a hacer estas cosas tan pecaminosas, James?

Kidd se alejó lo suficiente para poder hablar. –No me creerías si te lo digo.- Sonrió el niño con malicia.

La mano de Kenway se deslizó de nuevo por el cuello del muchacho. –Eso fuer retorico.

-Grosero.- Dijo Kidd, pero ahora empezó a retorcer su lengua en el miembro de Kenway, arrastrándola por alrededor de la longitud de este. Kenway tuvo que aferrarse de la silla, para mantener sus caderas firmes aún. Gemía larga y fuertemente, obligándose a mantener los ojos abiertos sólo para ver la boca del joven capitán envuelto alrededor de su hombría, acariciando y acariciando cada centímetro de su cuerpo.

No pasó mucho tiempo y Kenway estaba que se corría. No pudo evitar que sus caderas dieran un tirón hacia adelante, su cuerpo temblaba como él volvió a entrar en la boca caliente de Kidd. El niño no se esperó eso y se alejó de Kenway escupiendo al suelo, limpiándose con el dorso de la manga.

-Una advertencia seria buena, ¿sabes? – Dijo Kidd un poco de mal humor. Kenway estaba demasiado aturdido para cuidar eso, e incluso sentirse arrepentido o avergonzado. Agarró el brazo de Kidd y fácilmente lo levantó del suelo y lo colocó en su regazo. Su mano se deslizó hacia abajo para aferrarse detrás del joven.

-Lo haré contigo...- Susurró Edward con una perezosa sonrisa.

Kidd le devolvió la sonrisa, pero luego lo empujó poniéndose de pie. –Estoy seguro de que lo harás.

Kenway frunció el seño. -¿No te quedas?

-Tengo otros asuntos que atender.- Kidd no estaba siendo egoísta o duro. Estaba hablado con honestidad, con una voz más suave que antes.

-¿Asuntos más importantes que permitirme llenarte de placer?- Kenway se levantó también, y metió a si mismo finalmente en sus pantalones con una ligera mueca de dolor. Él era muy sensible, no había tomado aquello tan fácil hace mucho tiempo.

Kidd dio otra sonrisa. –Me encantaría eso, créeme.- Sin más explicaciones, recogió sus cosas de la mesa y se dirigió al exterior, dejando a Kenway aturdido y confundido, solo en su oficina.

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