Kenway había introducido a Kidd a su tripulación hace algunos meses. Acababa de hacerse hecho un corsario, persiguiendo los sueños que parecían convertirse así como los tatuajes en su piel, guardando el dinero en sus bolsillos tan rápido el cómo lo encontraba. Se volvió pirata con la promesa de conseguir grandes botines de dinero, muy grandes, gran cantidad de oro.

Hornigold introdujo a Kenway y a todos los piratas a su tripulación, para asegurarse de que Kenway tuviera contactos a donde fuera. Era una cosa decente de hacer, y Kenway lo había agradecido un montón. En la taberna de Nassau, Hornigold había traído a un hombre delgado, joven, de rostro afilado y enjuto y sus ojos tenían pinta de afilamiento, algo de temor provocan, ojos pardos brillantes y abajo, ojeras. Tenía el cabello oscuro y desordenado, oculto bajo un pañuelo rojo. Su ropa era un poco demasiado grande para su cuerpo. No parecía mucho, pero tenía un brillo feroz en sus ojos.

-Edward, él es James Kidd.- Presentó Hornigold. -Kidd, conoce a Edward.

Kenway extendió la mano para ser amable, pero el muchacho simplemente lo miró, y en vez de responder al saludo, dio media vuelta y regresó de donde había venido, saliendo de aquella cantina.

Hornigold se encogió de hombros. -Él puede ser así. No lo tomes como algo personal.

Así lo intentó Kenway.