Hoy, diminuto, ha salido del sótano donde estaba secuestrado y amordazado sin poder expresarse; aunque él no sabe todavía que es por su bien, así juzgue a su secuestrador por hacerle eso. Sin embargo, como venía contando, hoy la puerta fue dejada abierta o la llave cayó al suelo, no existe hipótesis exacta de saber qué pasó. Pero el punto a concretar es que salió. Y lo gritó al mundo, dio su alta voz hasta que llegó a otra nación. Y el mensaje fue recibido. El secuestrador lo retuvo de nuevo, lo amordazó y justo ahora lo volverá a encadenar asegurándose que en ésta oportunidad tenga más seguridad. Puede que lo deje asomarse por las ventanas, por las grietas de madera del oscuro sótano y que de vez en cuanto dé alguna exclamación a cierto volumen, pero no como para que vuelva a llegar a otra nación. Nada como ese día que se escapó.

—¿De quién hablas? —preguntó.

—Del amor. Se escapó. Pero ahora de nuevo está cautivo por su bien. Por el bien del secuestrador y de su victima.