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EPÍLOGO

Seis meses después...

EFREN


Lanzo la pelota... y la atrapo. Lanzo la pelota... y la atrapo.

Estoy tendido en el sofá de tres cuerpos; mi cabeza en el reposa brazos y mis pies colgando por un extremo. Tengo una pequeña pelotita anti estrés en las manos con la que llevo jugando cerca de una hora.

Mi cabeza está hecha un lío.

En la mesa de centro que ahora hay en el salón, descansa la copia del email que Eddie me envió hace unas horas: Suck it! está cordialmente invitado a participar en el Rock Festival anual de San Francisco.

Lo hicimos. Realmente lo hicimos. La banda que comenzó como cualquier otra en una cochera con chicos desafinados y desentonados, ha logrado llegar a un festival de Rock importantísimo. Nuestra carrera está despegando y no solo por esto. Hace aproximadamente dos meses atrás firmamos contrato con Millenium Records. La disquera de un tipo independiente conocido por impulsar artistas jóvenes. Él realmente está mucho más con el country y todo eso, pero dijo que llevaba meses observándonos y que teníamos potencial. Dijo que podía trabajar con nuestro ritmo y dado que Eddie es quien se encarga de las cosas sociales, hemos confiado en él cuando aseguró tener un buen presentimiento respecto al hombre.

Imagínate esto, estábamos tocando, entre la multitud un grupo de tipos de traje viendo nuestra presentación. El público gritaba, la noche se sentía la correcta; nuestros pies dejan la tarima y frente a nuestros ojos aparece un contrato con el sueño completo. Ni el diablo podría haberlo hecho mejor.

Alucinamos, fue el giro ideal para toda la mierda que hemos tenido que soportar en el último tiempo. Porque con Leah, las cosas no nos han tocado fácil.

El juicio en contra del puto de su jefe duró cerca de dos meses. El cabrón tenía toda clase de recursos para encubrir sus huellas. Pero como suelen decir, nada dura para siempre. Mucho menos en mi contra. Soy un tipo enamorado, tengo un propósito.

Con mi hermano le pedimos favores a todo el mundo, dimos vuelta nuestra agenda del taller; abogados, jueces, policías que nos llevaban sus carros. Contactamos guardias y trabajadores descontentos de empresas Melvin para obtener la máxima información que nos llevara a algo. Cualquier cosa. Y el detective que contrató el padre de Leah no se quedaba atrás. Era un tipo aterrador; husmeaba bajo las piedras, estaba en todas partes. Si no hubiese estado de nuestro lado, me habría hecho en los pantalones de verlo.

Fue precisamente él quien nos dio el dato que marcó la diferencia.

Cuando todo parecía perdido, cuando estaba por arrancarme pelo por pelo de la cabeza, apareció una de las tantas secretarias que Aarón había tenido en el último tiempo. Dejando caer el comentario de su genio. Más específicamente, sobre sus constantes cambios de humor y episodios preocupantes. Si siguen mi línea de pensamiento, llegamos al psicólogo. Al desafortunado tipo que tuvo que lidiar con el bastardo cuando este era joven y a quien se le había pagado una suma ridículamente grande para encubrir la gran verdad.

Trastorno de la personalidad.

Verán, cada persona arma su temperamento con un poco de todo. Y es normal que cambies de opinión, que las emociones te superen, que hoy te guste el blanco y mañana el negro. Pero cuando te vuelves errático, cuando tu equipaje es más del que puedes cargar, entras en los registros médicos. Así que resultó ser que Aarón no solo es narcisista, mentiroso compulsivo y un abusador en potencia, sino que presenta rasgos psicópatas de acoso hacia sus trabajadoras.

El abogado que contratamos se llama Ryan Prescott, otro de los tipos que da miedo, pero por motivos muy diferentes. Él luce como uno de los tipos del club de Aarón, todo trajes y rectitud. Cuando debajo de la ropa, es uno de los míos. Está tatuado casi en un ochenta por ciento del cuerpo, dejando libre solo las zonas que se ven obligatoriamente en una sala de juzgado y su carácter es el de un demonio. Tocamos juntos cuando era un crío. Me enseñó como lucir un bajo. No creerás que todo lo genial que soy con el instrumento es solo obra mía. Alguien tuvo que enseñarme, no puedo llevarme el crédito por completo. Este tipo era amigo de papá y estaba en la casa todo el tiempo, siguió yendo de visita cuando él se fue y con el tiempo para checar que Richard y yo lo hacíamos bien.

Él es de esos amigos y estoy seguro de que mi padre tiene que haber estado loco de contento desde donde quiera que estuviese viendo cómo se dieron las cosas.

Ryan aplastó a la familia de Aarón. Ellos propusieron un acuerdo donde el puto estaría lejos de Leah, las malditas órdenes de alejamiento que nunca sirven para nada. Por supuesto, nos negamos. Leah no fue su primera víctima. Hubo tres chicas antes, salvo que ellas dieron un paso atrás antes del desastre. Habían tenido las pistas del problema de su hijo frente a sus ojos y nunca hicieron nada. Eso, señores, no lo hace un buen padre. Si tu hijo está jodido, lo ayudas. Y no a barrer todo bajo la alfombra, lo ayudas a convertirse en un buen hombre para la sociedad.

Entonces, en vista de que no íbamos a retroceder, vinieron los sobornos. Olvidé el número de cheques que rompí asqueado.

Respiré tranquilo el día que el jurado dictó la sentencia. Tratamiento intensivo internado por año y medio en un centro psicológico y sedación diaria.

¿Qué tal estuve?

Me sentí él tipo más poderoso del planeta al saber que había podido hacer algo por Leah, saber que ella podía estar tranquila, sin preocupaciones de que el tipo la jodiera nunca más.

Toda la banda y las chicas se relajaron también cuando el tema fue zanjado. Habían sido ocho semanas de mierda, donde Leah había tenido que ser sometida a interrogatorios y a ver al puto en cuatro ocasiones a través de la sala de juicio.

Ella se había quedado conmigo cada noche, sin importar nada y estaba agradecido por eso. Estaba dejando las cosas en mis manos y me hacía sentir demasiado bien el saber que ella confiaba lo suficiente en mí como para apoyarla y consolarla los días en que todo era más de lo que podía soportar.

Las chicas; Alice y Mandy habían estado detrás de ella dándole su apoyo incondicional y haciéndose tiempo en sus cada vez más apretujadas agendas para poder sacar algo de tiempo de chicas. Y creo que los chicos trabajaron su cuota extra para poder mantener una sonrisa en su rostro con cualquier distracción que tuvieran a mano.

Por eso cuando la oferta para la banda llegó, había sido como cambiar de aires.

Nos estamos reponiendo y estamos más unidos que nunca, pero esta nueva baraja de posibilidades que nos ofrecen para Suck it! significa también un montón de tiempo fuera de casa y no quiero pasar tiempo lejos de Leah.

Así que hoy voy a cerrar un trato. Ya verán.

Escucho el ruido que hace la puerta de entrada al ser abierta y luego el sonido inconfundible de las pisadas de Leah en la habitación. Es increíble como ahora que estoy mucho más al pendiente de ella puedo detectar hasta la más mínima cosa.

Ella aun no me ve en el sofá. Lleva puesto uno de los trajes de trabajo de chaqueta y falda, uno de esos modelitos que me impiden despegar la vista de sus piernas con tacones. Trae su cabello suelto cayendo por su espalda hasta justo por encima de la curva de su trasero que rebota alegremente mientras se dirige hasta la cocina para descargar las bolsas de inconfundible comida china que trae entre los brazos. Son las diez de la noche así que sé que ha llegado para quedarse.

—Hola, dulce.

Pega un salto soltando un pequeño chillido y casi dejando caer las cosas en el proceso.

—¡Efren, no hagas eso! —Me regaña, pero en realidad, está sonriendo así que sé que no está enfadada.

La observo como acomoda los recipientes humeantes en la encimera y mientras se acerca hasta mí, quitándose los tacones en el proceso. Inmediatamente luce mucho más pequeña, lo que me hace sonreír.

Abro mis brazos para ella y no duda en tenderse encima de mí, acomodando nuestros cuerpos para que se toquen en todos los lugares correctos y estemos en una posición cómoda.

—¿Qué tal tu día? —Comienzo preguntándole, como cada noche.

Sus ojos brillan.

—Estupendo. Mi nuevo jefe ha tenido que trabajar todo el día en cuclillas y tenías razón, me llevo tremendos vistazos de su trasero.

Ella ríe, lo que es contagioso.

Leah finalmente aceptó trabajar conmigo y con Rick en el taller, pero oficialmente es mi hermano quien es catalogado como su jefe. Aun cuando ella pasa todo el día en la pequeña oficina pegada al ordenador, puede escaparse para rondar entre los automóviles mientras trabajamos. Le gusta bromear con él y creo que él en verdad disfruta cuando puede decirle cuñada oficialmente.

El trabajo es distinto con ella allí. Todos hemos salido beneficiados de este acuerdo. Rick realmente no sabía que tan desastre éramos hasta que Leah comenzó a hacerse cargo de todo y ella jamás supuso que el taller le pudiese presentar un reto hasta que ingresó en los archivos. Están arreglando el negocio juntos y por supuesto, yo estoy mucho más tranquilo ahora que sé que está en buenas manos.

Charlamos un poco más acerca de las horas que estuvimos separados. Ella apoya su cabeza en mi pecho y yo dejo a mis manos correr despreocupadamente entre su cabello. Nunca me canso de ello, de su sedosidad o de su aroma tan propio.

—¿Qué es eso? —Leah advierte el email en la mesa y lo señala.

—Míralo tú misma.

Me da una mirada inquisitiva y presa de la curiosidad, lo alcanza para leerlo. Veo como sus ojos se agrandan cuando asimila las palabras y como sube una de sus manos para cubrir su boca cuando me mira rebosante de emoción.

—¿San Francisco? ¡Lo lograron, realmente lo lograron!

Se lanza de nuevo sobre mí, esta vez sin nada de delicadeza y llega hasta mis labios con toda la efusividad. Me da un par de besos en realidad calientes y me obligo a llevar mis manos hasta su rostro para suavizar sus labios y poder calmarla. La quiero excitada y rebotando encima de mí, pero las noticias no terminan ahí y ella debe escuchar esto.

—Estoy tan feliz por ustedes, chicos.

—Gracias, pero creo que querrás saber que el festival no es hasta dentro de dos semanas...

—Sí, ¿qué con eso?

—Nos han pedido que demos un par de presentaciones luego de eso. —digo las palabras lentamente para observar su reacción. Ella se echa atrás y muerde su labio.

—Oh, ¿eso qué significaría?

—Quieren que nos quedemos al menos tres semanas en San Francisco para dar presentaciones en lugares pequeños y así comenzar con la promoción de la banda. —Millenium Records no se anduvo con rodeos. Tan pronto firmamos el contrato, comenzamos a trabajar en sencillos para lanzarlos en un rango de ocho meses. Ellos trabajan rápido y nosotros estamos entusiasmados de poder cumplir con todas las expectativas, es por eso que era tan difícil todo esto. —Esperan que para cuando el disco esté completo, nuestro nombre ya se escuche en todos lados.

Veo la sombra de la duda bajar hasta sus ojos y muerde su labio tan fuerte hasta volverlo blanco. No quiero que dude, porque sé cómo funcionan los engranajes en esa cabeza suya y lo que quiero decirle va por un camino completamente opuesto al que ella puede imaginar.

—Sé que recién haz comenzado a trabajar con Rick y él dice que no hay ningún problema si aceptas. Todo sea por la causa. —Llevo mi pulgar hasta su boca para liberar su labio de su confinamiento y la obligo a mirarme. —Quiero que me acompañes en la pequeña gira.

Toma un aliento brusco y antes de que pueda decir algo, sello mis labios sobre los suyos tragando sus palabras.

Estoy jugando sucio aquí, ¿y qué? Demándenme. Es por una buena causa, de todas maneras.

Trabajo mi boca sobre la de ella, dejándola que tome su tiempo y se enfoque en esto. Que se relaje contra mí. Ella no puede obviar el hecho de que tan bien nos sentimos juntos. Es algo natural sin lo cual no quiero estar nunca más.

Ahoga un gemido cuando la arrastro contra mí de vuelta hasta tenernos tendidos en el sofá. Dejo mis manos correr por el pulso que late en su cuello y por encima de la piel cremosa que ofrece el escote entre sus pechos. Está llevando una maldita blusa recatada que quiero arrancar, pero en el juego previo es muy importante mantener la paciencia.

Tomo sus pechos en mis manos, masajeando lentamente y dejando que mis pulgares alcancen sus pezones erguidos. Me gusta saber que ella es masilla en mis manos porque estoy seguro de que le gusta el efecto que tiene en mí también. Rendida totalmente a lo que hemos comenzados, se acomoda mejor encima de mi entrepierna que está atenta a sus movimientos y mueve su centro justo en donde mi miembro se encuentra duro. Mi mandíbula se contrae.

—Yo también sé cómo jugar a distraer. —Me recuerda encima de mis labios y me besa de nuevo, su lengua húmeda bailando junto a la mía y poniéndome a mil en un tan simple acto.

Me siento como un escolar, mientras nos tocamos, masajeamos y movemos el uno contra el otro manteniendo nuestras ropas puestas y comiéndonos la boca como si alguien fuese a entrar en el cuarto de un momento a otro y sorprendernos en el acto. Después de que casi todos nos sorprendieran en maneras comprometedores, me aseguré de que ya nadie tenga la llave de este lugar.

Completamente impaciente, alejo mis labios de los suyos y libero sus pechos de su confinamiento. A la mierda el juego de distracción. Bajo la blusa y el sostén de encaje y sin darle tiempo, coloco una mano bajo su trasero y la alzo para que sus pechos queden justo a la altura de mi boca. Cuando llevo el primer pezón a mis labios, ella echa la cabeza atrás.

Mirar a Leah pérdida entre el deseo que experimenta su cuerpo siempre va a ser una de mis cosas favoritas en esta vida.

Con torpeza para no perder el contacto en el otro, nos sentamos y volvemos a los besos mojados. Ella saca mi ropa por encima de mi cabeza y la arroja sobre su hombro. Aprovecho para tomar ambos costados de su falda y levantarla hasta tenerla enrollada en su cintura. Solo lleva bragas de encaje. ¿Divino, ¿no? Nos sentamos de manera que sus pechos se rocen en contra del mío.

—¿De verdad me quieres contigo en la promoción de la banda?

—Completamente.

Tiene una sonrisa agridulce y sus ojos se ponen acuosos. Ella es tan hermosa, ¿cómo puede sorprenderse aun de que la quiera a cada minuto conmigo cuando es tan evidente?

—Te amo con toda mi alma y más —Le confieso y esta vez son mis ojos los que se vuelven llorosos porque siento que le estoy entregando mi corazón definitivamente y todo lo que soy en sus manos. Y tengo miedo. ¿Qué hago si no los quiere?

Aquí está la cosa... Me siento vulnerable en lo que a ella se refiere y necesito saber que Leah se va a mantener a mi lado.

Las últimas semanas han sido maravillosas, pero la vida es imprevisible y el destino una perra, no puedo fiarme de eso y tampoco quiero hacerlo. Porque no quiero dar por sentadas las cosas con Leah, quiero siempre mantener las ascuas de la conquista y el sentido de ganarme su amor constantemente.

Unas de las pocas cosas que recuerdo que me enseñó mi padre, fue a jamás dejarme ver llorar a menos que valiera la pena. Él no lo hizo nunca, excepto hasta aquel día que se despidió de mamá, de Rick y de mí. Él dijo que estaba bien mostrarse ante los que uno ama y eso es lo que estoy haciendo ahora.

He esperado mi cuota con Leah y el ataque. Le ha dado tiempo para que nos aclimatemos juntos de nuevo. A esta nueva clase que somos. Amigos/Amantes/La mitad del otro. Necesitamos estar en la misma página. Ella necesita de mí, yo necesito de ella. Puedo darle todo lo quiere. Puedo ser el chico que se merece. Puedo morir en el intento. Ahora lo sé, porque la amo.

Ella me da un beso que hace que todo pensamiento lógico se vaya de mi cabeza y enreda sus manos entre mi pelo.

Esa es mi señal.

La primera noche, cuando la llevé a mi apartamento, nos dormimos abrazados. O al menos, Leah durmió. Fue una devuelta de mano. Velé su sueño por horas, di gracias a todos los santos que conocía por tenerla conmigo y prometí a todas las fuerzas de la naturaleza que iba a hacer lo correcto.

Esa misma semana fuimos a una cita.

La primera.

Y ya saben lo que dicen de las primeras veces, estas sientan un precedente.

Fuimos al cine, fuimos a cenar y le compré flores. Aprendí dos cosas aquella noche. No tengo la menor idea de flores y existe un millón de ellas solo para volverme loco. Y por supuesto, que son los detalles, los actos pequeños los que se roban la pantalla. Cuando fui un adolescente salí en citas, pero no eran importantes. Eran un medio para tener a la chica al final de la noche, un medio para conseguir un beso y quizás algo más. Con Leah, obviamente no se trataba de eso. Se trataba de complacerla, de elegir la película que sabía que le gustaría, de ver su sonrisa a través de la mesa mientras elegíamos para cenar. Tomar su mano al caminar en la calle. Los toques más inocentes, eso era.

Construí mi camino alrededor de ellos. Los besos ya estaban en el menú, así que no tuve que esperar por ellos, pero el llevarla a la cama, el poder unir nuestros cuerpos tuvo que esperar. Tanto como deseaba estar con Leah, me aseguré que su cuerpo y su mente estuvieran sin rastro del toque y el miedo hacia Aarón para dejarnos ser.

También, la primera noche enredados entre las sabanas de la cama fue un sueño. Ya nada se trata de experiencias robadas. Ya nadie sale corriendo. Leah está ahí y me deja adorarla como se merece. Me deja besarla hasta que se le cierran los parpados y el sueño la reclama, solo para despertarla del mismo modo a la mañana siguiente.

Libres de ropa, Leah me monta con movimientos lánguidos. Mis manos en su cintura, las suyas en mis mejillas. Nos miramos a los ojos, las respiraciones son trabajosas y el calor aumenta rápidamente. Es intimo en niveles que no conocía. Es familiar; dulce y placentero. No voy a dejar de lado la parte de sudoroso, caliente como el infierno y que me deja en mis rodillas. Es solo que no se trata de eso por el momento.

Me quedo viendo su imagen de diosa sobre mí, tomando todo lo que quiere, dándome sin darse cuenta.

Es perfecta.

Y es mía.

Estos somos nosotros, entregados y plenos. Solo nosotros.

Hay una palabra que Leah usó en el hospital que se ha quedado conmigo. Lo entiendo, por primera vez entiendo que amar a Leah no se trata de luchar todo el tiempo, sino que de los momentos en los que nos permitimos ceder.

No creí que fuese posible entregarse tanto a alguien, pero Leah me ha demostrado lo contrario. Puedo ser uno con ella y el mismo por sí solo, pero cuando no está conmigo, no se siente del todo bien.

Me falta mi perfecta mitad, eso es.

Si ella acepta esto, no tendré que preocuparme por eso.

Nos movemos como si fuésemos uno solo y tal vez lo somos, reconociendo al otro y tocando los puntos que sabemos nos impulsaran al clímax. Lleno cada centímetro de su cuerpo que tengo a mi alcance de besos. Recorro con mis manos la piel tersa que me ofrece y le susurro cuanto la amo sin perder el ritmo de mis caderas en contra de las suyas. A cambio, ella se aferra a mí con todo lo que tiene. Jala mi pelo de tal manera que me hace gruñir en el umbral de lo excitantemente doloroso y justo en el segundo previo a que colapsemos juntos, ella me mira a los ojos y su amor me abruma.

Caigo feliz contra del sofá con Leah encima de mí, su cabeza bajo mi barbilla y su cabello causando cosquillas a lo largo de mi pecho.

Leah alcanza mi mano y entrelaza nuestros dedos.

—La primera vez que te vi me maravilló la manera en que el sol robaba destellos de tu cabello. Éramos unos niños y nunca había visto que el cabello de nadie pudiera hacer eso. Te observé en la escuela, con los chicos y tus novias y siempre me pareció que estabas en una línea completamente diferente a la mía, entonces un día me saludaste y te sentaste a mi lado y eso fue todo para mí.

Leah es una melancólica. A veces, cuando dice partes así de nuestra historia de niños, siento todo el dulce amor adolescente que sufrió.

—Papá fue quien te reconoció y dijo que me acercara. —Le confieso y ella se ríe, haciendo a su cuerpo temblar sobre mi regazo.

—Tu padre sabía lo que hacía.

Sí, él definitivamente sabía. Si de alguna manera mi padre había previsto que íbamos a llegar hasta aquí, en donde esta chica terminaría por convertirse en mi todo, creo que es el maldito mejor último acto que hizo al impulsarme a sentarme con ella aquel día.

Ese fue el inicio de todo para ambos, aun cuando lo desconociéramos.

—Voy a estar donde quieras que esté —murmura colocando un beso sobre mi corazón.

Suspiro... Bueno, demonios.

Leah comienza a darme pequeños besos en el cuello. Echo la cabeza atrás para darle más espacio. La banda hoy no se presentare hasta bien entrada la noche y podemos jugar algo más si ella quiere. Solo lo hago por ella, ¿qué no se nota?

—¿Esa sonrisa que pones cuando acepto una de tus propuestas? Creo que la amo —dice subiendo hasta reclamar los besos en mi barbilla.

Me rio.

—Les voy a decir a los chicos que has aceptado vivir conmigo. Esta noche.

Las caricias se detienen inmediatamente. Leah se sienta derecha para fulminarme con la mirada.

Esta como que es una discusión que no hemos superado aún. Ella aceptó mudarse aquí la semana pasada, puesto que de todas maneras pasa todas las noches conmigo y sus cosas llenan mi armario y se esparcen por mi baño. Lo que hizo mi sueño. Pero por alguna extraña razón, ella quiere mantenerlo para nosotros. Alega que los chicos tienen sus mentes ocupadas. Como si a mí me importara. Ella acaba de aceptar la otra parte del trato, no separarnos ni en los viajes, y quiere que oculte esto. Ellos merecen saberlo también. Estoy seguro de que les alegrará enormemente.

—Oh no, no lo harás.

—Lo haré, puedes apostar por ello —Leah me frunce el ceño. Acerco mi nariz a la suya para frotarlas juntas. —Lo haré a lo grande, dulce.

No se ve convencida. Así que la volteo en el sillón y dejo que sean mis labios quienes la convenzan. A nuestras bocas las gusta nuestra charla porque pronto se está removiendo cerca, gimiendo y pidiendo por aire.

Soy un maldito afortunado.

Llegamos retrasados a Carlston.

Entramos corriendo por la puerta trasera tomados de la mano y nos despedimos con besos rudos antes de obligarnos a separarnos.

—Estamos sobre la marcha, hombre —dice Eddie a modo de saludo. Está algo tenso últimamente. Creo que el trabajo y todo lo que de la banda lo mantienen tenso. Quién sabe, se niega a hablar de ello. —Trev también acaba de llegar así que alístense, salimos en cinco minutos.

Trev que juega con sus baquetas, me regala una sonrisa sexualmente satisfecha que estoy seguro refleja la mía y eleva su mano para chocar los cinco.

Ya no tocamos todas las noches de los viernes como antes. Ahora tenemos suerte si es una vez en el mes. La banda se mantiene ocupada en la composición, ensayar los temas nuevos y presentarnos en otros lugares. Es algo genial, pero tocar aquí siempre se sentirá como casa. La gente local nos aprecia. Ellos nos escucharon por primera vez. Ellos nos dieron alas. El lugar no deja de estar atiborrado y el público es entusiasta hasta decir basta.

Tocar aquí se trata de relajo e interacción con el público. Tocar lo que ellos nos piden, jugar con las respuestas listillas de las chicas, reírnos y llenarnos de energía.

Para cuando la primera pausa de la noche es hecha, me encuentro cubierto en sudor, saltando arriba y abajo. Estar en un escenario para mí significa excitación.

Eddie comienza a hablar con el público, a ponerlos al día del por qué ya no estamos tanto alrededor. Busco a Leah con la vista. No me cuesta mucho encontrarla. De pie en un lado del salón con Alice a su lado. Ambas levantan un trago en mi dirección al sonreírme, pero es la sonrisa de mi chica la que me hace volverme estúpido.

—Quiero decir algo —Tomo el micrófono frente a mí.

Muchos pares de ojos se vuelven, por lo que trago audiblemente.

Los ojos de Leah se agrandan. Ella sabe lo que se viene.

—Esta chica de aquí, oh hombre, esta chica de aquí acaba de aceptar vivir conmigo. — Estoy seguro de que a nadie del público le importa una mierda saber eso, pero aun así la multitud reacciona. Hay silbidos y gritos entusiastas. Así como también quejidos de parte de las chicas y un puñado de chicos que espero sean idiotas lamentándose por Leah. Me estremezco.

Una luz de los reflectores es apuntada directamente su rostro de Leah y ella es cegada por unos segundos. Se ve tímida en la pista con toda la atención del público en ella. Sus mejillas de un profundo rosa y su rostro dividido en dos con una sonrisa que habla a partes iguales de emoción y vergüenza.

Sé que no debería ser tan entusiasta como para compartir con todo el mundo en este lugar, pero ella me hace perder la cabeza, cada día más.

Poder estar con Leah, sin malos tratos de por medio, solo ella y yo al inicio y al final de todo, es más de lo que me imaginé que sería. Completa toda mi maldita vida y estoy seguro que todo el mundo lo puede ver.

Rick dice que tengo una sonrisa idiota todo el tiempo. Coincido con él en lo de idiota. Soy un bastardo con suerte, mucha, mucha suerte.

La multitud emite otra ronda de gritos cuando me bajo del escenario de un salto para llegar hasta Leah. Se siente como en una buena película donde todo está sincronizado a la perfección mientras la gente se aparta, haciéndome el camino fácil para llegar hasta donde ella saluda con su mano. Me ve acercarme y me da la clase de mirada que promete una reprimenda pronto y estoy más que bien con ello. Últimamente cada vez que meto las patas y ella se pone en plan de regañarme, solo conseguimos terminar en la cama teniendo algo de buen sexo enfadado y luego algo dulce para compensar.

Tomo su rostro entre mis manos y estrello mis labios contra los suyos tragando su suspiro sorprendido. Sabe ligeramente a alcohol y su nota dulce característica.

Se ha hecho a la idea del público conmigo. Ya no tiene tantos problemas con la atención de todo el mundo. Aun no le gusta, pero lo tolera porque es parte del paquete de estar a mi lado. Qué puedo decir, soy algo exhibicionista. Me gusta que todo el mundo vea que esta hermosa chica es mía y que puedo reclamarla en cualquier parte que desee.

Sus manos suben hasta enredarse en mi pelo cada vez más largo. Se ha quejado de él, pero también le gusta porque condenadamente se aferraa a él cuando hacemos el amor.

Trevor dice algo por los altavoces que no alcanzo a captar pero que provoca que la multitud se ría. ¿A quién le importa lo que pueda decir cuando tengo a mi chica en mis brazos, haciendo mi cabeza volar solo con el roce de sus labios? Su lengua no es tímida y encuentra la mía en cada uno de mis juegos. La saboreo, mordisqueo y me trago cada uno de sus suspiros. Me estoy excitando y solo nos estamos besando.

Cuando me echo atrás, no puedo evitar sonreír porque no soy el único con problemas para controlar su respiración.

—¿Tenías que compartir eso con todo el mundo? —pregunta luego de tragar un par de veces.

Acomodo detrás de sus orejas el cabello que se interpone en mi camino de admirar su rostro. No estoy de ninguna manera alejando mis manos de ella, así que le hago una seña al escenario para que los chicos capten mi indirecta. Necesitamos un receso.

Eddie lo comunica por el micrófono, por lo que guío a Leah a los taburetes de la barra a por una cerveza bien helada que baje algo de mi libido. Coloco mis manos en sus caderas para alzarla en el banquillo y las dejo allí una vez que se acomoda para mirarme de frente.

—Estoy feliz. —digo simplemente y sus labios ahora enrojecidos tras los besos, forman una linda sonrisa.

—Lo sé, mi amor, pero tienes que calmarte. Estás por todos lados.

Mi amor.

Si ella supiera lo que me hace cuando me llama así.

Tengo vagos recuerdos de que era un modo de llamarme cuando estaba borracho o siendo difícil. Pero ahora tiene un sentimiento diferente detrás de sus palabras y eso simplemente aprieta mi pecho.

Dos de las chicas nuevas que trabajan ahora en Carlston se acercan y me extienden un par de cervezas. Las tomo con una sonrisa y le extiendo una a Leah obviando las malas caras que las chicas ponen.

Se acabó el mirar a otras chicas para mí. No es que de pronto me haya vuelto ciego, pero a cada lugar que voy, en cada momento, siempre me encuentro buscando a Leah. Siendo consciente de su proximidad, de su cuerpo. De la forma en que ella también me busca con la mirada y que cuando conectamos con solo una sonrisa me tiene. Eso no lo tuve jamás con nadie. No es algo que se encuentra en la calle. Es algo que llega a ti y se llama amor. Lo vi con mis padres. Ahora lo entiendo. Lo tuve con Leah como solo amigos, pero es infinitamente más fuerte ahora que somos una pareja. Cada acto en nuestra relación está marcado por el cariño que nos tenemos. No me pregunten a que sabe, no puedo describir el sin fin de emociones involucradas en un acto que antes me parecía básico. Es irreal y no lo cambiaría por nada en el mundo.

Un par de gritos entre la muchedumbre apretujándose hacia la parte delantera del escenario, me alerta de una pelea en progreso. Suele pasar en el bar, no es algo que necesite mi atención. Los universitarios borrachos pocas veces pueden controlarse, yo sé de eso. No soy universitario y aun me pasa en algunas ocasiones.

Hay un par de gritos más estridentes, lo que me indica una pelea de chicas. Vaya, eso puedo mirarlo. Eso es caliente.

—Oh, por Dios. —Leah usa mi brazo de palanca para ponerse de pie sobre el taburete y mirar la pelea. Ella me da una mirada con sus ojos alarmados. —Son los chicos...

—¿Qué?

—¡Efren, son Mandy y Trevor! ¡Vamos!

Ella jala mi brazo y se abre paso entre la multitud a codazos. Cuando llegamos adelante, apenas puedo asimilar la situación antes de tener que echarme atrás y evitar un golpe directo a mi rostro.

Trevor está en un lado, lazándose golpes con un tipo, pero como a de esperarse, mi amigo está disfrutando de ello. Se está riendo, lo cual es estúpido porque es sabido que uno no debe festejar antes de la victoria. Pierdes el enfoque.

Pero no es él quien me impresiona.

Aferrada a su espalda, hay una muchacha y justo encima de ella está Mandy.

Joder, definitivamente voy a tomar un nuevo respeto por esta chica.

—Suelta a mi hombre, zorra. —Ella exclama y lo siguiente que sé es que le da un puñetazo de la manera correcta que manda a la muchacha al piso.

Hay quienes celebran este hecho y la risa de Trev suena más fuerte.

—Efren, hay que hacer algo... —dice Leah. Ella no está, en realidad, preocupada porque él salga lastimado, sino porque termine esta suerte de circo.

Pero no, en realidad me estoy divirtiendo con ello.

Jalo a mi chica por detrás para mantener sus instintos de súper chica bajo control y veo como esto continua. Es un código de chicos no intervenir en la pelea de otro. Esto está resultando ser hilarante y me siento muy bien esta noche.

En este momento; hay peleas, hay gritos y risas, y entre medio de todo estamos Leah y yo. Con ella a mi lado, cualquier lugar se siente bien.

Es justo como debe ser; perfecto. Tenemos nuestra amistad y nuestro amor y a quién le importa la mierda que pueda venir o significar esta pelea de Trev y Mandy.

Todo va a estar bien.

Créanme, estamos juntos. Todo va a resultar bien al final de todo.

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