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CAPÍTULO VEINTITRES

EFREN

Miradas hostiles.

Eso es lo que me he ganado de parte de todo el mundo ahora que saben que me volví a pelear con Leah. De hecho, todos me evitan, incluso los camareros que bien podrían traerme una copa.

Mis amigos se han retirado a un rincón desde donde me lanzan miradas que dicen claramente "¿en serio?", casi siento que debo de ir a disculparme con ellos también.

El objeto de que me rechacen, está como si nada parada bajo una lucecilla que la hace lucir como una pequeña hada de jardín. Su mirada fija en el pasto, su cuerpo balanceándose ante la música de la banda en vivo.

-Lo siento... -digo y espero a que ella se voltee a verme. Lo hace, de manera lenta. Sus manos enrollando un trozo de tela del vestido entre sus dedos que me deja ver cuán nerviosa se encuentra. Estoy intentando centrarme en ser un chico grande, pero ella no me lo pone fácil cuando me mira de esa manera. Sus grandes ojos marrones brillando con las lágrimas contenidas. Hago acopio de todas mis fuerzas, para no acercarla a mí y decirle que todo estará bien. Que todo volverá a ser como antes. Pero no puedo, porque eso es una mentira. Ya nada será como antes. -He sido un idiota un momento atrás.

Leah pestañea dejando un par de lágrimas deslizarse por su mejilla de manera silenciosa, que muero por secar. Esto es para arreglar las cosas, me repito internamente y cierro mis manos en puños.

Leah se limpia el llanto de un golpazo y me da una sonrisa débil que no llega a sus ojos, antes de asentir.

-Yo también. -Me dice y yo le sonrío de vuelta, de manera fácil.

-Sí, lo fuiste.

Su sonrisa se acentúa.

Ambos hemos sido un par de imbéciles. Y no solo hablo de esta noche. Me refiero a muchas cosas.

Para empezar, por mi parte; jamás debí dejar que la primera vez que la lleve a la cama, borracho o no, ella me ofreciese ese trato a la mañana siguiente. Solo debí de ser un hombre y decir, demonios, no. Te amo y te quiero a mi lado, ya veremos lo que nos cueste.

En la pista de baile, una canción de Frank Sinatra comienza a ser interpretada y en la distancia puedo ver como mi madre es sacada a bailar, por su ahora esposo Hugh.

Leah tenía razón; mi madre siempre será mi mamá haciendo las cosas que las madres hacen. Siempre estará ahí para mí y sé que siempre guardará con amor el recuerdo de mi padre. Albergo el deseo de que el viejo, desde donde quiera que esté, vele porque ella sea muy feliz. Si no es de esa manera, le partiré la cara a Hugh.

Siguiendo mi mirada, Leah se sorbe los mocos de una manera nada femenina. Las lágrimas caen libremente y ellas deja ir con una sonrisa extraña en su rostro. Sentimental.

-No te atrevas a decir nada -Y vuelve a sorber. Sí, mi chica es toda una dama.

Prefiero guardarme una respuesta listilla para no arruinar el ambiente.

Hay un par de parejas que se han unido a la pista de baile y caigo en la cuenta de un detalle no menor. Leah y yo, jamás hemos bailado un lento y mucho menos de Frank Sinatra y carajo, todo el mundo debería de tener su lento de Sinatra en esta vida.


LEAH

Cuando veo la mano extendida frente a mí, me quedo de piedra. Me siento realmente en una montaña rusa esta noche. Nos hemos peleado, hemos hecho las paces a nuestra manera y ahora, ¿esta parte cuál es? ¿El subidón?

Mientras mis dedos son envueltos por los de él, me confirmo que es exactamente el subidón. El momento justo cuando vas en el carrito y comienzas a subir por los rieles hacia el cielo.

"Thats life" comienza a ser cantada en la voz suave de la chica que está ahora en el escenario. Escucho como a mi alrededor hay un murmullo colectivo por la elección de canción y eso trae una sonrisa a mis labios. Es una gran canción sin duda y me encanta, aunque no tanto como la sensación vertiginosa de los brazos de Efren ser envueltos a mi alrededor. De una extraña manera, se siente como volver a casa.

Mis brazos suben por su torso hasta juntar las manos detrás de su cuello y las manos de él, por supuesto, tienen que descansar justo sobre la curva de mi trasero. No hago comentario sobre ello, ni me atrevo a mirarlo a los ojos tampoco a la vez que comenzamos a movernos con la cadenciosa melodía.

Nunca habíamos bailado un lento, no realmente. No nos hemos pisado aun ni nada, pero hemos trastrabillado y nos estamos moviendo más bien en círculos.

-No sé bailar bien este ritmo. -Le digo a modo de disculpa cuando él se mueve hacia adelante en el mismo momento que lo hago yo y el poco espacio que nos separaba es ahora inexistente.

-Yo tampoco, pero creo recordar a cierta señorita que me enseñó un par de pasos de baile hace muchos años atrás.

Oh no.

Cuando íbamos en secundaria, específicamente en nuestro último año, Efren pasó por una de las escasas etapas en su vida en las que no tuvo novia alguna; tenía muchas chicas colgadas del brazo en la escuela. Nunca nada serio y yo tontamente, estaba en una etapa también en la que no le era indiferente.

-Ni siquiera sé que es lo que te enseñé, solo quería pasar más tiempo contigo por aquel entonces. -confieso. Ha pasado tanto tiempo que no tiene caso ocultarlo.

-Lo sabía, mi madre me dio clases también y algunos de los pasos eran muy diferentes y no requerían que la mantuviera abrazada todo el tiempo. -Sus brazos se tensan a mi alrededor mientras que una profunda risa remueve su pecho. Está satisfecho.

-Vaya, lo siento. -Le digo avergonzada y él se detiene. Subo mis ojos a los suyos por primera vez y es un error, porque lo que veo allí hace a mi cuerpo ceder.

-Yo no.

Sus ojos han vuelto a ser de ese azul profundo que siempre me ha encantado y tienen en ellos un toque de realidad que antes no había estado ahí. ¿Qué es eso?

-Deja de mirarme así -Obligo a mis pies comenzar a moverse de nuevo con nuestras miradas aun unidas.

-¿Así cómo? -pregunta inocentemente. La sonrisa en sus labios lo desmiente.

-Tu sabes cómo -Le reclamo mientras comienzo a sentirme toda acalorada. -Como si quisieras hacerme el amor aquí mismo en la pista de baile.

-Oh, pensé que habías dicho que podía hacer lo que quisiera.

Sí, definitivamente me estoy acalorando justo ahora. Mis manos suben un tanto, hasta encontrar el nacimiento del cabello en su nuca y juguetear con él. Sus manos extienden ligeramente los dedos, sintiéndolo tocar un poco más de mi trasero.

-Estaba un poco prendada de ti en la secundaria. -Voy por otra confesión. Veo sus ojos oscurecerse.

-¿Un poco?

-Está bien, más que un poco -Una risita nerviosa escapa de mí cuando sus manos aprietan empujándome más cerca del medio de su cuerpo. -Me parecías inalcanzable y eso me tenía media babosa.

-¿Cómo es que podía parecerte inalcanzable? Eras mi mejor amiga, siempre estaba para ti.

-Ya, bueno, pero nunca me prestaste atención. Como de esa atención, tú sabes.

Da un pequeño asentimiento, rompiendo la conexión que se ha tejido entre nuestras miradas, en cambio, mira a algún punto sobre mi cabeza. Tengo que reprimir un suspiro. Había extrañado las charlas con tensión sexual en ellas.

Recuesto mi cabeza en su pecho a medida que encontramos un ritmo en el que encajamos perfectamente. Puedo sentir su corazón latir a un ritmo fuerte y constante. Ni siquiera sé si es que la canción que comenzamos a bailar ha cambiado, porque siento la melodía ya muy lejana.

La cabeza de Efren baja hasta mí y su nariz juega con el lóbulo de mi oreja.

-Supongo que ahora que ando detrás de ti, ya no debo de parecerte atractivo -susurra y su aliento cálido sobre mi cuello me produce cosquillas. -De hecho, estoy prácticamente a tus pies así que debo de verme asqueroso.

-Yo...

Todas las malas palabras que conozco acuden a mi cabeza de golpe, todos los juramentos que conozco hacen una fila también y ninguno de ellos me sirve para nada al momento de definir cómo me siento con sus palabras.

Intento echarme atrás para poder mirarlo a los ojos, pero él aprieta la cárcel que se han convertido sus brazos manteniéndome en el lugar.

-Dulce, he estado enamorado de ti desde mucho antes de que me diera cuenta -dice Efren en voz ahogada, deteniendo el baile. -Creo que siempre he estado enamorado de ti. No quería asumirlo, porque era más fácil de ese modo, pero los pasados días han sido... lo peor que puedo recordar desde papá.

Por todo lo que es divino.

Sus caricias se trasladan a mi rostro, la punta de su nariz recorriendo mi mandíbula y mi mejilla.

-Tú no puedes...

-¿Qué? ¿Estar enamorado de ti? Pues que pena que no lo creas dulce, porque es así. Rick lo dijo, me enamoré de la única chica que no está a mi alcance.

Su voz tiene un toque de amargura que se refuerza cuando deja salir una carcajada que no siente. Mis manos bajan hasta posarse en sus brazos y me deja dar un paso atrás. Sus ojos buscan de inmediato los míos y me sorprendo de no encontrar broma en ellos.

Solo para confirmar, olisqueo a su alrededor y aunque hay un deje de olor a alcohol es muy vago. No está borracho, su mirada no es vidriosa.

Aun así, no puedo creer en lo que sale de su boca pesa a que la veo moverse.

-Eres mi mejor amiga... No se supone que uno se enamore de su mejor amiga. Lo sé, créeme. -Sus manos están en mis caderas y con su pulgar me da una ligera caricia. -No me enamoré porque debiese hacerlo o porque creas que fue después de todo el sexo, ni siquiera fue porque quisiera. Solo pasó y siento que me está matando.

Repito; ay, por todo lo que es divino.

Estoy llena de incredulidad. Espere de todos menos de esto. Esas palabras no pueden ser de él. Tiene que ser el peso de la semana recién pasada hablando. No puede ser él, no puede ser Efren, simplemente no.

-Efren... -Una de mis manos sube hasta mi boca y la cubre porque en realidad, no sé qué decirle. Él la quita y entrelaza nuestros dedos antes de volver a hablar.

-Cariño, te veo, ¿sabes? Te veo de verdad, como debí de verte todo el tiempo que te tuve conmigo y no te imaginas lo idiota que me siento cada vez que sé que estás en compañía de Aarón. Siento un agujero justo en medio del estómago con solo que me hables de él.

Créanme, es como si algo se apoderase de mí.

Siento su desesperación en mí, siento su dolor y su corazón lleno de dudas filtrarse dentro de mi pecho y aun cuando me he dicho un montón de cosas, no puedo ser completamente inmune a él.

Aun si sus palabras están siendo producidas por sus miedos a perderme, no puedo dejarlo sí, necesito consolarlo. Que les den a las consecuencias. Extrañé esto.

Me alzo en puntillas y junto nuestros labios. La electricidad me recorre como si me hubiese chocado un rayo. Efren está ahí, de pie y entonces, con un gemido, sus manos están en mi rostro y se está haciendo cargo del beso. Un beso real que tira mi cabeza hacia atrás y su lengua entra en mi boca. Cálida, húmeda, conocida.

Eso es todo.

Estos somos nosotros.


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