CAPÍTULO VEINTINUEVE
LEAH
A la mañana siguiente, la alarma no suena. El celular se descargó durante la noche y me concedió unas horas extra de sueños intranquilos. Mi cuello se siente engarrotado y mis hombros pesan.
Todos los recuerdos de lo acontecido, acuden a mí. Demonios. Efren. Aarón. Mi madre. Demonios. Claramente, hay mucho que arreglar y explicar.
Quedarme en cama todo el día, no es una opción. Mi madre es una mujer paciente, pero no una santa. Ella estará esperando por una explicación tras el arrebato. No soy dada a ellos. Yo soy fuerte. Lo soy, aunque ahora no me sienta exactamente de esa manera.
La encuentro en la cocina, envuelta en su bata de levantar. Me ofrece una sonrisa queda.
—Tu padre no está, se ha ido a un juego con sus amigos del trabajo —Es lo primero que dice. Su modo de darme paz para hablar con calma.
Mi padre es un fanático de los juegos de golfito en un domingo por la mañana. Cuando era pequeña, me fastidiaba que se escabullera a ellos. Él decía que lo entendería algún día. Papá es banquero, sí, de ahí mi carrera. Y él es chapado a la antigua; los tratos se realizan entre hombres bajo el sol en un juego amistoso.
—No se te han hinchado los ojos, eso es bueno.
No miré mi rostro en el cuarto. La vergüenza se siente como una máscara. Me encojo de hombros.
—Supongo. El resto de mí, se siente...
Aterrada. Dudosa. Encorecida. Pueden resumir. Destrozada también sirve.
—¿Te has peleado con Efren? —Ella ofrece ante mi silencio.
—Es más complejo que eso.
—¿Quieres explicarte? Tengo tiempo.
Y se dispone a preparar té. Es lo de ella.
Sería tan fácil solo contarle todo a mi madre. Tenemos esa clase de confianza. En donde ella me escucharía por horas, sea lo que sea que yo le dijera. Pero estoy segura que si abro la boca, el cuidadoso dique que contiene mis emociones, se desbordará nuevamente. Y hay cosas que mamá no necesita. ¿por qué? Porque le dirá a papá y él un hombre que soluciona cosas. Toma los asuntos en sus manos. Muy similar a Efren. Su calma, su cerebro, su capacidad de ver las cosas en perspectiva escapan por la ventana referente a mí. Él tomará medidas. Y está mayor. Mis padres me tuvieron entrados en edad. Soy su pequeño regalo. Perderá la cabeza de saberlo. Y seguro que mamá no necesita preocupaciones.
De todas maneras, ya decidí dejar a Aarón fuera de mi vida, junto con todo lo que él significa. Tengo tiempo de hacer mi pasantía en otro lugar y estar al día con la universidad. Así es como me muevo. Segura y en terrenos familiares.
Me aclaro la garganta.
—No pasa nada, en realidad. Solo estoy siendo melodramática.
Ella hace una pausa, para darme la mirada. Esa que dice "comienza a hablar ahora".
Suspiro.
—Sé cómo puedes ser Leah y melodramática no es lo que me preocupa.
—¿Qué significa eso?
—Tú sabes, crie una chica fuerte e independiente. No tengo dudas de que puedes con todo. Solo que, en ocasiones, es necesario que las personas carguen algo de tus responsabilidades de paso y así poder dormir tranquila por las noches. —Me revuelvo inquieta bajo su escrutinio. Maldito radar de madre. —Algo me dice que esto es más que una compleja disputa con Efren. A ti te pasa algo últimamente. No presionaré sobre ello si no quieres contármelo.
Mierda.
Soplo mi té para ganar tiempo.
—Sin embargo, hay algo sobre lo que me gustaría hablar. —Ella espera por mi consentimiento. Ella se piensa qué decir, una ligera arruga formándose en su entrecejo. Si hay algo por lo cual mi madre es conocida, es por no poseer un filtro al momento de sus charlas femeninas, así que realmente estoy sudando aquí. —Semanas atrás, aquel desayuno con Efren. Fue... revelador.
Espera, ¿qué?
De todas las cosas, de todos los temas que mi madre puede sacar a colación, ¿ella quiere hablar de un desayuno en tiempos felices?
—Fue muy lindo de su parte, ¿no?
—Oh sí, encantador, pero tú sabes que no me refiero a eso...
Le frunzo el ceño. Fue un gran desayuno. Un gran gesto de parte de Efren y una gran manera de culminar lo que había sido una mañana tras una noche maravillosa. Solo...
Mi madre planta las manos en el mesón, haciéndome saltar.
—Vamos hija, el chico podría haber volcado la mesa allí mismo si te seguía escuchando hablar de tu jefe un poco más.
—¿Qué? Mamá, tu querías escuchar sobre él... —Repaso rápidamente la escena en mi cabeza y de pronto, toda la curiosidad y la satisfacción en el rostro de mi madre caen en un rompecabezas bien diseñado. Fue una trampa. Mi madre nos hizo una trampa a Efren y a mí. No puedo creerlo. —¿Por qué lo hiciste?
Ella sabe de lo que hablo. Sabe que la he descubierto y, aun así, está toda sonriente al respecto.
—Porque soy tu madre y tenía que estar segura de que, si te estabas enamorando, él fuese un buen hombre para ti. —Wow. Mis cejas se pierden al borde de mi cabello. Mi madre me sonríe con suficiencia. —Y lo es.
Seamos sinceros, mi madre no es una devota de Efren, así que permítanme ser escéptica al respecto.
—Simplemente hay algo en Efren cuando está cerca de ti. —Se explica y la sonrisa cambia a una diabólica en su rostro. —Te mira como si fueses lo más preciado que posee y cuando tú lo miras a él, pareciera ser que el muchacho va a estremecerse allí mismo donde se encuentra.
—¡Mamá!
—Lo lamento Leah, es la verdad.
Ella ni se inmuta por mi mala cara antes de seguir.
—Efren es muchas cosas. Se nota a primeras vistas de que es alguien intenso; todos vimos lo que le pasó cuando su padre murió. El muchacho se rompió en pedazos y tú parecías estar todo el tiempo con él y yo no sabía si era lo correcto.
En esa época; habían existido muchas peleas de por medio respecto al tiempo que me pasaba en casa de Efren. No era lo que ella quería para su muchacha adolescente, pero no había manera en la tierra que yo dejara a mi chico de ojos azules solo, cuando podía sacarle medias sonrisas que eran rayos de sol para mí.
Efren estaba cayendo rápido en una depresión. Lo podía apreciar todo el mundo. Era demasiado rebelde. Demasiado enrabiado con la vida para dejar que alguien lo ayudase. Quería vivir el dolor de la pérdida aun cuando no sabía cómo canalizarlo. No quería a su madre con más preocupaciones de las que tenía siendo de pronto viuda y con dos hijos hormonalmente adolescentes. Él era muy consiente incluso en su oscuridad. No quería ser un dolor de cabeza para Rick que lidiaba con los hechos a su manera y en general, no quería la mirada de dolorosa comprensión proviniendo de nadie.
Había sido una época horrible. Me había sentido totalmente atada de manos frente a su dolor. Así que cuando él me permitía pasar tiempo a su alrededor, eso era justamente lo que hacía. Esperar. Estar a su lado, a veces en cómodo silencio y en contadas ocasiones, solo sosteniendo su mano. Resultó que lo contuve lo suficiente para ponerse de pie por sí solo.
Si me enamoré mucho más, si compartí su dolor, eso fue totalmente mío.
Sostenernos era enteramente nuestro.
¿Por qué demonios olvidé aquello?
Mi madre llama mi atención.
—Yo los espié un día. Él reía, tú lo mirabas maravillada y ahí lo comprendí. Ustedes están hechos el uno para el otro. De una u otra forma, parecen complementarse.
—¿Nos espiaste?
Ella asiente.
—Es un buen chico y me agrada... Aunque no todo el tiempo, si puedo admitir. —Me da un guiño esperanzador. —Sé que se arrojaría frente a un carro antes de dejar que algo te pasara. Y eso me tranquiliza en muchos sentidos.
Efren no es la idea del chico ideal que mamá tiene para mí. Ella ha sido clara a través de los años. Y no es como si pueda culparla. Efren es difícil, es un niño. Aún está algo roto y su aspecto tatuado no hace mucho por complementar el paquete. Sin mencionar el pequeño problemita de todas las chicas con las que ha estado y que no parece ser capaz de sentar cabeza.
Él no es tradicional, no es un sueño. ¿Pero su interior? Vale la pena. Por supuesto que lo vale. Y si mamá puede verlo, es lo único que necesito.
—Clarisse tiene una opinión muy parecida a la tuya.
En los ojos de mi madre se cruza una mirada conocedora.
—Lo sé, me dejó saber su plan para la boda. Ese donde supuestamente, te ibas a presentar acompañada solo para ver por si misma que reacción tenía su hijo.
Boqueo.
—Eso es malvado.
—No, es justo. Somos sus madres. Y si no nos preocupamos nosotras por el corazón que les formamos al traerlos al mundo, nadie más lo hará. No podemos simplemente permitir que lo rompan con solo un par de actos mal obrados. —Su ceño se frunce. Ha de pensar que el y errores vasta de un par de palabras y muy poco tiempo para llevarse a cabo. Sus consecuencias pueden tomar toda una vida de arrepentimientos.
Cuánta razón... y que tarde que llega el comentario.
Mamá toma aire, ablandándose.
—No seas boba Leah y si Efren es listo también, arreglarán esto. Sea lo que sea que haya sucedido. —dice dándome una mirada locuaz.
No tengo intención de ser idiota nunca más.
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