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CAPITULO SIETE

LEAH

Finanzas no es algo bonito. Llevar las riendas de una empresa, aun cuando solo eres asistente en práctica, mantiene tu cabeza llena.

Todos mis compañeros se han ido hace unas dos horas atrás. El edificio comenzó a vaciarse paulatinamente a eso de las seis de la tarde. Lo mejor es que Janine se ha ido. En serio, no creo en eso de encasillar a las personas a la primera impresión, pero ella ha demostrado ser tal cual pensé; es estirada, cuadrada y tiene un afán por estar mirando encima de mi nuca cada vez que me volteo. Y lo digo literalmente, la he pillado en más de una ocasión. A veces, solo tengo ganas de gritarle que me deje en paz. Estoy haciéndolo lo mejor que puedo. Me quedo más tiempo del debido, me he llevado trabajo a casa y hasta he acortado mi horario de colación solo para ponerme al día con todo el asunto.

Melvin Enterprises es un gran monopolio, que aseguraría mi carrera si consigo mantener el puesto una vez que termine la pasantía.

Ahora mismo, tengo tres carpetas abiertas sobre mi escritorio. El portátil encendido y voy por mi tercera taza de té. Sí, he dicho té. A mí no me importa que el café te mantenga más alerta, no hay manera de que ese brebaje pase por mi garganta.

Me estiro en la silla de respaldo alto dejando que las articulaciones de mi cuello protesten por la mala postura. Llevo más de una hora sumida en los números que me arroja la pantalla y estoy dolorida.

Unos golpecitos en la puerta me sobresaltan.

Aarón está de pie en el umbral.

—Lo siento, no pretendía asustarla.

Aarón Melvin es sin duda alguna un tipo muy guapo. A contra luz, su cuerpo se ve con una tenue sombra que le da un aire misterioso.

No he tenido la oportunidad de verlo mucho, aunque creo que lo he visto más de lo que lo ha hecho cualquiera por aquí de todos modos. Se ha pasado un par de veces por mi oficina y hemos podidos cruzar un par de palabras. Es atento y coqueto. El hombre me gusta. Se muestra cómodo dentro de su propia piel.

Me pongo de pie.

—No lo ha hecho. Solo estaba ensimismada. No creí que hubiese alguien aún.

—Lo mismo pensé yo. Nadie jamás se queda hasta estas horas, ¿qué hace aquí?

Entra en la habitación con las manos tomadas en su espalda. Una constante curiosa.

—Descubrí que trabajo mejor sin nadie rondando alrededor. Y he querido ponerme al día con todo. Espero no importunar.

—Es muy dedicada, de eso no hay duda y no quiero desalentar a un trabajador cuando posee tales cualidades, pero creo que debería de estar en casa.

—Entonces sí molesto. —digo con una risita.

Él se voltea a verme. Sus ojos verdes intensamente oscuros.

—Oh, claro que no es eso. Me refería a que no es necesario que se esfuerce tanto, señorita Green. Los números seguirán ahí mismo mañana.

—Por supuesto. Yo, solo... de todas maneras puedo llevarme estas carpetas a casa.

Me acerco hasta la mesa con la intención de recoger mis cosas. Pero Aarón me corta el paso. Su cuerpo me obliga a elevar el rostro para mirarlo a la cara y su atención está centrada en mí por completo. Es absorbente. Muy cuidadosamente y a la vez sin titubear, sube una de sus manos y la acerca hasta mi rostro. Su palma se extiende tomando mi mejilla y su pulgar pasa bajo mis ojos.

—No quisiera que se crearan bolsas de cansancio bajo sus hermosos ojos. —Una sonrisa ladina cruza su cara.

No hay chispa, no siento calor dentro de mi como pensé que sentiría. Sin embargo, mis mejillas se calientan ante la proximidad. Como sea, es mi jefe.

—Se ha sonrojado —Hace notar y soy muy consciente de que su mano tibia sigue posicionada en mi cara.

—Sí, bueno... yo...

Aarón deja escapar una risa.

Es ronca y reverbera por su pecho como si el hecho de que me quedara momentáneamente sin palabras fuese la mar de gracioso.

—Es usted deliciosamente ingenua.

—¿Perdón?

Aunque su mano se retira lentamente, sus ojos no dejan ninguna de mis facciones.

—¿Qué hay entre ese chico Efren y usted, señorita Green? ¿Son en verdad solo amigos?

Oh, oh.

—Señor Melvin...

—Aarón —Me interrumpe.

—Cierto, Aarón. Bueno, es algo complejo. —Doy un paso atrás para tener algo de objetividad al responder. Si algo he aprendido en todo ámbito de cosas, es que la sinceridad siempre sale ganando. —Somos más que eso en un sentido extraño.

Sus cejas se fruncen.

—¿Qué significa eso?

—Que todas las relaciones son complicadas, supongo —intento bromear con él para quitar algo de hierro al asunto. Hay una pequeña espina cuando digo eso.

Aarón da otro paso más cerca limitando el espacio que nos separa. Casi estamos compartiendo el mismo aire para respirar.

—¿Qué le parece si dejamos esto hasta aquí...? —Hace un gesto abarcando mi escritorio —¿...y nos vamos a un lugar mejor?

—No creo que sea adecuado.

Sus manos saltan hacia adelante, enseñando ambas palmas hacia arriba.

—Una cena de trabajo. Es tarde y ambos estamos aquí. Puedo apostar a que no ha comido nada. —Mira mi trabajo a medio camino y de vuelta mí. —Sería algo practico.

Muerdo mi labio, indecisa.

Oportunidades, se trata de oportunidades.

—Solo una cena —acepto.

—Solo una cena —concede y se mueve para que abra el paso.

***

Aarón posee un Bugatti. Y yo que apenas sé de autos estoy bastante impresionada. Esto le volará la cabeza a Efren cuando se lo cuente. Mi gran niño que sigue jugando con autitos.

Algo de remordimiento se filtra en mi de tanto en tanto y lucho para apartarlo. Esto es raro y alucinante. Estamos comiendo sushi a más de mil trecientos metros de altura. El Hotel Trump es elegante y ostentoso y mis ojos intentan mirar a todos lados a la vez.

—Vengo aquí de tanto en tanto —Aarón murmura solo para mis oídos mientras esperamos por una mesa. Ser él tiene sus beneficios. No necesita reservación y todo el mundo ha estado corriendo desde que lo vieron entrar.

Una anfitriona rubia nos lleva hasta una mesa cercana a los ventanales. Aarón corre la silla para mí y tomo asiento. La mujer me mira con envidia dibujada en todo su rostro, entregándonos la carta.

—Debería de haber aceptado montarse en mi carro, Srta. Green. Es un sueño —comenta con la carta en sus manos.

Niego.

—Papá me enseñó bien. Si tengo un carro, voy a usarlo. Y aunque no dudo que su auto sea increíble, me gusta estar por mi cuenta.

Asiente, sonriente y extrañamente distante.

—Estoy listo para pedir. —Hace una seña a la mesera que se mueve solicita hacia él. Y pide por ambos. Mi boca queda abierta a inicio de una frase. —Te gustará, tengo experiencia aquí. —Toma mi carta y devuelve ambas. Entonces su teléfono suena. Levanta un dedo hacia mí y contesta. —Melvin... ¿Qué? Por supuesto que no, este fin de semana tiene que hacerse. Di mi palabra sobre estar ahí, no voy a fallar. Quiero mi velero de competencia... ¿Cómo? No me importa en lo más mínimo, soluciónalo. —Y corta, guarda el teléfono en el bolsillo de su saco.

—¿Un mal asunto?

—Sí, incompetentes. Participo en carreras de botes desde que soy un niño. Es un deporte familiar. —Su mano ondea al hablar restándole importancia. —Me molesta cuando las cosas no se dan como quiero. Me molesta cuando doy mi palabra y terceros me hacen quedar mal.

—Bueno, sé sobre lo segundo. Nada sobre lo primero.

Frente a nosotros, platos son servidos. Vasos con agua dispuestos. Y una gran ensaladera. Mis ojos se abren ante la comida. Aarón parece leer mi mente.

—¿Ha probado la soya, Srta. Green? —Mi cabeza se mueve negativamente. Aarón bebe de su agua. —Para todo hay una primera vez. No consumo carnes, grasas, azucares, ni nada con conservantes artificiales. La comida es un tema interesante.

—Puedo apostarlo. —Miro estupefacta los platos y al final me decido por rollos apanados en miel. Aarón me observa aprensivo dar el primer bocado. La carne es curiosa, en un buen sentido. —Esto es bueno.

Sonríe.

—Me alegra que le guste.

Sus modales son propios de alguien que está acostumbrado a una mesa con muchos cubiertos y diferentes platos en una misma comida. Se suelta los gemelos de los puños para arremangarse hasta los codos. Sus antebrazos son velludos y fibrosos. Varoniles. Sus manos grandes y los dedos elegantemente largos.

—Algún día, le haré probar una parrillada vegetariana. —dice como quien no quiere la cosa. —Apuesto que le gustará también.

Mi rostro se tuerce, pero no digo nada. Eso es un poco rápido. El chico es agradable. Su personalidad un tanto errática, estás arriba y luego abajo. No tengo definido su perfil. Entonces hace las preguntas que importan.

—Hablemos sobre su pasantía. Necesita familiarizarse con una cuenta para presentar ante el consejo universitario.

Eso no es un secreto. Como tampoco lo es que Melvin Enterprises tiene las mejores referencias en la universidad. Su programa para estudiantes aprueba a muy pocos postulantes, en su mayoría hombres. O pensándolo bien, exclusivamente hombres. Cuando aposté por ello, era la primera mujer en estar sobre el ojo del huracán. Por eso es emocionante. Por eso estoy aquí sentada. Porque si hago esto, voy a sentar un precedente.

—He estado viendo algunas. —Él asiente, atento. —Tiene muchos movimientos interesantes. Puedo apostar por casi cualquier departamento. Recursos humanos me ha facilitado acceso a sus socios minoritarios para llevar mis apuestas.

Nos vertemos en los detalles engorrosos. Y Aarón me instruye en los datos relevantes a los que debo prestar atención. Adueñarse de una cuenta es justamente eso. Al momento de llevarla ante el consejo, debo de conocerla íntimamente. Cada número en ella. Cada intención al crearla. Todo. La cena se da tranquila. Finjo tomar nota de sus consejos, lo que lo hace reír. Su risa es melodiosa, profunda. Aunque sin chispa. No me contagia como la de cierto chico. No me provoca calor al verlo.

El atractivo que tenía al verlo por primera vez, se reduce a un rostro bonito y me lamento por dentro. Albergaba la idea de que este hombre sacara a Efren de mi cabeza.

—Aún recuerdo lo que es pasar por la pasantía —dice limpiando sus labios con la servilleta de tela. —Mi padre me apadrinó por supuesto. Estuvo respirando en mi cuello todo el tiempo.

—Eso es horrible.

—Bueno, soy el único heredero. Su empresa es mi empresa. No hay hermanos a la vista, no hay nada. Y mi madre, ella no tiene una buena cabeza para los negocios. O política. O cualquier tipo de relación que nos pueda ser beneficiosa. —Su voz se torna dura a medida que habla, lo que me hace removerme incomoda en el asiento. —Ella se ve bien del brazo de su esposo.

Limpio mi boca, como hizo él antes, ganando tiempo.

—Mmm, no es un comentario bonito para decir de su madre.

Se congela por un momento y luego se desentiende.

—No tiene que serlo, algunas cosas solo son.

Bueno, eso es raro.

Mi celular suena en algún lugar de mi cartera y yo la cojo para comenzar a revolver en su interior. La mesera que nos atiende, entabla una cortés conversación con Aarón.

Tengo que limpiar este bolso lo antes posible. Mi mano anda a tientas en su interior y doy con todo menos con el móvil que no para de sonar y vibrar. Hay llamadas perdidas de todos los chicos de la banda y un par de mensajes de las chicas en espera. Me centro en el que salta primeramente a la vista.

20:03 pm. De Efren:

No estás aquí. Sabías que ahora comenzaríamos a tocar los jueves y no estás aquí.

¿Escuchan eso? Es mi corazón siendo aplastado por el peso de la conciencia.

20:10 pm. Para Efren:

Cariño, estoy en medio de algo. Sé lo que me dijiste y lamento fallarte. ¿Te veo luego para ponernos al día?

Pulso enviar y devuelvo el aparato al bolso. Como si eso logrará evitar la rabieta inminente de Efren. Casi de inmediato, mi bolso está loca vibrando y sonando otra vez. Aarón levanta una ceja divertido y yo opto por dejarlo en silencio.

—¿Una mujer ocupada? —Ha pagado la cuenta, ganando tiempo. Nuestra mesera no se ve por ningún lado y un par de tazas humeantes ocupan la mesa.

Tomo una y huelo. Delicioso té de manzanilla.

—Mis amigos, pueden sobrevivir sin mi durante un par de minutos.

—Esperemos, quizás así pueda retenerla un poco más. —Aarón bebe de su té, sin azúcar y sin inmutarse por lo caliente que está. Se relame los labios para quitar el brillo húmedo. —Solo hemos charlado de trabajo. Quisiera que me hablara de usted.

—Pues yo... no estoy segura de qué desea saber.

—Dígame lo primero que se le venga a la cabeza. Lugares favoritos, comida especial, deporte al que sea aficionada. —Se inclina hacia adelante, creando secretismo. Su mirada sostiene la mía y hay un ligero estremecimiento en mí. —Estoy abierto a escuchar lo que quiera decirme.

Rio tontamente. Eso es inesperado. No soy ajena a coquetear. Un apropiado flirteo es estimulante, pero Aarón por si solo es intenso. Y mi jefe, lo que le suma un grado de intensidad al asunto. A él parece no importarle el hecho de que sea su empleada. No lo ha hecho desde que nos conocimos. Sus modales, sus actos, sus miradas están destinadas para dejarme saber que está interesado.

En contra de mi buen juicio, le sigo el juego.

—Amm, creo que me usted me ve como una caja de sorpresas y no lo soy. Asistí a una universidad en mí mismo condado para no tener que abandonar a mis amigos ni salir de casa. —Me encojo de hombros. —Eso dice mucho de mí. Soy alguien simple. Vivo con mis padres. Adoro a mis amigos y cualquier día me cortaría un brazo, por cualquiera de ellos.

Él parece satisfecho. Me regala una sonrisa de imposibles dientes blancos mientras terminamos nuestros tés. No es incómodo el silencio. Aarón me mira por el borde de su taza en todo momento y me encuentro con que es una sensación agradable. Es halagador e intimidante. Había olvidado la sensación de alguien que está detrás de ti, sin conocerte por entero.

Una nueva tanda de mensajes y llamadas ataca a mi móvil. Mi cartera zumba atrayendo mi atención. Aarón me la alcanza.

—No se preocupe por mí, señorita Green, responda.

No necesito que me lo repita dos veces.

20:46 pm. De Eddie:

¿Está bien si vamos a tu casa después de tocar? Pizza sería genial.

20:47 pm. DE Trevor:

Dulce, estaremos en tu casa al salir del bar. Ten cervezas en la hielera. Te amaría si lo haces.

20:49 pm. De Mandy:

¿Estás en una cita y no me has comentado nada? ¿Quién es? ¿Lo conozco? Quiero saberlo todo. Envía fotos para ver si el chico es caliente.

Y como he dejado para el último la conversación que más me temo, pincho en abrir con mucha aprensión.

20:45 pm. De Efren:

¿Estás en el medio de algo? ¿Con quién estás? ¿Hay algo que debería saber?

Vamos, dulce. No me dejes así.

Perfecto, ignórame. La reunión será en tu casa y no te escaparás de mí.

Solo por si te interesa saber, estoy algo emocionado por esta presentación. Nada del otro mundo. Deseaba que estuvieras aquí, me hubiese hecho sentir mejor. Tú lo mejoras todo.

Ok, eso consigue darme una verdadera punzada de remordimiento.

20:55 pm. Para Efren:

Lo siento, realmente lo siento. Hablaremos esta noche. Te deseo mucha suerte.

Su respuesta no tarda en llegar.

20:56 pm. De Efren:

¿Solo suerte? Vaya, dulce. Yo sé que eres más atrevida que eso.

Sonrío. Bobo.

—¿Señorita Green, la he perdido?

Doy un ligero respingo. Aarón está frente a mí, invadiendo mi espacio personal. Él me da una pequeña sonrisa.

—¿Todo en orden?

—Claro.

Nos ponemos de pie, dirigiéndonos al ascensor. De nuevo, se repite el caos de cuando llegamos. Hay personas que se cruzan en nuestro camino y despiden a Aarón cortésmente. Él no les da segundas miradas. La mesera que nos atendió está en la puerta, esperando para abrirla por nosotros.

—Buenas noches, señor Melvin. Esperamos que todo haya sido de su agrado. —Ella es melosa y prácticamente resplandece cuando se despide. Aarón le da una escueta cabeceada afirmativa en su dirección. Cuando me mira, la chica arruga un tanto su nariz. —Buenas noches.

Entonces siento una mano ser presionada en mi baja espalda. Aarón la coloca allí como si nada. La mujer ojea entre nosotros, pero el ascensor cierra sus puertas.

—¿Le ha gustado el lugar? —Él parece ajeno al hecho de donde me está tocando. No es un roce descortés o descarado. Pero lo mantiene. Su mano extendida, transmitiendo calor a través de mi vestido.

Aclaro mi garganta, repentinamente seca.

—Sí, es hermoso, yo solo había oído de él.

—Y, sin embargo, comió más bien poco.

¿Obvié la parte donde el sushi fue servido con palitos al lado? No soy fan de ellos. Aarón los manejó como un profesional, mientras que yo estaba en todo momento pendiente de no hacer el ridículo y que un rollo cayera a mitad de camino de mi boca.

—Oh, es que el sushi no es del todo lo mío. —Le miento y me sale fácil, no porque sea una mentirosa muy hábil. Sino porque no temo que Aarón me pille. Él no me conoce en ese nivel. Si en cambio hubiese sido Efren, él lo habría notad. Aunque desde un principio, él también habría sabido qué pedir. —Pero todo estaba delicioso.

Aarón retira su mano de mi espalda, solo para tomar ambas mías. Lo miro sorprendida. El contacto es cálido y novedoso. El gesto medido cuando su pulgar acaricia mi palma.

—Si me permite decírselo, he disfrutado mucho de su compañía. Hoy no había sido un día agradable, pero esta velada lo he mejorado todo.

Afortunadamente, esta vez no me sonrojo. Acepto el cumplido en silencio, con una sonrisa en respuesta. La sensación es extraña. No en un mal sentido, no obstante, se siente inadecuada. Y si tan solo se lo permito a mi mente, sé el por qué se siente así. Porque no son las manos que deseo tocar, ni las atenciones caballerosas que deseo recibir. Ni el tono de ojos que me miran como si fuese un enigma que desea descifrar, es el correcto.

La persona no es la correcta. Y apesta.

Mi rostro ha de dejar entrever algo. Aarón suelta mis manos y pregunta:

—¿De verdad le ha gustado la cena?

Es mi turno de poner mi mano sobre su brazo.

—Sí, ha sido muy agradable.

En su cara se asoma una media sonrisa.

—Mi placer entonces.

Para cuando las puertas se abren, el frío me golpea de lleno en los brazos. El otoño está llegando casi a su fin y ya se puede prever que este será un crudo invierno, pero como algo típico de mí, no me he traído ningún saco ni ningún cárdigan. De hecho, dejé mi chaqueta colgada en el despacho.

Aarón camina tranquilamente a mi lado, se ha vuelto a calzar su propia cazadora así que cuando lo miro y lo veo cómodo en ella, descarto inmediatamente la idea de que vaya a facilitármela. Él me mira y luego como si nada al frente, como si el viento no estuviera volándome los pelos. Punto en contra. Me acompaña hasta mi carro y me sujeta la puerta cuando la abro.

—De nuevo, gracias por todo. ¿Te veo mañana?

Me parece algo tonto hasta para mí que le consulte esto, pero quiero ver su reacción. Quiero asegurarme de que mañana volverá a ser un día normal en el trabajo y esto no ha afectado en nada.

—Por supuesto. ¿Puedo preguntarle algo?

—Ya lo está haciendo.

Él sonríe y se acerca un paso.

—¿Por qué no me ha pedido que la llame por su nombre de pila?

Vaya.

—No lo sé la verdad.

—Me gustaría hacerlo.

Esta vez, la que le sonríe con picardía soy yo. Tengo a este gran hombre pidiendo por decir mi nombre. Paso frente a él y me subo a mi Jeep, Aarón se sube a la acera y se mete las manos en los bolsillos de su pantalón de tela azul a la espera de que yo me aleje, pero antes, bajo la ventanilla y lo miro.

—Puedes llamarme Leah, ya sabes. —Mis palabras traen una sonrisa completa a sus labios. —Buenas noches, Aarón.

Y salgo de ahí con mi corazón latiendo. Por el espejo retrovisor puedo ver como Aarón se queda dónde está mirando cómo me alejo.

Esto va a ser grande.


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