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CAPÍTULO OCHO

LEAH

Cuando comencé con esto que con Efren compartimos, nunca establecimos reglas. No hemos hablado de ello en absoluto. No sé si debemos de ser exclusivos o aún estamos en el mercado.

Él por su parte no parece haber cesado con sus hábitos de coquetería, porque justo la semana pasada lo vi charlando con un par de chicas. Si he de ser sincera no había ningún movimiento extraño entre ellos, pero igual, las viejas costumbres son duras de roer. No voy a ilusionarme pensando que él de pronto se ha transformado en un chico célibe solo por mí.

Aunque me gustaría de ese modo, las cosas geniales nunca pasan tan fáciles.

De todos modos, cuando vi a Efren con esas chicas colgadas de su brazo regalándole tontas sonrisitas fue como si algo hiciera clic en mi cabeza. No quiero sufrir y sé que tarde o temprano terminaré haciéndolo si es que dejo mis sentimientos por mi amigo salir. Si los reprimí hace años fue por una razón. Fue porque era demasiado doloroso verlo pasar tiempo conmigo cuando se acostaba con otras chicas del High School, fue la misma horrible sensación en mi estómago cuando una de las chicas se inclinó cerca de él para hablarle al oído.

Por muy buen sexo, por muy buena amistad; Efren significa dolor para mí. Él y los sentimientos no van de la mano. Solo bastó verlo congelado a mi lado la primera mañana después de dormir juntos. Él lucía aterrado.

—Es mejor seguir como estamos —Me digo en voz alta, estacionando fuera de casa. —No tienes por qué sentirte culpable de salir con Aarón. Él es particular, pero un caballero. Estás soltera. Puedes hacer lo que desees.

Satisfecha con la charla conmigo mismo, entro en casa. Y hay una nota pegada en la mesa del recibidor.

Nos vamos con los McCallister por el fin de semana. Se una buena chica, dulce. Con amor, papá.

Saco una foto y la envío a todos los chicos.

Vivir con mis padres, no es tan terrible como suena. Ellos son realmente amorosos conmigo. Soy la luz en los ojos de mamá y el orgullo de papá. Ellos son realmente geniales conmigo. No se meten en mis asuntos, mientras sea una buena chica. Eso va en serio.

Gano tiempo, tomando una ducha rápida y cambiando mi ropa. La función en el bar tiene un rato aun, así que me extraño cuando golpean la puerta.

Nada más abro, soy tragada por el abrazo de Mandy.

—Estoy tan feliz de poder verte. —dice contra mi cabeza aplastada contra sus pechos. Yo suelto una risita y la empujo para que entre. Justo detrás de ella, se encuentra Alice que me da un beso en la mejilla.

Ambas se dejan caer en el sofá frente a la tv y dejan las bolsas que traen en las manos en el piso. Me siento en forma india en el piso y las miro con una ceja alzada. Alice me revolea los ojos y mira a Mandy.

—Ya puedes comenzar a hablar, ha hecho silencio todos estos días y en el auto me ha puesto los pelos de punta. —Se queja Alice golpeando con el pie a Mandy ligeramente.

Esta ni se inmuta, ella luce... bueno luce bastante acabada, a decir verdad. Tiene unas ligeras sombras oscuras bajo los ojos y no tiene esa chispa que es normal en ella. Hasta está vestida fuera de lo común, con una gran sudadera que la hace lucir pequeña y sin formas y unos jeans rectos. Algo está pasando.

—¿Mandy? —Me siento a su lado y ella me mira. —¿Qué sucede?

—Estoy hecha un lío.

Alice se arrodilla cerca de nosotras y así cada una toma una mano de Mandy.

—Ya lo notamos. ¿Pero qué es? ¿Podemos ayudar?

Ella niega con la cabeza y se ve triste. Pestañea varias veces para alejar las lágrimas que acuden de inmediato a sus ojos. Ella no llora, como jamás. Lo que me hace alarmarme.

—Me han ofrecido el puesto de editora jefe. —dice después de un eterno silencio.

—Eso es una gran noticia. —Le doy un apretón a sus manos, pero ella no parece entusiasmada.

—Es en Boston, Leah.

—Raaaayos...

Alice exterioriza exactamente cómo me siento. Se levanta y abraza a Mandy y yo me uno. Somos una maraña de brazos cruzados en silencio. Mandy sorbe un poco y la miro con tristeza.

—¿Por qué estás tan triste? Es solo un trabajo.

—No es solo un trabajo. No puedo viajar quince horas todos los días solo para presentarme a supervisar a un montón de editores principiantes y luego volver. No me dará tiempo. Tendré que mudarme. Tendré que dejar todo. Tendré que dejarlas.

Eso me hace un nudo en la garganta. No es como si viera a las chicas todos los días, pero sé que las tengo a un paso de distancia cuando necesito de ellas.

—Ya encontraremos la manera. ¿Por eso es que estás así? Déjame decírtelo, luces terrible. —Ella da una pequeña sonrisa y se limpia los ojos con sus mangas.

—No es solo eso, tengo mucho que asimilar justo ahora. No sé qué hacer.

—¿Qué más hay?

—¿Tienes algún chico que no te deja marchar? —bromea Alice y Mandy la mira con el ceño fruncido.

—En realidad, a él parece no importarle lo que haga.

—¡¿Qué?!

Alice y yo nos acercamos más a Mandy cuando dice eso. Ella de inmediato comienza a negar como arrepintiéndose de lo que dijo.

—Lo siento, chica ya te escuchamos fuerte y claro.

Mandy es una chica rebelde con alergia a las relaciones, realmente no sabía que estaba interesada en nadie. Ha salido con un par de chicos en el último tiempo, pero nada serio. Solo pasadas de una noche, ella parece estar bien con eso.

Sin embargo, me debo de haber perdido de algo.

Mientras que Alice la aguijonea para que nos rebele la identidad de este supuesto chico que es tan estúpido como para pasar de Mandy, la puerta comienza a ser aporreada y no me cabe dudas de quienes son.

Les lanzo una mirada a las chicas quienes se recomponen lo mejor que pueden y me acerco a abrir; Rick es el primero en entrar con cervezas en las manos. Él ya tiene la confianza de llegar y entrar aquí así que me lanza un beso y pasa directo a la parte trasera de la casa en donde se encuentra la cocina.

Trevor sacude mi pelo y pasa con Eddie hasta la sala de estar y entablan conversación con las chicas. La música comienza a sonar de inmediato sacando al lugar del ambiente tristón que habíamos dejado con la noticia de Mandy.

—Leah...

Me volteo para encontrar a Efren de pie en el umbral luciendo más guapo que nunca. Sonrisa pícara en sus labios, ojos profundamente azules, pelo estratégicamente despeinado y me sorprende notar que se ha afeitado lo que lo hace lucir más joven de lo que es.

Y él es todo lo que necesito para estar nerviosa.

—Hey, hola.

Efren niega.

—Ven acá.

Se agacha y tomándome por las rodillas me carga en su hombro y entra en la casa. Ni siquiera me molesto en reclamar ya que a todo el mundo le parece gracioso. Los chicos comienzan a reír como bobos y ninguno corre a mi rescate. Efren camina directo hasta el baño del primer piso y me baja cuando ya no se escuchan las risotadas de nadie. Cierra la puerta y enciende la luz. En este cuarto tan pequeño me siento como si estuviera a punto de ser sometida a una interrogación.

—¿Acaso no te gusta mi saludo? —Le bromeo.

Luce en realidad cabreado, la sonrisa que me dio al recibirlo parece haber desaparecido mientras se cruza de brazos. Lleva uno de sus clásicos polos negros que hace que sus brazos tatuados salten a la vista. No sé porque, pero siempre ha habido algo en sus brazos tatuados que me tienta mucho. Se cuan bien se ven a mi alrededor cuando me abraza o me sujeta para una buena sesión de sexo.

Mi interior comienza a palpitar.

—Eres una tonta, ¿lo sabes?

Él dice y cuando se inclina para mirarme, el pelo le cae hasta los ojos dejándolos bajo una cortina.

—Puede ser. En este punto nos referimos a...

Él niega moviendo las puntas de su cabello por encima de su nariz y yo me siento tentada a apartar ese cabello y ver cómo se van oscureciendo sus ojos. Él está enfadado y yo comienzo a sentirme acalorada. Sé bien hacia donde se dirige esto y la anticipación juega en mi estómago.

—Déjame ver, te has ido por ahí con algún tipo que no conozco. No me has avisado de nada y oh, como olvidarlo, has faltado a la presentación de la banda.

Él da un paso al frente.

—No tengo que estar en todas las presentaciones de la banda, creí que yo lo habíamos hablado.

Doy un paso atrás.

—No tienes que estar, pero yo te quiero ahí.

Él da otro paso.

—Bueno, lo siento entonces papá, no sabía que tenía que ir donde tú quieras ni avisarte de mis cosas. Mi error.

Doy otro paso atrás y choco contra la pared. Los ojos de Efren brillan.

—¿Me dirás con quién estabas?

—No tiene importancia. Solo fue...

—Para mí la tiene. —Él me interrumpe y da el último paso que lo deja frente a mí.

Efren coloca cada una de sus manos a los costados de mi cabeza y solo hay un espacio que impide que nuestros cuerpos se toquen. Siento la electricidad entre nosotros vibrar o es que estoy imaginando cosas. Trago saliva para calmar algo de lo acelerado que se ha vuelto el latido de mi corazón. Por la diferencia de nuestras alturas, estoy mirando fijamente a su pecho y no me atrevo a levantar la vista.

No sé si Efren está exactamente molesto por todo lo que ha dicho, más bien creo ver algo de celos en él. Sin duda está disfrutando de esta situación del gato y el ratón que estamos jugando.

—Leah mírame —Me ordena y lo ignoro. No quiero un sermón. De verdad, que no gracias.

Su voz se ha vuelto más ronca en el espacio reducido y ahora estoy definitivamente más caliente en varios lugares. Él ni siquiera me ha tocado aun y mi piel ya se siente hormiguear. Quiero acércame a él, pero no sé cómo reaccionará. En todo este tiempo jamás ha pasado que salga con otro chico mientras que entre nosotros las cosas se descontrolan cada vez que estamos solos.

—Leah...

Efren alarga sus dedos y tomando mi barbilla, la levanta para que pueda mirarlo a los ojos. Mi mirada queda de inmediato conectada a la suya y él regresa su mano a la pared.

Estamos tan cerca que puedo ver las líneas grises en su iris. Nuestras respiraciones entremezclándose, siento su olor característico picante meterse en mi cabeza.

—¿No me dirás quién era el tipo entonces?

Arriesgándome, niego lentamente con mi cabeza. Él ladea un poco la suya.

—¿Me dirás si significó algo para ti esta cita?

Mi garganta se siente seca de pronto y trago para despejarla.

—Solo fue una comida, no una cita.

No sé porque quiero aclararle eso, pero siento que hace una diferencia de algún modo. Al parecer Efren también lo cree porque sonríe y comienza a cerrar el espacio que queda entre nosotros y yo cierro los ojos con anticipación.

Pasa unos segundos y el contacto nunca llega, cuando abro los ojos otra vez, Efren me está mirando. Y quiero darme de cabezazos porque se siente tan bien, en comparación con Aarón que no sentí nada.

—Eres una boba —dice sobre mis labios y entonces me besa.

La sensación sedosa de sus labios sobre los míos me vuelve la sangre espesa en un instante. Al principio solo está jugando, lo sé porque no es así como me besa constantemente. Su lengua entrando y saliendo en un ritmo lento que me deja con ganas de más. Mi cerebro tiene un serio problema para conectar ideas. No tengo voluntad alguna ante el roce de sus labios y las sensaciones propagándose por todo mi cuerpo.

Su pecho se presionaba con el mío a medida que él profundiza el beso. Controlo mis manos a los costados colgando inútilmente, de lo contrario voy a arrancarle la camiseta, porque su roce contra mis pechos los está volviendo sensibles.

Un movimiento interesante de su lengua consigue arrancarme un gemido vergonzoso que no me molesto en disimular. Los labios de Efren forman una sonrisa en pleno beso y eso me hace sonreír a mí a su vez.

Chico idiota.

Está más allá de mi entendimiento cómo es que logra tener todo el control en este ámbito de nuestra relación, cuando en el día a día soy yo quien lidera todo. Él me deja ser y ordenar. Invadir sus espacios, ocupar su tiempo, disponer de cuanto quiera.

Pero cuantos nuestros cuerpos son los que hablan, me siento reducida a su lado. Eclipsada entre mi personalidad y él, por lo delicioso que se sentía sus manos correr por mis costados. Por como él inspira aire bruscamente mientras su entrepierna se encaja justo con la mía y ejerce presión. Dejándome saber qué tan afectado se siente.

Efren baja sus atenciones a mi mandíbula y yo me relamo los labios. Si seguimos por este camino, vamos a necesitar un tiempo.

—Efren, los chicos están afuera... —consigo decir entre jadeos.

Él sigue en lo suyo como si nada.

—No me importa, no los invoques.

Sus manos se pelean con mi pantalón de chándal y una vez que consigue soltar el cordón de la cintura, cuela sus manos en el interior hasta agarrar mi trasero. Sus manos callosas acercándome a él. Mi respiración queda atrapada en mi garganta mientras que nuestras miradas se atrapan y veo el hambre allí. Cruda y llameante.

—Hey, chicos...

Ambos saltamos cuando Rick aporrea la puerta. Doy una mirada asustada hasta la manija que se sacude y afortunadamente tiene el seguro pasado, gracias por ello, aunque ni siquiera noté que Efren lo hubiese puesto.

—Está bien. Solo estamos hablando —grita Efren y escondo mi cara en su playera cuando le da otro apretón a mi trasero.

—¡Hablando mis pelotas! —Efren maldice ante la voz risueña de Trevor. —¡Vamos, abran para comprobar!

La puerta es sacudida de nuevo y Efren a regañadientes aleja sus manos de mi pantalón. De inmediato, siento la piel fría mientras vuelve a atarlo.

—Por qué no detienen su sesión de sexo y vienen a compartir un poco.

Rick se ríe al otro lado y Alice le regaña para que nos dé espacio. Él medio se disculpa, su voz llegándome amortiguada.

Efren cuadra la mandíbula de esa manera que hace que un musculo se le marque. Muy cuidadosamente pasa un dedo por mi mejilla como si instantes atrás no hubiese estado apretándome contra la pared. No sé cómo logra mantenerse calmo de pronto cuando yo aún no puedo calmar el martilleo de mi corazón que amenaza con salirse por mi boca.

—¿Todo en orden?

Él parece de lo más tranquilo. Ni un pelo fuera de lugar, sus mejillas solo ligeramente arreboladas. No es justo. ¿Qué acaso no le afecto? Descarto eso de inmediato cuando tiene que tirar de su pantalón para que el frente se vea más holgado. Oh, no hay cómo pasar por alto esa parte.

Le sonrío echando una significativa mirada hacia abajo que él comprende a la perfección.

—Me siento algo mareada, pero creo que puedo salir de aquí.

Se ríe. Acomoda su pelo de vuelta y abre la puerta de un tirón. Como es de esperarse, Rick y Trevor se pelean por echar un vistazo adentro del lugar. Idiotas, como si hubiese quedado rastro de algo.

Recorrimos el pasillo hasta la sala de estar en hermético silencio. Las chicas aún están sentadas con algunas botellas frente a ellas y me regalan sonrisitas discretas; lo que las chicas podíamos tener de complicidad, los chicos lo arruinaban con sus bocazas.

—Que malo que eres amigo, yo hubiese arrasado con ese lugar mientras que me tiraba a mi chica. —Trevor se burla.

Efren le da un puñetazo en el hombro que suena en realidad feo y yo abofeteo su cabeza al pasar por nuestro lado, lo que lo hace reír más fuerte.

—Sigue hablando así y te partiré la cara.

Tengo que jalar a Efren del brazo para conseguir llevarlo a un sofá. Se sienta y me tira en su regazo. Sus brazos son firmes a mi alrededor. Sus labios tocando la parte de atrás de mi oído.

—Yo solo digo que...

—No estábamos haciendo nada, ¿ok? —Lo corto. Trevor nunca sabe cuándo cerrar la boca, por Dios. —No insistas Trev, o puedo dejar que este chico te dé una buena paliza.

—No me alientes, dulce —Efren me da un dulce beso en la mejilla.

Trevor le muestra el dedo medio.

—Me gustaría verlo intentar.

—Hay que dejar a los tortolos, —Rick llega con bebidas. Nos entrega botellas de cervezas. —démosles algo de espacio.

Las chicas se encargan del karaoke. Nadie es muy bueno en ello, pero no importa para nada. Es algo bueno no tener vecinos cercanos cuando los gritos son suficientes para estremecer los cristales de las ventanas.

—Quiero besarte —Efren habla en mi oído, sus labios torturándome con besos mariposa a lo largo del lóbulo. —No me importa que estén los chicos aquí, quiero besarte tan mal.

—Efren...

Me acomodo en su regazo de manera que pueda mirarlo a los ojos. Dejo mi botella a un lado y así mis manos están en su cabello. Él cierra los ojos, dejándome saber cuándo le gusta.

—Háblame de esta noche —le pido. —¿Qué tal estaba el bar?

—Lo de siempre. Gente gritando, chicas arrojándose a mis brazos.

Mis manos se cierran en un mechón de pelo y antes de que me dé cuenta, le he dado un tirón. Efren se ríe.

—¿Celosa, dulce?

Mis dientes se cierran juntos, pero obligo a mis manos a relajarse y le sonrío en cambio.

—Para nada, no tengo motivos.

Efren junta nuestras narices para toda respuesta y las frota juntas.

—No tienes por qué estarlo. Solo podía pensar en ti.

Efren es invitado a cantar antes de que pueda decir algo que me deje en vergüenza a mí misma y lo dejo ir.

Los chicos son escandalosos. Más cuando las botellas vacías comienzan a aumentar considerablemente. Me aferro a la única cerveza que voy a beber durante la noche. Tengo que levantarme en tan solo unas horas y mi cuerpo ya se siente cansado. Ahogo un bostezo mientras me extiendo en uno de los sofás a escuchar como Efren canta Suicide de James Arthur. Su voz rasposa dejándome enganchada mientras que les hace muecas a las chicas para ver si así Mandy se anima un poco.

Está tan callada y sin beber ni un poco. La única botella que Trevor le extendió sigue intacta en la mesita de centro.

Mi pobre amiga. Me entristece el corazón verla así. Mandy suele ser el alma de este tipo de reuniones. Y la entiendo. Desde que Mandy se convirtió en editora para la revista de moda que trabaja, se quemó las pestañas por salir bien en ello. Y ahora que al fin obtiene un puesto de peso resulta que está acompañado de un gran cambio.

Si es por mí que jamás se vaya de la ciudad ni menos a donde tendré que verla quién sabe cuándo, pero no puedo ser egoísta. Si algo sé sobre amistad es que se trata de estar para tus amigos sin importar nada, así que cuando ella me pregunté qué debe hacer, le diré la verdad. Que no lo sé, pero que apoyaré la decisión que tome, sea cual sea.

Trevor que ha bebido un poco más que el resto, le quita el micro a Efren y apaga el televisor.

—Oigan todos —dice dejándose caer en el piso y reclamando la atención. —Vamos a jugar un juego.

—No, cielos Trev, ya es demasiado tarde. —razona Eddie con él. —Deberíamos de irnos a casa. Algunos de nosotros tenemos que trabajar en unas horas.

Trevor lo descarta con un gesto de la mano, como si de un mosquito se tratara y levanta la botella que tiene en las manos para que todos la veamos. Rezongando, los chicos se sienten a su lado.

Efren cruza la habitación y se deja caer frente a mi sofá, apoyando su cabeza al lado de la mía. Inconscientemente mi mano sube hasta su cabello para jugar con él. Necesita un corte, sin duda.

—Vamos a jugar a la rueda del destino. —Los ojos de Trevor están vidriosos. —Ya saben, verdad o reto.

Todos comienzan a reclamar a la vez.

—Ya estamos muy viejos para eso Trev —consigo hacerme oír entre las quejas.

Él nos manda a callar.

—Ninguno está en una relación en estos momentos, podemos jugar. Somos libres.

Pienso en eso.

Bueno, es cierto que desde hace un tiempo no coincidíamos en que todos se encontraran solteros, pero eso no significa que de pronto podamos enredarnos entre todos solo porque es un juego. Nosotros no somos de esa clase de amigos, digo somos muy unidos, pero jamás hemos jugado entre nosotros a esto.

—No es una buena idea, Trev. —Le dice Efren, pero Trevor insiste.

—Oh vamos, no sean un grupo de cobardes. —Su mirada nos recorre a cada uno. —Este jueguito podría cambiar nuestras vidas.

Esta vez una risita nerviosa nos recorre a todos. ¿De qué demonios habla? ¿Tan ebrio se encuentra? Ante el silencio de los presentes, Trevor pone la botella a girar. No es cierto, ¿De verdad vamos a hacer esto?

La botella gira por unos segundos y cuando se detiene es para apuntar con su boquilla al mismo Trevor que frunce el ceño.

—Así no es como esto se juega —dice a nadie en particular.

Eddie recoge la botella y lo apunta.

—Bien, ya que estás tan entusiasmado por jugar a esto y el destino —Hace comillas para recalcar énfasis en la última palabra —te ha escogido, tu empiezas.

Trevor aplaude entusiasmado de que aceptemos entrar en su juego.

—¿Verdad o reto? —pregunta Eddie y Trevor finge pensarlo.

—Verdad.

—Vaya, que arriesgado. —Eddie nos mira como buscando apoyo para saber qué preguntar. Rick se inclina hasta su oído y le susurra algo. Este se aleja para mirarlo. —¿De verdad quieres saber eso?

—Claro que quiero. —ríe Rick y me encuentro inclinándome hacia adelante.

Eddie se encoge de hombros y se vuelve hacia Trevor que parece feliz con una tonta sonrisa cruzando su cara.

—Dinos, ¿con quién demonios te enrollaste en tu escuela antes de conocernos?

—Uuuuh —cotilla Rick sobándose las manos.

Vaya curiosidad que tienen, no puedo creer que le ha preguntado eso.

Cuando íbamos en tercero de secundaria, Trevor llegó a la escuela y solo compartíamos una clase juntos, pero no fue por eso porque lo noté. Ni siquiera porque comenzó a frecuentar a Efren, sino porque fue el único chico que se rumoreaba había conseguido tener sexo solo siendo de segundo de secundaria.

Cuando solo éramos unos críos, él se convirtió en algo así como una leyenda y las chicas de todos los grados no tardaron en hacer cola para salir con él. Por no decir que era guapo desde ya con su piel morena y sus ojos verdes. El chico tenía carisma y era muy bueno coqueteando, como lo era también pasando de una novia a otra. Cosa que al parecer ninguna chica notaba cuando lo conocían y luego lamentaban.

Trevor piensa un poco en lo que nos dirá y luego se ríe de un chiste privado.

—Ok, aquí va. No tuve sexo en segundo de secundaria.

—¿Qué?

Eddie y Efren preguntan saltando en sus asientos.

—Lo sabía. Jodido bastardo. —Rick celebra estúpidamente moviendo las manos en el aire.

—¿A ti que te importa, Rick? —Le consulto porque su celebración me parece demasiado efusiva, a decir verdad.

—Este cabrón me robó un montón de chicas y en mi último año.

—Oh, por Dios. —exclama Alice —Todo lo que es el ego de un hombre.

Ya la apoyo. Que bobería.

—No es solo el ego, Alice, era mi último año.

Efren se mueve hacia adelante y nos mueve la mano para guardar silencio.

—¿A quién le importa eso, Rick? —calla a su hermano que le da una mirada oscura. Efren mira a Trevor —Dinos entonces quién fue tu primera chica.

Trevor ríe y alcanza la botella de manos de Eddie.

—Eso es otra pregunta.

—¡Me vale verga, responde!

—Está bien, perdí la gran V con una chica poco antes de la graduación. ¿Contentos?

Todos estamos expectantes a esta nueva información. Así que Trevor nos mintió todos estos años.

Efren le hace señas para que hable un poco más y Trev suspira.

—No les daré detalles si eso quieren, solo fue una chica que conocí y me gustó de inmediato —Él frunce el ceño perdiéndose en el recuerdo por un instante. —Fue en mi carro y nada, solo no hubo un después de ello.

—¿Qué paso? —pregunta Mandy desde el sillón. Ella lo mira con mucha aprensión.

Trevor le devuelve la mirada y suspira.

—Tengo un don para ser idiota y solo jodí las cosas.

—Yo sabía esto. Oh, sí. —Rick vuelve a su modo de celebración y le arrojo un cojín.

Miro a Trev que aun mira a Mandy.

—¿Por qué mentiste sobre ello?

Él se encoje de hombros.

—Al principio fue un malentendido por algo que dije y luego se agrandó. Era nuevo en la escuela, y a raíz de ese rumor todos querían ser mis amigos y todas las chicas querían estar conmigo a pesar de que no pasaba de segunda base. Me hacía de rogar.

Él suelta una risita y yo niego.

—No lo entiendo.

—Me creó una buena fama, dulce. La secundaria fue una gran época gracias a eso. Y en realidad a nadie le importaba si es que yo me había tirado a alguien o no, era solo la imagen. Mi primera vez fue algo mío y de la chica que espero que haya tenido un buen momento también. —Él está algo tenso cuando dice esa última parte y yo decido no presionar más. Suficiente curiosidad por el momento.

Los chicos en cambio le hacen ruiditos y le dicen tonterías a Trev sobre ser un sensiblero. La botella es puesta otra vez girar y apunta a Eddie.

—Verdad —dice sin dudar.

—Bien, dinos algún secreto inconfesable.

Eddie se encoge de hombros.

—Me gusta una chiquilla del trabajo.

—¿Es linda? —pregunta Trev.

—Por supuesto que sí, solo que es siete años menor que yo así que no se si hacer o no algún movimiento.

—Que aburrido que eres. —Le dice Rick y Eddie les pone los ojos en blanco.

La siguiente vez que la botella gira, apunta a Efren.

—Tu turno. —Lo señala Rick.

—Elijo reto. —dice él sentándose erguido y Rick lo analiza.

—Anda, besa a Leah. —Se adelanta Trev y Rick se ríe.

—Eso no es un castigo para él —dice mirando la reacción de su hermano.

Efren se voltea y me da un beso en la mejilla como si nada, luego se sienta como estaba.

—Daah, no así. Un beso de verdad Efren, en los labios. Hazlo interesante.

Graciosos. No.

—No me está gustando este juego. —reclamo cruzándome de brazos.

Rick me da un guiño.

—Claro que no, dulce, pero que pena para ti es el reto de Efren.

—Vamos, par de cobardes. Solo es un juego.

—Idiotas —murmura él y recuesta su cabeza contra el sofá. Yo lo miro y él me da un guiño como el de su hermano pero que me provoca cosas muy diferentes. —Ven Leah, mostrémosles como se hace.

Está loco. Realmente.

Veo como hasta las chicas se inclinan para prestar atención a nuestra interacción. De pronto me siento nerviosa. Él está volteado a mí, sus ojos a la altura de mi barbilla y su boca a la altura de mis ojos.

—¿Qué quieres que haga? —Finjo que no me acaba de fallar la voz en la última silaba aun cuando escucho una risilla no sé muy bien de quien.

Demonios, por qué aceptamos jugar a esto. Por qué no terminamos la velada viendo una película. Joder.

—Solo acércate.

Intento centrarme en lo único importante aquí, intento mirar a Efren en todo momento y la profundidad de su mirada azul consigue relajar parte de las tensiones de mi cuerpo, pero no es como si uno pueda olvidar que va a besar a un chico que supuestamente no besa y tiene a todo un público expectante.

—Esto es un reto —Me recuerda Efren a medida que me inclino sobre él. —Hay que hacerlo bien, tu sabes cómo.

Me regala una de las más hermosas sonrisas que me ha dado jamás y eso me da la confianza que necesito. Él y yo no somos principiantes en esto y si los chicos quieren tendernos esto como una prueba, se llevarán una sorpresa.

Con mis manos agarro la barbilla de Efren y en esa posición invertida la doy un beso en sus sensuales labios. En cuanto nuestras bocas se tocan, escucho los aullidos de los chicos y eso me incita a esmerarme el doble en mi tarea.

Profundizo el beso con Efren, nuestras lenguas danzando como una sola y pronto siento sus manos metiéndose en mi cabello para retenerme en el lugar. Con el sabor de Efren es muy fácil olvidarse de todo. De estos idiotas que tenemos por amigos que nos han hecho hacer esto y de cómo de bien se siente.

Ahora sé cómo se sintió Mary Jane besando a Peter Parker invertido en Spiderman.

Cuando me echo atrás, ambos respiramos irregular pero la sonrisa que Efren me da me indica que tan exactamente bien lo hemos hecho.

Rick se aclara la voz.

—Está bien, reto cumplido.

Las chicas me miran asombradas. Al fin le he arrancado una sonrisa a Mandy y Alice se cubre la boca para que no vea como sonríe.

Eddie y Trevor se chocan de manos.

Sí, esto es algo que todo el mundo quería ver.

Mientras que la botellita vuelve a girar, me relamo los labios para mantener el sabor de Efren lo máximo conmigo. Créanme, si alguien pudiese embotellar la sensación de un beso de ese chico, se harían millonarios de ponerlos en el mercado.

Cuando la botella se detiene en Rick, es el turno de la venganza de Efren.

—Oh sí, voy a disfrutar de esto —Le dice y mira a su alrededor. —¿Verdad o reto, Ricky?

Rick le gruñe.

—Solo para dejar la balanza pareja, elijo reto.

—Pero que buen hermano que eres. —Efren se frota la barbilla y mira a las chicas y luego a los chicos. —Quiero que beses a Alice.

—¿Qué? —Ella luce indignada por un segundo, sus ojos agrandándose mientras comienza a negar de manera rabiosa.

—Oh Alice, no te opongas así. He oído que mis besos son muy buenos. —Rick está de pie y aproximándose a ella.

—No es gracioso, Richard. No voy a besarte. —Ella pone un cojín entre sus piernas como barrera lo cual hace a Rick reír.

Efren me da una mirada con sus cejas subiendo y bajando.

Si Rick es siquiera un tanto de bueno besando como lo es su hermano pequeño, estoy segura de que Alice se pasará un buen rato.

—Vamos, bésalo. —La ínsita Mandy que ha vuelto a tener algo de color en las mejillas. Y comienza a hacer palmas. —Bésalo, bésalo, bésalo.

Con el resto de los chicos nos unimos con las palmas de la misma manera que mi amiga y Rick le ofrece una sonrisilla a Alice. Sí, ella se llevará una sorpresa. Necesita despeinarse un poco y este chico puede darle justamente eso.

—Oh, Dios. Hagamos esta de una vez.

Rick se posiciona frente a ella y le toma el rostro con sus manos. Puedo notar como Alice comienza a perderse en la situación. Solo se está centrando en Rick y en la forma medida que él se acerca a ella. Al principio solo es un beso. Solo están ahí juntando sus labios y de pronto algo acurre. Ambos comienzan a lanzarse a los brazos del otro.

Efren se agarra de mi rodilla a medida que ellos se jalan del cabello y yo suelto una risita nerviosa. ¡Rayos! Justo cuando las cosas pasan a un plan físico, Eddie interrumpe.

—Okey, ya basta. Hemos visto suficiente. ¿Chicos?

Ellos tardan un momento en detenerse y otro en mirarse a los ojos. ¿Qué está ocurriendo aquí? Mi piel se ha puesto de gallina.

Rick vuelve a su asiento en el suelo y Alice se excusa para ir por un vaso de agua.

—Demonios, todos tienen su beso hoy, yo también quiero uno —reclama Trev y se pone de pie. Duda un momento, entonces mira a Mandy. —¿Quieres ser mi besadora esta noche, Amanda?

Ella le hace una mueca asqueada.

—Estás loco. Aléjate de mí. —Él no detiene su avance y ella levanta sus puños. —Lo digo en serio. Aléjate de mí Trev o voy a golpearte en las bolas.

Sí, ya ha vuelto a ser ella misma. Trevor también nota que ella está más compuesta y sabiamente da un paso atrás. Atrapa a Alice que viene de la cocina.

—¿Qué hay de ti, Alice?

—Un beso es mi tope para una noche —Le dice ella con una sonrisa nerviosa y se esconde detrás de su vaso. 

—No importa —Trev la deja ir para acercarse a mí, en cambio. —¿Leah?

Antes de que tenga siquiera tiempo de negar, Efren está de pie en medio del camino.

—Maldita sea, claro que no —Él niega y Trevor lanza una larga carcajada.

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