CAPÍTULO NUEVE
EFREN
La primera vez que vi a Leah, tenía siete años. La fijé como la niña más linda del mundo. Con un cabello como algodón de azúcar. La única por la que habría valido la pena contagiarme piojos si le hablaba. Cuando pienso en esa chiquilla de pelo esponjoso y ojos inmensos apenas puedo concebir cómo es que se ha transformado en una sexy chica que me quita la concentración.
He estado a lo largo de toda su vida alrededor y he presenciado cada una de las etapas por las que ha pasado y en cada una, siempre se ha visto igual de hermosa. Es algo casi increíble para mí, digo vamos, ella ni siquiera pasó por la etapa en la que tus extremidades crecen más de lo debido, en la que luces desgarbado y tu rostro se llena de granos y para rematar necesitas de ortodoncia. Ella siempre tiene la piel resplandeciente, sus dientes nunca se han visto chuecos y por ello pasó de los frenos. Y bueno, no creció mucho que digamos, pero eso es lo de menos.
Para mí, es perfecta porque es ella; sutil y simple.
Es pequeña y auténtica. Es grandiosa bailando y si la reto en lo que sea, jamás le teme a nada. Tiene ese fuego en los ojos que la mayoría de las personas ansía. Jamás se ha acobardado ante las calorías y no tiene problemas con pasar una tarde sin hacer nada, solo hablando y mirando el techo mal pintado de su habitación. Porque entre todo, habla hasta por los codos y llora si se pone melancólica; jamás ha sabido mentir porque arruga la nariz apenas la mentira escapa de su boca. Y sus orejas se ponen rojas si es que está enfadada. Nunca ha sido muy graciosa, pero tiene una risa muy contagiosa y mi nombre en sus labios siempre me ha producido algo extraño en el estómago. Sé que extraña a mi padre tanto como yo lo hago y es la única que logró hacerme sonreír después de su muerte.
Sé que me ama como a su mejor amigo y que yo la he amado como más que eso, desde que la conocí.
Leah es impresionante y yo siempre he estado medio embobado por ella.
Ahora está durmiendo sobre mí. Su cabeza sobre mi pecho y su boca ligeramente abierta expulsando su aliento tibio erizando mi piel.
El día anterior, Carlston recaudó mucho más dinero del que recibe en un buen fin de semana y como mi amigo Carl no es un cerdo avariento, decidió que podía pasar de Suck it! y enfrentarse a un viernes por la noche por sí solo. Lo que me da el primer viernes por la noche libre desde tiempos inmemorables.
Desde que fundamos la banda a eso de mis dieciséis, me había afanado por encontrar el sonido que hoy tenemos. Una mezcla perfecta entre Maroon five e Imagine Dragons y los últimos solo porque comenzamos con sus covers gracias al fanatismo de Leah.
La noche pasada terminamos con los jueguitos bien tarde y ella aun así asistió al trabajo en la mañana. Iba medio adormilada y solo fue capaz de tomar una ducha rápida, beber un café y pasar por encima de los cuerpos de los chicos y el mío que seguíamos tendidos en los sofás de su sala de estar. Gracias a Dios que sus padres pasaron la noche afuera, si nos hubiesen encontrado allí de seguro que nos ganábamos una mirada reprobatoria. Es bien sabido lo que la madre de Leah piensa sobre nosotros. Cree que somos unos chicos con demasiado amor por la juventud y que nos cuesta sentar cabeza o tomar responsabilidades. Ella es muy reglamentaria. Y no soy exactamente un santo ante su mirada. Al menos, me ha tomado cariño con todo el tiempo que llevo cerca de su hija.
Los chicos armaron planes y los descarté. El mío es aquí. Con Leah en pijama, en cama. A veces creo que ella tiene un don para dormir tanto, yo apenas dormí un par de horas y estoy como nuevo. Acomodo su figura más apretada contra mí, y hago zapping en la tv. Su celular comienza a sonar, rompiendo la calma del cuarto.
Leah arruga el entrecejo dormida y se queja.
—Contéstalo o mátalo. Has que haga silencio esa cosa.
Me río.
¿No les dije que es malhumorada cuando se le molesta mientras descansa? Porque vaya que lo es.
Me muevo hasta dejarla sobre la almohada y alcanzo su cartera que es de donde proviene el ruido. Saco su teléfono justo cuando la pantalla ilumina un montón de mensajes provenientes de un número desconocido. Leah ha vuelto a su sueño y la pantalla del celular me tiene atrapado. Sé que ella no se molestaría si leo sus mensajes, lo he hecho en muchas ocasiones, así como ella contesta mi teléfono también. Tenemos esa clase de confianza. Aun así, me vuelvo para entregárselo. Me acomodo de nuevo a su lado y la muevo por el hombro.
—Dulce, hay alguien que parece estar muy interesado en hablar contigo.
Ella se queja y entierra la cara en la almohada. Niñata. El celular vuelve a sonar.
—Leah, de verdad. Solo atiéndelo y vuelve a la cama, puede ser importante.
—¿Es mi madre? —pregunta, su voz viniendo amortiguada.
—No lo creo. El número no aparece como registrado. —El celular suena otra vez y ya me está sacando de quicio. —Vamos Leah, revisa esta cosa o la voy a tirar por la ventana.
Ella se queja diciendo cosas que se traga la almohada y al final se me queda viendo de lado, abriendo un solo ojo entre su pelo revuelto.
—Solo léelos en voz alta.
—Gruñona.
Pincho en la pantalla y los mensajes se extienden formando un testamento. Nada más empiezo a leer, siento como mi estómago se contrae.
Lamento no haber tenido tiempo de verte en el trabajo. Deseaba encontrarme contigo para continuar con el ambiente de nuestra cena. Por cierto, hay un montón de lugares con los que estoy barajando nuestra segunda cita, si aceptas una. Espero poder verte pronto, Leah.
Aarón.
D—E—M—O—N—I—O—S.
Tengo toda la intención de romper el teléfono con mis manos. Me obligo a relajar los dedos uno por uno y miro a Leah.
Ella ya ha abierto muy bien sus ojos y está sentada mirándome expectante.
La noche pasada cuando me dijo que había sido una no cita en el reducido espacio de su baño, pensé que podía dejar las cosas pasar. Que quizás solo se había tratado de una cena cualquiera con gente del trabajo o algo así. Me molestó. Luché por combatirlo. No puedo exigirle nada. Leah es libre y esa es una de las cosas que más amo de ella. No voy a ser entonces el idiota que la retenga. Luego vinieron los besos, los juegos y todo y di por zanjado el tema. ¿Y ahora aparece esto?
Leah se mantiene sin decir nada y yo le entrego su teléfono. Sabía que no tenía que leer esos mensajes.
—Pensé que había sido una cita sin importancia. —Me sorprende lo controlada que llega a ser mi voz cuando por dentro hay un mini Efren que ya ha comenzado a golpear todos mis órganos con patadas de frustración.
Ella frunce el cejo y mira el teléfono.
—Fue una cita sin importancia. Te lo dije, fue una no cita.
—¿Y eso que rayos significa?
—Que solo fue una comida, nada más.
Sí, como no.
—Ya, bueno para él de seguro que fue otra cosa.
Ella me fulmina con la mirada y vuelve a mirar otra vez su teléfono. Diablos.
—Ya deja de releer ese mensaje.
—No estoy releyéndolo. Cálmate, esto es raro.
¿Qué es lo raro? ¿Qué el tipo no le ha mandado fotos de él desnudo? ¿Qué no le ha firmado con un te amo al final del mensaje? ¿Qué no se ha arrojado lo suficiente a sus brazos? Hijo de... respiro hondo cuando exactamente ese tipo de ideas idiotas llenan mi cabeza. Estoy comenzando a creer que este es un periodo de mi vida en el que todo el mundo conspira contra mí y quieren romper la poca paz que tengo.
Aun así, me obligo a acercarme a Leah que de verdad luce preocupada.
—¿Qué es lo raro? Dime de una vez, dulce.
Ella mi mira mordiéndose el labio inferior. Un gesto vago pensativo.
—No le di mi número a Aarón anoche —Su rostro parece extrañado y deja el teléfono en la cama.
—¿De verdad? ¿En ningún momento?
Ella niega, pelos soltándose de su coleta con el movimiento.
—Tal vez no te diste cuenta, no sé.
—No, Efren no lo hice. Ni ayer ni ningún día durante la semana si es que acaso lo vi.
Bueno eso es raro.
Pero sin ir muy lejos caigo en la cuenta de que empresas Melvin tiene un departamento donde se almacenan los datos de todas las personas que trabajan para ellos. De hecho, en Tuercas Baker tenemos un sumario pequeño para todos nuestros empleados, con direcciones y números de teléfonos con los cuales contactar en caso de emergencia.
De seguro que, si el puto de Aarón estaba siquiera algo de emocionado con Leah y ella no le había dado el número, él bien lo había conseguido allí. Sin importar que tuviesen parámetros de privacidad para ese tipo de cosas, este idiota era el jefe. Apostaba un brazo a que él jugaba al amo y señor desde su pequeña oficinita y había mandado pedir ese número.
—Quizás se lo consiguió con alguien porque parece muy interesado. —Me restriego la cara con ambas manos. —Yo qué sé.
—Ok, ya basta. ¿Por qué estás tan cabreado?
Le ofrezco mi mejor sonrisa al momento de contestarle.
—Oh, no lo sé. ¿Será porque esto me molesta?
Ella me da una mirada hastiada.
—Fue algo de mi trabajo, no tiene nada que ver contigo.
—Oh, no sabía que salir con el jefe es parte de tu trabajo.
Leah toma aire de golpe y sé que la he cagado. Me arrepiento inmediatamente pero no me da tiempo de explicarme y me da un puñetazo en el hombro. En realidad, no duele, pero la expresión de su rostro si lo hace. Ella no es la clase de chica que sube de puesto por colarse en los pantalones de sus superiores y he insinuado justamente eso. Golpe merecido.
—Lo siento, no debí de decir eso. —Me disculpo y cuando intento alcanzarla, ella se pone de pie alejándose mí.
—Para tu información no he hecho esto por trabajo. Si he salido con Aarón es porque me ha apetecido y solo fue una cena.
Eso me revienta enormemente. Aguanto que ella se dé vueltas por la habitación. Será que ella solo lo vio como algo del trabajo, pero para el puto no fue así. Es un hombre después todo y Leah vuela la cabeza, no puedo culparlo si pensó otra cosa con este pedazo de chica aceptando acompañarlo a donde sea que fueron.
—De acuerdo, lo lamento. Sabes que soy medio idiota cuando estoy enfadado.
Ella permite que dé un par de pasos en su dirección. Por su rostro deduzco que aun puedo ganarme otro puñetazo.
—Por supuesto que lo sé, pero no tienes por qué serlo conmigo.
Oh, ahí te equivocas. Tengo de hecho toda una lista.
—¿Acaso no tengo motivos para mostrarme protector contigo?
Levanto una ceja en su dirección para intentar que se dé aludida. Ella me responde con una sonrisita listilla.
—Claro que no, no estamos juntos.
Bien, fingiré que eso no dolió como patada en la entrepierna.
No estamos juntos oficialmente, eso no quiere decir nada. Sigue siendo mi mejor amiga y eso me da el poder de opinar acerca de los chicos que le gustan. Antes era así y sin tener todo el sexo de por medio. Además, hay una parte de ella que siempre responde ante mí con solo poner mis manos sobre ella y en mi vocabulario, eso la hace mía en gran medida.
La sigo hasta la cocina como un perrito faldero. Leah ha despertado cabreada después de esto de los mensajes, pero ahora estoy comenzando a cabrearme yo y será mejor que me calme antes de que comencemos con una guerra de genios.
Ella está descalza con solo un short que se apega muy bien a su trasero. Lleva una corta playera que la aprieta en los lugares justos para resaltar sus pechos y prefiero centrarme en toda la piel expuesta mientras que ella se enfría un poco.
Se sirve un vaso de agua, pero no se lo bebe. Lo deja a su lado cuando se encarama en la encimera y se sienta en ella. Ahora que ya está a mi altura, me queda viendo directo a los ojos.
Es tiempo de poner las cartas sobre la mesa por mucho que eso me aterre.
Sabiamente dejo una distancia entre nosotros y me quedo al otro extremo de la cocina para comenzar con esto.
—Ya que estamos... ¿No crees que es momento de que hablemos sobre lo que está ocurriendo entre nosotros?
Ella abre mucho los ojos, pero se mantiene en silencio.
Vamos chica, quiero presionarla, llevamos un mes jugando con esto y necesito respuestas.
—No lo sé. —Me dice al fin y apresura el vaso de agua por su garganta.
Si eso es una señal de que está nerviosa creo que deberá de pasarme un bidón a mi entonces, porque ahora ya no sé qué decir.
—No sé qué hay realmente entre tú y yo. Tengo la cabeza muy retorcida respecto a ello. ¿Tú qué opinas?
—¿Es solo sexo? —Me consulta y me quedo de piedra.
No, no y no.
La parte cuerda de mi cabeza me dice fuerte y claro cuál es la respuesta. Un rotundo no, no es solo sexo. Te quiero a ti.
Me aclaro la garganta que de pronto se me ha quedado seca e intento probar un punto que deje contentas a las dos partes de mi cerebro.
—¿Quieres algo de ayuda? —Me dice Leah con una sonrisa cuando ve que esto me está tomando tiempo.
Asiento y ella se acerca más al borde de su improvisado asiento.
—¿Estás celoso respecto a mi cita de anoche?
Vaya, directo al grano.
"Se sincero, pero no idiota", creo que algo así iba la frase que siempre usaba Rick cuando estaba metido en algún lío de faldas.
—Si admito que lo estoy, ¿qué significa para ti?
Ella traga lentamente y se toma su tiempo para pensarlo. De pronto siento mis palmas algo sudadas y las seco contra la parte delantera del pantalón. Esto es más difícil de lo que pensé. Con el correr de los minutos lo único que escucho es el silencio ensordecedor envolviéndonos.
Solo di algo dulce, lo que sea.
Al final, Leah me mira extrañamente cohibida. Lo sé por la forma en que sus manos se aferran a la superficie en la que está sentada y en como una sonrisa tira en los costados de su boca.
—Es... raro, oírte decirlo, pero supongo que sí es así...
—No quiero a nadie con sus manos sobre ti. —La corto. No tengo muchas cosas claras. Esa es definitivamente una que sí.
—Eso es egoísta. —Ella niega. Aunque no parece realmente contrariada por la idea.
Dejo escapar una risita irónica.
Oh, chica.
—Me conoces.
Ella cabecea lentamente mordiéndose el labio inferior.
—Sí, supongo que es parte del paquete.
—Si lo quieres ver así, supongo que no tengo mucho control sobre ello; si me imagino que alguien más puede tenerte, siento unas terribles ganas de golpear cosas.
Ok. Eso no sonó como yo esperaba. Quería decirle algo más, no sé, lindo creo. Algo que sonará bien para ella, pero solo estoy sonando como un idiota celoso y aunque lo estoy, no quiero que sea así.
Ella se mantiene en silencio, sosteniéndome la mirada y yo doy un par de pasos hasta quedar justo entre a sus rodillas.
—Necesito que me digas Leah, si existe la posibilidad de que haya más chicos en tu vida.
Ambos podemos jugar a este juego de ser directo, pienso cuando la respiración de Leah se vuelve más trabajosa. Descanso mis manos en sus piernas. Ella las mira por un segundo y de vuelta a mis ojos.
—Solo estoy contigo. —Afirma. Le doy un ligero apretón en la parte alta de sus muslos.
Su voz ha bajado una octava en esta intimidad y yo me inclino para susurrar a su oído.
—Bien, porque no lo quiero de otra manera.
Ella me agarra por el cuello de la camisa y entierra su cara contra la curva de mi cuello, cuando sonríe puedo sentir sus labios curvarse.
—¿Me estás pidiendo que seamos exclusivos? Que sea lo que sea esto que hay entre nosotros, sea sin derecho a nadie más, ¿es eso?
¿Es eso lo que le estoy pidiendo?
Sé que no quiero que salga con idiotas ni con nadie, pero ¿exclusividad? No hago eso desde mi primera novia a los catorce años. Ella se echa atrás para medir mi reacción, esto es un punto importante.
—No lo sé. —Le confieso preso del pánico y una extraña emoción que no alcanzo a definir cruza por su rostro rápidamente antes de que se recomponga y me brinde una sonrisa.
—¿Entonces, solo exclusividad sexual?
Sentí que la electricidad entre nosotros se desplomó. Fue como chocar de golpe con un poste y ver como miles de casas a tu alrededor se quedan sin luz.
Me siento como un idiota cuando le doy la razón, porque no está bien. Estoy mintiendo.
Pareciendo ansiosa por llenar el momento, Leah comienza a hablar de inmediato.
—Sabes que no soy una chica que se meta con uno y con otro. Si lo hago contigo es porque... no lo sé, eres mi amigo. —Ella dice y tengo que reír. Estamos llenando nuestras oraciones con demasiados no lo sé y para mí, que sus no lo sé son iguales a los míos y esconden más de lo que deberían.
—Bien, entonces ya ninguno está en el mercado.
Ella me mira un largo rato, de seguro miles de cosas pasando en el universo de su cabeza que solo expulsa en un simple suspiro.
—¿Crees que podrás logarlo? —Me pregunta alzando una ceja —Después de todo para ti es más difícil que para mí. Si mal no recuerdo, solo unas noches atrás te vi aceptando números de un par de chicas.
Oh, con que ella lo había notado.
El primer fin de semana después de que nos enrollamos por primera vez, todo el grupo asistió al bar como siempre y yo me aseguré de conseguir tantos números de chicas como me fue posible. Me dije que solo era para tener una reserva en caso de algo, pero en realidad fue para ocultar lo raro que me sentía luego de lo que había sucedido con Leah. También me aseguré de que ella me viese cuando lo hacía, ya que quería que por medio de eso notara que yo seguía siendo el mismo de siempre y las cosas entre nosotros no habían cambiado.
Ella fue la que dejó el cuchillo puesto cuando dijo que podíamos tener relaciones siendo amigos, yo solo lo empujé un poco demostrándole que, si iba a estar con alguien como yo, tenía que atenerse a las consecuencias.
Al final nunca llamé a esas chicas, ni he llamado a nadie desde Leah porque he estado actuando como una chica con doble personalidad. A veces creo que puedo esperar por ella. Que puedo hacer las cosas bien sin ser un idiota y de pronto, no lo sé, solo voy y arruino todo estrepitosamente.
Quiero una relación con Leah, siempre voy a quererla porque soy egoísta y tener a esta chica conmigo con todo lo que eso significa sería el premio de mi corona de rey, sin embargo, sé que ella es la clase de chica que lo quiere todo y yo no estoy para que me estruje nadie.
—Creo poder hacerlo. El sexo es algo genial, ¿no?
Ella asiente.
—Sí, lo es.
Les dije antes que Leah tenía un don para aguantarme, ¿no? También lo posee para conocerme y resulta que también ocurre al revés, solo que yo no soy tan habilidoso como ella y ahora que la miro; su rostro ha caído un poco. Su sonrisa está ahí, pero por algún motivo no se siente real y sus ojos me miran, pero siento que en realidad no me ven.
—¿Estás bien?
La sonrisa se agranda, pero sigue sin llegar a sus ojos.
—Por supuesto. Solo que no pensé que íbamos a conversar sobre esto.
—Bueno pues teníamos el momento, las cosas se dieron. ¿Ahora estamos bien? —Me rasco la cabeza para tener algo que hacer con las manos porque me estoy sintiendo verdaderamente raro aquí. Es como si de pronto ella se hubiese ido a kilómetros de mí.
—Claro, ahora todo está más claro. —Ella me hace un gesto con la mano para quitarle hierro al asunto que me tranquiliza más bien poco. Pero prefiero dejarlo ahí si es que ella también lo desea.
Le sonrió, esperando que mi sonrisa se vea más genuina que la de ella.
—Bien.
—Bien.
Una de mis cuartas novias en secundaria, era realmente una perra con Leah molestándola a cada momento que yo le diera la espalda y ella jamás me dijo nada. Aun así, yo siempre lo presentí. Ni una sola vez se quejó de las palabras hirientes de Cindy, pero cuando yo miraba a Leah, sentía que las cosas no estaban bien. Que sus ojos no se iluminaban al sonreír y solo por las dudas terminé por cortar con la chica de turno.
Ahora, estúpidamente se siente algo así otra vez.
No siendo diestro con las palabras, hay muy poco que pueda decir para arreglar un poco la situación, lo más probable es que terminara por cagarla aún más.
Mientras tanto, Leah tiene otros planes. Jalándome cerca, pega sus labios a los míos con fervor y si esa no es señal para que deje de pensar un poco, no se cuál más puede haber.
Su lengua pequeña tantea el camino hasta el interior de la mía.
Carajo.
Acomodando su trasero contra el borde de la encimera, decido que podemos dejar la charla para después, podemos volver a recitar todo en otro momento si es que lo desea, ahora mismo quiero centrarme en este nuevo ángulo que me facilita el mueble de su cocina.
Le separo las rodillas con las manos y me cuelo entre ellas, sus pies se juntan en la parte baja de mi espalda presionándome justo donde siempre he de estar. El primer gemido escapada de ella cuando mis labios buscan su clavícula con húmedos besos.
Sus manos se meten entre mi cabello guiando mi cabeza más abajo, hasta el profundo escote en v de su blusa. Dirijo mis manos por sus costados haciéndola retorcerse y cuando llego hasta sus pechos, aspiro aire entre dientes. No puede ser... No se cómo fui tan idiota para notar que no lleva brazier. Aprieto sus montículos consiguiendo que ella eche la cabeza hacia atrás. Y así, mientras dejo un reguero de besos en su cuello, mis dedos se encargan de pasar por encima de sus pezones.
—Oh mi...
Repito el proceso un par de veces y ella se empuja contra mí. No necesito que me diga dos veces lo que quiere. Dando un paso atrás, engancho la tela con mis dedos y la llevo conmigo fuera de ella. Oh sí, de esto es lo que hablo. Perfecta piel dispuesta a mis atenciones.
Siento las ganas imperiosas de tomarla aquí mismo en donde está sentada, aunque pienso que no sería un gran regalo para su madre encontrar su cocina desecha a causa de un buen polvo.
—Creo que no estamos en igualdad de condiciones —Se queja Leah señalando mi cuerpo.
Me quito un zapato y luego el otro y los pateo lejos. Leah suelta una risita que sospecho es de nerviosa anticipación.
Cuando voy por el segundo botón de la camisa, busco su mirada y noto que ella está muy centrada en el movimiento de mis dedos. Cuando cae en la cuenta de que he parado para observarla, se muerde el labio y se apoya hacia atrás disfrutando de la función.
Intento concentrarme en el mecanismo básico de soltar un botón y no en la forma exquisita en que sus pechos quedan expuestos en esa posición. Con cada respiración que toma, estos se mueven ligeramente y yo termino por tironear mi camisa, dejando que los últimos botones salten a su suerte.
Dejo la tela caer al piso y me acerco de nuevo a ella. Dios, como me gusta esta chica. Siento que yo estoy listo para lo que sea que ella quiera jugar. Aproximo mis manos hasta sus senos, pero Leah es más rápida y extiende una mano entre nuestros cuerpos hasta acunarme.
Aprieto los dientes para no gemir de lo bien que se siente. Su mano pequeña me trabaja con facilidad, soltando el pantalón y dejándolo caer por mis piernas. Lo siguiente que sé es que me encuentro en nada más que bóxer frente a ella y me está comiendo con los ojos.
Sus manos se toman su tiempo para recorrer mi torso y yo la deja hacer. Sus dedos se deslizan por encima de cada hendidura y cada recoveco. Para cuando llega hasta mis oblicuos, ya tengo la piel de gallina.
Mi mirada hipnotizada en sus movimientos, sigue como su mano se cuela entre mi ropa interior y esta vez cuando me toma, no es nada gentil.
—Leah...—susurro su nombre en una necesidad de hacerla notar. Estoy con los ojos cerrados porque si no de seguro que ella me vería poner los ojos en blanco en como su mano sube y baja por mi miembro.
Ella es, bromas aparte, muy habilidosa en esto y a cada movimiento deseo que no se detenga jamás.
Tomándola por el cuello, la acerco para un beso demoledor. Mordisqueo sus labios y mi boca comienza a hacer movimientos que desearía estar ya haciendo con otra parte de mi anatomía.
Cuando la miro, ella luce espectacular sentada ahí, desnuda para mi deleite empeñada en darme placer. De pronto sus manos se vuelven perezosas y gimo.
—Leah... —Ella me da una mirada inocente que es traicionada por cómo se muerde el labio para no sonreír. Chiquilla pervertida. Está saboreando tenerme a su merced. —Estás disfrutando de esto, ¿no?
Ella asiente muy feliz y creo que ya es hora de dar vuelta el juego. Me separo de ella echándome atrás y sin importar su puchero, la tiendo en la superficie de granito. Está fría y me alegra porque hará un buen contraste con mi boca caliente sobre ella.
Sosteniéndole la mirada, empujo un pezón entre mis labios y ella cierra los ojos conteniendo la respiración.
Oh sí, quién es el que ríe ahora.
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