Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO DOS


LEAH

Panorama; los chicos están tocando realmente bien, el bar está lleno y ya pasan de la una de la madrugada. Efren ha cantado tres canciones seguidas; y he bebido una cerveza en el bar mientras me deleito con su voz.

Me encanta, ¿cómo no va a hacerlo?

Dios, es baja y rasposa sin necesidad de exageración. Sin la cantidad de matices en la voz de Eddie, pero con algo que reclama tu atención. Aquello no se compra y yo bien podría pasarme toda una noche escuchándolo.

—Que mal cantas amigo, que decepcionante... —Eddie bromea recibiendo el micrófono de vuelta. Hay lloriqueos de chicas a mi alrededor.

Efren le hace señas al público y lo sigo con la mirada.

Los chicos adoran lo que hacen, esta banda es gran parte de su vida y como no, todos los beneficios que consiguen con ella. Las conquistas son fáciles, aun cuando jamás lo vayan a admitir en voz alta, así que tienes que mirar a sus sonrisillas y percatarte tú misma. No sólo se divierten haciendo lo que les gusta. Sino que tienen a cientos de chicas gritando por cada suspiro que emiten. ¿Qué más pueden pedir? Eso les garantiza una compañera dispuesta al final de la noche. Siempre. Cada fin de semana desde que venimos aquí.

No hay contención.

Después de ver la situación con mis amigos, realmente comienzo a creer que las chicas debemos de replantearnos nuestros modelos masculinos, si un chico que cante o toque un instrumento nos hace olvidar las inhibiciones de manera tan fácil.

En el medio de la pista, entre el subidón del gentío, una cabeza de un rojo vibrante reclama mi atención. Y el par de risos negros a su lado me convence. Rodeo el escenario y voy directo hasta ellas.

Mi ángel y mi demonio me atrapan en un abrazo con un pequeño chillido.

—¿Dónde estabas? —habla Alice por encima de la música. —Pensamos que no vendrías.

—Sí, ¿Qué tal la entrevista?

Miro al rostro ansioso de ambas para crear dramatismo.

—¡He quedado, es mío! ¡Lo he conseguido!

Alice sonríe en grande y Mandy grita.

Hay miradas en nuestra dirección que nos hacen a Alice y a mi encogernos, mientras que Mandy se pone a bailar con sus manos al aire y caderas al ritmo de la música ajena a toda la atención.

—Cada vez que creo que estamos llevándola por el camino correcto de una señorita, ella me demuestra lo contrario —dice Alice con sus cejas oscuras fruncidas. Palmeo su brazo en consuelo.

—Simplemente no está en ella, Ali, quizás sea un buen momento para rendirnos.

Mandy refunfuña y jala nuestros brazos para que bailemos con ella.

—Dejen eso ustedes dos, son unas pésimas amigas. ¡Leah ha conseguido el trabajo, al carajo la compostura!

Supongo que puede tener un punto.

Tomadas de las manos, bailamos.

—Oh Dios, voy a la barra.

—¡Ali!

—¡La barra, necesito un trago para esto!

Alice se escabulle de nosotros, aun con poca luz puedo ver sus mejillas enrojecidas.

—Ella tiene un problema —Mandy sacude su encendido cabello. —Necesitamos que se divierta. Que encuentre alguien que le haga mover la pelvis.

Me carcajeo.

Más que nada porque no hay broma detrás de sus palabras.

Las tres hemos sido inseparables desde que éramos unas niñas.

Conocí a Mandy a los siete en un proyecto escolar; de esos donde debes velar por un huevo durante una semana y ambas nos vertimos a la tarea convirtiéndonos en sus madres.

Descubrimos rápidamente que no tenemos mucho en común con la otra, así que nuestra amistad se basa en perseverancia y cariño. Ella es exuberante, llamativa y una fiera. Tiene curvas llenas. Piernas kilométricas y luzco como un hobbit a su lado. Si yo fuera de felpa, sería un conejito colgando de su brazo de chica grande.

—Chicos, muchas gracias como siempre... —Se escucha el lamento en Eddie al despedirse, produciendo quejas por doquier. —Ha sido una noche maravillosa, así que vamos a terminarla con uno de sus temas preferidos... Efren, los honores, por favor.

No puedo ver el escenario, pero sé la dinámica. Efren toma el micrófono y canta, Always Darling y eso es todo.

—Oh Leah... —Mandy gesticula hacia mi tomándome el pelo.

—Ni siquiera lo pienses, yo... ¡Por aquí, Alice!

La figura delgada de mi amiga lucha por llegar de vuelta a nosotras.

—No puedo perderme esto, adoro esa canción. —Sus ojos son chispeantes en mi dirección. Empuja un trago alargado azul en mi mano y le entrega otro igual a Mandy. Entre ellas brindan.

Mi rostro está caliente. Esa canción, es mi canción.

Un poema que resume mi amistad con Efren.

You make me feel out of place

'Cause I feel like my whole life's gonna change

Got me into a state and it's no mistake

Baby, you got a way about kidding me out

—¿No te genera un poco de ruido? ¿No te parece siquiera un poquito... intensa?

No quiero ir a ahí.

—Mandy, ya lo hablamos. Él dijo que solo es una canción y yo le creo. —Sus ojos se ponen en blanco, porque no me cree. Y a veces, tampoco yo lo hago.

'Cause she takes me out of my world

Some kind of magic

She's a beautiful girl and I gotta have her

She's a first class flight and we're leaving tonight

We're leaving tonight

—Es un chico tan lindo y ustedes se ven tan bien juntos, siempre te lo he dicho, ¿no te lo he dicho, Leah? —Alice se balancea con la música. Sus ojos soñadores.

—Sí, Ali. Siempre lo has dicho. Y yo también te he dicho que él es mi mejor amigo.

—Un mejor amigo que te escribió un tema como ese... —Mandy deja sus palabras perderse.

It's like we're drinking in Paris

It's like we're kissing in Rome

It's all the places you take me

When we're just here sitting at home

It's like we're walking through New York

So lost in Tokyo

It's all the places you take me

When we're just here sitting at home

La banda llega a la barra y se pelean por quién conseguirá la primera cerveza de la noche. Luego de empujones y codazos el ganador resulta ser Rick, el hermano mayor de Efren quien se toma la botella de un trago y regresa a los golpes por más. Rick ha sido como un hermano mayor para mí también. Ha estado ahí en mis momentos difíciles y me ha defendido de los patanes que rompieron mi corazón. Físicamente es muy parecido a su hermano. Comparten los mismos ojos azules y el mismo cabello rubio ceniza desordenado, aunque Rick lo lleva más corto en un estilo militar. Sus personalidades son muy similares también; desentendidos y coquetos hasta la medula. Claro que mientras Efren tiene un radar de solo rubias, Rick no tiene problemas con el aspecto de sus conquistas.

Cuando termina su segunda cerveza, repara en mí y se acerca a besar mi cabeza, lo que me provoca una risa. Es tan alto que apenas llego a sus pectorales claramente definidos a través de su camiseta negra de cuello en v. A pesar de que Rick es evidentemente atractivo, jamás he podido mirarlo con otros ojos que no sean de un buen amigo.

Me pasa un brazo por los hombros y se inclina para susurrar en mi oído.

Antes que nada, felicidades por lo del trabajo. Y segundo, necesito que hablemos de algo en privado. —Hay una nota de seriedad en su voz que me pone alerta. Rick es todo bromas.

—¿Qué sucede?

Él recibe otra cerveza del barman y da unos pasos lejos del grupo.

—Iré directo al grano; se trata de Efren, mamá tiene noticias que darle y me da miedo cómo vaya a reaccionar cuando...

—¡Aléjate de ella, pervertido!

Mis pies dejan el suelo cuando Efren me toma por la cintura y me levanta.

No evito el chillido que sale de mi boca y Rick se ríe fingiendo que no hablábamos de nada. En cualquier otro momento, me rendiría a sus brazos, pero no mientras haya algo que pueda afectarlo. Efren no es un chico que se tome las cosas con calma. Él explota y arrasa con todo a su alrededor. Y no todo el mundo entiende eso. No todos tienen debilidad por él y su arrepentimiento posterior.

Dejo a Efren tomar una cerveza, mientras busco a Rick con la mirada y con los labios gesticulo "luego". Él asiente disimuladamente. No se me ocurre qué puede ser lo que tiene la madre de Efren que decirle a su hijo como para que su hermano mayor se esté preocupando. Pero no creo que vaya a ser algo lindo.

Tomo nota mental de buscar un momento para hablar bien con Rick y me vuelvo hacia Efren que me está mirando con una sonrisa ladeada. Su patentada sonrisa baja bragas. No dice nada por unos segundos, haciéndome sentir incomoda, así que cambio mi peso de un pie a otro.

—¿Qué? —hablo no pudiendo con el silencio.

Él se encoje de hombros.

—Nada, sólo estoy esperando a que tomes la iniciativa y comiences a contarme sobre hoy.

Suspiro mentalmente, al parecer el enojo previo a la función ha desaparecido. Gracias a Dios por los pequeños favores.

—Bueno, ya te resumí mi tarde, aunque te mueres. La oficina es en el centro mismo y es magnífica —comienzo. —Quedé flipando la verdad. Es una torre inmensa de vitrales y en el interior está decorada de una manera inmaculada. Era...

Efren bebe su cerveza mientras me mira. Soy habladora, hasta por los codos. Él está acostumbrado.

—Inmaculada, ¿eh?

Me río por su ceja que sale disparada ante mi palabra rebuscada.

—Okey, quiero decir que es todo vidrio y acero. Colores grises y azules pálidos visten a la gente en sus trajes caros y ese tipo de cosas. Es una jodida oficina con la que vengo soñando ser parte desde que entré a estudiar finanzas, Efren. Es mi sueño y es ridículamente impresionante. ¿Qué más quieres que te diga?

No sé bien porqué, pero me siento algo cohibida esta noche en su presencia. Bueno, no es cosa de esta noche. Viene siendo desde hace un par de semanas. Desde que nosotros, cómo decirlo para que no suene tan sorpresivo, mmm, digamos que nos dejamos llevar.

Desde entonces él ha estado más callado de lo normal, dándome una mirada intensa. Como si buscara algo en mi rostro constantemente.

Efren es un chico que lleva la voz cantante y se hace notar, no así ahora.

Lo siento serpentear en mi piel de la misma forma que me sentí horas atrás en la oficina cuando conocí a Aaron.

Me muerdo el labio cuando pienso en ello.

De la entrevista no había mucho que decir, aparte de que me mordí las uñas mientras me mantenían en espera en una sala tan grande que hasta un alfiler cayendo al suelo creaba eco.

Me recibió una chica de unos treinta años llamada Janine que me dio un corto tour por las instalaciones, explicándome básicamente qué hacía cada departamento que pasábamos y sonsacándome información acerca de mis planes para con el trabajo. No mentiré diciendo que no me sorprendió el modus operandi de la entrevista, porque sí lo hizo, pero me lo banqué, porque me supuse que ha de ser de esas cosas contemporáneas que estos lugares tan elegantes son conocidos por usar.

No hablé mucho sobre mí, al menos no lo personal. Básicamente porque no hay mucho que contar.

No creo que a mi nueva empleadora que vestía un traje de dos piezas negro sin arrugas y el pelo engominado en un apretado torniquete en lo alto de su cabeza le gustase saber sobre mis pasadas de juventud; ella se veía demasiado prolija para mi gusto. Demasiado como para entender que su nueva encargada de movimientos bancarios iba a ser también una chica con un tatuaje en lo bajo de su espalda y que iba a mantener su trabajo de fines de semana como mesera en un bar universitario. No veo como eso funcionaría para ella.

En fin, la entrevista fue de lo más genial.

Me explicó que el edificio constaba de siete plantas; cinco para el uso del personal y dos que pertenecían al gerente general para su uso netamente particular y me advirtió, de manera nada sutil he de mencionar, que nadie jamás podía subir a esos pisos sin un llamado directo de él o su secretaria y, ya que, eso prácticamente no sucedía, ni por error se me ocurriese pasar por allí arriba. Así que tome nota de eso.

El resto fue mostrarme cuál sería mi oficina en el tercer piso; no más que una pequeña estancia de tres por tres con vista a la calle. Estaba totalmente vacía salvo por el escritorio y unos estantes llenos de archivadores que contenían mi trabajo en concreto.

Y ahí fue mi segunda advertencia; no podía poner nada personal que entorpeciera con la decoración, lo cual fue algo desmotivador, pero bueno; bien podía poner un par de fotografías y los muebles en color caoba no estaban nada mal.

En resumen, la gente allí hacía su trabajo y pasaba desapercibida y yo debía de unirme a ellos.

Eso, claro está, nunca fue parte de mi sueño, aunque me supongo que viene con el paquete y no le contaría esa parte a Efren.

Él ahora está bebiendo su segunda cerveza, mirando la multitud de cuerpos bailar. Luce desvergonzado y se desordena el cabello con los dedos. Y cuando me mira y me guiña con ese par de ojos azul cielo...

Querido señor Jesús...

Él puede ser mi mejor amigo, pero también es uno de los chicos más guapos que conozco y a diferencia de Jake Gyllenhaal y Chace Crawford que tanto me encantan, Efren es real.

Extiendo mi mano y la paso por su mejilla, dejando que su barba del día me haga cosquillas. Él deja su botella de lado cargando su cara hacia mi palma. Estamos a solo centímetros de distancia y siento las ganas de besarlo quemar dentro de mí. Sus ojos se desvían a mis labios y sé que él también está sintiéndolo.

Traslado mi mano de su mejilla al pelo de su nuca y masajeo suavemente, porque es algo que siempre le ha gustado.

Entre nosotros se teje este aire de complicidad que parece estar siempre ahí pero que se intensifica en los momentos que compartimos a solas. Que no suelen ser los suficientes para mi gusto.

Él mueve sus labios hasta mi mano y planta un beso justo en el centro de la palma.

Siento mi corazón estrujarse.

Hay momentos en los que este chico puede ser un bobo. Hay momentos en los que es una estrella local sobre el escenario. Hay momentos en los que es mi mejor amigo y hasta mi amante y en todos y cada uno de esos momentos, siento que mi corazón se siente en casa con él. Seguro y cálido.

Sin embargo, hay momentos de ternura, como este beso que hacen que mi corazón se tambalee y muchas dudas entren en mi cabeza. Algunas, dudas que deseché hace ya mucho tiempo.

Efren sujeta mi mano y cuando la aleja de sus labios, abre la boca para decir algo...

Entonces, como no, soy arrastrada hacia atrás.

¡Demonios!

Mi captor me tiene asida por el brazo y se mueve rápido llevándome con ella. Aun cuando me quejo y forcejeo, no me sueltan y la cara de Efren se pierde entre el resto conforme Mandy me aleja de él.

—¿Qué estás haciendo? —Le exijo enfadada. Acaba de romper un momento grande. Me siento como si me echaran un balde de agua fría.

Mandy se detiene y me mira a los ojos con una mirada de "me estás jodiendo".

—Te estoy salvando de ti misma —dice y no puedo dar crédito a mis odios. ¿Salvándome? ¿Es que soy alguna niña perdida?

Intento zafarme del agarrón que mantiene sobre mí, sin resultados.

—Estábamos conversando —Le aclaro, y no sé porque, se siente como si me aclarase eso más a mí que a ella.

Mandy lleva los ojos al cielo, lo que me hace enfadar aún más. No está tratando con una niña pequeña aquí para que se muestre tan exasperada.

—Estabas casi salivándole encima —replica y el tono que usa y aquello que las palabras implican, me calientan desde lo más hondo de mi ser.

Quiero contradecirla, gritarle que no es cierto.

Siento mis mejillas tornarse rojas producto de mi incapacidad de crear confrontación con Mandy. Sé que ella terminará gritando y armando jaleo, es parte de como es. Eso me contiene, pero vamos, no le estaba salivando encima. ¿Cierto?

Solo somos mejores amigos que se quieren mucho. Nos conocemos desde niños y digo sí, a ocasionalmente compartir la cama, pero ¿y qué? Nadie sabe de esa última parte y además, tengo derecho a encontrarlo atractivo sin que llegue a gustarme, ¿no? No es algo que admitiré jamás en voz alta, no quiero que Efren se ande cerca y escuche esa clase de cosas porque le agrandará el ego, que de por sí ya es bastante grande y la hará creer cosas que no son.

Digo, él es lindo y lo quiero, y me encanta pasar el rato en su compañía y tal vez, en otro punto muy lejano atrás en nuestras vidas, pude estar un poco como enamorada de él, pero eso ya lo superé. Sólo éramos adolescentes. Las hormonas se te alborotan por cualquier cosa y a los diecisiete años todo el mundo se prenda de su mejor amigo en algún momento. Es algo casi escrito en la biblia. Así que nadie me puede recriminar nada.

En fin, mi enamoramiento fue aplastado luego de que Efren me dejara tirada en el baile de graduación. No fue la gran cosa tampoco. No es como si me hubiese gastado el tiempo de escoger un hermoso vestido y me hubiese maquillado y peinado toda una tarde. No, por supuesto que no.

Afortunadamente, alguien rompe mis nostálgicas cavilaciones.

—Oigan, señoritas —Es Trevor quien nos sonríe con una amplia sonrisa de dientes blancos que resaltan contra su piel morena.

Él mide casi dos metros de altura y tiene una piel aceitunada y una mata de cabello negro en picos sobre su cabeza. Su personalidad es naturalmente amorosa a pesar de tener un aspecto intimidante con su altura y su gruesa musculatura que lo convierten en una muralla andante.

Siente que la mano de Mandy que aún me sujeta por el codo, se tensa un poco cuando ella ligeramente me aprieta volteando su cuerpo hacia el de Trevor.

Él le sostiene la mirada por un segundo y luego recorre el cuerpo de mi amiga con los ojos, de arriba a abajo tomándose su tiempo en cada curva visible de Mandy. Definitivamente le gusta lo que ve porque lanza un silbido suave y vuelve a mirarla a la cara.

—Que hermosa estás esta noche, Amanda. —Le suelta y la mano de Mandy casi me corta la circulación.

Yo sé que entre ellos tuvo que haber un rollo en algún momento, a pesar de sus negativas. Lo sé por la forma en que se miran, como si se dijeran cosas que el resto no puede oír.

Francamente, Trevor es un buen chico que me gustaría para ella. Él le pondría los puntos a sus íes. Así que esta dinámica que han tenido por un par de años ya, no la comprendo.

Si Trevor le hace un cumplido, Mandy lo manda a volar.

Si Mandy le hace un cumplido, entonces Trevor dice alguna estupidez que haga alusión al sexo.

Y luego está esta cosa de llamarla por su nombre de pila que hace enfurecer a Mandy. Ella casi nunca dice su nombre completo, dice que no le agrada. Así que todos la llamamos como ella quiere, todos excepto Trevor, claro está.

Creo que él obtiene algún placer perverso en ponerla al límite de sus estribos. Es como si disfrutara de verla ponerse colorada y con la respiración agitada. Y yo ni siquiera quiero ir por ahí.

—Vete a la mierda, Trev —Le escupe Mandy, porque eso es lo que es. Escupir. Las palabras salen cargadas de su boca justo a la cara de él. Puesto que ella también es alta, no tiene más que mirar un poco hacia arriba para dejar en claro su punto.

—Vaya, vaya, yo solo decía —dice él y se lleva las manos a los bolsillos delanteros de sus jeans cargo.

Sintiéndome como un pequeño gnomo de jardín, miro hacia arriba al enfrentamiento de estos dos perros grandes que se retan con la mirada. Me pregunto cuál de ellos será el que esconderá el rabo primero, porque a pesar de no decirse nada, la tensión es tan palpable que podría cortarla con un cuchillo para mantequilla.

—Idiota.

¡Y la primera en rendirse es Mandy!

Escondo mi sonrisa ante el hecho. Eso raramente ocurre, siempre es ella quien puja hasta el final, sacando a relucir los malos hábitos de Trevor o buscando la quinta pata al gato en el asunto.

No sé qué le esté haciendo este hombre, pero la está cambiando.

Ella pasa por el frente de él restregándole todo su cabello por la nariz, pisando fuerte. Yo no soy más que una pulga a su siga, sin voz ni voluntad. A Trevor parece no importarle, de todas maneras, puesto que lo siento detrás de nosotras segundos después.

Mandy lo presiente, ella se voltea a verlo y frunce el ceño.

—Vente, vámonos con el resto de los chicos que se han hecho con un apartado —dice fuertemente, y me guía del brazo hacia la parte de atrás del escenario, en donde una cortina divide el bar del "apartado" que los chicos han conseguido, que resulta ser una mesa de centro rodeada por varias sillas que no combinan entre sí.

Sin lugar a dudas, no es mejor lugar del mundo ni mucho menos el "apartado" con más categoría. Está bien para pasar el rato.

Decido no comentarle nada a Mandy respecto a lo que recién ha pasado porque no quiero empeorarle el humor, sobre todo cuando Trevor pasa por nuestro lado aun con las manos en los bolsillos con toda la calma del mundo.

Toma una de las sillas vacías mientras que el resto de los chicos ya están todos sentados alrededor y me sonríen cuando me ven entrar. Aún quedan tres sillas vacías; dos entre los chicos y una justo al lado de Alice. Mandy me suelta para adelantarse y sentarse junto a ella, dejando un espacio entre las dos. Camino derecho a la silla que está entre las chicas, sólo para ver mi camino cortado.

Unas grandes manos me toman por los hombros y me arrastran hacia atrás. Trastrabillo hasta quedar sentada al lado de Trevor que me ofrece una sonrisa ladeada y me suelta. No tengo ni siquiera tiempo de decirle algo, cuando Eddie me golpetea el asiento que está justo al lado del suyo y precisamente al lado del que estoy ocupando. Niego con la cabeza. Sus intenciones son claras y no, no me voy a cambiar a su lado.

—Son unos niños.

Trevor se inclina por delante de mí y le hace señas a Eddie, sacándole la lengua. Eddie le frunce el ceño y le muestra el dedo medio.

Mi grupo de amigos es así de caótico normalmente. Y por ser la benjamina de entre todos ellos, a veces me siento como una pelota de ping pong; siendo tirada de aquí para allá cuando todos quieren reclamar mi atención.

No me quejo de la dinámica que tenemos ni mucho menos de ninguno de ellos; aunque siempre me planteo que todo sería más fácil si nos comportáramos a la altura de nuestras edades.

Efren alguna vez dijo que yo era el pegamento que mantenía a este grupo unido.

Yo mantenía juntas a las chicas; él mantenía juntos a los chicos y entre nosotros los convertíamos en inseparables.

No dudo de ello. Si bien entre todos somos amigos desde que tenemos quince años, en realidad no nos juntamos en una misma reunión hasta poco antes de salir de la secundaria. Y aquello no fue planeado.

Habíamos quedado con Efren en una pizzería porque, bueno, acababa de romper con mi primer novio por aquel entonces; un idiota con el que tuve mi primera vez y desapareció del mapa.

En un cuento corto, me la pasé llorando y Efren en ningún momento mientras me consolaba me dijo que tenía a los chicos esperando. Sino que ellos llegaron por él y al ver mi estado se quedaron para alegrarme el rato.

Resultó ser que las chicas llegaron al tiempo después cuando mi madre las llamó contándoles lo preocupada que estaba por mi estado.

Esa fue la primera vez que pasamos toda una tarde juntos, riéndonos de nada, compartiendo estupideces y comiendo montones de pizza. Nos alargamos hasta pasada la medianoche y al finalizar la jornada, nos dividimos en parejas. El resto de esa noche, son otras historias...

Por ahora, los chicos siguen peleándose desde sus puestos con miraditas tontas y gestos obscenos. Efren cruza la cortina y les pone una mano en la cara de cada uno de ellos para que dejen de fastidiar y se sienta en la silla que queda libre a mi lado. Me guiña y me relajo de nuevo.

Nuestro momento privado está en el olvido y me encuentro frente a todos, decido que es momento de que explique qué fue lo sucedió esta tarde. Aclarándome la garganta, me pongo de pie.

—Lamento mucho haberme perdido el ensayo. —digo y miro a cada uno de los muchachos. —De verdad, lo siento. Solo perdí la noción del tiempo. Y es que el lugar es asombroso y yo estaba embobada.

Eddie se adelanta y palmea mi hombro.

—Está bien, tranquila. Valió la pena, ¿cierto?

—Sí, lo hizo. —Sonrió al recordar que obtuve el trabajo que tanto deseaba y asiento enérgicamente.

El resto de los chicos descarta el tema, centrándose en preguntar por los aburridos detalles. Ellos son el mejor grupo de amigos que se pueda desear.

Y mientras les relato una idea de lo que fue, omitiendo claro el lado de Aaron, no sé bien por qué, Mandy aprovecha para escabullirse del apartado. No me pierdo que Trevor se pone en plan servicial y sale con celeridad detrás.

Cuando mi historia se vuelve viciada, le cedo la palabra a Eddie, quien comienza a hablar de los planes que tiene para la banda.

Efren se inclina hacia él para prestar atención a lo que dice y deja caer un brazo descuidado sobre mis hombros.

La gruesa cortina amortigua gran parte del ruido al otro lado del bar, así que, a pesar de la música de fondo, somos capaces de mantener conversaciones aquí y allá.

Rick se nos une y por su sonrisa sé que ya está algo bebido.

Toma rápidamente una silla cerca de Alice, hablándole de cosas que me son ajenas y que consiguen que ella ría con ganas.

Para cuando Mandy vuelve, solo han pasado unos minutos desde su partida y se ve con las mejillas carmesíes. Ella esquiva mi mirada, sentándose de modo que me da la espalda. Menuda tipa, ¡la conozco!

Entrando lentamente, Trevor trae dos rondas de bebidas en unas bandejas que se tambalean. Una con vasitos azules y otra con botellas de cerveza. Logra nivelar la primera bandeja hasta apoyarla en la mesilla, sin tener suerte con la segunda. Los vasos comienzan a inclinarse hacia un costado y para la sorpresa de todos, Mandy se levanta para ayudarlo.

Hubiese esperado que le aventara la bandeja en la cara, créanme, jamás que le ayudase a equilibrarlas.

Entre ellos no hay siquiera una mirada y Mandy vuelve a su asiento. Hago como que no ha sucedido nada y nadie lo menciona tampoco. Solo nos sonreímos los unos a los otros y aceptamos las frías botellas.

El bar se vacía gradualmente a medida que nosotros nos reímos de tonterías que, en realidad, no son tan graciosas pero que parecen hilarantes con el alcohol surtiendo su efecto.

Eddie se mantiene sobrio, como el fiel encargado de llevarnos a casa. Está sentado en forma india rasgando su guitarra y anotando acordes en una libreta en el piso. Rick está bailando entre dos rubias al medio de la pista con un trago en su mano derecha. Mandy y Alice conversan con Trevor que está guardando su batería en sus estuches correspondientes y...

Efren se deja caer detrás de mí. No es necesario que compruebe que es él porque su olor característico me llena. Una mezcla maderada, sexy y picante que comenzó a llevar después de que cumplió los dieciséis. Jamás le he preguntado qué es porque simplemente me encanta así sin saber.

Encaja cada una de sus piernas al lado de cada una de las mías dejándome atrapada y aprieta su ingle contra mi trasero. Estoy sentada con los pies colgando desde el escenario y no puedo evitar recostarme hacia atrás, en su pecho.

Siento su nariz olisquear mi cabello y cierro los ojos.

—¿Qué haces aquí sentada? —pregunta jugueteando con mi oído izquierdo.

—Nada, solo pensaba —Mi cuerpo se llena de escalofríos que bajan por mi columna.

—¿Pensando? —repite incrédulo —¿En un bar, a las tres de la madrugada?

Siento la sonrisa en su voz y sonrío al caer en cuenta de lo tonto que suena. Estoy agotada por la tensión acumulada del día y si me mantengo en pie es por mera fuerza de voluntad. Deseo mi cama... con Efren en ella, por supuesto. Mucho más si sigue haciendo ese jugueteo con su lengua en mi lóbulo, llenándome de calor.

—Estoy muy cansada —Hago notar, dejando caer mi cabeza a un lado. Sus atenciones se trasladan a mi cuello dejando pequeños besos aleatorios.

—¿Quieres que te lleve a casa?

Subiendo hasta mi oreja, me quita el arete y se centra en mi lóbulo libremente, mordiéndolo y deslizando su lengua.

Mmm...

—Leah, dulce, te he preguntado algo —Se interrumpe y quiero decirle: ¡cállate y sigue con lo que estás haciendo! Pero es ajeno a lo que estoy pensando, él se detiene por completo dejando las sensaciones de mi cuerpo estancadas.

Me toma un segundo registrar su pregunta y otro más que las palabras logren atravesar la neblina de deseo, cayendo en cuenta de que no quiero irme. Estoy muy cansada, es cierto, pero nada puede coronar un día tan bueno como bailar con Efren.

La cuestión es ver si él también lo quiere porque, por lo general, desea tener su tiempo libre para cazar chicas que lo acompañen a casa.

Asco.

Una de las chicas de la barra, Lorein, pasa por mi lado cargando una bandeja llena de chupitos de tequila azul fluorescente. Me entrega uno con una sonrisa y se aleja contoneando las caderas apenas cubiertas por un trozo de tela.

Ella es una de mis compañeras de trabajo aquí los fines de semana, solo que ella trabaja todos los días. Es completamente sensual en su trato con los clientes porque de ese modo, a su opinión, así dejan las mejores propinas y quedan deseando más.

Yo no diría que somos exactamente amigas. Lo suficiente como para que me confesara que tan colgada de Efren se encuentra.

Cuando me volteo, Efren sorprendentemente está mirándome a mí y no al trasero de Lorein. Sé que entre ellos no se ha concretado nada de momento, pero eso no dice mucho. Ella es de su gusto; pechugona y rubia de bote.

—¿Entonces, casa suena bien para ti? —Efren pregunta y yo niego con la cabeza, antes de inclinarme hacia atrás y beberme el líquido de mi vaso de un golpe. Agh, quema en su bajada por mi garganta y se asienta en mi estómago.

—Eso es suficiente no para mí. —Efren ríe y le hace una seña a Lorein para que nos traiga otra ronda. Ella le sonríe coquetamente y cuando pasa frente a nosotros hace que "accidentalmente" su trasero roce sus rodillas, lo que por consiguiente es pasar su trasero también por mis rodillas.

Doblemente asco.

Le doy una mirada enojada a su espalda.

Los labios de Efren vuelven a estar en mi cuello y esta vez sus besos son mojados, deslizando el tirante de mi blusa a un costado para no interrumpir su camino bajando por mi brazo.

Cuando Lorein vuelve, ya estoy perdida en el momento y ella lo nota, pues nos deja la bandeja con ocho chupitos de un golpe al lado de nuestras piernas y se retira.

Les dije que no éramos exactamente amigas.

Efren hace como si nada y me alcanza el primer vaso. Lo tomo de su mano y él levanta otro, como si fuéramos a hacer un brindis.

—¿Tienes algo más de lo que hablar antes de que empecemos con este jueguito de no llevarte a casa? —Lo agarro por los tatuados antebrazos. —¿Qué está mal?

Bien, ya estamos en esto. Puedes hacerlo, me repito mentalmente, puedes hacerlo. Solo díselo.

—Recuerdas eso de mmm... ¿mi jefe?

—Oh, eso. Lo había olvidado. —dice restándole importancia. Se desmiente al momento que deja su vaso a un lado para prestarme atención —¿Qué sucede?

—Bueno, pues se llama Aaron Melvin y él es... —No sé qué palabra atribuirle realmente. ¿Les ha pasado que conocen a alguien y resulta ser abrumador? Él era muchas cosas. Sexy es una de ellas, tengo que admitirlo, pero no puedo decirle eso a Efren. Me pondré roja al instante. —Cautivante.

Efren parece sorprendido por un segundo. Se recompone rápidamente elevando ambas cejas.

—Ah, ¿sí?

—Sí, bueno fue muy encantador. Me enseñó sus oficinas, aquellas que la supervisora había dicho que no podía ver. Ja. —El recuerdo del momento me hace sonreír. Pequeña victoria para la chica nueva.

Estábamos por despedirnos frente al ascensor cuando sonó un suave "ding" y las puertas se abrieron, dejando salir a uno de los tipos más impresionantes que he visto en mi vida. ¡Mi madre! Casi le babeé cuando lo vi. Alto, bronceado y con un par de ojazos verde musgo preciosos. Reparó en mí, me brindó una sonrisa y sentí mis piernas volverse débiles. Mi respiración quedó atascada. Sus ojos nunca dejando mi cuerpo, manteniendo mi suplica interna de que le gustara lo que veía.

El gerente general de Empresas Melvin se dirigió a mí con un caminar perfecto. Antes de él, me parecía una frase sin sentido. No obstante, él parecía que absorbía el aire. Se sabía dueño del lugar y se movía como tal. Estaba vestido con un traje a medida gris con camisa blanca sin corbata y el botón del pecho abierto dejando ver el tostado de su piel y cuando llegó hasta mí, se cuadró la americana.

Créanme, con ese simple gesto de gallardo me tuvo, aun a riesgo de sonar superficial.

—Aaron Melvin, —Una mano grande y cuidada fue extendida en mi dirección. —no creo haber tenido el placer de verla por mi edificio.

La estreché, no sin sentir un leve cosquilleo.

—Leah Green.

—Nueva encargada de finanzas, señor Melvin. —aportó Janine.

Aaron pasó de ella.

—Tengo el presentimiento de que será importante para la compañía y soy muy bueno en leer a la gente, señorita Green. —Su voz... Como el terciopelo. Suave y decadente. Y esos ojos rebosantes de seguridad, casi que te retaban a una negativa.

¿De dónde había salido aquel hombre?

—Leah... te has quedado muda.

Las manos de Efren están frente a mí, aplaudiendo casi en mi nariz.

—Ay, cariño, es que tu no estabas ahí. Fue... tan excitante. Él es muy guapo y fue tan delicado y atento. No sabes...

—Mmm—hmm, creo que hay alguien aquí medio enamorada. —dice socarronamente.

—¿Qué? Por supuesto que no, que ridiculez. Solo digo que soy muy afortunada porque tendré un jefe de lo más sensual, que es mucho más de lo que tú puedes decir, teniendo a Rick.

—Hey, no desmerezcas. No sabes qué vistazos me llevo cuando él se inclina a coger algo. Rick tiene pedazo de trasero.

No puedo evitar reírme ante eso. Me afirmo el estómago con ambas manos cuando la imagen cruza por mi cabeza. Efren se ríe también, pero él es más contenido. Para cuando logro recomponerme, él está mirándome tranquilo con su cabeza ligeramente ladeada.

—¿Qué?

Su mandíbula cuadrada resaltando el músculo que se marca en su pómulo y sus cejas se juntan.

—Te ha impresionado —Me dice esta vez sin broma y un brillo fugaz en sus ojos.

—Sólo un poco —admito encogiéndome de hombros. Él es mi mejor amigo, si no me confío con él, ¿con quién lo haré? Tengo a las chicas, pero ellas son otro asunto. Además que montarán un alboroto. —No es la gran cosa.

—Claaaaro.

Nos movimos juntos por unos chupitos, mientras el silencio cae entre nosotros.

Mierda.

Hay líneas traspasadas en nuestra relación. Hay términos que no hemos aclarado desde ciertos eventos ocurridos recientemente y la incomodidad se ha convertido en una visitante regular.

Efren siempre ha sido mi protector. Se ha comportado territorial y ha montado escenas sobre mis citas y conquistas desde tiempos inmemorables, pero nada se compara a sus reacciones después de que durmiéramos juntos.

Si tan solo tuviera a alguien que no fuese él para poder hablar de ello.

La música sube de volumen y la siento retumbar en mi pecho. Para este momento ya he perdido la cuenta de cuanto he bebido esta noche, pero la bandeja a mi lado se encuentra vacía y mi cuerpo se siente caliente.

Efren se ha puesto de pie y está a unos pasos de mí, aún sobre el escenario siguiendo el ritmo del tambor con el pie.

—¡Hey! —Le grito por encima de la música.

Nada. Perdido en sus pensamientos. Me estiro y lo golpeo en la pantorrilla. Salta hacia atrás sorprendido y luego ve mi puño levantado listo para otro golpe.

—Hey —Sonríe, pero es una sonrisa distante.

—¿Estás bien?

—Sí, ¿qué sucede?

—No lo sé, dime tú.

—No es nada. Estaba ordenando un par de cosas en mi cabeza —dice suavemente y se sienta de nuevo a mi lado.

—¿Y luego yo soy la rara que se sienta a pensar en el bar? —digo con una sonrisita. Sin embargo, él apenas me sonríe de vuelta. Está raro. Y no me gusta que esté raro.

Mi relación con Efren ha sido complicada desde sus inicios.

Yo era la chica que estaba colgada de él y él era el muchacho que vio en mí una cara conocida cuando estaba perdido en el mundo. Nuestros círculos se habían movido alrededor mientras que éramos críos y al entrar en secundaria, nos mezclamos. Nos sentamos juntos en clase, recorríamos el camino a casa y una cosa llevó a la otra, hasta hacernos inseparables.

Él jamás me dio un indicio de nada. Quiero decir, siempre actuó como mi amigo, hasta como un hermano mayor incluso. Siguió con su rumbo de citas con chicas variadas y me incitaba a salir de mis nervios adolescentes para que yo hiciese lo mismo. Eso sí, con chicos que él aprobara.

Nunca aprobé aquellos que él aprobaba.

—¿Alguna otra cosa de la que quieras contarme? —Efren llama mi atención.

El bichito de la incomodidad parece estar aún entre nosotros tras el tema de mi nuevo jefe, así que niego enérgicamente para pasar a otra cosa. Hay incluso algo de culpabilidad en mí y eso no puede ser. No tengo motivo alguno.

—Bien, entonces basta de charla por hoy —Se baja del escenario en un ágil salto y me tiende las manos con una sonrisa perfecta. Me lo quedo viendo porque, no lo sé, pero hay algo en esa sonrisa que me pone hace débil.

Lo miro esperanzada sin bajarme de la tarima. Mis pensamientos adaptándose rápidamente en plan salvar la noche de lo extraño.

—¿Quieres bailar, conmigo? —pregunto incrédula y él asiente. Vaya, vaya. —¿Estás seguro? ¿No va a evitar eso que ligues alguna chica?

Tan pronto las palabras salen de mi boca, me arrepiento. No quiero sonar celosa ni nada, aunque tampoco quiero quedar tirada a medio baile. He estado ahí y no es una sensación agradable.

Efren se ríe y niega.

—No esta noche... eso me da igual. —Me jala y me bajo de un salto. —Vamos a bailar algo de esa mierda pop que tanto te gusta.

Eso hace mi velada. Efren le hace una seña a Carl, quien cambia la música a una de Justin Timberlake. Y aunque la gente reclama y da silbidos, Efren me sonríe haciendo caras mientras sigue la letra de "Mirrors" y bailamos como solo nosotros sabemos hacerlo. La mezcla perfecta entre un ridículo, entusiasta y sensual baile.

Efren se mueve con facilidad entre los cuerpos entusiasmados de la pista de baile y me hace señas para que lo siga. Me tomo un minuto para observarlo. Va ser mi último minuto cuerda esta noche, lo presiento y quiero beber de su imagen.

Esa sonrisa lobuna, sus ojos presumidos cubiertos por su cabello rebelde. Y si a eso sumamos su espalda de hombros anchos, sus estrechas caderas y los jeans que cuelgan desenfadados de ellas... Okay, voy a necesitar de varios tragos más para hoy.

Algo me dice que voy a querer ahogar mi conciencia por el resto de la velada.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro