Capítulo 4
Dos años más tarde...
Kristen
—¡Christian! —grité—. Intenta no saltar tan alto y Cristina, deja de hacer payasadas. Chicos, prestad atención. —Intenté sin éxito tranquilizarlos, no había manera de conseguir que bailen.
—Bueno, lo dejamos para otro día. Recoger vuestras cosas y nos veremos la semana que viene. —Ellos resoplaron y empezaron a moverse de un lado a otro como hormigas.
Mientras ellos estaban recogiendo sus cosas, aproveché para chequear el móvil.
Tenía cinco llamadas perdidas de Katya, la hermana de James. Había vuelto de Alemania hace unos meses y no paraba de llamarme todos los días.
Era un encanto de chica, a veces infantil, pero nos llevábamos bien. A veces la veía triste y sabía que era por lo que le había pasado hace años.
Desde que me fui de la casa de mi padre, me ha ido bastante bien. Se veía arrepentido y todos los días recibía mensajes suyos o llamadas para invitarme a comer.
Mi ex novio Michael, dejó de llamarme, y siguió con su vida, igual que yo. Al principio me llamaba todoslos días para pedirme perdón y prometerme que iba a cambiar. Pero como mi padre dejó de ver a su padre y se negó a firmar el contrato, Michael dejó de insistir.
Durante estos doas años, aprendí a manejar bastante bien la moto y a veces me acercaba para ver las carreras.
Era la única chica que se atrevió a participar y poco a pocoe gané una buena reputación.
Lo hacía para recordar a mi hermano, su moto tenía que seguir viviendo.
El móvil empezó a vibrar y contesté enseguida.
—Por fin contestas... —La voz chillona de mi amiga se escuchó a través de los altavoces.
—¿Qué pasa bicho? Tengo cinco llamadas tuyas. —Saludé con la mano a los alumnos y apagué las luces.
—Quería recordarte que tienes que pasar a recogerme. James no puede venir —contestó tranquilamente.
—En una hora estaré allí. Tengo que pasar por mi casa antes. —Metí la llave en la cerradura y la giré.
—¡Ponte añgo sexi. Esta noche vamos a ligar! —gritó mi amiga la fiestera.
—Lo haré, pero sabes que no me interesan los chicos. —Bajé las escaleras y me paré delante del coche.
—Venga tía, pasaron dos años. Tienes veinticuatro años, eres guapa y tienes un cuerpo de infarto. Necesitas un hombre. ¡NECESITAS HECHAR UN POLVO! Un polvo sucio. A ver si resucitas. —Tapé el móvil y miré a mi alrededor por si alguien había escuchado sus gritos.
—Sabes que a mi no me van los polvos. ¿Polvos sucios? Dios, estas chiflada —susurré.
—Aja, tú quieres encontrar al perfecto principe azul.
—No, no quiero un principe. Quiero un hombre que me ame de verdad y que me haga feliz. No pido mucho. —Abrí la puerta del coche.
—Date prisa, tía. No quiero llegar tarde. Me voy a quedar sin chicos guapos —gritó eufórica.
—Vale, ya voy bicho. —Entré en el coche y cerré la puerta.
El viaje se me hizo corto y cuando entré en mi piso, lo primero que hice, fue entrar en la ducha. La ropa volaba por la casa mientras corría como una loca.
El piso de mi hermsno no era muy grande, tenía solo dos habitaciones, pero el baño era muy amplio.
Me duché rápidamente y sin detenerme mucho. Me sequé el pelo y me lo dejé suelto.
Como lo tenía muy liso y largo hasta la cintura no tenía que arreglarlo.
Me decidí por unos vaqueros negros ajustados y una camiseta de color rojo.
Salí de la habitacion rápidamente, con las llaves de la moto en una mano y con el casco en la otra.
Cerré la puerta y bajé al garaje.
En media hora llegué a la casa de Katya y mientras esperaba a que bajé, aproveché para tranquilizar mis nervios.
—Hola, tía. Por fin llegas. —Torció los labios mirándome atentamente.
—Vamos, ponte el casco y sube.
Después de aparcar la moto delante del club, Kathya se quitó el casco y peinó el cabello con sus dedos.
—Odio ir en moto —dijo entre dientes pero no le hice caso.
Con los cascos en la mano, entré detrás de ella y me sorprendí al ver que el club estaba lleno.
Kathya me agarró del brazo y tiró suavemente, arrastrándome con ella.
James, Hugo, Robert levantaron las miradas al vernos paradas delante de ellos.
—Hola —saludé gritando para que me escuchen.
—Hola enana —contestó James y me abrazó—. Estas preciosa.
—Tu también. —Le pasé una mano por el pelo despeinándolo, porque sabía que lo odiaba.
—Hola Kristen —saludó Hugo—. ¿Bailamos esta noche?
—Sí claro, tengo ganas. —Lo agarré por el brazo.
Bailé con ellos un par de horas y cuando sentí que mis piernas empezaban a fallarme, me fui a la mesa. Tomé un par de cervezas y me quedé pensativa.
—¿Vas a ir a las carreras esta noche? —preguntó James y colocó su brazo por encima de mis hombros.
—Sí. —La musica era tan alta que me costaba entenderme con él—. Hoy quiero probar carne fresca. Escuché que los del otro barrio son muy buenos.
—Ten cuidado, es peligroso, Kristen. Déjalo, por favor. No quiero que te pase algo. Si quieres vengo contigo. —Me miró con preocupación.
—No. Quiero ir sola. Voy a echar un solo un vistazo. No me voy a meter en la boca del lobo sin quitarle los dientes antes. —Solté una carcajada—. ¿Donde está tu hermana? Lleva media hora desaparecida. Me quiero despedir.
—Estaba con un chico. Tranquila me despido yo por ti. —Sonrió.
—Chicos, me voy. Nos vemos mañana. ¿Quedamos para comer? —pregunté y me puse de pie.
—Sí. Nos vemos mañana enana y cuídate. Llámame si algo va mal. Sabes que no me gusta que vayas sola. Tu hermano no estaría de acuerdo —dijo James.
—Mi hermano ya no está y puedo cuidarme sola. —Me acerqué y le coloco una mano en el pecho.
—Lo sé. Sabes que te queremos mucho. Ven aquí, tu chico guapo regala abrazos —dijo riendo y me lancé a sus brazos.
Me abrazó fuertemente, enviando una oleada de tranquilidad por mi cuerpo.
—Hey yo tambien regalo abrazos —dijo Hugo detrás de nosotros y nos abrazó.
Robert no se quedó atrás y se tiró encima de nosotros rompiendo el abrazo.
—Lo siento pero a mi no me van las cursiladas chicos. Dejad de abrazaros como si fuera el fin del mundo.
Empecé a reir y ellos hicieron lo mismo.
—Gracias chicos. Lo necesitaba. Os quiero mucho. —Sonreí—. Bueno, hay veces que os quiero matar pero no podría vivir sin vosotros. Me voy.
Me hice camino entre la gente con mucha dificultad y cuando salí al exterior respiré hondo; la noche estaba perfecta para ir en moto.
Me puse el casco y giré la llave. Aceleré, dejando atrás una nube de humo. Esquivé los coches y aceleré saltándome los limites de velocidad, incluso me pasé varios semáforos en rojo. Esa adrenalina ponía mi cuerpo a toda velocidad.
Llegué al sitio de las carreras bastante rápido. El lugar era muy oscuro y naves abandonadas que rodeaban el lugar, parecían sacadas de películas de terror.
Paré la moto y me quedé observando. Habían un monton de chicas medio desnudas, la música soñaba y el alcohol se consumía como el agua en el desierto.
Los chicos daban bastante miedo, se veían agresivos y empecé a sentir miedo.Pensé que con una sola carrera tendría suficiente.
Arranqué la moto y me acerqué a un grupo que no tenían mala pinta, parecían más tranquilos que los demás.
Había un chico rubio bastante guapo y por como hablaba, se notaba que era el lider.
—Oye guapo, me gusta tu moto. ¿Te apetece una carrera? —pregunté con voz temblorosa.
Me miró desafiante y sus ojos me impactaron, eran muy hermosos.
Me puse un poco colorada, normalmente no me pasaban esas cosas, pero él tenía una chispa que intimidaba.
—¿Te has perdido muñeca? Aquí no compiten chicas. —Me miró desafiante de arriba abajo.
Tenía un cuerpo bien formado y una cara bonita que me hacía sonrojar como una adolescente.
Lo fulminé con la mirada, me pasé una mano por el pelo y le contesté poniendo una cara de pocos amigos.
—¿Qué pasa? ¿Tienes miedo de que te puedo ganar? —Los que estaban con él lo miraron intrigados.
Se tocó los labios quedándose pensativo y luego empezó a reir.
—Mira muñeca, no tengo tiempo para tus bromas. No me interesa una carrera, pero si quieres puedo enseñarte los alrededores. —Me guiñó un ojo sonriendo maliciosamente, luego se acercó hasta que no me quedaba aire para respirar. Acercó sus los labios a mi oreja izquierda y me susurró: —Vamos nena, te va gustar. Estoy seguro que puedo hacerte gritar mi nombre de placer en menos de cinco minutos. —Mantuvo sus labios cerca de mi oreja haciéndome cosquillas.
Estaba hecha una furia y le pisé el pie con mi bota y lo empujé hacia atrás.
—Mira imbécil. No me interesan tus juegos. Simplemente quiero una carrera pero veo que tienes miedo. —Apreté los labios—. ¿Qué pasa? ¿La "muñeca " no puede estar a tu altura? Te pido una carrera nada más.
—Hey John dale a la chica el gusto de competir —habló uno de sus amigos.
—Sí tío. Sería divertido verla correr —dijo otro.
—Vale, muñeca. Ve a la fila, a ver que si consigues terminar la carrera.
Di la vuelta con la cabeza bien alta y llevé mi moto hasta la fila.
Se colocó a mi lado y empezó a reír.
No le hice caso y me puse el casco para no mirarlo.
Una chica muy guapa se colocó delante de nosotros y levantó las manos en el aire.
Empezó a contar y cuando bajó las manos, apreté el acelerador a fondo.
El rubio me adelantó, dejando una nube de polvo detrás. Intentemos alcanzarlo, pero no lo conseguí; sabía manejar la moto mejor que yo.
Recordé los trucos que me había enseñado mi hermano y dejé de acelerar para engañarle.
Redujo la velocidad y aproveché el momento para acelerar al máximo, pasando por su lado a toda hostia.
Funcionó... había ganado.
El truco de mi hermano tuvo éxito, pero cuando se acercó con la moto, noté lo furioso que estaba y dejé de sonreír.
Se bajó rápidamente y me agarró por el brazo apretando fuertemente.
—Has hecho trampa. Esto no vale. —Intenté soltarme de su agarre, pero sus dedos apretaron más.
—Hey, no tengo la culpa de que no sabes conducir. He ganado y me tienes que dar tu moto —grité para esconder el miedo.
Tiré fuerte del brazo y él me soltó pero no quitó su mirada de mi rostro.
—No me grites, zorra. Y largate de aquí. —Me preparé para empujarle y en el medio de nosotros se colocó un hombre grande y alto.
—¿Que pasa aquí, John? Por lo que vi, la chica ganó la carrera. Ya sabes las reglas, ¿o te las tengo que explicar de nuevo? Has perdido. Acéptalo.
—Oscar, tío. Es que ella hizo trampa. —Se quejó el rubio.
—No tienes cinco años, John. Cada uno usa lo que sabe para ganar. ¿Tu no haces trampas? Lo que pasa en el recorido no me importa, importante es el que gana. Si no te gustan mis reglas, te puedes largar.
—No, no es eso —contestó el rubio mientras se alejaba.
—Ah, ya lo sé... —Rió—. Te ganó una chica.
—Escucha, John. —Me acerqué intentado no mostrar mi nerviosismo. Tenía los ojos muy oscuros y su mirada me traspasó hasta que sentí un escalofrío. Era bastante enfadado. Cerró los ojos y asintió con la cabeza—. No quiero tu moto. Me gusta pero te la dejo. En cambio tienes que hacer una cosa.
Me miró confundido. Oscar se dio la vuelta y me miró de arriba abajo levantando una ceja.
Yo miré a John y la verdad que era una pena que un tío tan guapo era tan gillipollas.
—Sé que la moto vale una pasta y no quiero tu dinero. Tienes que darme tu ropa —dije mordiéndome los labios para no reír.
—¿Mi ropa? —Abrió los ojos de par en par—. ¿Eres tonta?
—No insultes y quítate la ropa —ordené.
Oscar empezó a reir junto con los demás, pero los únicos callados éramos yo y John.
—Muñeca si me quieres ver desnudo podemos ir a mi casa. No hay necesitad de hacerlo aquí.
—Oh sí. Aquí mismo. Y la semana que viene tambien y la siguente también. Bueno hasta que "cobro" por la moto, ya que vale una pasta.
—Mira John la chica tiene razon. No quiere tu moto y tampoco tu dinero. Y a mi me gusta que cada ganador cobre lo suyo. Así qué... quítate la ropa, tío —dijo Óscar riéndo con ganas.
John nos miró a todos luego se colocó delante de mí. Me miró a los ojos y empezó a quitarse la camiseta con movimientos lentos. Las chicas empezaron a chillar y los chicos a aplaudirle.
No estaba mal, tenía unos abdominales increíbles y unos tatuajes hermosos.
No dejó de mirarme a los ojos y mi temperatura corporal subió exageradamente. Me sudaban las manos e intenté secarmelas frotandolas contra los pantalones.
Se desabrochó el cinturon y bajó la cremaliera. Acercó su rostro al mío tanto que me costaba respirar.
—Veo que lo disfrutes tanto como yo. ¿A que esto te pone? Seguro que ahora estas mojada —dijo susurrando.
No pude contestarle, no me salían las palabras porque me había quedado en blanco. Nunca me hablaron así.
Agarró los pantalones y tiró de ellos hacia abajo.
—Nena, si quieres te puedo dejar como recuerdo los boxers. Te los pudes poner por las noches y soñar conmigo. —Me guiñó un ojo.
—No sigas. Ya creo que es suficiente por esta noche. —Levanté una mano—. Creo que no eres capaz de hacerme gritar tu nombre de placer en menos de cinco minutos. Con lo que tienes no es suficiente, sabes a que me refiero. —Sonreí traviesamente.
Tomé su ropa y me despedí de Oscar. Caminé rápido sin mirar atrás, no quería ver la cara que había puesto. Mi armario tendrá que hacerle hueco a toda la ropa que pensaba lleverme todas las noches.
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