Kristen

Llevaba dos horas en la fiesta de mi padre y estaba aburrida de tantas vueltas y conversaciones sin sentido.
Mi novio estaba en alguna parte hablando con compañeros de trabajo y mi padre andaba perdido. Desde que había llegado no encontré manera de hablar con ellos.

Intentaba mantener una conversación con una señora bastante mayor, pero la verdad era que no me enteraba de nada.
Todo lo que ella me estaba contando no tenía sentido para mí. No sabía si estaba borracha o algo le pasaba.

Me disculpé con ella cuando encontré la oportunidad y empecé la búsqueda de mi novio. Entré por los pasillos de la mansión buscándolo con la mirada, pero al final me perdí entre tantas habitaciónes.

Quién había decorado la mansión, lo hizo con mucho estilo y me gustaba bastante. Habían varios cuadros que podían servirme de inspiración para mis clases de dibujo.

Me gustaba dibujar... Me ayudaba expulsar todo el dolor y la tristeza que había acumulado cuando perdí a mi madre.

—Hija, ese vestido te queda precioso. Tu padre estará muy contento. Sabes que para él verte con vestidos, es una alegría. Eres su princesa.

—Ay, mamá. Sabes que odio los vestidos pero como es una fiesta en honor a mi padre, tengo que hacerlo.

—Solo una vez lo nombran el presidente de los negocios White. Tu abuelo ya es muy mayor y tu padre tendrá que hacerse cargo de la compañía.

—Espero que no cambie, mamá. El abuelo nunca tuvo tiempo para sus nietos.

—Seguro que no. Tu padre nos quiere mucho a los tres.

Mi padre había cambiado mucho. El trabajo lo volvió muy egoísta. Llegué a pensar que era una molestia para él y que simplemente me quería fuera de su vida.

Decidí regresar a la fiesta. Michael parecía haber desaparecido y mi cabeza no hacía otra cosa que recordar el pasado.

Pasé por delante de la última puerta y una voz familiar llegó a mis oídos. Era de mi novio y estaba gritando. Enseguida me pegué a la puerta para escuchar lo que él estaba diciendo.

—Papá estoy harto de esa chica. No la aguanto más. Quiero que esto termine ya —dijo él.

—Hijo no puedes dejarme así. Ya queda poco para que su padre firme el contrato. Ya sabes que me hace falta. La empresa va mal. Ultimamente nadie quiere hacer negocios con nosotros.

—Es que no tenemos nada en común y no es mi tipo. No me gustan las chicas como ella. Piensa que es mas lista que yo. Además, no aguanto a sus amigos. ¿Quien hoy en día tiene tres amigos en vez de amigas? Seguro que se acuesta con todos, ya que conmigo no quiere.

—Hijo, escúchame. Aguanta una semana más, lo demás lo tengo arreglado.

—Una semana papá, no más.

Sus palabras enfriaron mi sangre. Mi respiración se aceleró y mi estómago se revolvió.
Las palabras de Michael fueron muy duras y las lágrimas empezaron a picar mis ojos. Sus palabras me desarmaron, nunca había pensado que él me odiaba. Se me puso un nudo en la garganta y a mandíbula empezó a temblar por el esfuerzo de contener las lágrimas.

Las voces cesaron y con una mano tapando mi boca, salí de puntillas hacía la terraza.

Entre nosotros no había mucha pasión, tenía que admitirlo, pero nos entendíamos bien. Él tenía su trabajo y yo mis clases de dibujo. No me había dado cuenta de que para él era un juguete.

—Hola mi amor —dijo mi padre, asustándome—. Te estaba buscando. Necesito presentarte a alguien. —Me agarró por el brazo para girarme, pero me solté.

—Lo siento, pero me tengo que ir —dije firmemente.

—¿Pasa algo? —Se colocó delante de mí—. ¿Donde está Michael? —Me miró extrañado.

—No lo sé y no me importa —contesté de mala manera.

—Cuidado con ese tono señorita. Todavía soy tu padre.

—Deberías pasar más tiempo conmigo o por lo menos intentar hablar como lo hacía mama. Pero, nunca tienes tiempo. —Mis palabras lo alteraron.

—Kristen, baja la voz y deja de gritar. Aquí no. Hablamos en casa. —Cerró los ojos y suspiró.

—Sí, claro en casa. —Negué con la cabeza—. Me voy de casa. —Abrió los ojos y me miró tristemente.

—No lo hagas hija. No me dejes solo, por favor.

—Parece que te gusta estar solo. Me iré y mañana y espero que así te des cuenta del daño que me estás haciendo. Desde que murió mama, no haces otra cosa que salir y trabajar. Yo también la hecho de menos, pero me siento sola, olvidas que tienes una hija que aún te quiere mucho. No sé si te veré mañana. —Eché un vistazo a mi alrededor y sacudí la cabeza.

—Entonces no me queda otra que despedirme. Intentaré  pensar en todo esto y te llamaré la semana que viene. Si necesitas algo no dudes en pedírmelo. —Dio la vuelta y salió por la puerta sin mirar atrás.

Me dolió hablarle así y no quería abandonarlo, pero necesitaba entrar en razón. La vida nos golpeó duro a los dos, poniendo a prueba nuestra relación.
Tampoco quería cruzarme con Michael, la mejor solución era cortar con él por teléfono.

Salí de ese edificio de inmediato y cuando entré en mi coche, recuerdos, imagenes y momentos inolvidables golpearon mi cabeza.

—Eres una chica estupenda, Kristen. No dejes a nadie que se burle de ti, te mereces lo mejor.

Las palabras de mi hermano fueron como una caricia para mi corazón truste y me impregnaron con las fuerzas necesarias para salir de ese lugar sin llorar.

Llegué a casa y metí el coche en el garaje. Salí del coche y al pasar por delante de una estantería, mi pie tropezó con la moto de mi hermano.

Verla, recordé lo feliz que estaba cuando la trajo a casa.

—¿Y esta moto? ¿Te la has comprado ahora?
—Sí hermanita. ¿Quieres subir?
—Sí, pero tengo miedo.
—Conmigo estás a salvo.

Desde ese día me llevó con él a todos los lados. Me enseñó a montar y era la chica más feliz del mundo. Era el hermano perfecto.
Nunca me llevó con él a las careras, pero me había enseñado los trucos necesarios para ganar.

Esa moto será mi nueva compañera de vida.