Kristen

Odiaba las fiestas de mí padre, sin embargo, siempre terminaba asistiendo. Para mí él era un extraño, uno que recordaba que tenía una hija solo cuando tenía que acudir conmigo a sus eventos semanales.

La muerte de mi madre y la de mi hermano cambió por completo la relación que teníamos. Mi padre se volvió apático y evitaba constantemente hablar conmigo. En el primer año pensé que esa era su táctica para olvidar el accidente y reprimir el sufrimiento. No obstante, mi cerebro no paraba de repetirme la conversación que tuvimos después del funeral.

—Tengo que salir. No me esperes para cenar.
—No me dejes sola. Necesito hablar con alguien.
—Lo siento Kristen. No puedo hablar ahora.
—Y, ¿cuándo lo vas a hacer? Ellos ya no están y me siento sola. Siempre sales por las noches.
—Te dije que no es asunto tuyo, así que deja de llorar y acepta lo que pasó. Tienes que seguir con tu vida y yo con la mía.

Cuando vivía mi madre, los fines de semana eran mis favoritos. Adoraba tenerlos a los dos cerca; se veían muy enamorados. No salían de fiestas y pasaban la mayoría del tiempo cuidando de mi hermano y yo. Esos bonitos recuerdos los guardé muy adentro de mi ser y lo único que me quedaba era alimentarme a través de ellos.

El comportamiento de mi padre había cambiado tanto después del accidente que no me sentía segura de vivir con él.

La mala reputación de mi hermano fue un torbellino de peleas constantes entre él y mi padre. Llegaron a veces al extremo, hasta tal punto que mi madre terminaba por intervenir y calmarlos. Ella siempre lo defendió.
Conmigo, mi hermano fue muy protector y aunque habían algunos secretos que amenazaban por salir, no dejó de cuidarme. Para mí fue el mejor hermano que una chica de mi edad podía haber tenido.

Pasó un año desde aquel desafortunado accidente de coche que tuvieron y fue muy duro para mí.

Manejaba mi hermano y recordaba perfectamente lo enfadado que estaba ese día. Papá le había exigido a que se hiciera cargo de la compañía durante unos años y eso era algo que mi hermano se negaba aceptar.

—¿Te vas ?
—Sí, Kristen. No aguanto ni un minuto más en esta casa. Voy a buscar a mamá y luego vendré a por ti. Esta noche tengo planes con los chicos y nos necesita a los dos.
—Sí, claro. No le hagas caso a papá, se le pasará. No tardes, os espero con la cena.

Mi hermano estuvo bastante ocupado con otros asuntos y odiaba trabajar en la oficina. Era algo que no le llamaba la atención y para él significaba sacrificios innecesarios. Le gustaba la libertad, la adrenalina y tener el pleno control de su vida.

Yo no lo culpaba por el accidente, sabía que no había podido evitar el otro coche. El informe lo confirmaba, sin embargo, mi padre pensaba todo lo contrario y por eso discutíamos mucho.

Mi vida tomó un rumbo tranquilo. Impartía clases de breakdance y dibujo. Pasaba mucho tiempo en el estudio con los niños y poco a poco conseguí devolverle la sonrisa a mis labios.

Tenía un novio que no encajaba muy bien en en mi mundo, pero no me importaba. Era un chico bastante aburrido, y aunque no le gustaba mis salidas por las noches con mis amigos, nuestra relación estaba bastante tranquila. Era justo lo que necesitaba para reprimir esos tristes recuerdos.
Él no me molestaba mucho y tenía tiempo suficiente para mis clases y mis niños.

Me paré delante del espejo y sonreí. El vestido azul que me habían comprado los chicos me quedaba muy bien. Me puse enseguida la pulsera que me había regalado mi hermano por mi cumpleaños el año pasado y pasé las manos por el cabello.

Era una pulsera de cuerro negra con la inscripción "para la mejor hermana del mundo".

Miré la hora en mi reloj de pulsera y salí del apartamento con prisa. A mi padre le gustaba la puntualidad y no quería enfrentarme a él y terminar llorando como siempre.

Mientras el ascensor bajaba, mi móvil vibró. Miré la pantalla y sonreí al ver la cara de mi amigo James.

—Hola guapo —contesté.

Desde que murió mi hermano, él estuvo a mi lado todos los días, dedicándose a cuidarme y aroparme con su compañía.

—Hola enana ¿Qué tal? —Tomó una profunda respiración—. Que te lo pases bien en la fiesta.

—Gracias. Tengo que colgar, llego tarde. Luego hablamos guapo.

—Muy bien, pero si te aburres llamame. No tardaré en venir a buscarte. Acuérdate de que mañana tenemos ensayo.

—Un beso. —Salí del ascensor y busqué con la mirada el coche.

Tenía la esperanza de pasar un rato agradable con mi novio en esa fiesta, aunque estaba un poco enfadada con él. No vino a recogerme porque tenía una reunión importante y siempre ponía el trabajo era por encima de nuestra relación.

A veces me preguntaba si me quería tanto como yo a él.