Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 39

Mis manos empezaron a temblar ante la sobredosis de adrenalina que circulaba por mis venas. El resistirme a pelear incrementaba mi locura, la abstinencia de no hacerle caso a mis instintos y dejar salir toda la bronca que tenía dentro en forma de golpes, me estaba pasando factura.

Rápidamente sostuve otro cigarro entre mis labios y con una notoria necesidad, quemé los pequeños trozos de tabaco sobresalientes en su extremo. Esta vez el cigarrillo no podía calmarme, la rabia y el desconsuelo parecían no querer abandonarme.

En menos de cinco caladas, había consumido mi pucho por completo. Lo arrojé al suelo con fuerza y despeinándome, me resistí a prenderme otro. Sequé las comisuras de mi boca y me metí al lugar, en busca de un vaso de alcohol.

Los chicos estaban en el mismo lugar que antes, incluido Lucas. Cruzamos una última mirada y rápidamente, dejó de verme para seguir divirtiéndose con su hermana y cuñado. Una presencia a mi lado me hizo girar.

—Sí hay problemas, cuentas conmigo— El oficial Davis, amigo y compañero de Zac, sonreía mientras miraba a Lucas de arriba abajo.

—Gracias, Christian, pero ya lo arreglé.

Sonreí ante su gesto y acepté el vidrioso vaso que me ofrecía. Palmeó mi hombro y justo cuando volteó para volver con sus amigos, lo detuve.

—¿Y Zac?

—Fue al baño a lavarse las manos. Un idiota lo ensució— Comentó divertido y, aún con la poca luminosidad del lugar, pude ver cómo me guiñaba uno de sus ojos.

—Iré a buscarlo— Reí con él y me alejé.

Las palabras del conocido de mi hermano, me habían hecho sentir mejor. No lo conocía, pero algo me decía que se parecía bastante a mí.

Ni bien entré al servicio, vi al moreno renegando con el poco jabón que una dispensadora le regalaba.

—¿Sigues aquí?

—Esta mierda no sale— Frustrado, tallaba sus nudillos.

—No hablaste con Natalia ¿Cierto?— Cuestioné y me acerqué a uno de los orinales.

—La vi salir con Jack. Iba a buscarla cuando terminara de limpiarme esta maldita cosa.

Bajé la plateada palanca frente a mí y después de abrochar mis pantalones, me acerqué a él para también lavar mis manos. Miré detenidamente las suyas y quise acabar con lo que podría ser su batalla contra una simple mancha.

—Ve a la barra y pide algo que venga con un gajo de limón y póntelo sobre la mancha. Desaparecerá.

—¡A la mierda!— Cerró el grifo y con unos papeles, duros y descartables, secó sus dedos.

Al salir, tuve que obligarlo a volver con sus invitados, ya que insistía en acompañarme a buscar a la peli-negra. En medio de la pista nos separamos y yo me dirigí hacia la salida. Con el viento chocándome de frente, mi estómago se removió, producto de consumir demasiado alcohol en un lugar tan cerrado. Esperando unos segundos a que mi cuerpo se acostumbrara a la nueva temperatura, escuché a una pareja discutiendo.

Enseguida los busqué con la vista para ver si eran ellos y efectivamente, así era. Cerca de una camioneta, mi chica y su novio peleaban. Esperé un momento para darles espacio, más que nada a ella, pero en cuanto lo vi acercársele demás y gritarle prácticamente en el rostro, no soporté y a paso rápido, llegué a su lado.

—Háblale bien— Le exigí al rubio, interponiéndome entre ambos.

—¡Tú no te metas!— Me gritó e impulsivamente, mi cuerpo se movió hacia delante, pero mi mente me detuvo.

Me comí las muchas cosas que tenía para decirle y rascando mi nariz, desvié la vista mientras retrocedía.

—¿Cómo has podido mentirme, Natalia? ¡¿Por qué mierda no me dijiste que es salías con él?!

El idiota no tenía idea de como estaba jugando con mi escasa cordura. Apreté mis puños, reprimiéndome una vez más.

—¡Por qué sabía qué harías esto! Que te enojarías, por tus malditas inseguridades. Ibas a montarme una escena sin motivos.

—Salías con un puto asesino ¿Cómo no iba a montar una escena?

En un veloz movimiento, me acerqué a él y tomándolo de la camisa, lo estrellé contra su propio coche.

—¿Quieres probar que tan asesino soy?— Una ladeada sonrisa se había dibujado sobre mis labios y mi mirada imponía miedo, lo supe por su expresión de temor.

—¡Matt!— La voz del amor de mi vida me detuvo antes de que pudiera desfigurarlo —Por favor...— Apoyando su mano sobre uno de mis brazos, consiguió que lo soltara.

Froté mi barbilla y dando vueltas, me prendí otro cigarrillo, victima de la adrenalina combinada con abstinencia. Mis manos habían vuelto a vibrar y la impotencia de no poder golpearlo, aumentaba el temblor.

—Es un enfermo ¿No lo ves?

—¿Puedes dejar de decir estupideces, Jack?— Preguntó, cansada de lidiar con él y yo reí mientras encendía el blanquecino filtro.

—¡¿De qué mierda te ríes?!— Interrogó él, incrementando mi diversión.

—De un chiste que me acordé— Usé el sarcasmo y conseguí que unas venas se hicieran presentes en su frente.

Natalia reprimió una carcajada, causada por mi comentario, aumentando el tamaño de las venas de Collins. Seguí fumando a un costado de ellos, apartándome, pero estando cerca por las dudas de que al doctorcito vuelvan a desconectárseles los cables.

—¿Cómo pudiste estar con alguien así?

—No es malo, Jack. No te dejes llevar por los comentarios de Lucas.

—¡Dijo que casi lo mata, que lo mandó al hospital, Natalia!

—Pero lo hizo por defender a mi hermano.

—¿Puedes dejar de defender a tu ex y defenderme a mí? Que por si lo olvidaste, yo soy tu pareja y no él— Sonreí y con la vista al frente, seguí escuchando —¿Sigues sintiendo cosas por Matt?— El silencio se adueñó de ambos y supe a que se debía.

—Jack... Tenemos que hablar.

—Él... ¿Él es por quién has estado tan mal? ¿Por quién me has hecho suplicarte? ¿Él fue el famoso inolvidable?

—Sí. Fui yo— No pude resistir la tentación de enfrentarlo.

—Me has usado tanto tiempo para borrarlo y cuando por fin lo habías conseguido, este infeliz regresa y te vuelves una idiota ante sus pies.

—No me hagas repetirlo una tercera vez. Háblale bien— Escupí con los dientes apretados.

Le di una ultima calada a mi cigarro y lo dejé caer. Sin tener la necesidad de mirarlo, lo destrocé con la suela de mis zapatillas.

—Ahora que lo veo... Cuando esta bestia apareció fue cuando el brillo retornó a tu mirada. Fue por él, no por mí.

—Jack, nunca quise lastimarte— Amagó con tocarlo, pero él corrió su brazo con rudeza.

—¿Lo has estado viendo a mis espaldas?— El silencio reinó una vez más.

Ella miró el piso y relamiendo sus labios, pasó un mechón de pelo detrás de su oreja, nerviosa. Yo solo le mantuve la mirada firme al médico, me estaba alterando su forma de hablar.

—¡¿Te has acostado con él?!

—No— Negué con firmeza.

Natalia enfocó sus verdosos orbes en mí y noté la sorpresa instalándose en cada parte de su rostro.

—No me tomes por idiota— Soltó el doctor y rio sin humor —Claro que lo ha hecho. Su cuerpo cambió, su estado de ánimo, su olor, su piel, su reacción cada vez que la toco. Toda ella cambió.

No pude disimular la mueca de asco que hice al escucharlo decir que la tocaba.

—Creí que no estabas lista...

—Y te juro que así fue. No lo estaba, Jack.

—La última vez... Estuvimos tan cerca, casi lo conseguíamos, pero... ¿No pudiste por él?

Me sentía victorioso y asqueado al mismo tiempo. No podía seguir escuchando cuanto deseaba tocarla.

—Sí.

—Te amo demasiado y sé que pude haberlo borrado de tu mente, tu piel y tu corazón si me dabas la oportunidad de hacerte mía— Intentando buscar una solución, rogó —Inténtalo. Acuéstate conmigo, permíteme acercarme a ti y verás que te olvidarás hasta de su nombre.

Increíblemente, consiguió que la sangre hirviera dentro de mis venas, otra vez. Trabé la mandíbula y cerré los ojos al imaginarlo sobre ella. Un agujero ardiente se formó en lo más profundo de mi pecho y una horrible sensación divagó por cada rincón de mi anatomía.

—¿Escuchas lo patético que eres suplicando sexo?— Reí, divertido y ardiente de ira. Sequé las comisuras de mi boca y por fin me liberé —Natalia nunca fue tuya, ni cuando yo no estaba en su vida ¿No lo entiendes? Es mía y siempre lo fue. Marqué su piel hace mucho tiempo y ni tú, ni nadie, podrá borrar esa marca. Jamás. Cierra la puta boca y acepta que no te ama.

—¿Estás diciendo que es un trofeo?— Interrogó, queriendo hacerme quedar mal frente a los ojos de su supuesta amada.

—Eres más estúpido de lo que creí, de verdad. Ella es libre de hacer lo que quiera con su cuerpo y con su vida. Lo que yo digo, Collins, es que Natalia eligió quien puede tocarla y por mucho que te duela e intentes cambiar, ese soy yo. Su piel se estremece conmigo, su respiración se acelera por mi cercanía y su boca suspira mi nombre.

—No puedo creer que prefieras las caricias de una bestia.

—Basta, Jack. Solo quiero que esto acabe bien.

—Terminamos, sin duda ¿Pero bien? ¡Me engañaste! Te burlaste de mí y de la peor manera. Dejaste que otro se metiera entre tus piernas mientras yo intentaba ser perfecto para ti.

—Cálmate— Murmuré apretando los dientes y volviendo a clavarme las uñas en las palmas de mis manos.

—Perdóname, Jack. De verdad, lo lamento muchísimo— Ella relamió sus labios y supe que un nudo se había formado en su garganta, el cual había acongojado su voz —Por mucho que te quiera y haya intentado amarte, nunca pude. Lo amo a él. Para mí, siempre fue Matt.

—Todo lo que luché, todo lo que me esforcé para estar contigo fue totalmente en vano— Su pecho comenzó a subir y bajar con brusquedad. Nuevamente, la vena sobresalía de su piel y sus puños nacían —¡Odio la infidelidad y tú lo sabes mejor que nadie! ¡Salvé a tu madre y mira como me pagaste! Revolcándote con un salvaje.

En cortos pasos se posicionó frente a mí y viéndolo venir, recibí un débil golpe de su parte en una de mis mejillas. Esbocé una ladeada sonrisa y clavé mis orbes en los suyos, aún con sus nudillos en mi piel.

—Me pegaron muchas veces, pero jamás, tan débilmente— Comenté sobrante.

No podía evitar ponerme así cuando me provocaban. El deseo de pelear era increíblemente fuerte y se me era casi imposible de controlar.

—Saben que, olvídenlo. Se merecen uno al otro. Una mujer que se abre de piernas con cualquiera que no sea su pareja y un aficionado a la violencia.

Suficiente.

Sin que se lo esperase, estrellé mis artejos en su rostro, haciendo girar su cabeza con el golpe. Mechones de su pelo rubio, cayeron sobre sus ojos y en cuanto despegué mis nudillos de su cara, su propio fluido, personal y rojizo, abandonó su boca.

El poder golpear a alguien logró que mi sangre me quemara internamente y la adrenalina dominara cada parte de mí. Sin embargo, ahora entendía porque Natalia no podía dejarlo. Su familia siempre fue lo primero en su lista y que alguien le haya salvado la vida a uno de sus integrantes, sin duda, era merecedor de su afecto y atención, aun cuando fuera en contra de sus propios deseos.

El sollozo a mis espaldas me provocó un tremendo escalofrío, miré por sobre mi hombro y la encontré derramando lágrimas por las palabras de un imbécil que no sabía cuándo cerrar la boca.

—Entiendo mejor que nadie el dolor de una traición, pero nunca será excusa para faltarle el respeto a una mujer— Moví los dedos que habían amasado su mejilla y supe que me miraba de reojo —Yo fui quien se acostó con tu novia. Sé un hombre y hazte respetar conmigo.

—Parece que la bestia tiene modales— Se burló moviendo su cuello.

—Podré ser un aficionado a la violencia como tú dices, un fanático de quebrar huesos, pero, ante todo, soy un hombre. Y no creo que tú puedas decir lo mismo.

Collins escupió otro poco de sangre y enderezándose, limpió los hilos rojos que colgaban de sus labios. Sonrió y negó con la cabeza. Entendía su dolor, pero no podía dejar que le falte el respeto a mi chica sin recibir un castigo.

—Entonces peleemos. Te mostraré que tan hombre soy y me cobraré las revolcadas que tuviste con Natalia.

Reí preso de la gracia que me causaba su estúpido orgullo. Relamí mis labios y paseé mi lengua por las paredes internas de mi boca.

—No querrás pelear conmigo. Te lo aseguro.

—Jack, no lo hagas. Te lastimarás— Rogó la morena a mis espaldas.

—¿Ahora te preocupa si salgo herido?— Cuestionó sarcástico mientras tomaba una pose de pelea, o eso creía él.

—¿Quieres pegarme? Adelante, hazlo. Pero te lo advierto, si llego a perder el control, no habrá quien te salve— Comenté divertido, rascando mi barbilla.

Sus frágiles nudillos se estrellaron nuevamente en mi mejilla, ocasionándome más cosquillas que dolor. Retrocedió y concentrando más fuerza, me dio otro golpe, uno que por lo menos pude sentir.

—Vas mejorando— Mascullé con una maldita sonrisa que no pude evitar esbozar —Mi turno.

Me hice para atrás, tomé bastante impulso y cuando mis artejos estuvieron a un pelo de romper su nariz, los detuve. Su rostro estaba arrugado, esperando mi golpe y el inevitable dolor que pudo haberle causado.

Pausadamente, abrió sus ojos, confundido al no percibir el ardor en su piel. Respiró hondo al verme tan cerca de él y con su ceño totalmente fruncido, retrocedió.

—Tienes la suerte de que ella esté acá, porque me juré jamás volver a pelear frente a sus ojos. Pero, con todo lo que dijiste de mí y especialmente, de la chica que aseguras amar, debería destrozarte.

Me mantuvo la mirada unos pocos segundos y después la redirigió hacia los cautivantes iris de su antigua novia. En las retinas del rubio se veía la tristeza transformarse en llanto, la ira acumulada queriendo abandonarlas y la impotencia de no poder hacer nada.

Mordiéndose la lengua para no volver a decir una sola palabra, parpadeó luchando contra el salino mar de su dolor y en silencio, abrió la puerta de su camioneta. Luego de dar un buen portazo, lo puso en marcha y desapareció en la primera curva.

Despeiné mi cabello, superado por la escena, y volteé. Me arrimé lentamente a la figura de la mujer por la que haría cualquier cosa y abrazándola por la cintura, la pegué al calor de mi cuerpo. La escuché suspirar y sonriendo, tomé su rostro entre mis manos.

—¿Estás bien, Sonrisitas?

—Estoy feliz, por un lado, pero triste por el otro— Confesó, haciéndome un puchero que me colmó el alma de ternura —Ahora podemos ser felices juntos, pero lastimé a alguien.

—Sonrisitas... Nosotros fuimos dos enamorados, que por orgullo lastimaron a dos inocentes ilusionados— Me hinqué de hombros y después de acomodar un mechón de pelo detrás de su oreja, besé dulcemente la punta de su nariz —De cualquier forma, me siento igual que tú.

—¿Y tú por qué?— Preguntó frunciendo su ceño, pero sonriéndome al mismo tiempo.

—Porque ya no tenemos que escondernos para estar juntos y eso me encanta. Sin embargo, tenía muchísimas ganas de romperle la nariz y no pude hacerlo.

Rio y mordió su sonrisa. Besé fugazmente sus labios y la elevé unos centímetros del suelo. Ella acarició mis mejillas y jugó con los mechones de cabello que caían sobre mi frente.

—Estoy orgullosa de ti, Musculitos.

—Y yo estoy enamorado de ti. Es una buena combinación ¿No crees?

Inmediatamente pegó su boca a la mía, dejándome disfrutar de su sabor como tantas veces lo había hecho. Sonreí bajo el beso y giré, dándonos un par de vueltas, obteniendo la misma mueca de su parte.

—¿Volvemos a la fiesta?— Murmuró debajo de mis labios que se negaban a soltarla.

—Deberíamos, sino no habrá como aguantar a Zac histérico— Me burlé y la bajé.

Entrelazó sus dedos con los míos y juntos, entramos al lugar. Ahora no existía la necesidad de separarme de ella y eso cicatrizaba las grietas de mi corazón, devolviéndole un poco de luz a la oscuridad que era mi vida.

Nuevamente en la pista, acompañé a Natalia bailando un rato con nuestros amigos y cuando tuve oportunidad, me tiré en unos de los sofás de cuerina que estaban reservados para nosotros. La piel de mis nudillos estaba colorada y un débil ardor los cubría.

Estaba tan concentrado mirando mis artejos, que me sobresalté cuando un cuerpo se tiró sobre mí. Automáticamente agaché la cabeza y cuando descubrí a mi chica sonriendo, todo en mí se relajó. Mi atención se volvió exclusiva para ella y sin perder tiempo, apoyé uno de mis brazos sobre su cintura.

—Hola— Habló sobre la fuerte música, con una enorme sonrisa dibujada en sus labios.

—Hola— Susurré y la pegué más a mi pecho.

—Tenías razón.

—¿En...?— Acomodé un mechón de pelo detrás de su oreja y acaricié la suave piel de su mejilla.

—Siempre hemos sido nosotros.

Relamí mi sonrisa y la aferré más a mí. La calma de que saber que ya no había nadie más que nosotros, que nadie intervendría en nuestra relación, me cubría por completo.

—Siempre has sido tú— Murmuré y la besé.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro