Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Rescatando a Erik

Tras la decisión de mi hermano por ayudarnos a dar con Raven, y rescatar a Erik en el proceso, procedimos a trazar un plan.

–La celda donde lo retienen se construyó durante la IIª Guerra Mundial, cuando había escasez de acero. –nos informó Hank–. Los tabiques son de hormigón y arena. Nada de metal.

–Está retenido cien pisos por debajo del edificio más seguro del planeta. –comenté yo, observando los planos que Hank había colocado sobre la mesa de la sala de estar.

–¿Y por qué está ahí? –nos preguntó Logan, su tono curioso y a la vez desconfiado por la personalidad de Erik. Ante su pregunta, Hank, Charles y yo intercambiamos una mirada.

–¿Se olvidó de contártelo? –inquirió mi hermano con un tono irónico, antes de comenzar a reírse.

–Eh... JFK. –respondió Hank.

–¿Él mató a...? –comenzó Logan, antes de ser interrumpido por Charles, quien ahora sonreía con ironía.

–¿Cómo se explica que la bala milagrosamente hiciera una curva? –dijo mi hermano–. A Erik siempre se le dieron bien las pistolas.

–Eso no lo sabemos, Charles. –intercedí yo, dispuesta a defenderlo–. Puede que no fuera lo que pasó.

–Sí, y yo soy la Reina de Inglaterra, (T/n). –comentó Charles, su tono frustrado–. Incluso ahora te empeñas en defenderlo... Cuando sabes igual que yo de lo que Erik es capaz de hacer.

–Logan, ¿seguro que quieres seguir con esto? –le pregunté a nuestro amigo tras dar un largo suspiro exasperado–. Como ves, no estamos en demasiada sintonía, que digamos. –al escuchar mi comentario Charles soltó una carcajada irónica.

–Tranquila (T/n). Podré soportarlo. –sentenció él–. Sigamos. Es vuestro plan, al fin y al cabo. No el mío.

–No tenemos recursos para entrar ahí. –indicó Hank.

–O salir. –apostilló mi hermano mayor–. Solo estamos, Hank, (T/n) y yo.

–Conozco a alguien. –comentó Logan con un tono lleno de confianza–. Ahora será un chaval. Se crio a las afueras de Washington.

–Yo también lo conozco. –indiqué yo, recordando–. Puede entrar en cualquier parte, pero necesitamos saber dónde vive. –comenté antes de mirar a Charles a los ojos–. ¿Lo intentamos con Cerebro? –ante la pregunta, mi hermano dejó ver en su rostro una total desconfianza, por lo que miré a Logan–. Yo podría intentarlo.

–Ah, no. De eso nada, (T/n). –rebatió mi hermano con rapidez–. No puedo dejar que te expongas a ese peligro. Podrías descontrolarte y desatar tu poder más letal.

–¿¡Eso es lo que soy para ti, Charles!? ¿¡Una bomba de relojería a punto de estallar!? –pregunté, indignada por su poca fe en mi.

–Eres mi hermana. No quiero que te pase nada.

–¡Oh! ¡Ahora te preocupas por mi! ¡Menuda novedad! –exclamé yo, alzando las manos al cielo.

–Vamos, chicos, calmaros los dos. –intercedió Logan.

–También tenemos una guía de teléfono. –indicó Hank.

***

Empresas Trask

El señor Trask caminó al interior de su compañía. Éste hombre, quien estaba a punto de provocar la creación de los Centinelas en un futuro, y quien sería responsable de la muerte de millones de mutantes.

–Señor Trask, creía que estaba preparándose para su viaje. –indicó la secretaria, levantándose de su asiento al verlo entrar en la estancia.

–No, solo tengo que coger un par de expedientes. –replicó Trask–. ¿Es nueva la bufanda? –inquirió, caminando hacia las escaleras al final del pasillo, las cuales llevaban a su despacho particular–. Preciosa.

–Gracias. –replicó la secretaria, sentándose de nuevo en su lugar de trabajo.

Trask comenzó a subir las escaleras con calma, y en un momento dado, Mística reveló su apariencia. Se había infiltrado en la compañía de Trask para averiguar por qué enviaban allí a los mutantes. Al llegar a la mesa, Mística comenzó a rebuscar entre todos los archivos de Trask, sin encontrar los que buscaba con afán. Tras unos segundos, la mutante se fijó en un cuadro de dimensiones descomunales que Trask tenía tras su mesa, procediendo a moverlo, y comprobando que, en efecto, éste conducía a un cuarto secreto. Tras pasar el control de seguridad con la huella del dedo, Mística entró al cuarto. Abrió un cajón vertical y encontró bocetos de lo que en el futuro serían los Centinelas. Tras observarlo durante pocos segundos, Mística cerró el cajón y procedió a investigar más. Abrió otro cajón, donde encontró varias carpetas clasificadas, y tomó en sus manos la que decía "Resultado de las Autopsias", procediendo a averiguar su contenido. Al comenzar a observar las fotos de sus amigos palideció: Ángel, Azazel,... Todos muertos. Aquel hombre los había usado como conejillos de indias.

–¿Señor Trask? –escuchó de pronto a la secretaria.

–Un segundo. –replicó Mística, usando la voz de Trask, para instantes después aparecer frente a ella con su apariencia.

–Se han añadido nombres a la reunión de París. –le dijo la mujer, entregándole una página. Mística comenzó a leerla, memorizando los nombres de los asistentes.

–Gracias.

–¿Le ocurre algo, señor? –inquirió la secretaria, al observar que una lágrima caía por el rostro de Trask.

–Oh, no. –negó Trask, enjugándose la lágrima–. No es nada. –aseguró–. ¿Le importaría pasar a máquina mi itinerario? No quiero olvidarme de nada. –le rogó, ante lo cual ella asintió, marchándose de allí.

***

Acabábamos de llegar a la casa del mutante que, esperábamos, nos ayudase a liberar a Erik de su confinamiento. Comenzamos a caminar hacia la puerta principal, cuando sentí la presencia de un mutante. La sensación pasó muy rápido, pero estaba segura ahora de cuál era su mutación. Mientras caminaba, observé que en el buzón estaba escrito: Maximoff. Cuando los cuatro llegamos a la puerta, Logan tocó en varias ocasiones de forma suave, lo que me hizo sonreír pues Logan no parecía de aquellos que tienen mucha paciencia. A los pocos segundos, una mujer nos abrió la puerta. De inmediato sentí que de ella emanaba un aura triste, un aura enferma: tenía cáncer. Según su reciente chequeo médico, no le quedaba mucho. Tal vez ocho años. Tal vez menos. En su mente solo había pensamientos preocupados por sus dos hijos mellizos.

–¿Qué ha hecho ahora? –inquirió la mujer en cuanto nos vio–, Mire, le extiendo un cheque por lo que haya cogido. –indicó, instantes antes de fijarse en mí–. ¡Hola (T/n)!

–Hola Sra. Maximoff. –la saludé yo con una sonrisa–. No se preocupe, solo queremos hablar con él. –le comenté–. En su estado debería descansar.

–Oh, gracias... –dijo ella, evidentemente algo sorprendida de que hubiera mencionado su enfermedad, pero aún así nos dejó pasar–. ¡Peter! ¡La policía está aquí, otra vez! –le gritó a su hijo, mientras nosotros entrábamos–. ¡Y (T/n) también!

Entramos a la casa, donde una jovencita de cabello castaño vino corriendo a recibirnos. En cuanto estuvo cerca, me abrazó.

–¡Que alegría verte, (T/n)!

–Lo mismo digo, Wanda. –dije yo, reciprocando el abrazo–. ¿Está tu hermano?

Bajamos al sótano de la casa tal y como Wanda nos indicó, donde, para mi deleite, encontramos al chico jugando una partida de ping-pong en solitario, moviéndose a una increíble velocidad.

–¿Qué queréis? Llevo aquí todo el día. –nos dijo Peter en cuanto nos vio bajar–. No he hecho nada. –nos aseguró, sentándose en el sofá.

–Hola Peter. –sonreí yo, observándolo.

–Hombre, ¡hola (T/n)! –exclamó él, saludándome.

–¿Os conocéis? –inquirió mi hermano, confuso.

–Sip. –repliqué yo–. Peter, Wanda y yo tuvimos la suerte de conocernos cuando, hace tiempo, unos críos intentaban robarles el dinero del almuerzo. Ellos no habían despertado aún sus poderes, por lo que yo me encargué de ellos.

–¡Y vaya si lo hizo! –exclamó Peter, dándome un abrazo–. Jamás había visto a esos tipos correr tan rápido. Desde entonces somos amigos, y Wanda la idolatra. –comentó, haciéndome sonreír, ya que ese descaro suyo me recordaba a alguien familiar–. Pensábamos en ir a esa escuela que nos mencionaste, (T/n), pero nos enteramos de que está cerrada.

–Por ahora lo está. –afirmé yo–. Pero si solucionamos un pequeño problema podremos abrirla de nuevo.

–Bueno, no creo que-

–Claro que sí, Charles. –lo interrumpí yo, dándole un leve codazo.

–Verás chico, no somos polis. –intercedió Logan.

–Ya lo sé. –replicó Peter–. Si lo fuerais no iríais un coche de alquiler. –comentó, guiñándome un ojo.

–¿Cómo sabes que es de alquiler? –le preguntó Charles.

–Ha comprobado la matrícula mientras entrábamos. –contesté yo con una sonrisa–. Sabía que había sentido algo... Y no me equivocaba.

–Bueno, ¿y para qué habéis venido? –nos preguntó Peter, ahora curioso por nuestra presencia.

–Verás Peter, necesitamos que nos ayudes. –le dijo Logan.

–¿A qué?

–A entrar en un edificio de alta seguridad, y sacar a alguien.

–¿Liberarlo? –inquirió Peter con ironía–. Eso es ilegal.

–Bueno, solo si te pillan. –razoné yo–. Ah, ¿he mencionado que estaríamos liberando a un antiguo interés romántico mío?

–Vale... Eso me gusta. –dijo Peter–. Aparte de la satisfacción de hacer de Cupido, ¿qué saco yo, (T/n)?

–La oportunidad de entrar en el Pentágono. –respondí, a sabiendas de que Peter no podría resistirse al reto de pasar la seguridad de aquel lugar. Siempre me había contado que quería hacerlo.

–¿Por qué confiar en vosotros? –nos preguntó, ante lo que yo alcé una ceja–. No me malinterpretes, (T/n), me fio de ti, pero no de ellos.

–Porque ellos son como nosotros, Peter. –le dije yo.

–Muéstralo. –le pidió mi hermano, ante lo cual, Logan sacó sus garras de hueso, las cuales estaban situadas justo en el hueco que había entre sus nudillos.

–Mola... Pero da asco. –replicó, ante lo que nos carcajeamos.

***

El Pentágono

Los mutantes acababan de llegar a las instalaciones del gobierno. Charles, Hank y Logan estaban infiltrados entre un grupo de turistas, esperando a el momento propicio para poner el plan en marcha. Al cabo de unos segundos, Charles y Logan se separaron del grupo, bajando unas escaleras, mientras que Hank usaba un aparato para distorsionar las cámaras de vigilancia, y que no los atrapasen.

Peter por su parte, ya se encontraba en el módulo de la prisión, donde incapacitó a un guardia de seguridad con su velocidad, apropiándose de su ropa y la bandeja de comida que llevaba al prisionero. Tras atar al guardia con cinta aislante a la pared del ascensor, Peter salió de éste, comenzando a caminar por el pasillo lleno de guardias, quienes llevaban pistolas de plástico. Tras pasar un control para comprobar si llevaba algo de metal encima, Peter continuó su camino. Pasó por una compuerta y entró a una sala donde había un cristal pentagonal sobre una celda enteramente blanca. Dejó caer la bandeja por un hueco provisto para ello, con una nota adjunta. En cuanto Erik sintió que algo se deslizaba hasta su posición, abrió los ojos y observó la nota, antes de posar su vista en el cristal superior, donde vio a Peter con una sonrisa en su rostro.

Charles y Logan acababan de bajar los niveles que conducían hacia la cocina de la prisión federal.

–¿Estás seguro de que (T/n) estará bien?

–Cálmate, Charles. –le indicó Logan–. Tu hermana es perfectamente capaz de cuidarse ella misma. Si hubiera algún problema nos ayudaría.

–Lo sé. Pero no quiero saber cómo va a afectarle esto. –comentó Charles con un tono preocupado–. Han sido once años desde la última vez que lo vio. Le destrozó el corazón.

–Ah... Ya entiendo. –dijo Logan, observando a Charles de reojo–. No estás solo enfadado con Erik porque decidiera marcharse. Estás resentido con él porque dejó sola a tu hermana, y le rompió el corazón. Eso explica bastantes cosas...

–Cállate.

Peter colocó sus manos en el cristal que aislaba a Erik de su libertad, comenzando a usar su poder para hacerlo vibrar. Con la resonancia que causaba su velocidad, el cristal no tardó en hacerse pedazos. Tras romperlo, Peter comenzó a escuchar una alarma, y la puerta por la que acababa de entrar se cerró, quedando encerrado en ese cuarto. Por su parte, Hank utilizó su aparato para trastocar el sistema de incendios de las cocinas, provocando que los chefs dejaran su trabajo y salieran en desbandada del lugar.

Erik se impulsó hacia las vigas que sujetaban anteriormente el cristal, subiendo donde se encontraba Peter sin demasiada dificultad.

–En tres segundos se abrirán esas puertas, y habrá veinte guardias apuntándonos. –le dijo a Peter, quien rápidamente se colocó a su espalda, su mano derecha sujetando su cuello.

–Lo sé. Lo estaba esperando. –replicó el joven.

–¿Qué haces? –preguntó Erik, sintiendo la mano del chico en la parte posterior de su cabeza.

–Sujetarte para evitar el latigazo cervical.

–¿Qué?

–Latigazo. –recalcó Peter, mientras que la mirada de Erik se volvía confusa.

Tal y como Erik había predicho, la puerta no tardó en abrirse, momento que Peter aprovechó para correr a toda velocidad, la onda de choque haciendo que los guardias se cayeran al suelo. A los pocos segundos ya estaba junto a Erik en el ascensor, con el guardia a quien había atado con cinta aislante.

–Tranquilo. Se te pasará. Les ocurre a todos. –le indicó Peter a Erik, viendo que éste estaba pálido, instantes antes de deshacerse del uniforme de guardia, por su ropa habitual–. Debes de haber hecho algo muy grave... ¿Qué liaste, tío? ¿Qué hiciste? –le preguntó, con visible curiosidad, antes de volver a preguntar con una voz cantarina–. ¿Qué hiciste? ¿Por qué te tenían aquí?

–Por matar al Presidente. –replicó Erik, su voz seria.

–Oye... –se asombró el joven, antes de girarse hacia el guardia–. ¡Tela! –murmuró, ante lo cual el guardia alzó las cejas.

–Solo soy culpable de luchar por los nuestros.

–Ya... pero creo que eres más culpable por dejar que una tía tan buena como (T/n) se te escapase de entre los dedos. –comentó el joven de pelo plateado, haciendo que Erik lo observe, confuso.

–¿(T/n)? ¿(T/n) está aquí? ¿Ha venido a liberarme? –preguntó el manipulador de metal, su tono de pronto esperanzado.

–Uy... Por tu tono de voz parece que aún te mola. –comentó Peter–. Eso podría ser una mala idea. Volver con tu ex... –hizo una mueca de desagrado–. No es lo más aconsejable. –apostilló, antes de pasar unos minutos en silencio–. Dime, ¿haces karate? ¿Sabes de karate?

–No. De tornillos. –replicó Erik–. Y a ti te falta alguno. –comentó, provocando la risa de Peter.

Entretanto, Charles y Logan acababan de llegar a la cocina en la que Hank había hecho saltar la alarma contraincendios, iniciando el aspersor.

–¡Señoras y señores, niños y niñas, esto es una situación de código rojo! –comentó Charles mientras caminaban hacia el ascensor–. Vamos a evacuar toda ésta planta para que--eh--mi compañero y yo podamos controlar la seguridad de la prisión.

–¿Quiénes sois? –preguntó uno de los dos guardias que estaban apostados a los lados del ascensor.

–Operaciones especiales. CBFCTID. –replicó Charles–. A lo mejor no nos conocéis, pero es muy importante que nadie salga ni entre del edificio. Tenemos que llevar a todo el mundo al tercer piso. –añadió, antes de que Logan se hastiase de su improvisación, decidiendo dejar K.O. a los guardias. Charles lo observaba con una mezcla de sorpresa y admiración.

–Perdona, ¿no habías terminado? –inquirió Logan con ironía.

Charles no dijo nada, y simplemente se apresuró a encontrar la llave que abría el ascensor.

–Podríamos haberle pedido a Chronos que abriera un portal para sacar a Erik. –indicó–. No habríamos tenido que venir.

–Ya lo hicimos, y ya nos dio su respuesta –le recordó Logan, antes de recitar la respuesta de la peliazul–: Esto no es asunto mío. Lo que sea que tengáis que tratar con Erik deberéis hacerlo solos. Además, podría abrir un portal en una zona equivocada y podríamos acabar dentro de un muro, que por cierto, no es nada agradable. Lo digo por experiencia. Y seamos sinceros: ¿qué hay de divertido en crear un portal, cuando puedes vivir la experiencia así y sufrir una gran euforia por la adrenalina que causa el peligro?

Entretanto, Peter continuaba charlando con Erik hasta reunirse con sus compañeros.

–Me han dicho que controlas el metal.

–¿Qué? –inquirió Erik, aún confuso por todo lo que estaba sucediendo.

–¿Sabes? Mi madre conoció a un tío que también lo hacía. –apostilló el joven, y ante sus palabras Erik parpadeó en varias ocasiones.

–Lo siento, es que no me va mucho la violencia. –le dijo Charles a Logan, instantes antes de que las puertas del ascensor se abriesen, encontrándose con Erik y Peter.

–¿Charles...? –intentó constatar Erik, pues no creía lo que estaba viendo.

Sin perder un segundo, Charles enfureció y le propinó un puñetazo en la cara, provocando que Erik cayera al suelo.

–También me alegra verte, viejo amigo. Y caminando –comentó Erik, sujetándose la mandíbula.

–No gracias a ti. –apostilló Charles.

–¿Y (T/n)? –preguntó Erik.

–Créeme, ni ella ni yo estaríamos aquí de tener otra opción. –replicó el de ojos azules–. Si logramos sacarte lo haremos a mi modo. Sin muertes.

–Voy sin casco. –indicó Erik–. No podría desobedecer aunque quisiera. Habría dos telépatas para impedirme hacer nada peligroso.

–No pienso volver a entrar en esa cabeza. –indicó Charles, dando un paso hacia Erik, su tono de voz amenazante–. Y no dejaré que (T/n) sufra de nuevo por tu culpa. No dejaré que ella vuelva a entrar en tu mente. –le aseguró, totalmente dispuesto a proteger a su hermana–. Necesito tu palabra, Erik.

Erik escuchó a Charles sin decir ni una sola palabra, asimilando todo lo que acababa de decirle. Al sopesarlo, Erik se decidió y asintió, dejando claro que no haría daño a nadie, y que tenía su palabra. En ese momento todo comenzó a torcerse, pues más guardias de seguridad aparecieron en el lugar, sus armas apuntando a los mutantes.

–¡Quietos ahí!

–¡Que nadie se mueva!

–Charles... –musitó Erik, indicándole que usara sus poderes, ante lo cual, el joven de ojos azules negó con la cabeza.

–¡Manos arriba! ¡O me lio a tiros! –exclamó uno de los guardias.

–Detenlos, Charles. –lo apremió el manipulador de metal.

–No puedo.

En ese momento, Erik comenzó a manipular los objetos de metal de la estancia, Peter se preparó para correr y detener a los guardias, y Logan sacó sus garras, pero de pronto, una onda de choqué mandó volando a los guardias contra las paredes, cayendo al suelo, inconscientes. En la puerta frente a ellos había una joven vestida con una cazadora negra, camisa negra, pantalones de cuero, botas y guantes sin dedos negros. Su cabello pelirrojo caía en suaves ondas por sus hombros.

–Lamento llegar tarde.

–(T/n) –musitó Erik.

***

Había llegado a tiempo. Los guardias de seguridad que acababan de bajar por poco dispararon sus armas contra Charles y los demás. Por suerte logré usar mi telequinesis para mandar una onda de choque y dejarlos inconscientes.

–Lamento llegar tarde. –fue lo que dije, antes de notar que Erik ya estaba con ellos, mi corazón paralizándose de pronto en cuanto sus ojos verdes se posaron en mi.

–(T/n) –musitó Erik, mi nombre saliendo de sus labios por primera vez desde hacía once largos años.

¡Oh, cuánto había extrañado su voz! Había añorado su voz, sus palabras dulces, sus ojos... Pero ahora éstos mismos me miraban con una indiferencia casi total, algo que me dejó confusa, pues su voz estaba llena de cariño. Tras carraspear traté de centrarme en la misión y no pensar en nada más, aunque los recuerdos comenzaron a regresar a mi mente al ver a Erik caminar en mi dirección, pasando a mi lado, casi rozando mi hombro izquierdo.

–Gracias, (T/n). –me dijo Logan tras pasar a mi lado, siguiéndolos yo a los pocos segundos.

Una vez salimos del complejo de forma segura, nos encaminamos hasta el aeropuerto, donde cogeríamos un avión privado para ir en busca de Raven--es decir--Mística. Al lado del avión, Charles, Hank y yo estábamos despidiéndonos de Peter.

–Peter, muchas--muchísimas--gracias. –le dije yo, brindándole un fuerte abrazo que él correspondió–. Cuídate mucho.

–Tú también, (T/n). –me dijo con una sonrisa, antes de añadir con un susurro–. Tu chico aún siente un gran amor por ti. Solo necesitas un poco de tiempo, y ya verás que volverá. –aseguró mientras rompíamos el abrazo, conmigo asintiendo ante sus palabras–. He visto vuestra ruta de vuelo: ¿por qué vais a París?

Los tres sonreímos ante su pregunta, ya que era difícil no encariñarse con Peter.

–Ten. –dijo mi hermano, entregándole las llaves del coche–. ¿Devuélvelo por mi, vale?

–Vale.

–Y recuerda –indiqué yo mientras subía las escaleras del avión–: No corras. –dije, antes de entrar al avión y ver a Erik sentado en uno de los asientos, hablando con Logan.

–¿De dónde has salido tú? –le preguntó el manipulador de metal a nuestro amigo.

–No te lo vas a creer, pero... Tú me enviaste. –le respondió Logan antes de dar una breve mirada en mi dirección–. Tú, Charles y (T/n). Desde el futuro.

Sonreí ante la mirada confusa y expresión estupefacta del rostro de Erik. Me recordaba a aquel día en el que presenció por primera vez mis poderes, cuando comenzamos a ser más cercanos. Con un suspiro cansado, me senté en un asiento junto a una de las ventanas, sintiendo la mirada de Erik en mi.

Ahora debíamos detener a Raven.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro