Nuevos compañeros
Centro de Investigación de la CIA
El día amaneció en una absoluta calma, o eso me pareció a mi, pues cuando me desperté no había nadie conmigo. Cuando traté de levantarme un agudo dolor sacudió mi cabeza.
"Auch... ¡Eso me ha dolido! ¡Me voy a cargar al responsable de esto!", pensé algo molesta, palpando el lugar de mi nuca donde sentía con mayor intensidad el dolor.
–Entonces tendrás que echarle la culpa a Erik. –comentó mi hermano, entrando de pronto en mi cuarto–. Fue él el que te noqueó para que pudiéramos tranquilizarte. Aunque ahora seguramente esté muy lejos de aquí.
–Entonces... No ha sido un sueño. –musité, algo nerviosa por lo sucedido la noche anterior.
–Así es (T/n), no ha sido un sueño. –me dijo Charles, sentándose a mi lado–. Eres una mutante, como lo somos Raven y yo. –comentó con una sonrisa antes de abrazarme–. Siento mucho todo lo que te hemos hecho sufrir todos estos años.
–¿Qué...? ¿De qué estás halando...? –pregunté, confusa.
–Ayer, mientras intentaba encontrar el origen de todo, pude ver y sentir todo lo que has sentido desde que tienes uso de razón. –me contó Charles–. Lo siento muchísimo, de verdad... Si hay algo que pueda hacer para-
–"No tienes que disculparte hermanito. Yo tengo también parte de culpa por no haberte dicho nada antes" –le dije, usando mis nuevos poderes, interrumpiéndolo antes de que dijera nada más.
–"No puedo creerlo... ¡Eres una telépata! ¡Igual que yo!" –exclamó Charles en su mente, claramente eufórico.
–"Así parece ser. Creo que tengo varias mutaciones... Y necesitaré tu ayuda para dominarlas, Profesor Xavier" –le respondí con una sonrisa plasmada en mi rostro.
–Dios, esto es increíble. Realmente increíble. Aún no me lo creo. Solo imaginar qué potencial tienes... –comentó Charles en voz alta, su sonrisa ensanchándose aún más, momentos antes de desaparecer–. Lo siento. Rompí mi promesa y entré en tu mente... No debería haberlo hecho.
–Charles... –susurré, tomando su mano en la mía–. No lo hiciste a propósito. Si no lo hubieras hecho, ahora probablemente no habíamos descubierto mis poderes. –le comenté, tomando su mentón para que me mirara a los ojos–. Y estoy agradecida por ello.
Charles sonrió una vez más, estrechándome entre sus brazos. Noté que realmente estaba contento, y aquello también me hizo feliz.
–Ven conmigo. El agente de la CIA quiere hablar con nosotros dos. –me dijo mi hermano.
–¿Qué? ¿Por qué conmigo también? –pregunté, confusa.
–Bueno, puede que al haber descubierto que eres una telépata me haya emocionado y se lo haya contado a Raven, Hank, Moira y el agente de la CIA... –comentó mi querido hermano con un ligero rubor en sus mejillas, indicando que estaba algo avergonzado.
–Oh Charles... Eres adorable. –le indiqué con una sonrisa, antes de besar su mejilla y vestirme de forma cómoda–. Iré contigo encantada. Pero esta vez deberás mantener la promesa de no leerme jamás la mente a menos que yo te lo pida.
–De acuerdo hermanita. Te lo prometo. –replicó él con un tono sereno.
–¿Juramento de meñique? –pregunté, alzando mi meñique y extendiendo mi brazo derecho.
–Juramento de meñique. –sentenció él, encadenando su meñique izquierdo con el mío–. Vamos, o llegaremos tarde a la reunión.
Al cabo de unos pocos minutos Charles y yo estábamos en la oficina del agente de la CIA, quien me saludó con una sonrisa en los labios.
–Me alegro de que ya te encuentres mejor. –indicó–. Eres muy importante.
–Gracias. –repliqué yo con una sonrisa–. ¿Y qué hacemos aquí?
–Veréis, el caso es que Hank ha transformado esa antena radar en un transmisor. –nos comentó el hombre, mientras nosotros observábamos por la ventana una estructura metálica y circular en el exterior del campus–. Puede amplificar las ondas cerebrales, con lo que podría aumentar vuestros poderes telepáticos, y así buscar mutantes para nuestra división.
–¿Y si ellos no quieren que los encuentre? –preguntó una voz barítona, apareciendo en la puerta alguien que no me esperaba ver aquella mañana.
–Erik... –dijimos Charles y yo a coro.
–Veo que ya te has recuperado del golpe pequeña Xavier. Pensaba que te había golpeado demasiado fuerte... –comentó el manipulador de metal con un tono sarcástico que me hizo sonreír.
–Oh, aquello apenas me dolió Lehnsherr, puedes estar tranquilo. –le respondí con soltura y un sonrisa–. Apenas me pareció una caricia.
"Me cae bien esta chica..."
Tuve que enmascarar un pequeño rubor, pues lo que había oído eran claramente los pensamientos de Erik, quien de pronto sonrió como si supiera que acababa de escucharlo.
–Veo que es cierto lo que Charles nos ha dicho: eres una telépata. –sentenció con una sonrisa satisfecha.
–Y por lo que veo has decidido quedarte. –intercedió mi hermano con un tono ligeramente protector–. Sin embargo, y por la cuenta que te trae, te agradecería que no volvieras a pensar eso cuando (T/n) esté delante.
–Eso está hecho, Charles. –sentenció Erik antes de volverse hacia el agente de la CIA–. Si hay que descubrir una nueva especie, deben hacerlo sus iguales. –comentó con un tono sereno–. Charles y yo los encontraremos, no usted.
Ante aquella declaración por parte del joven de ojos azules y cabello castaño carraspeé, lo que provocó que me mirara a los ojos.
–Y en algún caso contaremos con la ayuda de (T/n) también. –se corrigió tras carraspear, ante lo cual Charles sonrió agradecido.
–Primero, esa máquina es mía, y segundo y más importante, eso es decisión de Charles y de su hermana pequeña. –comentó el agente con un tono serio, mientras Lehnsherr nos miraba a Charles y a mi con una expresión casi de súplica–. Y a ellos no les parece mal que esté involucrada la CIA... ¿no es verdad?
–No, lo siento, pero estoy con Erik. –respondió mi hermano–. Los localizaremos nosotros solos. –sentenció con confianza, mientras noté que el manipulador de metal sonreía de forma casi imperceptible.
–¿Y si yo me niego? –preguntó el agente.
–Pues que tengan mucha suerte utilizando su instalación y su máquina sin mi. –sentenció mi hermano con un tono sereno.
–Ya, pero aún podríamos usar a (T/n)... –replicó el agente, lo que pareció provocar que tanto Erik como mi hermano se tensaran.
–No se atrevería. –sentenció Charles con un punto ligero de ira en su voz.
–No es sensato. –sentenció Erik al mismo tiempo–. Ella apenas ha comenzado a descubrir su potencial, ¿acaso quiere matarla por el esfuerzo?
–Chicos, chicos, chicos, tranquilizaros. –les dije levantándome del asiento, mirándolos a ambos antes de suspirar y posar mi vista en el hombre que tenia delante–. Lo siento agente, pero me temo que soy de la misma opinión que Charles y Erik. Además, si mi hermano se marcha, yo me iré con él... ¿Queda claro?
Tras unos segundos pude observar cómo los cuerpos de mi hermano y Lehnsherr se relajaban de forma imperceptible, con éste ultimo esbozando una sonrisa satisfecha.
"Bien hecho", escuché pensar a Erik, lo que me hizo sonreír.
A los pocos minutos de haber llegado a un acuerdo, Charles, Erik, Raven y yo entramos en aquella máquina que Hank había diseñado para amplificar nuestras hondas cerebrales.
–Wow... Me alegro tanto (T/n). –me comentó Raven con una sonrisa antes de abrazarme–. Es genial que seas una mutante.
–Gracias Raven. –le dije con una sonrisa, reciprocando el abrazo.
"Perdóname por haberte marginado y hecho sentir mal. Charles me ha contado lo mal que lo has pasado...", pensó Raven, ante lo cual la miré con una expresión amable.
–"No te disculpes. Lo entiendo perfectamente." –le respondí antes de entrar por completo a la máquina, donde encontramos a Hank, quien le dio una mirada rápida a mi amiga rubia, lo que me hizo ladear la cabeza–. "Así que os besasteis... ¿Eh?"
"¡(T/n), no seas mala!", me recriminó mi amiga antes de darme un leve codazo.
–Hola. –lo saludamos Charles y yo.
–Yo lo llamo Cerebro. –se explicó Hank con una sonrisa orgullosa–. Porque actúa como tal. –mencionó antes de posar sus ojos en mi–. Me alegra de ver que te encuentras mejor después de lo ocurrido. Y me encanta ver que tenemos una nueva miembro en el equipo.
–Eres muy considerado. Gracias, Hank. –respondí con una sonrisa.
–¿No te gustaría intentar probarlo tu primero? –me ofreció el científico con una sonrisa.
–McCoy, déjala tranquila. –intercedió Erik con un tono serio, saliendo en mi defensa para mi sorpresa–. Aún debe aprender a controlar sus poderes, que son varios, te lo recuerdo.
–Ah, sí, claro...
–Y dinos, Hank, ¿cómo funciona? –preguntó Raven, acercándose a él.
–Bueno, los electrodos conectarán a Charles, y a Cora una vez domine sus poderes, al transmisor del tejado. Cuando contacte con un mutante, su mente enviará una señal por un relé, y las coordenadas de dicho mutante se imprimirán aquí. –explicó Hank con rapidez y una sonrisa dedicada a la rubia.
–¿Lo diseñaste tu? –preguntó la joven, lo que me hizo sonreís, pues ahora ya sabía cual iba a ser mi pasatiempo favorito a partir de ahora: emparejar a esos dos.
–Sí. –le respondió él.
En ese momento retrocedí, chocándome con el manipulador de metal en el proceso, quien me cogió antes de que me desequilibrara.
–Lo siento... –musité algo avergonzada.
–Tranquila –me respondió él antes de añadir con un tono burlón–: Se ve que el golpe sí que te afectó el equilibrio...
–Cállate, idiota. –bromeé con un tono divertido, situándome a su lado, para observar cómo mi hermano se colocaba aquel casco lleno de cables por todas partes–. Eres un conejillo de indias adorable, Charles. –comenté, reprimiendo un ataque de risa.
–Déjame disfrutarlo, (T/n).
–Yo he sido una cobaya, y ahora veo a otra. –mencionó Erik, caminando conmigo hasta estar frente a mi hermano. Su comentario hizo que lo mirara, recordando la primera vez que había entrado en su mente, en el agua del mar, donde, junto a Charles, vi todo su pasado y sufrimiento.
–De acuerdo... –dijo Hank, ajustando un par de cosas del casco, colocándose detrás de Charles– ¿No te afeitarías la cabeza? –le preguntó, mientras Raven se colocaba a mi derecha, quedando yo en medio de ella y el manipulador de metal.
–El pelo ni tocarlo. –sentenció Charles.
–Vale... –replicó Hank, antes de pulsar varios botones de la máquina de control.
Una vez se hubieron calibrado los sistemas, los cuatro mutantes que mirábamos a mi hermano pudimos comprobar cómo el casco se iluminaba de pronto, y Charles abría los ojos con pasmo. Pude sentir el alcance de su mente extendiéndose miles y miles de kilómetros, entrando en las mentes e identificando a todos los mutantes que podía. Comencé a ver lo sonriente que estaba, lo que me dio la esperanza de que podríamos encontrar aliados para nuestra lucha contra Sebastian Shaw. Sonreí con esperanza y confianza, sintiendo que alguien me observaba, girando mi rostro hacia mi izquierda, solo para hallar a Lehnsherr mirándome con una confianza igual a la mía. Tras asentir, posé mi vista en todas aquellas coordenadas que comenzaban a imprimirse: era nuestro turno de jugar.
***
En un pequeño antro de striptesse, Charles y Erik se encontraban observando a una de las muchachas que caminaban sobre la mesa, a quien habían identificado como una mutante.
–Por esto, amigo, tienes un baile privado. –le dijo la mujer morena a Erik, quien se giró para mirar a Charles.
Tras unos minutos, ambos hombres se encontraban recostados en una cama, bebiendo unas copas de champán, con una cubitera con otra botella en la mesilla de la izquierda, mientras que la chica los observaba desde la puerta.
–Sabéis que por los dos cobro el doble, ¿no? –les preguntó a los hombres.
–Eso no será necesario, aunque seguro que--
–Pensábamos más bien en enseñarte lo nuestro, si nos enseñas lo tuyo. –lo interrumpió Erik.
–Amigo, esa no es nuestra forma de trabajar. –sentenció ella.
–¿Más té, padre? –preguntó Erik con un tono de ironía, tras chasquear los dedos, moviendo la cubitera pata coger la botella de vino.
–Eso no se desprecia... –replicó Charles.
–Me toca. –indicó la joven antes de desabrocharse el top que llevaba, revelando que los tatuajes que había en sus hombros eran en realidad alas, como las de una libélula. En cuanto las hubo liberado, comenzó a agitarlas para volar.
–¿Qué tal un trabajo donde no debas desnudarte? –le preguntó Charles.
***
Una vez en New York, Erik y Charles entraron a un taxi, donde habían localizado al conductor, quien era otro mutante.
–¿A dónde van? –preguntó de forma amable el chofer de piel oscura.
–Vamos a Richmond, Virginia. –replicó Erik con rapidez.
–Vale, ¿entonces les llevo al aeropuerto, a la estación, o qué?
–No, esperábamos que tú... Nos llevaras hasta allí. –le dijo el telépata.
–Está a seis horas en coche. –indicó el taxista.
–Así tendremos tiempo para charlar. –comentó Erik, bajando el taxímetro con sus poderes.
***
En una prisión federal, Erik y Charles se encontraban caminando por los pasillos, acompañados por el jefe del lugar.
–¿Qué coño quiere el gobierno de un tío como Alex Summers? –preguntó el jefe–. Espero que no piensen meterlo con otros. Es el primer tío que he conocido que prefiere estar en una celda de aislamiento. –comentó antes de abrir la puerta de la celda, dejando a la vista a un chico de apenas 17 años con pelo rubio y ojos azules.
***
En un acuario no lejos de la central de investigación, Erik y Charles localizaron a otro mutante que podría ser un potencial aliado contra Shaw.
–¿De locos, no? –le preguntó el joven a la chica con la que iba.
–¿Qué?
–Bueno, a ti te gustan los peces y a mi también. Podríamos ir a comer algo juntos y hablar de ellos. –replicó él mientras observaba a los peces payaso que nadaban cerca del cristal.
–Prefiero salir con un pez. –sentenció ella con un tono sarcástico, justo instantes antes de darse la vuelta, no observando que el chico dio un leve silbido, provocando que todos los peces desaparecieran de allí.
–¿Con uno de estos? –preguntó el chico, girándose ella hacia él, antes de marcharse de allí.
A los pocos segundos, Charles y Erik ya estaban a su lado, para pedirle que se uniera a ellos.
***
Al poco tiempo, Charles, Erik y yo entramos a un bar del norte de Canadá, acercándonos a la barra, donde un hombre que llevaba una placa de identificación en la que se leía Lobezno, estaba tomando una cerveza.
–Disculpe, soy Erik Lehnsherr.
–Charles Xavier.
–(T/n) Xavier. –dije presentándome, sin evitar sentir una sensación de familiaridad con aquel hombre. Había algo en él que me resultaba extremadamente familiar... Y no podía evitar sentir aquello.
–Anda y que os den. –sentenció aquel hombre, lo que casi me hizo por un lado estallar en una carcajada debido a las expresiones sorprendidas de mi hermano y mi amigo, y por el otro, provocó que quisiera lanzarme sobre él por habernos dicho aquello.
Al ver que mi reacción iba a ser decantarme por enzarzarme en una pelea, ya que ahora había comenzado a dominar mis habilidades de telekinesis y telepatía, Erik y Charles me tomaron por los brazos y me sacaron de allí a rastras mientras yo protestaba, lo que hizo que comenzaran a reírse. A los pocos minutos me contagiaron la risa, ya que tras unos meses nos habíamos hecho más cercanos, y a decir verdad, disfrutaba de la compañía de Charles, y de la de Erik, aunque de ésta última con reservas, ya que podía hablar con él de asuntos que no serían del agrado de mi hermano mayor.
***
El último mutante que fuimos a reclutar se encontraba mucho más cerca de lo que habíamos llegado a imaginar. De hecho, cuando observé el lugar donde nos encontrábamos Erik, Charles y yo, no daba crédito: era la casa de la que fuera mi mejor amiga en la niñez. Tras suspirar, toqué el timbre, abriendo la puerta una joven de cabello celeste con mechas blancas en sus mechones de pelo frontales. Sus ojos eran de un azul profundo, los cuales nos miraban con una sonrisa.
–Veo que seguís igual que siempre, Charles, (T/n)... –comentó la peliazul.
–Hola Hanon. –la saludé antes de brindarle un abrazo.
–Me alegro de verte. –comentó mi hermano.
–Antes de que digas nada, Erik Lehnsherr, ya sé el motivo de vuestra visita. Una de mis mutaciones me permite ver el futuro y sus consecuencias, así como lo ocurrido en el pasado. –comentó ella antes siquiera de que mi compañero de cabellos castaños abriera la boca–. Estaré encantada de ayudaros en vuestra lucha contra Sebastian Shaw.
–Muchas gracias, Hanon. –le dijo mi hermano, pues Erik y yo aún estábamos en un ligero shock por lo que acababa de ocurrir.
***
Entretanto, en el submarino en el que Sebastian Shaw se encontraba junto a sus aliados, Emma acababa de notar algo muy extraño, por lo que exploraba el mar, antes de entrar a una de las habitaciones, encontrando que Shaw estaba observando un pequeño reactor lleno de energía, con un casco hecho por los rusos que impedía a los telépatas leer su mente.
–¿Precioso, verdad? El principio de todo... –comentó Shaw con satisfacción, observando el reactor nuclear–. Somos los hijos del átomo, mi amor. –comentó con una sonrisa.
–Tenemos un problema. –le dijo Emma–. El telépata. No debería sentirlo a esta distancia... Su alcance parece que se ha amplificado. –le informó–. Reclutan a otros.
–Ya veo... ¿Algo más que deba saber?
–Sí. –replicó ella–. He sentido a otro mutante que antes no había podido notar. Está con el telépata, y estoy casi segura de que se trata de su hermana pequeña. Su poder es extremadamente fuerte, y hay algo en su interior que siento que se ha reprimido... –comentó con evidente interés–. Si pudiéramos reclutarla... Sería una gran aliada: Es la mutante más poderosa que existe sobre la faz de la tierra.
–¿Más poderosa que yo? –inquirió Shaw, de pronto interesado en ella.
–Exponencialmente más poderosa que tú, amor mío. Diría que incluso aún más de lo que creemos. –replicó Emma–. Su poder no conoce límites... Y el que duerme dentro de ella es el más peligroso.
–Bien. Tu te vas a ir a Rusia. –decidió el hombre–. Yo me encargaré de eso.
–Ten cuidado. No la subestimes. –comentó Emma antes de marcharse.
***
Entretanto, Erik, Charles y yo nos encontrábamos sentados en las escaleras del Monumento a Lincoln, los primeros jugando al ajedrez, mientras yo observaba el horizonte, manipulando unas pequeñas llamas en mis manos, una habilidad que había comenzado a desarrollar hacía poco.
–No dejo de pensar en los que quedan por ahí. –mencionó mi hermano–. En todas las mentes que he tocado. Sentí lo que ellos: su aislamiento, sus esperanzas, sus ambiciones... –comentó antes de mirarme manipular el fuego en mis manos–. Estamos al principio de algo increíble, Erik. –le dijo a su amigo–. Podemos ayudarles.
–¿Podemos? –inquirió Erik, dubitativo–. Con la identificación empieza todo. Y luego los encarcelan, experimenten y los eliminan. –sentenció con un tono severo antes de mirarme de reojo–. Incluso a (T/n). Ella también podría ser victima de eso algún día, Charles... ¿O acaso crees que con esas increíbles mutaciones suyas no intentarían destruirla?
–Por una vez debo concordar con Erik, Charles. –comenté, haciendo desaparecer las llamas tras unos segundos, girándome hacia ellos–. Nadie nos garantiza que no lo vayan a intentar.
–Esta vez no. Tenemos enemigos comunes: Shaw, los rusos... Nos necesitan. –rebatió mi hermano.
–Por ahora. –indicó Lehnsherr, antes de mirar cómo me sentaba un peldaño más abajo que ellos, observando la partida de ajedrez.
–Jaque Mate. –comenté, moviendo uno de los alfiles de Erik, a quien le tocaba mover.
–¡(T/n)! ¡Eso no vale! –exclamó mi hermano–. ¡Es hacer trampas!
–¡No es hacer trampas si no le he dicho nada a Erik, y he movido yo la pieza! –exclamé con una sonrisa y un tono burlón.
–¡Serás...! ¡Ven aquí! –exclamó mi hermano, comenzando a perseguirme escaleras abajo–. ¡Erik, ayúdame! –le pidió a su amigo, quien nos miraba con una expresión divertida.
–¡No te atreverás! –exclamé, al ver que el manipulador de metal se levantaba.
–¿Qué no me atreveré...? ¡Ahora verás! –comentó con una sonrisa, una de las pocas que le había visto dar de forma abierta y sincera, corriendo junto a Charles para atraparme.
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