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Mutante

Base de Investigación de la CIA

A la mañana siguiente llegamos a las instalaciones de la CIA sin menor contratiempo, ésta vez con Erik acompañándonos. De hecho, y por una razón que no lograba comprender, el manipulador de metal no había dejado de mirarme desde que lo rescatamos la noche anterior de las aguas de Miami. Aquello me hacía sentir incómoda: Aún tenía reciente lo que vi en los pensamientos de Erik, y la voz de Charles en mi cabeza... ¿Cómo era posible aquello? ¡Charles me había prometido que jamás me leería la mente o se conectaría con ella!

Cuando nos bajamos del coche comenzamos a caminar hacia el complejo todos juntos.

–Bienvenidos a mis instalaciones. –nos dijo el hombre de la CIA con una sonrisa–. Mi misión, es investigar la aplicación de poderes paranormales a la defensa militar.

–Y a la ofensiva. –comentamos Erik y yo al unísono, lo que hizo que nos miráramos por unos instantes, antes de apartar yo mi vista, centrándome en Charles, quien de pronto parecía observarme con mucha atención. Decidí no darle importancia, pues seguramente estuviera centrándose en Erik y no en mi, ya que, como siempre, era invisible para él cuando había otros mutantes cerca.

–Ese tal Shaw, Schmidt, o como se llame, trabaja con los rusos. –nos informó el hombre–. Necesitamos vuestra ayuda.

–Maravilloso. –comentó mi hermano–. Así que seremos la división mutante de la CIA... ¿no?

–Sí, algo así. –replicó el hombre antes de girarse hacia mi–. ¿Qué hay de ti? ¿Cuál es tu mutación?

–Cierto. Siendo la hermana de Charles debes de tener una mutación alucinante... –comentó Moira, mientras que yo sentía también la curiosidad que irradiaban los ojos de Erik, quien me observaba de nuevo.

–Veréis... Yo-

–Oh, (T/n) no es una mutante. –replicó Raven con un tono ligeramente burlón, lo que hizo que agachara la cabeza, avergonzada–. Es una simple humana.

–Oh... –dijo Moira–. Vaya, eso es...

–Lamento decepcionaros. –sentencié con un tono severo y dolido, momentos antes de apretar el paso y adentrarme en las instalaciones.

–Genial. Gracias, Raven. –oí decir a Charles mirando a la rubia.

–¿Qué? Solo he dicho la verdad, Charles.

–¡Si ni siquiera sabes donde ir! –me gritó el hombre de la CIA, observando cómo caminaba con un gesto enfadado.

Una vez más ocurrió lo más insólito del mundo, ya que como la noche anterior escuché de alguna forma los pensamientos... Pero en este caso, escuché los del hombre, que pensaba en el hangar principal.

–¡No me diga más: es el hangar principal, a mano derecha, bajando las escaleras, y abriendo la puerta de la derecha! –exclamé con un tono visiblemente enfadado, caminando con pasos fuertes hacia aquel lugar. Escuché claramente cómo el resto corría para alcanzarme.

–Pero si no le he dicho a dónde íbamos... ¿Cómo ha podido saberlo? –oí preguntar al hombre de la CIA.

–No tengo ni idea. –confesó Charles con una voz visiblemente interesada.

A los pocos minutos ya estábamos en el hangar principal, observando una nave de gran tamaño y bastante ligera al mismo tiempo.

–Es supersónico. –sentenció un joven que vestía una bata blanca y portaba gafas, acercándose a nosotros–. El avión avanzado jamás construido. –sentenció con orgullo–. Deberían verlo funcionando. Es increíble.

–Hank, estos son los reclutas especiales de los que te he hablado. –presentó el hombre de la CIA a Charles, Erik y Raven–. Ésta es Cora, hermana de Charles. –me presentó, haciendo un gesto hacia mi–. Este en Hank McCoy, uno de nuestros investigadores con más talento.

–¡Cuanto me alegro! –exclamó Charles, estrechándole la mano a Hank–. Que maravilla que haya otro mutante aquí... –comentó, y pude observar que el rostro del hombre de la CIA expresaba confusión–. ¿Por qué no lo dijiste?

–¿Decir qué?

En ese momento pude ver una vez más escuchar lo que Charles acababa de ver en la mente de aquel hombre.

–Porque no lo sabe... –mencioné, provocando que mi hermano me mirara a los ojos con curiosidad, pues era la segunda vez aquel día que parecía adelantarme a él.

–Lo lamento muchísimo, de verdad. –se disculpó mi telépata.

–¿Hank? –preguntó el de la CIA, acercándosele.

–No preguntaron y no dije nada... –replicó McCoy con un tono apenas audible, algo avergonzado.

–¿Y cual es tu mutación? ¿Ser... superlisto? –preguntó Raven, acercándose a Hank y pude ver de forma clara que éste parecía muy interesado en ella, lo que me hizo preguntarme si él podría llegar a quererla por su verdadero aspecto.

–Seguro: Hank se licenció en Harvard con tan solo 15 años. –comentó Charles con una sonrisa en los labios.

–Ojalá solo fuera eso... –mencionó el joven.

–Ahora estás entre amigos. Puedes mostrarte. –dijo Charles, ante lo cual Hank me dio una ligera mirada de desconfianza, lo que hizo que rodara los ojos, molesta–. Oh, no te preocupes. Mi hermana (T/n) es la persona de mayor confianza que conocerás jamás. Te lo digo por experiencia. Nunca se ha sentido incómoda por los mutantes, y siempre nos ha aceptado a Raven y a mi.

"Si tu supieras lo mucho que me gustaría compartir ese mundo contigo, Charles... Si tu supieras lo mucho que deseo ser como tú no dirías eso.", pensé con una ligera expresión de tristeza, que Erik, quien se encontraba a mi lado, pareció captar casi al instante, observándome por el rabillo del ojo.

Tras las palabras de mi hermano, y ya con más confianza, Hank procedió a quitarse los zapatos y calcetines, lo que nos hizo ver que sus pies parecían los de un primate, lo que me hizo sonreír.

–Esplendido. –comentó mi hermano Charles tras sonreír.

–Perdonad... –comentó antes de caminar unos pasos, saltando extremadamente alto y enganchándose con los pies al ala del avión supersónico que teníamos delante–. Tachan...

Cuando me giré para ver la expresión de Erik, este parecía cuanto menos confuso y estupefacto por la mutación de Hank, lo que me hizo sonreír, pues él parecía tan descolocado como yo. Sin embargo, la que más entusiasmada se hallaba por Hank era Raven. La sonrisa que adornaba su rostro desde que lo había conocido, me hacía pensar que estaba comenzando a gustarle aquel joven científico.

–Eres flipante. –le dijo a Hank, quien aún seguía cabeza-abajo.

–¿De verdad? –preguntó él.

–Raven nunca miente, Hank. –sentencié yo con una sonrisa–. Lo dice de verdad.

***

Ese mismo día, apenas unas horas después de llegar a las instalaciones, Hank había quedado con Raven, pues deseaba hablar con ella sobre algo importante.

–Me prometí que hallaría la cura desde que era un niño. –le dijo a la rubia–. No te haces a la idea de lo que daría por sentirme... normal.

–Normal. –dijo ella al unísono.

Ambos rieron debido a que acababan de hablar a la vez y parecían comprenderse.

–Charles nunca lo ha entendido. –dijo Raven–. Él es distinto, pero nunca ha tenido que ocultarse. –mencionó con un tono triste–. Incluso (T/n) parece no comprenderlo, y es como si sintiera que cada vez que me mira me envidiara...

–Raven, entiéndelo. –le dijo Hank–. (T/n) es la hermana de Charles, y ahora que os tiene a los dos y ha conocido a más mutantes, se siente desplazada por completo. Además, todo el mundo no para de recordarle que es una humana, y que no tiene poderes especiales como Charles. Todos nosotros la marginamos de nuestras conversaciones sin percatarnos de ello, ¿no te das cuenta?

–Sí, puede que tengas razón, pero... No parece que ella se sienta así. –replicó la rubia.

–Quizás lo oculte. –reflexionó Hank, recordando la mirada triste de la joven aquella mañana–. De la misma forma que tu y yo ocultamos nuestra mutación, (T/n) oculta sus verdaderos sentimientos bajo una fachada indiferente y feliz.

Ambos se quedaron en silencio por unos minutos antes de mirarse de nuevo a los ojos.

–Este suero que estás preparando, no afecta las demás capacidades, ¿verdad? –le preguntó al fin Raven–. Solo el aspecto. Te hace parecer normal...

–Sí. –respondió él.

–¿Crees que funcionaría conmigo?

–Puedo investigarlo, si quieres. –le comentó el joven con una sonrisa nerviosa–. Es lo menos que puedo hacer después de haberte citado con una petición tan extraña...

–Reconozco que cuando un tío me pide una cita, no suele querer mi sangre...

–Lo siento. No pretendía ser atrevido, es que estaba emocionado. –se disculpó Hank–. Verás, la naturaleza de tu mutación, si hay genes calve para cambiar de aspecto, son los tuyos.

–Hank, yo no pretendía decir que fueras atrevido.

–No, pero lamento si te lo parecí... –mencionó él.

–Y yo siento que no lo fueras. –sentenció Raven, acercándose a él–. Adelante. Toma sangre.

Tras asentir, Hank tomó el brazo de la rubia, y desinfectó el lugar en el que iba a pinchar para tomar la muestra de sangre. Tras unos segundos tomó una jeringa y la inyectó en el brazo de ella, quien hizo un leve gesto de molestia.

–Lo siente, ¿te he hecho daño? –preguntó, preocupado.

Raven no replicó, sino que se inclinó ligeramente hacia Hank, besando sus labios en un gesto suave e inocente, reciprocando Hank aquel gesto, hasta que fueron interrumpidos por Erik, quien acababa de aparecer por allí.

–Vaya, que atrevidos... –comentó con un tono de mofa–. Por cierto, si yo fuera vosotros, no me cambiaría nada. –dijo antes de marcharse de allí.

***

Unos días más tarde, a la noche, estaba soñando algo extremadamente aterrador: caminaba por las instalaciones, que de pronto eran muy tétricas, y en un momento dado me miré en una de las paredes reflectantes, observando que mis ojos eran de un color rojo sangre, brillando con luz propia. Caminé varios centímetros más y me acerqué a una pequeña chimenea que encontré en una de las salas... Alargué el brazo, y fue cuando desperté. Abrí mis ojos, y un escalofrío recorrió mi cuerpo de arriba-abajo: estaba frente a la chimenea, en camisón. Entonces fue cuando me di cuenta... ¡El cuarto estaba en llamas! ¡Llamas carmesí de gran altura estaban devorando el cuarto por completo!

Traté de correr hacia la puerta y abrirla, pero de alguna forma que no comprendía, me era imposible hacerlo. Tiré y tiré una y otra vez con fuerza, incluso golpeando el metal de la puerta, pero fue en vano. De pronto escuché una voz en mi cabeza... Una voz que era igual a la mía, pero que al mismo tiempo no reconocía. Ggrité y grité en mi mente, pidiendo ayuda a Charles con la esperanza de que me escucharía... Tras unos segundos giré mi rostro y observé en el reflejo de una de las paredes llameantes aquella misma figura de mi sueño: era yo, pero mis ojos eran de un color carmesí y estaba envuelta en llamas. Sonreía de forma maliciosa, y fue en ese momento cuando salió de la superficie de la pared, acercándose a mi con pasos lentos, lo que me hizo retroceder. Cuando no pude retroceder más, y dándome cuenta de que las llamas no dejaban de extenderse, aquella doppelgänger mía se arrodilló frente a mi y extendió su mano hacia mi mejilla, tocándola. Fue en ese momento cuando perdí la consciencia en aquel cuarto en llamas.

***

Erik acababa de coger varios expedientes de la salsa de archivadores del complejo de la CIA, y encontró uno perteneciente a Sebastian Shaw, procediendo a cogerlo y guardarlo en su maletín. Tras unos segundos, el joven salió casi a hurtadillas del lugar, sin percatarse de que Charles estaba apoyado en una de las paredes cercanas, quien viendo que Erik se marchaba, salió de su escondite, quedándose a su espalda.

–Por lo que sé de ti, me sorprende que te hayas quedado tanto, y no creo que la curiosidad que sientes por mi hermana haya sido el único aliciente. –comentó Charles con un tono sereno, observando cómo Erik se detenía.

–¿Y qué sabes de mi? –le preguntó Lehnsherr.

–Lo sé todo. –sentenció el telépata de forma breve y concisa.

–Pues no te metas en mi cabeza. –le advirtió Erik antes de caminar de nuevo.

–Lo siento Erik, pero ya he visto lo que te hizo Shaw. He sentido tu agonía. –le informó con un toso triste–. Y me parece que no soy el único que lo ha hecho. –comentó, pues tenía una ligera sospecha–. Puedo ayudarte.

–No necesito tu ayuda. –le dijo Erik tras suspirar y girarse hacia él.

–No te engañes. Anoche la necesitabas. –le rebatió el profesor–. No es solo de mi de quien estás huyendo. Aquí tienes la ocasión de formar parte de algo más importante que tu mismo. –le comentó, acercándose unos pocos pasos a él–. No te obligaré a quedarte, y podría. Pero no. –sentenció antes de darse la vuelta y caminar hacia las instalaciones–. Shaw tiene amigos. A ti te vendrían bien alguno. –comentó antes de agarrar su sien y soltar un grito de dolor, lo que provocó que Erik se acercara a él rápidamente.

–¡Charles! ¿¡Qué ocurre!?

–¡Agh! Es.... ¡Es (T/n)! –exclamó Charles aún con su mente dolorida, pues escuchaba claramente los gritos de su hermana–. No puedo explicar cómo, ¡pero puedo escuchar sus gritos de ayuda, y no debería de ser capaz de hacerlo porque le prometí que jamás entraría en su mente!

–¡Dios santo, Charles! –exclamó Erik, señalando el fuego que de pronto engullía una de las habitaciones del complejo, comenzando a correr hacia allí junto al telépata.

Tras correr una gran distancia, ambos se encontraron frente al cuarto que claramente estaba en llamas. Erik tuvo que usar sus poderes para mover el metal y romper la puerta, lo que vieron dentro del cuarto dejándolos petrificados en el sitio: (T/n) estaba en el suelo, y a su lado había una mujer exactamente igual a ella imbuida en llamas carmesí, que de pronto tocó su mejilla, haciendo que perdiera la consciencia. Ambos observaron como aquella imagen exacta a la joven de 26 años se desvanecía de pronto tras chasquear sus dedos, dejando el cuarto como si no hubiera pasado nada.

Charles corrió hacia su hermana y la tomó en sus brazos, tratando de despertarla.

–¡(T/n)! ¡Vamos, (T/n)! ¡Despierta! –le gritaba con desesperación. Cuando al fin comenzó a toser y abrió sus ojos, el telépata casi pudo jurar que estos acababan de pasar de un color rojo brillante a sus azules naturales.

***

Cuando abrí mis ojos vi a Charles junto a mi. Me había cogido en sus brazos y estaba preocupado.

–Charles... ¿Qué ha pasado? –le pregunté, confusa.

–¿No recuerdas nada? –preguntó Erik, girando mi rostro hacia la puerta de la estancia, encontrando con que él también estaba allí.

–No... Solo sé que estaba soñando despierta... Nada más... –comenté, intentando olvidar aquella visión espeluznante de ojos rojos.

Observé que Charles me miraba con curiosidad, e hizo un gesto con su mano derecha hacia su sien, lo que me hizo apartarme de él de un salto.

–¡Dijiste que no lo harías! ¡Me lo prometiste! –exclamé, sintiéndome arrinconada.

–(T/n), hay algo extraño en ti, y si quieres que se solucione, debes permitirme entrar.

–¡No! ¡No te atrevas! –exclamé, agarrando mi cabeza con fuerza, sintiendo cómo mi hermano rebuscaba entre mis recuerdos más recientes, centrándose exclusivamente en aquellos en los que parecía haber un elemento fuera de lo común–. ¡He dicho... QUE NO TE ATREVAS! –exclamé, y de pronto sentí que una gran energía fluía por todo mi cuerpo, una gran cantidad de objetos elevándose a mi alrededor, como si me estuvieran protegiendo de una amenaza. Sin siquiera darme cuenta, también comencé a levitar en el centro de aquella vorágine de objetos.

–Imposible... –musitó Erik, observándome con sus ojos abiertos con pasmo.

–Eres como nosotros... –escuché decir a Charles–. ¡Eres una mutante! –exclamó con felicidad, tratando de dar un paso hacia mi, pero de pronto, uno de los objetos que levitaban a mi alrededor salió disparado hacia él.

–¡Charles! ¡No puedo controlarlo! –exclamé, comenzando a asustarme, y de pronto observé que mi visión poco a poco se oscurecía, y que dejaba paso a aquella entidad que había en mi interior... Mi otro yo.

–¡Cálmate, (T/n)! ¡Trata de calmarte! –me gritaba Charles.

–¡No puedo! ¡Estoy perdiendo el control y mi consciencia!

Los objetos comenzaban ahora a girar a mi alrededor con mucha más velocidad, sin que pudiera hacer nada por evitarlo. Con la conmoción que se había formado, pude ver por el rabillo del ojo cómo Raven, Hank y Moira entraban a la estancia, quedándose petrificados en el sitio.

–¡No os acerquéis! –exclamó Erik–. Yo me encargo de esto...

De pronto, y como si hubiera reaccionado a las palabras de Lehnsherr, una gran fuerza salió de mi interior, explotando en un inmenso fuego, manifestándose éste en mi espalda, como si fueran unas alas... Sentí que mis ojos me quemaban, y después la visión volvió a oscurecerse.

***

Erik estaba observando aquel espectáculo tan aterrador y hermoso al mismo tiempo. En tan solo unas milésimas de segundo, (T/n), que era la hermana pequeña de Charles, había mostrado dos tipos diferentes de mutaciones... Algo que jamás había visto. Se percató de una pequeña abertura en la defensa de objetos que levitaban a su alrededor, y manipuló aquel objeto de metal para golpear a la joven en la nuca, cayendo ésta al suelo. Charles lo miró con algo de reticencia y corrió una vez más hacia su hermana, los objetos cayendo al suelo de golpe.

–Charles, ¿qué significa esto? –preguntó Moira, observando cómo Charles cogía a su hermana y usaba sus poderes en ella con un fin desconocido.

–Significa... –comenzó a decir Charles antes de mirar a su hermana, sellando aquel poder tan destructivo que acababa de utilizar en el lugar más recóndito de su mente–: Que tenemos al mutante más poderoso de este mundo justo frente a nosotros...

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