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La Cumbre de París

Una vez el avión estaba en el aire respiré tranquila, ya que la parte--relativamente--más difícil, estaba completa. Tras dar una breve cabezada, me desperté a los pocos minutos, observando a Charles, quien miraba fijamente a Erik, sentado en el sofá del avión. Logan estaba sentado en la parte trasera del avión. Decidí levantarme de mi asiento y sentarme en uno que tenía la mesa llena de refrigerios y bebidas, bajo la atenta mirada de Charles y el manipulador de metal. A los pocos segundos, Erik procedió a dirigirse a mi hermano.

–¿Cómo los perdiste?

–El tratamiento para mi columna afecta a mi ADN. –replicó Charles con un tono franco y resentido.

–¿Has sacrificado tus poderes para andar?

–Los he sacrificado para poder dormir. –replicó mi pariente–. Qué sabrás tú de eso...

–Yo también he sufrido. –comentó Erik, su mirada sin apartarse de los ojos azules de Charles. A cada segundo ésta conversación se volvía incómoda.

–No me llores, Erik. Eso no justifica lo que has hecho.

–Tú no sabes lo que he hecho.

–Me arrebataste lo que más me importaba. –espetó mi hermano, provocando que una daga se clavara profundamente en mi pecho–. Le destrozaste el corazón a (T/n) La dejaste sola.

–Quizá no luchaste lo suficiente por ello. –indicó Erik, su tono severo–. Quizás podrías haber hecho algo para evitar que tu querida hermana sufriera.

–Si quieres pelear, ¡adelante! –exclamó mi hermano, levantándose bruscamente del asiento–. ¡Peleemos!

–¡Charles, siéntate! –exclamé yo también levantándome bruscamente, pues notaba que el cariz de aquella discusión comenzaba a resultar peligrosa.

–Deja que venga. –me dijo Erik, quien ahora me daba la espalda. Charles corrió y lo agarró de la chaqueta.

–¡Me abandonaste! ¡Te la llevaste y abandonaste a (T/n)! –exclamaba Charles a voz en grito, totalmente destrozado, dejando libre su rencor.

–Ángel, Azazel, Emma, Banshee,... –comenzó a decir Erik, recitando los nombres de los mutantes que habíamos conocido hacía once años, mientras que el avión comenzaba a desestabilizarse–. Hermanos y hermanas mutantes. Todos muertos. Otros muchos. –espetó Erik mientras el avión comenzaba a zarandearse, su metal abollándose–. ¡Víctimas de experimentos! ¡Sacrificados!

–¡Erik, basta! –exclamé, usando mis brazos para intentar no caerme debido a las sacudidas del avión.

–¿¡Dónde estabas tú!? –exclamó a mi hermano–. ¡Se suponía que debíamos protegerlos!

–¿¡Y qué hay de ti!? –exclamó Charles, quien había caído en el sofá por el vaivén del avión–. ¿¡Se suponía que amabas a mi hermana, y la abandonaste!? ¡Te entregó su corazón y tu lo rompiste! ¡Todos estos años ha pasado teniendo la peor de las pesadillas!

–¡(T/n) es mayorcita para que tú la defiendas! –replicó Erik a voz en grito–. ¿¡Dónde estabas cuando tu gente te necesitaba!? ¡Escondido!

–¡Erik, por favor! –exclamé, cayéndome en el asiento en el que me había sentado hacía unos segundos.

–¡Tú y Hank! ¡Fingiendo ser distintos a lo que sois! –gritó, por un milisegundo percatándose de mi presencia–. ¡Y (T/n) sufría por mi, sí, pero tú nunca hiciste nada por ayudarla!

–¡Erik! –exclamó Hank, quien estaba intentando controlar el avión.

–¡Erik, basta! ¡Por favor! –exclamé, el vaivén del avión provocando que chocara con la espalda de Erik, aferrándome para no volver a perder el equilibrio–. ¡Charles ya ha sufrido bastante! –indiqué, lo que provocó que Erik bajase su tono y agarrase mi mano para que no me cayera.

–Tú nos abandonaste a todos. –le espetó, el avión nivelándose.

Charles miró a Erik y luego a mi, antes de suspirar y caminar hasta la cabina del piloto, sentándose en el asiento del copiloto. Por mi parte, ya habiéndose estabilizado el avión, me separé de Erik girándose él para mirarme, pues aún tenía sujeta mi mano derecha en la suya.

–¿Estás bien, (T/n)? –me preguntó, su voz suave y preocupada. Al igual que en el Pentágono, sus ojos aparentaban molestia, pero su voz lo traicionaba.

–S-sí. Estoy bien. –respondí, mi voz vibrando por el nerviosismo de volver a estar tan cerca de él, su mano en la mía–. Lo siento. –dije mientras soltaba mi mano, sentándome en el asiento con mi rostro comenzando a ruborizarse.

–No... No importa. –indicó Erik, observando mi ruborizado rostro con la sonrisa que añoraba. Se quedó observándome por unos segundos, hasta que Logan habló, provocando que lo mirase.

–Veo que siempre fuiste un capullo... –comentó, encendiendo un puro.

–Así que somos amigos en el futuro... –dijo Erik con un tono curioso y algo esperanzado, pues yo sabía que en el fondo él aún quería a Charles como un hermano.

–Son muchos años tratando de destruirte, chaval. –indicó Logan.

–¿Y qué tal se te ha dado? –inquirió Lehnsherr.

–Tú eres como yo –replicó Logan con un tono serio–: Un superviviente. –apostilló–. No sé cómo (T/n) logró aguantarte tanto tiempo...

–Espera –lo detuvo Erik–: ¿Cómo que (T/n) logró aguantarme tanto tiempo?

–Vosotros habéis sufrido lo vuestro de donde yo vengo, pero por muy difícil que se pusieran las cosas, siempre podíais contar el uno con el otro. –replicó Logan con una sonrisa confiada, lo que provocó que por un segundo pudiera ver un resquicio de su mente, pues estaba recordando cómo éramos Erik y yo en el futuro. Antes de que pudiera ver algo que pudiera hacerme cambiar de alguna forma, decidí dejar de leer su mente–. En fin, ¿recoges lo que has tirado? –le preguntó a Erik, quien alzó las cejas.

–Yo te ayudo. –indiqué yo, comenzando a recoger lo que había en el suelo.

***

París

En una discoteca de París, una gran fiesta se estaba celebrando, donde la mayoría de los asistentes eran aquellos de la lista que Trask tenía en su despacho.

–General, quizá ya sea suficiente. Mañana será un día importante. –dijo un militar a su superior.

–Estamos celebrando, Capitán. –replicó el General con tono firme–. No a diario se gana una guerra, y menos contra los demonios estadounidenses. –indicó antes de levantarse de su asiento–. Voy a por otra botella.

El General comenzó a moverse por el mar de gente que había en la discoteca, con la firme intención de llegar hasta la barra. Cuando llegó, Mística, quien estaba allí en su forma humana, derramó su copa a propósito, girándose hacia el General.

–Disculpe. –se apresuró a decir en francés.

–Creo que ha sido culpa mía. –replicó Raven en vietnamita.

–Habla vietnamita. –se sorprendió el hombre.

–Soy intérprete. –lo corrigió ella con soltura–. Hablo muchas lenguas. –apostilló de forma sugestiva.

–Permítame invitarla a otra bebida, si es que no viene acompañada.

–Estoy sola.

–Una botella de Johnnie Walker, por favor. –pidió al hombre que atendía la barra mientras Mística sonreía.

A los pocos minutos el General vietnamita había llevado a la joven a sus aposentos privados, y se encontraba sirviendo el licor en dos vasos.

–¿Irá a la Cumbre mañana? –preguntó Mística en vietnamita, observando una carta en la que se invitaba al General a asistir.

–Una chica guapa interesada en política... –se sorprendió el General.

–Las apariencias engañan. –apostilló la joven.

–Señorita –dijo el General, acercándose a ella–. Enséñame más, muñeca. –ordenó–. ¿Fuera ropa?

Mística abrió el abrigo que llevaba para dejar al descubierto su vestido, antes de comenzar a mostrar su apariencia mutante, dejando boquiabierto al hombre.

–¿Qué te pasa, muñeco? ¿No te parezco guapa ya? –se burló Mística, disfrutando de su confusa mirada, instantes antes de utilizar su agilidad para colocar su pie en la garganta del General, oprimiendo ésta con fuerza, dejándolo inconsciente.

***

En el avión, siendo ahora de noche, el ambiente ya estaba tranquilo. Yo me encontraba sentada al lado de la ventana, justo en el asiento que se encontraba a través del de Charles, al otro lado del pasillo. Observé cómo Erik colocaba un tablero de ajedrez en la mesa de mi hermano, y sonreí.

–¿Una partida? –preguntó, su tono suave–. Como antaño.

–No estoy de humor para juegos. –replicó Charles, fijando su vista en la tormenta que había a nuestro alrededor. Erik por su parte suspiró, y se sirvió un vaso de whiskey bajo mi atenta mirada, ya que estaba observando cómo se desarrollaban los acontecimientos.

–Hace diez años que no tomo un trago de verdad. –indicó, sentándose en el reposabrazos del asiento que estaba frente al mío, posando sus ojos en mí antes de dar un trago–. Yo no maté al Presidente.

–La bala hizo una curva, Erik. –indicó mi hermano.

–Charles, déjalo hablar. –apostillé yo, pues quizás tenía razón y no había ocurrido lo que pensábamos.

–Hizo una curva porque intentaba salvarlo. –continuó Erik–. Me detuvieron antes de conseguirlo.

–¿Por qué ibas a querer salvarlo? –inquirió Charles, en el preciso momento en el que logré juntar todas las piezas, averiguando la respuesta, por lo que decidí hablar.

–Porque él también era como nosotros. Era un mutante.

–Correcto. –afirmó Erik, mientras miraba fijamente a Charles, sin embargo, me dirigió una mirada agradecida instantes antes por haberlo defendido.

–Debes tomarme por idiota. –comentó Charles tras suspirar con pesadez–. Siempre dijiste que vendrían a por nosotros.

–Nunca pensé que usarían el ADN de Raven para ello. –indicó Erik, visiblemente afectado.

–¿Cuándo la viste por última vez? –le pregunté, deseosa de saber dónde se encontraba nuestra amiga.

En cuanto Erik se dispuso a contestarme, algo irrumpió en mis pensamientos. Algo que me provocó un gran malestar, pues sentía un dolor extremo en mi cabeza, un dolor que sin darme cuenta propagué en la mente del resto de los pasajeros del avión. Traté de hacerlo parar, pero me fue imposible, optando por sujetarme la cabeza con las manos. Observé a mi hermano y a Erik agarrándose la cabeza con un gesto increíblemente doloroso en sus rostros. Mis ojos comenzaron a quemar y el dolor aumentó exponencialmente. Debido a ello comencé a perder la consciencia, notando que Erik y mi hermano trataban de sujetarme, pues caía hacia atrás.

Mi visión se oscureció de pronto, en mi mente apareciendo imágenes de un futuro apocalíptico, logrando observar mi propio reflejo en una estructura de metal: era mayor, y mis ojos eran pasto de las llamas cósmicas. Con horror comprobé que yo era la causante de la muerte de varios mutantes, por quienes--a pesar de no conocer--sentía un gran afecto. Después de aquella visión horrible, mi mente se volvió clara por unos segundos, dirigiendo mi vista hacia Logan, a quien hablé.

–¡Logan, haz lo posible por evitar éste futuro! –exclamé–. ¡Evita que Trask me aprese y experimente conmigo! –indiqué antes de volver mi vista hacia un hombre que se encontraba frente a mi–. Erik, mandaré mi mente a mi yo pasada por unos instantes. Debo advertirle sobre esto y... Cuando lo haga, debes matarme. –dije, en mi voz una evidente tristeza–. ¡Por favor, Erik! ¡Si la Fénix Oscura toma el control de nuevo, os matará a todos! –rogué al manipulador de metal, quien también se veía mayor. Él asintió, y con un gran dolor en sus ojos verdes manipuló una viga de metal, atravesándola por mi corazón, cayendo yo al suelo. Mis ojos comenzaron a cerrarse poco a poco, pero sentí... Paz. Una infinita paz.

Mi visión volvió a oscurecerse, apareciendo frente a mi una imagen de mi misma, en llamas carmesí.

–¿Lo has visto? Éste es el futuro que os espera de no detener a Raven, e incluso si Trask logra capturarte. –me dijo mi doppelgänger–. Debes salvar a tus amigos de ellos mismos. Es la única forma. –me indicó, antes de desaparecer.

Al recobrar la consciencia, observé que me encontraba tumbada en el sofá del avión, con Erik y Charles observándome, en sus rostros una expresión preocupada. Con cuidado comencé a sentarme.

–¿(T/n), qué ha pasado? ¿Estás bien? –se apresuró a preguntarme mi hermano, acercándose a mi.

–E-estoy bien... Solo... Solo ha sido un recuerdo. –repliqué con un tono afectado.

–¿Recuerdo? ¿Qué recuerdo? –inquirió Logan, quien sabía a qué me estaba refiriendo.

–El recuerdo de mi yo futura, Logan. –le contesté, un resquicio de miedo y pena pasando por sus ojos.

Tras unos segundos para recuperarme de aquella experiencia, comencé a contarles todo lo que había visto a Erik y Charles, quienes me escucharon atentamente y sin decir una palabra. Cuando terminé, Charles parecía estar al borde de un ataque de lágrimas, mientras que Erik, ahora sentado a mi lado, parecía muy afectado y triste. Sintiendo que no era un tema agradable, decidí retomar el hilo de nuestra anterior conversación, con la esperanza de distraerlos de aquel funesto futuro.

–Erik, al final no nos has dicho cuándo fue la última vez que viste a Raven. –comenté, sentándome de nuevo en el asiento que había ocupado antes de aquel doloroso recuerdo, sentándose mi hermano y Lehnsherr en la mesa en la que había colocado el ajedrez.

–El día que me fui a Dalas. –me respondió Erik, con un tono más sereno.

–¿Y cómo estaba? –inquirió Charles.

–Ella estaba... –comenzó Erik antes de interrumpirse–. Entendí por qué te importaba tanto. –le dijo, su tono apenado al ver la mirada de mi hermano–. Deberías estar orgulloso de ella, Charles. Está ahí, luchando por nuestra causa.

–Tú causa. –rebatió mi hermano, recordándole que Raven había cambiado por haber estado a su lado–. La chica que crie no sería capaz de asesinar.

–Tú no la criaste. Os criasteis juntos. Los tres. –indicó Erik–. Ya no era una niña, y por eso se fue.

–No. Se fue, porque le hizo la promesa a (T/n) de que te traería de vuelta. De que lograría que cambiases. Pero fuiste tú quien la cambió a ella. –rebatió Charles.

–Ese no es mi poder. –le recordó Lehnsherr–. Solo eligió, y decidió tratar de ayudar a su amiga.

–Y ahora sabemos a dónde nos envía esa decisión. –apostillé yo, mi tono de voz rebosando por la culpa–. Va a asesinar a Trask en la Cumbre, y la van a capturar. Y después nos va a aniquilar a todos. –comenté, cerrando los puños–. Todo por una estúpida promesa.

–No, si la encontramos primero,. –indicó Erik, posando una mano en mi hombro derecho–. No, si cambiamos la historia mañana. –continuó, nuestras miradas encontrándose–. Lo siento. Siento todo lo que pasó. De verdad.

Yo asentí de forma casi imperceptible, dejando claro que estaba considerando sus palabras, mientras que Charles vació su vaso de Whiskey, observando el tablero.

–Hace mucho que no juego...

–Te daré ventaja. –comentó Erik–. Así estaremos más igualados.

–De eso nada. –replicó Charles antes de soltar una carcajada–. ¿Para que (T/n) te ayude de nuevo?

–¡Oye, aquello fue un descuido tuyo por no planear bien la estrategia! –exclamé con una sonrisa, sentándome en el reposabrazos de mi asiento, mi vista fija en el tablero de ajedrez.

–¡Sí, claro! –exclamó mi hermano–. ¡Nada de poderes!

–Palabra de Scout. –repliqué con una carcajada, haciendo un gesto de saludo.

–Mueve tú primero. –le indicó Charles a Erik, su semblante ahora concentrado en el juego.

Erik sonrió y movió con sus poderes uno de los peones. Yo me decanté por observar la partida con una sonrisa: parecía que el tiempo no había pasado desde aquel día en el que estábamos todos juntos, riendo y en armonía. Pero no era cierto. Todo había cambiado, y ahora el futuro estaba en nuestras manos.

***

Cumbre de París

–Diplomáticos de todo el mundo están llegando hoy al hotel Royale. Es un día histórico. –comentaba un presentador de noticias–. Es el final oficial de la intervención de los Estados Unidos en Vietnam. –indicó, mientras observaba a los invitados llegar en coche–. Vemos al Ministro de Asuntos Exteriores de Vietnam del Sur, con otros dignatarios de su país.

Una vez dentro del hotel, en una sala privada especialmente reservada para Trask, éste comenzó a hablar.

–Buenos días a todos. –saludó con cortesía–. Hola. Muchas gracias por venir. Enhorabuena por ganar ésta guerra. –indicó con una sonrisa–. Sé que todos tienen que atender a políticos y periodistas durante esta conferencia, así que iré directo al grano: nos enfrentamos a un nuevo enemigo. –comenzó a decir, su tono sereno–. Uno que dejará sus arsenales obsoletos, sus ejércitos impotentes, y sus naciones indefensas. Necesitarán un arma nueva para ésta guerra. Yo los llamo Centinelas. –comentó, mientras entregaba ficheros a los dignatarios y enseñaba un plano detallado sobre ésa nueva máquina de guerra–. Nombre de los antiguos guardianes que custodiaban las puertas de las ciudadelas. Tienen la capacidad aeronáutica de un jet. Equipados con armas capaces de disparar más de dos mil balas por minuto de munición termodinámica. Pero lo que convierte a los Centinelas en un arma excelente, es su capacidad de reconocer el gen mutante X. Un sistema de guía genético que, identifica a un objetivo a un kilómetro de distancia. –se explicó, sacando un pequeño prototipo blanco de una maleta–. No atacará, a no ser que identifique el objetivo. Con esta arma no hay riesgo de daños humanos. Puedo encenderlo –pulsó un botón del aparato–, y el sistema ni se activaría aquí dentro. –comentó, el aparato de pronto emitiendo un pitido intermitente–. A no ser, que haya un mutante... –comentó, moviendo el radar, comenzando a escanear a los presentes, deteniéndose en el General vietnamita.

–Debe de haber algún tipo de error. –dijo éste, visiblemente nervioso.

–Mis máquinas no cometen errores. –replicó Trask–. ¿Qué eres tú?

***

Acabábamos de llegar a la Cumbre de París, y nos encontrábamos en un coche conducido por Logan, tratando de colarnos en el hotel Royale, donde tenía lugar la reunión. Con calma, usé mis poderes con dos guardias que se encontraban a la entrada del aparcamiento, ordenándoles que se fueran a sus casas. Por su parte, Erik manipuló la barrera, levantándola, para que pudiéramos entrar.

–Bien hecho, pequeña Xavier. –me dijo, lo que provocó que mi corazón diera un vuelco al escucharlo llamarme así.

–Gracias, Erik. –dije yo, algo ruborizada, mientras Logan avanzaba al interior del lugar.

Una vez dentro del edificio, comenzamos a caminar lo más rápido que podíamos, pues debíamos llegar antes de que Raven--Mística--asesinase a Trask. Comenzamos a subir las escaleras del lugar, pues podía escuchar los pensamientos de nuestra amiga, por lo que me adelanté, impaciente por llegar y evitar la catástrofe. Sin hacer caso omiso a mis amigos, continué. En cuanto llegué frente a la puerta la abrí de un golpe, donde encontré a un joven oficial apuntando a mi amiga, por lo que usé mi telequinesis para lanzarlo contra la pared cercana. Sin embargo, no preví que éste oficial usaría un taser para inmovilizarnos a Raven y a mi, por lo que ambas caímos al suelo, sufriendo una descarga eléctrica.

–¡Raven! –escuché gritar a mi hermano, a quien vi por el rabillo del ojo.

–¡(T/n)! –escuché claramente la voz de Erik, quien, al observar que aquel oficial nos había dado con un taser, manipuló éste y se lo lanzó a él, agachándose para sujetarme en sus brazos–. ¿Estás bien? ¿Te han hecho daño? –me preguntó, por vez primera pudiendo ver en sus ojos una gran preocupación.

–E-estoy bien... –comenté mientras aún me sacudía por la descarga, pudiendo notar cómo Trask estaba sorprendido, su aparato no dejando de sonar, pues estaba claro que todos nosotros éramos mutantes.

–Charles... (T/n) –dijo Raven.

–Hemos venido a buscarte, Erik, (T/n) y yo. Juntos. –le dijo mi hermano.

–Pensé que, ya no te volvería a ver...

–Te prometí hace mucho tiempo que te protegería, y sé que no he cumplido alguna de mis promesas, pero no pienso fallarte. No ahora.

Logré levantarme a duras penas con Erik ayudándome. Sin embargo, lo que sucedió a continuación comenzó a torcerlo todo: Logan empezó a respirar de forma agitada, apoyándose en una pared cercana, y Erik... Erik cogió la pistola que Raven iba a usar para matar a Trask, apuntándola hacia ella.

–Erik... –musité yo, débil por la descarga, y mi equilibrio aún trastocado, lo que me imposibilitaba usar mis poderes. Me percaté de que Raven intentaba levantarse.

–Erik, ¿qué estás haciendo? –le espetó mi hermano, volviéndose hacia él.

–Asegurar nuestro futuro. –sentenció él–. Perdóname Mística. Mientras sigas aquí no estaremos a salvo.

–Erik, por favor, no lo hagas. –le rogué, desesperada por no poder usar mis poderes–. Si de verdad te importo, por favor, no lo hagas.

–Lo siento, (T/n). Pero es por el bien de todos. –me dijo Erik, su voz gélida.

–Charles, haz algo. –le pidió Raven a mi hermano–. ¡Detenlo!

–No puedo...

Raven entonces salió corriendo hacia la ventana, y yo decidí evitar que Erik añadiera más sangre a su cuenta, por lo que me lancé sobre él, a sabiendas de que incluso si lo hacía, sería capaz de manipular el arma. Erik hizo lo que temía, accionando el gatillo del arma con sus poderes, al mismo tiempo que Raven rompía la ventana, en un desesperado intento por escapar. Erik y yo comenzamos a pelear, y ya que yo no podía usar mis poderes telepáticos debido a la descarga con el taser, utilizamos los puños. Tras unos minutos peleando, en los cuales Charles decidió intentar separarlo de mi, era evidente que no podía rivalizar con Erik en fuerza, por lo que me inmovilizó.

–Lo siento (T/n). Jamás he querido hacerte daño, y no quiero que ese futuro se haga realidad. –me dijo, nuestros rostros frente a frente–. No quiero ser el responsable de tu muerte. Y si puedo evitarlo matando a Raven, por mucho que me duela, lo haré. –me aseguró, antes de acariciar mi mejilla–. Si debo elegir, te elijo a ti. La última vez no fue así, pero hoy será diferente. –me indicó, antes de besar mi frente y dejarme inconsciente.

***

Erik cogió los datos que había en el proyector de Trask y salió al exterior, donde la multitud de humanos se encontraba aglomerada debido al acontecimiento de la Cumbre, ahora observando a Mística, quien yacía malherida por la bala. Tras unos escasos segundos, y tras levantarse del pavimento, Mística se transformó en una mujer que vio allí, comenzando a caminar, tratando de escapar de Erik, quien acababa de descender de lo alto, persiguiéndola. Con un gesto de su mano izquierda, Erik comenzó a usar la bala que había alojada en la pierna de Mística para atraerla hacia él. Tras acercarla a él, provocando que debido al dolor ella vuelva a su apariencia mutante, Erik sacó la bala de su pierna.

***

Tras estar inconsciente durante apenas un minuto o dos, logré despertarme, mis ojos tratando con todas sus fuerzas de acostumbrarse a la luz. En cuanto me puse en pie, observé que Logan tenía en su rostro una expresión confusa, amenazando con hacer daño a mi hermano, y Hank, ahora con su apariencia de Bestia, salió de la estancia persiguiendo a Erik, por orden de mi hermano.

–¿Quiénes sois? –preguntó Logan.

–Soy Charles Xavier, y ella es mi hermana (T/n) Xavier. Viniste a buscarnos. –le recordó mi hermano–. Tú eres Logan, y llevas un par de días con nosotros.

Sin embargo aquello no pareció satisfacer a Logan, quien de pronto me atacó con sus garras, hiriéndome en el pecho, soltando yo un gran grito de dolor. Caí al suelo rápidamente.

–¡(T/n)! ¡Por Dios! –exclamó mi hermano, rápidamente corriendo a mi lado–. ¡Logan, cálmate!

***

Erik estaba a punto de manipular la bala, cuando Hank le cayó encima, comenzando una pelea entre ambos, que acabó con Erik sumergido bajo las aguas de la fuente que había frente al hotel, ahogándose. Hank presionaba con fuerza, hasta que el manipulador de metal escuchó el claro grito de la hermana del telépata, provocando que utilizase sus poderes para sujetar a Hank y salir del agua. Escudriñó su alrededor, pero Mística ya se había escabullido aprovechándose de la confusión. Un pequeño resquicio de su mente le gritaba que volviese para comprobar si (T/n) estaba bien, pero su instinto le dictaba que debía desaparecer y buscar a Raven por su cuenta, ya que de no haber estado la joven pelirroja aturdida por el taser, seguramente habría entrado en su mente para detenerlo.

"No. Ella no habría sido capaz de entrar en mi mente para controlarme. Es demasiado buena para ello...", pensó Erik, antes de desaparecer del lugar.

***

El dolor era insoportable, pero podía soportarlo. Charles utilizó parte de mi camisa para envolver mi torso, cerrando la chaqueta para que no se viera el sangrado. El oficial y Trask habían escapado mientras nosotros pelábamos.

–¿Profesor? –escuché decir a Logan, quien ahora no parecía confuso.

–¿Qué te ha pasado?

–He visto a alguien que me causará mucho dolor algún día. –explicó Logan–. ¡Oh, mierda! ¡(T/n)! ¿Estás bien? –me preguntó con preocupación, percatándose de las heridas de mi torso.

–Sí, no te preocupes. Me curaré. –afirmé, levantándome del suelo con la ayuda de mi hermano.

–¿Y Raven?

–Ha escapado. –repliqué yo–. Y Erik también. –apostillé comenzando a caminar hacia la salida.

–¡Vamos, tenemos que salir de aquí! –nos apremió Charles.

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