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Entrenamiento de poderes mutantes

Westchester, New York

No estaba segura de cuánto tiempo había transcurrido desde que me había desmayado, pero al abrir mis ojos me encontré con un ambiente familiar: estaba en casa. Mi cuerpo era tan pesado como una lona de hormigón, lo que me imposibilitaba moverme de mi cama, provocando en mi una honda frustración. Tras exhalar un breve suspiro de resignación, decidí esperar a que mi cuerpo se recuperase por completo, cerrando mis ojos para dormir un poco más. Sin embargo lo que sucedió me extrañó por completo, ya que en mis sueños podía ver la cámara del gobierno en Moscú, quienes parecían estar discutiendo algo importante...

***

Moscú, Rusia

–Queridos Camaradas –comenzó el oficial ruso–, los Estados Unidos han enviado barcos de guerra hacia Cuba. Esto no nos deja otra opción. –indicó, antes de observar el mapamundi–. Camarada Primer Ministro Debemos enviar nuestra flota.

Ante sus palabras todos los altos cargos del gobierno ruso comenzaron a asentir con sus cabezas, alcanzando todos un unánime consenso: era la hora de iniciar una guerra.

–¡Enviemos la flota! –exclamó el oficial con un evidente tono de orgullo y satisfacción, la sala estallando en estruendosos aplausos a los pocos segundos.

***

Una playa... En ella un avión hecho pedazos y muchas voces que gritaban en su mente. Era lo único que la joven de cabellos pelirrojos podía escuchar, pues su vista era borrosa. Podía oler la fragancia de metal quemado, la sal del mar, y pudo escuchar el sonido claro de multitud de misiles dirigiéndose hacia ella. Sus ojos quemaban pero seguía avanzando. Los gritos de sus amigos y familia ya eran solo un eco lejano, e incluso si hubiera intentado concentrarse en sus voces, ya no era prioritario. Una inexplicable y atronadora fuerza despertaba en ella. Una fuerza que se apoderaba de su mente y sus sentidos, dispuesta a acabar con aquella guerra nuclear... Su vista al fin se oscureció, de pronto apareciendo en su mente aquella imagen suya de un tiempo lejano: su doppelgänger.

–¿Quién eres...? –preguntó a su imagen.

–Aún haces esa pregunta... La misma que aquella vez. –replicó esa imagen suya, su rostro claramente agrietado por heridas carmesí, de las cuales emanaba fuego cósmico–. Yo soy tú... Soy el Fénix Oscuro.

***

Desperté sobresaltada, pues aquello que acababa de ver era tan real... Tan real que no podía dudar de su veracidad por mucho que me esforzase en ello. Había vislumbrado los eventos del presente y del futuro pese a mi reticencia a creerlo. Con gran asombro, pude comprobar que ya podía moverme pese al cansancio que aún dominaba mi cuerpo. Tras ponerme en pie salí del cuarto en silencio, esperando encontrar a alguien por el camino, y que se me explicase por qué estábamos en casa. Al bajar las escaleras mis ojos se posaron en la televisión que estaba encendida en la sala de estar, en la cual se estaba emitiendo un comunicado del Presidente J.F. Kennedy:

–...El Presidente Kennedy ha firmado un decreto, por el que se bloquearán todos los envíos de misiles con destino a Cuba...

A los pocos segundos de hacerse público ese comunicado, el informativo publicó otro comunicado, sin embargo, éste se trataba de la URSS:

–...La Unión Soviética ha reaccionado, llamándolo "un paso más en el camino hacia la guerra termonuclear"...

Mis ojos se abrieron con terror, ya que de ser cierto lo que se acababa de publicar significaba que estábamos a punto de comenzar una guerra nuclear... Y algo me decía que esto era justo lo que Sebastian Shaw estaba buscando. Tras reponerme de unos pensamientos poco menos fatalistas, pude escuchar dos voces que conocía muy bien, encaminándome en su dirección.

–¿Estás seguro? –inquirió Charles, a quien no tardé en ver, apuntando un revolver cargado hacia Erik, quien se encontraba frente a él llevando un chándal blanco. Tuve que resistir el impulso de correr hacia ellos y de evitar que hicieran alguna tontería, pero mis piernas acababan de quedarse paralizadas en el sitio.

–Seguro. –replicó Erik con una sonrisa en su rostro.

–Vale... –dijo mi hermano, aunque su tono de voz traicionaba sus palabras, pues notaba que no se encontraba nada cómodo con aquella tarea, aunque yo no comprendiese la finalidad de ésta. Charles cerró sus ojos con fuerza durante unos breves segundos, exhalando un suspiro tenso. Erik sonreía con anticipación, en una especie de mueca que casi rozaba la locura–. ¡No! –exclamó mi hermano telépata, alejando el arma del rostro de Erik–. No, no puedo, lo siento. No puedo disparar a alguien así, y menos a un amigo.

–Oh vamos, ¡sabes que la desviaré! –rebatió Erik, cogiendo la mano de Charles que sujetaba el revolver, colocándolo de nuevo frente a su rostro–. Siempre me dices que debo exigirme más.

Tras suspirar con pesadez me crucé de brazos y apoyé mi hombro contra la columna de la puerta que entraba a la casa, en mi rostro una sonrisa algo severa pero divertida.

–Si sabes que puedes desviarla esto no es ningún reto para ti. –sentencié lo bastante alto y claro como para que ambos me escuchasen, provocando que sus ojos se posaran en mi persona.

–¡(T/n)! –exclamó mi hermano, escondiendo el arma tras su espalda–. ¿Cu-cuánto tiempo llevas ahí?

–El suficiente. –contesté–. "No hace falta que escondas el arma tras tu cuerpo, Charles. Sé que la tienes escondida." –le dije telepáticamente, lo que hizo a mi hermano relajar su postura, colocando su brazo junto a su cuerpo.

"Veo que ya te encuentras mejor... Me alegro."

"Si... Más tarde deberíamos hablar." –le indiqué, antes de volver mis ojos azules hacia nuestro amigo–. Erik... ¿Qué ha sido de aquel hombre que intentaba elevar un submarino?

–¿Qué? ¡No digas eso, pequeña Xavier! –exclamó Erik con un tono ligeramente cariñoso y aliviado al verme allí, cogiendo el arma que mi hermano mayor le tendía–. Para algo tan grande necesito sentir ira en el momento. –me explicó, mientras yo me acercaba a los dos hombres con pasos lentos.

–La ira no es suficiente. –intercedió Charles.

–Pues hasta ahora me ha resultado eficaz.

–Y casi ha acabado contigo en varias ocasiones, Erik. –le dije yo cogiendo su mano derecha, mi tono evidentemente preocupado por su bienestar. Al darme cuenta de que se podían malinterpretar mis acciones retiré mi mano, sin embargo, la calidez de la suya estaba aún latente en mi piel.

–No debes preocuparte, pequeña Xavier... Estoy vivo, ¿no es así? –me dijo con un tono irónico, revolviendo mi pelo con cierta dulzura.

–Sí, ¿pero por cuánto tiempo más...? –musité en una voz casi inaudible, pues era tan preciado para mi que no podía comprender cómo era posible que le importase tan poco su vida.

–Vosotros dos, venid. –nos dijo Charles, quien había estado observándonos en silencio–. Vamos a intentar algo que sí sea un reto.

Al cabo de unos días, en los cuales Erik entrenaba bajo la supervisión de mi hermano, era el turno de que el resto de nosotros comenzásemos a entrenar.

–Nuestro padrastro se tomaba muy en serio la posibilidad de una guerra atómica--ven por aquí--por eso construyó éste bunker, aquí abajo. –comentó Charles mientras Caos y yo le seguíamos, el primero llevando un maniquí en sus manos–. Podríamos usarlo como una especie de galería de tiro.

–¿No crees que atravesaré las paredes? –inquirió Caos, preocupado.

–Este sitio se hizo para soportar la potencia de una bomba atómica. Contendrá lo tuyo, Alex. –le aseguré con una sonrisa confiada.

–Pero (T/n), cuando hago esto siempre hay problemas. –me dijo mientras caminábamos a una cierta distancia del maniquí.

–Eso es porque no lo controlas. –sentenció mi hermano telépata con un tono sereno–. Eso te controla a ti. Por eso estamos aquí. Por eso entrenamos.

***

El resto de días fueron pasando de forma lenta con todos los mutantes en la mansión Xavier entrenando con convicción y sin descanso, salvo por la hermana pequeña del telépata, a quien su hermano le había ordenado específicamente no entrenar, pues deseaba encargarse personalmente de ello. La mejoría de las habilidades de los mutantes comenzaban a mejorar de forma notable, aunque había uno de ellos para el que esto aún era difícil: Erik. Sin embargo, Charles estaba decidido a ayudarlo a desbloquear todo su potencial incluso si debía pedir ayuda a (T/n), pues notaba el creciente afecto que el manipulador de metal le profesaba tras aquel mes que habían convivido juntos.

***

–¿Ves eso? –le preguntó Charles a Erik, señalando la antena parabólica que se vislumbraba a una larga distancia de la mansión–. Intenta girarla hacia aquí.

Erik se giró hacia nosotros, en su rostro una expresión clara de inseguridad, pero tras recibir una mirada alentadora por mi parte, y un gesto afirmativo por parte de mi hermano, decidió concentrarse e intentarlo. Tras suspirar, el manipulador de metal extendió sus brazos, abriendo sus manos, dirigidas hacia la antena, esforzándose por girarla. Sin embargo, y tras unos segundos de intentarlo con todas sus fuerzas, fue inútil, pues la antena no se movió ni un milímetro.

–Creo que... El estado más eficaz se haya entre un punto entre la ira y la serenidad. –me decidí a aportar una idea que acababa de ocurrírseme–. No solo con la ira debes intentarlo, Erik.

–Me parece una excelente idea, (T/n). –indicó mi hermano con una sonrisa–. ¿Te importa si (T/n) y yo te...? –le inquirió a Erik, haciendo un gesto a su sien, indicándole que quería entrar en su mente.

Erik miró nuestros rostros, sus ojos quedándose posados en los míos por unos breves instantes, antes de asentir con lentitud, dándonos permiso para indagar en su mente y ayudarlo. Con calma, Charles y yo colocamos nuestra mano izquierda en el respectivo lado de nuestra sien, comenzando a usar nuestro poder telepático en él.

Tras unos pocos segundos, comencé a ver una clara imagen en mi mente: una mujer de rostro amable y dulce estaba celebrando con un joven muchacho su cumpleaños. Ella le sonrió al muchacho y acarició su rostro. Aquello era una imagen tan conmovedora que no pude evitar que mis ojos se llenasen de lágrimas, pues era claramente el último cumpleaños que Erik recordaba haber celebrado con su madre. Tanto sufrimiento aún latente en su mente, tanto dolor... Él no merecía nada de eso.

–¿Qué acabáis de hacerme? –nos preguntó con una voz quebrada, siendo evidente que también estaba conmovido por lo que acababa de recordar.

–Hemos... Accedido al rincón más alegre de toda tu memoria. –le contesté con una voz suave–. Es un recuerdo muy hermoso, Erik... Gracias.

–No sabía que aún recordaría eso. –admitió antes de sonreírme y acariciar tentativamente mi mejilla, quitando una lágrima que corría por ella–. Gracias.

–Hay mucho más en ti de lo que crees. –dijo mi hermano con una sonrisa amable, tras quitarse él también las lágrimas que habían aflorado a sus ojos verdes–. No solo dolor e ira, también está el bien en ti. Lo he--lo hemos--visto. –indicó tras pasar una mano por mis hombros de forma reconfortante–. Y cuando puedas acceder a él, poseerás un poder que no tendrá rival. Ni siquiera el mío.

–Aunque eso no significa que no pueda darte alguna paliza... Ya que te aseguro que me volveré más fuerte que tú, Lehnsherr. –apostillé con una voz suave y algo bromista, sonriéndole. Aquello provocó que se carcajeara y me mirara con una gran intensidad, lo que me hizo ruborizar.

–Estaré esperando ese desafío, pequeña Xavier. –comentó con una voz algo sugestiva–. Será interesante ver hasta qué punto podrás evolucionar tus poderes.

Charles carraspeó claramente incómodo por aquel implícito flirteo que Erik acababa de dirigirme, procediendo a observarlo de forma severa, iniciando un diálogo mental con él, excluyéndome de sus pensamientos para que no pudiera averiguar el tema de su conversación.

***

"Te recuerdo que es mi hermana, Erik." –le dijo al manipulador de metal, comunicándose con su mente–. "Como le hagas daño..."

"Cálmate Charles. Jamás pensaría en hacerle daño."

"Debes prometerme que la protegerás. Pase lo que pase."

"Claro que lo haré. Te lo prometo."

***

Ambos continuaron mirándose a los ojos por un minuto entero, por lo que imaginé que estaban aún enzarzados en lo que fuera que estaban discutiendo.

–Bueno, vamos, Erik. –le incitó mi hermano tras romper el contacto visual, volviendo su vista a la antena parabólica–. Inténtalo.

Erik volvió su vista a la antena y extendió su mano derecha hacia ella, comenzando de nuevo a esforzarse por girarla en nuestra dirección, ahora con el recuerdo de su madre presente. Para mi asombro y deleite, la antena comenzó a girarse lentamente, hasta que estuvo lo bastante alineada con nuestra posición, provocando que Erik comenzase a carcajearse de felicidad, contagiándonos a mi hermano y a mi en el proceso.

–¡Bien hecho, Erik! –exclamé, dando un salto de alegría antes de abrazarlo.

–No cantemos victoria tan pronto, pequeña Xavier. –me dijo con una sonrisa, dejando que lo abrazase–. Aún queda un mutante al que debemos entrenar...

–Cierto. –concordó mi hermano mientras yo soltaba a Erik, comprendiendo a dónde iba a parar la conversación.

–Yo... Yo soy la que falta.

–Exacto. –dijeron ambos.

"Pero... ¿Y si fallo? ¿Y si pierdo el control?", pensé, aterrada por la idea de poder hacer daño a alguno de mis amigos.

–No perderás el control, (T/n) –me dijo Charles–: Por ello Erik y yo estaremos ahí. Te ayudaremos.

Tras unas horas de aquella conversación, Charles me llevó a los jardines de la casa, alejándonos un poco de ésta. Nos acompañaban Erik y Caos en ésta ocasión.

"Cuando despertaste... Acababas de ver un resquicio del futuro, ¿verdad?" –me dijo mi hermano mediante la telepatía, mientras caminábamos.

"¿Cómo lo sabes?"

"¿Qué fue lo que viste?" –preguntó, ignorando mi anterior pregunta por completo.

"Destrucción." –repliqué con un tono aterrado por el posible futuro que nos esperaba.

Tras detenernos en el jardín más alejado, mi hermano me miró con confianza y algo de... Miedo. Había en sus orbes verdes un miedo que jamás había visto. Un miedo atroz por no poder saber en qué podía convertirme.

–Bien. (T/n), como ya sabes utilizaste tus poderes al enfrentarte a Shaw, poderes que aún no dominas y mantienes ocultos. –me indicó tras desviar su mirada de mis ojos azules–. El cuartel de la CIA quedó desintegrado por completo, y eso me indica que eres capaz de manipular la energía en un nivel particular, por lo que deberías ser capaz de desviar cualquier ataque basado en energía que vaya contra ti. –teorizó, antes de hacer un gesto a Alex para que se acercara–. Y por ello, creo que deberías ser capaz de desviar u absorber el rayo de Alex.

–¿¡QUÉ!? –exclamé al mismo tiempo que Erik, quien de pronto parecía extremadamente preocupado y nervioso.

–Charles, ¿¡estás loco!? –exclamó el manipulador de metal, sus ojos como platos–. ¡(T/n) podría morir!

–Calmaros los dos. –nos indicó Charles–. Alex ya controla sus habilidades, y podrá decidir cuánta cantidad de energía dirigir contra ti. No habrá peligro. Empezaremos con una energía mínima, y en caso de haber un resquicio de peligro, Erik y yo te protegeremos.

–¡Pero Charles...!

–Está bien. –sentencié, interrumpiendo a Erik–. Confío en vosotros, y en que me ayudaréis de necesitarlo.

Tras escuchar mi afirmación, y que estaba dispuesta a hacerlo, Erik y Charles se quedaron cerca de mi a unos pocos metros. Alex suspiró y yo cerré los ojos para prepararme. Cuando los abrí observé el rayo de energía de Alex dirigiéndose hacia mi, e intenté visualizar que la energía entraba en mi cuerpo y la desviaba, sin embargo el rayo me golpeó de lleno, lanzándome de espaldas unos metros. Me levanté algo adolorida con la ayuda de Erik y Charles.

–Volvamos a intentarlo. –indiqué con una voz entrecortada, pues necesitaba coger aire debido al golpe.

–Ni hablar, ¿estás loca? –me dijo Lehnsherr.

–Igual que tú. –le rebatí con una sonrisa.

"Definitivamente estás loca, y por eso me gustas..."

Al escuchar los pensamientos de Erik me ruboricé visiblemente, provocando que él se carcajease al notar el rubor de mis mejillas.

–Otra vez. –le dije a Alex, quien tragó saliva antes de asentir, sus ojos llenos de preocupación.

***

Los días fueron pasando, cada uno de ellos entrenando la pelirroja de ojos azules con una gran determinación, y su relación con el manipulador de metal haciéndose más cercana debido a que éste la ayudaba en la mayoría de sus entrenamientos, cuando Charles se encontraba enfrascado en ayudar a los otros mutantes. Con la ayuda de Erik la joven había logrado averiguar que poseía la habilidad de Precognición, lo que le permitía vislumbrar de forma borrosa pero certera eventos del futuro que la atañían a ella y a sus seres queridos. Asimismo, su control sobre la absorción y manipulación de la energía era ya bastante considerable, logrando desviar y manipular la energía de Caos.

***

–Vamos (T/n), veamos qué puedes hacer. –me animó Erik mientras tomaba mis manos, donde acababa de colocar una estructura metálica en la que había usado varios diamantes.

Cerré mis ojos con calma y suspiré, visualizando aquel fuego que me rodeó aquel día que me enfrenté a Shaw. Me concentré en la estructura de metal que Erik había creado y abrí mis ojos, sintiendo por un breve momento que aquella presencia volvía a mi mente, aunque solo fue por unos breves segundos. La estructura poco a poco comenzó a desintegrarse hasta quedar en la nada. Esto pareció asombrar a Erik, quien me miraba con los ojos como platos.

–¡Lo he conseguido, Erik! –exclamé abrazándolo, rodeando su cuello con mis brazos en un ataque de euforia, sin percatarme de que Erik me elevaba en sus brazos y daba vueltas conmigo, también eufórico.

–¡Sabía que lo lograrías! –exclamó, antes de dejarme en el suelo.

Nuestros rostros se acercaron por la emoción del momento, el mundo a nuestro alrededor parecía haberse difuminado, haber desaparecido por completo. Solo estábamos nosotros dos en ese momento. Nadie más podría importunarnos en este momento tan íntimo que estábamos compartiendo. Mi corazón latía desbocado por la proximidad de nuestros cuerpos, que a cada instante parecía aumentar. No conseguía discernirlo, mas desde hacía un tiempo, quizás desde el mismo instante en el que lo conocí, había sentido una intensa y especial conexión con Erik, aflorando en mi fuertes sentimientos por él, los cuales no me había dignado a reconocer por miedo a salir lastimada. Sin embargo, ahora me quedaba claro que no había nada malo en sentir aquello por él: no había nada horrible en sentir ese amor que desbordaba de mi pecho... Pero no sabía si él sentiría lo mismo por mi.

–Yo... Yo... –tartamudeé, insegura de cómo actuar en aquel momento, los nervios haciendo presa de mi y provocando que algunos objetos de la habitación comenzaran a levitar.

–Calma, pequeña Xavier. –me indicó con una voz dulce y baja, colocando un dedo sobre mis labios cerrados.

"No necesitas leer mis pensamientos para entender lo que quiero transmitirte."

Yo negué con la cabeza de forma lenta, antes de sentir que su dedo índice se retiraba de mis labios, su mano colocándose en mi mejilla, su rostro acercándose al mío aún más. Los objetos de la habitación levitaron aún más al incrementarse el latido de mi corazón.

–(T/n), Moira nos ha dicho que-

La voz de mi hermano se interrumpió de forma brusca al abrir la puerta de la sala de estar, donde Erik y yo nos encontrábamos, sus ojos abriéndose con pasmo. Rápidamente me separé de Erik, mis mejillas ardiendo.

–Vamos. El Presidente va a dar un discurso. –nos indicó Charles, tomando mi mano y llevándome con él, Erik siguiéndonos a los pocos segundos, con los objetos volviendo a sus respectivas posiciones.

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