Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

El poder del Fénix

Centro de Investigación de la CIA

Los jóvenes mutantes que habíamos reclutado se encontraban en la sala común charlando de forma animada, cuando de pronto yo entré a la estancia, provocando que las voces se apagaran.

–Lo lamento... –comenté–. Me marcharé si os molesto. –les indiqué, haciendo ademán de marcharme de allí.

–No, (T/n), espera. –me dijo Raven, cogiéndome del brazo–. No hace falta que te vayas: eres de los nuestros.

–Pues me parece que no lo veis así... –comenté con un tono dolido, antes de dar una mirada hacia Ángel, quien agachó el rostro de pronto–. No creas que soy tan ilusa como para no escuchar lo que habéis hablado. De hecho lo he oído todo perfectamente. –dije con un tono molesto y dolido, ante lo cual, los rostros de varios compañeros palidecieron. En sus mentes pude ver la vergüenza y la culpa, por lo que decidí perdonarlos–. Pero veo que no era vuestra intención hacerme daño. Agradezco, y acepto vuestras disculpas.

Tras escuchar mis palabras, todos sonrieron excepto Ángel, quien aún me miraba con recelo y una expresión desagradable. En ese momento, Caos decidió retar a Darwin a un partida en la máquina de painball. Ambos comenzaron a jugar tras unos segundos de duda.

–Joder tío, me estás machacando... –se lamentó Darwin tras unos minutos.

–No te sientas mal. –le respondió Caos–. He practicado mucho...

Yo, por mi parte, me senté junto a Hanon y Raven, charlando con ellas de forma animada. Sin embargo no pudimos estar mucho tiempo en un ambiente tranquilo, pues varios agentes de la CIA se acercaron al cristal que conectaba con el patio, comenzando a hablar en un tono burlón.

–No sabía que había llegado el circo a la ciudad... –comentó uno de ellos, provocando que mi sangre hirviera.

–Venga cielo, haz un poquito eso de las alas. –le pidió a Ángel, lo que bastó para que yo me incorporara de mi asiento, acercándome al cristal–. Eh, hola preciosa...

–Tio, ten cuidado. –le indicó su compañero–. Esa es la hermana del telépata, y según dicen también mueve objetos con la mente...

–Bah, tonterías. –comentó–. Es la más peligrosa de todos, y por ello es más fácil reírnos de ella.

–Ya basta. Punto en boca, ¿queda claro? –les ordené mientras me cruzaba de brazos, acercándome al cristal casi hasta el punto de rozarlo con la nariz–. Podéis decir lo que queráis de mi, no me importa, pero ni se os ocurra meteros con ellos. –indiqué con un tono molesto.

–¿Ah, sí? ¿Y qué nos vas a hacer? ¿Jugar con nuestras mentes? –inquirió con sorna aquel hombre, lo que hizo que cerrara los puños con furia–. Ni tu novio dobla-cucharas ni tu hermanito están aquí para protegerte niñita. Podemos decirte y hacer contigo lo que nos plazca. Solo eres un bicho raro.

Aquello fue lo que me enfadó aún más. No soportaba aquella situación, y soportaba aún menos que se rieran de Charles o Erik. Con un sonrisa maliciosa alcé mi rostro para mirarlos, éstos callando sus asquerosas bocas casi al instantes, pues acababa también de levantar mi mano derecha, donde una gran llama estaba presente.

–Se-será mejor que nos vayamos de aquí... –comentó el otro hombre mirándome aterrado–. Vámonos: ¡Sus ojos se han vuelto rojos! –exclamó antes de salir corriendo de allí, dejando solo al otro agente, lo que me permitió centrar mi atención en él. Con una mueca divertida, y sin ser demasiado consciente de mis acciones, usé mi telequinesis para comenzar a apretar la corbata que llevaba, hasta el punto de comenzar a asfixiarlo. De la misma forma, comencé a indagar en su mente, oprimiendo y sacando a la luz sus recuerdos más horribles.

–(T/n), basta, por favor. –me pidió Raven, posando una mano en mi hombro derecho–. Por favor, lo estás dejando sin aire... Y estás atormentándolo...

–Es lo menos que se merece tras todo lo que ha dicho por esa sucia y despreciable bocaza. –sentencié con un tono de deleite, disfrutando al observar cómo su rostro pasaba a ser pálido, casi cadavérico.

–Basta ya. –me dijo Hanon, tomando mi mano–. Tu no eres así. –me indicó, antes de correr las cortinas, dejando libre de mi control a aquel hombre.

–Ti-tienes razón. –admití, antes de sentir que mis ojos ya no quemaban–. Lo siento. –me disculpé, sentándome en el sofá.

–¡No te disculpes! ¡Ha sido una autentica pasada! –exclamó Banshee, mirándome con una sonrisa–. ¿Has visto sus caras? ¡Tía, eres lo más!

–Banshee tiene razón. –concordó Darwin–. Gracias por defendernos, Fénix.

–De nada. –respondí–. Es lo que haría cualquiera por sus amigos.

–No cualquiera. –intercedió Ángel–. Gracias por haberme defendido, incluso tras lo que he dicho sobre ti. –me agradeció con una sonrisa–. Realmente te pega el nombre de Fénix... Eres la más poderosa de aquí.

Sonreí, agradecida de que al fin parecía ser aceptada en su círculo de amistad y en su mundo. De pronto, todos escuchamos un fuerte estruendo que se repetía cada pocos intervalos, lo que hizo que nos miráramos todos.

–¿Qué ha sido eso? –preguntó Darwin.

–Algo no va bien... –comenté, mientras observaba cómo Darwin se acercaba a la ventana del patio interior, en la que acabábamos de correr las cortinas–. ¡Agh! –exclamé, llevándome las manos a la cabeza, pues de pronto sentía millares de voces gritando al unísono antes de detenerse.

–¡(T/n)! ¿Qué te ocurre? –me preguntó Raven, posando una mano en mi espalda, observando mi rostro contorsionándose por el agudo dolor que sentía.

–E-estoy bien... –le aseguré, antes de que una nueva oleada de dolor llegara a mi mente–. Los agentes están gritando. Todos. Sin excepción. Luego el silencio es el que manda...

Tras escuchar mis palabras todos se miraron con temor evidente en sus ojos, antes de descorrer las cortinas, observando cómo a los pocos segundos, el dueño de las instalaciones caía desde el cielo, chocando contra el pavimento, matándose. En cuanto eso ocurrió, las alarmas del centro de investigación se encendieron, pero no sirvieron de mucha ayuda, pues continuábamos escuchando aquellos horribles golpes que hacían los agentes al impactar contra la superficie del suelo.

***

Shaw acababa de llegar al centro en el que estaban recluidos los mutantes que el telépata y Erik habían ido reclutando, pero lo que más deseaba era encontrar a la mutante de la que Emma le había hablado. Ansiaba poder convencerla de que se uniera a ellos, pero en caso contrario, no tendría problema en acabar con ella, pues si hacía poco que había descubierto sus dones, no sería difícil para él derrotarla.

–Tenemos un intruso en la entrada principal. –dijo un agente mientras hablaba por el walkie-talkie, saliendo a su encuentro.

–¿Y los mutantes? –le preguntó Shaw–. ¿Dónde está la hermana del telépata?

–Si da usted un paso más le dispararé. –amenazó el agente, apuntándolo con la pistola.

–Lo imagino, ¿pero dónde hallaré a esos superdotados?

El agente ni siquiera se molestó en responderle, sino que comenzó a disparar a aquel hombre que acababa de entrar al complejo, quien llevaba un casco. Tras unos segundos, y sin que ninguna de las balas surtiera efecto contra él, Shaw tomó al agente por el cuello, elevándolo varios centímetros del suelo, antes de ser rodeado por un montón de guardias, uno de ellos con un bazooka.

***

Estábamos aterrorizados. Todos nosotros temblábamos de miedo al no saber qué hacer. Pude observar con claridad cómo unos agentes de la CIA entraban al patio interior, creando un perímetro cerca de la ventana, con el fin de protegernos.

–¡Atrás! ¡Atrás! ¡Nos están atacando! –exclamó uno de los agentes–. ¡No salgáis de esa sala!

En ese momento pudimos ver a un hombre con la piel roja, cuernos de demonio en su frente, y una cola aparecer de la nada, como si se hubiera teletransportado.

–¡Allí! ¡Por allí! –les gritamos a los agentes, quienes comenzaron a disparar a aquel mutante que se había infiltrado con tanta facilidad en el complejo.

A pesar de la rapidez de los disparos, aquel mutante consiguió evitarlos y empezó a acabar uno a uno con todos los agentes. En un momento dado, tomó a uno de los agentes por el cuello con su cola, haciendo que disparara al cristal de la habitación, rompiéndolo. Al escuchar un sonido extremadamente fuerte, que identifiqué como viento a los pocos segundos, me giré hacia la ventana que daba al césped exterior, donde se podía ver la máquina que Hank había construido para Charles: Cerebro. Un gran huracán acababa de entrar al campus y la destrozó sin ningún problema.

–¡Y una mierda, "quedarnos"! –exclamó Darwin.

–¡Corred! –exclamó Caos, siguiendo a Darwin, quien había salido corriendo en dirección a la única puerta disponible para nuestra huida.

Tras unos segundos de duda, tomé a Raven de la mano y junto a Hanon comencé a correr, siguiendo a Darwin y Alex, en un esfuerzo por salir con vida de aquello. Apenas habíamos salido de la habitación, avanzando unos pocos pasos, cuando nos encontramos a más agentes de la CIA que no nos permitían seguir.

–¡Atrás! ¡No podéis salir! –exclamaron loa agentes, tratando de retenernos.

–¡Podemos ayudar! –exclamé yo, en un fútil intento por salir de allí.

Mis manos captaron en seguida el temblor característico de una explosión de gran magnitud, y pude ver sin problema alguno cómo un gran fuego se extendía por el edificio, lo que nos obligó a retroceder una vez más hacia el cuarto en el que nos encontrábamos al principio.

Observamos a ambos lados de la sala: a nuestra izquierda, aquel mutante de piel roja seguía acabando con los pocos agentes que resistían para defendernos, a nuestra derecha, el huracán había destruido Cerebro y había crecido en magnitud... En otras palabras: estábamos atrapados y no había forma de escapar de allí. Miré a Hanon en busca de ayuda, pues con sus poderes podría ser fácil salir de allí, pero de alguna forma, ella me indicó con una sola mirada que no podría ayudarnos a todos. Cuando el huracán se hizo más intenso, lanzó a uno de los agentes contra el cristal, rompiéndolo, por lo que ahora estábamos realmente indefensos. Al pasar unos segundos, los dos mutantes entraron al cuarto con calma.

–Espere, espere, ¿quiere a los mutantes? ¿A esa tan peligrosa? –escuchamos preguntar a uno de los guardias–. Están ahí dentro, pero a los demás déjenos. No somos una amenaza...

Fue en ese momento cuando todo tomó un cariz realmente peligroso, pues un hombre entró por la puerta portando un casco, que, de forma que no lograba comprender, inutilizaba mis poderes telepáticos.

–¿Y el telépata? –le preguntó al mutante de piel roja.

–No está. –replicó él–. Pero sí que está su hermana.

–Oh... Así que eres tu. –comentó aquel hombre, posando sus ojos codiciosos y malévolos sobre mi–. Buenas tardes. Me llamo Sebastian Shaw. –se presentó, comenzando a caminar lentamente hacia nosotros–. Y no vengo a haceros daño...

–¡Alto! –exclamó un agente que aún continuaba vivo, apuntando a los mutantes intrusos.

–Azazel. –ordenó Shaw, desapareciendo el mutante de apariencia demoníaca, para después aparecer en el patio, matando al agente, regresando al cuarto tras haberlo hecho–. Como decía, no vengo a haceros daño... Y de hecho, vengo por un asunto muy especial. –comentó con una sonrisa burlona y sádica en extremo–. Me han llegado rumores de que eres excepcionalmente poderosa... ¿Es eso cierto?

–No sé de qué me hablas... –dije yo, claramente aterrorizada por la presencia imponente de aquel hombre–. Y por mucho que hables no pienso cooperar contigo.

–Oh, eso no ha sido una buena respuesta... –comentó con una sonrisa, antes de acercarse a mi y tocarme con el índice la mejilla izquierda, provocando una gran fuerza de choque que me mandó volando al patio, chocando con la estatua en el proceso.

–¡(T/n)! –oí gritar a Raven.

–Así que te llamas (T/n)... Interesante. –comentó Shaw–. Verás, (T/n), se acerca una revolución. –me dijo, tras acercarse a mi, y pisarme para que no me levantara del suelo–. Cuando la humanidad descubra lo que somos capaces de hacer... cada cual deberá decidir: ser esclavo, o reinar sobre ellos.

–¡Cállate! ¡No vamos a escuchar lo que nos digas! –le grité con mi máxima fuerza, lo que provocó que me elevara en el aire, antes de sentir un filo atravesando mi costado derecho, al mismo tiempo que una sensación cálida manchaba mi ropa.

–¡NO! –exclamó Hanon.

–Ahora estarás más calladita... –comentó antes de lanzarme contra una de las paredes del patio interior–. Sois libres de escoger, pero si no estáis con nosotros, estáis, por definición, contra nosotros. –comentó con una sonrisa, mientras me retorcía de dolor en el suelo, pues me había clavado un puñal en el costado, y estaba comenzando a sangrar–. Así que, podéis quedaros y luchar por la gente que os odia y os teme, o uniros a mi y vivir como reyes. –continuó antes de mirar a Ángel–. Y reinas.

De pronto sentí una enorme oleada de poder en mi interior. Estaba harta de sus palabras, harta de sus mentiras, harta de que quisiera manipular a mis amigos... ¡Quería destruirlo! ¡Quería matarlo! Con un esfuerzo considerable me levanté del frío pavimento, sintiendo que mis ojos quemaban una vez más, en aquella ocasión con más intensidad, y sentí la misma sensación del día en el que descubrí que era una mutante. Aquel fuego que me rodeaba en aquel entonces volvió a hacerse presente en mi espalda, rodeándome y elevándome del suelo. Observé cómo Ángel caminaba junto a Shaw, ya que no podía escuchar nada debido a toda la rabia y voces que asolaban mi mente. A los pocos segundos observé cómo Darwin seguía a Shaw antes de mirarme de reojo.

"Cuando te de la señal utiliza todo tu poder al máximo"

"De acuerdo, Darwin. Protege a Ángel"

A los pocos segundos de haberse acercado a ellos, Darwin me miró antes de adaptar su piel para hacerla dura como el acero, tomando a Ángel en sus brazos, protegiéndola.

–¡Ahora, (T/n)! –exclamó.

Al ver la señal di un grito ensordecedor al mismo tiempo que una gran explosión de fuego cósmico, que comenzó a desintegrar poco a poco la estructura del lugar en el que me encontraba. Comencé a caminar hacia Shaw en el aire, acercándome cada vez más a él, desintegrándolo todo a mi paso. No me importaba nada. No era siquiera consciente de lo que ocurría a mi alrededor. Sin embargo, observé algo confusa cómo Shaw atrapó toda la energía que le había lanzado, absorbiéndola.

–Buen intento... –comentó con una sonrisa–. Azazel...

En ese preciso momento, sentí de nuevo que varios filos me travesaban el cuerpo con rapidez y precisión quirúrgica. Estaba sangrando, pero aquello no me importó. Ya no era dueña de mi cuerpo, e incluso mientras Azazel me acuchillaba, continuaba avanzando, aunque la fuerza que me protegía poco a poco fue apagándose, pues mi cuerpo estaba debilitándose al perder tanta sangre.

–Adáptate a esto. –le dijo Shaw a Darwin, antes de colocar una estela de la energía que había absorbido de mi en su boca, haciéndosela tragar.

Caí al suelo de rodillas en cuanto mi cuerpo comenzó a no responderme. El fuego que me rodeaba acabó extinguiéndose, pero sentí cómo Shaw se acercaba a mi, cogiéndome por el cuello antes de que perdiera la consciencia.

***

Cuando Charles, Erik y Moira llegaron al centro de investigación, todo estaba en ruinas. Literalmente, ya no quedaba nada del centro de investigación. pues había sido desintegrado por completo. El telépata corrió hasta Raven, abrazándola.

–¡Raven! ¿¡Estás bien!?

–Charles... Charles... –musitaba la joven una y otra vez–. Darwin está... Está muerto...

–¿Qué ha pasado aquí? ¿Dónde está (T/n), Raven? –le preguntó Xavier, preocupado por su hermana.

–No... No lo sé. –se lamentó ella–. (T/n) se enfrentó a Shaw... Intentaba protegernos, ¡pero la apuñalaron varias veces, y luego los tres mutantes pelearon con ella y no sé dónde la dejaron! –le indicó Raven–. ¡Ella nos protegió haciendo desintegrar el lugar con una explosión de fuego! ¡Habríamos muerto desintegrados si Hanon no nos hubiera sacado de allí...!

Erik comenzó a buscar por los alrededores de forma frenética junto al telépata, cuyo corazón latía desbocado ahora, pues no soportaba la idea de perder a su hermana pequeña.

"¡(T/n)! ¡(T/n)! ¿¡Dónde estás!? ¡Responde!", la llamó Charles a través de sus poderes telepáticos, tratando de conectarse con ella de algún modo.

El manipulador de metal entró dentro de lo que había sido el complejo de investigación, rastreando varias zonas hasta que encontró un rastro de sangre que claramente estaba fresca.

–¡Charles! ¡Por aquí! –exclamó Erik, comenzando a correr, siguiendo ese rastro de sangre, hasta encontrar el cuerpo de la joven de cabellos rojos en el suelo, inmóvil–. Dios... –musitó Lehnsherr antes de acercarse corriendo a ella y tomarla en brazos, observando las profundas heridas que tenía en todo su cuerpo.

–¡(T/n)! ¡No, por favor! –exclamó Charles al ver el cuerpo, aparentemente, sin vida de su hermana, en brazos de Erik. El joven telépata escaneó el cuerpo de su hermana y trató de conectarse con su mente–. Erik, respira. Aún vive. –sentenció mientras trataba de controlar sus lagrimas, notando que las heridas del cuerpo de su hermanita comenzaban a sanar poco a poco y de forma inexplicable–. Quédate con ella. –comentó antes de correr lejos de allí, con la intención de decirles al resto que estaba a salvo, y de paso para coger un anestésico, pues estaba seguro de que cuando volviera en sí estaría muy dolorida.

El manipulador de metal observó las heridas cerrándose poco a poco, aunque algunas de ellas no lo hicieron por motivos desconocidos, por lo que trató de parar el flujo de sangre él mismo.

–Idiota... Pese a haberte dicho que no te enfrentaras a ellos... Lo has hecho. –musitó Erik con un tono aliviado–. Aguanta un poco más. –le dijo a la joven, antes de darle un beso en la frente, observando cómo ella abría sus ojos, dejándolo paralizado al momento, pues eran de aquel color rojo que había visto en aquella ocasión, solo que desaparecieron a los pocos segundos, reemplazándose por sus azules cotidianos.

***

Cuando abrí mis ojos encontré el rostro familiar de Erik. Aquello me hizo muy feliz, pero apenas podía moverme debido al intenso dolor que sentía, aunque no lograba recordar nada de lo sucedido desde el momento en el que Shaw me tiró contra la pared... Mi mente estaba totalmente en blanco. Era como si sintiera la presencia en mi cuerpo de alguien que no fuera yo.

–Erik... –musité con una voz ronca, a duras penas logrando formar su nombre, pues me encontraba tan cansada, que incluso hablar me parecía agotador y extremadamente doloroso.

–Hey... Hola pequeña Xavier. –me saludó con una sonrisa leve el manipulador de metal–. ¿Te has ido de fiesta sin invitarme? –bromeó con un tono irónico, intentando distraer mi mente del dolor.

–Eso parece... –comenté con una sonrisa algo forzada–. Lo siento... Peleé con Shaw...

–Shh. Calla, (T/n). –me ordenó con una voz suave, mientras se levantaba conmigo aún en sus brazos–. Ahora debes reponerte. ya hablaremos de esto más adelante. –me comentó antes de comenzar a caminar.

–Está....bien... –respondí yo, mis ojos comenzando a cerrarse.

"Me alegro de que estés viva.", fue lo último que escuché pensar a Lehnsherr antes de desmayarme.

***

Erik llegó hasta el lugar en el que se encontraban el resto de los mutantes, quienes al verlo llegar con la pelirroja en brazos sonrieron y se acercaron rápidamente.

–¿Está bien? –le preguntó Banshee.

–Sí, pero ahora ha perdido la consciencia. –replicó Erik–. Debemos dejar que descanse.

Todos asintieron ante sus palabras, para después dejar Erik a la joven en una camilla que Charles había traído expresamente para ella, tapándola pocos segundos después.

–Os van a llevar a vuestras casas de inmediato. –les dijo Charles a los jóvenes mutantes.

–No pensamos irnos. –le replicó Banshee.

–¿Qué? –inquirió Xavier.

–Alex no va a volver a la cárcel. –le dijo Banshee.

–No vamos a abandonar ahora, no después de que (T/n) se haya sacrificado por nosotros, para protegernos, incluso a riesgo de perder su propia vida. –sentenció Chronos con un rostro decidido–. Además Shaw ha matado a Darwin.

–Más motivo para que os vayáis. Esto se acabó. –les dijo el telépata.

–No podemos ni enterrar a Darwin, Charles. –le indicó Raven–. Y (T/n) está casi muerta por su culpa...

–Podemos vengarle y hacerles pagar lo que le han hecho a (T/n). –sentenció Erik con un tono claramente furioso.

–Erik, ¿podemos hablar? –le dijo Xavier a su amigo, apartándose un poco de los jóvenes, observando por el rabillo del ojo como Moira le colocaba una mascara de oxigeno a su hermana–. Son unos críos.

–No, eran críos. –le corrigió el manipulador de metal–. (T/n) también lo es, te lo recuerdo, pero ha luchado con más valor que cualquiera de nosotros, y no pienso dejar que Shaw se vaya de rositas después de lo que le ha hecho.

–Erik... –dijo Charles antes de mirar a los ojos a su compañero–. ¿Tanto te importa...? –comenzó a preguntar antes de interrumpirse, pues pudo ver la respuesta claramente en los pensamientos de su amigo.

–¿Qué? –preguntó el hombre de 32 años–. ¿Si tanto me importa qué?

–No, no es nada... –replicó Charles antes de mirar de reojo a su hermana, quien ahora parecía respirar mejor gracias a la máscara de oxígeno.

–Shaw tiene su ejercito y nosotros el nuestro. –le recordó Lehnsherr, ante lo cual Charles suspiró, girándose hacia los demás.

–Tendremos que entrenarnos. Todos. –les dijo a los mutantes–. ¿De acuerdo?

–Claro. –replicó Alex.

–Pero no podemos quedarnos... –mencionó Hank–. Aunque reabrieran el departamento, esto no es seguro... No tenemos a donde ir.

–Sí tenemos. –replicó Charles.

***

Westchester, New York

–¿Esto es tuyo? –le preguntó Banshee a Charles, observando la casa.

–No, es nuestro. –le replicó el telépata, quien observaba a su inconsciente hermana, en brazos de Erik.

–La verdad, Charles, no sé cómo has sobrevivido, viviendo en tal penuria. –le comentó Lehnsherr con una sonrisa, antes de mirar de reojo el rostro dormido y pacífico de la joven que tenía en brazos–. Aunque me imagino que Raven y (T/n) atenuaron esa penuria...

–Vamos, os lo enseñaremos. –dijo Raven con una sonrisa antes de girarse hacia Lehnsherr–. Erik, el cuarto de (T/n) es el primero tras subir las escaleras a mano izquierda. En el fondo del pasillo.

–Gracias. –le dijo el hombre antes de comenzar a caminar al interior, logrando localizar sin problema la habitación de la joven, entrando en ella a los pocos segundos–. Se nota que este es su cuarto... –comentó en voz alta para si mismo, observando las hileras de libros que había dispuestas en las estanterías, dejando a la telépata recostada en la cama, antes de arroparla–. Cuando te recuperes asegúrate de entrenarte mucho, (T/n). Estaré esperándote. –le dijo con una voz suave antes de besar su frente y marcharse del cuarto, cerrando la puerta tras de si.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro